Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

30 nov 2019

Arruinado y olvidado: los últimos días de Oscar Wilde

Enfermo de meningitis y marginado, el genio irlandés fallecía un día como hoy, 30 de noviembre, de 1900, en un cochambroso hotel de París y bajo el seudónimo de Sebastian Melmoth.

oscar wilde
El escritor irlandés Oscar Wilde, el ejemplo perfecto de dandi, en un retrato del fotógrafo Napoleon Sarony. A juzgar por su actitud, en el mejor momento de su carrera, cuando creía que el sentido de la vida era la belleza y no el dolor.

 

Pidió una copa del champán más caro del hotel y, consciente de que no podría pagarlo, le confesó a su doctor: "Estoy muriendo por encima de mis posibilidades". 
Oscar Wilde (Dublín, 16 de octubre de 1854 - París, 30 de noviembre de 1900) falleció un día como hoy de hace 119 años, en una ruinosa habitación del hotel parisino D'Alsace.
 Tenía 46 años.
Otros, ensalzando su condición de esteta, dicen que se rebeló contra el mobiliario de la estancia. 
"Estas cortinas me están matando" o "este papel pintado y yo estamos luchando a muerte, uno de los dos tendrá que marcharse". Son algunas de las frases que le atribuyen los historiadores en sus últimos días. 
No se sabe a ciencia cierta si fue verdad.
 Porque a sus seguidores así les gusta recordarlo: con un ingenio ácido y visceral que ni la ruina, la enfermedad o el ostracismo lograron acallar.

Oscar Wilde fue condenado por amar a quién no debía.
 Al menos, no en el Reino Unido del siglo XIX.
 Nació en Dublín en el seno de una familia intelectual y adinerada –su padre era cirujano y su madre poeta– y se casó con Constance Lloyd (hija del consejero de la reina, Horace Lloyd), con quien tuvo dos hijos:
 Cyril y Vyvvan. Wilde desarrolló una obra y una personalidad marcada por el hedonismo y la belleza más exaltada.
 Quizá él mismo fue su mejor creación.
 Pero en el apogeo de su carrera se enamoró perdidamente de Alfred Douglas, Bosie, como le llamaba, un poeta de 21 años, tan atractivo como caprichoso, al que había conocido en una fiesta.

Oscar Wilde junto al Lord Alfred Douglas, el amor prohibido que le arruinó la vida.
Oscar Wilde junto al Lord Alfred Douglas, el amor prohibido que le arruinó la vida.
El padre de Alfred Douglas era el marqués de Queensberry, un aristócrata pionero en establecer las reglas del boxeo, que intentó por todos los medios separarlos y poner fin al romance.
 Amenazaba a los dueños de restaurantes con pegarles una paliza si dejaban entrar a la pareja, se presentaba en la casa familiar del escritor para montar escándalos e incluso intentó boicotear el estreno, en febrero de 1895, de La importancia de llamarse Ernesto (Wilde tuvo que entrar por la puerta de atrás del teatro St. James, cercado por la policía por la influencia del padre de Douglas). 
 El detonante final sería la famosa nota que dejaría el padre de Douglas para el escritor en un club de los bajos fondos londinenses: "Para Oscar Wilde, que alardea de sodomita".

 El dramaturgo, harto de la persecución y motivado por su amante –Douglas tenía una relación compleja con su padre porque no le concedía todos los caprichos que quería–, denunció al marqués por calumnias.
 El juicio, contra todo pronóstico, giró en su contra. "Al final del siglo XIX, Inglaterra, que tanto se pone como ejemplo de libertad, era un país muy democrático en lo político pero enormemente puritano, cerrado y durísimo en lo moral. Era un sitio verdaderamente terrorífico, tenía las mayores penas para cualquier tipo de diversidad sexual”, explica a ICON el poeta y filólogo Luis Antonio de Villena, autor de la biografía del irlandés, Oscar Wilde (Biblioteca Nueva). 
"Lo extraño es que antes de ir a la cárcel, a Wilde le ofrecen escaparse a Francia –su amigo Frank Harris había alquilado un barco–, porque allí su orientación sexual no era delito", añade De Villena. 
Sin embargo, Wilde, que había asumido una especie de papel de mártir, no quiso marcharse. 
"Inglaterra era un país en esos aspectos muy atrasado.
 De hecho, el código por el que lo condenaron estuvo vigente hasta 1967", dice el escritor.

"Cuando salió a testificar un chico no muy atractivo, y el fiscal le preguntó si había estado con él, Wilde le contestó: 

"¿Con ese? ¡Con lo feo que es!". Ese fue uno de los errores de Wilde, estaba tan empeñado en dar respuestas brillantes, que no se defendió bien"

Luis Antonio de Villena, poeta y filólogo, autor de la biografía homónima del irlandés, 'Oscar Wilde'.
Wilde transformó los juicios, celebrados a finales de abril y principios de mayo de 1985, en otra de sus maravillosas piezas de teatro, con respuestas, a veces frívolas e ingeniosas, y otras, tan conmovedoras que despertaban los aplausos del estrado.
 "El padre de Douglas buscó chaperos para que testificaran en contra de Wilde. 
Algunos sí que habían estado con él, pero muchos otros no.
 Cuando salió a testificar un chico que no era muy atractivo y el fiscal le preguntó si había estado con él, Wilde le contestó: '¿Con ese? ¡Con lo feo que es! No", explica De Villena.
 Ese fue uno de los errores que cometió Wilde. 
 Porque al decirlo, estaba dando a entender que con él no había estado porque le parecía feo, pero que si le hubiera parecido guapo no hubiera tenido problema.
 Estaba tan empeñado en dar respuestas brillantes, que Wilde no se defendió bien.
El escritor ingresó en la prisión de Reading (Inglaterra) durante dos años, condenado a realizar trabajos forzados. 
"Esos trabajos consistían más que nada en desgastar a la persona, castigar el cuerpo con ejercicios inútiles, darles papillas que provocaban vómitos... cosas espantosas.
 Wilde salió de la cárcel muy destruido como persona, como individuo, y fue desarrollando enfermedades. 
Algunos dicen que la causa de su muerte fue una sífilis que había tenido de joven y que, combinado con todas esas condiciones, acabó con él", apunta De Villena.
 Durante su cautiverio, Wilde escribió De profundis, una extensa carta de amor destinada a Alfred Douglas.
 En ese texto, Wilde se muestra arrepentido por su forma de vida anterior y deja entrever que, una vez que ha alcanzado el cielo y bajado a los infiernos, espera conseguir una especie de renacer.

"Hacia las cinco y media de la mañana, un cambio total se operó en él: sus rasgos se alteraron y eso que llaman el estertor de la agonía comenzó. Jamás había oído yo nada semejante, era como el rechinar de un torno, y duró hasta el final".

