17 may 2019
Alejandro Amenábar y David Blanco firman su divorcio dos años después de separarse
El director y el consultor de riesgos se casaron en 2015 y se separaron a finales de 2017 después de un viaje a Colombia
Ni uno ni otro dio detalles, ni entonces ni después, sobre los motivos o el alcance de su decisión, pero según la información publicada ahora la pareja inició el proceso de divorcio hace ya tres meses y esta semana se ha oficializado su divorcio.
En el tiempo que ha pasado la vida ha seguido para ambos. Amenábar está pendiente de estrenar Mientras dure la guerra, la película que comenzó a rodar justo después de la separación y se le atribuye una relación sentimental con un joven médico de 24 años que acaba de presentarse al examen del MIR.
Por su parte, David Blanco continúa en la empresa de análisis de riesgos EY Spain y mantiene su compromiso personal con Ciudadanos , partido con el que milita y colabora defendiendo la candidatura de Ignacio Aguado para las elecciones municipales.
.
Dos años y medio de la celebración de su matrimonio el realizador y su marido decidieron separarse temporalmente, justo al regreso de unas vacaciones de dos semanas en Colombia durante las navidades de 2017.
Nada más volver de su viaje, en el que estuvieron acompañados de algunos amigos,
David Blanco abandonó el domicilio conyugal, un dúplex situado en la plaza de España de Madrid.
Este hecho ocurría durante el fin de semana de Reyes y amigos próximos a la pareja ya dijeron entonces que no se trataba de una crisis sino de una decisión definitiva.
Muere a los 102 años Ieoh Ming Pei, el arquitecto que diseñó la pirámide del Louvre
Era considerado uno de los últimos maestros de la arquitectura moderna. Ganó el Pritzker en 1983.
Pablo Guimón
- Ieoh Ming Pei, uno de los arquitectos más prolíficos y venerados del mundo, quien firmó en 1989 la famosa pirámide de cristal del Louvre y autor de grandes museos y edificios públicos en EE UU, ha fallecido la noche de este jueves a los 102 años, según informó su hijo Li Chung Pei al diario The New York Times.El arquitecto estadounidense, nacido en Cantón (China) en 1917, hijo de un prominente banquero, está considerado uno de los grandes maestros de la arquitectura.
- Formó su estudio propio, I. M. Pei & Asociados, en 1955 y recibió el premio Pritzker en 1983.
- Sus primeros proyectos fueron principalmente para William Zeckendorf, temido promotor inmobiliario responsable de buena parte del paisaje urbano de Nueva York, para quien empezó a trabajar a lo grande en 1948, poco después de graduarse en Harvard.
Su ambición, disimulada por su encanto y
unos modales exquisitos, le llevó pronto a expandirse más allá de la
influencia de Zeckendorf, firmando proyectos importantes por todo
Estados Unidos, incluidos los museos Everson de Siracusa y el Des Moines
Art Center, en Iowa.
Completados ambos en 1968, fueron los primeros de
una serie de museos que acabarían incluyendo el Ala Oeste de la National
Gallery de Washington (1978) y la reforma del Louvre (1989), su primer
proyecto en Europa.
El proyecto, una intervención modernísima en
un edifico que encarna el clasicismo, desató una acalorada discusión
entre partidarios y detractores.
“Me encuentro con personas que hablan
de Luis XIV como si hubieran cenado con él la víspera.
Si fuera
únicamente norteamericano no lo comprendería, pero afortunadamente la
cultura china es muy vieja y puedo entenderlo”, dijo entonces.
Museos, rascacielos corporativos o de
viviendas, su mezcla de pragmatismo y osadía, su modernismo limpio y de
pureza geométrica, su personal diálogo entre lo clásico y lo rompedor,
seducían a una variada tipología de clientes.
Atento pero escéptico ante
las modas, le obsesionaba que sus diseños resistieran el paso del
tiempo.
Emigró de China a EE UU en los años treinta
del siglo pasado y acabó firmando un icono de algo tan genuinamente
estadounidense como el rock and roll.
