Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

30 mar 2010

Breakfast at Tiffany's

http://www.youtube.com/watch?v=TpoP_0p8RbA

Quien soy para.....

Quien soy para enjaularte
con tantas palabras.
Vuela alto, vuela,
pon tu faz a barlovento
para que huelas los aromas
que, desde el desierto,
traen los vientos.
Quien soy yo para estancarte
en los sueños, mi amada.
Corre, fluye, torrentera
como un río de besos
que se aleja de mis sombras
para buscar al sediento
de tu amor sereno.
Quien soy yo para robarte
tu derecho a ser amada.
Quiero que te quieran
y no que te escondas en mi pecho,
lejos de aquella boca
que, llena de deseo,
puede cubrirte de arabescos.
Quien soy yo para amarte
si sólo pude acariciar tus alas.
Se me olvidó lo que era:
silencio totalmente ajeno
a los minutos de tus horas,
y del vacío heredero
lejano en el tiempo.
Si te quise, debes perdonarme.
¡ Échale la culpa a mi alma!
Mañana tras mañana tuvo pena
de ser enviada al destierro,
desde este jardín lleno de rosas,
del indeciso sentimiento
de caerme por tus huecos.

Audrey Hepburn - Moon River

http://www.youtube.com/watch?v=-6krFBlOx-M

Barbra Streisand - Moon River

http://www.youtube.com/watch?v=SlwnBX0-eD0

Desayuno con Diamantes

http://www.youtube.com/watch?v=X13IWZuc-pk

28 mar 2010

La Última Cena: cabezas como platos

Un librito publicado hace unos tres años en el que se reunían versiones de La Última Cena (Phaidon) en la historia de la pintura de los últimos mil años, llamó la atención de un investigador especializado en alimentación de la universidad neoyorquina de Cornell.
Observó que las raciones de comida sobre la mesa de Cristo y sus apóstoles habían ido aumentando con los años, en la misma medida en que habían aumentado los problemas de obesidad en distintos países.


Brian Wansink, dirigió a un grupo de investigadores que analizaron 52 de los cuadros en este libro comparando, con ayuda del ordenador, el tamaño de la cabeza de los retratados y el de los trozos de pan y los platos sobre la mesa.
"En los últimos mil años ha crecido de forma notable la producción, disponibilidad, abundancia y accesibilidad a la comida", afirma Wansink en el artículo que explica los resultados de su estudio, publicado el martes en el International Journal of Obesity. Según él, el tamaño de las raciones de comida en las pinturas ha aumentado un 69% entre los siglos VIII y XX.
El de los platos es un 66% superior a los antiguos y el del pan ha crecido un 22%". Para el autor del libro Mindless eating: Why We Eat More Than We Think, queda claro que el arte es un reflejo de la cambiante realidad. Y que la tendencia a la obesidad tiene proporciones bíblicas.

Ahora bien, ¿acaso hemos visto cuadros de la Última Cena con apóstoles y cristos cada vez más gordos? No me consta que Botero haya abordado el tema. Otros artistas tampoco. Otra pregunta, ¿qué evidencia científica arrojará el comparar el tamaño de los platos con el del cráneo humano y todo ello con la obesidad? El doctor Wansink tal vez se haya aventurado demasiado con su teoría.
Es cierto que ahora se come más que antes, pero me temo que ligar el rigor de sus investigaciones a la composición pictórica no arroje precisión alguna. Por otro lado, la Última Cena de Leonardo es una de las imágenes más icónicas de la historia del arte, con innumerables versiones y caricaturas.
La mayoría no hacen crecer las raciones -salvo que la ironía se ponga en ese aspecto-, con excepciones como la de Marcos López -titulada simplemente, por cierto, Asado en Mendoza- que encabeza este post. Es una especie de sátira sobre lo mucho que se come en Argentina, quizá el país más carnívoro del mundo, pero no por eso lidera el de mayor índice de obesidad.
Ahora que se acerca Semana Santa el tema de la Última Cena se puede retomar. Ya no se ayuna tanto como antes pero la crisis quizá haga reducir las raciones actuales a las del siglo XVI. Esperamos, eso sí, que no sean las últimas.

Vallejo o La contundencia del Castellano


Fernando Vallejo es uno de los escritores contemporáneos que mejor maneja el castellano. Un lenguaje usado para desenmascarar la hipocresía del mundo, reflejada en muchas de sus instituciones, entre ellas gobiernos e Iglesia católica, de la sociedad con su vida aburguesada y pasiva frente a graves problemas y de su país, Colombia.
En la literatura de Vallejo conviven el cielo y el infierno a través de la contundencia de su lenguaje, como se puede apreciar en títulos como La virgen de los sicarios y El desbarrancadero.
Una prueba de todo esto es la vídeoconferencia que dio el escritor colombiano el miércoles pasado en Casa de América de Madrid, por su nueva novela El don de la vida (Alfaguara) y que reproducimos en este post. Un Vallejo en estado puro.

Sybilla y la historia de la moda


Fortuny en Madrid y Barcelona, Balenciaga en Bilbao, Yves Saint Laurent en París... Creadores incuestionables de distintas épocas empiezan a inundar con sus diseños los museos. Quizás sea el momento de reflexionar sobre el pasado ante el feismo imperante y qué mejor momento que los años en que surgió el prët-á-porter y se democratizó la moda. A las muestras de los creadores citados se añade ahora una retrospectiva sobre la Histoire Idêale de la Mode Contemporaine que se inaugura el 1 de abril en París y que tendrá dos partes. Independencia y creación, dos elementos que caracterizaron los años ochenta estarán representados en la primera entrega de la muestra. Revisar la historia de los diseños que inundaron las pasarelas en esa década y no contar con Sybilla, nuestra diseñadora más internacional, sería un olvido imperdonable. El historiador de moda Olivier Saillard, comisario de la exposición, que se abre en el Museo de Artes Decorativas de París, ha elegido algunos de sus diseños más significativos de la creadora para la muestra, en la que participan también, entre otros primeros espadas, Jean Paul Gaultier, Montana o Miyake.

26 mar 2010

Aquellas peqieñas Cosas

Joan Manuel Serrat - Aquellas Pequeñas Cosas from Gidi Vigo on Vimeo.

Quien te va a querer

QUIEN TE VA A QUERER 2003 from Pedro Lazaga on Vimeo.

Homenaje a Mifuel Hernandez

Labor Cumplida. -26 marzo-2006.- En Memoria-.
No verá el camino mis ojos apartarse,
Ni las sendas me verán reclinada esperando,
Ni me hallará la tarde con las manos vacías,
Ni me encontrará el cielo rodeando los muros.


Me verán de frente las veredas y los senderos,
De pie cara al aire me vislumbrará el horizonte,
Subiendo la colina me recibirán los años,
Mi paso continuará la medida de otros pasos.

Aprendí del árbol a crecer en vertical impulso,
Del árbol Roble que apuntaló mis raíces,
Aprendí que las estrellas están para alcanzarlas
Y que los mares se cruzan sin temer en la orilla.

Así continuo la obra emprendida en la infancia
El trabajo de yunque y la forja del fuego,
Recibiendo la savia del árbol para alzarme
Al tiempo que el crepúsculo en esplendor nocturno
Asiente y conoce que la labor se cumple.

23 mar 2010

El Boadas

Leyendo un artículo de D. Arturo Pérez-Reverte, hablando de su estancia en Venecia y lo que le ocurrió, habla de un lugar casi olvidado para mi en Barcelona. El Boadas, para los que viven en Barcelona deben saber como es y que combinados tan buenos hacen, ya que hablando de Helados podemos mecionar o puedo ese lugar. Lo Frecuentaba.
Un sitio de paso hacía otros, cuando la noche ya entrada y después de Cenar se buscaba prolongar la reunión y siempre terminabamos en casa de alguien.
Pero el Boadas me trae recuerdos hermosos y felices, el barullo, la gente, la música y la bebida, siempre pedía el mismo combinado con guinda.
No miro atrás pensando que tiempo tan felices. La memoria tamiza los que no fueron así. Pero de un lugar en el que se viven años es normal que nos pasen cosas, y entre ellas algunas muy buenas.

Alatriste, capa y espada

Alatriste, capa y espada
LUIS ALBERTO DE CUENCA - 20/11/2007

Soy un fan irredento de Alatriste en cuanto saga y en cuanto que supone la resurrección de un subgénero narrativo, el folletín, que está en el centro de mis intereses como lector desde que comencé a serlo en serio, hace casi cincuenta años. Alatriste es un folletín.
¿Y qué demonios es un folletín? Veámoslo sin más demora, teniendo en cuenta que el ámbito en que nace, crece y se desarrolla el folletín es, fundamentalmente, francés, y que es en el seno de la literatura francesa del siglo XIX donde hemos de ir en busca de los principales modelos temáticos y estilísticos de la escritura alatristesca, por más que mi admirado Arturo Pérez-Reverte beba en fuentes plurales y diversas, pues para él, como para el personaje de Terencio, «nada de lo humano le es ajeno».
Las letras francesas decimonónicas constituyen, por lo demás, un territorio por donde siempre he discurrido con gusto e interés.

Ya en marzo de 1800, el diario francés Le Journal des Débats comenzó a dedicar la parte inferior de cada página, llamada rez-de-chaussée («planta baja») o feuilleton («folletín»), a temas de crítica literaria, teatral y musical. A partir del 1 de julio de 1836, las cosas iban a cambiar.
Fue entonces cuando los empresarios Émile de Girardin y Armand Dutacq lanzaron de manera simultánea Le Siècle y La Presse, ofreciendo suscripciones a mitad de precio y aumentando considerablemente el número de anunciantes.
Para granjearse aún más el favor de los lectores, a Girardin se le ocurrió publicar en la «planta baja» de su periódico, y a lo largo de varios números, una novela completa. Había nacido el folletín, tal y como lo entendemos hoy.
La primera novela que se publicó de este modo, entre el 23 de octubre y el 30 de noviembre de 1836, fue La vieille fille, de Balzac.

Poco a poco, la «planta baja» va especializándose en obras de ficción: de septiembre a diciembre de 1837, Le Siècle publica unos capítulos de Las memorias del diablo, de Frédéric Soulié (1800-1847), y, acto seguido, una novela completa de Alejandro Dumas, El capitán Paul.
El éxito es impresionante, las suscripciones se multiplican. Dumas perfecciona su técnica y publica en 1841, siempre en Le Siècle, su primer folletín histórico, El caballero d'Harmental.

El medio es nuevo y, por lo tanto, las técnicas literarias deberán adaptarse a él. Dumas y sus rivales -Soulié en Le Journal des Débats, Eugenio Sue en La Presse- transforman esa novela arbitrariamente fragmentada que era el folletín primitivo en una novela pensada ex profeso para la «planta baja» de los diarios.
Así aparecerán los grandes folletines del siglo: Los misterios de París, de Sue (1842-1843); Los misterios de Londres, de Paul Féval (1843-1844); Los tres mosqueteros, de Dumas (1844); El judío errante, de Sue (1844-1845), y El conde de Montecristo, de Dumas (1844-1846). Con razón escribía en 1845 un columnista anónimo en L'Époque: «El diario era una costumbre y la novela lo ha convertido en una necesidad.»

