Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

29 feb 2020

La fidelidad es cosa de otro tiempo


Actuación del grupo francés de música electrónica M83 en el festival Primavera Sound, en Barcelona. / GIANLUCA BATTISTA
Está claro que en este tiempo de promiscuidad social y amorosa, de facebooks, meetics y porno gratis, hipervículos y déficit de atención, la fidelidad es algo que pertenece al pasado
. También en la música, donde Internet lanza cada medio minuto a una nueva banda que enamora y decepciona igual de rápido, y donde pensar, decidir y pulsar "me gusta" no cuesta un maldito segundo
. Ayer, en la segunda jornada del Primavera Sound, intercalado con la celebración de lo contemporáneo (y lo era precisamente por su incesante viaje al pasado) y la consagración del baile como bálsamo a los tiempos que corren (The Rapture y M83), tres bandas se salieron del guion y hablaron del compromiso, un anacrónico trofeo.
The Cure y su colosal concierto, de dos horas y cuarenta minutos, monopolizaron el argumento de la noche. Sonaron tan bien, siguen siendo tan buenos y únicos que el precio de la fidelidad de las tres cuartas partes del aforo de la noche (ayer ya se parecía a esos 40.000 espectadores que la organización esperaba tener por día) fue una ganga.
Todas las bandas que tocaron a la misma hora que la legendaria obra de arte de Robert Smith —que tiene las cuerdas vocales intactas después de 20 años cantando— estuvieron condicionadas por su despliegue musical.

Todas menos Napalm Death, el cuarteto de death metal (grindcore es lo que inventaron) de Birmingham que sirvió de bandera al festival —junto al terrorífico delirio noruego de Mayhem— para este particular y extravagante revival hipster que atraviesa el género (este verano incluso se celebra un certamen en Benicàssim dedicado exclusivamente a este tipo de formaciones)
. Presos del brutal romanticismo que implica seguir a cuestas tanto tiempo con los principios, abarrotaron su escenario, sobre todo de incondicionales, pero también de mucho advenedizo del mundo indie que se acaba de subir al carro del metal. 
Sociología de salón a parte, el concierto fue atronador. Es casi imposible distinguir una nota en el furioso berrido del cantante y de las endiabladas ráfagas de distorsión.
Ellos y sus fans son la viva imagen de la idea del compromiso o la responsabilidad, algo hoy completamente desfasado.
Separados por el tremendo muro de hormigón de una de las salidas al puerto del Fòrum tocaban en el escenario contiguo Sleigh Bells.
 Apadrinados por M.I.A, la gran madrina de la modernidad, que les ha producido el disco en su sello, la historia consiste en una mezcla de pop electrónico, hip-hop y hardcore gritón y guitarrero a más no poder. 
De hecho, sobre el escenario llevan dos guitarras y 12 enormes amplificadores Marshall.
 
Eso, y unas bases programadas y la voz y actitud de rockstar intencionadamente fuera de sus cabales (bastante mimetizada con la de su madrina) de Alexis Krauss
. Hubo un momento que en aquella zona del festival parecía que se libraba un concurso de rotura de tímpanos al alimón con sus vecinos de Napalm Death.
En el concierto de Napalm Death fue casi imposible distinguir una nota en el furioso berrido del cantante
Horas antes —otro ejemplo de cómo seguir queriendo a alguien aunque pierda pelo, eche barriga y y le cueste todo un horror—, Chameleons pusieron hasta arriba uno de los grandes escenarios del PS. Los de Manchester son una de esas leyendas del rock (post-punk, para más señas) que al festival le gusta traer cada año en la tradicional cuota vintage.
 Se trata de indagar anualmente en el rastro sonoro que dejaron los padres del lo que ofrece el resto de bandas del cartel.
 Estos grupos, fuera del circuito de las exigencias profesionales, son una ruleta rusa que puede acabar en ridículo.
 No es el caso. 
Después de unos diez años sin salir de gira, la banda, quién sabe realmente por qué, se ha vuelto a subir a la furgoneta. Mark Burgess, el vocalista, aguantó a pleno sol de la tarde las embestidas del tiempo y llegó a bajarse a cantar entre el público con la mítica Second Skind.
No fueron anécdota, sino los primeros en llenar uno de los escenarios principales del recinto (a golpe de lealtad también), que hasta bien entrada la noche no alcanzó los niveles de otros años.
El otro asunto que quedó claro es que toda la música, industria y artistas (lo ha dicho Jay Z, el rey Midas del hip-hop), miran ahora hacia la pista de baile.
 Pasar este trago histórico consiste en invocar al pasado y que la catástrofe nos pille bailando. The Rapture estuvieron perfectos en ese trabajo.
 La banda neoyorquina, una prolongación sonora del rock de Manhattan que encabezaron los Talking Heads muchos años antes, tiene un directo muy divertido.
 El revival, del que también forma parte James Murphy (el dueño del sello en el que publican The Rapture) empezó cuando Rudolph Giulliani se puso burro y empezó a cargarse la fiesta en su ciudad. Ayer sonaron perfectos y lanzaron los hits de su último álbum (como How deep is your love) uno tras otro hasta las tres de la madrugada en un abarrotado escenario principal.
Lo mismo había hecho el enmascarado SBTRKT un poco antes con un apabullante despliegue rítmico de batería, sintes y bases.
 Un fenómeno que fabrica una especie de house salvaje con perfecta voz soul que le acompaña en directo. O M83, los únicos que sobre el escenario, hasta el momento, han desplegado en el PS de este año algo parecido a un show con luminosa puesta en escena.
Bases electrónicas para la épica de sus canciones y una permanente subida sin rumbo a ninguna parte que solo alcanza algo parecido a un final, a un alivio colectivo, cuando la gente se pone por fin a bailar
. Así, y obsesionada con el pasado, aguarda parte de esta generación al desastre.
 

Cuestión de mesas............................................Boris Izaguirre

Estos días hemos oído hablar mucho de mesas, gracias a la mesa de diálogo. 

Siempre he defendido que la manera en que vistes y organizas tu mesa dice montones de cosas sobre ti

Elena Ochoa a su llegada a los premios 'Mujer hoy', el 25 de febrero en Madrid.Elena Ochoa a su llegada a los premios 'Mujer hoy', el 25 de febrero en Madrid.Jesus Briones / GTRE

El éxito de Tamara Falcó, mucho más que una niña de mamá

La hija de Isabel Preysler cotiza al alza como imagen de firmas y sucesora de su madre.

Tamara Falcó, fotografiada en diciembre en Madrid.
Tamara Falcó, fotografiada en diciembre en Madrid.B. P.