La carta de Robert Ross, en la que describe la muerte de Oscar Wilde.
"Todo santo tiene un pasado y todo pecador tiene un futuro", escribió una vez. Él no lo tuvo
. En cuanto salió de la cárcel, Wilde se marchó a Francia ("apenas estuvo una hora en Inglaterra, la detestaba, y jamás volvió", apunta su biógrafo) y se cambió de nombre para pasar desapercibido: Sebastian Melmoth.
 "Aunque no se sabe con exactitud, se cree que Sebastian viene de la imagen de San Sebastián, un mártir joven y guapo que terminó siendo una especie de icono gay. 
Melmoth en cambio procede de una novela gótica, Melmoth el errabundo, de Charles Maturin, que le gustaba mucho", explica De Villena. 
En aquella época el nombre de Wilde se había convertido casi en un insulto. Su mujer le cambió el apellido a sus hijos (por Holland) e incluso lo borraron de la autoría de La importancia de llamarse Ernesto, que todavía seguía representándose en el teatro. Wilde jamás volvió a utilizar su verdadero nombre.
Tampoco volvió a escribir.
 Durante su primer verano en Normandía –antes de fallecer en París, estuvo viviendo en Normandía, Niza o Nápoles, donde se reunió con su amante Alfred Douglas, con quién seguiría viéndose hasta su muerte – consiguió terminar el poema que había empezado en prisión, La balada de la cárcel de Reading, su última pieza literaria. 
"Mandó un par de cartas a un periódico inglés para defender el trato de los presos en las cárceles, en donde explicaba que había que tener más compasión con ellos, que era una cuestión de humanidad, etc. 
Y se las publicaron, al igual que la primera edición de La balada de la cárcel de Reading, con su número de prisionero: C33.
 Pero fue lo último que escribió", apunta De Villena.
Arruinado, enfermo y alcohólico, Wilde sobrevivía con el poco dinero que pedía prestado a sus amigos y que jamás devolvía.
 Se convirtió en un paria social, pero al contrario de lo que se cree, no murió solo del todo. 
"Tenía una serie de amigos, muy poquitos, que se quedaron con él hasta el final. 
Estaba Maurice Gillver, un chapero del que se hizo amigo y que le hizo la foto en su lecho de muerte; o Frank Harris, que era su amigo incluso antes de ir a la cárcel.
 Este no era gay y le ayudaba siempre que podía", apunta De Villena.
Oscar Wilde
La factura en el hotel D'Alsace que Oscar Wilde dejó sin pagar.
También Robert Ross, el que había sido su primer amante y luego, como mejor amigo, el albacea de su legado, lo acompañó en su último aliento. 
 Sus últimas horas, a juzgar por una descriptiva carta que saldría a la luz más tarde, no fueron tan fabulosas como los enunciados que alimentan su leyenda.
 "Hacia las cinco y media de la mañana, un cambio total se operó en él: sus rasgos se alteraron y eso que llaman el estertor de la agonía comenzó.
 Jamás había oído yo nada semejante, era como el rechinar de un torno, y duró hasta el final. Sus ojos no reaccionaban ya a la luz. Era preciso secar constantemente la sangre y la espuma de los labios...", relataría su amigo, sin omitir ningún detalle. 
"Lanzó un profundo suspiro, el único que me pareció normal desde mi llegada, sus miembros se estiraron involuntariamente, su respiración se hizo más débil. 
Murió a las 13:50 horas en punto", añadió Ross.
El entierro se celebró el 3 de diciembre de 1900, con una misa en la iglesia de St. Martin des Près. Asistieron 56 personas.
El D'Alsace, donde falleció Wilde, rebautizado como L'Hotel en 1967, es hoy un pequeño hotel de lujo del que cuelga, con orgullo, la factura sin pagar del escritor. 
Oscar Wilde está enterrado en el mausoleo en el cementerio Père-Lachaise de París que encargó su amigo Robert Ross (las cenizas de este descansan al lado).
 Condenado por sus orientaciones sexuales, el genio irlandés es hoy una figura reivindicada.
 Una de sus frases sirve como testamento de su existencia: "La vida es demasiado importante como para tomársela en serio".





Kate Middleton, trabajadora por dos días en una maternidad de Londres

Su estancia en el hospital de Kingston se suma al interés de la duquesa de Cambridge por causas como la salud infantil y la mental.

Kate Middleton
Kate Middleton, en Londres, el pasado 18 de noviembre.

"La duquesa de Cambridge, patrona de la Real Fundación del duque y la duquesa de Cambridge, ha completado hoy dos días [de trabajo] con la unidad de maternidad del hospital Kingston".
 Así de escueto ha sido el comunicado que ha publicado la Casa Real británica sobre las últimas actividades de Kate Middleton
Según varios medios británicos, la esposa de Guillermo de Inglaterra ha acudido a este centro sanitario al suroeste de Londres para conocer más de cerca su labor con los pacientes.
 Se trata de una de las unidades más prestigiosas de la capital británica, que en 2018 atendió casi 6.000 partos y que ofrece asistencia a aquellas mujeres que desean dar a luz en sus hogares.
A principios de noviembre, Middleton inauguró el hospicio de Nook, en Norwich, al sureste del Reino Unido, después de ayudar a recaudar 10 millones de libras para abrir el centro.
 Allí tuvo oportunidad de conocer a las familias que hacen uso de las instalaciones, como Stanley Harrold, un niño de tres años que padece el síndrome de Pallister-Killian, una enfermedad genética poco común, o a Isabella Alford, de diez, que sufre una enfermedad neurológica degenerativa. 
En la agenda de Middleton resultan habituales las actividades que giran en torno al bienestar de los más pequeños.
 En una ocasión, decidió cortarse la melena y acordó con su estilista Joey Wheeler donar el pelo sobrante —un mínimo de 20 centímetros— a una organización benéfica infantil que fabrica pelucas de pelo natural para niños con cáncer.
 Lo hizo bajo un nombre falso, pero la fundación Litlle Princess Trust hizo pública su identidad a través de su página web a principios de 2018. 
“Estamos muy agradecidos con todas las personas que amablemente nos apoyan de esta manera.

 Como la duquesa de Cambridge es tan conocida, esperamos que su gesto conmueva y aumente la conciencia de otras personas. 

Recibir una peluca de cabello real y gratuita tiene un impacto muy positivo en un niño o joven en un momento tan difícil”, aseguró Mónica Glass, gerente de la fundación.

Lo serio y lo divertido,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,, Boris Izaguirre

Lo serio y lo divertido.

José Bono presume de injerto, Tamara Falcó se gana al público y Antonio Banderas ha aprendido de Hollywood que lo divertido es algo muy serio.

