Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

6 oct 2011

El poeta sueco Tomas Tranströmer, premio Nobel de Literatura

Nacido en Estocolmo en 1931, es también conocido por su labor como traductor.- La Academia sueca le premia por sus "imágenes condensadas y translúcidas", que dan "acceso fresco a la realidad" .



El poeta sueco Tomas Tranströmer es el ganador del Premio Nobel de literatura 2011 "porque, a través de sus imágenes condensadas y translúcidas, nos da un acceso fresco a la realidad", según el dictamen de la Academia sueca.
El sucesor de Mario Vargas Llosa en el galardón más importante de las letras nació en Estocolmo el 15 de abril de 1931 y, además de su obra poética, ha destacado como traductor.
EL PAÍS ofrece mañana una entrevista con el premiado. Hoy adelantamos un extracto de esta charla, así como la crítica de su nueva antología Deshielo a mediodía, publicada por Nórdica.






Poema 'Allegro'


La obra de un hombre interesado por la música y la naturaleza


Tranströmer: "Un poema no es otra cosa que un sueño en la vigilia"



El premiado se ha mostrado "contento" y "emocionado" tras conocer la noticia






La obra del nuevo Nobel, traducida a medio centenar de lenguas, contiene una docena de libros


El premiado se ha mostrado "contento" y "emocionado" tras conocer la noticia. "No creía que podía llegar a vivir esto", ha dicho su mujer, Monica, a medios digitales suecos desde su casa de Estocolmo.
Según su esposa, el poeta "seafiarlo".sueca, recibido con júbilo por los periodistas presentes en el acto a las 13.00, habla de Tranströmer como de un gran creador de imágenes y su uso de la metáfora, virtuoso pero riguroso es, en efecto, una de las marcas más personales de su poesía. El galardón está dotado con 10 millones de coronas suecas (1,1 millones de euros).






Psicólogo de oficio, Tranströmer sufrió en 1990 un ictus que le paralizó la mitad derecha del cuerpo y le produjo una afasia que le impide hablar, pero no escribir. Ni tocar el piano. De hecho, en la entrevista que mañana publicará EL PAÍS con él da cuenta de su sorpresa al descubrir la cantidad de piezas escritas para la mano izquierda. Uno de los grandes enigmas que rodea su figura procede del hecho de que en 1974 había escrito en su poema Bálticos unos versos que ahora se leen premonitorios: "Entonces llega el derrame cerebral: parálisis en el lado derecho / con afasia, solo comprende frases cortas, dice palabras / inadecuadas".






El dictamen de la Academia  siente cómodo con todas esas personas que vienen a felicitarlo y a fotogr






Traducido a medio centenar de lenguas






La obra del nuevo Nobel, traducida a medio centenar de lenguas, contiene una docena de libros que se extienden entre 1954 (17 poemas) y 2004 (El gran enigma). En España, la editorial Hiperión publicó en 1991 la antología Para vivos y muertos, traducida por Francisco Uriz y Roberto Mascaró. Este último es el artífice de dos completísimas selecciones, publicadas una el año pasado y otra este mismo mes por la editorial Nórdica. Así, a El cielo a medio hacer -que incluía también la breve autobiografía en prosa del premiado- se le acaba de unir Deshielo a mediodía.






"Es una enorme alegría", ha declarado Mascaró, poeta y traductor uruguayo. "Su poesía demuestra que las lenguas son barreras superables, como queda claro al ver que llega a países como el mío, Uruguay, o a El Salvador, donde estoy ahora en un festival internacional de poesía". "Siempre he tenido la certeza de que su poesía es universal, aporta a la paz y a la comprensión de las etnias, sobre todo en esta etapa de la humanidad donde estos problemas aún no están superados. Digo esto porque me lo indica el hecho de conocerlo desde hace 30 años, cuando llegué a Suecia y me convertí en su traductor al español. Entonces lo llamé tímidamente por teléfono y me aceptó", ha agregado Mascaró.






Tranströmer es hijo de una maestra de escuela y de un periodista, en 1956 se licenció en Historia de la Literatura, Psicología e Historia de las Religiones por la Universidad de Estocolmo. Entre los años 1960 y 1966 trabajó como psicólogo en la prisión juvenil de Roxtuna, en las afueras de Linköping, en el sur de Suecia.






El poeta leonés Antonio Colinas ha calificado a Tranströmer de "un gran y auténtico poeta". "Algunas veces la Academia sueca nos asombra con algún premio provocador o raro, pero Tranströmer tiene una obra muy interesante atravesada por el misterio que se encuentra, en ocasiones, en el lenguaje cotidiano", ha dicho.






Séptimo sueco nobel






Tranströmer es el séptimo escritor sueco en ganar el premio Nobel. Los últimos fueron, en 1974, Eyvind Johnson y Harry Martinson ex aequo. El poeta sueco estaba en el grupo de favoritos para este año.
Le acompañaban en las apuestas el japonés Haruki Murakami, el coreano Ko Un, el estadounidense Philip Roth, el australiano Les Murray, el poeta sirio Adonis e incluso el cantautor Bob Dylan.



Entre los últimos galardonados con el Premio Nobel de Literatura figuran Mario Vargas Llosa, Herta Müller, Jean-Marie Gustave Le Clézio, Doris Lessing, Orhan Pamuk, Harold Pinter, Elfriede Jelinek o John M. Coetze.

5 oct 2011

Bob Dylan sube en las apuestas por el Nobel de Literatura

Bob Dylan sube en las apuestas por el Nobel de Literatura

Por: Fernando Navarro

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A poco menos de 24 horas para que se falle el Premio Nobel de Literatura, los pronósticos, como todos los años, están que arden. El japonés Haruki Murakami, éxito mundial de ventas, se perfila como el gran favorito, encabezando la lista de la casa de apuestas Unibet y aparece en cuarto puesto de la de Ladbrokes. Pero lo curioso está en que Bob Dylan, eterno candidato a este premio aunque sea músico, aparece en las primeras posiciones. Nunca antes había estado tan alto.



Ya se sabe que las quinielas están para que no se cumplan, pero no deja de sorprender que Dylan se encuentre en la segunda posición de la casa de apuestas Ladbrokes. Adelantado solamente por el poeta sirio Adonis, por el que se falla 5 a 1, Dylan se sitúa en un segundo puesto con un favoritismo de 6 a 1.
 De esta forma, el cantautor estadounidense se presenta más favorito que grandiosos escritores contemporáneos estadounidenses como E.L Doctorow, Cormac McCarthy, Philip Roth, Thomas Pynchon, Don DeLillo y Gore Vidal.


.Reconozco que me gustaría que se lo concediesen a Dylan. Sería una especie de reconocimiento a la música popular, en general, y al rock, en particular.
 Cualquiera que haya escuchado al músico de Minnesota sabe que es mucho más que un simple cantante.
 Desde hace décadas sus letras son estudiadas en facultades y universidades por su trascendencia histórica así como por su capacidad para explicar las tribulaciones del alma humana. Con su sentido rítmico, no hay diferencia con la poesía.


De alguna manera, el camino hacia un posible Nobel tiene ya un recorrido. Hace cuatro años, recibió el Premio Príncipe de Asturias de las Artes porque conjugaba, según el jurado, "la canción y la poesía en una obra que crea escuela y determina la educación sentimental de muchos millones de personas". En 2007, recibió el premio Pulitzer, otorgado por la Universidad de Columbia, los periódicos The Washington Post y The New York Times y la agencia Reuters, por “su profundo impacto en la música y la cultura popular americana, gracias al poder poético de sus composiciones”. Fue el primer músico en recoger el prestigioso galardón de las letras estadounidenses.










Las primeras noticias acerca de la candidatura de Bob Dylan al Nobel empezaron a llegar en 1996 cuando se organizó en Estocolmo un comité de campaña, apoyado por el poeta Allen Ginsberg y Gordon Ball, profesor de la Universidad de Virginia.
 Desde entonces, no hay año que el cantante no entre en las apuestas, casi tantas como entraba el último premiado, Vargas Llosa.
 Ginsberg afirmaba: "Dylan es uno de los más grandes bardos y juglares norteamericanos del siglo XX y sus palabras han influido en varias generaciones de hombres y mujeres de todo el mundo". Y el estudioso Ball, por su lado, escribió: "Aunque es conocido como músico, sería un grave error ignorar sus extraordinarios logros en el campo de la literatura. Dylan ha devuelto la poesía de nuestra época a su transmisión primordial a través del cuerpo, revivió la tradición de los trovadores".






El factor tiempo podría jugar a favor de Dylan. Las letras estadounidenses no ganan desde 1993, con Toni Morrison, aunque la literatura en lengua inglesa ha sido premiada varias veces desde entonces, la última en 2007 con la británica Doris Lessing. Sinceramente, hay muchos grandes escritores merecedores de este premio. En mi opinión, cualquiera de los estadounidenses antes mencionados, con mi especial predilección por E.L Doctorow, Cormac McCarthy y Philip Roth.
 Y, por supuesto, otros de otras nacionalidades como los italianos Antonio Tabbucchi y Claudio Magris, el austriaco Peter Handke, el albanés Ismail Kadaré, el holandés Cees Nooteboom, el checo Milan Kundera o el israelí Amos Oz.
Pero si yo estuviese en el jurado, en el momento de la votación, pondría, por ejemplo, el siguiente vídeo y diría: “Señores, sean valientes, no digan que no”.

Que guapa es Carolina!!!!!

