Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

17 may 2019

La artista de la estafa que engañó a la ‘jet set’ neoyorquina

Anna Delvey, condenada a entre cuatro y 12 años de cárcel por un jurado, embaucó a empresarios, magnates, actores y a uno de los hijos del arquitecto Santiago Calatrava.

Anna Delvey el pasado día 9 en la Corte Suprema de Manhattan donde fue juzgada. En vídeo, las intervenciones de la fiscal y la jueza en el juicio.
Anna Delvey se interesó por el arte y terminó por convertirlo en su medio de vida interpretado a su manera. Empezó fotografiando moda y terminó convertida en una artista de la estafa, como la ha definido la fiscalía que ha llevado la acusación contra ella en el juzgado de Nueva York donde un jurado la condenó, el día 8 de este mes, a entre cuatro y 12 años de prisión.
 La historia de esta mujer de 28 años, de origen ruso-alemán, es la de una pícara de los tiempos modernos, esos en los que el brillo del dinero deslumbra tanto que deja ciegos a quienes no ven más allá del estilo de vida lujoso de quien está dispuesto a engañarles.
Anna Delvey o Sorokin pasó de seguir siendo becaria y se inventó un currículo de rica heredera alemana, poseedora de una fortuna de 25 millones de dólares (más de 22 millones de euros) en un fondo fiduciario a la altura de sus pretensiones y de las relaciones que iba tejiendo para conseguir su ascenso a la élite neoyorquina.
 Entre esos amigos han desfilado Rachel DeLoache Williams, la editora de fotografía de Vanity Fair USA, el magnate Aby Rosen, el chef Daniel Rose, el empresario Roo Rogers, el actor Macaulay Culkin, influencers europeas como Giorgia Tordini y también el arquitecto Gabriel Calatrava, hijo del también arquitecto Santiago Calatrava y habitual de los eventos de la alta sociedad neoyorquina.
Gabriel Calatrava (segundo por la izquierda), en un evento en el The Jane Hotel de Nueva York en 2016.
Gabriel Calatrava (segundo por la izquierda), en un evento en el The Jane Hotel de Nueva York en 2016. Getty Images
A Gabriel Calatrava, Anna Sorokin —que en realidad era de origen ruso y familia humilde que emigró a Alemania— le engatusó con el ambicioso proyecto que vendía a todo aquel que conocía y tenía una economía más que saneada: un club exclusivo con un gran espacio dedicado al arte contemporáneo que bautizaría Fundación Anna Delvey (ADF) y que tendría su sede en un edificio en alquiler en la esquina de Park Avenue y 22nd Street, de cuya reforma se encargaría su nuevo amigo. 
Una inversión de 40 millones de dólares.
 El resto de la farsa tomó forma viviendo en hoteles chic, repartiendo propinas de 100 dólares, vistiendo modelos de marcas de lujo o presentándose en reuniones con posibles inversores en avión privado de alquiler.
Medios a lo grande para objetivos a lo grande.

Anna Delvey, también conocida como Anna Sorokin, intuyó esta debilidad y la convirtió en su salvoconducto para vivir por todo lo alto en Nueva York, la meca del ver y dejarse ver. 
Llegó a la ciudad, procedente de París, a finales del verano de 2013 para un viaje a la ciudad costera de Mountauk y después asistir a la Semana de la Moda. 
Debió percibir buenas vibraciones, porque la que había sido becaria de Purple, la revista francesa de arte y moda, decidió quedarse. 
Trabajó temporalmente en las oficinas de la misma publicación en la Gran Manzana y después intuyó las posibilidades de dar un buen mordisco a todos aquellos ricos con los que se cruzaba a diario y que cayeron enganchados por su don de gentes y en su red de mentiras.
Pero, ¿de dónde conseguía Anna el dinero en efectivo para crear su personaje?
 La respuesta no es otra que de la misma aura de millonaria que se había inventado: las relaciones que la presentaban en los sitios le abrían las puertas a crédito y el resto lo consiguió durante un tiempo a base de transferencias que nunca llegaban y giros postales y cheques falsos que depositaba en bancos a cambio de dinero en efectivo.

Cuando empezaron a saltar las alarmas, primero en el hotel de cinco estrellas 11 Howard en el que vivía y después en un banco con el que negociaba un crédito multimillonario, su historia estaba a punto de tocar fondo. 
Cuando la detuvieron a finales del verano de 2017 en Malibú, había engañado a distintas personas y establecimientos por más de 200.000 dólares.
 Se declaró inocente e ingresó en la prisión femenina de Rikers Island, incapaz de pagar la fianza que le pedían para acceder a su libertad provisional.
En prisión ha tenido salidas de tono y enfrentamientos de niña rica por los que ha sido castigada a períodos de aislamiento, pero su historia puede terminar por procurarle, cuando salga de prisión, la vida de lujo que le negó su inexistente fortuna. 
Shonda Rhimes, la creadora de las series Anatomía de Grey o Scandal, ha adquirido los derechos de su historia para el que será su primer proyecto con Netflix. Y la misma Anna Delvey/Sorokin anunció que había comenzado a escribir sus memorias y que un segundo libro recogería sus experiencias en prisión.
 Puede que siga negando la realidad, pero sigue confiando en tener su propio fondo de inversión en el futuro. 
Y lo que tiene claro es que no siente lo que hizo. Lo dijo en una entrevista concedida a The New York Times
“Estaría mintiendo a todos y a mí misma si dijera que lamento cualquier cosa de lo que he hecho”.

 

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