El doblón del capitán Ahab ARTURO PÉREZ-REVERTE

El doblón del capitán Ahab
ARTURO PÉREZ-REVERTE | El País - 11/9/2001

Llevo en el bolsillo el doblón de oro del capitán Ahab. Muchas veces remé hacia la ballena, con el cuchillo entre los dientes, sintiendo en la espalda la respiración entrecortada de mis compañeros mientras Queequeg, erguido en la proa, apuntaba el arpón al lomo de Moby Dick.
Otras salté desde la barquilla de un globo en el cielo de África, para aligerarlo de peso y salvar la vida de mis amigos, me cubrí con la máscara de Scaramouche o aguardé el asalto de los indios hurones tumbado en la hierba de la pradera, la culata del mosquete pegada a la cara, mirando de reojo el rostro sereno y picado de viruela de Lewis Wetzel, el implacable matador de hombres.
Y en más ocasiones de las que puedo recordar vi hundirse el sol en el mar acodado en la regala de la Hispaniola, salté por la borda del Patna en lugar de ese chico, Jim, me cañoneé penol a penol desde la fragata Surprise, o atravesé con mi espada al pirata Levasseur en una playa del Caribe.
A ustedes les asombraría mi currículum, caballeros, si se lo contara completo. Aquí donde me ven, he visto cosas que otros se limitan a soñar: naves ardiendo más allá de Orión y y toda la parafernalia, no sé si me explico.
Pero me temo que harían falta innumerables veladas como ésta para pasarle revista a todo eso. De cualquier modo, aquí, en la veranda del hotel Raffles, se está cómodo; la temperatura resulta agradable, y la Bombay azul que nos sirve el camarero malayo es tan perfumada como la noche que nos rodea con sus luciérnagas, sus ruidos de la selva próxima y demás. Hasta me parece oír a lo lejos, escuchen, el rugido de Shere Khan.
Así que déjenme encender la pipa, hagan arder sus cigarros, acomódense y oigan lo que puedo referir, si gustan. Y recuerden, sobre todo, que nada de lo que les cuento puede mirarse con ecuanimidad desde afuera. Quiero decir que para ciertas cosas es necesario un pacto previo. En las novelas de aventuras, por ejemplo, el lector debe ser capaz de incluirse en la trama; de participar en el asunto y vivir a través de los personajes. Mal asunto si va de listo, o de escéptico.
Si un lector no es capaz de poner en liza su imaginación, de implicarse y establecer ese vínculo, aunque sea resabiado y sutil, entonces que ni se moleste en intentarlo.
Se va a la novela, y en especial a la de aventuras, como los católicos a la comunión o como los tahúres al póker: en estado de gracia y dispuesto a jugar según las reglas del asunto. Y así, entre muchas posibles clases, divisiones y subdivisiones, los lectores se dividen básicamente en dos grandes grupos: los que están dentro y los que se quedan fuera.

Pero disculpen si me voy un poco por las ramas, caballeros.
Sí, beberé un poco más de esa ginebra, gracias. Me disponía, estaba diciendo, a hablarles de ellos: de los hombres y mujeres que conocí en el curso de innumerables viajes llenos de peligros y descubrimientos, a cuyo término ellos, y en consecuencia quien ahora les habla, encontramos la felicidad o la desilusión, la gloria o el desastre; pero en cualquier caso, también el conocimiento de nosotros mismos y del mundo en el que vivimos, luchamos y morimos.
Y debo decir que los conocí de todo tipo y pelaje: héroes voluntarios o involuntarios, simpáticos, callados, estúpidos, inteligentes, hastiados de la vida o empeñados en sobrevivir a toda costa. Como en la vida cotidiana, supongo. Como en esta veranda de este mismo hotel de Singapur donde charlamos.
A la hora de hablar de aventureros malgré eux, fíjense si no en Robinson Crusoe, que ni siquiera fue un hombre valiente -siempre detesté a ese anglosajón miserable, que cuando al fin encontró un compañero lo convirtió en su criado-, o en el más simpático doctor Lemuel Gulliver, por ejemplo.
Recuerden a los chicos náufragos de La isla del coral o El señor de las moscas. A Passepartout, que sirve al flemático Phileas Fogg; al también doctor Pedro Blood, después esclavo y pirata en las Antillas; a ese inglés, Rudolf Rasendyll, que se va de accidentada pesca a Zenda; a los hermanos Michael, John y Digby Geste, o al más precoz de todos los héroes involuntarios, el bebé John Clayton III, más conocido luego como Tarzán de los Monos por razones mundialmente notorias.
Sin olvidar a los animales, invariablemente héroes a su pesar, empeñados en sobrevivir, como los perros Jerry y Buck, el conejo Frambueso -si La colina de Watership no es una novela de aventuras, que baje Dios y la lea-, o en cierto modo, en una visión ecologista y postmoderna, la mismísima Ballena Blanca; que a fin de cuentas sólo aspira a que la dejen en paz y mata para defenderse.
De modo que convendrán conmigo, caballeros, en que ese tipo de héroe involuntario es el que mejor permite al lector proyectarse en él; porque se trata de gente normal como ustedes o como yo -animales incluidos-, que de pronto se ve metida de cabeza en un buen lío, y el lector piensa bueno, qué diablos. A fin de cuentas pudo pasarme a mí.

Aunque en lo que a mi persona se refiere, y sin duda por la condición de capitán de marina, etcétera, me inclino más por los otros héroes. Los de ángulos oscuros y lluviosos corazones de noviembre -ustedes saben a qué me refiero, naturalmente- que van llegando a la novela a partir de la literatura romántica con su bagaje de libertad, fuga, revolución e individualismo, con la aventura como vocación, como refugio, como solución e incluso como medio de trabajo.
Pienso en mi viejo amigo Tom Lingard, sin ir más lejos, o en John Blackbourne, capitán de la goleta corsaria Intrépida. Y en el joven contrabandista polaco que empieza su relato confesando que él y sus amigos eran jóvenes, bebían vodka a cántaros y las chicas guapas los querían bien. Pienso en el pirata holandés que llegó a ser Shogún. En Enrique Feversham, el oficial británico que devolvió a sus amigos y a la mujer que amaba sus cuatro plumas.
O en Alan Quatermain y sus misteriosas minas africanas... Quatermain, por ejemplo, es un prototipo del aventurero profesional como también lo son Lewis Wetzel y Ojo de Halcón alias Calzas de Cuero, esos dos tipos duros a los que cualquier lector desearía tener como amigos llegado el caso de verse obligado a pelear contra los indios o contra quien haga falta.
También hay profesionales y héroes vocacionales dignos como los capitanes de navío Horacio Hornblower o Jack Aubrey, de la marina de Su Majestad; héroes altruistas como el cruzado Sir Kenneth el del Leopardo, e Ivanhoe -yo siempre preferí a la judía Rebeca, si me permiten el apunte-, o como aquel otro sir inglés, el falso petimetre Percy Blakeney, disfrazado bajo el alias de La Pimpinela Escarlata.
También, por supuesto, hubo bandidos simpáticos como Dick Turpin, Robin Hood o Rocambole, y rufianes tramposos y pícaros como Danny Dravot y Peachy Carnehan -esos dos suboficiales compadres que casi llegaron a reinar en las montañas del Himalaya-, incluido el abyecto y divertido antihéroe victoriano llamado Harry Flashman. Sin olvidar tampoco, en el otro extremo del asunto, a idealistas como Robert Jordan, alias El Inglés, que volaba puentes para la República, o como Sydney Carton, que ofreció su mano a una muchacha asustada a la sombra de la guillotina, o como Gabriel, que episodio tras episodio nos cuenta la gran aventura épica de su vida y de su patria. Todo eso, faltaría más, considerando también la cara sombría, el lado oscuro de la que a menudo es una misma moneda: aquellos a quienes la vida pone al otro lado y que, a veces, pese a no ser los hombres más honestos ni los más piadosos, atrapan al lector con mucha más intensidad que los héroes de corazón puro: Ruperto de Hentzau, Bois-Gilbert, Conrado de Monferrat, el capitán Levasseur, Latour d'Azyr, Garfio, Rochefort, Eric, Fantomas, y dos mujeres -permítanme, caballeros, esta pequeña referencia íntima- que fueron piezas clave en mi educación sentimental : la bella y enigmática Milady de Los Tres Mosqueteros y la Irene Adler de Un escándalo en Bohemia. Me refiero a La Mujer, querido Watson.

Déjenme encender otra pipa, y continúo. Gracias. Iba a decirles ahora que, bueno, que siempre hay una primera vez. Un primer deslumbramiento. Igual que ocurre en la vida, un día estás junto a alguien, o abres un libro, y de pronto dices: este fulano me gusta. Lo adopto como amigo, me lo quedo.
En las novelas eso tiene la ventaja de que los riesgos, hasta cierto punto, son controlados. Y puedes escoger con más elementos de juicio que en la vida real. Tal vez por eso algunos elegimos nuestros mejores amigos, incluso nuestros odios y nuestros amores, a partir de las páginas de una novela.
Antes hablé de educación sentimental -les sorprendería saber hasta qué punto aquellas dos mujeres marcaron mi vida, amén de una tercera que conocí joven, cuando visitaba a mi primo Joachim en cierto sanatorio de montaña-; pero mucho más decisiva fue la educación personal que adquirí compartiendo viajes y aventuras con otros personajes.
Igual que los primeros amores, los primeros amigos no se olvidan nunca; y lo bueno que tiene el paso del tiempo es que ayuda a mirarlos de otra manera, con ojos diferentes, y entiendes cosas que antes sólo intuías, o ignorabas. Hubo un joven aprendiz de mosquetero, por supuesto.
En el principio fue la espada; y eso imprime carácter.
Pero es que, además, en torno a una espada o a una aventura cualquiera, los amigos son fundamentales; y ningún otro género literario ofrece, como éste, tan escogido manojo de amigos leales, resueltos a seguirte hasta las mismas fauces del infierno: Yáñez, Porthos, Peterkin, los irregulares de Baker Street, los mohicanos Chingachguk y Uncas, los nobles caballeros de Camelot, los almogávares de Bizancio, la hermandad de arqueros amigos de Dick Shelton, los lobos de Mogwli en la batalla contra los perros jaros, Batanero y el pelirrojo Peters, Little John y el padre Tuck, los maestros de esgrima Cocardasse y Passepoil, los remeros que a bordo del Argo persiguen el Vellocino en pos del sueño del hombre calzado con una sola sandalia. Y entre los más queridos de todos ellos se encuentran, faltaría más, dos arponeros llamados Ned Land y Queequeg, y un pirata cojo con un loro en el hombro -"Piezas de a ocho, piezas de a ocho"- que me mostró las imprecisas fronteras que median entre el bien y el mal, y que además me hizo descubrir uno de los ingredientes fundamentales en la literatura, en la ficción, en la imaginación y en la vida: la importancia del escenario.
Me refiero al viaje, el mar, el espacio o la tierra desconocida que huelen a peligro y a aventura. La terra incognita.
Ya se trate de un viaje buscado, como el de Hernán Cortés bajo la lluvia de Taloc, Lope de Aguirre en pos del Dorado, o Claudio Bombarnac a través de la estepa rusa; de un gaje del oficio -los marinos del Narcissus, el capitán MacWhirr o el joven que cruza su primera línea de sombra-; o de los viajes forzosos, accidentales, casuales, que emprenden James Dury, señor de Ballantrae, Ben Hur, David Balfour, Peter Hardin el cazador de barcos, John Tenchard, el egipcio Sinuhé, los niños por cuya causa terminan ahorcados los pobres piratas de Huracán en Jamaica, el joven Singleton, Humphrey Van Weyden, a quien vuelven marino a la fuerza a bordo de Ghost, o el mimado y jovencísimo millonario Harvey Cheney, que descubre por accidente la rudeza del mar, del trabajo y de la vida.
Quiza, fíjense ustedes, me hice a la mar por causa de algunos de ellos, y ahí está el origen del largo viaje que hoy me ha traído hasta la veranda de este hotel malayo donde, por cierto -llamen al mozo, por favor- compruebo que se está terminando la ginebra.
De cualquier modo, no puedo seguir hablando de este tipo de gente, de los compañeros de viaje, sin mencionar al bisabuelo de todos.
Al que primero me hizo ver más allá del mero relato, enseñándome que la vida es una encrucijada fascinante, una aventura de límites imprecisos donde todo se relaciona entre sí, donde el clavo de una herradura puede costar un reino, y donde el verdadero héroe es aquel que, consciente de su destino, viaja, navega, pelea lúcido -la lucidez es condición imprescindible p ara todo auténtico héroe cansado- bajo un cielo desprovisto de dioses propicios.
Me refiero a Ulises, rey de Itaca, el de los muchos caminos.
Viajo con él desde que lo traduje línea a línea, en un pupitre del colegio. Lo conozco, y gracias a él me conozco a mí mismo.
Ulises, héroe voluntario en la guerra de Troya, se convierte en héroe involuntario en el azaroso viaje de regreso a su isla natal. Porque lo que a esas alturas de la vida pretende Ulises es regresar junto a Penélope y envejecer tranquilo, contándole a su hijo Telémaco y a sus nietos, como el abuelito Cebolleta -como yo a ustedes ahora, caballeros- la historia de aquella noche en que salió del caballo de madera junto a camaradas valerosos y crueles como él, y se hartó de degollar troyanos.
En Ulises y en su aventura descubrí de modo consciente, por primera vez, todos los elementos que nutren la literatura de aventuras y también la vida misma; tal vez porque son los que reinan en el corazón y en la memoria del ser humano, del mismo modo que todos los ingredientes de treinta siglos de literatura -espero que sepan ustedes disculparme la cita culta- estaban ya contenidos en la Poética de Aristóteles.
Hablo del viaje, el mar, la tempestad, el naufragio, el monstruo, el peligro, la tentación, la mujer perversa, la mujer noble y abnegada, el valor, la astucia, la ambición, la amistad, la lealtad, la justicia, el arco que nadie más puede tensar, la nodriza y el viejo perro fiel que te reconoce.
Y sobre todo, la más atroz y práctica conclusión para un lector de trece o catorce años: el héroe de la novela de aventuras o de la vida misma nace cuando, enfrentado al azar o al destino, invoca en su auxilio a los dioses y no acude nadie; así que no tiene más remedio que arreglárselas como puede.
Y al final, a veces, en la última página, descubrimos estupefactos que el Corsario negro está llorando, sentimos que es demasiado peso en la gruta de Locmaría, vemos arder la Bounty frente a la isla de Pitcairn o comprendemos, al fin, la sombría soledad del capitán N emo.