Cayetana cumple su sueño

Cayetana cumple su sueño

La duquesa de Alba se casa hoy en Sevilla con Alfonso Díez - Al enlace no acudirá su hija menor, Eugenia, por un brote de varicela

Cayetana Fitz-James Stuart verá hoy cumplido su sueño.
Aunque a última hora ha surgido un imprevisto que viene a mermar su dicha: su hija Eugenia no estará en el enlace por una inoportuna varicela.
 A la una de la tarde de hoy, la duquesa se casará en Sevilla con Alfonso Díez. Para ella es más que una boda, supone un acto de reafirmación personal.
 La manera de demostrar a todos que sigue mandando a sus 85 años en la Casa de Alba y que, como jefa de la familia, ha puesto orden entre los suyos para que admitan un matrimonio al que sus seis hijos se opusieron hasta hace dos meses.


Todo cambió cuando la duquesa decidió repartir su fortuna personal y firmar unas capitulaciones que dejaban fijados los derechos del novio, un funcionario que se convertirá hoy en duque de Alba.
Es el fin, al menos por ahora, de una batalla que ha durado más de tres años, el tiempo que lleva la pareja compartiendo vida.







Una liga azul en palacio








Los amores de la duquesa - Luis Martínez de Irujo, el primer maridoLos amores de la duquesa - Aguirre, el intelectualLos amores de la duquesa - Matrimonio felizLos amores de la duquesa - La duquesa con sus hijosLos amores de la duquesa - La duquesa de Alba y Alfonso DíezLos amores de la duquesa - Cayetana de Alba y Alfonso Díez.Otras fotografías 4 de 9 Cayetana Fitz-James Stuart


Las disculpas de la aristócrata ante Jacobo parecen haber hecho efecto


Y es que Cayetana tuvo claro cuando se encontró una tarde en el cine con Alfonso que quería terminar su vida junto a él. No le importa el qué dirán, ni los 24 años de diferencia que hay entre ellos. Cayetana tenía títulos, palacios, tierras y mucho dinero, pero se sentía sola hasta que encontró a Díez. En este tiempo han conseguido hasta el beneplácito del Rey, que la semana pasada recibió a la pareja en el palacio de la Zarzuela para desearles felicidad, borrando la recomendación anterior de que no se casara que le hizo la reina Sofía tiempo atrás.






Pero la victoria final tiene un sabor agridulce para Cayetana de Alba, ya que sus hijos estarán hoy presentes en la íntima ceremonia que se celebrará en la pequeña capilla del palacio de Dueñas, en el centro de la Sevilla histórica, aunque no estén de acuerdo con la decisión de su madre. Eugenia no asistirá por sufrir un brote de varicela, tras haber estado con su madre y el prometido de esta el pasado fin de semana. Fue la primera vez que la menor de los Alba se fotografiaba con la pareja. Pese al comunicado oficial, ayer abundaban los rumores y uno de ellos hablaba de una nueva discrepancia familiar.






Al que no se esperaba era a Jacobo, pero parece que las disculpas ofrecidas por la duquesa han curado en parte las heridas que provocaron sus desafortunadas palabras hacia él y su esposa, Inka Martí. Pese a tachar a su nuera de "mala" y "envidiosa", la aristócrata ha pedido perdón, y parece que ha sido a tiempo.






Será una boda todo menos íntima, ya que aunque solo hay una veintena de invitados, millones de personas seguirán el enlace por televisión y cientos lo harán en directo, apostados ante el palacio, donde ayer la policía adoptaba medidas de seguridad. Hay un grupo de trabajadores del campo que amenazan con sumarse a la fiesta a modo de protesta.






Cayetana se casa porque es católica y cree en el matrimonio, y se opone al aborto y al divorcio.
 Por eso convertirá a Alfonso Díez en su tercer duque de Alba, hasta que la muerte les separe.

Es un Tesoro.

Elige el periodo. Cuando salga la foto, tienes debajo la explicación.
Para cambiar de foto dentro del mismo periodo haz click en la foto y pasará a la siguiente.



Espero que lo disfrutes



http://www.viejo-madrid.es/paginas/coleccion3.html



4 oct 2011

Los Manolos

Por qué una mujer puede tener 300 pares de zapatos

El documental 'God save my shoes' busca explicación a la relación entre las mujeres y los tacones.
Hubo un tiempo en el que los zapatos siempre se elegían en función de la ropa que te ibas a poner y resultaba impensable que pudiera ser al revés.
Era el tiempo en el que los tacones solo se consideraban accesorios o complementos y no tenían nombre propio sino que se fabricaban bajo el paraguas de una marca o de la firma de un diseñador de moda.
Pero luego llegaron Manolo Blahnik, Jimmy Choo, Carrie Bradshaw... y se desató la pasión por los zapatos.




Es cierto que la relación entre las mujeres y la manera de vestir sus pies siempre ha tenido un punto de fetichismo pero ha sido en las últimas dos décadas cuando el culto a los zapatos se ha generalizado entre el público femenino. “Antes no sabíamos quién hacía los zapatos y ahora los diseñadores son en parte artistas y en parte estrellas”, nos explica Julie Benasra. Es francesa y directora de cine y ha pasado casi dos años intentando encontrar el secreto de por qué los zapatos han alcanzado tal protagonismo para las mujeres. El resultado es una película documental que recoge el testimonio de psicólogos, modelos, sociólogos, gurús del diseño de tacones y amantes de su zapatero. En el de Julie Besnara hay más de 50 pares.



"Cuando empecé con el proyecto fui a mi armario y los conté. Me sorprendí con que hubiera tantos.
No tengo 50 vaqueros ni 50 faldas, solo zapatos".
No es la que más. En el documental aparecen cantantes, celebrities y empresarias que se declaran apasionadas de estos objetos y cuentan con hasta 300 pares diferentes.
El récord se lo lleva Beth Shak. En su vestidor - ¿o deberíamos decir calzador? - hay más de 900 pares. ¿Quién puede permitirse tener una colección como esa?
Una jugadora de póker profesional y pseudo-estrella de la televisión que confiesa que no es capaz de recordar todos lo que tiene. "No es una cuestión de necesidad sino de lo que queremos.
Por supuesto que nadie necesita tantos zapatos", explica en el documental Mary Lou Quinlan, consultora de marketing.



"Los zapatos transforman el cuerpo de la mujer. Son una especie de lifting"

'God save my shoes' tuvo su première mundial durante la New York Fashion Week y también se ha proyectado en la semana de la moda de París.
Mañana se estrenará en Francia para todo el público a través de Canal + - que participa en su producción – y está previsto que esté disponible online en noviembre. ¿Qué nos encontraremos si la vemos? “Es un documental intenta ayudar a las mujeres a entender de dónde viene esa locura por los zapatos y a los hombres por qué nos gastamos tanto dinero en ellos”.



Entre las voces que recoge la película están las de aquellos que han conseguido llevar a las mujeres al límite físico – como dice en este trailer en exclusiva Pierre Hardy - con sus creaciones.
 Nombres que ya quisiera tener en su armario cualquier adicta a los zapatos como Louboutin, Walter Steigner, el diseñador de la casa Roger Vivier Bruno Frisoni o Manolo Blahnik.



Todos hombres. Sin embargo, nada tiene que ver la relación que tienen las mujeres con estos objetos de deseo a la que tienen ellos. “Hay una cuestión clave: los tacones transforman el cuerpo de la mujer y por eso se ha desarrollado todo un mundo entorno a ellos.
 Sin embargo, por mucho que los hombres sigan las tendencias y estén cada vez más interesados en su aspecto, los zapatos no dejarán de ser un complemento, es imposible que establezcan una relación como la que tienen las mujeres por esa razón, porque a ellas las transforman”.
 Es una de las conclusiones a las que ha llegado Julie Benasra después de este trabajo.

Amanda Knox regresa a EE UU tras conocer su absolución

 A las 11 de la mañana, hora peninsular, la joven acusada de asesinar a su compañera de piso, Meredith Kercher de 21 años, en un brutal crimen hace cuatro años en Perugia se ha embarcado a bordo de un avión de British Airways rumbo al aeropuerto londinense de Heathrow, donde hará escala antes de volar hacia Seattle, su ciudad natal.
Su exnovio, el también sospechoso Raffaele Sollecito, ha viajado hasta el pueblo de su familia, Giovinazzo, en la región sureña italiana de la Apulia.



Entretanto, la familia Kercher ha ofrecido una conferencia de prensa poco después de conocerse la noticia de la absolución. "La principal decepción es saber que hay alguien fuera que lo ha hecho". Con cierto tono resignado, Stephanie Kercher, hermana de la joven asesinada, ha mostrado su frustración y la de su familia por no saber quién está detrás del crimen tras la puesta en libertad de los dos principales sospechosos hasta la fecha.



"La principal decepción es saber que hay alguien fuera que lo ha hecho", comenta resignada Stephanie Kercher, hermana de la víctima

"Hemos dicho siempre que no queremos que se acuse a las personas equivocadas", ha añadido Stephanie quien considera que "no pueden perdonar hasta que no se encuentre al culpable". La familia Kercher ha mostrado también su gratitud por la gente que les ha apoyado. "Estamos muy agradecidos por el apoyo que hemos recibido, no sólo parte del pueblo italiano también por la gente de todo el mundo", ha comunicado la hermana de la víctima.



Tras esta absolución, se prevé que los abogados del ahora único culpable de la muerte de Meredith, el marfileño Rudy Guede, pidan reabrir el caso, pues éste había sido condenado en una sentencia en firme a 16 años de cárcel al considerar que fue él quien asesinó a la joven británica durante un "juego sexual", pero con la participación de Knox y Sollecito. Por su parte, el fiscal italiano Giuliano Mignini ya ha comunicado su intención de apelar ante el Tribunal de Casación, tercera y última instancia en Italia.



Los interrogantes entorno al caso siguen en pie. Si no fue Amanda, ¿quién mató a Meredith? La sentencia absolutoria dictada ayer por el tribunal de apelación de Perugia no solo convirtió en víctimas a la norteamericana Amanda Knox y al italiano Raffaele Sollecito -han pasado cuatro años en prisión por un crimen que no cometieron-, sino que también dejó sin justicia a la joven inglesa Meredith Kercher, asesinada de 43 puñaladas el 2 de noviembre de 2007.



