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13 mar 2020

El Gobierno debate decretar el estado de alarma

El Gobierno debate decretar el estado de alarma

Sánchez comparece con esta medida encima de la mesa, que permite limitar temporalmente la circulación de personas.

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su comparecencia el jueves en La Moncloa.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en su comparecencia el jueves en La Moncloa.
El Gobierno ha debatido en las últimas horas la posibilidad de dar un salto y decretar el estado de alarma para contener la expansión de la pandemia del coronavirus.
 Pedro Sánchez ha anunciado este viernes una comparecencia excepcional, lo que hace pensar que declararía esta medida extrema.
 Esta previsión constitucional está en pleno debate entre los ministros, según fuentes del Ejecutivo.
 Las medidas que se pueden acordar con el estado de alarma —inicialmente durante de 15 días― son las siguientes: Limitar la circulación o la permanencia de personas o vehículos en horas y lugares determinados; practicar requisas temporales de todo tipo de bienes e imponer prestaciones personales obligatorias; intervenir y ocupar transitoriamente industrias, fábricas, talleres, explotaciones o locales de cualquier naturaleza, con excepción de domicilios privados; limitar o racionar el uso de servicios o el consumo de artículos de primera necesidad; e impartir las órdenes necesarias para asegurar el abastecimiento de los mercados y el funcionamiento de los servicios de los centros de producción de los productos de primera necesidad.
En los últimos días ha habido intensos debates internos sobre la necesidad de ir más lejos en algunas medidas, pero finalmente el presidente optó el jueves por seguir con una línea gradual. 
Sin embargo, la presión sigue, la oposición aprieta, otros países como Portugal han decretado el estado de alarma con menos casos y en el Ejecutivo se va fraguando la decisión de dar un salto más fuerte. 
 Hay ministros más favorables al gradualismo, por las consecuencias económicas y sociales que tiene cada medida extrema, y otros que apuestan por llegar al máximo de restricciones cuanto antes tenga el coste que tenga.
 Sánchez ha insistido públicamente en que todas las decisiones se toman en función de lo que recomiendan los expertos, en especial Fernando Simón, que en todo momento han sido más cautelosos y han propuesto adecuar las medidas a las dimensiones alcanzadas por el contagio sin ir a las máximas desde el primer momento.
El decreto de estado de alarma tiene solo un precedente en la etapa democrática, en la crisis de los controladores aéreos, en 2010. 
La oposición empieza a reclamar también que se active: la presidenta de Ciudadanos, Inés Arrimadas, ha pedido al presidente del Gobierno su activación para restringir los desplazamientos. 
El Ejecutivo, según las fuentes consultadas, estudia de cerca el caso de Madrid —con 2.000 afectados y 40 muertos por el momento— para tomar una decisión. 
Tiene varias opciones encima de la mesa e irá graduando la respuesta en función de la situación: hay 3.784 afectados y 84 muertos en toda España, según el último dato oficial, y el debate interno en el seno del Ejecutivo ya ha empezado
. Portugal acaba de decretar el estado de alarma.