 Antonio Banderas y su hija Stella del Carmen en los premios de la revista Vanity Fair, el pasado lunes.
Antonio Banderas y su hija Stella del Carmen en los premios de la revista Vanity Fair, el pasado lunes. GtresOnline

 

España es un país divertido y puedo asegurar que pocos países tienen esa suerte.
 Parte de esa diversión sucede porque es un país en el que continuamente pasan cosas, no todas igualmente divertidas pero que animan bastante. 
Y a veces hay incluso personas serias que dicen cosas divertidas como el exministro José Bono y que he leído esta semana: “Unas personas se maquillan, otras se ponen pendientes, pulseras… ¡Pues muy bien! 
Cada uno se pone lo que quiere: yo me puse pelo”. Es genial. 
La bravura de Bono. Como es vecino mío en Madrid, lo he visto varias veces curioseando en una selecta tienda de ropa. 
Y en alguna ocasión en compañía de otro exministro, Eduardo Zaplana. 
 Amigos pero distintos: Bono prefiere pelo y Zaplana, lo sé porque íbamos al mismo gimnasio, depilación.

Si algo te falta, pues te lo pones. Resuelves un problema y pasas a lo siguiente.
 Celebro ese tipo de actitud. Es cierto que el pelo nuevo es más evidente que el perdido pero hay que asumirlo.
 El dinero nuevo igual. Y no pasa nada. 
Ningún nuevo rico quiere dejar de ser adinerado, pues lo mismo con los injertos. 
Y es una lección magnífica asumirlo con humor peludo.
 Y al reconocer ese sentido como una parte esencial de nuestro ADN, podemos sortear obstáculos y malestares.



Este lunes me encontré marchando junto a centenas de mujeres defendiendo el día internacional contra la Violencia de Género al mismo tiempo que me dirigía a la fiesta de los premios que da la revista Vanity Fair.
 Para muchos puede resultar contradictorio o frívolo combinar ambas situaciones pero yo me lo tomé con la misma naturalidad que José Bono luce su nueva melena. 
Me encantó poder estar en ambas.
 Me tomé casi el mismo número de selfies en las dos, por distintas que fueran.
Tamara Falcó, ganadora de 'MasterChef Celebrity', en el hotel NH Eurobuilding de Madrid, el pasado jueves. 
Tamara Falcó, ganadora de 'MasterChef Celebrity', en el hotel NH Eurobuilding de Madrid, el pasado jueves.
En la marcha mucha gente me felicitó por mi buen hacer en MasterChef, agregando que les hacía pasar momentos muy divertidos y que no tengo un pelo de tonto. 
Yo intentaba explicarles mi punto de vista sobre el ser español y divertido y tuve poco éxito. 
“Eso es porque no eres de aquí”, insistieron. En la fiesta de Vanity Fair alguien me sugirió que “solo en los círculos que te mueves, la gente es divertida.
 El resto es más serio”. 
Pero mi interlocutor ya estaba obnubilado por el desfile de personalidades en la convocatoria del Vanity Fair español. En menos de un pestañeo vi desfilar a Esther Doña, Agatha Ruiz de la Prada e Isabel Preysler, cada una en su estilo y sin preocupaciones porque ya no hay tendencias, lo que importa es la naturalidad y la emoción. 
Lo interesante es que esto podía suponer un final para las alfombras rojas y, todo lo contrario, las ha hecho más intensas.
 Y esa noche del Hombre del Año me lo pasé bomba observándolo, tanto que me instalé al lado de Susi Caramelo, sin acreditación de prensa ni nada y la vi entera.
Antonio Banderas, el premiado, es impecable.
 ¡No hay nada como Hollywood para enseñarte que lo divertido es algo muy serio! 
Es edificante ver en acción todo ese conocimiento, cómo mira al entrevistador, cómo se planta antes que posar, la estela que deja su seguridad.
 Es tan fascinante que cuando lo tuve de frente solo pude decir: “Gracias”.
 Y él, concentradísimo, me preguntó por qué.
En la fiesta todo el mundo comentaba a Preysler lo bien que les caía su hija Tamara en MasterChef Celebrity. 
 Como madre, respondió que estaban todos muy felices por este éxito, aunque era un enigma cómo había conseguido ser tan querida.
 Aunque luego aprovechó que compartía mesa con el ministro de Cultura José Guirao y Eugenia Martínez de Irujo, ambas, sin pelos en la lengua, no dudaron en preguntar si habría gobierno
  El ministro en funciones pareció responder con un gesto enigmático que resultó divertido y serio al mismo tiempo.
 Entendí que Preysler quisiera desviar la atención hacia el gobierno para que no la acorralaran con querer confirmar que su hija era la ganadora de MasterChef Celebrity. 
 Todo el mundo sabe que el programa está grabado y también que existe una claúsula de confidencialidad pero no se puede controlar la diversión que genera reventar un secreto.
 Lo más divertido es cómo nada de eso afecta el contundente dato de audiencia que cosechó la final del programa.
 Se confirma que no hay nada más divertido que sufrir para triunfar.

 

La vida de Víctor Manuel alrededor de los fogones

"El gusto es mío’ está cruzado de experiencias asociadas a viajes, a gente que quiero, a la vida…”, dice el cantante sobre su libro, en el que incluye recetas de cocina.

Víctor Manuel, durante la presentación de su libro.
Víctor Manuel, durante la presentación de su libro. GTRES

 

De niño la güela María le decía, en su lengua asturiana: “Este niñu ta muy ruin”. 
Y es que entonces Víctor Manuel era “un niño de deshecho prácticamente, muy delgado, mal comedor; no me gustaba nada”. Pasó el tiempo y la vida, el disfrute de la comida, lo han hecho “demasiado gordín”, y aunque le gustaría estarlo menos, quiere tanto la cocina que le ha dedicado un libro, El gusto es mío (Aguilar), en el que combina las recetas con el placer de comer con otros.
 Su tiempo (nació en 1947, en Mieres) está marcado por las canciones que le dedicó al abuelo fusilado en la guerra y a la mina y al sabor de los primeros alimentos, y al miedo de posguerra. “Nada se movía. Las familias estaban asustadas por lo que les había tocado vivir…" ¿Y el hambre? 
“La sensación de hambre es cuando no tienes nada.
 Si puedes comer de lo que hay entonces no tienes hambre… Yo no he pasado hambre en mi vida.
 En mi familia se preocupaban de que hubiera lo básico”.
Lo básico eran “las sopas, los cocidos, las lentejas, la fabada, el pote…”.
 Excepcionalmente había pollo, como aquellos con cuyo olor se alimentaba Carpanta, “o unas almejas a la marinera, pero eso ya suponían fiestas absolutas. 
¡Desconocía que existiera el pulpo o el mejillón!... En los días de fiesta, además, mi padre me llevaba a un bar para tomar un vermú con aceituna. 
Yo volvía a casa un poco colocado, y allí nos encontrábamos pollo al horno o patatas a la importancia…
 El pollo era un lujo, pero es que mis padres se dedicaban a repartir pollos y huevos. 
Algo se iba quedando en casa y nos los comíamos.
No nos machacábamos pensando en alimentos excepcionales o en comidas irrealizables.
 Cuando tienes el estómago lleno y disfrutas de la comida con tu familia no piensas en más.
 Eso viene más adelante”. 