"Knox, Sollecito y Guede”, explicaron los fiscales, “bajo el efecto de estupefacientes y quizá del alcohol, decidieron implicar a Meredith en un fuerte juego sexual”

Hay todavía una víctima más: el sistema judicial italiano, cuyas vergüenzas fueron retransmitidas ayer en directo a todo el mundo por las principales cadenas de televisión. No hay que olvidar que Amanda Knox y su ex novio Raffaele Sollecito habían sido condenados en 2009 a 26 y 25 años de prisión, respectivamente, por un crimen horrendo cometido en compañía del marfileño Rudy Guede.



Según ellos, la noche entre el 1 y el 2 de noviembre de 2007, Amanda, Raffaele y Rudy llegaron juntos al piso de vía della Pergola y se encontraron con Meredith, que compartía piso con Amanda y otras dos jóvenes más.
“Knox, Sollecito y Guede”, explicaron los fiscales, “bajo el efecto de estupefacientes y quizá del alcohol, decidieron llevar a cabo el proyecto de implicar a Meredith en un fuerte juego sexual”.
 La joven inglesa trató de negarse, por lo que fue agredida “en un crescendo incontrolado, imparable, de violencia y juego sexual que acabó con la muerte de la muchacha británica”.
Según la sentencia, fue Amanda Knox la autora de la cuchillada mortal mientras su novio, Raffaele Sollecito, de 23 años, sujetaba a Meredith. “Meredith fue asesinada de forma impresionante por tres furias desencadenadas”.
El marfileño Guede, que según los fiscales fue el autor de la violación, también fue condenado, pero en un juicio rápido, de ahí que ayer no fuera revisada su sentencia.



Según la sentencia, “Meredith fue asesinada de forma impresionante por tres furias desencadenadas”

El tribunal de apelación de Perugia, que se reunió durante casi 12 horas, no explicó los motivos por los que pasó de 26 años de condena a la libre absolución.
 Solo declaró que dejaba en libertad a Amanda y a Raffaele por “no haber cometido” los hechos que se le imputaban. Eso sí, condenó a la norteamericana a tres años por haber calumniado a Patrick Lumumba, un músico congoleño al que acusó de haber cometido el crimen. Si bien Knox no tendrá que cumplir al haber pasado ya más de ese tiempo en prisión. Tanto hace dos años como ahora, el proceso estuvo rodeado de un gran interés mediático.



Tras conocer la absolución, las familias de Amanda y Raffaele gritaron de felicidad.
Por una calle lateral, sin que apenas las cámaras se fijaran en ellas, se marcharon la madre y la hermana de Meredith.
A seguir esperando justicia. A seguir manteniendo viva la memoria de una muchacha de 21 años que fue feliz en Perugia hasta la noche del 1 de noviembre de 2007. La justicia italiana tiene ahora que contestar una pregunta.
Si no fue Amanda, ¿quién fue?.

No puedo responder a los comentarios.

Eso no puedo responder a los comentarios, claro que es de Elvira Lindo, del pais.com. No tengo por qué adjudicarme nada que no lo haga yo, puedes poner algo tu en Comentarios si quieres, no solo decir eso que piensas que me atribuyo el papel de Elvira Lindo, hay cosas de ella que me gustan y otras no.
Saludos, espero su visita no solo para decir algo malo del blog.

3 oct 2011

El Árbol de la Vida

La nueva película de Terrence Malick es una de sus creaciones más destacadas. Al menos muy por encima de La Delgada Línea Roja. Eso sí, de temática infinitamente distinta, que se podría resumir con dos palabras pero que resulta complicado de describir para el espectador que desconozca la filmografía anterior del director que nos ocupa.





Y es que Terrence Malick es uno de esos directores que en Hollywood son considerados "de culto".
Signifique lo que signifique, más aún en estos tiempos.
 Los actores acuden a su llamada sin mirar ni por un momento los ceros del cheque que reciben. Y eso, tal y como andan las cosas últimamente, es algo a tener muy en cuenta.




El argumento de El Árbol de la Vida se presenta así: La película sigue el viaje de la vida del hijo mayor de una familia de clase media de los años 50, Jack, desde la inocencia de su infancia hasta la desilusión de sus años como adulto mientras trata de reconciliar la complicada relación que tiene con su padre (Brad Pitt). Jack (interpretado por Sean Penn en su edad adulta) se ve una alma perdida en un mundo moderno, buscando respuestas a los orígenes y al sentido de la vida mientras se cuestiona la existencia de la fe.



El Árbol de la Vida resulta una película que nos pedirá estar con los cinco sentidos, bajando el ritmo de forma importante y sobre todo con muchas ganas de descubrir algo nuevo ante nuestros ojos.
Todo un ejercicio de sutilezas cinematográficas, marca de la casa, y de forma inconfundible. Pero eso sí, no dejará indiferente a casi nadie.

No me quieras tanto

De un tiempo a esta parte quedo con personas que, en realidad, no tienen un gran interés en charlar conmigo.
Esto podría minar mi autoestima pero una suerte de optimismo insensato me lleva a pensar que amar y no hacer ni puto caso pueden ser compatibles.
Yo sé que esas personas que no muestran mucho interés en hablar conmigo me quieren. Si no fuera así, entendámonos, no quedaría con ellas.
Esas personas me escriben mensajes rebosantes de cariño: por e-mail, por sms, por Whatsapp, por Facebook, por activa y por pasiva. Y en esos mensajes hay frases tan apasionadas que parecen extraídas de un bolero.
 Son frases que antes en España no se decían pero que, ahora, gracias a la revitalización del género epistolar propiciado por las nuevas tecnologías, están en auge. Esas personas me dicen que me adoran. Que me adoran y que cuentan los días para verme. Que cuentan los días y que me quieren. Que me quieren y que nos va a faltar tiempo en una cena para contarme todo lo que me tienen que contar. Que nos va a faltar tiempo y que están deseando conocer mi opinión. Que desean conocer mi opinión y que nadie como yo para compartir este y otro secreto. ¿Y por qué? Porque soy adorable. Eso me dicen. El mundo de la tecnología ha bolerizado el género epistolar. Ha generalizado el lenguaje de las postales románticas y ahora lo que toca es escribirse con palabras de novios antiguos de los años cuarenta. Y, aunque yo soy de esa generación en la que si tus padres te decían "te quiero" es porque o se iban a morir ellos o te ibas a morir tú, tengo el corazón débil y, cuando una persona me pide una cita con palabras tan melosas, soy incapaz de no creerme un poco la pasión que sienten hacia mí. Esas personas son las que te reciben con los brazos abiertos en un restaurante, te dan un beso apretado y unen sus pechos sin pudor contra tus pechos, por no hablar de otras partes que también entran en contacto, en estos abrazos actuales; sean hombres o mujeres los que intervengan en ellos. Esas personas son las que acto seguido de desdoblar la servilleta y ponerla sobre sus piernas, sacan el móvil del bolso o de la chaqueta y lo colocan al lado del plato. Esas personas de las que hablo, las mismas que me adoran por escrito, suelen tener un iPhone o una Blackberry, a través de los cuales me escriben a mí esos deliciosos mensajes. El problema es que mientras están conmigo no renuncian a comunicarse con terceras personas. Con un ojo me miran a mí, que estoy situada a la izquierda, por ejemplo, y por el rabillo del otro, miran a su querido aparatito. Suena una campanilla. Les ha entrado un mensaje. Lo leen tan rápido que casi no lo noto. Entonces, sonríen. Sonríen como si alguien les hubiera contado un secreto, o algo picante, o como si les acabara de llegar una información crucial. Pero, desde luego, no sonríen por la conversación que tiene lugar en la mesa. Esas personas, las mismas que, con desesperación, anhelaban verte, te dicen, perdona, perdona un momentito, y se ponen a teclear un mensajito con un solo dedo. Qué dedo más rápido tienen esas personas. Es un dedo entrenado para escribir como si a uno le hubieran amputado la mano izquierda. Una vez terminado el mensaje la conversación continúa. Continúa hasta que vuelve a sonar de nuevo la campanilla: el amante, el amigo, el jefe, el cómplice, el plasta, ha contestado. Nueva sonrisa de esas personas que nos quieren tanto.
Y como poco a poco van perdiendo la vergüenza, toman el iPhone o la Blackberry con las dos manos y teclean entonces con los dos pulgares.
 Qué maravilla de pulgares. Parece que han ido a una academia de mecanografía con pulgares para iPhones. Viene el camarero a tomar nota de la comanda y como las personas que tanto me quieren están ya apoyadas en el plato escribiendo a velocidad de vértigo mensajes tan apasionados, imagino, como los que me pusieron a mí, soy yo la que encarga el vino, el picoteo del principio y, si se me ha informado antes, el plato elegido por las personas que tanto deseaban este encuentro.
 No siempre una se siente ignorada, en lo absoluto. Hay ocasiones en las que los dueños de la Blackberry o el iPhone te hacen partícipe de los mensajes recibidos, y tú puedes aportar algo en las contestaciones. A veces se trata de los amantes y entonces ya vives con excitación delegada. Ha habido ocasiones en las que las personas que me quieren se intercambian fotos con dichos amantes.
 No fotos a lo Scarlett Johansson, porque no son horas. Imagino que ese tipo de instantáneas de corte más íntimo las dejan para cuando están encerrados en el cuarto de baño de su hogar, mientras sus maridos o sus mujeres están acostando a los niños.
El móvil ha supuesto una revolución en el universo de la infidelidad.
 Quiero decir con esto que no soy uno de esos espíritus rancios que discuten las ventajas que para muchos ciudadan@s ha supuesto la irrupción de la nueva telefonía. Solamente quisiera expresar el desconcierto que me produce el que personas que tanto me adoran y desean compartir una hora y media de mesa y mantel conmigo no sean capaces de olvidarse del puto móvil durante un tiempo ridículo de sus hiperconectadas vidas.
Que lo comprendo todo, sí, ¡que yo también tengo iPhone!, pero que lo dejo metido en el bolso. Joé.