Mábel Galaz

Se inaugura la feria Arco en Madrid y allí está. Se premia a los mejores cocineros con los soles Repsol en San Sebastián y aparece en el escenario.
 Se pone en marcha un hotel de lujo en Lanzarote y la huésped de honor es ella.
 Coloquialmente se diría que Tamara Falcó está hasta en la sopa. No hay evento en España que no la reclame. 
Está de moda. Es un valor que se cotiza al alza en el mundo de las socialités y un personaje que buscan las marcas para que sea su imagen.
Tamara Falcó en los últimos tres meses ha pasado de ser la hija de Isabel Preysler a la que acompañaba en algunos eventos, a ser una estrella que brilla sola. 
Antes se hablaba de ella por ser hija de, por sus famosos hermanos, por su obsesión religiosa, por sus desamores y hasta por sus kilos de más. Ahora goza de argumento propio.
Pese a este éxito nuevo Tamara Falcó, de 38 años, tiene los pies en la tierra porque detrás de esa imagen un tanto infantil, hay una mujer inteligente que se asesora en todos los pasos que da en su carrera profesional. 
Hasta ahora, de la gestión de su economía se encargaba ella misma con la ayuda de su hermana menor, Ana Boyer. “Es un cerebro y a veces le pido consejo”, explicaba hace unos meses a este diario. Pero en estos momentos, cuando le llueven los contratos y su economía está boyante, su hermano Enrique se ha ofrecido a ayudarla.
 “Me ha dicho: 'Cuando quieras algo me dices y luego le preguntas a Manolo”, desvela. Manolo es Manuel Falcó Girod, otro hermano, pero este por parte de padre, que es uno de los banqueros más influyentes en el corazón financiero de Londres nombrado en 2018 codirector global de banca de inversión de la entidad estadounidense Citi.
La vida de la hija de Isabel Preysler y Carlos Falcó cambió el día en que decidió unirse al programa de Televisión Española MasterChef Celebrity. No solo ganó el concurso, se ganó el favor de la gente.
 “Voy por la calle y muchas personas me paran. Eso no me pasaba antes del programa”, ha contado a este periódico
“Había gente que pensaba que era pija y tonta pero me daba igual. Tantas horas de televisión permiten que se te conozca más.
 Creo que lo he conseguido”.
Eso sí, siente pudor cuando se la compara con su madre o cuando se habla de ella como heredera de su trono en el mundo de la prensa social. “Lo de mami es imposible de conseguir.
 Ella tiene una fama mundial”, advierte.
Santiago Mollinedo, de la Consultoría de Marketing Personality Media, experto en la medición de tendencias, sostiene que la valoración de Falcó ha cambiado claramente tras su paso por el programa de televisión. 
“Antes suspendía en la valoración que tenían los ciudadanos de ella, tanto en cercanía, en familiaridad como en naturalidad. Esto se debía a que la gente la veía como hija de... Sin embargo, ahora su situación es bien distinta”. 
En cuanto a la posibilidad de que sea la sustituta de su madre, Mollinedo considera que la prensa social está empujando para que esto suceda ya que Preysler necesita “un repuesto”. 
“Su madre es un personaje complejo que se apoya en su elegancia, pero con pocos valores de cara al consumidor por la manera en la que ha desarrollado su imagen en los últimos 40 años, basada en matrimonios y divorcios, que vende mucho en la prensa del corazón, pero sin contenidos en los que el consumidor reconozca un esfuerzo profesional”.
Tamara Falcó con su madre, Isabel Preysler, en la presentación de un libro el pasado octubre.
Tamara Falcó con su madre, Isabel Preysler, en la presentación de un libro el pasado octubre.
Mollinero considera que la hija de Isabel Preysler y Carlos Falcó debe aprovechar este repunte de fama porque puede ser efímera: “Es una oportunidad mediática que debe aprovechar, porque será muy difícil que nos cuente algo nuevo para mantener este interés. Sin programa, serie o presencia profesional consistente, es muy complicado mantener esa proyección que la logre posicionar a la altura de presentadoras y actrices de su edad”.

Habitualmente un personaje ya conocido que realiza un buen papel en MasterChef suele mejorar su imagen una media de entre el 25% y 30%. En este caso, además de ser más conocida, su imagen ha mejorado hasta un 40%. 
“Este repunte ha sido mayor en las mujeres de 45 años, donde la mejora es superior al 70%. 
Pero lo curioso es que ese mensaje no ha calado en las mujeres jóvenes”, advierte el experto.

 

Polanski triunfa en los “César de la vergüenza” ante la indignación de las mujeres

Las actrices Noémie Merlant (en el centro) y Adèle Haene (a la derecha) abandonan la gala tras conocer el galardón a Polanski, este viernes.
Las actrices Noémie Merlant (en el centro) y Adèle Haene (a la derecha) abandonan la gala tras conocer el galardón a Polanski, este viernes. Getty
Por un momento, pareció que el gas lacrimógeno iba a llegar hasta la alfombra roja. 
De hecho, la rozó, aunque para cuando empezaron a llegar las grandes estrellas invitadas a la 45ª ceremonia de los César, los principales premios del cine francés, ya se había disuelto. Quienes no se habían dispersado eran los cientos de feministas que protestaban la noche del viernes en los alrededores de la parisina Sala Pleyel contra el realizador Roman Polanski. 
Tampoco se esfumó la indignación —ni dentro ni fuera de la sede de la ceremonia— que rodeó toda la gala por las nominaciones récord a la película El oficial y el espía del realizador franco-polaco pese a las nuevas acusaciones de violación en su contra, lo que ha llevado a los críticos y a los manifestantes a calificar la fiesta anual parisina como “los César de la vergüenza”. 
“Hay 12 momentos donde vamos a tener un problema esta noche”, adelantó al comienzo de la ceremonia la presentadora de la gala, la humorista Florence Forestier, en referencia a las 12 estatuillas a las que aspiraba el filme de Polanski.
 Finalmente, fueron solo tres, si bien dos de los César se los llevó directamente el realizador ausente, por mejor guion adaptado y mejor dirección.
Aun así, no se equivocaba Forestier en sus predicciones. Ni siquiera el anuncio del realizador franco-polaco de que no acudiría a la gala —secundado horas después por todo el equipo de El oficial y el espía, una recreación del caso Dreyfuss calmó los ánimos. La tensión era palpable en la sala, repleta de artistas que en las últimas semanas han manifestado abiertamente su irritación con la Academia del Cine francesa, aunque finalmente no aprovecharan los discursos de la ceremonia para denunciarla.
 En cualquier caso, no era solo por Polanski. 
Este no es al final más que un síntoma, consideran, de un problema mucho más amplio del cine francés: la opacidad en la gestión y la falta de paridad y de diversidad en la dirección y la membresía de la Academia que los rige, que llevan a situaciones como la lluvia de nominaciones a Polanski o a que, en sus 45 años de historia, solo una mujer, Tonie Marshall, se haya llevado el César en la prestigiosa categoría a la mejor dirección. 
Y eso fue hace 20 años. 
Podría haber cambiado la historia esta noche si hubiera ganado Céline Sciamma por Retrato de una mujer en llamas, pero habrá que esperar otro año más.
 
En un intento de apaciguar el descontento, la academia, cuya dirección dimitió hace menos de dos semanas de forma colectiva ante la incapacidad de frenar la crisis, había hecho, en vísperas de la gala, algunos gestos. 
Más allá de tener como presentadora principal a una mujer, también anunció el nombramiento interino, hasta que se aprueben nuevos estatutos más igualitarios en los próximos meses que lleven a una directiva también más diversa, a otra mujer al frente de la Academia de los César, la productora Margaret Menegoz. 
 Como guinda, otra mujer, la actriz Sandrine Kiberlain, presidía la gala.

El principal galardón de la gala, el César a la mejor película, fue para su gran rival, Los Miserables de Ladj Ly,el duro retrato de la violencia en la banlieue parisina, que también se hizo con el máximo número de estatuillas, cuatro (con el premio del público, actor revelación y montaje), de la noche. En la calle, las manifestantes volvían a clamar contra “los César de la vergüenza”.
Ni Forestier ni Kiberlain ocultaron la dificultad de presentar una ceremonia rodeada de tanta presión y malestar y con el nombre de Polanski —que evitaron citar, refiriéndose a él como Popol, entre otros— y los abusos sexuales en el cine rondando toda la ceremonia. En los minutos iniciales, Forestier ya lanzó los “elefantes” de la gala: hizo bromas sutiles pero suficientemente evidentes sobre la diversidad (o su ausencia), sobre la falta de mujeres nominadas, habló de los “depredadores, perdón, productores” en el mundo del cine y “acosó” sexualmente a uno de los bailarines antes de mandarlo tras las bambalinas con la promesa de que “le preparará algunos contratos”.
Polanski todo el mundo sabe que es un excelente Director de Cine. Nada le exculpa que abusara de una menor que hace años retiró la demanda. Yo como mujer que soy no debería decir nada pero es que a mi no se me olvida la masacre que cometieron los diablos de Manson y como mataron a su mujer Sharon Tate que estaba embarazada y le sacaron el feto. Un Crimen atroz que siempre pensé que tuvo que alterar su estabilidad mental. ¿No es un tenuante= es posible, pero Polanski es ya un anciano debe tener 85 años y como me gustan mucho sus películas le busco atenuantes. Cine que lleva su firma voy a verlo enseguida. 
Me debato entre mi deseo de ver su obra y si todavía es delito que abusara de una menor que ya debe ser casi una anciana como él. No lo exculpo debería exculparme yo.

Más allá de la gloria................................ Manuel Vicent

Joan Manuel Serrat, que ha sido investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Zaragoza, representa esa catalanidad transversal que se alimenta del latido de su tierra.


 

 

 

ESP AME BRA CAT ENG Newsletter Suscríbete Conéctate EL PAÍS Babelia Refundar el capitalismo (otra vez)

Una década larga después de que los políticos avanzasen la idea, son los economistas, filósofos y sociólogos los que pretenden suprimir los excesos y abusos del mercado para que éste sobreviva.