Y más adelante es lo que está en el recuento de memorias de recetas y comidas con otros que constituye el libro. 
Son también historias sentimentales que le pasan con la cocina como origen o pretexto. 
“Nunca habría tenido la osadía de hacer un libro de recetas. Hay cocineros fantásticos que las hacen.
 Las emociones que cuento ocurren en torno a cosas más domésticas, que vienen de saber que cuando mi abuela cocinaba estaba dando a la vez una lección de ética…
 Primero servía a todos los animales de la casa, perros, gatos, los que hubiese, y después servía a los demás. 
Esa secuencia me marcó para siempre”.
Víctor Manuel y Ana Belén.
Víctor Manuel y Ana Belén. GTRES
 
De niño la güela María le decía, en su lengua asturiana: “Este niñu ta muy ruin”. Y es que entonces Víctor Manuel era “un niño de deshecho prácticamente, muy delgado, mal comedor; no me gustaba nada”. Pasó el tiempo y la vida, el disfrute de la comida, lo han hecho “demasiado gordín”, y aunque le gustaría estarlo menos, quiere tanto la cocina que le ha dedicado un libro, El gusto es mío (Aguilar), en el que combina las recetas con el placer de comer con otros. Su tiempo (nació en 1947, en Mieres) está marcado por las canciones que le dedicó al abuelo fusilado en la guerra y a la mina y al sabor de los primeros alimentos, y al miedo de posguerra. “Nada se movía. Las familias estaban asustadas por lo que les había tocado vivir…" ¿Y el hambre? “La sensación de hambre es cuando no tienes nada. Si puedes comer de lo que hay entonces no tienes hambre… Yo no he pasado hambre en mi vida. En mi familia se preocupaban de que hubiera lo básico”.
Lo básico eran “las sopas, los cocidos, las lentejas, la fabada, el pote…”. Excepcionalmente había pollo, como aquellos con cuyo olor se alimentaba Carpanta, “o unas almejas a la marinera, pero eso ya suponían fiestas absolutas. ¡Desconocía que existiera el pulpo o el mejillón!... En los días de fiesta, además, mi padre me llevaba a un bar para tomar un vermú con aceituna. Yo volvía a casa un poco colocado, y allí nos encontrábamos pollo al horno o patatas a la importancia… El pollo era un lujo, pero es que mis padres se dedicaban a repartir pollos y huevos. Algo se iba quedando en casa y nos los comíamos. No nos machacábamos pensando en alimentos excepcionales o en comidas irrealizables. Cuando tienes el estómago lleno y disfrutas de la comida con tu familia no piensas en más. Eso viene más adelante”.
Y más adelante es lo que está en el recuento de memorias de recetas y comidas con otros que constituye el libro. Son también historias sentimentales que le pasan con la cocina como origen o pretexto. “Nunca habría tenido la osadía de hacer un libro de recetas. Hay cocineros fantásticos que las hacen. Las emociones que cuento ocurren en torno a cosas más domésticas, que vienen de saber que cuando mi abuela cocinaba estaba dando a la vez una lección de ética… Primero servía a todos los animales de la casa, perros, gatos, los que hubiese, y después servía a los demás. Esa secuencia me marcó para siempre”.
Víctor Manuel y Ana Belén.
Víctor Manuel y Ana Belén. GTRES
El gusto es mío “está cruzado de experiencias culinarias siempre asociadas a viajes, amigos, a gente que quiero, a la vida…
” Llegó a Madrid muy joven e iba al mercado de Olavide, donde da inicio al placer de cocinar.
 Ahora ya no iba al mercado a acompañar a su padre, sino a buscar para comer. 
“Desconocía miles de alimentos, que entonces viajaban con mucha más dificultad. 
¡En Asturias había visto los pulpos dibujados! Pero no tenía ni idea de a qué sabían, e igual me pasaba con los mejillones… Fui viajando, descubriendo sabores nuevos de los que no tenía idea hasta que tuve 18 o 20 años.
 En Canarias descubro el gofio, en Valencia entiendo que la paella no era lo que comíamos como tal en Asturias. En todas partes quise averiguar cómo estaban hechos los platos”.
El cantante Víctor Manuel.
El cantante Víctor Manuel. Penguin Random House
Al descubrimiento del pulpo, por cierto, le dedica algunas de las páginas del libro. 
Están experimentando para reproducirlo en cautividad. “Me apena muchísimo que deje de existir como comida, porque me encanta. Hay alimentos que ahora disfrutamos y se están acabando, como los percebes… La primera vez que los percebes aparecen en la literatura es en el siglo XIX, en una novela de Emilia Pardo Bazán. Recomendaba que no se sacaran a la mesa los percebes grandes porque a las jóvenes podrían suscitarles historias sexuales… Eso se está acabando.
Estamos asistiendo a la extinción de muchas especies. Se acaban porque nos las hemos comido y ya está, no hay más”.
Lo rodeaba en la niñez en que era un niñu ruinín la mina y la huerta, “y el cerdo, que en mi tierra tiene un monumento; un animal que quitó mucha hambre y que se administraba como un tesoro, durante mucho tiempo”. 
Luego vinieron otras cocinas. México es la reina de todas las que ha descubierto desde que se fue al mercado de Olavide a buscar alimentos para una chica que ya había en su casa, y que entonces y ahora se llama Ana Belén.
  Para ella sigue cocinando, y para cientos de amigos como los que aparecen en este libro. 
El gusto sigue siendo suyo.

Entre el caos y la desidia, la voluntad de Camilo Sesto queda en el olvido

Camilo Blanes, hijo y único heredero del cantante, no prosigue un juicio que su padre impulsó contra los asaltantes de su mansión. 

Mientras, su madre muestra preocupación por su comportamiento errático.

El hijo de Camilo Sesto, Camilo Blanes Ornelas, y Lourdes Ornelas el 10 de septiembre en Madrid.
El hijo de Camilo Sesto, Camilo Blanes Ornelas, y Lourdes Ornelas el 10 de septiembre en Madrid. Europa Press via Getty Images

La preservación del legado de Camilo Sesto peligra. 

Después de muchas especulaciones, su hijo, fruto de una relación con una fan, Lourdes Ornelas, quedó como heredero universal.

 En el testamento, al que ha tenido acceso este periódico, Sesto dispuso de tres puntos. 

En el primero legaba todos sus objetos y reconocimientos al museo que debe levantarse en su nombre en Alcoy, su pueblo. En el segundo, declaraba heredero a su hijo, y en el tercero, designaba albacea a Cristóbal Hueto, un trabajador de confianza.