El estado de alarma, regulado en el artículo 116 de la Constitución y en la Ley Orgánica 4/1981, permitiría al Consejo de Ministros adoptar medidas extraordinarias en toda España o en una parte del territorio en varios supuestos, entre los que se encuentran las “epidemias y situaciones de contaminación graves”. 
Este estado, previsto para cuando las circunstancias hagan imposible mantener la normalidad mediante los poderes ordinarios, faculta al Gobierno a poner bajo su mando a todos los funcionarios y empleados públicos, incluidos los cuerpos policiales, de todas las Administraciones e imponerles “servicios extraordinarios por su duración o su naturaleza”. 
En esa situación es cada vez más probable un aplazamiento de las elecciones autonómicas en el País Vasco y Galicia, previstas para el 5 de abril.
 Pero no hay una decisión tomada al respecto en este momento: ambos Ejecutivos autónomos estudian todas las opciones legales, al igual que la Junta Electoral Central.
La declaración del estado de alarma, a diferencia de los estados de excepción y sitio, no afecta, en principio, a la vigencia de los derechos fundamentales —como la libertad de expresión o de prensa, o la libertad de manifestación—. Sin embargo, sí permite al Gobierno “limitar la circulación o permanencia de personas o vehículos en horas y lugares determinados”.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, no mencionó expresamente el estado de alarma en su comparecencia de ayer jueves, tras ser preguntado por ello por los periodistas, pero tampoco descartó ningún escenario. 
El Gobierno “tomará las decisiones que hagan falta, cuando hagan falta y donde hagan falta”, subrayó Sánchez.
 La oposición ha tomado la delantera con la propuesta de Arrimadas, pero dentro del Gobierno algunos ministros han mostrado reticencias por los efectos secundarios de carácter económico que podría tener esa medida. 
España cerró 2019 con un crecimiento en torno al 2%, y el Ejecutivo preveía una ligera desaceleración, hasta el 1,5%, para este año. Pero el contagio global y sus efectos en España han dejado muy viejo ese escenario. 
Hasta el punto de que los expertos apuntan que la economía española podría llegar a entrar en recesión a lo largo del segundo trimestre, en función de la evolución de los contagios, de las medidas tomadas y de cómo funcione el plan de choque anunciado ayer por Pedro Sánchez, con un estímulo de 18.200 millones entre liquidez, créditos baratos y fondos para incrementar el gasto sanitario en las comunidades. 

El Ejecutivo puede declarar el estado de alarma mediante un decreto acordado en Consejo de Ministros por un plazo máximo de 15 días, dando cuenta al Congreso de los Diputados, que se debe reunir inmediatamente y que a su vez debe autorizar cualquier prórroga de este plazo. 
El decreto determina el ámbito territorial al que se extienden los efectos de la declaración, según recoge la Constitución en su artículo 116, algo esencial para las elecciones gallegas y vascas.
El estado de alarma se ha aplicado hasta ahora una sola vez en la reciente historia democrática.
 Fue en diciembre de 2010 cuando el Consejo de Ministros militarizó las torres de control aéreo tras el abandono de su puesto de trabajo por parte de los controladores civiles, que realizaron una huelga encubierta con bajas médicas masivas.

 

 

9 mar 2020

Cheska, medio siglo de secretos y peines

El salón madrileño de la peluquera Cheska y su hija, María Baras, es lugar de encuentro de clientas famosas y laboratorio de estilo para películas.

Cheska y su hija María Baras, en el salon de peluqueria Cheska de Madrid.
Cheska y su hija María Baras, en el salon de peluqueria Cheska de Madrid.©Jaime Villanueva

 

Una peluquería no es solo un lugar para cortarse el pelo. De ahí que se llamen, también, salones. Salones donde charlar, ver y dejarse ver, saludar, comentar. 
 Casi confesionarios. Lugares que van mucho más allá de las tijeras y el tinte y en los que la comunicación es la clave.
 Quizá sea esa comunicación perfecta, en su justa medida, la clave por la que Cheska lleva triunfando en Madrid con su peluquería homónima desde hace exactamente 50 años.
 Y, quizá por ello, por el boca a boca mezclado con la discreción, se ha convertido en uno de los salones de belleza más importantes de Madrid, y en el favorito de docenas de famosas.
Las fotos de la entrada del local, situado en la calle de Velázquez, en plena Milla de Oro de la capital, lo confirman: Lola Flores, Penélope Cruz, Concha Velasco, Paula Echevarría, Ana García Obregón, Inés Sastre o Ana de Armas adornan las paredes. También lo confirmaron en persona las docenas de rostros conocidos que acudieron a festejar el aniversario de la peluquera de las estrellas el pasado jueves: Elena Rivera, Jose Toledo, María León, Arancha del Sol, Helen Lindes, Carlos Sobera... 
Allí, la presentación corrió a cargo de una cariñosa Nieves Álvarez y el Cumpleaños feliz lo entonó Marta Sánchez.

La peluquera Cheska retoca a Lucia Bose.
La peluquera Cheska retoca a Lucia Bose.
 