Ilustración de Pep Boatella.
Ilustración de Pep Boatella.
Pocos días después de la quiebra de Lehman Brothers, el gigantesco banco de inversión norteamericano, en septiembre de 2008, un acobardado presidente francés, el conservador Nicolas Sarkozy, hizo unas declaraciones célebres que retumbaron en el mundo entero: 
La autorregulación para resolver todos los problemas se acabó: le laissez-faire c’est fini. Hay que refundar el capitalismo (…) porque hemos pasado a dos dedos de la catástrofe”.
Se superó aquel momento crítico en el que todo parecía posible, incluida la quiebra del sistema. 
El sector financiero, a trancas y barrancas, salió de la crisis mediante paladas y paladas de ayudas públicas (en forma de dinero, avales, garantías, compras de activos malos, liquidez casi infinita a precios muy bajos, etcétera), y aquellos verbos que se conjugaron voluntariosamente una y otra vez —refundar el capitalismo, reformar el capitalismo, regular el capitalismo, embridar el capitalismo, etcétera— se olvidaron.
 De la Gran Recesión se pasó a una época de “estancamiento secular” (Larry Summers), que es la que estamos viviendo.
 De la primera, la mayor parte de los ciudadanos salió más pobre, más desigual, mucho más precaria, menos protegida y con dos características políticas que explican en buena parte lo que se está afianzando ante nuestros ojos: más desconfiados (en los Gobiernos, los partidos, los Parlamentos, las empresas, los bancos, las agencias de calificación de riesgos…) y menos demócratas.
 El resultado ha sido la explosión de los populismos de extrema derecha y la descomposición del sistema binario de partidos políticos que salió de la segunda posguerra mundial, y una concepción instrumental —no finalista— de la democracia: apoyaré la democracia mientras resuelva mis problemas; si no, me es indiferente.

Después de ese paréntesis de casi una década, cuando ya empieza a existir la distancia temporal suficiente para analizar los efectos de la Gran Recesión como una secuencia de acontecimientos que han llevado a una gigantesca redistribución negativa de la renta y la riqueza a la inversa en el seno de los países (el llamado efecto Mateo:

 “Al que más tiene, más se le dará, y al que menos tiene se le quitará para dárselo al que más tiene”), son los académicos y no los políticos los que multiplican las teorías sobre las características del capitalismo del primer cuarto del siglo XXI y protagonizan un gran debate extremo entre ellos: si el capitalismo está tocado de muerte porque no funciona;

 o, por el contrario, si una vez más en la historia está mutando de naturaleza y esa transformación lo llevará a ser de nuevo el sistema político-económico más fuerte y único.

 Hay dos coincidencias en la mayor parte de los libros publicados: el capitalismo se ha propagado a todos los escenarios geográficos del planeta y direcciones (no tiene alternativas), y anida en cualquier actividad y mercado, incluida la política. 

El capitalismo es ahora el único sistema socioeconómico del planeta (antes se llamaba a esto imperialismo) y apenas quedan rastros del comunismo como una posibilidad sustitutiva, como ocurrió en la primera mitad del siglo XX. A esta característica central se le añade el reequilibrio del poder económico entre EE UU y Europa por un lado y Asia por otro debido al auge experimentado por los principales países de esta última región. El dominio planetario ejercido por el capitalismo se ha logrado a través de sus diferentes variantes. 

Algunos autores distinguen entre el capitalismo meritocrático liberal, que ha venido desarrollándose gradualmente en Occidente a lo largo de los últimos 200 años, y el capitalismo político o autoritario ejemplificado por China, pero que también existe en otros países de Asia (Singapur, Vietnam…) y algunos de Europa y África (Rusia y los caucásicos, Asia Central, Etiopía, Argelia, Ruanda…).

 En los últimos tiempos se ha hecho popular otra tipología, que ha tenido su momento de gloria en el Foro Económico Mundial celebrado en Davos en el mes de enero de este año. El Manifiesto de Davos 2020 desarrolla básicamente tres tipos de capitalismo: el de accionistas, para el cual el principal objetivo de las empresas es la maximización del beneficio; el capitalismo de Estado, que confía en el sector público para manejar la dirección de la economía, y el stakeholder capitalism, o capitalismo de las partes interesadas, en el que las empresas son las administradoras de la sociedad, y para ello deben cumplir una serie de condiciones como pagar un porcentaje justo de impuestos, tolerancia cero frente a la corrupción, respeto a los derechos humanos en su cadena de suministros globales o defensa de la competencia en igualdad de condiciones, también cuando operan dentro de la “economía de plataformas”.

Hasta ahora, el capitalismo de accionistas ha sido ampliamente hegemónico. Recibió un apoyo teórico muy fuerte a principios de los años sesenta, cuando el principal ideólogo de la Escuela de Chicago, el premio Nobel Milton Friedman, escribió su libro Capitalismo y libertad, en el que sentenció: “La principal responsabilidad de las empresas es generar beneficios”. Friedman sacralizó esta regla del juego a través de diversos ar­tículos que trataron de corregir algunas veleidades nacidas en EE UU acerca de la extensión de los objetivos empresariales a la llamada “responsabilidad social corporativa”.

 En el capitalismo de accionistas, el predominio es del corto plazo y de la cotización en Bolsa, lo que en última instancia llevó a la “financiarización” de la economía. 

Esta filosofía dominante ha durado prácticamente hasta la actualidad.

 Hace poco tiempo, la British Academy hizo público un informe sobre la empresa del siglo XXI, fruto de la iniciativa colectiva de una treintena de científicos sociales bajo la batuta del profesor de Oxford Colin Mayer, que hablaba de “redefinir las empresas del siglo XXI y construir confianza entre las empresas y la sociedad”.

 Y la norteamericana Business Roundtable, una asociación creada a principios de la década de los años setenta del siglo pasado en la que se sientan los principales directivos de 180 grandes empresas de todos los sectores, publicó un comunicado en el que revocaba, de facto, el solitario criterio de la maximización de los beneficios en la toma de decisiones empresariales, sustituyéndolo por otro más inclusivo que además tuviera en cuenta el bienestar de todos los grupos de interés:

 “La atención a los trabajadores, a sus clientes, proveedores y a las comunidades en las que están presentes”. 

Pronto, las principales biblias periodísticas del capitalismo, Financial Times, The Economist, The Wall Street Journal, comenzaron a analizar este cambio que no se debe a la benevolencia y la compasión de los ejecutivos de las grandes compañías, sino al temor a la demonización del capitalismo actual y de las empresas, por sus excesos: financiarización desmedida, globalización mal gestionada, poder creciente de los mercados, multiplicación de las desigualdades. 

El capitalismo ha ido demasiado lejos y no da respuesta a problemas como estas últimas o la emergencia climática

Pocos días después de la quiebra de Lehman Brothers, el gigantesco banco de inversión norteamericano, en septiembre de 2008, un acobardado presidente francés, el conservador Nicolas Sarkozy, hizo unas declaraciones célebres que retumbaron en el mundo entero: “La autorregulación para resolver todos los problemas se acabó: le laissez-faire c’est fini. Hay que refundar el capitalismo (…) porque hemos pasado a dos dedos de la catástrofe”.
Se superó aquel momento crítico en el que todo parecía posible, incluida la quiebra del sistema. El sector financiero, a trancas y barrancas, salió de la crisis mediante paladas y paladas de ayudas públicas (en forma de dinero, avales, garantías, compras de activos malos, liquidez casi infinita a precios muy bajos, etcétera), y aquellos verbos que se conjugaron voluntariosamente una y otra vez —refundar el capitalismo, reformar el capitalismo, regular el capitalismo, embridar el capitalismo, etcétera— se olvidaron.
 De la Gran Recesión se pasó a una época de “estancamiento secular” (Larry Summers), que es la que estamos viviendo.
 De la primera, la mayor parte de los ciudadanos salió más pobre, más desigual, mucho más precaria, menos protegida y con dos características políticas que explican en buena parte lo que se está afianzando ante nuestros ojos: más desconfiados (en los Gobiernos, los partidos, los Parlamentos, las empresas, los bancos, las agencias de calificación de riesgos…) y menos demócratas. 
El resultado ha sido la explosión de los populismos de extrema derecha y la descomposición del sistema binario de partidos políticos que salió de la segunda posguerra mundial, y una concepción instrumental —no finalista— de la democracia: apoyaré la democracia mientras resuelva mis problemas; si no, me es indiferente.

