El biólogo de 28 años suma más de 120 participaciones en el concurso de Telecinco.
Fran González lleva a sus espaldas más de 120 roscos de Pasapalabra
(este miércoles alcanza su programa número 123). La prueba final del
popular programa de Telecinco se le resiste, pero su conocimiento del
vocabulario hace que prácticamente cada día se quede a punto de llevarse
un bote que ya llega a 1.278.000 euros. Pero, ¿quién es Fran?
Vecino
desde hace 17 años del municipio asturiano de Colloto, Fran, de 28
años, es biólogo de profesión y trabaja como investigador en la
Universidad de Oviedo. Llegó a Pasapalabra por primera vez en
mayo de 2017, pero en su primera participación solo aguantó tres
programas, ya que fue eliminado por otro de los grandes participantes
del concurso, Antonio Ruiz, ganador del bote en diciembre de 2017. En verano del año pasado, Pasapalabra emitió una serie de
especiales, la Supercopa, por los que pasaron representantes de cada
comunidad española. Fran acudió por Asturias pero se quedó fuera de la
final. En abril de 2018 regresó al concurso, en el que permaneció
durante 48 programas consecutivos. Pero la racha se vio interrumpida de forma voluntaria por motivos personales
a principios de junio. Más tarde, el concursante explicó que el motivo
de su ausencia temporal fue una enfermedad pulmonar de su padre, de la
que finalmente se recuperó.
El programa le permitió regresar, eso sí, pasando por la prueba de la
silla azul. El 2 de agosto volvía al espacio y desde entonces se
mantiene en concurso de forma ininterrumpida. En su ausencia, ¡Boom!, con Los Lobos y su récord Guiness de permanencia, le quitó el liderato a Pasapalabra
como el espacio más visto en su franja de emisión. Sin embargo, en las
últimas semanas el programa que presenta Christian Gálvez se acerca a
los datos del que conduce Juanra Bonet. Buena parte de la
responsabilidad de esa escalada en los datos de audiencia se encuentra
en el carisma y la forma de ser de Fran y su conexión con unos
espectadores que siguen atentos su paso por el concurso a la espera de
que consiga completar el rosco que tanto se le está resistiendo.
El corto,
dirigido por Javier Ruiz, trata de un hombre al que siempre le toca el
Gordo y se harta de ganar hasta que entiende que el objetivo de la
lotería es compartirla.
Cuando se
cumplen 11 años de la separación de la pareja, el distanciamiento del
que fuera duque de Lugo con la familia real es total, más aún tras
alcanzar sus hijos la mayoría de edad.
A pocos pasó inadvertido el gesto frío y solo protocolario con el que
doña Sofía correspondió al saludo de Jaime de Marichalar en el palacio
de Liria durante la boda de Fernando Fitz-James Stuart con Sofía Palazuelo,
a principios del pasado mes de octubre. Fue la constatación de que el
vínculo del que un día fue duque de Lugo con el palacio de La Zarzuela
estaba totalmente roto. Cuando se cumplen este martes 11 años de lo que
se llamó "cese temporal de la convivencia", la relación con Marichalar
es inexistente, más aún cuando los dos hijos de la pareja Felipe y
Victoria han alcanzado la mayoría de edad y ya no es necesario que sus padres se comuniquen para cuestiones cotidianas, algo que en los últimos tiempos hacían incluso a través de intermediarios. De lo que inicialmente se planteó como una separación el términos
cordiales el tiempo ha dejado claro que fue una ruptura poco amistosa.
Ese día la monarquía española paso a ser más real que nunca, en el
sentido de que en aquella familia ocurría lo que en tantas otras, por
mucho que la boda se hubiese realizado en la catedral de Sevilla, con
trato de enlace de Estado y con la presencia de lo más granado de la
realeza.
Y ahí sí que su condición les facilitó el privilegio de llegar a la
sede judicial del Juzgado de Familia número 22 de Madrid a través de
dependencias que no estaban abiertas al público para evitar ser vistos
Otra peculiaridad es que el expediente de su divorcio de mutuo
acuerdo —que fue oficial el 21 de enero de 2010— se encuentra depositado
en una caja fuerte del juzgado con seguridad especial para evitar
posibles sustracciones.
La primeras fricciones tras la separación aparecieron por los
periodos de vacaciones, en los que doña Elena imponía su criterio casi
siempre por cuestiones relacionadas con las actividades de la familia
real, en las que quería que sus hijos estuvieran presentes. Luego la
relación se tensó más por el carácter rebelde de su hijo Felipe. Mientras la infanta Elena optaba por una dura disciplina con él, su padre era más permisivo. El día en que Felipe se disparó con una escopeta de caza en el pie
mientras jugaba con ella marcó un antes y un después en la relación de
la pareja. El nieto mayor de don Juan Carlos y doña Sofía sufrió el accidente, a los 13 años, mientras estaba de vacaciones con su padre en la finca familiar de Soria.