El de Cheska es un negocio de los que, entre las franquicias, las rotaciones de los locales y la tiranía de la moda, apenas quedan.
 Un lugar con solera. Empezó en 1970, cuando aquella oficiala de peluquería de la calle de Jorge Juan y un joven arquitecto, Jesús Baras —que desde hace 48 años y medio es su marido— decidieron dar el salto y montar “esta bombonerita” que medio siglo después sigue en pie.
 El mayor orgullo de la peluquera, sin embargo, no es su salón. Son sus cuatro hijos, dos fuera del negocio —periodista una, abogado otro— y otras dos dentro. Cheska hija, Cheskita con cariño para casi todos, lleva la gestión. “Estudió para esto”, dice su madre, orgullosa. María Baras, en cambio, es peluquera y su sucesora natural. 
Si el salón cumple 50 años, Baras cumple 20 en él, desde que volvió de Londres en el 2000 para tomar las riendas. “Lo que los padres han hecho, los hijos no suelen respetarlo. En mi caso es al contrario”, cuenta orgullosa Cheska en un pequeño saloncito con un lavabo y un par de puestos para peinarse que se esconde dentro del propio salón.
Con 20 personas —"todas mujeres", recalca la dueña— trabajando, este es “un negocio con amor y por amor”. 
Su fundadora se alegra cuando las clientas le dicen que las trata a todas por igual, sean o no famosas.
 Y de esas últimas, pocas quedan que no hayan estado en Velázquez, 61. “Han pasado todas, todas las actrices. Victoria Abril, Assumpta Serna...”, se arranca Cheska. Todo empezaba, normalmente, con una relación laboral. “Los productores de sus películas nos las mandaban, sobre todo para hacerles el color”, explican madre e hija.
 A Assumpta Serna, por ejemplo, recuerda Cheska que la conoció con su pelo “finito, finito, muy claro". 
"Entonces rodó Matador con Pedro Almodóvar y tenía que ponerse morena.
 Pero nos contó que tenía un rodaje en Francia y que tenía que hacer otra vez de rubia.
 Así que tuvimos que pedir unos tintes especiales a Estados Unidos, todo se retrasó...”, rememora. De aquello hace 35 años, pero hoy la historia se repite: acaban de teñir a Elena Rivera de pelirroja para rodar la serie Inés del alma mía y ahora es una más en su salón. 

De izquierda a derecha, Cheska peinando a Ana Obregón, María Baras con Elena Rivera, y Marta Sánchez con la fundadora del salón.
De izquierda a derecha, Cheska peinando a Ana Obregón, María Baras con Elena Rivera, y Marta Sánchez con la fundadora del salón.
Es una de las mil y una anécdotas de Cheska de las que tampoco termina de desvelar.
 Por respeto a sus clientas. Por no romper el vínculo con ellas, conocidas o anónimas, que se sientan en la peluquería las unas al lado de las otras. 
Por todas ellas decidió hacer su celebración: “Es una fiesta en homenaje al agradecimiento.
 De aquellos dos jóvenes emprendedores, que han tenido muchos apoyos, muchas buenas personas por el camino. Hay que encontrar a gente generosa".
Cheska no es nada fetichista.
 Estuvo tres días rodando con la top Yasmin Le Bon y volvió sin enterarse de quien era.
 Su hija María, en cambio, lo ha sido más.
 Reconoce que de adolescente acumulaba carpetas forradas de modelos a las que adoraba. 
No tuvo más que peinar a Cindy Crawford para ver su normalidad. 
“Era encantadora”, confiesa, sonriente. También han trabajado para bodas de rostros conocidos que recuerdan con nostalgia, como la de la hija de Beatriz de Orleans; la de Terelu Campos, que sigue acudiendo al salón a cortarse el pelo; o la de Marta Hazas en Santander, que Baras recuerda con especial cariño.
De aquella época en la que le daban las diez de la noche en el salón, y que ya pasó, 
Cheska rememora momentos especiales, como sus días de baile con el coreógrafo Giorgio Aresu, primero en exhibiciones de peluquería y luego en la televisión, danzando tijera en mano y conducida por Jesús Hermida. Hoy, todo aquello ha cambiado, pero todo sigue igual. 
La hija vive entre producciones de moda, publicidades y rodajes; la madre no termina de retirarse y sigue pasando por la peluquería un par de horas cada día, algo que la hace sentirse afortunada, y no solo a ella. 
“En el oficio de peluquera haces a la gente feliz. Y mis clientas lo son”. Tengan el nombre o el apellido que tengan.
De aquella época en la que le daban las diez de la noche en el salón, y que ya pasó, Cheska rememora momentos especiales, como sus días de baile con el coreógrafo Giorgio Aresu, primero en exhibiciones de peluquería y luego en la televisión, danzando tijera en mano y conducida por Jesús Hermida. Hoy, todo aquello ha cambiado, pero todo sigue igual. La hija vive entre producciones de moda, publicidades y rodajes; la madre no termina de retirarse y sigue pasando por la peluquería un par de horas cada día, algo que la hace sentirse afortunada, y no solo a ella. “En el oficio de peluquera haces a la gente feliz. Y mis clientas lo son”. Tengan el nombre o el apellido que tengan.
Cheska, bailando en televisión.
Cheska, bailando en televisión.