Se hace tarde, se acaban la ginebra y el tabaco, la luz del quinqué está extinguiéndose y los mosquitos me acribillan vivo. Pero no quiero irme a dormir, caballeros, sin hablarles de la materia principal de la que para mí están hechas las aventuras y los sueños: el mar.
No en vano, fíjense, llevo estos cuatro galones dorados en la bocamanga.
Más que el aire -nunca me interesó mucho ese medio, aparte Cinco semanas en globo, De la tierra a la luna y alguna historia así, porque mis héroes siempre tuvieron los pies en la tierra o en la movediza cubierta de un barco-, el mar fue siempre desafío y camino, y desde su infancia, asomados a los puertos y a las orillas, los hombres aprendieron a soñar con las cosas remotas que albergan, sin saberlo, en su propio corazón.
Hablo de mi propio caso, si me toleran otra referencia personal al respecto.
A fin de cuentas, no es casual que la que tal vez es la mejor novela de aventuras empiece con un joven llamado Edmundo Dantés a bordo de un navío llamado Faraón. O que una de las obras cumbres de la literatura universal narre minuciosamente la caza de una ballena. O que la más hermosa historia escrita para jóvenes sea un viaje por mar a la isla de los piratas.
Y en todas esas novelas vinculadas al mar, caballeros, más aún que en ningunas otras, se cumple inexorable el gran ritual de la literatura, de la aventura y de la vida: el viaje peligroso mediante el que, quien se atreve a emprenderlo, progresa en el conocimiento de sí mismo y del mundo en el que vive.
Como en el juego de la Oca al llegar a la trigésimosexta casilla, como el peregrino medieval que llega a Santiago, como el alquimista afortunado al término de la Gran Obra, el héroe que sobrevive al encuentro con el buque fantasma acaba sabiendo más.
Y a su regreso ya no es el mismo: para bien o para mal, será incapaz de ver el mundo igual que antes de partir.
Ahora sabe lo que sus compatriotas, o vecinos, o familiares, ignoran.
Es -yo lo fui con cada uno de ellos, caballeros, tienen ustedes mi palabra- el joven Hawkins desembarcando a su regreso de la isla del tesoro, Tuan Jim dando sus últimos pasos en Patusán, Ismael agarrado al ataúd calafateado de Queequeg, Jasón y Medea reprochándose el pasado, D'Artagnan con su flamante casaca de mosquetero después de permitir que degüellen a Milady, Gulliver al final de su último viaje, con la amarga certeza de que los caballos son los únicos seres racionales...

Vuelvo a la cubierta del Pequod -y disculpen que en realidad apenas salga de ella-, porque en su mástil, caballeros, hundida a martillazos por el viejo y maldito Ahab, reluce el doblón de oro que premia el avistamiento de la ballena blanca.
A mi juicio, ése es el mejor símbolo acuñado de todo aquello que fascina a ciertos hombres y mujeres, y los arrebata de la seguridad, y los lleva a remar, como decía al principio de esta conversación, a bordo de una ballenera con el cuchillo entre los dientes y separados de la Eternidad por el escaso grosor de una tabla de madera, rodeados de estachas que tal vez los atarán a su propia carroza funeraria, para correr la aventura de la vida: la que impidió que el ser humano siga siendo un molusco atrincherado en el fondo del mar.
Cada vez que me detengo en la biblioteca y acaricio el lomo de los viejos libros que me llevaron lejos, oigo el rumor de la marejada y el lejano golpeteo del martillo del viejo capitán clavando esa moneda en el palo.
Miradla bien, decía Ahab. Y aquí la tengo. Si la froto con la manga, así, reluce como el oro de los sueños.
Y déjenme decirles una última cosa, caballeros. Compadezco a los hombres cómodos, resignados y razonables que nunca leyeron libros que estremecieran su corazón. Compadezco a quienes nunca se dejaron seducir y arrastrar por una moneda de oro, una mujer hermosa, un amigo fiel, una aventura descubierta en un libro.
Compadezco a los que nunca dormirán la paz eterna con todos los piratas, junto a la tumba donde se pudran ellos y sus sueños.

22 mar 2010

El fantasma del Bauer Arturo Pérez-Reverte

El fantasma del Bauer
XL SEMANAL - 22/3/2010

Volví hace unos días a Venecia.
Por razones profesionales, y por primera vez desde hace dieciséis años, estuve alojado en un hotel distinto al habitual.
El paisaje que esta vez pude apreciar desde las ventanas era también otro: la vista no incluía la laguna, la isla de San Giorgio y la boca del Gran Canal, como siempre, sino una parte de éste que va desde la iglesia de la Salute a la punta de la Aduana. Panorama espléndido, también, sobre todo cuando el sol poniente se refleja en el canal entre góndolas, lanchas y vaporettos, y la habitación se inunda de luz dorada, secular y mágica.
Me alojé en la parte antigua del hotel Bauer, el palazzo; y sin pretenderlo, cumplí un viejo deseo: dormir en el mismo hotel donde alguna vez estuvo Thomas Mann. Cuya Montaña mágica, en la edición de obras completas encuadernadas en piel azul de Plaza y Janés, lastró durante mucho tiempo mi mochila, releída varias veces por la ancha geografía de las catástrofes, donde -yo era el joven Hans Castorp, compréndanlo- en tiempos tempranos de lecturas todavía intensas, decisivas, empezaba a ganarme la vida.

Vaya por delante que en esa clase de asuntos soy poco mitómano. En Venecia, sin ir más lejos, detesto el Harry's Bar -es pequeño, soso e incómodo, y prefiero el Boadas de Barcelona- precisamente porque allí se emborrachaban Hemingway y cuantos pretendieron imitarlo acodándose en barras de bares sin tener su talento. Y me deja frío que en la brasserie Lipp de Paris, por ejemplo, comieran Sartre, Simone de Beauvoir o la madre que los parió.
Reconozco, sin embargo, que en Roma, siendo un polluelo casi implume, pasé una noche en el hotel de Inglaterra, gastándome una pasta, porque allí durmió Stendhal. Pero compréndanlo. En aquellos tiempos -quizá también ahora, aunque no estoy seguro- por Stendhal, Dumas, Thomas Mann, Homero, Virgilio y Joseph Conrad, yo habría hecho cualquier cosa.

El caso, volviendo a Venecia, es que esta vez me alojé en el Bauer. Gracias a Dios, o a quien sea, el Carnaval y sus horrores habían quedado atrás, y la ciudad recobraba su serenidad invernal por un tiempo, antes de verse anegada por el aluvión de la temporada alta. Todavía hacía frío y quedaban calles solitarias por las que internarse.
Anduve por la ciudad, como acostumbro, por las librerías, restaurantes y lugares habituales, trazando ahora las huellas de un episodio que, si hay tiempo y salud para ello, tal vez lean algunos de ustedes como aventura alatristesca dentro de un año, más o menos.
Y una de tales tardes, a la vuelta de una larga caminata, cuando el resplandor del sol poniente del que les hablaba antes, reverberando en el canal, se adueñaba de la habitación con un torrente de luz dorada, salí de la ducha. Entonces, mientras me vestía con la puerta del baño abierta -una puerta de madera antigua y barnizada-, vi algo reflejado en ésta.
Había una luz especial, como digo. Casi abrumadora.
Y también es cierto que el paseo que acababa de dar no había disipado por completo los efectos, en extremo benéficos, de una botella de barbaresco del Piamonte que me había calzado con los espaguetis de la comida, un par de horas antes.
Pero juro por la memoria de Frederick Rolfe, alias barón Corvo, que la vi. Allí, reflejada ligeramente borrosa en el barniz de la puerta, ondulante por el reverbero de la luz exterior: una mujer esbelta y desnuda que peinaba sus cabellos. Cómo sería de real la visión, figúrense, que fui hasta el cuarto de baño y eché un vistazo dentro, para asegurarme de que allí no había nadie.
Después, desconcertado, retrocedí hasta situarme en el mismo lugar donde estaba al principio. Entonces volví a verla: ligeramente difuminada en el barniz de la madera, peinando su pelo largo ante el espejo.
Me acerqué otra vez a la puerta, y cometí el error de tocar ésta, moviéndola. Entonces la visión desapareció.

Que me parta un rayo ahora mismo. Que nadie lea nunca una novela mía. Que se me fundan las teclas del ordenata, si no estoy contando la verdad.
Va en ello mi palabra de honor: esa mujer estaba allí, en el barniz de la puerta de mi habitación del hotel Bauer, bellísima en la luz dorada del atardecer veneciano. Ella y su contorno fantasmal, como si la vieja puerta conservara, impresa, la huella de una mujer hermosa que, en algún momento del pasado, se hubiese reflejado allí. Entonces supe -o confirmé, más bien- que ciertos fantasmas existen y que hay lugares singulares, luces y sombras que los albergan. Y que es nuestra mirada, con su temple de vida, libros e imaginación, la que los despierta y hace vivir de nuevo.

Canción del Mar Isleño

CANCIÓN DEL MAR ISLEÑO
Hay días en los que el mar

va a la playa a por tabaco,

se viste, se pone guapo

y se lanza a navegar.


