En la adolescencia, los superhéroes me sirvieron de referencia sexual.
Un fotograma de la película 'Batman y Superman: El amanecer de la justicia
Batman y Pedro Almodóvar acaban de cumplir años. Pedro cumplió 70
y Batman 80. Son edades importantes para cualquier mortal y también
para cualquier inmortal. Cada década nueva no parece sumarles años sino
esa mezcla de estilo con sabiduría. Almodóvar no podría haber filmado Dolor y Gloria, su última película, sin estar próximo a los 70. Y Batman, en su octava década, está más fuerte y haciendo gala de uno de sus superpoderes: la soledad y su aura misteriosa. Le sientan fenomenal. Para
mí, tanto Almodóvar como Batman son superhéroes. El hombre enmascarado
es el único superhéroe que no tiene poderes sobrehumanos sino que se los
ha ido currando de forma ejemplar. Al quedarse huérfano tras el
asesinato de sus padres, el pequeño Bruce Wayne cayó en una cueva llena
de murciélagos pero, al contrario que El Hombre Araña, estos no le
picaron ni transmitieron radioactividad sino que lo enfrentaron al
miedo. Miedo puro y duro a las emociones, el amor, la pasión y la
locura, como el que Almodóvar nos ha hecho vencer a través de muchas de sus películas. Conquistado el miedo, Batman se diseñó un traje con capa y máscara con
el que combate la corrupción y la banalidad del mal. Almodóvar, en sus
películas, lucha contra lo mediocre y, sobre todo, investiga en nuestro
ADN social. A veces ha conseguido hacerlo universal. Batman representa a
Ciudad Gótica y Pedro a una España en la que personalmente me siento
feliz.
Batman y Pedro Almodóvar acaban de cumplir años. Pedro cumplió 70
y Batman 80. Son edades importantes para cualquier mortal y también
para cualquier inmortal. Cada década nueva no parece sumarles años sino
esa mezcla de estilo con sabiduría. Almodóvar no podría haber filmado Dolor y Gloria, su última película, sin estar próximo a los 70. Y Batman, en su octava década, está más fuerte y haciendo gala de uno de sus superpoderes: la soledad y su aura misteriosa. Le sientan fenomenal. Para
mí, tanto Almodóvar como Batman son superhéroes. El hombre enmascarado
es el único superhéroe que no tiene poderes sobrehumanos sino que se los
ha ido currando de forma ejemplar. Conquistado el miedo, Batman se diseñó un traje con capa y máscara con
el que combate la corrupción y la banalidad del mal. Almodóvar, en sus
películas, lucha contra lo mediocre y, sobre todo, investiga en nuestro
ADN social. A veces ha conseguido hacerlo universal. Batman representa a
Ciudad Gótica y Pedro a una España en la que personalmente me siento
feliz.
Los cuatro
niños han alternado su verano entre el chalé del cantante en Madrid y
Chelva, el pueblo donde vive Nacho Palau y donde los pequeños han
disfrutado del reencuentro paseando en bicicleta y haciendo excursiones
por el monte.
Hace dos días Miguel Bosé
publicaba una imagen suya en Instagram en la que aparecía totalmente
vestido de blanco y con la que se despedía del verano:
"Adiós veranito
hoy empieza el otoño y con él, la plenitud del año".
Hacía referencia al
fin de una de las cuatro estaciones del año, pero ese tiempo que muchos
relacionan con las vacaciones y los momentos de ocio acabó para el
cantante semanas antes, cuando volvió a México a finales de agosto de
cara al inicio del curso escolar de los mellizos Tadeo y Diego, los dos hijos que viven con él en el país azteca.
Ivo y Telmo, los otros dos niños que el artista siempre presentó
como propios, y que son siete meses menores que sus hermanos, se
quedaron en Chelva, el pueblo del interior de Valencia en el que viven
junto a su padre, Nacho Palau, quien fue la pareja de Bosé durante 26
años.