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Luis Racionero, deslumbrante pionero de la contracultura

Carles Geli

El escritor y ensayista, fallecido a los 80 años, se definía como “un liberal psicodélico”.

El escritor y economista Luis Racionero.
El escritor y economista Luis Racionero.Uly Martín
La contracultura se alimenta del pensamiento de espíritu individualista (mayormente de corte anarquista), de filosofías orientalistas y de la psicodelia.
 De los tres manantiales bebió (y escribió) el ensayista y novelista Luis Racionero, mayormente desde una encrucijada muy propia, con un punto de llanero solitario; pero de esa contracultura fue un pionero, un ariete sorprendente y deslumbrante en España, incluso para la Barcelona de finales de los años sesenta que ya alardeaba de moderna con la Gauche Divine. 
En ese camino particular fue haciendo vida y obra hasta ayer, cuando falleció a sus 80 años.
Todo arrancó en la Universidad de Berkeley, en 1968. Cultísimo, licenciado en Ingeniería y doctor en Ciencias Económicas, marchó a Estados Unidos con una beca a estudiar un urbanismo que en España no existía como carrera universitaria.
 Le pilló allí la revuelta de la contracultura y el sexo libre y las primeras señales de filosofía oriental.
 Y trató a pensadores de izquierda como Herbert Marcuse y Angela Davis y al poeta Allen Ginsberg.
Y también conectó con el hippismo y la droga: el LSD.
 “Lo probó conmigo; pero como un ritual, nada sistemático, dos veces y punto: el ácido entendido como una manera de aprender a abrir la cabeza; luego, ya abierta, no lo necesitas más...
 Nadie en Ajoblanco quedó enganchado”, recordaba ayer Pepe Ribas, uno de sus cómplices y director-fundador en 1974 de la sísmica cabecera.
 “Buscaba para la revista a María José Ragué, autora de California Trip, la gran guía contracultural de España, y llamé a Salvador Pániker [la había editado en 1971 en Kairós], pero me dijo que con quien había de contactar era con su marido,
 Racionero; fui a su despacho y la conversación duró hasta la semana pasada”, evoca Ribas.

Participante activo e indispensable de esa primera Ajoblanco, sin proponérselo se fue convirtiendo en uno de los líderes intelectuales de los nuevos movimientos, que conocía bien tras su paso por Berkeley, pero también por la India. 
O por el transitar de las obras del filósofo británico Alan Watts, gran impulsor de las filosofías orientalistas. 
“En esa España gris, lo era todo y lo difundía sin vanidad y generosamente”.
Lo hizo desde el articulismo, pero también desde libros como Filosofías del underground (1977) o desde Del paro al ocio (1983), con el que obtuvo el premio Anagrama de ensayo, particular puente entre la Barcelona gauchedivinesca de editoriales como esa y Tusquets, con personajes como Onliyú, Montesol, Quim Monzó, Pau Maragall, Pau Riba...
En ese libro, o en posteriores como El Mediterráneo y los bárbaros del Norte (1985), destila su visión hedonista de la vida a partir de reclamar poder disfrutar más en lo cotidiano de la prosperidad material.
 La cultura nunca reñida con lo humano, unas tesis que lo dejaban en una solitaria equidistancia entre el capitalismo salvaje y el marxismo productivista.
 Materialismo y misticismo.
“Siempre se mostró muy individualista; además, con el tiempo, se fue decepcionando con el mundo: se cansó de defender valores solidarios y menos competitivos cuando todo el mundo se echaba en brazos de la fama, el poder, el consumismo... y se lió”, enmarca Ribas.
 Eso destila en parte su libro El progreso decadente (2000).
Asegura su amigo que Racionero, “hombre leonardesco” por su variopinta cultura (“su oficio era ser lector, de todo, subrayaba los libros de una biblioteca que superaba los 25.000 volúmenes”), aportó “libertad en un país dominado por el autoritarismo de derechas y de izquierdas” y también “calidad, porque todo lo que contaba lo había vivido”.
La decepción se tradujo también en una curiosa evolución política que le llevó del particular radicalismo anarquizante norteamericano a formar parte de las listas de ERC para las elecciones generales de 1982, pasando a relacionarse con el entorno del PP, acercamiento que le permitió ser nombrado director de la Biblioteca Nacional de España (2001-2004), tras haberlo sido durante cuatro años del Colegio de España en París.