Su edificio del Rock and
Roll Hall of Fame de Cleveland, completado en 1995, fue inspirado por
una serie de viajes a conciertos de rock de la mano de Jann Wenner,
editor de Rolling Stone, para comprender el alma de un arte que
no le gustaba demasiado.
Sí le gustaba, en cambio, otra disciplina
artística estadounidense, el expresionismo abstracto, que coleccionaba
con tesón. Su último museo fue el de Arte Islámico de Doha (Qatar), que
terminó en 2008.
Prescindiendo de una convocatoria pública,
el entonces presidente francés, François Mitterrand, encargó la urgente
ordenación del caótico museo parisino directamente a Pei, que era ya uno
de los arquitectos más famosos del mundo.
Su osada propuesta consistió
en colocar una pirámide de cristal de 21 metros de alto en la explanada
central que dibuja el antiguo palacio de la monarquía, que da acceso a
unas galerías subterráneas, dotando al centro de una entrada central en
sustitución de la lateral por la que accedía el público hasta entonces.
Además de museos, diseñó vivienda social,
auditorios, torres de oficinas, edificios administrativos, aeropuertos
(el que hoy es el JFK de Nueva York) y hospitales.
Ya en 1964, fue el
elegido por Jacqueline Kennedy para diseñar la John F. Kennedy Library,
en Boston, lo que le colocó, al inicio de su carrera, en la vanguardia
de los arquitectos estadounidenses.
Dotó a la arquitectura moderna, vilipendiada por su
frialdad y su falta de ornamentación, de vida cálida.
Y de una escala
humana no reñida, paradójicamente, con el carácter monumental de muchas
de sus obras.
Veraz y emocionante Ken Loach..................... Carlos Boyero...
‘Sorry We Missed You’ logra implicarte en los problemas de unos supervivientes
Mati Diop, autora de 'Atlantique', ha realizado una película insufrible.
Me he encontrado a un señor de 83 años, acompañado de una anciana con
apariencia tan apacible y digna como la de él, en un bar minúsculo y
anónimo especializado en panini, nada que ver con la opulencia y
el famoseo de Cannes.
Y he estado a punto de acercarme a él, algo que no he hecho jamás con nadie, para darle las gracias por la película que acabo de ver. Me he cortado, por pudor, por respeto.
Ese hombre se llama Ken Loach y lleva toda su carrera hablando con lenguaje realista y algunas veces conmocionante de injusticias cotidianas, de gente anónima y legal que se siente acorralada por el estado de las cosas, víctimas que intentan sobrevivir sin pisar a nadie, a las que les van cayendo hostias continuas que no se merecen.
Y a estos personajes reconocibles, con derecho a encontrar un poco de respiro y un pedacito de sus antiguos sueños, a espantar su asfixia laboral, económica y vital, Loach les ofrece su cámara y su oído, haciendo retratos de situaciones intolerables que empiezan mal y acaban peor.
A este director le acusan en los últimos tiempos los idiotas e impostores de siempre, expertos en disfraces según las modas, de hacer un cine panfletario y facilón.
Admito que hay subidas y desfallecimientos en su obra, que a veces ha sido simplista o cercano al maniqueísmo en su concepción de buenos y malos, pero cuando acierta tiene la capacidad para removerme, creérmelo, hacerme sentir indignación y piedad, implicarme en sus reivindicativas y humanistas historias.
Lo hizo en Kes, Family Life, Agenda oculta, Riff-Raff, Lloviendo piedras, Mi nombre es Joe y Yo, Daniel Blake.
Y vuelvo a sentir lo mismo con Sorry We Missed You
. La familia que describe y el agobio que siente resultan tan verosímiles como cercanos.
Intentan algo tan razonable como comer todos los días, ofrecer un poco de futuro a sus hijos, una cría que se entera de todo y un adolescente enganchado permanentemente a su teléfono y a pintar grafitis que le pueden crear problemas.
También alimentan el deseo de unos ingresos regulares y tal vez poseer alguna vez una casa propia.
En otra época pudieron pertenecer a la clase media baja, pero saben que los tiempos actuales ya no admiten ni eso, que la pobreza les está rozando.
Y trabajan como bestias, él transportando paquetes a domicilio y ella cuidando a discapacitados y ancianos.