Corazón Nuevo

PRECIOSA POESIA, DEL GENIAL FEDERICO GARCIA LORCA "CORAZON NUEVO"...

Corazón Nuevo


Mi corazón, como una sierpe,

se ha desprendido de su piel,

y aquí la miro entre mis dedos

llena de heridas y de miel.

Los pensamiento que anidaron

en tus arrugas, ¿dónde están?

Dónde las rosas que aromaron

a Jesucristo y a Satán?

¡Pobre envoltura que ha oprimido

a mi fantástico lucero!

Gris pergamino dolorido

de lo que quise y ya no quiero.

Yo veo en ti fetos de ciencias,

momias de versos y esqueletos

de mis antiguas inocencias

y mis románticos secretos.

¿Te colgaré sobre los muros

de mi museo sentimental

junto a los gélidos y oscuros

lirios durmientes de mi mal?

¿O te pondré sobre los pinos,

-libro doliente de mi amor-

para que sepas de los trinos

que da a la aurora el ruiseñor.

2 oct 2011

Alma de serena belleza

Mariposa de nubes en el cielo,
alas para un mediodía,
un soplo de melodía en el aire:
Tú, siempre.

Alma de serena belleza
que en mis aristas abre tus ojos.

Sueño de la luna transfigurada
reflejada en la sonrisa de tu cara
que viaja a través de la nostalgia
de mis versos secretos y lastimados
y que, a mis pituitarias, marea
con tu desconocida fragancia.

Mariposa que, con tu transparencia,
en un instante infinito te derramas
sobre las sombras de mis besos
con esas alas de dulces gestos,
con los que buscas acomodo apresta
en la conjugación de un verbo
atado a tus oídos casi susurrado.

Mariposa emergida del Atlántico
émula de anémona tránsida,
que descompones tu luz en colores,
ven a posarte al cristal en el veo
en la penumbra de la inocente noche
el gran misterio de tus labios
vibrando entre silencios furtivos
enervando todos los rincones.

Mariposa de nubes en el cielo,

Mariposa de nubes en el cielo,
alas para un mediodía,
un soplo de melodía en el aire:
Tú, siempre.

Alma de serena belleza
que en mis aristas abre tus ojos.

Sueño de la luna transfigurada
reflejada en la sonrisa de tu cara
que viaja a través de la nostalgia
de mis versos secretos y lastimados
y que, a mis pituitarias, marea
con tu desconocida fragancia.

Mariposa que, con tu transparencia,
en un instante infinito te derramas
sobre las sombras de mis besos
con esas alas de dulces gestos,
con los que buscas acomodo apresta
en la conjugación de un verbo
atado a tus oídos casi susurrado.

Mariposa emergida del Atlántico
émula de anémona tránsida,
que descompones tu luz en colores,
ven a posarte al cristal en el veo
en la penumbra de la inocente noche
el gran misterio de tus labios
vibrando entre silencios furtivos
enervando todos los rincones.

Mariposa, abréme tus labios,

No está. Nada supe de ella.
Esperaré hasta que, con las lluvias,
aparezcan las primeras goteras.

¿Sabe alguien de ella?

¿Está, por las nubes, volandera
o la ha apresado alguna araña?

Mariposa, abréme tus labios,
que con ellos tú te abres,
y ofréceme las dulces mieles
de los besos que no trasiegas
en las grises semipenumbras
por las que tú vuelas suave.

No te hagas silencio esta tarde.
Llega como el aire también llega.

Rompe con tu luz tanta ausencia
y los momentos de transparencia.

¿Por qué niegas tu presencia?

¿Está alguien esta tarde contigo,
y hueles, acaricias y suspiras?

Nadie respondió. Nada supe de ella.

La chica que se enamoró de una película

La chica que se enamoró de una película




En 1945 Ingrid Bergman para el público americano era más que una actriz. Era una mujer a la que adorar. Una santa. No sólo había sido Ilsa Lundt, la chica de Casablanca, era la hermana Benedict en Las campanas de Santa María, la película que Michael Corleone (Al Pacino) ha ido a ver con Kay (Diane Keaton) cuando se entera de que atentaron contra su padre en El Padrino. En la vida real, Ingrid Bergman estaba casada con un dentista y tenía una hija. Y no era ninguna santa. Propendía a enamorarse de los directores y de los compañeros de reparto. Y en 1945, cuando era el modelo de feminidad norteamericana y una de las más deslumbrantes estrellas de Hollywood, vivía una apasionada aventura con Robert Capa, el creador de la agencia Magnum y una leyenda de la fotografía.





Robert Capa





Lo conoció en junio, en París. Capa había fotografiado algunos de los episodios de la guerra civil española y de la 2ª guerra mundial. Algunas de sus fotos forman parte del imaginario del siglo XX, como las del desembarco de Normandía, o las de la liberación de París adonde llegó con la Nueve, la compañía de los republicanos españoles.









Capa invitó a la Bergman a una modesta cena, pasearon junto al Sena, le habló del arte de la fotografía, le hizo unas fotos. E Ingrid se enamoró. Si no hubiera conocido a Robert Capa, probablemente la historia del cine no sería tal como la conocemos y nos hubiéramos perdido algunas películas decisivas que amojonan su modernidad. Porque ése era el motivo por el que ayer os quería hablar de Ingrid Bergman, pero tenía que hablaros primero de Encadenados. Como hoy, antes de nada, debía traer a colación a Capa. Ya veréis por qué. Además, tampoco me hacían falta muchas razones, bastaba una: a mis trece o catorce años estuve enamorado de Ingrid Bergman, ya lo conté aquí, en la primera entrada de esta escuela, por algo sería. Amores así no se olvidan. En fin, creo que le debía esta carta en correspondencia a las que ella me escribía desde Stromboli, Casablanca, Río de Janeiro o Nápoles.





Ingrid Bergman posa

para Robert Capa









Ingrid Bergman por Robert Capa





Cuando el 22 de octubre de 1945 empezó el rodaje de Encadenados Ingrid Bergman estaba enamorada de Capa y Hitchcock seguía enamorado de Ingrid Bergman. Así fueron las cosas. Es sabido que el cineasta se enamoraba de sus rubias -Grace Kelly, Vera Miles, Tippi Hedren-, pero lo de Ingrid Bergman fue algo especial, llegaron a ser amigos íntimos y esa amistad duró toda la vida. Entiéndase, quizá no llegaron a tener relaciones sexuales, quizá sí, pero basta ver a Ingrid Bergman hablando sobre Hitchcock cuando el American Film Institute le concedió al director en 1979 el premio a toda su carrera para comprender cuánto amor había entre ellos. Pero tampoco hacía falta, basta ver Encadenados para percibir la corriente amorosa entre Hitchcock e Ingrid Bergman, eso sí, por persona interpuesta.
 Porque Encadenados no sólo cuenta una gran historia de amor, sino que es una historia de amor entre un cineasta y una actriz. Por eso hablamos de ella.













Hitchcock era el confidente de Ingrid Bergman y ella le contó la aventura que vivía con Robert Capa. Por aquellas fechas, como casi siempre, el fotógrafo andaba mal de dinero y la actriz habló con el director para que pudiera cubrir el rodaje para Life. Así que en el set de Encadenados quedó trazada una telaraña de deseos -la de Hitchcok por la actriz, la de la pantalla y la de la actriz por Capa- que quizá contribuyó a la intensidad que aflora en la película. Pero Ingrid Bergman no sólo le contaba a Hitchcock sus aventuras amorosas -que él escucharía encantado, con una mezcla de celos, humor y devoción-, sino también sus anhelos como actriz, sus deseos de hacer otras películas, otro tipo de cine.





Encadenados era un primer paso en esa dirección, aunque ella no se diera cuenta, aún. El cineasta le contó a Truffaut que la película había sido pensada como una historia de amor, por eso Ben Hecht, el guionista, no entendía que Hitchcock insistiera tanto en el Macguffin de la botella rellena de uranio, si lo que importaba es que se trataba de una historia de amor.
 Pero era una historia de amor -"la nuestra es una historia de amor muy rara", dice Ingrid Bergman en un momento de la película- un tanto retorcida, incluso siniestra, o sea, hitchcockiana: un hombre obliga a la mujer que ama a irse a la cama con otro por deber profesional. Alicia (Ingrid Bergman) y Devlin (Cary Grant), un agente secreto que la prepara con vistas a infiltrarse en una red de nazis refugiados en Brasil, se enamoran, pero ella debe casarse con Alexander Sebastian (Claude Rains), uno de los nazis, para descubrir lo que traman.
 Pero no hay que tener demasiada imaginación para ver en esa trama los hilos que se trenzaban a este lado de la cámara.











durante el rodaje de Encadenados





Para empezar, hay quien asegura que Hitchcock reescribió personalmente los diálogos de Encadenados, porque la película era una forma de exorcizar sus propios fantasmas, de sublimar en la pantalla lo que no podía haber vivido de, por así decir, en carne propia. Y así las frases transfiguraban desde aspectos más superficiales de Ingrid Bergman cuando su personaje dice que odia cocinar hasta experiencias profundas sobre el deseo y sus máscaras. Porque Encadenados es una película sobre la interpretación, sobre actuar, sobre fingir ser otro. Y, como tantas veces, las máscaras pueden ser -y de hecho son- un espejo. Devlin y Sebastian pueden verse -¿habrá otra forma?- como dos caras (máscaras) del propio Hitchcock ante Ingrid Bergman: es un Devlin emocionalmente acorazado que se protege tras el muro del deber, que debe esconder el amor que siente por Alicia porque teme dejar su corazón a la intemperie, aunque vive atenazado por los celos y el silencio; y es un Sebastian entregado desde siempre y francamente al amor que siente por Alicia aunque sabe que hay otros más apuestos y hasta es capaz de perdonarle los celos que le provoca.