Llega a la orilla y observa

cómo dan forma unos niños

a sus sueños de castillos

con dragones y doncellas.


Reconoce a un pescador

que de noche lo visita,

de lejos el mar lo cita:

sin hablar hablan los dos.


El sol lo quiere casar

disolviéndolo en la arena,

pero el mar no se encadena:

se echa de nuevo a la mar.


Le cubre la retaguardia

-desde tiempo inmemorial

está al servicio del mar-

una ola estrafalaria.


Cansado de navegar

llega a una roca y se tumba,

al sol le baila una rumba

y el sol se pone a gritar.


En un rapto de candor

las nubes cierran postigos,

para que no haya testigos

de la cólera del sol.


Saca un cigarro, lo enciende,

hacia todas partes mira

contemplando cómo gira

el destino de la gente.


Se va adormeciendo el mar

sintiéndose omnipotente,

poderoso, omnipresente:

por todas partes está.
J.M.Junco Ezquerra

Dia Mundial del Agua

lunes 22 de marzo de 2010
El Día Mundial del Agua en 2010


Cada 22 de marzo (desde 1993) se celebra en el planeta el Día Mundial del Agua para recordar la importancia de cuidar esa fuente vital en el bienestar de la población.
"ONU-Agua dedica el Día Mundial del Agua en 2010 al tema de la calidad del agua con el objeto de demostrar que en la gestión de los recursos hídricos la calidad de ese recurso es tan importante como la cantidad. Las actividades que se celebrarán durante el Día Mundial del Agua en 2010 estarán dirigidas a transmitir mensajes sobre la calidad del agua, los ecosistemas y el bienestar humano".

El Día Mundial del Agua en 2010 tiene por objeto:
Fomentar la concienciación en cuanto a la conservación de ecosistemas sanos y del bienestar humano abordando los crecientes desafíos en relación con la calidad del agua que se plantean a la gestión de ese recurso.
Dar mayor realce al tema de la calidad del agua exhortando a gobiernos, organizaciones, comunidades y personas en todo el mundo a que adopten medidas en relación con ese tema y realicen actividades de prevención de la contaminación, limpieza y rehabilitación, entre otras.

En Canarias un bien escaso debe ser mimado y protegido, con una concienciación clara que debe partir desde La Educación.

Hacemos la Paz?

¿CUÁNDO HACEMOS LA PAZ?



Cuando compartimos, ayudamos y respetamos

Hacemos la paz

Cuando acariciamos, damos alegría y solidaridad

Hacemos la paz

Cuando damos amor, cariño y no nos peleamos

Hacemos la paz

Cuando jugamos, reímos y cantamos

Formamos la paz

Cuando jugamos, reímos y cantamos

Formamos la paz

¿Hacemos la paz?

Algo para entretener

Con la A puedo cantar.



Con la Epuedo beber.



Con la Ipuedo vivir.



Con la O tengo color.



Con la U tengo la luz.







¿Te parece la A

un caballete de pintar



¿Te parece la E

un peine de bebé?



¿Te parece la I

un palito delgadín?



¿Te parece la O

una rueda de camión?



¿Te parece la U

la cuna de la luz?

21 mar 2010

La Via Europea del Best Seller

La vía europea al best-séller
ARTURO PÉREZ-REVERTE | La Vanguardia - 30/10/1998

Soy un novelista profesional, y teorizar sobre literatura se lo dejo a quienes tienen ganas y tiempo para ello, o a quienes viven exclusivamente de sentar cátedra sobre lo que escriben otros; del mismo modo que la faceta artística de la literatura -que sin duda existe- se la dejo a los artistas profesionales, expertos en angustias creativas y duchos en las fascinantes zozobras de lo sublime.
Yo me dedico a contar las historias que me apetece contar, y a hacerlo del modo más eficaz posible; así que me importa un bledo si la novela en general o en particular está muerta, o no.
En lo que a mí respecta, procuro que la mía siga viva, y eso me mantiene lo bastante ocupado como para no andar perdiendo el tiempo en dimes, diretes y chorradas.

Esta vez, sin embargo, debo hacer una excepción. Después del encuentro que tuve hace unos días en la feria del libro de Francfort con Ken Follet, algún amigo me ha pedido que defina un poco algunas de las ideas que allí apunté, ofreciéndome para ello, con toda gentileza, las páginas de La Vanguardia.
Así que en eso estoy ahora, dándole a la tecla en la esperanza de que esto no parezca una justificación ni nada por el estilo.
Que maldita la necesidad que tengo de justificar nada; pues todo autor consecuente con su propia obra se justifica muy a fondo, creo, en todas y cada una de las páginas que escribe.

Le decía yo en Francfort al señor Follet, más o menos, que toda novela es en principio respetable, desde Marcial Lafuente Estefanía a Dostoievsky, mientras haya un lector que encuentre en ellas diversión, reflexión, compañía, esperanza, sabiduría, consuelo o cualquiera de las innumerables posibilidades que ofrecen los libros.
En ese contexto, el llamado best-séller, etiqueta con la que a menudo, en un exceso de simplificación, se clasifican globalmente los libros más vendidos, constituye en principio un género tan digno como cualquier otro.
Hay que ser un perfecto bobo para exigir que doña Luisa, que apenas tuvo estudios, que se casó con un animal de bellota a los dieciocho años, que trabaja catorce horas diarias haciendo desayunos para marido e hijos, yendo a la compra, preparando la comida, fregando, haciendo la cena, termine su jornada dedicando un rato cada noche a leer el Ulises, de Joyce.
Bendita sea para ella Corín Tellado, si eso la hace evadirse, y soñar, e imaginar otras vidas. Y tal vez, pues los libros son al fin y al cabo como las cerezas, que tiras de uno y terminan saliendo otros, eso la lleve un día a leer otras cosas. Y si no, pues qué diablos. Tampoco pasa nada.

Mejor que las teleseries
Quiero decir con eso que todo libro puede ser útil, y nadie tiene derecho a despreciar el trabajo de nadie, ni sus consecuencias.
Y en ese contexto, el best-séller, entendido como novela popular en su más primario sentido, que es el de entretenimiento o aventura, resulta perfectamente legítimo y respetable si está bien hecho.
Incluso el tan denostado best-séller anglosajón puro y duro, de usar y tirar, que apunta como mucho a una fugaz trayectoria cinematográfica, cumple una función de entretenimiento nada desdeñable, que por supuesto es siempre preferible a una estúpida serie de televisión a base de policías y señores de Arkansas, aunque a primera vista parezcan lo mismo.
Pero es que, además, dentro de tan amplio género se han producido obras notables, como Shogun, de James Clavell, el Chacal, de Forsythe o, en otro registro, las novelas de John le Carré, incluyendo Los pilares de la tierra, del propio Follet.
De cualquier modo, lo que el best-séller anglosajón posee son unas técnicas narrativas altamente eficaces, que arrancan tanto de la novela popular europea del XIX como del lenguaje cinematográfico.
Unas técnicas muy interesantes cuyo estudio y aplicación, al menos como referencia, resultan de extraordinaria utilidad a la hora de abordar cualquier materia novelesca de un modo actual, para un público lector que posee -obviarlo es una estupidez suicida- una amplia enciclopedia audiovisual en continua recarga y evolución. Entendida la novela, por supuesto, como se entendió siempre y como algunos -sobre todo los lectores, que es lo que cuenta- seguimos entendiéndola todavía: el planteamiento de un problema narrativo basado en acción, pensamiento, o la combinación de ambos, y la resolución de ese problema mediante las herramientas más eficaces, trama, personajes, estilo y estructura, que el autor sea capaz de aplicar en su trabajo.
Porque -y esa es otra- por mucho arte, talento, imaginación y demás dones estéticos o divinos de que disponga el novelista, sin trabajo riguroso y disciplinado n o hay nada que rascar. Y, pese a lo que afirmaba recientemente algún exquisito e imprescindible novelista de diseño, las novelas no se escriben picoteando de flor en flor, un poquito hoy y otro poco el mes que viene, a base de inspiración divina y de hacer vida de escritor en mesas redondas, talleres literarios, columnas periodísticas y barras de bares de moda.
Se escriben echándoles muchas horas, y días, y meses de constante disciplina y trabajo.

Dicho todo lo cual, y respetando a todo el mundo, se impone puntualizar un par de cosas. Y precisamente ese par de cosas son las que me llevaron hasta Francfort para conversar con el señor Follet, pese a que tengo a gala no frecuentar ese tipo de eventos.
La principal es que, dicho con todos los respetos, no hay que mezclar las churras con las merinas. Quiero decir que quien sitúe El ojo de la aguja y El nombre de la rosa, ambas indiscutibles best-séllers, o La tapadera y El perfume, o El exorcista y Peón de rey en un mismo paquete, es un perfecto simple y un cretino.
Porque frente al clásico best-séller anglosajón, frente a un planteamiento novelesco que tiene por objeto exclusivo el mercado, y donde pocas ambiciones suelen plantearse más allá del aquí te pillo y aquí te mato, frente al huérfano ejercicio de la acción y el entretenimiento sin más pretensiones que lograr impactos rentables en las listas de más vendidos, frente al todo vale prepotente y descarado sin otro sostén que las cifras del enorme mercado en lengua inglesa, a menudo la novela europea con éxito de ventas posee en buena parte, y ganado por derecho propio, un amplísimo margen de independencia y de calidad perfectamente compatible con las ventas masivas, y que es al mismo tiempo fiel a sus propias raíces y a su memoria.
Y que además goza del respaldo del número de lectores suficiente, pese a los agoreros y a los enterradores prematuros, para justificarla y sostenerla con plena salud.

No podía ser de otro modo, por otra parte. En el panorama de la novela actual, frente a conceptos culturales en materia novelística limitados en el tiempo y el espacio, que a veces rozan el ombliguismo insular, como en el caso británico, o huérfanos -y a veces manifiestamente bastardos-, como el norteamericano, cuya memoria colectiva directa tiene menos de trescientos años pese a la pervivencia en ella de tradiciones muy importantes, la novela vocacionalmente europea, entendida ésta como un amplio paisaje cultural que incluye Iberoamérica y no excluye absolutamente a nadie, cuenta con un denso y riquísimo pasado a sus espaldas.
Una herencia de tres mil años de solera que nace en la Biblia y la cultura mediterránea oriental, pasa por Grecia y Roma, llega a España y al sur de Europa enriquecida por el islam, florece en la latinidad medieval y el renacimiento, viaja a América en naves españolas y retorna en forma de barroco para estallar en una inmensa fiesta de ideas y de posibilidades en los siglos XVIII y XIX.
Es precisamente ese contexto, ese paisaje, el que hace posible una novela actual europea, respaldada por toda aquella historia y memoria, que puede plantar cara con pleno éxito a la invasión del huérfano bastardo, apunté antes- best-séller anglosajón a palo seco.

Las armas del enemigo
Otra cosa es que se haga o no se haga.
Otra cosa es que muchos novelistas europeos, a menudo dispuestos a escribir para el qué dirán de ciertos críticos y mandarines que tienen secuestrada la cultura desde hace décadas, sigan siendo víctimas de sus propios complejos; y que en países como Alemania e Italia se resignen a abandonar la cabecera de las listas de ventas a las traducciones de best-séllers norteamericanos, como si escribir historias y que la gente las lea fuese algo de lo que un escritor deba avergonzarse.
Otra cosa muy distinta sería que, en vez de pasarse la vida teorizando en debates televisivos y suplementos literarios y llorando sobre el presunto cadáver de la novela, los escritores europeos no se resignaran a pasar por el aro de la crítica "culturalmente correcta" y volvieran la vista hacia ese inmenso caudal narrativo, hacia esa larga tradición e inmensa memoria que es su orgullo y su fuerza.
Y que aplicando, eso sí, técnicas narrativas eficaces, modernas, extraídas sin complejos del mismo cine o la misma literatura anglosajones, consolidaran un género de novela de amplias ventas y futuro, que goce del respaldo de sus lectores y tenga, al mismo tiempo, posibilidades de librar en el exterior la batalla de una literatura europea capaz de competir en el mercado internacional con la dignidad de su rica memoria.
Usando, ¿por qué no?, las mismas armas del enemigo. Haciendo compatibles tradición, profundidad y entretenimiento.