Pero todo está amenazado por la explotación más dura, la ruina, las tensiones cercando a la estabilidad familiar.
El angustioso guion pertenece a Paul Laverty, colaborador habitual de Loach.
Y este lo traslada a imágenes que desprenden verdad y sentimiento.
Utilizando a intérpretes que yo desconocía y que parecen sacados de la calle.
Y logra implicarte en los problemas de estos acosados supervivientes.
He sentido un ligero temblor a medida que se acercaba el desenlace. Optar por la negrura absoluta sería una tentación fácil. Loach la elude.
El padre de esta afligida familia hace lo que tiene que hacer.
Yo espero que a este director, a este Pepito Grillo del cine, le queden fuerzas y ganas para seguir haciendo películas tan personales como necesarias.
Y he estado a punto de acercarme a él, algo que no he hecho jamás con nadie, para darle las gracias por la película que acabo de ver. Me he cortado, por pudor, por respeto.
Ese hombre se llama Ken Loach y lleva toda su carrera hablando con lenguaje realista y algunas veces conmocionante de injusticias cotidianas, de gente anónima y legal que se siente acorralada por el estado de las cosas, víctimas que intentan sobrevivir sin pisar a nadie, a las que les van cayendo hostias continuas que no se merecen.
Y a estos personajes reconocibles, con derecho a encontrar un poco de respiro y un pedacito de sus antiguos sueños, a espantar su asfixia laboral, económica y vital, Loach les ofrece su cámara y su oído, haciendo retratos de situaciones intolerables que empiezan mal y acaban peor.
A este director le acusan en los últimos tiempos los idiotas e impostores de siempre, expertos en disfraces según las modas, de hacer un cine panfletario y facilón.
Admito que hay subidas y desfallecimientos en su obra, que a veces ha sido simplista o cercano al maniqueísmo en su concepción de buenos y malos, pero cuando acierta tiene la capacidad para removerme, creérmelo, hacerme sentir indignación y piedad, implicarme en sus reivindicativas y humanistas historias.
Lo hizo en Kes, Family Life, Agenda oculta, Riff-Raff, Lloviendo piedras, Mi nombre es Joe y Yo, Daniel Blake.
. La familia que describe y el agobio que siente resultan tan verosímiles como cercanos.
Intentan algo tan razonable como comer todos los días, ofrecer un poco de futuro a sus hijos, una cría que se entera de todo y un adolescente enganchado permanentemente a su teléfono y a pintar grafitis que le pueden crear problemas.
También alimentan el deseo de unos ingresos regulares y tal vez poseer alguna vez una casa propia.
En otra época pudieron pertenecer a la clase media baja, pero saben que los tiempos actuales ya no admiten ni eso, que la pobreza les está rozando.
Y trabajan como bestias, él transportando paquetes a domicilio y ella cuidando a discapacitados y ancianos.
Pero todo está amenazado por la explotación más dura, la ruina, las tensiones cercando a la estabilidad familiar.
El angustioso guion pertenece a Paul Laverty, colaborador habitual de Loach.
Y este lo traslada a imágenes que desprenden verdad y sentimiento.
Utilizando a intérpretes que yo desconocía y que parecen sacados de la calle.
Y logra implicarte en los problemas de estos acosados supervivientes.
He sentido un ligero temblor a medida que se acercaba el desenlace. Optar por la negrura absoluta sería una tentación fácil. Loach la elude.
El padre de esta afligida familia hace lo que tiene que hacer.
Yo espero que a este director, a este Pepito Grillo del cine, le queden fuerzas y ganas para seguir haciendo películas tan personales como necesarias.
Comentaban como algo venturoso y excepcional que Mati Diop, autora de Atlantique, era la primera directora negra que competía en la historia del Festival de Cannes.
Pues vale. El color de su piel y su condición femenina no la eximen de haber realizado una película insufrible, un fatigoso y absurdo onanismo mental sobre una mujer senegalesa cuyo amante se ha embarcado en un cayuco para intentar buscarse la vida en Occidente y a la que su familia obliga a casarse con un hombre al que no ama.
Parece que existe un argumento, pero todo es una sucesión de disparates.
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