Exteriores de la casa de Camilo Sesto. 
Exteriores de la casa de Camilo Sesto. KORPA
Sin embargo, el museo no avanza. Alrededor de la herencia solo hay parálisis.
 Las partes no se ponen de acuerdo sobre qué debe legarse al museo. 
¿Deben ir allí las zapatillas con las que actuó en el musical Jesucristo Superstar?
 La gente de su entorno dice que para localizar a Camilo hijo, que vivía en México hasta la muerte de su padre, se necesita entre siete y diez días (“es difícil de encontrar”).
 Su regreso a Madrid parece haberle trastocado.
 Ornelas, en declaraciones a la revista Corazón, ha contado que su hijo tiene “un problema”.
 “Está enfermo y necesita ayuda”, ha declarado después de que el chico fuese visto desorientado por las calles de Madrid hace unos días. 
Según la madre, llevaba tres días desaparecido y volvió a casa sin tarjeta de crédito, teléfono ni documentación.
El descuido del joven a la hora de interesarse en el proceso penal que supuso mucho para su padre —que le ha dejado unos derechos que devengan unos 200.000 euros al trimestre (solo una clínica dental ha pagado 30.000 euros por usar una canción en un anuncio) y tres propiedades— es otra prueba más de un proceder errático del heredero en la guarda y custodia del legado de un artista universal.
“Camilo luchó mucho por sentar en el banquillo al supuesto cerebro del robo.
 Quiso saber la verdad. Quería justicia, de corazón”, expone la abogada del cantante. “Era algo que le importaba.
 Se lo tomó como un asunto personal.
 Duele que se desentiendan del caso”, se suma Hueto.
Camilo Sesto no lo hubiera querido así.

 

29 nov 2019

los mejores libros del siglo XXI............... Javier Rodríguez Marcos

Un jurado de 84 expertos ha escogido para Babelia los títulos más relevantes de las dos primeras décadas del milenio.

mejores libros
"Hacer listas", escribe Alberto Manguel en su Diario de lecturas, “da lugar a cierta arbitrariedad mágica, como si la simple asociación pudiera crear sentido”. 
Pues bien, ¿qué sentido se puede encontrar en una lista que trata de hacer balance de las dos primeras décadas del siglo XXI? Empecemos por el principio. 
El martes 11 de septiembre de 2001, dos aviones de pasajeros secuestrados por terroristas suicidas derribaron las Torres Gemelas de Nueva York, mataron a casi 3.000 personas y cambiaron el mundo para siempre.
 De paso, mandaron al trastero de las hipótesis la teoría hegeliana del fin de la historia reciclada por Francis Fukuyama tras la caída del muro de Berlín y zanjaron la discusión sobre si el siglo XXI empezaba en el año 2000 o en 2001.
La guerra de las galaxias se quedó en choque de civilizaciones.
 Los ordenadores pasaron la prueba del efecto 2000, pero sus usuarios —la nueva gran palabra— entraron en la era del miedo, la inseguridad, la precariedad, la intimidad (pública) y la realidad (virtual).

El futuro había llegado tan pronto en forma de metralla que los cines se llenaron de remakes; las librerías, de cánones, recuentos y resúmenes y listas de lo muy muy y lo más más (que había que ver, leer y escuchar… antes de morir)
. También de relatos con un fondo de historia universal y libros de no ficción o de autoficción que dan tanto valor a la trama como a su making-of.
 Incapaz de imitar a una realidad presente que parecía de novela, la literatura se volcó en el pasado, en la memoria (histórica y a secas), en las investigaciones periodísticas, en la primera persona y en la propia literatura, que se volvió metatodo.

De ahí el triunfo absoluto de 2666, un libro total compuesto de cinco partes y publicado en otoño de 2004, al año siguiente de la muerte de su autor.
 Desde Borges —retratado minuciosamente por Adolfo Bioy Casares en un diario ya ineludible—, ningún escritor ha influido tanto como Roberto Bolaño en las nuevas generaciones.
 Que sus libros empezasen a publicarse en Anagrama y actualmente lo hagan en Alfaguara —las dos editoriales más presentes en la lista de Babelia— es otro síntoma del peso de algunos sellos en la creación del gusto contemporáneo. 

El escritor chileno Roberto Bolaño, en 1997.
El escritor chileno Roberto Bolaño, en 1997.
Acaso por una mera cuestión generacional, la literatura canónica de las dos primeras décadas del siglo XXI se ha ocupado de hurgar en las heridas del XX. 
Las guerras mundiales, la guerra civil española, la posguerra, la descolonización, las migraciones, el apartheid, las dictaduras latinoamericanas, la caída del imperio soviético, los feminicios en Ciudad Juárez o las turbulencias en Oriente Próximo pueden rastrearse en la obra del propio Bolaño, Ian McEwan, W. G. Sebald, Javier Marías, Javier Cercas, Tony Judt, Mario Vargas Llosa, J. M. Coetzee, Zadie Smith, Svetlana Aleksiévich, Emmanuel Carrère, Marjane Satrapi o Edmund de Waal.

Pero si esos autores empiezan a ser canónicos no es solo por los temas que abordan, sino por el modo en que lo hacen: mezclando realidad y ficción, narración y reflexión, dinamitando los géneros tradicionales o dejando que su intimidad sin filtros discuta con la historia universal.
 Ese yo con voluntad de nosotros es el que ha producido además títulos como los de Joan Didion, Lucia Berlin, Anne Carson y Raúl Zurita —que tituló su obra magna con su propio apellido—, pero sobre todo los seis volúmenes de Karl Ove Knausgård.
También la gran historia y la intimidad cruda están presentes en títulos del siglo XXI tan exitosos como El Código Da Vinci, El niño con el pijama de rayas o Cincuenta sombras de Grey. ¿Por qué no están en esta lista?
 Tal vez porque no cuadran con la definición que el crítico Northrop ­Frye acuñó para la “gran literatura”: aquella que es “dueña de una visión siempre más vasta que la de sus mejores lectores”.
 El poeta Wystan Hugh Auden lo matizó así: “Hay libros que han sido injustamente olvidados; ninguno es injustamente recordado”.
La crisis económica de 2008 sumó la indignación a la inseguridad y dio la razón a una novela premonitoria publicada en España un año antes: Crematorio, de Rafael Chirbes.
 De paso, empoderó —el verbo del siglo— a un género y a una generación.
 El feminismo y el ecologismo son por ahora la respuesta más contundente a una deriva insostenible que va camino de convertir en realismo puro una novela de, digamos, ciencia-ficción como La carretera, de Cormac ­McCarthy. Protagonizada por dos hombres solos —un padre y un hijo— que vagan por un planeta devastado, la distopía del autor estadounidense incluye en sus páginas algo que se parece a una definición de la literatura de hoy: 
“Dios no existe y nosotros somos sus profetas”.

1. '2666', Roberto Bolaño

"2666 es lo mejor de una producción literaria prematuramente interrumpida", escribió Ana María Moix en Babelia en 2004, "Amalfitano, uno de los protagonistas de la segunda de las cinco partes o novelas que componen 2666, obra póstuma de Roberto Bolaño (1953-2003), rememora desde México una conversación sostenida, hacía años en Barcelona, con un joven farmacéutico que pasaba sus noches de guardia leyendo.
 Al joven le gustaba leer novelas breves como La metamorfosis, de Kafka; Bartleby, el escribiente, de Melville; Un corazón simple, de Flaubert, o Un cuento de Navidad, de Dickens, títulos que escogía en lugar de El proceso, Moby Dick, Bouvard y Pécuchet o El Club Pickwick, novelas largas de los citados autores. 'Qué triste paradoja, pensó Amalfitano', escribe Bolaño. 
'Ya ni los farmacéuticos ilustrados se atreven con las grandes obras, imperfectas, torrenciales, las que abren caminos en lo desconocido. Escogen los ejercicios perfectos de los grandes maestros (...)'. Y, de hecho, eso es 2666: una gran obra torrencial, que abre caminos en lo desconocido".
 Moix apunta que las cinco partes de esta gran obra pueden leerse por separado, pero se perdería la grandeza que alcanzan juntas.

