Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

19 oct 2012

Trajes de película para no olvidar

La exposición del V&A ‘Hollywood Costume’ reúne las prendas más icónicas de la historia de Hollywood.

 

La actriz Keira Knightley posa con el traje que utilizó en la película 'Ana Karenina' / CORDON PRESS
En nuestra época obsesionada con los adornos de alfombra roja, se suele olvidar el vestuario que lleva a las estrellas hasta allí.
 El museo londinense Victoria & Albert quiere cambiar el foco de interés y dejar de hablar de escotes palabra de honor, pulseras de brillantes o de mejor o peor vestidas y devolver protagonismo a las prendas que aparecen en pantalla. La muestra Hollywood Costume reúne más de 130 prendas clave de la historia del cine, aquellas que ayudaron a construir personajes inolvidables.
En la exposición, que se inaugura el 20 de octubre, se podrán ver el vestido verde de cortina de Escarlata O’Hara en Lo que el viento se llevó, el modelo negro de Givenchy con el que Audrey Hepburn aparece en las primeras escenas de Desayuno con diamantes y la cazadora de cuero y sombrero fedora de Indiana Jones.
Una de las piezas más importantes es el vestido blanco que gracias a los respiraderos del metro de Nueva York deja al descubierto las piernas de Marilyn Monroe en La tentación vive arriba.
Diseñado por William Travilla, fue comprado por la actriz Debbie Reynolds a principios de la década de los setenta. Cuando Reynolds subastó el año pasado su colección, el vestido fue a las manos de un coleccionista privado por la cifra récord de 3.5 millones de euros aproximadamente y se perdió de vista. El V&A lo localizó hace apenas un mes gracias a la actriz Meryl Streep, colaboradora de la muestra.
El vestido de Monroe no es el único que causó quebraderos de cabeza a los organizadores. Tras cinco años de negociación, el museo consiguió que los legendarios escarpines rojo rubí que calzó Judy Garland como Dorothy en El Mago de Oz viajen por primera en la historia vez fuera de las fronteras estadounidenses. El par estará en Londres solo cuatro semanas.
 Después del 18 de noviembre los originales volverán a su vitrina en el museo Smithsonian de Washington DC y serán sustituidos por una réplica confeccionada por sus fabricantes iniciales Western Costume Company.
Tantas precauciones encuentran su explicación en el robo de uno de los pares, que fueron sustraídos del museo de Judy Garland de Minnessota y nunca se ha vuelto a saber de su paradero.
Un comisario revisa los últimos detalles del traje de Superman que usó Christopher Reeves en la película / CORDON PRESS
A pesar de las prendas millonarias y del glamour hollywoodiense la exposición no quiere quedarse en el mero espectáculo. También hay espacio para piezas más discretas pero no menos icónicas como la cazadora militar de Robert de Niro en Taxi Driver o el Barbour de Helen Mirren como la reina Isabel II en The Queen.
“Fui buscando personajes, no prendas.
 Esta no es una exposición decorativa” ha declarado la comisaria Deborah Nadoolman Landis, diseñadora de vestuario y esposa del director de cine John Landis.
 Su punto de partida fue averiguar qué personajes que se han quedado grabados en la imaginación popular. Landis asegura que los más veteranos mencionaban el uniforme de camarera de Joan Crawford en Mildred Pierce mientras que los jóvenes prefieren el vestido de satén verde que luce Keira Knightley en Expiación.

Un director perdido en su malditismo


Ayelet Zurer y Jeff Goldblum, en una imagen en el sanatorio de 'Adam resucitado'.
Paul Schrader no era un impostor de lujo al especializarse como guionista en infiernos síquicos y pintor de soledades sin salida al escribir los guiones de películas tan insólitas, atormentadas y magníficas como Taxi driver, Yakuza y Toro salvaje. Fue un niño al que su religión le impidió ver una película hasta los 19 años, un individuo reprimido por rituales y ancestros, que cuando se liberó de todos esos traumas, mostró una apocalíptica visión del mundo, escribió sobre la desesperación, con la actitud del más salvaje y lucido habitante de las drogas.
 Sabía de lo que hablaba, era alguien que transmitía fiebre, contradicciones y amargura retratando volcanes en erupción y sin salida.

Adam resucitado

Dirección: Paul Schrader.
Intérpretes: Jeff Goldblum, Willem Dafoe, Derek Jacobi, Ayelet Zurer, Joachim Król, Jenya Dodina.
Género: drama. EE UU, 2008.
Duración: 106 minutos.
Cuando era muy joven me enamoré con motivos de la rabia y del perturbador lado oscuro que desprendían las peliculas que dirigía Schrader. Blue collar, esa descripción brutal del sálvese quien pueda en medio del capitalismo chantajista y los corrompidos sindicatos, y Hardcore, esa investigación sobre el porno duro a cargo de un puritano cuya hija se ha rebelado suicidamente, habitada por Retan, uno de los villanos más fugaces y terroríficos que han habitado el cine, me parecen magistrales.
Después, este director tan personal ha hecho películas tan pretendidamente inquietantes como débiles, ideales para que glorifiquen su malditismo los críticos sin lectores. Schrader ha perdido un crédito que fue notable. Yo me vuelvo a reencontrar con sus esencias en Posibilidad de escape, la historia de ese camello desenganchado de Nueva York que estratégicamente solo lleva en su bolsillo 19 gramos de cocaína, colegueando y traficando con el demonio a pesar de la búsqueda de pureza, de la sed de amor.
Me cuenta gente con criterio que Adam resucitado ha tardado cinco años en estrenarse en España y que la anterior solo fue distribuida en DVD. Creo recordar que estas incomprendidas obras solo las padecía en los festivales. Y con abrumadora desidia. Ya tenemos un símbolo del malditismo, del director de Hollywood que se rebela contra el sistema, del artista errante que fue desterrado del mezquino paraíso por no acatar sus normas de sumisión.
Es un disparate plúmbeo, narrado con pretensiones intelectuales
Que se lo crean los necios, o los academicamente subvencionados por el Estado y las instituciones culturales para encontrar las complejas flores del mal flotando en medio de la basura. Adam resucitado es un disparate plúmbeo, una visión de la esquizofrenia y de la locura como método de supervivencia narrada con tantas pretensiones intelectuales como ineficacia, otra descripción prescindible del horror utilizando el inefable y sagrado argumento de los campos de concentración nazis.
Aseguran los esforzados publicistas de esta indefendible película que Jeff Goldblum realiza la mejor interpretación de su carrera.
 Haciendo de zumbado, tan grato para aspirar a premios. Es otra película patética de alguien muy inteligente y atormentado que parece haber perdido definitamente la brújula.