El principal debate es sobre si el capitalismo está tomado de muerte o es más fuerte que nunca
Después de ese paréntesis de casi una década, cuando ya empieza a existir la distancia temporal suficiente para analizar los efectos de la Gran Recesión como una secuencia de acontecimientos que han llevado a una gigantesca redistribución negativa de la renta y la riqueza a la inversa en el seno de los países (el llamado efecto Mateo: “Al que más tiene, más se le dará, y al que menos tiene se le quitará para dárselo al que más tiene”), son los académicos y no los políticos los que multiplican las teorías sobre las características del capitalismo del primer cuarto del siglo XXI y protagonizan un gran debate extremo entre ellos: si el capitalismo está tocado de muerte porque no funciona; o, por el contrario, si una vez más en la historia está mutando de naturaleza y esa transformación lo llevará a ser de nuevo el sistema político-económico más fuerte y único. Hay dos coincidencias en la mayor parte de los libros publicados: el capitalismo se ha propagado a todos los escenarios geográficos del planeta y direcciones (no tiene alternativas), y anida en cualquier actividad y mercado, incluida la política.

En los últimos tiempos se ha hecho popular otra tipología, que ha tenido su momento de gloria en el Foro Económico Mundial celebrado en Davos en el mes de enero de este año. El Manifiesto de Davos 2020 desarrolla básicamente tres tipos de capitalismo: el de accionistas, para el cual el principal objetivo de las empresas es la maximización del beneficio; el capitalismo de Estado, que confía en el sector público para manejar la dirección de la economía, y el stakeholder capitalism, o capitalismo de las partes interesadas, en el que las empresas son las administradoras de la sociedad, y para ello deben cumplir una serie de condiciones como pagar un porcentaje justo de impuestos, tolerancia cero frente a la corrupción, respeto a los derechos humanos en su cadena de suministros globales o defensa de la competencia en igualdad de condiciones, también cuando operan dentro de la “economía de plataformas”.
Se evoluciona hacia una economía y una democracia del 1%, por el 1% y para el 1%
Hasta ahora, el capitalismo de accionistas ha sido ampliamente hegemónico. Recibió un apoyo teórico muy fuerte a principios de los años sesenta, cuando el principal ideólogo de la Escuela de Chicago, el premio Nobel Milton Friedman, escribió su libro Capitalismo y libertad, en el que sentenció: “La principal responsabilidad de las empresas es generar beneficios”. Friedman sacralizó esta regla del juego a través de diversos ar­tículos que trataron de corregir algunas veleidades nacidas en EE UU acerca de la extensión de los objetivos empresariales a la llamada “responsabilidad social corporativa”. En el capitalismo de accionistas, el predominio es del corto plazo y de la cotización en Bolsa, lo que en última instancia llevó a la “financiarización” de la economía.
Esta filosofía dominante ha durado prácticamente hasta la actualidad. Hace poco tiempo, la British Academy hizo público un informe sobre la empresa del siglo XXI, fruto de la iniciativa colectiva de una treintena de científicos sociales bajo la batuta del profesor de Oxford Colin Mayer, que hablaba de “redefinir las empresas del siglo XXI y construir confianza entre las empresas y la sociedad”. Y la norteamericana Business Roundtable, una asociación creada a principios de la década de los años setenta del siglo pasado en la que se sientan los principales directivos de 180 grandes empresas de todos los sectores, publicó un comunicado en el que revocaba, de facto, el solitario criterio de la maximización de los beneficios en la toma de decisiones empresariales, sustituyéndolo por otro más inclusivo que además tuviera en cuenta el bienestar de todos los grupos de interés: “La atención a los trabajadores, a sus clientes, proveedores y a las comunidades en las que están presentes”. Pronto, las principales biblias periodísticas del capitalismo, Financial Times, The Economist, The Wall Street Journal, comenzaron a analizar este cambio que no se debe a la benevolencia y la compasión de los ejecutivos de las grandes compañías, sino al temor a la demonización del capitalismo actual y de las empresas, por sus excesos: financiarización desmedida, globalización mal gestionada, poder creciente de los mercados, multiplicación de las desigualdades. El capitalismo ha ido demasiado lejos y no da respuesta a problemas como estas últimas o la emergencia climática. Recientemente, un sondeo elaborado por Gallup y publicado en The Economist revelaba que casi la mitad de los jóvenes estadounidenses prefieren algún tipo de “socialismo” al capitalismo rampante. Quizá ello explique lo que está sucediendo alrededor de Bernie Sanders en las primarias del Partido Demócrata.
Dos transeúntes pasan frente a la Bolsa de Nueva York en 2008, año de comienzo de la Gran Recesión.  ampliar foto
Dos transeúntes pasan frente a la Bolsa de Nueva York en 2008, año de comienzo de la Gran Recesión. 

 

26 feb 2020

Un grupo nortamericano interesado en comprar el Málaga convertirá a George Clooney en su imagen

Antonio Aguilera, presidente de la Asociación de Pequeños Accionistas del club de fútbol, asegura que la operación está en marcha para salvar la situación económica.

El actor George Clooney.
El actor George Clooney. GTRES

 

A George Clooney le gusta el carácter mediterráneo. 
Tiene una casa en el lago Como, al norte de Italia, y se acerca a España con cierta frecuencia. 
Lo que no está tan claro es su afición al fútbol, aunque estos días la noticia de que el actor norteamericano quiere comprar al Málaga CF ha corrido como la pólvora por todo el planeta. 
El equipo, en Segunda División, en plena administración judicial y numerosos frentes abiertos, podría ser una buena inversión y la afición está necesitada de una esperanza que desde el palco de La Rosaleda llevan años sin darle. 
Pero quien supuestamente lo había anunciado, Antonio Aguilera, presidente de la Asociación de Pequeños Accionistas (APA) ha dicho que sus palabras se malinterpetaron. 
“Jamás dije que Clooney fuera a comprar al club”, ha asegurado a EL PAÍS.

El máximo responsable de esta organización dijo en Málaga aquí y ahora (programa de la televisión municipal malagueña, Canal Málaga) que había un grupo de inversores “muy importantes” procedentes del cine y la televisión “que están grabando series para Amazon y de un potencial económico grandísimo” y tienen interés en adquirir el club. 
“Están negociando ya”, subrayó Aguilera. 
“Y si este grupo consiguiera comprar el Málaga, muy prontito íbamos a ver por aquí un actor muy famoso de Hollywood”, reveló ante las cámaras. 
Ante la pregunta de la presentadora, Elena Mir, de si se refería a Antonio Banderas, Aguilera respondió: 
“No, es uno al que le gusta mucho el cafelito”, en una clara referencia a los anuncios de Nespresso de Clooney, padre de mellizos desde verano de 2017 junto a su mujer, Amal Clooney.
Ahí está la clave de todo el revuelo generado.
 “Yo jamás he dicho que Clooney fuera a comprar nada y, de hecho, no lo va a hacer”, dice Antonio Aguilera, molesto por la tergiversación de su comentario.
 “Es cierto que hay un grupo muy interesado en el Málaga desde hace más de dos años”, subraya el presidente de la APA, que aclara que Clooney, como mucho, haría de imagen del equipo para promocionarlo y realizando gestos simbólicos “como el saque de honor”.
 “Yo conté eso en la televisión por animar a la afición, que nos hace falta”, añade Aguilera que para demostrar el potencial económico de los posibles compradores norteamericanos desvela que Amazon podría pagar hasta 7 millones de euros por un contrato publicitario con el club para la temporada que viene.
Según Aguilera, Al Thani pide cien millones por el club que el compró por 36.
 La operación de compraventa, en todo caso, tendría que ser analizada por el administrador judicial del club, el abogado y economista José María Muñoz, que ha sido nombrado por la jueza María Ángeles Ruiz González, quien también tendría que dar el visto bueno.
 La magistrada apartó la semana pasada al presidente del club, el jeque Abdullah Al Thani y a sus hijos Nasser, Nayef y Rakan, que ocupan puestos del consejo de administración tras una querella interpuesta por los pequeños accionistas. Muñoz dirigirá a la entidad durante los próximos seis meses, renovables en periodos similares. 
Y entre su trabajo está el de dar estabilidad a la entidad, que no atraviesa su mejor momento y de cuyos recursos económicos, según sospecha la jueza, se han estado beneficiando de manera privada los Al Thani.
El Málaga CF, que está inmerso en una buena racha deportiva distanciándose del descenso y acercándose a los puestos de playoff a LaLiga, tiene también otros temas aún por resolver.
 Entre ellos, el despido de su entrenador, Víctor Sánchez del Amo, tras la publicación de un vídeo íntimo del técnico que ya se ha saldado con al menos seis detenidos
 Después de que las imágenes se hiciesen públicas el club le destituyó y ahora Sánchez del Amo reclama a la entidad de Martiricos 600.000 euros de finiquito. Clooney, por ahora, aún está muy lejos del Málaga y de Málaga.