Faceta hedonista

Sobre esa trayectoria, se autodefinió: “Soy un liberal psicodélico”, concepto con el que tituló en 2011 el libro con el que ganó el premio Gaziel: Memorias de un liberal psicodélico.
 A todo ello no era ajeno su origen familiar: era hijo de militar llegado a Cataluña y de una propietaria de un hotel en La Seu d’Urgell, donde él nació en 1940.
Ese punto hedonista pespunteó tanto su vida intelectual como humana, como destilan los recuerdos que plasmó en Sobrevivir a un gran amor, seis veces (2009), sobre sus intensas y numerosas relaciones.
 Fue uno de sus libros más celebrados de la cuarentena de títulos que escribió, en catalán y castellano.
 Entre ellos proliferaron las novelas de corte histórico, en especial Cercamón (1981), premio Prudenci Bertrana aplaudido por el nacionalismo al narrar la destrucción de la prometedora civilización provenzal y catalana ahogada por Francia y el Papa.
 En la recreación medieval se enmarcó también L’últim càtar, premio Carlemany, 2000. Luego reconstruyó, a partir de biografías noveladas, a Gaudí o a su espejo Leonardo da Vinci.
 Su último libro, Manual de la buena vida (2018), reflejaba con lo cotidiano (gastronomía, arte, viajes...) aquello que siempre buscó y predicó: espiritualidad no exenta de hedonismo. Alternativas. Contracultura.


 

8 mar 2020

Ay del recuerdo liberado de Jose Carlos Cataño

Viejas glorias de Hollywood a veces caían por mi Sur de Tenerife, a los 17, a los 19 años.
No es que las buscara: a través de aquel productor catalán, de aquel guionista californiano, de aquella desvencijada actriz española, subía hasta ellas, de cerca la noche. 
También llegaban, mediando diciembre, los moteros de California. Con ellos no hice más que compartir cervezas, mientras aceleraban las Harley-Davidson al borde de un mar oscuro, que se tranquilizaba junto a las piedras del pequeño muelle. 
Todo esto, todo esto habla de una mirada directa al sol: Te cegaban y se desvanecían, aquellas glorias.
Y luego quedaban los contornos, un reverbero tenue, el umbral que ahora sé que pertenece al recuerdo, ya felizmente sin ataduras. 
Ay del recuerdo liberado, un tanto así de verdad (según los ojos), otro tanto así de impresión zafada, como los barcos, a los que se les rompían los amarres en furiosos diciembres del Sur de Tenerife, cuando los globos aerostáticos el alisios los volcaba en cualquier otra mitad del mundo.
Noches hubo de subir hasta aquellos rostros, que eran máscaras de arcilla, zafra y perfumes, voces en idiomas ajenos y,  no obstamte, de la misma garganta.
Cuando en algún pasaje de Madame traduje el efecto de aquellas fiestas, el cerebro pininsular de turno tildó de cosmopolita la novela; ahora hasta es posible que pase la semana santa en Dalmacia ese dechado, esa española inteligencia.
Vuelven a mí -y no sé por qué, ni tampoco voy a perder el tiempo en buscar motivos- aquellos rostros, aquellos cuerpos nocturnos.
Yo no quiero que te mueras en mí, memoria.