La prueba de que ese puede ser el camino que sostenga y revitalice la narrativa europea es que -como resulta fácil apreciar si se sigue la evolución de tiradas en países como España en los últimos diez años, con cifras impensables hace veinte- los lectores responden de forma masiva, calurosa, cuando se les plantea ese tipo de oferta narrativa de calidad, referida a su propio ámbito cultural y a su memoria.
La prueba, por hablar sólo de tres títulos recientes, es la acogida entusiasta en España, en decenas de miles de lectores, a la magnífica novela El hereje, de Miguel Delibes; a Peón de rey, de Jesús Fernández, o a la extraordinaria El lápiz del carpintero, de Manuel Rivas.
Y no me refiero a novela histórica forzosamente, sino a novelas de muy diversa índole que incluso al tratar el presente se asientan en una tradición larga y hermosa: la de los miles de años que nos hicieron posibles y que José María Guelbenzu, en un artículo publicado hace pocos días, destacaba con especial lucidez. Novelas que -y esto es fundamental- en España alcanzan mayor cifra de ventas que las de Ken Follet.
Novelas asentadas en una memoria, no lo olvidemos, que también resulta atractiva para el mundo anglosajón y norteamericano, donde Europa sigue fascinando e interesando -¿qué novela más europea que la extraordinaria V, de Thomas Pynchon?- y donde, además, la creciente penetración hispana del sur, que lleva consigo su propia memoria latina, crea grandes posibilidades a medio y largo plazo.

El sistema americano
El principal obstáculo en Estados Unidos sigue siendo que allí, donde un sistema comercial eficacísimo es capaz de poner en el mercado internacional de lengua inglesa, de forma masiva y en pocos días, cualquier libro con vocación de muy vendido o muy leído y donde pese a la usual ordinariez del mercado existen, sin embargo, notabilísimos vínculos de memoria histórica europea que incluyen amplias comunidades cultas italianas, judías, etcétera, las editoriales suelen carecer de lectores cualificados capaces de rastrear, leer y descubrir novelas en otras lenguas que la inglesa.
Y eso, dificulta la penetración. Aunque las cosas están cambiando y la presencia de autores en lengua castellana, o española, que dicen allí, es cada vez más intensa.

En cuanto a la vieja Europa, yo creo que sólo en el aprovechamiento de la tradición está el futuro; pues eso permite a quien escribe hacerlo con el aplomo de saber de dónde viene y adónde va.
Picasso es imposible sin Velázquez, sin Rembrandt, sin Brueghel. Nadie, salvo los soberbios, los cretinos o algunos "bobenzuelos" a quienes vuelven locos los elogios de críticos cantamañanas, puede creerse de veras capaz de escribir nada que merezca la pena o que perviva cuando se trabaja con una memoria literaria o cultural que empieza en Kundera o en la última película de Tarantino.
Cervantes, Shakespeare, Tolstoi, Dostoievsky, Galdós, Valle, Stendhal, Quevedo, Virgilio, Homero, Dickens, Dumas, Stevenson, Melville y todos los otros, los de siempre, los viejos maestros que nos enseñaron a contar historias como siempre se contaron, siguen siendo necesarios antes de dar el primer teclazo; porque en ellos obtenemos el aplomo y el equipaje y en ellos afinamos las armas de la lengua, el estilo y la estructura.
Y la novela europea todavía puede ser algo más que asaltar una gasolinera porque la vida no tiene sentido, o quedarse seiscientas páginas mirándose el ombligo... ¡Qué diablos!
Quienes no tienen nada que contar, y encima pretenden que la gente pague por leer los avatares de un vacío personal que no interesa sino al autor mismo, harían mucho mejor en dejar libres las mesas de novedades y dedicarse a otra cosa.
Y quienes sí desean hacerlo, quienes de veras tienen historias hermosas que escribir para que miles de desconocidos reflexionen, gocen, sientan, comprendan, vivan más vidas y las añadan a la propia, deberían abordar la tarea sin complejos y más pendientes de su trabajo que de lo que dirá tal o cual crítico al día siguiente. Para eso, naturalmente, es necesario desvincularse de los clanes de compadres, de los mercachifles y los parásitos que se autoadjudican el papel de árbitros y convierten las páginas de cultura de los diarios en feudos personales, y trabajar sin complejos con la certeza de que, en literatura, el lec tor es el único que, después del naufragio, cuando por fin el mar se cierra sobre los mástiles del "Pequod", reconoce a los suyos.

A base de recrearse en su propia agonía, de escribir y aplaudir novelas basadas en personajes incapaces de escribir una novela, cierto tipo de gente mató la novela en Francia y en Italia y han estado a punto de matarla también de verdad en España; no por agotamiento del género, como equivocadamente creen algunos, sino por el imperio del esnobismo y la gilipollez y la vacuidad elevada a teoría literaria, a obra maestra imprescindible y a pequeña miniatura imperecedera.
No todos tenemos mala memoria, y además las hemerotecas están llenas de definiciones como esas, aplicadas por críticos que siguen pontificando impávidos en ciertos suplementos literarios -los mismos que antes afirmaban que Faulkner y Benet eran el canon- elogiando obras y autores "imprescindibles" que, a los dos meses, todo el mundo, y con justicia, olvida piadosamente. Y, al contrario, son ahora algunos de sus ahijados, compadres y pupilos quienes, poco a poco, cada vez con menos complejos -el autor que dice no importarle vender libros miente como un bellaco-, recurren a estructuras y lenguajes tradicionales, al género policiaco como sostén de la trama, a la historia como memoria y clave del presente, al paisaje cultural común iberoamericano, y miran alrededor para contar novelas como siempre se contaron.
Novelas que pretenden abarcar una parte del mundo narrando una historia con planteamiento, nudo, desenlace y con los puntos y las comas en su sitio.

Por fortuna, no todos se "benetizaron" en España por una palmadita en la espalda y un elogio en las páginas de turno. Y hubo gente que se arriesgó, con suerte o sin ella
.Y gracias a la resistencia individual opuesta por nombres como Mendoza, Marsé, Sampedro, Torrente y algún otro, la novela de toda la vida, la escrita como Dios manda, siguió viva aquí, mantuvo el cordón umbilical con sus lectores de siempre y pudo enlazar con una generación de novelistas más jóvenes que, con una oferta variadísima, constituyen hoy un sólido núcleo de una veintena de nombres que en su mayor parte son, o serán, perfectamente exportables y traducibles.
Por ese camino, la vieja Europa, o al menos la parte que nos toca de ella, puede en mi opinión enarbolar, con absoluta tranquilidad, pabellón propio. Porque best-séller como definición de libros más vendidos, de acuerdo.
Nada que objetar al término, porque en él caben Ken Follet, Mendoza, Sepúlveda, Eco, Martín Gaite, Le Carré, D'Ormesson, Prada, Grisham, Marías, Gala, Terenci, Vázquez Figueroa, Clancy, Sampedro, King, Rivas, Baricco, Marsé, Almudena y tantos otros.
Libros de éxito, vale. Todos en las librerías, y bendita sea la época en que cada lector puede escoger lo que cuadra con su gusto y no verse obligado, como en otro tiempo lo estuvimos, a exiliarse en novelas extranjeras o en los clásicos, renunciando al presente o sintiéndose miserable porque se aburre con Herrumbosas lanzas.

Todos en las librerías y en las listas, digo, pero cada uno en su sitio. Por mucho que se empeñen los malintencionados y los imbéciles, ni Stephen King es lo mismo que Umberto Eco, ni Ken Follet lo mismo que Jean d'Ormesson, o que Antonio Gala.
Y además, Carmen Martín Gaite vende aquí más que Tom Clancy. Así que, mucho ojo. Todos juntos, vale. Pero no revueltos.
Y que el buen Saramago nos bendiga a todos.

DESVELO DE AMOR

Rayito de luna

Cuando ya no me quieras

Djumbai Jazz - jazz

No se que me das - fangoria

UN DIA CUALQUIERA EN EL INFIERNO - fangoria

ALGO DE MI - fangoria

Blues Brothers - Shake Your Tail Feather

http://www.youtube.com/watch?v=7Ka-rGmXr7A

Camaron La Primavera

http://www.youtube.com/watch?v=-nvYebPaWbU

A LAS FLORES



A las flores

Éstas que fueron pompa y alegría
despertando al albor de la mañana,
a la tarde serán lástima vana
durmiendo en brazos de la noche fría.

Este matiz que al cielo desafía,
Iris listado de oro, nieve y grana,
será escarmiento de la vida humana:
¡tanto se emprende en término de un día!

A florecer las rosas madrugaron,
y para envejecerse florecieron:
cuna y sepulcro en un botón hallaron.

Tales los hombres sus fortunas vieron:
en un día nacieron y espiraron;
que pasados los siglos, horas fueron.
Pedro Calderón de la Barca

PRIMAVERA


Primavera

Esta tarde, más o menos sobre las seis, entrará en nuestras vidas la primavera.
Un viejo poema de Calderón y una canción de Camarón a esta estación, nos ayudará a recibir con alegría el mejor tiempo del año.

SOBRESALTO

Sobresalto


Entonces sucede, usted lo sabe, son cosas nimias, sin trascendencia,
no salen en la tele, ni las dice la radio, usted sabe, son esas cosas,
esas pequeñas tonterías; usted ha apagado el pitillo, y el café,
ya frío, posos en la taza, helado como un rostro ajeno, o ceniza,
en la mesa, restos, la pieza de fruta, y la radio suena monótona,
se oyen gritos del de siempre, oh, los contertulios, y la carcajada
del gracioso, el amaneradamente simpatiquísimo que escupe,
y todos ríen, y usted, ya se sabe, son esas cosas que suceden a veces,
las decía aquel poeta, aquel raro, maldito algunos le llamaron,
ese que tenía un apellido tan largo como su soledad y su derrota
[en noches como ésta, cuando a usted, o a él, les venía como un vómito, ]
o una irrefrenable sensación de que nada era como está previsto,
[y no es posible salvo la quemazón infinita de las ausencias, derrelictos, ]
notas a pie de página que nadie leerá, o el simple aletear de un pájaro
[que se muere bajo las estrellas de una ciudad inexcusablemente vacía. ]

[Entonces, sí, entonces sucede, usted ya no mira, entrecierra párpados, ]
la radio ahora escenifica música para la madrugada, qué atenta,
se derrama usted en el sofá, largo, como un río o una orilla,
[mas allá de los alborotos, del recuerdo contrariado de un negador de síes, ]
más allá de los desencuentros entre su corazón y su palabra, lejano
[al gratísimo- oh, mi gratísimo amigo- afilar de cuchillos bajo sonrisas ]
extemporáneas, dúctiles, a tanto la hora, ya no. ya no.

Entonces sucede:
en el reflejo del ventanal que lo refleja,
se mira usted como si fuera otro y no se reconoce.
y se sobresalta.

20 mar 2010

Simon & Garfunkel Sound Of Silence Legendado

http://www.youtube.com/watch?v=VflKiZzb4h4

PROMESAS EN EL AIRE

Promesas en el aire
[Se ha venido la noche sin tu sonrisa, esa que despierta estrellas como pájaros,]
[Leve, tenue, apenas una sombra rozando las manos, lejanas manos que adivinas,]
[Un parpadeo que titila fugaz en su mismo irse o quedarse indeciso y breve,]
[La rozadura de un ala escondida en la copa más alta del árbol dormido.]