Clint Eastwood abandona a Trump y respalda a Bloomberg

El director de cine se muestra cansado de la actitud del presidente de EE UU quien, en su opinión, debería comportarse "de una manera más gentil".

Clint Eastwood, en Los Ángeles (EE UU), el pasado 3 de enero.
Clint Eastwood, en Los Ángeles (EE UU), el pasado 3 de enero. Gtresonline

 

Los duques de Sussex comienzan a sufrir los primeros recortes

La letra pequeña de su acuerdo de salida de la familia real impide parte de sus planes.

Los duques de Sussex, en Londres el pasado 7 de enero.
Los duques de Sussex, en Londres el pasado 7 de enero. REUTERS
-¿Sabes lo más curioso de Europa? Pequeñas diferencias.
John Travolta explicaba a Samuel L. Jackson, en Pulp Fiction, cómo una palabra es capaz de transformar una simple hamburguesa en un manjar.
-¿Sabes cómo llaman al cuarto de libra con queso en París? Lo llaman royal con queso.
 El palacio de Buckingham propinó recientemente al príncipe Enrique y a su esposa, Meghan Markle, el enésimo mazazo al prohibirles usar el término royal en su marca registrada de presentación al mundo: 
Sussex Royal. 
Y toda la rabia contenida en el comunicado en el que la pareja acataba la decisión sugiere que, por mucho que se presente como un contratiempo, ha sido un golpe bajo.
 “Aunque ni la monarquía ni el Gobierno tienen jurisdicción alguna sobre el uso del término royal en el ámbito internacional, el duque y la duquesa de Sussex no tienen intención de usar la marca Sussex Royal ni la reiteración del término royal en ningún territorio (tanto dentro del Reino Unido como en el resto del mundo) cuando se produzca la transición en la primavera de 2020”, respondían los duques de Sussex.
 Un texto de más de mil palabras en el que se comenzaban a perfilar los términos de esa transición, y que tenía todo el aspecto de ser un intento de controlar las riendas de un proceso que no ha sido tan suave como hubieran deseado.
La reina Isabel, con los duques de Sussex en junio de 2018.
La reina Isabel, con los duques de Sussex en junio de 2018. AFP
La Ley de Marcas Registradas de 1994 del Reino Unido protege en su artículo 4 “…palabras, letras o símbolos que pueden llevar a las personas a pensar que su usuario ha recibido recientemente o en el pasado el patronazgo o la autorización real”.
 Como cualquier disposición jurídica, la interpretación puede ser rígida o flexible, y la casuística amplia.
 La oficina del lord Chamberlain (el funcionario de mayor rango al frente de los asuntos de la Casa de los Windsor) ha redactado sus propias guías de interpretación y ejemplos.
 La lista es previa a que Enrique y Meghan causaran tanto revuelo en la familia real, pero parece pensada para añadir sal a la herida. Ejemplos de uso fraudulento de la palabra royal serían “vajillas, alimentos de lujo, comida orgánica, pastelería, bebidas alcohólicas,
ropa, eventos deportivos, exhibiciones, ferias florales, y actos turísticos, médicos y de filantropía”, dice el texto. Y añade: “la lista no es exhaustiva”.
Por el contrario, actividades para las que el término no encierra problema alguno serían “servicios financieros o de seguros, doble acristalamiento de ventanas, reparaciones eléctricas, o productos como monopatines, ordenadores, videojuegos o camisetas”.
Nunca un texto legal pudo contener tanta carga de crueldad no intencionada.

El príncipe Enrique y Meghan, interpretan los medios británicos, comienzan a entender en qué consiste tratar “profesionalmente” con el palacio de Buckingham. 
“Los Sussex entendieron de inmediato de la importancia de proteger una marca.
 Por eso se dieron tanta prisa en registrar Sussex Royal para cualquier uso comercial futuro (incluidos pijamas, según nos han contado)”, escribía Robert Hardman, especialista en asuntos de la realeza, en The Daily Mail
“Difícilmente pueden poner objeción a que la reina y sus empleados, que representan una institución que lleva siglos protegiendo la marca, hayan puesto sobre la mesa unas leyes ya consolidadas de protección de su propiedad intelectual”.
Enrique y Meghan retendrán, como ellos mismos se encargan de recalcar en el comunicado, el título de Su Alteza Real (HRH, en sus siglas en inglés). 
 Pero admiten que no lo usarán en el día a día “porque dejarán de ser miembros activos de la familia real a partir de la primavera de 2020”
. El príncipe solo seguirá siendo mayor, teniente comandante y jefe de escuadrón durante los 12 meses que dure el periodo de prueba, después del cual el palacio de Buckingham y los Sussex deberán revisar sus términos y adaptarlos a los acontecimientos.
 Y la pareja mantendrá el dispositivo de seguridad del que disponen hasta ahora, por “el perfil público que supone haber nacido en el seno de la familia real, la carrera militar [del príncipe], el propio perfil independiente de la duquesa, y el nivel de riesgo y amenaza que ambos comparten y que ha sido ampliamente documentado en los últimos años”.

Nadie duda de que la capacidad de la pareja para asegurar su independencia económica está más que asegurada, y los expertos que se han puesto a calcular los ingresos que pueden obtener en un futuro inmediato hablan de decenas de millones de euros
 No se ha calculado todavía, sin embargo, el lucro cesante que implica un deterioro progresivo de la reputación al que la prensa sensacionalista británica se ha dedicado con empeño desde el primer minuto. 
“Ese comunicado ha sido la rabia rencorosa de Meghan. Meghan siempre consigue lo que Meghan quiere”, se desfogaba Tom Bower en el programa Good Morning Britain, cuyo presentador, el periodista Piers Morgan, se ha convertido en el azote diario de la actriz estadounidense.
 Junto a él estaba sentada la periodista Afua Adom, en representación de una prensa liberal que todavía sigue haciendo causa en la defensa de una pareja que ha decidido soltar amarras con las rigideces de la familia real y de una mujer que ha sustituido a Camilla Parker-Bowles, la duquesa de Cornualles, como blanco de todos los ataques.
Y de momento, van ganando los primeros, que se han regodeado en el escarnio.
 Hamburguesas, monopatines o camisetas, sí. Para el resto, deberán conformarse con ser Enrique y Meghan. A secas. 




 

Baptiste Giabiconi, amante de Karl Lagerfeld y heredero de su fortuna, habla de su relación

Un año después de la muerte del diseñador, el modelo publica un libro en el que detalla los aspectos íntimos de su vida con el emperador de la moda.

Baptiste Giabiconi, en París, en 2018.
Baptiste Giabiconi, en París, en 2018.

 

Un año después de la muerte de Karl Lagerfeld, el legado del diseñador alemán sigue muy vivo y se ha convertido en una presencia tangible tanto en la moda como en la cultura popular
El entorno más cercano al conocido como el kaiser de la moda parece no haber superado aún el duelo por su pérdida
. Así lo transmite al menos Baptiste Giabiconi, el hombre que estuvo al lado de Lagerfeld durante los últimos 10 años de su vida y que asegura ser el principal heredero de la estrella de la moda. “Hay siete herederos de Karl Lagerfeld. En la lista, estoy el primero”, ha revelado en una entrevista en el programa Sept à Huit, en el canal francés TF1.

El modelo detalla además que Choupette, la famosa y millonaria gata del diseñador, sigue al cuidado de Françoise, su ama de llaves y, como ya se sabía, ha confirmado también es una de las herederas del legado del modista.
En la entrevista, que ha realizado con motivo del lanzamiento de su libro en el que habla en profundidad de su unión con Lagerfeld, Giabiconi ha dado detalles de la ambigua relación que mantuvo durante años con el diseñador.
 Karl Lagerfeld consideraba a Baptiste Giabiconi como su hijo espiritual aunque fue algo más, una pareja con la que vivió una discreta relación.
 Maniquí de profesión, Giabiconi tenía 19 años cuando se convirtió en el modelo fetiche del diseñador y en el hombre que le acompañaba a todas partes.
 Giabiconi, que hizo su debut en Couture SS 2009, ocupó un lugar estelar en los desfiles de Chanel y se encargó de cerrar los shows de la maison durante los siguientes años.