Junio de 2018 fue el mes del cisma de esta familia no
convencional formada por Miguel Bosé, Nacho Palau y sus cuatro hijos,
todos ellos concebidos por vientre de alquiler: Tadeo y Diego son hijos
biológicos del cantante; Ivo y Telmo, hijos biológicos de Nacho Palau. Los cuatro se criaron juntos como hermanos durante casi 8 años y, aunque
las diferencias entre sus progenitores ya venían de antes, los niños
permanecieron unidos en el mismo domicilio hasta el inicio del verano de
2018 . Desde entonces no volvieron a verse en persona y las
conversaciones telemáticas sustituyeron durante meses a las
presenciales, una decisión que el entorno de la expareja asegura iba en
contra de los deseos de Palau. Sin embargo algo ha cambiado, porque 2019 ha sido el verano de su reencuentro.
A pesar de que los procedimientos judiciales que enfrentan a Bosé y Palau siguen su curso,
ambos consiguieron llegar a un acuerdo antes del fin del pasado curso
escolar y se establecieron medidas cautelares referidas exclusivamente
al régimen de visitas de los hermanos. Un concierto que básicamente
consiste en que se vean y estén juntos alternativamente con sus padres
en períodos vacacionales, fundamentalmente durante el verano ya que los
más de 9.000 kilómetros que les separan no facilitan otra fórmula por
ahora.
Bosé aterrizó en Madrid con Tadeo y Diego a finales de junio y
desde entonces y hasta su regreso a México los cuatro niños han
alternando una semana con cada uno de sus padres. En el chalet que
Miguel posee en la urbanización Somosaguas de Pozuelo de Alarcón, en
Madrid; y en la casa de la madre de Nacho en Chelva, con quien vive el
escultor y ceramista desde hace un año.
Dos estilos de vida muy distintos para cuatro niños que han
disfrutado de volver a estar unidos y también de poder ver al otro padre
que no está con ellos. Quienes saben cómo fue el reencuentro utilizan
la palabra "emocionante". "Al principio hubo muchos abrazos y muchas
ganas de contarse todo lo que no habían podido durante este tiempo",
afirma una persona próxima a ellos. "Después volvió la normalidad y unas
veces se adoraban y otras se peleaban como pasa con todos los
hermanos". Un retrato familiar al que se unía, durante el tiempo que
estaban en Valencia, la sobrina de Nacho Palau, Daniela que tiene casi
la misma edad que sus primos.
Del tiempo que han pasado con Miguel Bosé se sabe muy poco. Alguna
imagen robada mostró a los hermanos entrando o saliendo de una furgoneta
con cristales tintados en Madrid y se presupone que en la casa de
Somosaguas han continuado el estilo de vida que llevaron siempre,
cuidados por personal de servicio y por Bosé, que ha recuperado la sonrisa y se muestra con mejor aspecto físico que hace unos meses.
En Chelva la convivencia fue distinta, más modesta y más libre. La consigna era relajarse, disfrutar y saltarse los horarios si hacía
falta. La gente del pueblo pudo ver a la familia montando en bicicleta,
paseando por el monte o en el utilitario que conduce Palau y en el que
por altura ya solo Ivo necesita silla portaniños. Ninguna imagen
atestigua su presencia pero muchos de los casi 1.500 habitantes del
pueblo se cruzaron con ellos e incluso advirtieron a Palau si vieron
algo extraño que pudiera delatar la presencia de cámaras. Desde finales de agosto, unos y otros han vuelto a sus respectivas
rutinas. También sus padres, que no han llegado a ningún acuerdo
económico que contemple una pensión de alimentos para los dos hijos que
se han quedado con Nacho Palau. Fue en octubre de 2018 cuando se conoció públicamente su existencia en la vida de Bosé. Ocurrió precisamente cuando Palau encargó a un despacho de abogados que
se ocupara de defender “sus derechos y los de sus hijos menores”. El
juicio en el que reclama la doble filiación de los niños
—es decir que se reconozca legalmente que los cuatro son hermanos con
igualdad de derechos y que ambos progenitores lo son legalmente de todos
ellos pese a su procedencia biológica — ya tiene fecha y se celebrará
antes de fin de año. Pero es previsible que la resolución final se
alargue con recursos que pueden llegar hasta el Tribunal Supremo.