2. 'Austerlitz', W. G. Sebald

La novela del alemán W. G. Sebald (1944-2001) narra la odisea vital de un hombre sin historia llamado Jacques Austerlitz en busca de ese tejido perdido en el tiempo que son sus padres.
 El protagonista camina sobre los restos de una devastación insoportable después de dos guerras.
 “Austerlitz es una formidable representación del destino del hombre moderno llevado a un extremo: el del desarraigo extremo; también lo es de la capacidad de supervivencia del ser humano”, escribió en estas páginas José María Guelbenzu en 2002. Traducción de Miguel Sáenz.
 Traducción de Miguel Sáenz.

3. 'La belleza del marido', Anne Carson

Anne Carson (1950) abordó en La belleza del marido el conflicto desencadenado por su separación. “Hay en este poemario”, escribió el crítico Ángel Rupérez en 2003, “una tensión entre la idealización inicial del marido (…) y el derrumbe de ese ídolo que consigue sobrepasar con creces el anecdotario más estrictamente autobiográfico y confesional, constantemente convertido en materia poética contaminada por un continuo y soterrado —no explícito— aliento lírico hecho de elegía comedida y de creencia incondicional en la belleza”. Traducción de Ana Becciu.

4. 'La Fiesta del Chivo', Mario Vargas Llosa

La Fiesta del Chivo es un relato sobre el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo Molina y, a la vez, un impresionante fresco de la corrupción destructiva de las dictaduras. En su crítica de 2000, el argentino Tomás Eloy Martínez definió la novela del premio Nobel Mario Vargas Llosa (Arequipa, 1936) como “un retrato implacable del poder absoluto en una novela que se lee sin respiro de principio a fin”.

6. 'Limónov', Emmanuel Carrère

Emmanuel Carrère (París, 1957) ha construido un género propio en el que mezcla la autobiografía con el retrato de personajes insólitos. Así definió el autor a su protagonista en 2013: “Ha sido granuja en Ucrania, ídolo del underground soviético, mendigo y después mayordomo de un millonario en Manhattan; escritor en París, soldado en los Balcanes, y, ahora, en el inmenso burdel del poscomunismo en Rusia, viejo jefe carismático de un partido de jóvenes desesperados. Él se ve como un héroe, pero también se le puede considerar un cabrón: yo no me atrevo a juzgarlo”. Traducción de Jaime Zulaika.

7. 'Tu rostro mañana', Javier Marías

Javier Marías cerró su trilogía Tu rostro mañana en 2007 con Veneno y sombra y adiós, en la que reflexiona sobre el egoísmo, la verdad y la culpa. José-Carlos Mainer calificó la obra de ejemplo del género de la autoficción: 
“Marías ha logrado la construcción más sostenida, compleja e importante que tal voluntad (de estilo y de género) ha producido en las nuevas letras españolas”.
 Mainer describe la obsesión por “la naturaleza de la verdad” y cree que “el punto de partida de la existencia es el egoísmo”.

partida de la existencia es el egoísmo”.

8. 'Borges', Adolfo Bioy Casares

“De las 20.000 páginas de cuadernos íntimos que Bioy (1914-1999) escribió a lo largo de su vida, su relación con Borges ocupa 1.700”, explicó en una información de 2006 Javier Rodríguez Marcos.
 Son las que preparó para este volumen antes de morir: “Aunque el libro se extiende entre 1931 y 1989, Bioy resume los 15 primeros años en una decena de páginas. Eso sí, brillantes. 
Los diarios borgianos de Bioy están llenos de literatura”. Borges dijo que su relación era una profunda amistad “sin intimidad” cuya piedra angular eran los libros.

9. 'Verano', J. M. Coetzee

Verano, la tercera entrega de las memorias del sudafricano J. M. Coetzee (1940), “revela una audacia literaria que no por consecuente con la última parte de su obra deja de ser un reto original”, escribió José María Guelbenzu en 2010. 
En este libro, cinco entrevistados crean con su testimonio un Coetzee personal e íntimo, en un documento que manifiesta la viveza de espíritu del escritor y su apuesta irreductible por la verdad literaria. Traducción de Jordi Fibla.

10. 'El año del pensamiento mágico', Joan Didion

“La obra de no ficción de Joan Didion (1934) ejemplifica bien el género conocido como ensayo personal, una forma de escritura cuyo objetivo es someter a examen circunstancias de orden histórico o sociológico desde una perspectiva radicalmente subjetiva”, escribió en 2005 en estas páginas Eduardo Lago. 
Este libro de duelo es, en palabras del escritor, “el más personal por lo íntimo y doloroso del tema”: la muerte de su marido. Traducción de Javier Calvo.


El escritor chileno Roberto Bolaño, en 1997.
El escritor chileno Roberto Bolaño, en 1997.


12. 'La carretera', Cormac McCarthy

Un padre y su hijo, supervivientes de una hecatombe nuclear, caminan hacia un sur que, solo quizá, sea su salvación. “Unidos por el amor y el miedo, son la expresión de una soledad intolerable”, escribió J. M. Guelbenzu en su crítica de esta novela de Cormac McCarthy (1933). Traducción de Luis Murillo Fort.

13. 'Crematorio', Rafael Chirbes

Rafael Chirbes (1949-2015) narró en esta novela la corrupción urbanística en España. “Con una escritura de precisión clínica en la que a veces recala un medido lirismo, el escritor no cede al olvido de la grande y pequeña historia de nuestro país. Como si Galdós vigilara”, escribió sobre el autor y su obra J. E. Ayala-Dip.

14. 'Dientes blancos', Zadie Smith

“El rasgo más característico de la escritura de Zadie Smith (1975)es su propensión a la sátira. No obstante, Dientes blancos no es una novela divertida”, escribió Francisco Solano en 2001. “Retrata el espacio multirracial habitado por hijos de inmigrantes, cuya asimilación a la metrópoli, junto con la confrontación con los padres, les aboca a ser víctimas de una mezcolanza ideológica y religiosa que produce claros efectos de atolondramiento”. Traducción de Ana M. de la Fuente.

15. 'Manual para mujeres de la limpieza', Lucia Berlin

La estadounidense Lucia Berlin (1936-2004) empezó a publicar (no a escribir) muy tarde y solo a finales del pasado siglo se la comenzó a reconocer como una narradora excepcional.  
Manual para mujeres de la limpieza es una antología de relatos basados en la vida itinerante de la autora, alcohólica, que trabajó en toda clase de oficios para mantener a sus hijos. 
“Todo cuanto relata tiene olor a verdad”, aseguró José María Guelbenzu en 2016. Traducción de Eugenia Vázquez Nacarino.

