2 Poesía completa
Zbigniew Herbert. Traducción de Xaverio BallesterLumen
Lejos de pasiones desmedidas,
Zbigniew Herbert
(1924-1988) tejió sus versos con una mezcla de ironía y escepticismo,
no exenta de delicadeza y comicidad. Pilar central de la poesía polaca,
junto con Milosz y
Szymborska (galardonados con sendos Nobel), empezó a escribir “para el cajón” durante la Segunda Guerra Mundial hasta que
empezó a publicar sus poemarios después del Deshielo.
Damnificado por las penurias bélicas, moralista y valedor sobre todo de
la conciencia personal, veía en la fidelidad a unos valores el único
contraveneno ante una política zafia y fluctuante
. Genuino humanista,
con estudios en bellas artes, filosofía, economía y derecho, volcó sus
numerosos intereses intelectuales en su poesía, no radicalmente
experimental ni innovadora en la forma, con especial atención a la
tradición grecolatina, el uso reiterado del pasado mediante la aparición
de figuras históricas y el diálogo con objetos inanimados como recurso
indagatorio de la relación entre experiencia y realidad.
Desde el primer
ciclo de poemas,
Cuerda de luz (1956), acaso los más oscuros y vanguardistas, hasta el último,
Epílogo de la tormenta (1998), hay más de cuatro décadas de creación de la que cabe destacar su formidable Don
Cógito.
Hay que celebrar que ahora, catorce años después de la muerte de
Herbert, nos llegue con traducción luminosa e inspirada de Xaverio
Ballester toda su valiosísima producción poética.
Marta Rebón
3 Canción errónea
Antonio Gamoneda. Tusquets
Con el peso de la edad,
Antonio Gamoneda
(Oviedo, 1931) reclama el cese y la indiferencia, acaso, como una
última pasión ante la certeza de “Haber / vivido sin / saber para qué y /
morir sin / saber para qué”. La existencia como un accidente, un “sueño
vacío”, un “error” que nos hace “ir / de la inexistencia / a la
inexistencia”. Y así, “sin miedo ni esperanza” —pues ambos son
inconstantes, brotan de algo futuro o pretérito de dudosa efectividad,
imposibles el uno sin la otra— acaban los deseos y alcanzan su fin los
temores: “Definitivamente, me he sentado / a esperar la muerte / como
quien espera noticias ya sabidas”. No hay ya servidumbres, solo la
libertad serena de saber que “Han desparecido los significados y nada
estorba ya a la indiferencia”. No hay necesidad de esperar, la nada del
presente nos basta: “Al parecer, / es imposible existir y también / no
existir”.
Aquí está su escritura entera,
el inventario de sus “palabras inmóviles”, reiteradas y obsesivas,
hiladas como cuentas, vertebrando el desorden sucesivo de la vida.
Poemas como láminas, lascas que se amalgaman y amontonan. En este
estremecedor, magistral y poderoso libro no hay literatura, solo ese
consuelo poético que intensifica nuestra conciencia, la claridad de
saber que vamos “a despertar / en el olvido”.
Antonio Ortega
4 Absolución
Luis Landero Tusquets
Vuelve
Luis Landero en
Absolución,
a combinar con el arte del mejor ilusionista (y también del mejor
relojero), la descripción irónica del confort cotidiano, burgués, con la
irrupción inesperada de una huida hacia adelante. Lino está a un paso
de ser definitivamente feliz.
Será el marido de una mujer hermosa y el
yerno de un hombre de negocios. Las circunstancias le auguran un futuro
envidiable. Pero hete aquí que Lino, el afortunado protagonista, trueca a
último momento su inminente suerte por una fuga de la ciudad hacia lo
desconocido.
Como en toda la obra de Landero, Cervantes y Kafka no dejan
en esta novela también su impronta. Al final Landero las ha hecho
definitivamente suya. Habría que releer el epistolario del escritor
checo, para fijar la naturaleza kafkiana de las dudas y los tormentos
interiores que aquejan a Lino. Y luminosamente cervantino es el
encuentro entre Lino y el comercial de una empresa lechera llamado
Gálvez.
En otras novelas, Luis Landero ya recreó el tedio y las
ensoñaciones. Pocos novelistas españoles traban con tanta solidez esos
mundos con el de la cotidianidad más radical. Absolución es una novela
sobre los pocos huecos que deja la realidad para escaparse de ella. Solo
que quien los aprovecha, como Lino, corre un serio riesgo de
arrepentirse.