Baptiste Giabiconi y Karl Lagerfeld, en París, en 2015.
Baptiste Giabiconi y Karl Lagerfeld, en París, en 2015.
Según Giabiconi, fueron su “espontaneidad” y su “frescura” las que conquistaron a Lagerfeld. “El hecho de no tener un código”, cuenta en la televisión francesa.
 “A menudo, nos abrazábamos.
 Fue una relación filial, muy poderosa, con un amor que no podíamos describir”, explica el heredero principal de Lagerfeld, a quien cariñosamente llamaba “mi Karl, mi pequeño Karl y, a veces, mi amor”. 
“Nunca hubo ninguna sombra de ambigüedad entre nosotros”, admite.
La complicidad en su relación se reflejaba, dice, en sus constantes discusiones y debates. “Podíamos decirnos de todo”, recuerda y añade que el emperador de la moda “odiaba las discusiones sobre intelectuales”. 
Además de esos momentos, las compras también ocupaban momentos importantes en sus vidas.
 “Karl era excesivo en todo. Fuimos a Colette, a Dior…quería saciarme. (…) Decía: ‘solo hay para el sinvergüenza’.
 Un sinvergüenza que llenó ese vacío, esa soledad”, relata.
Aunque el vínculo que unía a los dos hombres sigue siendo indefinible, lo que sí es cierto es que Lagerfeld llegó a pensar en adoptar a Baptiste Giabiconi. “Quería que fuera su hijo de una forma u otra. Quería protegerme”, cuenta el modelo. 
Una protección que incluyó no informarle de su enfermedad, un cáncer que acabó con su vida el 19 de febrero de 2019, a los 85 años
 “Se camufló mucho, nunca habló de ello, no quería (…) Convirtió sus sesiones de quimioterapia en sesiones de acupuntura. Lo entendí. Respetaba su elección de no querer hablar de ello”, explica el modelo sobre las excusas que le daba el diseñador cuando recibía quimioterapia.

Baptiste Giabiconi, ahora de 30 años, no era un desconocido en el mundo de la moda pero su unión laboral y personal al diseñador alemán supuso un salto cualitativo en su carrera. 
“Es la versión masculina de Gisele Bündchen.
 Bien con ropa y, más aún, sin ella”, dijo de él Lagerfeld en alguna ocasión. 
El modelo definía así su conexión con el diseñador:
 “Karl puede despertar en mí un lado femenino sin que tenga la sensación de que mi masculinidad se vea afectada”.
 Un año después de su muerte, Baptiste Giabiconi sigue recordándolo. 
“Lo que extraño es no poder llamarlo. Fue maravilloso haber compartido más de 10 años a su lado”, concluye.

Una investigación concluye que Plácido Domingo acosó sexualmente a mujeres y abusó de su poder

El tenor acepta “toda la responsabilidad” de las acusaciones y pide perdón por “el dolor” que causó.

  

Plácido Domingo, en una imagen de diciembre de 2019.

 

 

Las acusaciones de acoso sexual contra el tenor español Plácido Domingo son ciertas y van desde “el flirteo hasta proposiciones sexuales, dentro y fuera del ámbito de trabajo”, según las conclusiones de un informe encargado por el sindicato de músicos de ópera de Estados Unidos (AGMA) que se ha hecho público este martes. 
Al mismo tiempo, Domingo ha admitido por primera vez  “toda la responsabilidad” ante las acusaciones de acoso y ha pedido perdón a las víctimas. 

Las acusaciones de acoso sexual contra el tenor español Plácido Domingo son ciertas y van desde “el flirteo hasta proposiciones sexuales, dentro y fuera del ámbito de trabajo”, según las conclusiones de un informe encargado por el sindicato de músicos de ópera de Estados Unidos (AGMA) que se ha hecho público este martes.
 Al mismo tiempo, Domingo ha admitido por primera vez  “toda la responsabilidad” ante las acusaciones de acoso y ha pedido perdón a las víctimas. 
Tras las conclusiones del sindicato AGMA, de las que solo se conoce un somero comunicado, quedan pendientes las pesquisas abiertas por la Ópera de Los Ángeles, institución que el tenor dirigió desde 2003 hasta su dimisión el pasado octubre a raíz de las acusaciones aparecidas en una investigación periodística de la agencia Associated Press (AP)


Esta misma agencia asegura ahora, citando fuentes cercanas a la investigación, que el sindicato ha encontrado testimonios creíbles de 27 personas anónimas entre las que hay mujeres que fueron acosadas o han sido testigos de situaciones de acoso durante dos décadas.
 El sindicato aclaró que “por ahora” no tiene intención de hacer públicos los detalles de su investigación. 
“El sindicato va a tomar medidas para resolver las cuestiones sistémicas que permitieron que ocurriera el acoso en el trabajo y se quedara sin denunciar”, aseguró en respuesta a los medios.
El tenor español, de 79 años, reconoció los hechos en un comunicado enviado a la agencia AP, que fue la primera en investigar su comportamiento sexual en el trabajo y que el pasado 13 de agosto publicó los primeros testimonios de nueve mujeres contra él.
 “En los últimos meses he tenido tiempo para reflexionar sobre las acusaciones que han hecho contra mí varias de mis colegas. Respeto el hecho de que estas mujeres finalmente hayan tenido el valor de denunciar y quiero que sepan que estoy verdaderamente arrepentido del daño causado.
 Asumo completamente la responsabilidad por mis actos y he crecido a partir de esta experiencia”.

Cuando se publicaron los primeros nueve testimonios en su contra (todos anónimos menos uno) respondió sin negar los hechos pero en tono exculpatorio.
 “Es doloroso oír que he podido molestar a alguien”, dijo, y calificó los relatos de “inexactos”. 
“Las reglas y valores por los que hoy nos medimos, y debemos medirnos, son muy distintos de como eran en el pasado”, añadió.
La agencia publicó entonces una continuación con 11 testimonios más de mujeres que decidieron contar su experiencia después de ver las explicaciones de Domingo
. Entre ellas, la cantante Angela Turner Wilson relataba cómo en la temporada 1999-2000 de la ópera de Washington, Domingo le manoseó los pechos en el camerino mientras se maquillaban. 
 Ella tenía 28 años y él 59. Domingo respondió a esta segunda ola de acusaciones a través de sus abogados: 
“La campaña continuada de AP para denigrar a Domingo no solo es equivocada sino inmoral”.
Dos investigaciones formales se iniciaron a raíz de aquellas denuncias. La primera, en la Ópera de Los Ángeles, que se la encargó a Debra Wong Yang, una abogada especialista en delitos de guante blanco y protección de la reputación. 
La institución “está en proceso de recibir y analizar los resultados de la investigación independiente”, dijo una portavoz este martes. “Esperamos completarlo pronto”. 
Un portavoz del despacho de abogados Gibson Dunn, donde trabaja Wong Yang, informó de que “el trabajo está casi terminado” y que se encuentran en conversaciones con la ópera sobre el contenido del mismo.
Mientras, el sindicato AGMA, uno de los dos que representan a trabajadores de la música clásica en Estados Unidos, encargó al abogado J. Bruce Maffeo, un antiguo fiscal federal, que investigara las acusaciones contra Domingo. 
El sindicato pidió a todo aquel que tuviera algo que decir que se pusiera en contacto de manera confidencial con el abogado.
 El objetivo no era solo aclarar el comportamiento de Domingo, sino encontrar los “fallos sistémicos” en la industria que habían permitido ocultarlo durante décadas.
 Esta es la investigación cuyo resultado se ha conocido este martes. Sin entrar en detalles, AGMA asegura que “confirma las acusaciones contra Plácido Domingo”.

Europa versus EE UU

La carrera de Domingo, uno de los cantantes más celebrados de la historia, quedó detenida en Estados Unidos casi inmediatamente. Varias instituciones de ópera cancelaron sus conciertos previstos para otoño. 
El tenor anunció su retirada del cartel del Metropolitan de Nueva York dos días antes de una actuación prevista para el 24 de septiembre. Según The New York Times, la situación se hizo insostenible después de que los trabajadores de la producción de Macbeth se quejaran de la presencia de Domingo en el ensayo general. Domingo, que actuó durante 51 años en Nueva York, no ha vuelto a actuar en Estados Unidos.
La situación contrasta con su carrera en Europa, donde se le ha dado el beneficio de la duda hasta ahora. Domingo fue recibido con una ovación en el festival de Salzburgo poco después de surgir las acusaciones.
 En diciembre recibió otra ovación en Milán y realizó dos actuaciones con el teatro lleno en Berlín.
 La semana pasada, la Ópera de Israel confirmó que planeaba seguir adelante con el concurso anual Operalia, que patrocina el tenor, previsto para octubre en Tel Aviv.
En Madrid, tanto el Teatro Real como el Teatro de la Zarzuela anunciaron este martes que están debatiendo qué hacer con las actuaciones del tenor previstas en mayo.
 El Gran Teatro del Liceo, en Barcelona, comunicó que considera positiva "la asunción de las responsabilidades" de Plácido Domingo "para combatir estos hechos en el futuro y respetar el sufrimiento de todas las mujeres que han pasado por estas circunstancias". También afirmaba que "no tomará una decisión sobre su contratación" de momento, informa Jesús Ruiz Mantilla.
El Palau de les Arts, en Valencia, donde el pasado diciembre Domingo fue ovacionado en su primera aparición en España después de las acusaciones y cuyo director artístico, Jesús Iglesias, pidió respeto a la presunción de inocencia, también anuncia ahora que estudiará la situación.
 "Se trata de una decisión difícil, que no se puede tomar alegremente en ningún sentido porque tienes que estudiar bien las cosas y hay aspecto legales que se deben tener en cuenta”, ha dicho Iglesias este martes.
 No hay compromisos pendientes del cantante con el Palau de les Arts, informa Ferran Bono.