[Busco tu sonrisa por si viniera, por si aún no es tarde y la traes, alegre;]
[Definitivamente alegre bajo una capa de ternura que quisiera quedarse...]

[Detrás de los abalorios y los adornos que no son suyos, nunca lo fueron;]
[Entre un rumor pianissimo de acasos como promesas en el aire.]

Dones Cotidianos.

Dones Cotidianos
Si no fuera por las rosas, las nubes azules, el mar en calma,
Si no fuera por el horizonte de trigales miniados por el viento,
Si no fuera por las luces encendidas de las viejas chimeneas,
Por las ventanas iluminadas en las tardes del invierno largo,
Por los amaneceres lentos del café pausado y el aroma del pan,
Por las tardes tranquilas mientras se muere el sol en los tejados
Y caminan las gentes y las vemos y miramos al trasluz su paso,
Por las farolas de la noche encendiendo esquinas donde pasa
El perro del vecino, la mujer del capazo, el viejecito del cigarro,
Por las faldas al vuelo de cada primavera y los brazos al aire
De las eternas adolescentes presuntuosas de su cuerpo aún grácil,
Y los torsos desnudos de los muchachos siempre los mismos
Que transitan y ríen y cantan y alborotan porque la juventud
Ah, la juventud es siempre donaire y presteza y ventura.

Si no fuera por esos pájaros que aletean en la plaza, antes
De beber en la fuentecilla y saciarse y dorarse al sol lento,
Frío sol de este invierno de nieve y ventisca y lluvia,
Si no fuera por la vida, como un cántico o un presagio,
Afirmación hacia lo alto de verticales certidumbres en sosiego;
Vivir es ser cada día, cada instante, cada minutero, totalidad
Del mundo contenida en esta calma que atraviesa el domingo
Para donarme los dones cotidianos del crecer en síes
En tanto el mundo me habita y yo me entrego y lo alzo.

AROMA

Aroma
Se ha venido el perfume endulzado de la tarde;
Súbito y breve, en tornasol de luces vespertinas,
Presagio o júbilo, anuncio vesperal del día,
Zumeando en arriates vencidos del invierno,
Haciendo tiritar magnolios a punto del fruto.

Como un difuso tintineo sordo apenas audible,
Entre luces iniciando ventanas de la noche
Acompasado a estrellas titilando en la claror,
Aroma a espliego; jazmín y vértigo.


Ya será marzo cumplido cuando esplenda,
Alzado sobre la victoria presentida;
Hoy aún –sí, tan leve- es un bosquejo
Una silueta de limón y frambuesa
Entre los almendros que sueñan flores.

Vivaldi - Spring

http://www.youtube.com/watch?v=-4kTei0XrCs

SPRING (VIVALDI FOUR SEASONS)

http://www.youtube.com/watch?v=iSw7CcAXPWk

El Sueño

El Sueño
No le resultaba raro lo que le sucedía, porque le pasaba cada noche.

Se dormía y se ponía a soñar. Naturalmente el mismo sueño. Con las mismas personas y en el mismo lugar.

Sencillo y brevísimo. Llegaba a una casa que parecía abandonada y llamaba a la puerta. Le abrían. Entraba. Había cinco o seis habitaciones cerradas. Por los pasillos parecía circular gente a la que no conseguía ver.

Después entraba en un gran salón, en el que parecía haberse instaurado el abandono: telarañas, sillones cubiertos con sábanas blancas agujereadas, cornucopias semi caídas.

Entonces entraban dos personajes.

-Ya has regresado.-le decían con un gesto neutro-.
Él los miraba.
Y se despertaba.

Pero hoy en vez de despertarse ha respondido que sí.

18 mar 2010

Una intifada de navaja y macetazo ARTURO PÉREZ-REVERTE

Una intifada de navaja y macetazo
ARTURO PÉREZ-REVERTE | El País - 20/4/2008

En estos tiempos de códigos más o menos Vincis, de conspiraciones vaticanas y de tramas ocultas, regado todo con la inevitable agua llevada al molino de la política, el 2 de Mayo no podía quedar al margen.

En estos tiempos de códigos más o menos Vincis, de conspiraciones vaticanas y de tramas ocultas, regado todo con la inevitable agua llevada al molino de la política, el 2 de Mayo no podía quedar al margen.
Por eso, junto a historiadores de probada solvencia que aportan al bicentenario obras fundamentales para comprender mejor un tiempo decisivo para la España de entonces y la de hoy, aparecen también versiones pintorescas de los acontecimientos que desencadenaron la Guerra de la Independencia.
Historiadores o historietistas de variada casta, sin recurrir ni siquiera al recurso -que casi todo lo justifica- de la ficción, vuelcan en la fecha del 2 de Mayo las más peregrinas interpretaciones personales: desde quien plantea el conflicto como una primera guerra civil entre españoles, anacronismo que hace llevarse las manos a la cabeza a los historiadores serios, a quien pretende demostrar, no ya que los madrileños se alzaran directamente por la Constitución de 1812, sino por la de 1978, o casi.
Sin que falte algún historiador profesional que -a qué pasar hambre, si es de noche y hay higueras- presenta libro, pretendidamente riguroso, bajo el reclamo publicitario: Las tramas secretas de la insurrección.

Nada de eso es malo, por supuesto. Está bien que circulen opiniones diversas, artículos y libros, y que el lector curioso o especializado disponga de variados puntos de vista para establecer su propia idea del asunto.
El tiempo y los verdaderos historiadores ponen siempre, al fin, cada cosa en su lugar. Eso ocurre ya estos días con la difusión de trabajos admirables como los del teniente coronel José Manuel Guerrero Acosta o la historiadora Carmen Iglesias -magnífico, su ensayo breve La tragedia de la inteligencia-, la publicación de ensayos solventes como el José Bonaparte de Manuel Moreno Alonso o el Dos de Mayo de 1808 de Arsenio García Fuentes, entre otros, y la reedición, o feliz permanencia en las mesas de novedades de las librerías, de títulos fundamentales como La guerra de la Independencia, de Miguel Artol; El Dos de Mayo, mito y fiesta nacional, de Christian Demange; o El sueño de la nación indomable, de Ricardo García Cárcel.

A juicio del simple lector que soy, el valor singular de las obras citadas es que sus autores saben, o supieron, mantener las distancias con el lugar común de la nación en armas unida y solidaria como un solo hombre, poniendo límites al alcance del mito que a los españoles de mi generación se nos inculcó en las escuelas de los años 50 y 60: resistencia numantina, patria y religión, lealtad colectiva y sin fisuras a la idea de una España unida en su rica diversidad, arma al brazo y en el cielo las estrellas, etcétera; capaz de ponerle camisa azul lo mismo a Viriato que al Cid Campeador, a Cervantes, a Daoíz o a Velarde.

El 2 de Mayo y la guerra de la Independencia fueron procesos complejos donde, como ocurre en todos los lugares del mundo, la mayor parte de los protagonistas se vieron arrastrados contra su voluntad y donde, paradójicamente, muchas grandes hazañas tuvieron justificación en el fanatismo e incultura de sus protagonistas. Ni todos los curas fueron trabucaires -no pocos obispos colaboraron con el invasor-, ni todos los guerrilleros fueron héroes -numerosos bandoleros y asesinos se justificaron bajo ese nombre-, ni todos los afrancesados fueron villanos oportunistas.
Además, los aliados ingleses se comportaron a veces con más crueldad y falta de escrúpulos que las tropas francesas. Y entre 1808 y 1814, los ejércitos españoles fueron de derrota en derrota hasta la victoria final, lograda a fuerza de coraje y tenacidad nacional, de una parte, y de ayuda británica, por la otra, mientras miles de patriotas voluntarios o forzosos eran sacrificados por la incompetencia, la desorganización, la insolidaridad y la mala fe tradicionales, tan propias de España y su gente.
Sin contar lo que vino después: el retorno del rey más infame de nuestra historia, la abolición de las libertades constitucionales y la demostración aplastante, en el sentido literal del término, de que en 1808 -o unos años antes, cuando todavía era posible, quizás, una guillotina en la Puerta del Sol- los españoles nos equivocamos de enemigo. Error del que, doscientos años después, todavía pagamos las consecuencias.

Frente a esas realidades probadas por autoridades solventes, el fatigoso rumor de la España épico-folclórica, levantada para defender, unánime y coordinada desde el primer día, nación y libertad, sigue como fondo del discurso de ciertos historiadores.
Algunos, como el profesor de la Complutense Emilio de Diego, parecen incluso haber descubierto -en eso se basa, al menos, la promoción de un reciente libro suyo sobre 1808-, que la guerra de la Independencia, a través del 2 de Mayo, empezó con una red de conspiraciones previas secretísimas y clandestinas; un aristocratismo difuso encabezado por militares, aristócratas y clérigos, que habría hecho las delicias de Dan Brown.
Todo eso, a pesar de que algunas de tales conspiraciones, las menos novelescas, son del dominio público hace tiempo -se conocen al menos cuatro, y ninguna fue más allá del proyecto, a veces disparatado-, de que casi todas fueron más bienintencionadas que reales, y de que ninguna llegó a consumarse nunca; ni siquiera el complot de los artilleros, el más serio, que implicaba a los capitanes Daoiz y Velarde con otros militares de poca graduación, y que fue desbaratado por el ministro de la Guerra, el afrancesado, luego colaborador de los invasores, general Gonzalo O'Farril.

El 2 de Mayo no fue resultado de tramas secretas ni conspiraciones patrióticas. Es cierto que agentes profernandistas alentaron en Madrid protestas y motines; pero, como han probado historiadores respetables, eso nunca fue más allá de pequeños incidentes.
Ni siquiera Fernando VII, indeciso ante Napoleón en Bayona, soñó con una guerra contra los franceses: su reacción al conocer la noticia fue de miedo y confusión, pues nunca habría osado llegar tan lejos.
De dar pataditas en las espinillas de Murat, lugarteniente del emperador en España, a una insurrección nacional previamente organizada, media un abismo que sólo la avidez oportunista de originalidad académica permite salvar.
En Madrid, los hilos los movieron el azar y la cólera. Y los redaños. Afirmar lo contrario es rebajar la gesta.
El pueblo que el 2 de Mayo luchó contra los franceses no estaba manejado por agentes secretos de Fernando VII ni del Gobierno británico, sino que su impulso fue espontáneo, impremeditado, desorganizado, y sangriento.
Fue un estallido de furia ante la injusticia francesa; la chispa de un altercado ante Palacio que prendió por la ciudad como reguero de pólvora.
Nadie lo esperaba tan grave; ni siquiera los protagonistas. La prueba es que todos los supuestos conspiradores de las supuestas tramas secretas se quedaron en sus casas mientras el pueblo encolerizado se juntaba en cuadrillas, daba la cara con navajas, macetas y armas de fortuna, corriendo de un lado a otro por la ciudad, siempre en busca, inútilmente, de alguien que lo dirigiera.
Cierto es que hubo un aristócrata y dos capitanes de artillería que se batieron, respectivamente, en la puerta de Toledo y en el parque de Monteleón; pero lo hicieron, como confirmaron luego amigos y compañeros, no como piezas de una trama, sino por cuenta propia; por pundonor y vergüenza torera.