16. 'Zurita', Raúl Zurita

“La primera impresión que produce Raúl Zurita (Santiago, 1950) es la de un poeta perdido en el mundo del misterio y la espiritualidad”, escribió el cronista Patricio Fernández en 2012. “No lee, canta, se lamenta, y reza”. Y este poeta publicó aquel año su particular autobiografía, un poemario de 800 páginas en el que se expone más crudamente que nunca.

17. 'Postguerra', Tony Judt

El historiador británico (1948-2010) logró con este libro una hazaña, mezclando las lavadoras, los Beatles y Margaret Thatcher. Esto es, la vida cotidiana, la cultura y la política. 
“La nueva Europa constituye un éxito notable vitalmente vinculado a un terrible pasado”, escribió Santos Juliá en su reseña. 
“Para que los europeos conserven siempre ese víncu­lo vital hay que enseñárselo de nuevo a cada generación”. Traducción de Jesús Cuéllar y Gloria E. Gordo del Rey.

18. 'Soldados de Salamina', Javier Cercas

J. Ernesto Ayala-Dip habló en su crítica de Soldados de Salamina en 2001 de la mezcla entre “el relato real” que se plantea en el libro de Cercas y la “obra de ficción” que realmente es.
 La historia del fallido fusilamiento de Rafael Sánchez Mazas, escritor y fundador de la Falange, se desarrolla con “esa prosa que se desliza con la naturalidad que da la madurez”, añadió Ayala-Dip sobre esta novela.

19. 'El fin del Homo sovieticus', Svetlana Aleksiévich

Cuando Svetlana Aleksiévich (Ucrania, 1948) recibió el Premio Nobel de Literatura, muchos lectores descubrieron la fuerza de una obra, a medio camino entre el periodismo y la historia.
 El fin del ‘Homo sovieticus’ ofrece las voces de los que vivieron el fin del comunismo.
 “Su obra es también una revancha del periodismo”, escribió Lluís Bassets sobre su obra, “que busca las fuentes más modestas y las experiencias más sencillas para explicar lo que fue silenciado durante las siete décadas soviéticas”. Traducción de Jorge Ferrer.

20. 'Persépolis', Marjane Satrapi

En Persépolis, el único cómic en la lista, la autora iraní cuenta la revolución islámica de 1980 vista por una niña, la que Marjane Satrapi era entonces, con 10 años, cuando tuvo que ponerse pañuelo por primera vez para ir a la escuela. 
“Tenía un deber para con mi país”, le dijo en 2002 a Jaume Vidal en una entrevista. Un cómic en blanco y negro porque, según Satrapi, “el rojo de la sangre podría ser muy dramático”. Traducción de Albert Agut.

21. 'La liebre con ojos de ámbar', Edmund de Waal

A través de la historia de 264 miniaturas japonesas llamadas netsukes —entre ellas, la liebre que da título al libro—, Edmund de Waal (Nottingham, 1964) construye la historia de su familia, aunque va mucho más allá en un retrato de la historia reciente de Europa y de sus profundas heridas y ausencias. Traducción de Marcelo Cohen.

Del 22 al 50

22. La grande, Juan José Saer
23. Nunca me abandones, Kazuo Ishiguro
24. Anatomía de un instante, Javier Cercas
25. Demasiada felicidad, Alice Munro
26. La tabla rasa, Steven Pinker
27. Los años, Annie Ernaux
28. Temporada de huracanes, Fernanda Melchor
29. Sapiens, Yuval Noah Harari
30. Kafka en la orilla, Haruki Murakami
31. El nervio óptico, María Gainza
32. Los diarios de Emilio Renzi, Ricardo Piglia
33. La novela luminosa, Mario Levrero
34. En presencia de la ausencia, Mahmud Darwish
35. Incendios, Wajdi Mouawad
36. Pensar rápido, pensar despacio, Daniel Kahneman
37. Las correcciones, Jonathan Franzen
38. El adversario, Emmanuel Carrère
39. La mancha humana, Philip Roth
40. Canadá, Richard Ford
41. Elizabeth Costello, J. M. Coetzee
42. Terror y utopía, Karl Schlögel
43. Lectura fácil, Cristina Morales
44. Las poetas visitan a Andrea del Sarto, Juana Bignozzi
45. Ordesa, Manuel Vilas
46. Distancia de rescate, Samanta Schweblin
47. La noche de los tiempos, Antonio Muñoz Molina
48. Teoría King Kong, Virginie Despentes
49. El mundo deslumbrante, Siri Husvedt
50. Los testamentos, Margaret Atwood

Infiel. Historias de transgresión, Joyce Carol Oates
El salto del ciervo, Sharon Olds
El capital en el siglo XXI, Thomas Piketty

 

El exdirector de Amazon en México, principal sospechoso del asesinato de su exesposa

Abril Pérez Sagaón había denunciado a su marido por intento de homicidio en enero pero un juez lo dejó en libertad. Este lunes recibió dos disparos en un coche en el que viajaban también dos de sus hijos.

Juan Carlos García y Abril Pérez.
Juan Carlos García y Abril Pérez. Twitter
Cuando el hijo mediano escuchó la pelea, su padre estaba a punto de degollar a su madre con una navaja en el cuarto de al lado. Era enero de este año.
 Abril Pérez Sagaón estuvo a punto de morir asesinada por su entonces marido, Juan Carlos García, exdirector de la filial mexicana de Amazon y director de comercio digital de la multinacional de electrodomésticos Elektra. 
Y aunque no eran los primeros golpes y amenazas que recibía, sí fue la primera vez que decidió gritar basta.
Una decisión mucho más que valiente en México, donde al menos ocho de cada 10 casos permanece impune, según los datos de transparencia.
 Pérez Sagaón hizo lo que podía legalmente.

 Y este lunes 25 de noviembre fue asesinada de dos balazos en la cabeza y en el cuello mientras viajaba en un coche por la capital.

 Sus hijos adolescentes vieron todo desde los asientos de atrás. 