Un triángulo con todas las letras:

Alfred Hitchcock, Ingrid Bergman

y el guión de Encadenados





Cuando escuchamos aquel diálogo de Alicia con Devlin de noche en la terraza, cómo no percibir una clave dolorosamente íntima que Cary Grant e Ingrid Bergman trasmiten con soberana y contenida elocuencia que sólo dos maestros en el arte de la interpretación. Veamos, recordemos: Devlin le informa de la misión, nosotros sabemos que intentó disuadir a los jefes con el argumento de que Alicia no está preparada para algo tan peligroso y sabemos que están enamorados, dos secuencias antes hemos asistido a ese travelling sublime que los llevaba desde la terraza hasta la puerta mientras ellos, abrazados, incapaces de separarse, se besaban, se acariciaban, mientras hablaban de lo que iban a cenar (como en la penúltima escena cuando Devlin lleva abrazada a una Alicia moribunda y hablan de la misión);

La estación de Rohmer

La estación de Rohmer




Fotograma de Cuento de primavera de Eric Rohmer





Ángeles necesita el sol aunque pueda disfrutar con la lluvia, y los cielos azules aunque pueda admirar una gradación de grises en los días nublos. Así que estos primeros días de primavera le resultan especialmente gratificantes. Uno se conforma y los disfruta, aunque prefiere el otoño y las luces hibernales. Como teníamos a mano los "Cuentos de las cuatro estaciones" de Eric Rohmer, pues ambos tan contentos. Dejamos estar el Cuento de verano aún reciente del pasado ídem y vimos Cuento de otoño, Cuento de invierno y Cuento de primavera, cada día uno, en riguroso orden estacional pero en orden inverso a su producción.









Llevamos un año sin Rohmer. Y nos consolamos volviendo a ver los filmes que amojonaron nuestra vida. Los dos coincidimos en preferir el Cuento de invierno y El rayo verde entre una filmografía que frecuentamos como quien visita los lugares familiares que aún guardan secretos por desvelar y que celebramos al reconocernos en un cine que madura con nosotros.











Hubo un tiempo en que Rohmer era una bandera: si un amigo quería despertar nuestra simpatía por alguien que aún no conocíamos pero que deberíamos conocer, bastaba que nos hablara de su pasión por La rodilla de Clara, pongamos por caso, y si quería advertirnos de nuestra incompatibilidad con el desconocido sobraba con señalarnos que detestaba el cine de Rohmer. Porque a Rohmer, como a Bresson, se le ama o se le odia. No hay término medio. A veces echo de menos la simplicidad de aquellas filias y fobias.









Cuánto se complica uno la vida si admite el fondo humano en quien aborrece La mujer del aviador, la película que nos regala el gozoso descubrimiento de Marie Rivière, una de las presencias memorables en el cine de Rohmer, la heroína de El rayo verde y la protagonista del Cuento de otoño, en las que se reúne con otra de las actrices rohmerianas por excelencia, Béatrice Romand, a la que descubrimos en La rodilla de Clara y que protagonizará La buena boda. Pero con la edad uno se debilita y pasados los cincuenta es capaz de perdonar semejantes desafectos.







Marie Rivière en La mujer del aviador







Marie Rivière y Béatrice Romand en El rayo verde







Béatrice Romand en La rodilla de Clara



La filmografía de Rohmer denota una ósmosis entre la teoría y la práctica, entre una visión y un método, entre la mirada y el oficio del cine. Para Rohmer el aquel del cine aflora en el milagro de los primeros filmes de los Lumière, en la impresión que nos causan, nos hacen ver el mundo con ojos diferentes y admirar, como dijo Pascal, cosas que no sabíamos admirar en el original: personas que caminan por la calle, niños que juegan, trenes que andan. En realidad, nada más banal, concluye Rohmer, pero en esa posibilidad -y privilegio- de reproducir lo real encuentra el cineasta una herramienta para revelar la verdad y la belleza del mundo, para que la cámara, en sus propias palabras, arrebate al mundo la belleza con que se engalana. Y justo en la fidelidad, o mejor, en la precisión a la hora de reproducir las apariencias de lo real radica la posibilidad de hacernos sentir lo que palpita detrás de lo visible.







Marie Rivière en Cuento de otoño



De ahí que el cine se convierta para Rohmer en un instrumento de revelación de todo aquello que sólo con nuestros ojos no alcanzaríamos a ver. Un cine transparente cuyo dispositivo se vuelve invisible -un guión leve, una dramaturgia ligera, una cámara que no se nota, renuncia a efectos de iluminación y, salvo contadas excepciones, a la música no diegética, formas prosaicas, respeto a las apariencias y a la cronología...- justo para que pueda revelar lo invisible: la emoción que desprende un instante fugaz, el deseo que arde tras las máscaras del lenguaje, el desconsuelo que se desborda bajo un aguacero, el latido lírico que resuena cuando un personaje se recoge en el silencio de los adentros, un leve matiz en el grano de la voz, el furtivo temblor en una mirada...







Marie Riviêre en El rayo verde



Vibraciones sutiles en la piel de las apariencias, los poderes del cine que se derivan de la inscripción de las formas de lo real en el celuloide, en palabras de Bazin, el ser del cine. En fin, el método Rohmer.









Rohmer consiguió crear las condiciones para hacer las películas que quería en el momento en que lo necesitaba y cuando se sentía preparado, hasta el punto de organizar una parte sustancial de su obra en tres series sucesivas -"Seis cuentos morales", "Comedias y proverbios" y "Cuentos de las cuatro estaciones"-. aunque los filmes que las componen sean independientes y autónomos; en ese sentido, pocos cineastas han sido tan libres. Las películas de Rohmer germinaban rápido pero maduraban lentamente. Por así decir, cada película experimentaba mutaciones sucesivas hasta que después de siete vidas llega a la pantalla. Primero necesitaba darle forma literaria a la idea; a menudo, sus películas han sido antes relatos y, como en el caso de los Seis cuentos morales se han editado en forma de libro, eso sí después de que se hubieran estrenado en los cines. Con frecuencia, Rohmer partía de la última escena del relato para construir la trama que la precede; en cualquier caso, la composición de la historia representa para el cineasta un tramo del proceso claramente diferenciado de los procedimientos de puesta en escena, a veces pasaban años entre la forma literaria de un proyecto y su posterior materialización fílmica -como La mujer del aviador o Pauline en la playa-, entremedias abordaba otros proyectos que habían germinado simultáneamente o mucho después.









Entre la etapa de la historia y el rodaje a veces el relato pasaba por la escritura de un guión al uso, y llega a escribir incluso la parte de las conversaciones telefónicas que no se escuchan, como en Las noches de luna llena pongamos por caso: Cuando escribo nunca pienso en el montaje, ni en el desglose por planos, sino tan sólo en la duración de la película. (...) Siempre uso la misma máquina de escribir, con la misma cantidad de líneas por página, de forma que conozco la equivalencia entre la longitud de mi texto y la duración de la película, y mi margen de error es de unos cinco minutos. La relación tiempo/texto es alrededor de un minuto y medio por página. Mis guiones suelen tener entre sesenta y cinco y setenta y dos páginas. (...) Es muy importante rodar una película que en el montaje no plantee elecciones dolorosas: una película no se sostiene si se corta por allí y por allá. La película ha de estar pensada en su ritmo y duración. Pero no siempre definió tanto en la escritura, a veces prescindía del guión propiamente dicho y escribía los diálogos correspondientes cada día de rodaje. Y en el caso de El rayo verde prescindió de cualquier escritura previa como le contó a Serge Daney:



Tuve la idea del "rayo verde" en octubre de 1983 y la rodé en el verano de 1984. Su génesis sólo duró, por lo tanto, un año, mientras que para otras películas ha podido durar hasta veinte. Mantuve una entrevista con Marie Rivière, grabándola en un magnetófono, en diciembre del 83. Es una película para la cual no he escrito nada. El estímulo vino de algo que había leído en un correo del corazón. Una mujer decía que se encontraba guapa, pero que los hombres no la miraban, aunque hacía todo lo posible para provocarlos. Esa situación me pareció trágica y divertida al mismo tiempo. Luego, en Biarritz, me di cuenta del anonimato de la muchedumbre y me llamó la atención la cantidad de mujeres solas. (...) Podría decir de ésta que es la más autobiográfica de mis películas. Todo el mundo ha experimentado la soledad. Es más fácil poner algo de uno mismo en una película en la cual estará disimulado (a mí me gusta estar disimulado). Como se sabe que la identificación no podrá ocurrrir, resulta menos embarazoso. Así que, de alguna manera, podría decir: "Delphine [Marie Rivière] soy yo"...







Marie Rivière, Delphine en El rayo verde



Rohmer rodó El rayo verde con una cámara de 16 mm acompañado por cuatro mujeres (la actriz, la operadora de cámara, la sonidista y la productora), en orden cronológico, sin guión, sin escribir diálogo alguno, improvisando sobre la marcha. Tenía 64 años y diez largometrajes a sus espaldas, pero rodaba El rayo verde como si fuera un jovencito que hace su opera prima; la mayoría de los cortos que se hacen hoy día se hacen con más medios y un equipo más amplio, claro que, sobra decirlo, sin la sabiduría de Rohmer. A esas alturas estaba tan acostumbrado a controlar de antemano la duración de sus películas que en El rayo verde tampoco se pasó de tiempo y no tuvo que suprimir nada en el montaje, sólo afinar los cortes entre planos y los engarces entre escenas, claro.