Las informaciones contra Domingo no solo se basaban en testimonios directos de abusos, sino que citaban también decenas de trabajadores de la industria de la ópera en Estados Unidos que aseguraban que el comportamiento del tenor era vox pópuli en este ambiente. Plácido Domingo lleva medio siglo en la primera fila de la ópera mundial y es una de las figuras más poderosas de la música clásica. Su comportamiento con las mujeres jóvenes era asumido y su posición de enorme poder en el mundo de la música hacía que las mujeres no denunciaran por miedo a dañar sus carreras.

24 feb 2020

Accidente, suicidio o asesinato: el enigma de la muerte de la artista Ana Mendieta

La artista cubana Ana Mendieta, en un retrato fotográfico de los primeros años 80.
La artista cubana Ana Mendieta, en un retrato fotográfico de los primeros años 80.
Una visión sagrada del cuerpo femenino y su contemplación como sujeto pasivo de profanación y violencia poblaron siempre el pensamiento y la obra de Ana Mendieta (La Habana, 1948-Nueva York, 1985). Algunos de los dibujos, de las fotografías y de las películas que podrán contemplarse a partir del próximo sábado en la pequeña exposición de la madrileña galería Nogueras Blanchard así lo atestiguan. 
Pero probablemente nunca se sabrá si aquella madrugada de 1985 en que se precipitó desde el piso 34º de su casa en el Greenwich Village fue un suicidio, un accidente o la confirmación de esos fantasmas profanadores en forma de asesinato
. ¿Se arrojó Ana Mendieta por la ventana? ¿Y por qué? ¿Se cayó? ¿Y cómo? ¿La arrojó su esposo, el también artista —y estrella mundial— Carl Andre?
 ¿Y en qué circunstancias?
Desde un punto de vista jurídico, la tercera opción quedó desactivada tres años después del suceso, cuando un juez de Nueva York exculpó al escultor y figura destacada del arte minimalista por falta de pruebas. 
 Pero en un plano afectivo-emocional-subjetivo, la cosa es distinta. Ni la familia de la artista cubana, que tenía 36 años cuando murió; ni muchos de sus seguidores y coleccionistas; ni plataformas activistas como Whereisanamendieta, Sisters Uncut o No Wave Task Force han cejado en el empeño de defender la hipótesis del asesinato.
Consecuencia de ello son los actos de protesta que suelen organizar esos colectivos ante los museos y las galerías que montan exposiciones de Carl Andre por el mundo. 
En realidad la indignación suele ir dirigida a los patronos de la Dia Art Foundation, la institución estadounidense que gestiona la obra del escultor.
 El ejemplo más sonado fue la concentración de más de 500 personas convocadas por los grupos Guerrilla Girls y Women’s Action Coalition ante el Guggenheim de Nueva York en 1992 cuando fue inaugurada una antológica sobre Andre.

 Los manifestantes esparcieron cientos de fotocopias con obras de Ana Mendieta por las salas del centro.
También hubo problemas en las puertas de la Tate Modern de Londres cuando en junio de 2016, con motivo de la reapertura del museo tras su remodelación, componentes de Sisters Uncut y Whereisanamendieta se manifestaron al grito de “¡Tate, queremos venganza, ¿dónde coño está Ana Mendieta?” en protesta contra el privilegiado lugar que en su opinión otorgaron a Carl Andre en la nueva presentación de la colección y el ninguneo con el que condenaron a la artista fallecida, de la que la Tate posee varias obras.
 
Ana Mendieta y su esposo, Carl Andre, en una 'performance' conjunta.
Ana Mendieta y su esposo, Carl Andre, en una 'performance' conjunta.
El director del Museo Reina Sofía, Manuel Borja Villel, explica así cómo se desarrollaron los hechos cuando abrió sus puertas la gran muestra dedicada a Andre en el Palacio de Velázquez en mayo de 2015:
  “Nosotros no tuvimos muchos problemas, aunque alguna protesta hubo. 
Pero aquella exposición venía de la Dia Art Foundation de Estados Unidos y, por lo que me dijo en su día Phi­lippe Vergne, que entonces era su director, les costó mucho convencer a algunos de los patronos de la fundación para organizarla. 
Una visión sagrada del cuerpo femenino y su contemplación como sujeto pasivo de profanación y violencia poblaron siempre el pensamiento y la obra de Ana Mendieta (La Habana, 1948-Nueva York, 1985). Algunos de los dibujos, de las fotografías y de las películas que podrán contemplarse a partir del próximo sábado en la pequeña exposición de la madrileña galería Nogueras Blanchard así lo atestiguan. Pero probablemente nunca se sabrá si aquella madrugada de 1985 en que se precipitó desde el piso 34º de su casa en el Greenwich Village fue un suicidio, un accidente o la confirmación de esos fantasmas profanadores en forma de asesinato. ¿Se arrojó Ana Mendieta por la ventana? ¿Y por qué? ¿Se cayó? ¿Y cómo? ¿La arrojó su esposo, el también artista —y estrella mundial— Carl Andre? ¿Y en qué circunstancias?
Desde un punto de vista jurídico, la tercera opción quedó desactivada tres años después del suceso, cuando un juez de Nueva York exculpó al escultor y figura destacada del arte minimalista por falta de pruebas. Pero en un plano afectivo-emocional-subjetivo, la cosa es distinta. Ni la familia de la artista cubana, que tenía 36 años cuando murió; ni muchos de sus seguidores y coleccionistas; ni plataformas activistas como Whereisanamendieta, Sisters Uncut o No Wave Task Force han cejado en el empeño de defender la hipótesis del asesinato.
Consecuencia de ello son los actos de protesta que suelen organizar esos colectivos ante los museos y las galerías que montan exposiciones de Carl Andre por el mundo. En realidad la indignación suele ir dirigida a los patronos de la Dia Art Foundation, la institución estadounidense que gestiona la obra del escultor. El ejemplo más sonado fue la concentración de más de 500 personas convocadas por los grupos Guerrilla Girls y Women’s Action Coalition ante el Guggenheim de Nueva York en 1992 cuando fue inaugurada una antológica sobre Andre. Los manifestantes esparcieron cientos de fotocopias con obras de Ana Mendieta por las salas del centro.
También hubo problemas en las puertas de la Tate Modern de Londres cuando en junio de 2016, con motivo de la reapertura del museo tras su remodelación, componentes de Sisters Uncut y Whereisanamendieta se manifestaron al grito de “¡Tate, queremos venganza, ¿dónde coño está Ana Mendieta?” en protesta contra el privilegiado lugar que en su opinión otorgaron a Carl Andre en la nueva presentación de la colección y el ninguneo con el que condenaron a la artista fallecida, de la que la Tate posee varias obras.
Ana Mendieta y su esposo, Carl Andre, en una 'performance' conjunta.
Ana Mendieta y su esposo, Carl Andre, en una 'performance' conjunta.
 Hay que decir que la reputación de Carl Andre había quedado bastante tocada tras la muerte de Mendieta, y ya se sabe: al mundo del arte —bueno, como le pasa al resto de la sociedad, vaya— no le suele gustar mezclarse con según qué reputaciones”. 
En aquella ocasión, una decena de mujeres con camisetas manchadas de sangre irrumpió en la exposición al grito de “¡Frente a la injusticia, injusticia, y tu sangre, tu sangre, usamos nuestros cuerpos en señal de protesta, protesta, y gritamos con tu cuerpo arrojado al vacío no, no, no!”.
Una de las postales escritas por Ana Mendieta a su madre desde Italia.
Una de las postales escritas por Ana Mendieta a su madre desde Italia.
Lo cierto es que ni el contexto en el que se produjo la muerte de la autora de Rape scene (escena de violación) y Death of a chicken (muerte de un pollo) ni el modo en que transcurrió el juicio a Andre contribuyeron a la calma social en torno a este trágico episodio. 
Sucesivas presiones ejercidas por los círculos de amistad del escultor en el mundo del arte desembocaron en el hecho de que no lo juzgase un jurado popular, como tenía que haber sido, sino un juez Y la altísima fianza que le fue impuesta la pagó su amigo el también escultor y estrella mundial Frank Stella. 
Los abogados de Carl Andre pusieron todo su empeño en resaltar las supuestas tendencias depresivas de la artista. Los de la familia Mendieta no acertaron a hacer valer como pruebas inculpatorias los arañazos que tenía Carl Andre en su rostro cuando llegó la policía ni los gritos de “¡nooo, nooo!” que varios vecinos aseguraron haber oído antes de la caída de Ana Mendieta. 