Abril Pérez ya no vivía en la Ciudad de México desde que su exmarido había intentado asesinarla.
 Huyó a Monterrey con su familia y desde allí inició el proceso de divorcio y continuó el proceso penal por intento de homicidio. García fue detenido y poco después liberado.
 El testimonio de Pérez y del hijo mediano de ambos, que presenció todo, no fue suficiente para que el juez del Tribunal Superior de Justicia de la capital Federico Mosco González lo considerara como intento de feminicidio y reclasificó el delito a violencia intrafamiliar y lesiones. 
Una modificación que convirtió a un presunto asesino en un hombre que, mediante fianza, pudo librar la cárcel.
 El juez es conocido también en la capital por haber liberado a un médico acusado de violar a una paciente en 2018, lo exculpó de ese delito pero sí reconoció que hubo abuso sexual, para el que en ese caso no exigía pena de cárcel. 
Después de 11 meses de batallas legales contra su agresor y exmarido, de divorciarse y lograr la custodia de sus tres hijos, todavía seguía peleando por demostrar que ese hombre había intentado asesinarla. 
Esta semana había acudido a la capital para realizarse una prueba psicológica que formaba parte del proceso de apelación contra García.
 La defensa de su exmarido había sido informada de esto, "y es muy posible que él también supiera que ella estaba en la ciudad", cuenta por teléfono un miembro de la familia, que prefiere no dar su nombre. 
El que fuera el elegido de Amazon para inaugurar en México su filial en 2015, tenía una orden de alejamiento.
 Pero la familia de Pérez está convencida de que él mandó matarla. "Tiene suficiente dinero como para contratar a un sicario.
 A nosotros no nos cabe duda de que fue él.
 Por cómo sucedieron las cosas, porque ya lo había intentado antes y porque sabemos cómo es", cuenta el familiar. La fiscalía de la capital maneja estos días esta línea de investigación. Pero García se encuentra en paradero desconocido.
 "Probablemente esté desde hace tiempo fuera de México", apunta la familia.
García se convirtió en el director de Amazon en su división de México y ocupó el puesto durante dos años y medio, según su perfil de Linkedin.
 Unos años antes, había fundado las startups de ventas en Internet Decompras.com y PlazaVIP.com que después vendió a Terra Networks y Grupo Carso. 
También fue, durante dos años, vicepresidente de comercio electrónico para Walmart México. 
Y durante el presunto homicidio de su esposa ocupaba el puesto ejecutivo como director de ventas web de Elektra.
El día que la asesinaron iba con sus dos hijos menores y su abogado en un coche rumbo al aeropuerto de la capital.
 Había terminado los trámites que requería en ese momento el proceso judicial e iba a regresar a Monterrey. Estaba sentada en el lugar del copiloto. 
Y alrededor de las 17.30 horas, un hombre en una moto alcanzó su ventanilla y disparó directamente a su cabeza, otro balazo alcanzó su clavícula. 
Ni el conductor, que era su abogado, ni sus hijos recibieron un disparo. "El ataque fue totalmente dirigido hacia ella.
 Y el único enemigo que tenía en su vida era él", señala el familiar. Después de más de seis horas, los médicos no pudieron salvarla.
 Y falleció cerca de la media noche.
El caso de Abril ha indignado a un país donde mueren asesinadas 10 mujeres al día, unas cifras que no han dejado de crecer desde que se tienen registros y que no se pueden relacionar con la violencia del narco y la generalizada del país, que también ha alcanzado cifras históricas este año. 
Mientras en 2012 los homicidios descendían, los feminicidios se mantenían como un drama estructural que no le ha dado tregua a la mitad de la población.
 El día que la asesinaron, en la calle principal de la capital, unas 3.000 mujeres protestaban contra la violencia de género.
Con motivo del día mundial contra este tipo de violencia, miles de manifestantes enfurecidas pintaban estatuas y destrozaban a martillazos marquesinas y mobiliario urbano ante la estupefacción y críticas de muchos otros por sus "métodos violentos" de hacer justicia.
 Al mismo tiempo, en otra calle no muy lejos de ahí, a una madre le pegaron un tiro en la cabeza y otro en la clavícula mientras viajaba con sus hijos en un coche hacia el aeropuerto.
 Una mujer que había denunciado a su exmarido por intento de homicidio en enero y que continuaba con la batalla legal para demostrar que ese hombre podía intentar matarla de nuevo. "Temo por mi vida", le había dicho al juez. 
 Ahora el exesposo de Abril Pérez Sagaón es el principal sospechoso del feminicidio de su exmujer.
 Y para que la justicia de este país lo busque, han hecho falta esos dos balazos.
El que fuera el elegido de Amazon para inaugurar en México su filial en 2015, tenía una orden de alejamiento. 
Pero la familia de Pérez está convencida de que él mandó matarla. "Tiene suficiente dinero como para contratar a un sicario. A nosotros no nos cabe duda de que fue él. 
Por cómo sucedieron las cosas, porque ya lo había intentado antes y porque sabemos cómo es", cuenta el familiar. 
La fiscalía de la capital maneja estos días esta línea de investigación. 
Pero García se encuentra en paradero desconocido. "Probablemente esté desde hace tiempo fuera de México", apunta la familia.
García se convirtió en el director de Amazon en su división de México y ocupó el puesto durante dos años y medio, según su perfil de Linkedin. 
Unos años antes, había fundado las startups de ventas en Internet Decompras.com y PlazaVIP.com que después vendió a Terra Networks y Grupo Carso. 
También fue, durante dos años, vicepresidente de comercio electrónico para Walmart México.
 Y durante el presunto homicidio de su esposa ocupaba el puesto ejecutivo como director de ventas web de Elektra.
El día que la asesinaron iba con sus dos hijos menores y su abogado en un coche rumbo al aeropuerto de la capital.
 Había terminado los trámites que requería en ese momento el proceso judicial e iba a regresar a Monterrey. Estaba sentada en el lugar del copiloto.
 Y alrededor de las 17.30 horas, un hombre en una moto alcanzó su ventanilla y disparó directamente a su cabeza, otro balazo alcanzó su clavícula. Ni el conductor, que era su abogado, ni sus hijos recibieron un disparo. 
"El ataque fue totalmente dirigido hacia ella. Y el único enemigo que tenía en su vida era él", señala el familiar.
 Después de más de seis horas, los médicos no pudieron salvarla. Y falleció cerca de la media noche.

El caso de Abril ha indignado a un país donde mueren asesinadas 10 mujeres al día, unas cifras que no han dejado de crecer desde que se tienen registros y que no se pueden relacionar con la violencia del narco y la generalizada del país, que también ha alcanzado cifras históricas este año.
 Mientras en 2012 los homicidios descendían, los feminicidios se mantenían como un drama estructural que no le ha dado tregua a la mitad de la población. 
El día que la asesinaron, en la calle principal de la capital, unas 3.000 mujeres protestaban contra la violencia de género.
Con motivo del día mundial contra este tipo de violencia, miles de manifestantes enfurecidas pintaban estatuas y destrozaban a martillazos marquesinas y mobiliario urbano ante la estupefacción y críticas de muchos otros por sus "métodos violentos" de hacer justicia.
 Al mismo tiempo, en otra calle no muy lejos de ahí, a una madre le pegaron un tiro en la cabeza y otro en la clavícula mientras viajaba con sus hijos en un coche hacia el aeropuerto. 
Una mujer que había denunciado a su exmarido por intento de homicidio en enero y que continuaba con la batalla legal para demostrar que ese hombre podía intentar matarla de nuevo. 
"Temo por mi vida", le había dicho al juez. 
Ahora el exesposo de Abril Pérez Sagaón es el principal sospechoso del feminicidio de su exmujer. 
Y para que la justicia de este país lo busque, han hecho falta esos dos balazos.