Conviene precisar que las películas de Rohmer empiezan a cuajar sobre los lugares, en las localizaciones, y muchas de sus ideas cobran forma cuando ha decidido dónde las va a rodar, y se perfilan en el trabajo con los actores a los que pide que interpreten, sí, pero sin dejar de ser ellos mismos, así que buscará siempre a aquéllos que le permitan acercarse a una identidad ideal entre, digamos, la persona y el personaje, entre la personalidad y la máscara, mediante la contigüidad posible entre el actor y su papel. Así, en Cuento de primavera, Eric Rohmer elige a Anne Teyssèdre, una actriz licenciada en Filosofía para interpretar a una profesora de filosofía en un instituto y a Florence Darel, una actriz que estudiaba piano para el papel de una estudiante de piano; en La rodilla de Clara se decide por la novelista rumana Aurora Cornu para el personaje de Aurore, la escritora; en Las noches de luna llena, elige a la actriz y decoradora Pascale Ogier que diseñará los apartamentos que utiliza en la ficción; y en el El rayo verde la familia de Delphine es la familia de Marie Rivière, la actriz que la encarna.







Charlotte Véry, Felicie en Cuento de invierno



En la mayoría de las películas, Rohmer trabajaba con los actores a partir de una primera versión del guión. A menudo grababa con ellos largas conversaciones que le servían, más tarde, para reescribir los diálogos, incorporando giros, matices, expresiones personales en las situaciones que plantea la ficción. Y, al mismo tiempo, profundizaba sobre los personajes a partir de las experiencias personales que le contaban sus actores, bueno, sobre todo sus actrices.







Marie Rivière con Eric Rohmer



Así, el guión de la película experimenta un filtrado sucesivo hasta decantarse en el rodaje como la aprehensión de algo que parece improvisado. Para conseguir ese efecto realidad, de borrado de la escritura, Rohmer fue adelgazando el aparato de producción de sus películas hasta rodar, como aquel que dice, en la intimidad, prescindiendo de la script, del ayudante de dirección, y hasta de los encargados de vestuario y decorados; un camino de simplicidad en el modo de producción que raya con lo doméstico en El rayo verde. Néstor Almendros, el director de fotografía de seis de las primeras películas de Rohmer -Mi noche con Maud o La rodilla de Clara entre ellas-, nos ha dejado en Días de una cámara, ese libro absolutamente recomendable, un retrato revelador del cineasta durante los rodajes:



Rohmer suspende durante un rodaje todas las funciones normales: no come, no duerme, no atiende a su familia ni a sus amigos. En estado casi de trance creativo, sus fuerzas están enteramente dedicadas a la obra que está realizando. La energía y actividad que despliega son sobrehumanas. Como no tiene ayudantes, ni script, lleva la cuenta de todo personalmente y se encarga hasta de gestiones y recados nimios; llega al extremo de barrer el piso del decorado al terminar la jornada y de preparar el té a las cinco para el equipo. Como es natural, una dedicación e intensidad semejantes en el trabajo son recompensadas por un fervor unánime en todos sus colaboradores.









Eric Rohmer con Néstor Almendros



La procura de un grado tal de intimidad creativa y sintonía emocional durante el rodaje delata hasta que punto, según la manera de entender el cine de Rohmer, lo esencial de una película no se decide en la moviola sino en el instante mismo de la filmación, donde queda fijado también el ritmo interno en el curso de lo que aprehende la cámara. La paciencia y el método casi maniático -fiel a la función reproductora del cinematógrafo- de Rohmer estaban dirigidos a esa captura de la realidad física, ambiental y emocional. Por eso el tiempo y el espacio adquieren una cualidad, no ya visible, sino táctil, y aun anímica en sus películas. Diríase que el clima emocional de sus películas es una cuestión climática, es decir, meteorológica: Si todos los días no telefoneara al servicio meteorológico, no podría hacer mis películas, porque están rodadas en función del tiempo que hace fuera. Mis filmes son esclavos del tiempo en la medida en que no utilizo trucos. (...) Mi necesidad de hacer cine nace de una necesidad de filmar los fenómenos naturales, (...) el amor profundo por la naturaleza y el deseo de representarla. En ese sentido, los "Cuentos de las cuatro estaciones", representan una verdadera meteorología de las emociones.







Béatrice Romand en La rodilla de Clara



Si Rohmer confiesa que sus filmes son esclavos del clima, lo mismo podría predicar de la geografía y de la topografía, a la hora de respetar los callejeos y trayectos de los personajes; no sólo eso, en películas como La mujer del aviador el callejero se convierte en ingrediente fundamental de su dramaturgia, y en otras los desplazamientos de los personajes dotan de estructura al relato y/o devienen la materia dramática misma de películas como Las noche de luna llena o El rayo verde. Por no hablar de los Cuentos de las cuatro estaciones,



La estación de Rohmer




Fotograma de Cuento de primavera de Eric Rohmer





Ángeles necesita el sol aunque pueda disfrutar con la lluvia, y los cielos azules aunque pueda admirar una gradación de grises en los días nublos. Así que estos primeros días de primavera le resultan especialmente gratificantes. Uno se conforma y los disfruta, aunque prefiere el otoño y las luces hibernales. Como teníamos a mano los "Cuentos de las cuatro estaciones" de Eric Rohmer, pues ambos tan contentos. Dejamos estar el Cuento de verano aún reciente del pasado ídem y vimos Cuento de otoño, Cuento de invierno y Cuento de primavera, cada día uno, en riguroso orden estacional pero en orden inverso a su producción.









Llevamos un año sin Rohmer. Y nos consolamos volviendo a ver los filmes que amojonaron nuestra vida. Los dos coincidimos en preferir el Cuento de invierno y El rayo verde entre una filmografía que frecuentamos como quien visita los lugares familiares que aún guardan secretos por desvelar y que celebramos al reconocernos en un cine que madura con nosotros.











Hubo un tiempo en que Rohmer era una bandera: si un amigo quería despertar nuestra simpatía por alguien que aún no conocíamos pero que deberíamos conocer, bastaba que nos hablara de su pasión por La rodilla de Clara, pongamos por caso, y si quería advertirnos de nuestra incompatibilidad con el desconocido sobraba con señalarnos que detestaba el cine de Rohmer. Porque a Rohmer, como a Bresson, se le ama o se le odia. No hay término medio. A veces echo de menos la simplicidad de aquellas filias y fobias.









Cuánto se complica uno la vida si admite el fondo humano en quien aborrece La mujer del aviador, la película que nos regala el gozoso descubrimiento de Marie Rivière, una de las presencias memorables en el cine de Rohmer, la heroína de El rayo verde y la protagonista del Cuento de otoño, en las que se reúne con otra de las actrices rohmerianas por excelencia, Béatrice Romand, a la que descubrimos en La rodilla de Clara y que protagonizará La buena boda. Pero con la edad uno se debilita y pasados los cincuenta es capaz de perdonar semejantes desafectos.







Marie Rivière en La mujer del aviador







Marie Rivière y Béatrice Romand en El rayo verde







Béatrice Romand en La rodilla de Clara



La filmografía de Rohmer denota una ósmosis entre la teoría y la práctica, entre una visión y un método, entre la mirada y el oficio del cine. Para Rohmer el aquel del cine aflora en el milagro de los primeros filmes de los Lumière, en la impresión que nos causan, nos hacen ver el mundo con ojos diferentes y admirar, como dijo Pascal, cosas que no sabíamos admirar en el original: personas que caminan por la calle, niños que juegan, trenes que andan. En realidad, nada más banal, concluye Rohmer, pero en esa posibilidad -y privilegio- de reproducir lo real encuentra el cineasta una herramienta para revelar la verdad y la belleza del mundo, para que la cámara, en sus propias palabras, arrebate al mundo la belleza con que se engalana. Y justo en la fidelidad, o mejor, en la precisión a la hora de reproducir las apariencias de lo real radica la posibilidad de hacernos sentir lo que palpita detrás de lo visible.







Marie Rivière en Cuento de otoño



De ahí que el cine se convierta para Rohmer en un instrumento de revelación de todo aquello que sólo con nuestros ojos no alcanzaríamos a ver. Un cine transparente cuyo dispositivo se vuelve invisible -un guión leve, una dramaturgia ligera, una cámara que no se nota, renuncia a efectos de iluminación y, salvo contadas excepciones, a la música no diegética, formas prosaicas, respeto a las apariencias y a la cronología...- justo para que pueda revelar lo invisible: la emoción que desprende un instante fugaz, el deseo que arde tras las máscaras del lenguaje, el desconsuelo que se desborda bajo un aguacero, el latido lírico que resuena cuando un personaje se recoge en el silencio de los adentros, un leve matiz en el grano de la voz, el furtivo temblor en una mirada...







Marie Riviêre en El rayo verde



Vibraciones sutiles en la piel de las apariencias, los poderes del cine que se derivan de la inscripción de las formas de lo real en el celuloide, en palabras de Bazin, el ser del cine. En fin, el método Rohmer.