El 2 de Mayo, un pueblo ingenuo e ignorante se batió en Madrid sin orden y solo, abandonado por su rey, por su Gobierno, por su Ejército y por las clases acomodadas, que se quedaron mirando desde los balcones, suspicaces, a aquella turba que trastornaba el orden público, y luego respiraron aliviados -lo cuentan testigos irreprochables como Alcalá Galiano- cuando la tranquilidad volvió a las calles. En aquella ciudad de 170.000 habitantes sólo tomaron de verdad las armas tres o cuatro mil hombres, mujeres y niños.
La lista de 413 muertos y 160 heridos prueba que la mayor parte de quienes pelearon desempeñaban oficios humildes: jornaleros, albañiles, panaderos, criados, mozos de caballos, aguadores, empleados, dependientes, chisperos, desertores, rufianes, putas, manolas: pueblo bajo que ese día salió a pelear, no movido por conspiraciones rocambolescas, sino porque había franceses a tiro de navaja, y la gente estaba harta de que se pasearan por Madrid como por su casa.
El 2 de Mayo sólo fue un día terrible de cólera local.
Una intifada de puñal, trabuco y macetazo; no un día de patria, nación y libertad. Todo eso vino después, a partir del 3 de Mayo y de la torpe y brutal represión francesa; cuando la nación entera se alzó en armas, en una guerra despiadada que cambió la historia de Europa.
Algo que quienes lucharon y murieron el 2 de Mayo en las calles de Madrid no habían imaginado siquiera.

17 mar 2010

Casta Diva -- Maria Callas (Best)

http://www.youtube.com/watch?v=MBW5a77wINQ

ETA siempre vuelve

ETA ASESINA A UN GENDARME EN FRANCIA


Un gendarme francés muere tras un tiroteo con tres presuntos etarras cerca de París

El Amor

El amor es cual pájaro rebelde al que nadie es capaz de domar
Nuestros ruegos a nada van a parar, si lo que a él se le antoja es rehusar.
Amenazas y súplicas nada valdrán.
Aquel hombre persuade; éste otro se calla.
Y es a éste, al que nada dice, al que quiero y mi corazón prefiere: el amor, el amor...
El amor es como un niño gitano que jamás supo de nada que sea la ley
¿Que tú no me amas? ¡Yo sí te amo! Y si yo te amo... ¡Mejor será que del amor te guardes!
El pájaro que prender hubiste creído batió sus alas y se alejó de ti...
Aunque distante quede tu amor, puedes esperar su regreso
¡Cuando menos lo esperas, a tu lado estará!
Y en torno tuyo, raudo y veloz, volará
Ahora bien, y ahora se va... para retornar
Te figuras tenerlo, pero te esquiva;
crees zafarte y él es tu dueño.

CARMEN -G.Bizet - María Callas

http://www.youtube.com/watch?v=mkcz3z-GZj8

25 Años de .COM

Miguel Hernández El Hambre

Miguel Hernández
El Hambre
Tened presente el hambre: recordad su pasado
turbio de capataces que pagaban en plomo.
Aquel jornal al precio de la sangre cobrado,
con yugos en el alma, con golpes en el lomo.

El hambre es el primero de los conocimientos:
tener hambre es la cosa primera que se aprende.
Y la ferocidad de nuestros sentimientos,
allá donde el estómago se origina, se enciende.

El hambre…
Tened presente el hambre.

Por hambre vuelve el hombre sobre los laberintos
donde la vida habita siniestramente sola.
Reaparece la fiera, recobra sus instintos,
sus patas erizadas, sus rencores, su cola.

Arroja los estudios y la sabiduría,
y se quita la máscara, la piel de la cultura,
los ojos de la ciencia, la corteza tardía
de los conocimientos que descubre y procura.

Entonces solo sabe del mal, del exterminio.
Inventa gases, lanza motivos destructores,
regresa a la pezuña, retrocede al dominio
del colmillo, y avanza sobre los comedores.

Se ejercita en la bestia, y empuña la cuchara
dispuesto a que ninguno se le acerque a la mesa.
Entonces sólo veo sobre el mundo una piara
de tigres, y en mis ojos la visión duele y pesa.

Ayudadme a ser hombre: no me dejéis ser fiera
hambrienta, encarnizada, sitiada eternamente.
Yo, animal familiar, con esta sangre obrera
os doy la humanidad que mi canción presiente.

Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,
los que entienden la vida por un botín sangriento:
como los tiburones, voracidad y diente,
panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.

MILANA BONITA


Milana bonita!, por fin vuelas libre


La lengua castellana anda de luto, aquel maravilloso "castellano", cercano a su pueblo y que pese a su fructífera carrera literaria tiró la toalla con la llegada del cáncer en el 98, nos ha dejado huérfanos de las palabras.
Su maravillosa y terrible historia de la España más negra y profunda, Los Santos Inocentes, llevada magistralmente al cine por Mario Camús, pervivirá junto con el resto de sus obras como uno de los más grandes del siglo XX y principios del XXI.

"Al palpar la cercanía de la muerte, vuelves los ojos a tu interior y no encuentras más que banalidad, porque los vivos, comparados con los muertos, resultamos insoportablemente banales".
"Permitamos que el tiempo venga a buscarnos en vez de luchar contra él". Miguel Delibes en la memoria

16 mar 2010

Arturo Pérez Reverte, el Titanic

33 - El 16/3/2010 a las 21:04, Dumi dijo:

A ver esos jovenzuelos de las letras que dicen que no les gusta las batallitas de Territorio Comanche, pues Arturo, Pérez -Reverte por el que ya dije que yo Ma-To, sabe muy bien lo que son las guerras, y no por ello me alegro ni mucho menos, quien va a una gurra no se va de excursión, es un deporte de riesgo como el que practica Paracaidismo y un dia no se le abre y se mata.
Es peor claro está, porque van a una guerra a la que nadie les ha preguntado, ni siquiera en un mapa sabrán donde está, muchos soldados jóvenes a la vista que no sacan ni la ESO y en el ejército les dan trabajo, entran sin medir muchas veces las consecuencias, con lo que se luchó para que los que no quisieran fueran Objetores de Conciencia, pero hoy todo es más dificil, porque antes no ibas a las guerras en ayuda humanitaría, (Eufemismo) ibas y te la jugabas. Ahora piensan,,,,no sé que piensan, porque cuando matan a alguno, entonces se dan cuenta donde están. Es como los reporteros, A Cousso no lo olvidamos pero él estaba allí y por eso lo mataron, no creo que unos desalmados que han volado las Torres Gemelas, etc se paren a pensar ,allí no que es un hotel. Lamentando mucho esos inciertos destinos, quien va debe saber que igual no vuelve, duro de asumir pero lo hay que hacer.
Los chicos soldados no, esos van porque están para eso. Me duele en el alma saber que llegan soldadoos muertos como aquel avión que se estrelló estando Trillo no sé si en Nicaragua o en San Salvador pero !VIVA!.
Imagino Señor Pérez -reverte que usted será de los miles que no le caerá bien ni pensará que lo hace bien Carmen Chacón, y yo pienso (a parte su misoginia) que si, y muy bien, solo que pensé que les extrañaría a los altos mandos, a la legión y al que lleva La Cabra pero no, hay suboficiales que dicen que es muy maternal, que habla a los soldaos como si fuera su madre, es decir quieren caña pero masculina que les digan a morir!!! si señor , señor, Herp.

Arturo Pérez Reverte

#32 - El 16/3/2010 a las 19:45, Dumi dijo:

Sr. Arturo Pérez Reverte: anoche escribí algo sobre ese acto y la bola de Nieve , nombrando a amigos y colegas suyos ,que para nada son Honrados Mercenarios como lo fue usted de Corresponsal de Guerra con aquel chaleco verde caqui, he estado en presentaciones de libros suyos en Las Palmas de Gran Canaria con D. Juan Cruz que sí fuimos muy honrados mercenarios en la Universidad de la Laguna, y me fijaba que siempre lleva usted los zapatos impolutos, embetunados como decimos aqui y de cordones perfectamente atados.
Le quería comentar, si es que usted lee esto, que estando en la RAE estará con D. Gregorio Salvador Caja, aunque no sé por la edad si en la RAE jubilan o no, Caja como le llamamos en La Laguna fue Decano de la Facultad de Filosofia y Letras, y seguro que usted le dice mi nombre y se acordará.
Momentos de Movimientos Universitarios, Guerra del Vietnam y muchas tardes le quemamos delante del decanato una Bandera Yanky ¿Qué por qué a él? pues porque era la que más cerca teníamos y además el Rector D. Benito, siempre defendió a sus estudiantes y no ibamos a dejarle el rectorado hecho un asco, y Caja que estaba en circunstancias de no querer saber nada de nosotros le caía el mochuelo. Pero sus exalumnos nos acordamos de él porque nos enseñó a estudiar Lengua de otra manera, eso si, siempre en plan desafiante. No sé que haría él en el titanic, músico no me lo imagino, pero director de orquesta si, y creo que se iría al fondo del Mar Helado con sus músicos. Preguntele a ver que le dice, es o era muy serio pero tb era muy irónico. y le da recuerdos. Saludos esta vez desde tierra Firme una vez llegada del Titanic,. Saludos señor Arturo y venga a Las Palmas a presentar el Asedio que no sabe usted el éxito que ha tenido y tiene.

El Titanic. Arturo Pérez Reverte

#18 - El 15/3/2010 a las 22:08, Dumi dijo:

Me parece muy bien que haga un artículo de una comida y café y puro, digo me parece porque total si le invitan pues está muy bien, me encanta ese regalo suyo de una bola de cristal que se agita y tiene nieve y dentro al Titanic, no deja ser una hipérbole, un barco como el Titanic encerrado en una bola que cabe en su mano.
Lo de la Orquesta que muere tocando me parece que tiene una magía tremenda, hombres que se pasan su vida entre música afrontan la muerte con ella, y no veo que sea nada esperpéntico querer poner una BSO al final de un Hecho tan tremendo como la Muerte.
Lo que diga Armas Marcelo, soy canaria como él, utilizando sus palabras Sr Arturo que soy very very fan suyo, pues eso lo que diga Armas Marcelo me la trae al pairo como diría usted de otra persona, es un pedante de las letras y habla sin decir nada, sorry porque su amigo Javier Marias tb es un baboso de las letras y me pregunto D. Arturo yo que por usted iría con los Tercios de Flandes a donde me enviara, que encuentra usted que es recio, tajante, poco o nada dado a hacer la pelota, a nadie está entre esos personajillos que van de sombra de un ciprés alargado, ya que nos dejó Delibes. Yo a usted le venero y como diría la Estebán por mi Arturo Ma-to, pero vigile sus amistades que igual le harán sombra, sobre todo el repelete Juancho...y no diga que no le avisé.

Muerte de Marilyn





Todos estos son algunos de los aspectos que van siendo progresivamente novelados a lo largo de la narración. Las sesiones de diván, "sustancia de la historia" como parece sugerir el título, no son mas que pequeñas pinceladas, momentos puntuales y es lo único que yo destacaría.

A medio camino entre la novela y el ensayo, ULTIMAS SESIONES CON MARILYN retrata la compleja relación entre la actriz y su psicoanalista. Para el autor de la historia, fué sobrepasar todos los códigos deontológicos hasta convertirse para ella en una dependencia psicológica y emocional, sin limite. De esta forma, el escritor ha accedido a la persona que se escondía tras la rubia que apasionaba a los hombres, al público y a los cinéfilos.

"La irreparable sensación de abandono que le procuró la ausencia de su madre desde los primeros momentos de su vida obligaron a Marilyn a querer existir a través de la mirada de los otros, su máxima ilusión era la de existir para alguien. Para hablar con Marilyn no era necesario llamar a su secretaria, ni a su agente, ni a su abogado. Se llamaba a su psiquiatra", dice el autor.