J. Ernesto Ayala-Dip
5 Poesía reunida
Juan Gelman. Seix Barral
Cuando, en 1999, se publicó en España
Cólera buey, Juan
Gelman afirmó en una entrevista: “La poesía es lenguaje calcinado y su
palabra se alza desde esas calcinaciones que algunos llaman silencio y,
sin embargo, todavía se retuercen y aún crepitan”. Calcinaciones del
idioma que se retuercen y crepitan: desde su más temprano libro, Violín y
otras cuestiones, publicado en 1956, hasta
El emperrado corazón amora, de hace apenas dos años, el poeta argentino residente en México y
premio Cervantes en 2007,
ha levantado una obra en la que la dialéctica entre lenguaje y vida,
entre imaginación y realidad, nos ofrece la crónica poetizada de una
biografía que es trasunto de las grandes convulsiones que han marcado la
historia de los últimos sesenta años.
Exilios, dolor, soledad, muerte, memoria
(incluso la de la lengua sefardí), ternura, olvido, amor, cansancio,
decepción, compromiso, esperanza… Todo ello, sometido a una tensión
dialéctica que reinventa y apura el idioma hasta el límite de quebrarlo
para encontrar en él sentidos nuevos, se concentra en su
Poesía reunida.
A la voz lírica de Gelman hay que añadir el prólogo de Pere Gimferrer
y, sobre todo, el de Julio Cortázar , de 1981, para el poemario
Interrupciones I: “La fuerza más extrema de la palabra de Juan”,
escribió el autor de Rayuela, “nace de haber dejado atrás la superficie
del dolor y de la cólera para ahondar en sus raíces”.
Manuel Rico
6 Cuentos completos
Juan José Saer El Aleph
Juan José Saer decidió el orden cronológico invertido de la
edición de estos cuentos,
que se presentan provocativamente de 2000 a 1957. En su variación
extraordinaria se advierte cuán relativo es el lugar común que afirma
que un
escritor progresa hacia la madurez, o hacia la novela,
si empezó por cuentos. Este segundo cliché le era, por supuesto,
completamente ajeno, porque Saer era americano, con lo que le parecía
incomprensible la idea de que el cuento fuese solo una preparación para
la novela. Saer no progresaba; se ha dicho muchas veces, con razón, que
él ya estaba en su pleno dominio de recursos, en Unidad de lugar o La
mayor —de finales de los sesenta— y también en los cuentos tardíos,
reflexivos, casi como crónicas de una situación o de un enigma, de
Lugar. Plenitud propia, aun cuando sea visible el Faulkner o Chandler o
Di Benedetto u Onetti iniciales cuyas reglas reconocibles él mismo
transgrede en obras maestras tempranas (“Sombras en un vidrio
esmerilado”, “Verde y negro”). Plenitud en la mirada que se despega de
sus propios paisajes (“Traoré”) en muchas piezas de Lugar. Estos cuentos
son una historia de las formas literarias en castellano de la segunda
mitad del siglo XX y principios del XXI; y la historia de un estilo; y,
por último, la historia de todas las posibilidades del arte de narrar:
la intriga y sus fracturas, la representación de la vida y sus
evanescentes retornos, la plasmación, fuga y detención del tiempo. Saer
nació en Serodino (Santa Fe, Argentina) en 1937 y murió en París en
2005.
Nora Catelli
7 Entreguerras
José Manuel Caballero Bonald. Seix Barral
En cualquier género que aborde,
José Manuel Caballero Bonald es un escritor memorialista atraído por la función alucinatoria de la palabra. El poema-libro
Entreguerras
está dispuesto en capítulos, como las novelas; y, como las memorias,
recoge los aluviones autobiográficos de su experiencia. Pero nadie se
engañe: se trata de pura poesía derramada en versículos fluviales según
los flujos y reflujos del recuerdo, cuyas leyes “complejas son y
mudadizas”. Sin puntos, comas ni otros diques de contención, las oleadas
verbales no responden a un automatismo surrealista y sin conciencia
rectora, sino a un escudriñamiento racional de la realidad: no por
casualidad el volumen se subtitula
De la naturaleza de las cosas,
lo que remite al poema lucreciano sobre la epopeya intelectual de
Epicuro, que quiso entender el mundo sin el amparo de mitos o de dioses.
Los depósitos de ese conocimiento contienen noticia del amor y la
cólera, el paraíso de Argónida-Doñana, el descrédito de los héroes y sus
ilusorias quimeras, la erosión de la vejez, las mañas de la muerte. Y
todo ello con una serenidad, casi displicencia fatalista, ajena al
entusiasmo, la exasperación y el ruido.
Sesenta años de creación han desembocado en este poema de casi 3.000 versos, cifra y suma de una escritura ejemplar.