Es uno de los premios Donostia más jóvenes de la historia. Pero Penélope Cruz
es irrefutable. Por currículo, por galardones, por resultados
artísticos e incluso por sus apariciones públicas: bien por causas
sociales o, como este viernes en San Sebastián, por un premio: la actriz
iba de blanco impoluto, luciendo y enorgulleciéndose de sus 45 años,
tanto en la jornada matinal como en la gala nocturna.
Por
la noche, la madrileña recibió sorprendida y muy emocionada el Donostia
de mano de Bono, de U2, uno de sus mejores amigos. El músico apareció
de improviso por un lateral del patio de butacas -tras asegurar José
Luis Rebordinos, director del certamen, que él no iba a ser quien lo
entregara- y subió al escenario entre lágrimas de Cruz. El irlandés dijo arriba: "La vida de Penélope en la pantalla me fascina
porque trata del drama de la familia. Los artistas como nosotros, como
yo, nos perdemos en nosotros mismos. Penélope se pierde en los demás.
Por eso nos perdemos en ella". Ya con el trofeo en la mano, la actriz
confesó que se habían cumplido sus dos sueños de la niñez: ser madre y
ganarse la vida con la interpretación. Dedicó el galardón a sus dos
hijos, a su pareja, Javier Bardem -"mi marido, que también estaba
incluido en el sueño"-; recordó a todos los directores con los que ha
colaborado, empezando por Bigas Luna, Pedro Almodóvar y Fernando Trueba,
y remató su discurso subrayando la lacra de la violencia machista. "En
lo que llevamos de año ya van 44 mujeres asesinadas por violencia de
género y desde 2003, las víctimas mortales son más de mil solo en
nuestro país. ¿Cuántas serán en el mundo? Cuando una mujer encuentre la
fuerza gigantesca que se necesita para contar lo que se vive en una
situación así, espero que la escuchen a la primera y no cuando ya sea
demasiado tarde", concluyó.
Previamente, por la mañana, Cruz había empezado su encuentro
con la prensa reflexionando sobre el cine: "Me ha enseñado mucho sobre
mí misma. He crecido en el cine. Empecé a trabajar con 14 años, y rodé Jamón jamón
con 18. En el cine he aprendido sobre el comportamiento humano, algo
que me fascina porque el ser humano y sus motivaciones no tienen fondo. Eso me fascina en la interpretación. Yo jugaba de pequeña mucho sola a
interpretar, lo que me obligaba a explorar dentro de mí. El ego no tiene
cabida en la preparación de un personaje". Y ahondó: "Creces porque te
hace tener empatía y comprensión por todos tus personajes, y eso que con
algunos de ellos ni me tomaría a priori un café en la vida real".
Es uno de los premios Donostia más jóvenes de la historia. Pero Penélope Cruz
es irrefutable. Por currículo, por galardones, por resultados
artísticos e incluso por sus apariciones públicas: bien por causas
sociales o, como este viernes en San Sebastián, por un premio: la actriz
iba de blanco impoluto, luciendo y enorgulleciéndose de sus 45 años. Cruz empezó su encuentro con la prensa reflexionando sobre el cine:
"Me ha enseñado mucho sobre mí misma. He crecido en el cine. Empecé a
trabajar con 14 años, y rodé Jamón jamón con 18. En el cine he
aprendido sobre el comportamiento humano, algo que me fascina porque el
ser humano y sus motivaciones no tienen fondo. Eso me fascina en la
interpretación. Yo jugaba de pequeña mucho sola a interpretar, lo que me
obligaba a explorar dentro de mí. El ego no tiene cabida en la
preparación de un personaje". Y ahondó: "Creces porque te hace tener
empatía y comprensión por todos tus personajes, y eso que con algunos de
ellos ni me tomaría a priori un café en la vida real".