Greenson se convirtió en una especie de agente de la actriz. Pagado por los estudios, se encargaba de mantener a la estrella preparada para los rodajes. En algunos momentos fue su única cliente, con la que hablaba varias veces al día, aunque fuera de noche. La relación entre paciente y médico era tan estrecha que se llegó a insinuar la posible implicación de Greenson en la muerte de Marilyn.


Schneider, quien además de escritos técnicos es responsable de una notable biografía sobre el pianista canadiense Glenn Gould, encontró la manera de recrear los últimos treinta meses de la vida de la ex esposa de Arthur Miller, una ficción que le permitió establecer, sin faltar a la verdad, que las cartas con las que jugaba Marilyn estaban marcadas desde mucho antes del desenlace y también su relación con Greenson.


Observo claramente en el libro que a Schneider, el tiempo, el acceso a documentos y a grabaciones, le importa poco, o si los hermanos Kennedy abandonaron brutalmente la compañía ocasional de la diva, mucho menos si tuvo presiones de la Mafia o la Cia tampoco le quitan el sueño, solo que Greenson no soportó lo insoportable de Marilyn y, según él, hizo de madre adoptiva, enamorándose, y condenando así su terapia al fracaso. Se dio cuenta demasiado tarde y se escapó a Europa unos meses, tras la muerte de Marilyn, pero a su regreso sólo faltaba que alguien diera la vuelta a la última carta.


Greenson describe a Marilyn como nadie:


"Era una mujer desesperada y hermosa: esa es la mujer que aparece en la portada del ejemplar de la revista Playboy, en diciembre de 1953. Está en los ojos de todos. Su dolor era tan profundo que imantaba, hipnotizaba, atrapaba. ¿Qué nombraba su dolor? La insatisfacción que, si en la mujer no es una excepción, se hace intolerable para alguien anestesiado. El amor era para ella la mejor anestesia, pero mucho mejor si se combinaba con champán, morfina o nembutal."

ULTIMAS SESIONES CON MARILYN retrata el dueto Greenson-Monroe, como dos seres excepcionales que no debieron haberse conocido nunca.

Existe una frase en el libro que me impactó, dice mas o menos esto:

"La muerte fue la única cosa que podía separarles, fué una historia de amor sin amor, con abandono, malentendidos y desconocimiento, como sucede en todo romance en el que se acaban destruyendo el uno al otro".

Muerte de Marilyn


SESIONES CON EL DR. RALPH GREENSON.





Asumiendo que Marilyn Monroe, ha sido y es el gran icono femenino por excelencia del siglo XX, y que trasciende del ámbito puramente biográfico y artistico, para interesar también en aspectos de índole social y política, creo que fueron estos los “principios fundamentales” que constituyeron el andamiaje de aquella voluminosa novela de Joyce Carol Oates, "Blonde", donde se recreaba la vida de Norma Jean Baker. Y, en buena parte, también son los mismos elementos de la obra del psicoanalista francés Michel Schneider; " ULTIMAS SESIONES CON MARILYN ", finalista del prestigioso Goncourt.

En esta historia novelada, tanto en sentido literal como figurado del término, Schneider logra trasmitir la ilusión de encontrarnos ante un documento de investigación. Tal vez sea precisamente su diseño narrativo lo más interesante de la obra, pues el lector debe plantearse en cada página si lo leído es real o fruto de una imaginación. Los diálogos, obviamente, son ficticios, pero me asalta la duda sobre la veracidad del encuentro recogido. Incluso la sección “Lecturas”, referida a las fuentes de las que bebió el autor, me llevan a un gran desconcierto, pues por una parte se nos dice que;

“Las palabras que aquí se ponen en boca de Marilyn Monroe… provienen de diferentes fuentes: biografías, entrevistas, etc... Si los diálogos, opiniones y cartas han sido inventados por otros, nada tiene que ver el autor de esta novela,…”

No entiendo esta apreciación como censura, sino todo lo contrario, pues es el juego de veracidad-ficción lo más interesante de la obra… desde una perspectiva exclusivamente literaria, claro está. En cierta medida, el autor lleva a la práctica la vieja máxima y muy utilizada por los que han escrito sobre Marilyn:

“Pon fecha y lugar a una mentira y la convertirás en realidad”.

El orden no es cronológico y tampoco todas tienen como protagonista a Marilyn, pues el proceso de la terapia y el propio psicoanalista, Ralph Greenson, funcionan como motor y personaje secundario de la historia. Pero todavía hay algo más, pues el propio proceso de escritura responde a condicionantes propios del género negro; y no me refiero al luctuoso desenlace de la protagonista, sino a las supuestas particularidades que condujeron a la redacción de la novela. En ULTIMAS SESIONES CON MARILYN, Michel Schneider da un giro, una vuelta de tuerca al alabado “New Journalism”, como Truman Capote, en sus tiempos de gloria, y logra atraparnos con la expectación de una trama, haciéndonos olvidar que conocemos el desenlace. La relación que describe entre paciente y enfermo, es para mi lo mas interesante.

De todas formas he querido mostrar el fondo de la obra de Schneider, y se debe fundamentalmente a que nada nuevo se añade sobre la actriz:

El prematuro abandono de la madre

La irresistible necesidad de ser amada

El miedo al rechazo

La incesante búsqueda de la figura paterna entre sus maridos

La Muerte de Marilyn Monroe



Otro testigo de la existencia del cuaderno fue Mike Rothmiller, que trabajaba en la Unidad de Información sobre el Crimen Organizado a fines de los años setenta. En un archivo y dentro de la carpeta dedicada a Marilyn Monroe encontró una copia del diario. La mayoría de las anotaciones eran sobre conversaciones mantenidas con John Kennedy y Robert Kennedy.
Los temas iban desde Rusia, Cuba, la Mafia y finalizaban con Sinatra. En él se refería a Castro como Fidel C. Esta manera de referirse a Castro confirma en cierta forma lo que siempre han sostenido otros investigadores. Pero hay más indicios para suponer que la historia de un diario o, al menos, papeles comprometedores es totalmente real.
Un mes justo antes de morir, Marilyn había retirado los documentos que tenía depositados en la A-1, de "Lock and Safe Company", para guardarlos en su casa, probablemente en el archivador de la habitación de huéspedes, cuya cerradura apareció violentada la mañana del domingo 5 de Agosto. Se sabe que varias personas estuvieron revolviendo sus pertenencias esa noche.
Se ha dicho que Peter Lawford estuvo allí principalmente para limpiar evidencias que la vincularan con los Kennedy; Pat Newcomb, su secretaria, según declaraciones de Norman Jeffries, estaba histérica buscando cosas y tuvo que ser retirada del lugar por la policía y Harry Hall que acompañó a Joe DiMaggio a la mañana siguiente, asegura que el ex marido de Marilyn, anduvo buscando lo que él llamaba un libro, o un cuaderno grueso, pero había desaparecido, junto con muchas notas personales, de los lugares en los que ella solía depositarlos.

El detective privado Fred Otash fue entrevistado en 1985 por la periodista de ABC Sylvia Chase, declarando que había instalados micrófonos en casa de Marilyn y que no estaba seguro, pero creía que fué por encargo del jefe del sindicato, Jimmy Hoffa, que se la tenía jurada a los Kennedy, en particular, a RFK, Fred Otash contó también en la citada entrevista que había muchas cintas del fiscal general y Marilyn haciendo el amor, y una discusión terrible el mismo día de su muerte. Dijo que estaban en el dormitorio de la actriz y ella gritaba:

"¡Me han pasado de uno a otro! ¡Fui usada! ¡Me siento un pedazo de carne!".

Por su parte, Kennedy decía:

"¡¿Dónde está?, ¿Dónde mierda está?! ¡Debo tenerlo! ¡Mi familia te pagará!"

Mientras se oían ruidos característicos de estar revolviendo la habitación. La discusión terminó con sonidos de golpes físicos, seguidos por los gritos de ella ordenando que salieran de su casa.

Yo, considero que el diario de Marilyn duerme actualmente el sueño de los justos en los archivos generales de la CIA, con una enorme observación que dice "TOP SECRET". Esa es mi opinión y no me alejaré nunca de ella, porque la considero la mas lógica.

La Muerte de Marylin Monroe








Nada puede tener mas interés para los que la llevamos en la mente y el corazón, que todo esto va a volar en miles de direcciones por todo el Planeta.... y al menos por una vez, va a prevalecer la verdad sobre las mentiras que se han escrito....

!Mi querida niña..........

Descansa en paz!













Puede que muchos de los historiadores del caso y partidarios de la conspiración, no vean nada nuevo en lo que voy a escribir.
Debo advertir antes que, aquí está toda la verdad y la forma y quienes la utilizaron para acabar con la vida de la actriz. También puede que muchas mentes brillantes hayan visualizado el final, o al menos lo han pensado....¿Qué diferencia hay?.... pues tal vez en que yo he ido simplificando sospechosos inútiles, he clausurado aberturas o posibles salidas, dejando abierto el crimen con toda su crudeza.
Si he pecado de morboso, o de falta de delicadeza al relatar los hechos, pido disculpas, pero todos tienen que saber como fueron los últimos minutos que Marilyn padeció e imaginar la bestialidad tal y como se perpetró, porque a la verdad no le puedo poner antifaz de terciopelo negro.
Lo que ocurrió va a ir punto por punto narrado y esa secuencia la vivirán en primera persona todo aquel que lea mi articulo..... Lo mas triste del caso es que llevo media vida estudiando la muerte de Marilyn Monroe y solo ahora, cuarenta y seis años después del suceso, la luz ha venido a mi, y quiero compartirla con todos los que aún tienen un pensamiento, aunque sea mínimo por ella.
Lástima que solo el Presidente de los EEUU `pueda pedir reabrir el caso, según las leyes de Los Angeles, porque entonces si que nuestra amada Marilyn descansaría en paz.



Antes de entrar en profundidad sobre EL ASESINATO, deseo puntualizar para mayor entendimiento de los lectores que entran en mi website, el móvil, los personajes que pudieron cometerlo, la conspiración tal y como se ideó, todo los puntos de una forma entendible y correcta y no bailar esa danza diabólica de una vorágine de presuntos datos, nombres, horas y fechas, que lo único que consiguen es enredar mas el caso.

Pero antes, me gustaría hacer un breve comentario sobre dos temas que considero muy importantes:



EL MISTERIO DE SU DIARIO

y

LAS SESIONES CON EL DR. RALPH GREENSON.


EL DIARIO DE MARILYN




Algunos aseguran que es absurdo pensar que JFK o su hermano fueran tan imprudentes como para contarle secretos de Estado a una simple amante.
En primer lugar, Marilyn no era una amante más: conocía al Presidente desde la época en que era senador. Además, ella estaba interesada en política y se preocupaba por dejar bien claro que estaba al tanto de toda la actualidad.
Por lo tanto, es probable que hayan hablado de ese tipo de temas en la intimidad y en segundo lugar, de todos es sabido que los Kennedy eran absolutamente imprudentes. Tanto como para compartir amante con un jefe de la Mafia, y mas aún, haber llegado a la presidencia gracias al estrecho margen de votos proporcionados por los sindicatos manejados por la Mafia y el sonido de la voz de un cantante llamado Frank Sinatra. También están los que afirman que Marilyn era demasiado desordenada como para llevar un diario pero quizá justamente por eso lo llevaba.
Varios amigos la vieron escribiendo en diversos momentos de su vida. Entre otros, el periodista James Bacon, que recordaba cómo se divertía viéndola anotar en su cuaderno lo que él acababa de decir.
Además, muchos pacientes del doctor Greenson, afirman que llevar un diario era una exigencia de su terapia, porque durante sus sesiones se analizaban las anotaciones.