Ángel L. Prieto de Paula
8 Diccionario de música, mitología, magia y religión
Ramón Andrés. Acantilado
Como dice
Ramón Andrés
en el prólogo de esta obra, el hombre se ha acostumbrado a “caminar
entre fisuras, siendo nosotros mismos fisura”. Una apreciación así
precediendo u
n libro que abarca exhaustivamente el universo mitológico indoeuropeo
relacionado con la música (dioses, instrumentos, plantas, temas,
creencias, conceptos) tiene que significar esto: que en el horizonte de
su autor estaba legar, además de un impresionante despliegue de
erudición, algo que contribuyera a darle sentido a ese caminar entre
fisuras. La música, que armoniza el intervalo o fisura esencial que hay
entre los seres y entre estos y el Ser, solo podía acceder a convertirse
en un diccionario si este, a su vez, aceptaba poder ser leído-escuchado
como una pieza musical.
Para curar y servir como los terapeutas de la
página 1.557, para hilvanar y ensartar como los rapsodas de la 1.420,
para salir danzando del laberinto del yo como en la 915 o para unir y
conectar como las cuerdas de la 517: cuatro ejemplos entresacados de
entre los cientos que cantan y resuenan, dentro de la catedral que es
este libro, a mayor gloria de los ruiseñores y las bacantes (y los
yunques, los abedules, la utopía o el pánico) que habitan dentro de cada
uno de nosotros.
Jesús Aguado
9 Antigua luz
John Banville. Traducción de Damià AlouAlfaguara
Olvidarse de sí mismo, como la señora Gray mientras avanza cautelosa
por el agua del río sorteando las piedras afiladas del fondo. Canturrea.
Así me la va contando Alexander Cleave, presente en otras novelas del
extraordinario
John Banville,
Cleave es ahora un viejo actor teatral que recupera los sentidos de un
verano adolescente, cuando la madre de su mejor amigo, la señora Gray,
era su amante.
“Yo tenía quince años y ella treinta y cinco. Estas cosas
son fáciles de decir, pues las palabras no sienten vergüenza y nunca se
sorprenden”. Y así, en un potente y deslumbrante soliloquio, la memoria
es punta de lanza atravesando el presente. Soy lectora, espectadora
apasionada de
Antigua luz,
absorta en esa introspección del protagonista que señala la rareza de
olvidar. Pero aquí, olvidarse de sí mismo es estar en esta lectura donde
convergen las mujeres de la vida de Cleave. Cass, la hija que se
suicidó; Billie Stryker, la extraña confidente; la joven actriz Dawn
Devonport y Lydia, esposa cómplice de esporádicos desacuerdos. La
antigua luz es “esa luz de las galaxias que viaja durante un millón…, un
billón…, ¡un trillón de kilómetros para alcanzarnos”. Como viaja la
materia dúctil de la memoria a la que embellecemos tanto como sea
necesario. Escuchad lectores, escuchad espectadores:
“¿Recordáis cómo
era abril cuando éramos jóvenes, esa sensación de líquida impetuosidad y
el viento extrayendo cucharadas azules del aire?”. ¡Ah!, esa antigua
luz.
María José Obiol
10 Las leyes de la frontera
Javier Cercas. Mondadori
Las leyes de la frontera es una novela bien construida por su equilibrio entre fondo y forma, trama y personajes. Nada nuevo:
Javier Cercas
ha demostrado en sus obras anteriores conocer bien las reglas de la
narración. Es un novelista de línea clara que huye del artificio
literario. Como él mismo dice, si la frase le sale demasiado libresca,
la borra
. El autor de
Soldados de Salamina
escribe novelas donde la respuesta precede a la pregunta, en una
constante vuelta de tuerca que atrapa al lector con incertidumbres y
falsas verdades. Aquí todo empieza cuando al narrador le ofrecen
escribir la biografía de un delincuente juvenil, El Zarco, muerto
tempranamente hace años. Así nos adentramos en la historia de El
Gafitas, el chico de clase media que en la Gerona de 1978 conoció a Tere
y El Zarco
. De este modo Cercas hurga en una Transición que ha olvidado
la cruz para fijarse solo en la cara limpia y mitificada. Entonces
afloran las preguntas: ¿Por qué los delincuentes juveniles como El Zarco
llegaron a ser glorificados por los medios de comunicación durante
aquellos años? ¿Por qué la heroína tuvo el mismo mortífero impacto que
una guerra en toda una generación?
Nunca hay solo una respuesta, pero
Cercas cuenta con maestría la que más se acerca a la verdad.
Luis de León Barga