¿Cómo es la vida hoy en España de una actriz de su talla? "Paso bastante más tiempo ahora aquí que allí. Hace años ocurrió al
revés. Hoy soy madre y miro mucho dónde ruedo, y encajo los horarios. Aún me doy de vez en cuando una vuelta por la calle de mi infancia, e
impresiona", afirma la intérprete. "Recordando mi viaje a Hollywood, mi
historia nunca fue la de coger una maleta y un billete sin vuelta. Eso
me hubiera dado más miedo. Por eso, fui más tranquila aquella primera
vez a rodar con Stephen Frears. Durante los primeros cinco años, pasó
así. Nunca quise renunciar a rodar aquí o en el resto de Europa, en
Francia o Italia", continúa. Cuando José Luis Rebordinos la llamó para
anunciarle la concesión del premio Donostia, le preguntó si era el
momento, por su juventud. "Como soy un poco personaje Almodóvar pensé
que algo malo ocurriría después. Ya he hecho el trabajo de aceptación
del premio", remató entre risas. Una periodista le preguntó por tres creadores que la han ayudado a
impulsar su carrera: "A Pedro [Almodóvar] le leo la mente casi desde el
primer día que le conocí. A Bigas Luna le echo mucho de menos, más aún
en días como hoy. Nos dio la primera oportunidad a Javier y a mí. No nos
pudimos despedir de él, porque mantuvo en secreto su enfermedad,
decisión que respeto. Y Fernando Trueba es también un cineasta muy
importante en mi vida. Recordad que Belle Epoque llegó justo después de Jamón jamón". En el futuro de la ganadora del Oscar por Vicky Cristina Barcelona,
siempre ha estado la dirección. "La primera vez que verbalicé que
quería dirigir fue con Pedro Almodóvar. Se lo dije en el bar Gloria. Y
me respondió que lo hiciera en ese momento, cuando era joven. Hoy tengo
45 años y sigo pensando en ello. No he tenido tiempo para ello, una
buena señal, ¿no?". En casa de la actriz no había referentes similares artísticos.
"Cuando conté que quería ser actriz, les sonó igual que si hubiera dicho
que deseaba ser astronauta. Agradezco que nadie se riera de mí, su
apoyo", contó con cierta emoción. "En el cine he encontrado amigos como
Goya Toledo, Salma Hayek y ahora Edgar Ramírez. Por decir algunos. Creas
enlaces tan intensos en los rodajes que cuando se acabó el de Jamón jamón,
el primero, me hundí. Pensé que a lo mejor nunca repetiría, y Bigas
Luna me espetó: 'Tranquila'. Gracias a Dios, así ha sido", comentó sobre
sus compañeros de viaje. A continuación, explicó: "Nosotros estamos
para servir una historia y un personaje. Nunca me ha atraído repetir
roles o encarnar a alguien similar a mí. En el distanciamiento de ti
mismo es cuando vuelas".
¿Cómo es la vida hoy en España de una actriz de su talla?
"Paso bastante más tiempo ahora aquí que allí. Hace años ocurrió al
revés. Hoy soy madre y miro mucho dónde ruedo, y encajo los horarios.
Aún me doy de vez en cuando una vuelta por la calle de mi infancia, e
impresiona", afirma la intérprete. "Recordando mi viaje a Hollywood, mi
historia nunca fue la de coger una maleta y un billete sin vuelta. Eso
me hubiera dado más miedo. Por eso, fui más tranquila aquella primera
vez a rodar con Stephen Frears. Durante los primeros cinco años, pasó
así. Nunca quise renunciar a rodar aquí o en el resto de Europa, en
Francia o Italia", continúa. Cuando José Luis Rebordinos la llamó para
anunciarle la concesión del premio Donostia, le preguntó si era el
momento, por su juventud. "Como soy un poco personaje Almodóvar pensé
que algo malo ocurriría después. Ya he hecho el trabajo de aceptación
del premio", remató entre risas.