Rohmer consiguió crear las condiciones para hacer las películas que quería en el momento en que lo necesitaba y cuando se sentía preparado, hasta el punto de organizar una parte sustancial de su obra en tres series sucesivas -"Seis cuentos morales", "Comedias y proverbios" y "Cuentos de las cuatro estaciones"-. aunque los filmes que las componen sean independientes y autónomos; en ese sentido, pocos cineastas han sido tan libres. Las películas de Rohmer germinaban rápido pero maduraban lentamente. Por así decir, cada película experimentaba mutaciones sucesivas hasta que después de siete vidas llega a la pantalla. Primero necesitaba darle forma literaria a la idea; a menudo, sus películas han sido antes relatos y, como en el caso de los Seis cuentos morales se han editado en forma de libro, eso sí después de que se hubieran estrenado en los cines. Con frecuencia, Rohmer partía de la última escena del relato para construir la trama que la precede; en cualquier caso, la composición de la historia representa para el cineasta un tramo del proceso claramente diferenciado de los procedimientos de puesta en escena, a veces pasaban años entre la forma literaria de un proyecto y su posterior materialización fílmica -como La mujer del aviador o Pauline en la playa-, entremedias abordaba otros proyectos que habían germinado simultáneamente o mucho después.









Entre la etapa de la historia y el rodaje a veces el relato pasaba por la escritura de un guión al uso, y llega a escribir incluso la parte de las conversaciones telefónicas que no se escuchan, como en Las noches de luna llena pongamos por caso: Cuando escribo nunca pienso en el montaje, ni en el desglose por planos, sino tan sólo en la duración de la película. (...) Siempre uso la misma máquina de escribir, con la misma cantidad de líneas por página, de forma que conozco la equivalencia entre la longitud de mi texto y la duración de la película, y mi margen de error es de unos cinco minutos. La relación tiempo/texto es alrededor de un minuto y medio por página. Mis guiones suelen tener entre sesenta y cinco y setenta y dos páginas. (...) Es muy importante rodar una película que en el montaje no plantee elecciones dolorosas: una película no se sostiene si se corta por allí y por allá. La película ha de estar pensada en su ritmo y duración. Pero no siempre definió tanto en la escritura, a veces prescindía del guión propiamente dicho y escribía los diálogos correspondientes cada día de rodaje. Y en el caso de El rayo verde prescindió de cualquier escritura previa como le contó a Serge Daney:



Tuve la idea del "rayo verde" en octubre de 1983 y la rodé en el verano de 1984. Su génesis sólo duró, por lo tanto, un año, mientras que para otras películas ha podido durar hasta veinte. Mantuve una entrevista con Marie Rivière, grabándola en un magnetófono, en diciembre del 83. Es una película para la cual no he escrito nada. El estímulo vino de algo que había leído en un correo del corazón. Una mujer decía que se encontraba guapa, pero que los hombres no la miraban, aunque hacía todo lo posible para provocarlos. Esa situación me pareció trágica y divertida al mismo tiempo. Luego, en Biarritz, me di cuenta del anonimato de la muchedumbre y me llamó la atención la cantidad de mujeres solas. (...) Podría decir de ésta que es la más autobiográfica de mis películas. Todo el mundo ha experimentado la soledad. Es más fácil poner algo de uno mismo en una película en la cual estará disimulado (a mí me gusta estar disimulado). Como se sabe que la identificación no podrá ocurrrir, resulta menos embarazoso. Así que, de alguna manera, podría decir: "Delphine [Marie Rivière] soy yo"...







Marie Rivière, Delphine en El rayo verde



Rohmer rodó El rayo verde con una cámara de 16 mm acompañado por cuatro mujeres (la actriz, la operadora de cámara, la sonidista y la productora), en orden cronológico, sin guión, sin escribir diálogo alguno, improvisando sobre la marcha. Tenía 64 años y diez largometrajes a sus espaldas, pero rodaba El rayo verde como si fuera un jovencito que hace su opera prima; la mayoría de los cortos que se hacen hoy día se hacen con más medios y un equipo más amplio, claro que, sobra decirlo, sin la sabiduría de Rohmer. A esas alturas estaba tan acostumbrado a controlar de antemano la duración de sus películas que en El rayo verde tampoco se pasó de tiempo y no tuvo que suprimir nada en el montaje, sólo afinar los cortes entre planos y los engarces entre escenas, claro.









Conviene precisar que las películas de Rohmer empiezan a cuajar sobre los lugares, en las localizaciones, y muchas de sus ideas cobran forma cuando ha decidido dónde las va a rodar, y se perfilan en el trabajo con los actores a los que pide que interpreten, sí, pero sin dejar de ser ellos mismos, así que buscará siempre a aquéllos que le permitan acercarse a una identidad ideal entre, digamos, la persona y el personaje, entre la personalidad y la máscara, mediante la contigüidad posible entre el actor y su papel. Así, en Cuento de primavera, Eric Rohmer elige a Anne Teyssèdre, una actriz licenciada en Filosofía para interpretar a una profesora de filosofía en un instituto y a Florence Darel, una actriz que estudiaba piano para el papel de una estudiante de piano; en La rodilla de Clara se decide por la novelista rumana Aurora Cornu para el personaje de Aurore, la escritora; en Las noches de luna llena, elige a la actriz y decoradora Pascale Ogier que diseñará los apartamentos que utiliza en la ficción; y en el El rayo verde la familia de Delphine es la familia de Marie Rivière, la actriz que la encarna.







Charlotte Véry, Felicie en Cuento de invierno



En la mayoría de las películas, Rohmer trabajaba con los actores a partir de una primera versión del guión. A menudo grababa con ellos largas conversaciones que le servían, más tarde, para reescribir los diálogos, incorporando giros, matices, expresiones personales en las situaciones que plantea la ficción. Y, al mismo tiempo, profundizaba sobre los personajes a partir de las experiencias personales que le contaban sus actores, bueno, sobre todo sus actrices.







Marie Rivière con Eric Rohmer



Así, el guión de la película experimenta un filtrado sucesivo hasta decantarse en el rodaje como la aprehensión de algo que parece improvisado. Para conseguir ese efecto realidad, de borrado de la escritura, Rohmer fue adelgazando el aparato de producción de sus películas hasta rodar, como aquel que dice, en la intimidad, prescindiendo de la script, del ayudante de dirección, y hasta de los encargados de vestuario y decorados; un camino de simplicidad en el modo de producción que raya con lo doméstico en El rayo verde. Néstor Almendros, el director de fotografía de seis de las primeras películas de Rohmer -Mi noche con Maud o La rodilla de Clara entre ellas-, nos ha dejado en Días de una cámara, ese libro absolutamente recomendable, un retrato revelador del cineasta durante los rodajes:



Rohmer suspende durante un rodaje todas las funciones normales: no come, no duerme, no atiende a su familia ni a sus amigos. En estado casi de trance creativo, sus fuerzas están enteramente dedicadas a la obra que está realizando. La energía y actividad que despliega son sobrehumanas. Como no tiene ayudantes, ni script, lleva la cuenta de todo personalmente y se encarga hasta de gestiones y recados nimios; llega al extremo de barrer el piso del decorado al terminar la jornada y de preparar el té a las cinco para el equipo. Como es natural, una dedicación e intensidad semejantes en el trabajo son recompensadas por un fervor unánime en todos sus colaboradores.









Eric Rohmer con Néstor Almendros



La procura de un grado tal de intimidad creativa y sintonía emocional durante el rodaje delata hasta que punto, según la manera de entender el cine de Rohmer, lo esencial de una película no se decide en la moviola sino en el instante mismo de la filmación, donde queda fijado también el ritmo interno en el curso de lo que aprehende la cámara. La paciencia y el método casi maniático -fiel a la función reproductora del cinematógrafo- de Rohmer estaban dirigidos a esa captura de la realidad física, ambiental y emocional. Por eso el tiempo y el espacio adquieren una cualidad, no ya visible, sino táctil, y aun anímica en sus películas. Diríase que el clima emocional de sus películas es una cuestión climática, es decir, meteorológica: Si todos los días no telefoneara al servicio meteorológico, no podría hacer mis películas, porque están rodadas en función del tiempo que hace fuera. Mis filmes son esclavos del tiempo en la medida en que no utilizo trucos. (...) Mi necesidad de hacer cine nace de una necesidad de filmar los fenómenos naturales, (...) el amor profundo por la naturaleza y el deseo de representarla. En ese sentido, los "Cuentos de las cuatro estaciones", representan una verdadera meteorología de las emociones.







Béatrice Romand en La rodilla de Clara



Si Rohmer confiesa que sus filmes son esclavos del clima, lo mismo podría predicar de la geografía y de la topografía, a la hora de respetar los callejeos y trayectos de los personajes; no sólo eso, en películas como La mujer del aviador el callejero se convierte en ingrediente fundamental de su dramaturgia, y en otras los desplazamientos de los personajes dotan de estructura al relato y/o devienen la materia dramática misma de películas como Las noche de luna llena o El rayo verde. Por no hablar de los Cuentos de las cuatro estaciones,







Eric Rohmer con Béatrice Romand

en el rodaje de Cuento de otoño



filmes que se articulan en torno a las idas y venidas de sus protagonistas en busca de la "película" que germina en el crisol de su imaginario, movilizado por sueños, frustraciones o deseos que cobran la forma de un mito -como ese amor perfecto que vivió Felicie en el prólogo estival de Cuento de invierno- o de un complot -el que trama Natacha para ligar a su padre con Jeanne en Cuento de Primavera o el que organiza Isabelle (Marie Rivière) para encontrarle un novio a su amiga Magali (Béatrice Romand)-, enredos que nacen en la cabeza de uno de los protagonista y convierten la trama de azares y equivocaciones, cercanos a las comedias de Lubitsch o Hawks, pero donde Rohmer deja siempre abierta una fuga del sentido, una zona de sombra en alguna de sus protagonistas, como esas miradas enigmáticas de Isabelle al principio y al final de Cuento de otoño, la reserva de un íntimo secreto que el filme se niega a desvelar pero que discretamente nos interpela.