Pero no todo el mundo, ni mucho menos, defiende la tesis del asesinato de Mendieta. 
Es el caso de Barbara Rose, que fue una de las grandes críticas de arte y comisarias artísticas en la escena estadounidense de los setenta, ochenta y noventa, y precisamente exesposa de Frank Stella.
 “Las feministas han acusado siempre a Carl Andre de matar a Ana, que entonces era su esposa.
 Él no lo hizo. Los dos estaban borrachos y ella se cayó por la ventana. 
Carl Andre no era capaz de hacer daño ni a una mosca”, asegura Rose a El País Semanal desde su casa de Palm Beach.
'Sin título', obra presente en la exposición de Madrid.
'Sin título', obra presente en la exposición de Madrid.
Las postales que en 1984 escribió Ana Mendieta desde Italia y Malta a su madre, Raquel, integrarán junto con una serie de dibujos y tres películas cortas la exposición de la galería Nogueras Blanchard, Tropic-Ana,
 “una muestra pequeña e íntima que a través de esos dibujos y de sus notas personales quiere regresar a lo más privado de Ana”, según el artista cubano Wilfredo Prieto, comisario de la muestra.
Esas postales, que nunca han sido expuestas en público, no constituirán nunca una prueba jurídica sobre la culpabilidad o inocencia de nadie ni sobre la resolución de ningún posible crimen.
 Pero sí sugieren alguna idea sobre el estado de ánimo en que debía de encontrarse Ana Mendieta apenas unos meses antes de su muerte.
 No parecía el de alguien que tuviera programado quitarse de en medio a corto o medio plazo: 
“Querida Mamita, nada más unas líneas para darte la buena noticia de que voy a tener una muestra en Roma que inaugura marzo 21 la galería Primo Piano. 
 En fin mis labores empiezan a tener fruto. 
Espero que estés bien y que ya el frío a pasado de Iowa [sic]. Recibí una carta de Ignacio muy cariñosa y fotos del nuevo sobrino. 
Me alegro mucho por todos. 
Un besote. Tu hijita Ana”, escribe desde Nápoles.
Dibujo de la exposición en Madrid.
Dibujo de la exposición en Madrid.
Raquel Cecilia Mendieta, sobrina de Ana Mendieta y responsable de su legado junto con su madre y hermana de la artista, Raquelín, explica así desde Nueva York el valor de esos documentos: 
“Esas postales revelan la inspiración generada en Ana al visitar lugares como Malta y su entusiasmo por su primera exposición individual en Roma”. 
 
Fue precisamente en Roma donde Mendieta ejecutó los dibujos que ahora podrán contemplarse en Madrid. Raquel Cecilia Mendieta es autora del documental Whispering cave (la cueva de los susurros), un precioso road trip en busca de las esculturas sobre roca que Mendieta hizo en 1982 en las montañas de Jaruco, en Cuba.
 En la actualidad ultima otra película sobre la vida y obra de su tía. Ana Mendieta empezó pintando de muy joven, pero pronto sintió que estaba ante un soporte y unas posibilidades creativas en exceso convencionales para sus ansias expresivas. 
“Dejó de pintar porque sintió que las pinturas no transmitían la magia que esperaba proyectar, la cual descubrió cuando comenzó a usar su cuerpo como medio”, detalla su sobrina y hoy máxima experta en su obra.
 Ana Mendieta perseguía la tierra, y el aire, y el agua, y el fuego, en un camino casi obsesivo de fusión entre la naturaleza y el arte.
 Eso la llevó al land art
Pero sobre todo perseguía su propio cuerpo y, desde él, el cuerpo femenino.
 Así que desembocó en el body art. Todo ello tamizado por cierta espiritualidad a caballo entre su educación católica y su gran afición a los rituales de la santería cubana.
 Hija de un prestigioso político y de una profesora de química, su padre rompió pronto con la revolución castrista y cayó en desgracia.
 Ana, de 12 años, y su hermana Raquel, de 14, fueron enviadas a Estados Unidos en 1961, en el marco de la llamada Operación Pedro Pan orquestada por círculos católicos de La Habana. 
De casa en casa y de Estado en Estado (Florida, Iowa…), Ana Mendieta pasó 5 años sin su madre y 18 sin su padre. Exilio, soledad y sentimiento de pérdida se incrustarían de forma indeleble en su vida y en su obra, que se forjó sobre todo en la Universidad de Iowa de la mano del artista Hans Breder. 
 Fue allí, en 1973, cuando ejecutó —como homenaje a una compañera que había sido violada en el campus— su performance Rape scene, la obra que con tan solo 25 años catapultó su nombre a la escena artística de EE UU.
 
Retrato de la artista a partir de una fotografía.
Retrato de la artista a partir de una fotografía.
Manuel Borja Villel admira su figura y la tilda de “artista importantísima en el panorama internacional”, aunque lamenta su tardío reconocimiento: 
“Más allá de su muerte trágica, que le añade mito a la cosa”, señala, “hay que decir que la generación de creadoras de la que Mendieta o Nancy Spero forman parte tardó años en explotar porque estaba presa entre dos masas tectónicas: la de los grandes artistas estadounidenses de los sesenta y los setenta —casi todos hombres—, como Donald Judd o Dan Flavin, y la siguiente generación de los ochenta, con artistas más bien ligados al neoexpresionismo y la vanguardia, como Schna­bel”. El director del Reina Sofía, que espera confirmar en breve la donación de una obra de Mendieta por parte de uno de los patronos del museo, analiza así la dimensión creativa de la pintora, escultora y performer nacida en La Habana: “Es una artista que claramente se sitúa entre dos culturas: la cubana y la norteamericana. 
Y este elemento intercultural hoy está del todo aceptado, pero en aquellos años resultaba mucho más disruptivo. 
Y aún lo fue más en aquel entonces la introducción que ella hizo de todos esos elementos y temas que tienen que ver con el feminismo, la sangre, el cuerpo de la mujer y la violencia ejercida contra ella…, y además todo ello con un toque como grotesco que yo creo que le venía sobre todo de Goya”.
¿Feminista? ¿Activista? ¿Artivista? Frente al furor que su figura despertó siempre en esos círculos, su sobrina Raquel Cecilia Mendieta pone las cosas en su justo lugar:
 “No se consideraba feminista, pero fue una mujer que usó su cuerpo y sus experiencias como mujer en su obra. 
 De hecho, su obra temprana tiene mucho que ver con su propio interrogatorio hacia su identidad como latina, como mujer y como persona desplazada de su patria”. 
Tampoco se dejó utilizar por ciertas profesionales del activismo que, a su llegada a Nueva York en 1978, vieron en ella un objetivo prioritario como estandarte.
 “Pronto descubrió”, añade su sobrina, “que el feminismo era ‘un movimiento de mujeres blancas’ y se desilusionó”.
Fue en aquel efervescente Nueva York de los ochenta donde Ana Mendieta se encontró demasiado pronto con la muerte.
 Le esperaban probablemente el éxito del prestigio y el comercial. Pero su cuerpo acabó sobre el tejado de una tienda de comida de la calle Mercer de Manhattan.
 Crimen, suicidio, accidente… Solo Carl Andre lo sabe.
 “La familia mantiene la posición de que Ana fue asesinada por su marido, que tenía tendencias violentas hacia las mujeres.Ella estaba muy contenta, llena de planes para su futuro como artista y con idea de divorciarse de Andre”, dice su sobrina. 
El misterio Mendieta sigue ahí.
 Y seguirá para los restos, con toda probabilidad.