Quien no subió al escenario fue porque no valía para eso.

Tanta irrisión que te causaron los medradores, los petulantes, los citistas, los llamados a ocupar el escenario, y cómo todo eso ahora ha quedado inmerso en una corrupción mayor, en una impostura demoledora, en un naufragio de los valores que, por su intensidad, ya no causa ninguna reacción.
Quien no subió al escenario fue porque no valía para eso. 
De tener el talento del escalador, hubiera subido el segundo. 
Y qué más da, después de todo, ese escenario, con las viejas tablas tambaleantes, las rendijas cada vez más vacías.
Bochorno del aire húmedo, estancado, el cielo cubierto como sobre las miasmas.
 
Jose Carlos Cataño

Volvió Alfredo Bryce Echenique

El premio a Bryce

Por: | 19 de octubre de 2012
Hace unos años, en lo alto de las acusaciones que lo tachaban de plagiario, Alfredo Bryce Echenique volvió a Madrid en verano, desde Lima.
 Nos vimos en la terraza del Café Gijón, o quizá fue en la terraza de El Espejo. Hacía unos años se había ido de Madrid, donde vivió mucho tiempo. Aquí era tan querido que durante semanas y semanas le rindieron homenaje en todos los sitios de los que fue habitual. En el último le cantaron "Y te vas, y te vas, y te vas..., y no te has ido" porque, en efecto, el novelista peruano dilataba tanto su marcha que parecía que su deseo de volver a Perú no era tan grande como su deseo de quedarse entre nosotros.
Al fin se fue Alfredo, a vivir a Lima; le recuerdo, elegante, tocado con un sombrero, arropado por una gabardina de color claro, dispuesto a abordar el regreso.
 Estábamos allí, en Barajas, tan solo dos personas diciéndole adiós, una de ellas era su amigo de tanto años el editor Chus Visor. En esta otra ocasión, cuando volvió a Madrid fugazmente, ya habían sido publicadas todas las noticias relativas a la primera tanda de acusaciones sobre los plagios
. Con una muy elegante melancolía, en ese momento el autor de Un mundo para Julius expresó su desencanto al comprobar que muchos de aquellos amigos que años antes lo habían arropado en su despedida no tuvieran tiempo en sus agendas para tomarse con él un refresco, que es lo que en ese instante preciso estaba tomando.
En este Alfredo, y en aquel, había siempre luna a mediodía, una tristeza infinita que él combatía contando historias, dándole pena a la tristeza, como suele decir.
 Y en ese instante en que nos vimos ese era el Alfredo de los mediodías, que de noche acaso levantaba el vuelo, gracias a veces al alcohol y otras tantas veces gracias a la amistad que buscaba como quien tiene una sed desigual e insaciable.
 No cabe duda de que el asunto de los plagios lo tocó, y lo tocó profundamente, y seguramente tocó el ámbito al que se abrazaba, de modo que muchas fueron las circunstancias que lo hicieron aún más solo, aunque en ningún momento más huraño, pues hay en él un filamento de hombre educado, tan británico, que procura no divulgar lo que le pasa solo si está en peligro de muerte, y ni eso.
Antes de todo eso, Alfredo es el autor de aquella novela inolvidable, que nosotros leímos con el deseo de que no acabara nunca, y también fue el escritor de La exagerada vida de Martín Romaña, entre muchos libros que a unos puede que les gusten muchísimo y que a otros nos le importen nada.
 Pero es un gran escritor, al que por eso el jurado de la Fil le dio el premio mayor de su feria.
 Todo el mundo que quiso que Bryce fuera condenado tiene el derecho a seguir contemplando como indeseable su premio, pero han de respetar también el sentimiento de admiración por lo que hizo de resto, y el resto es una importante obra literaria que no se puede tachar con esa inquina tan reiterativa que ya huele más a venganza que a disgusto.
Me ha dejado estupefacto la recarga de adjetivos peyorativos que ha sufrido la totalidad de Alfredo, no un poco de Alfredo, sino la totalidad de Alfredo, como si una conjura más grande que la vida (en la que también participan, aunque no hayan querido, algunos que se titulan amigos suyos) se hubiera cernido sobre su persona y no sólo porque en su historia personal y pública haya la mancha que ahora quieren verle no sólo en un lado de la chaqueta sino en el cuerpo completo, como si Bryce no tuviera que existir al menos como el otrora celebrado autor de obras de ficción (y de memorias) que a mucha gente nos resultan imprescindibles para conocer su alma cambiante y el alma cambiante de la vida.