Marie Rivière en El rayo verde





En los filmes de Rohmer, a menudo la historia se desarrolla en un tiempo de ocio o de vacaciones de los personajes, que suele conjugarse con su inmersión en la naturaleza, y suspendidos en un medio ajeno, los protagonistas -casi siempre las protagonistas- vivirán una experiencia decisiva. El tiempo vacío debilita las defensas y relativiza los marcos de la existencia, resulta propicio a las tentaciones y pone a prueba las convicciones de los personajes. Es el territorio de juego -dramático- preferido por Rohmer para quebrar el equilibrio de sus protagonistas, donde se forman triángulos activados por miradas y deseos que se recomponen en el curso de la película, a través de una puesta en escena que cobra la forma de un álgebra emocional.







Fotograma de La rodilla de Clara



Bajo la telaraña de razonamientos y argumentos que despliegan sus personajes, anidan deseos y frustraciones inconfesables; la gramática y la sintaxis son herramientas que los personajes usan para enmascarase, para ocultar lo que anhelan, para protegerse; como hablan mucho, mienten también mucho. Rohmer escribió alguna vez que no se miente lo suficiente en las películas, es decir, a menudo se olvida que, etimológicamente, persona significa máscara. Por eso, nos gustan tanto esos momentos de sus películas en que un plano nos deja atisbar esa vibración reveladora de lo que Isabelle se pasó una hora tratando de ocultar en Cuento de otoño. En ese sentido, el cine de Rohmer se convierte en una escuela de la mirada porque bajo las apariencias banales, donde aparentemente no pasa nada, en ese tiempo suspendido, nos invita a descubrir lo tortuoso, lo complejo, lo sutil que emerge en un instante fugaz, en una mirada, en un gesto inevitable. Como escribía Serge Daney, en las películas de Rohmer nunca se subraya nada, la verdad que se pone en evidencia requiere una lenta maduración que es el tiempo del propio filme y, lejos de excluir lo tiempos muertos, sólo a través de ellos puede revelarse.







Fotograma de El rayo verde



Probablemente nadie ha explorado por aquí los secretos del estilo -o el estilo secreto- de Rohmer como Carlos F. Heredero y Antonio Santamaría en el libro que le dedican al cineasta y de la que se publicó hace nada la segunda edición donde recorren su filmografía -ahora fatalmente-completa. Un libro que no sé si sirve para introducirse en la obra de Rohmer, la verdad, creo que no, pero si uno ha sido cautivado por sus películas entonces abre pasajes enriquecedores para transitarlas y vuelven más intenso el goce de verlas una vez más; y siguiendo los itinerarios trazados en sus páginas, desplegamos en los párrafos anteriores algunas de esas claves del estilo -y de la filosofía del cine- de Rohmer. Quede constancia de la deuda de gratitud con sus páginas.









No me resisto a traer aquí, antes de abandonar esta estación del cine que representa la obra de Rohmer, un momento del rodaje de Cuento de verano que ilumina íntimamente al cineasta, tal como esas epifanías de sus filmes retratan la verdad de sus personajes. Pero antes habrá que retroceder diez años hasta el final del rodaje de El rayo verde. Rohmer decide guardar el material hasta que consiga filmar en directo el fenómeno del "rayo verde", la imagen con la que quiere cerrar la película. De hecho ya lo habían filmado pero como rodaban en 16 mm al hinchar a 35 mm para su exhibición en las salas se perdía el efecto. Se envían dos operadores, uno al Canal de la Mancha y otro a la costa Atlántica, y la búsqueda del "rayo verde" concluye en las navidades de 1985 en una playa de Las Palmas de Gran Canaria. Pero, a pesar de eso, aún fue necesaria una pequeña manipulación en el laboratorio para dotar de mayor consistencia aquel verde fugaz. El rayo verde se estrenó el 31 de agosto de 1986. Pero a Rohmer le siguió doliendo haber recurrido a un "truco" para lograr su "rayo verde".







Rohmer, en el centro,

durante el rodaje de Cuento de verano



Diez años después, cuando rueda en la costa atlántica su Cuento de verano, decide volver a intentarlo y, tras acabar el rodaje, le pide al equipo que se prepare para rodar el "rayo verde", porque quería montarlo al final de la película. Rodaron un chasis entero cuando el sol se puso, pero no hubo manera, apenas un resplandor, nada. Rohmer se sintió tan decepcionado que, para olvidar el dolor de la herida aún abierta, como ni bebía ni se drogaba, bailó una giga con su equipo hasta el final de la noche.



Eric Rohmer con Béatrice Romand

en el rodaje de Cuento de otoño



filmes que se articulan en torno a las idas y venidas de sus protagonistas en busca de la "película" que germina en el crisol de su imaginario, movilizado por sueños, frustraciones o deseos que cobran la forma de un mito -como ese amor perfecto que vivió Felicie en el prólogo estival de Cuento de invierno- o de un complot -el que trama Natacha para ligar a su padre con Jeanne en Cuento de Primavera o el que organiza Isabelle (Marie Rivière) para encontrarle un novio a su amiga Magali (Béatrice Romand)-, enredos que nacen en la cabeza de uno de los protagonista y convierten la trama de azares y equivocaciones, cercanos a las comedias de Lubitsch o Hawks, pero donde Rohmer deja siempre abierta una fuga del sentido, una zona de sombra en alguna de sus protagonistas, como esas miradas enigmáticas de Isabelle al principio y al final de Cuento de otoño, la reserva de un íntimo secreto que el filme se niega a desvelar pero que discretamente nos interpela.







Marie Rivière en El rayo verde



En los filmes de Rohmer, a menudo la historia se desarrolla en un tiempo de ocio o de vacaciones de los personajes, que suele conjugarse con su inmersión en la naturaleza, y suspendidos en un medio ajeno, los protagonistas -casi siempre las protagonistas- vivirán una experiencia decisiva. El tiempo vacío debilita las defensas y relativiza los marcos de la existencia, resulta propicio a las tentaciones y pone a prueba las convicciones de los personajes. Es el territorio de juego -dramático- preferido por Rohmer para quebrar el equilibrio de sus protagonistas, donde se forman triángulos activados por miradas y deseos que se recomponen en el curso de la película, a través de una puesta en escena que cobra la forma de un álgebra emocional.







Fotograma de La rodilla de Clara



Bajo la telaraña de razonamientos y argumentos que despliegan sus personajes, anidan deseos y frustraciones inconfesables; la gramática y la sintaxis son herramientas que los personajes usan para enmascarase, para ocultar lo que anhelan, para protegerse; como hablan mucho, mienten también mucho. Rohmer escribió alguna vez que no se miente lo suficiente en las películas, es decir, a menudo se olvida que, etimológicamente, persona significa máscara. Por eso, nos gustan tanto esos momentos de sus películas en que un plano nos deja atisbar esa vibración reveladora de lo que Isabelle se pasó una hora tratando de ocultar en Cuento de otoño. En ese sentido, el cine de Rohmer se convierte en una escuela de la mirada porque bajo las apariencias banales, donde aparentemente no pasa nada, en ese tiempo suspendido, nos invita a descubrir lo tortuoso, lo complejo, lo sutil que emerge en un instante fugaz, en una mirada, en un gesto inevitable.
Como escribía Serge Daney, en las películas de Rohmer nunca se subraya nada, la verdad que se pone en evidencia requiere una lenta maduración que es el tiempo del propio filme y, lejos de excluir lo tiempos muertos, sólo a través de ellos puede revelarse.







Fotograma de El rayo verde



Probablemente nadie ha explorado por aquí los secretos del estilo -o el estilo secreto- de Rohmer como Carlos F. Heredero y Antonio Santamaría en el libro que le dedican al cineasta y de la que se publicó hace nada la segunda edición donde recorren su filmografía -ahora fatalmente-completa. Un libro que no sé si sirve para introducirse en la obra de Rohmer, la verdad, creo que no, pero si uno ha sido cautivado por sus películas entonces abre pasajes enriquecedores para transitarlas y vuelven más intenso el goce de verlas una vez más; y siguiendo los itinerarios trazados en sus páginas, desplegamos en los párrafos anteriores algunas de esas claves del estilo -y de la filosofía del cine- de Rohmer. Quede constancia de la deuda de gratitud con sus páginas.









No me resisto a traer aquí, antes de abandonar esta estación del cine que representa la obra de Rohmer, un momento del rodaje de Cuento de verano que ilumina íntimamente al cineasta, tal como esas epifanías de sus filmes retratan la verdad de sus personajes. Pero antes habrá que retroceder diez años hasta el final del rodaje de El rayo verde. Rohmer decide guardar el material hasta que consiga filmar en directo el fenómeno del "rayo verde", la imagen con la que quiere cerrar la película. De hecho ya lo habían filmado pero como rodaban en 16 mm al hinchar a 35 mm para su exhibición en las salas se perdía el efecto. Se envían dos operadores, uno al Canal de la Mancha y otro a la costa Atlántica, y la búsqueda del "rayo verde" concluye en las navidades de 1985 en una playa de Las Palmas de Gran Canaria. Pero, a pesar de eso, aún fue necesaria una pequeña manipulación en el laboratorio para dotar de mayor consistencia aquel verde fugaz. El rayo verde se estrenó el 31 de agosto de 1986. Pero a Rohmer le siguió doliendo haber recurrido a un "truco" para lograr su "rayo verde".







Rohmer, en el centro,

durante el rodaje de Cuento de verano



Diez años después, cuando rueda en la costa atlántica su Cuento de verano, decide volver a intentarlo y, tras acabar el rodaje, le pide al equipo que se prepare para rodar el "rayo verde", porque quería montarlo al final de la película. Rodaron un chasis entero cuando el sol se puso, pero no hubo manera, apenas un resplandor, nada. Rohmer se sintió tan decepcionado que, para olvidar el dolor de la herida aún abierta, como ni bebía ni se drogaba, bailó una giga con su equipo hasta el final de la noche.