Doña Sofía durante mucho tiempo ha ejercido como una figura
conciliadora entre los padres de sus nietos pero con los años se ha ido
distanciando de su yerno por su estilo de vida. Ninguno de los dos ha tenido nueva pareja al menos oficialmente. Doña
Elena continúa trabajando para la Fundación Mapfre y pasa mucho tiempo
con su padre con quien viaja y cultiva su afición por los toros. También
ha recuperado discretamente algo de presencia en actos de
representación de la Casa del Rey, tras una larga temporada relegada de
este tipo de funciones, un hecho que ocurrió en paralelo a la
desaparición de su hermana la infanta Cristina de la vida pública de la
institución tras la imputación de su esposo Iñaki Urdangarin en el caso Nóos. Desde la coronación del rey Felipe, en junio de 2014, ambas dejaron de ser Familia Real
para pasar a ser Familia del Rey, lo que implica que ninguna tiene
agenda. Elena, en este tiempo, también ha sido un apoyo para su hermana
Cristina, con la que está más unida que nunca. Marichalar, de 55 años,
trabajó durante años como asesor del director de operaciones de Credit
Suisse y presidió la Fundación Winterthur pero en 2008, cuando la
empresa cambió su nombre a Fundación AXA, fue cesado. También estuvo
sentado en el consejo del grupo Portland Valderrivas, de Esther
Koplowitz, hasta que le destituyeron para enviarle a una filial
británica de la compañía Waste Recycling Group. Formó parte del Consejo
de Administración de la Sociedad General Inmobiliaria de España, fundada
por Robert de Balkany, conocido como "El rey de los centros
comerciales" y amigo de don Juan Carlos, pero fue despedido tras el
fallecimiento del empresario. Levantaban a Marichalar de las sillas con
la misma rapidez con la que dejaba de estar protegido por la Familia
Real. Pero sigue siendo el hombre de confianza en España del gran empresario francés Bernard Arnault,
presidente del conglomerado del lujo LVMH que integra entre otras
firmas a Louis Vuitton, Kenzo, Dior, Christian Lacroix, Fendi, Donna
Karan, Marc Jacobs, así como las fragancias de Guerlain, Givenchy y
otras marcas como Moët & Chandon y Hennessy.
En el último año, Marichalar ha emprendido una nueva aventura. Ha
fundado con otros socios BCorner, una sastrería a medida con precios que
van desde los 1.800 a los tres mil euros. Y es que si en algo no ha
cambiado en estos años Marichalar ha sido su pasión por el lujo, de ahí
que desposeído del título de duque de Lugo mantenga el popular de duque de Lujo.
A sus 82 años, el legendario protagonista de clásicos como El golpe o Todos los hombres del presidente
cree que ha llegado el momento de su retirada.
Pero tan solo de la
interpretación.
Aún le queda tiempo para la dirección, la defensa del
cine independiente desde el Instituto Sundance y, sobre todo, para
cultivar su segunda gran pasión, el medio ambiente.
Nos recibe en
Toronto para rememorar una vida de película: la suya
A sus 82 años, el legendario protagonista de clásicos como El golpe o Todos los hombres del presidente
cree que ha llegado el momento de su retirada. Pero tan solo de la
interpretación. Aún le queda tiempo para la dirección, la defensa del
cine independiente desde el Instituto Sundance y, sobre todo, para
cultivar su segunda gran pasión, el medio ambiente. Nos recibe en
Toronto para rememorar una vida de película: la suya
LA ENTRADA de Robert Redford en el hotel Fairmont Royal York de
Toronto llega acompañada de un doble sentimiento.
Es fácil ver una
figura frágil de 82 años, manteniendo el tipo, todo vestido de negro
—vaqueros, camiseta…, hasta las gafas son de sol—, pero caminando con
precaución, asiéndose a la mesa donde se sienta a conversar como quien
se agarra (con delicadeza) a una tabla de salvación.
Su sordera es
pronunciada y son muchas las veces en las que durante la conversación da
una respuesta, lúcida e interesante, a lo que cree que ha oído más que a
lo que ha sido preguntado.
Y muchas más las que su mente vuelve al
pasado, a contar las batallitas de ese chaval californiano que se
esfuerza en describir como un patito feo, aunque resulte imposible de
imaginar cuando uno tiene delante al cisne de Hollywood, al galán de
galanes incluso en su versión octogenaria.
Ese Robert Redford (Santa
Mónica, California, 1936) sigue vivo: el Sundance Kid de Dos hombres y un destino, El gran Gatsby mucho antes de que Leonardo DiCaprio quisiera su puesto o El candidato siempre interesado en la política, aunque su activismo
está dirigido más a preservar el medio ambiente que a ocupar la Casa
Blanca.
Pero el valor del intérprete no se mide solo por los
innumerables éxitos de su pasado.
Sigue siendo motor de una nueva
generación de artistas gracias al Festival de Sundance y sigue
protagonizando películas.
Su nuevo trabajo es The Old Man & the Gun. Y, asegura, puede que sea su canto del cisne.
Ha dicho que este es el último filme, que no habrá más. ¿Se ha cansado de Hollywood?
Nunca digas nunca. Pero llevo haciendo esto desde que tenía 21 años y
soy octogenario ya. Quizá haya llegado el momento. No tanto de parar,
sino de moverme en otra dirección. ¿Como cuál? ¿La producción, la pintura, la política?
Producir. Dirigir más.
Llevo tiempo pensándolo. La idea me ronda desde
mi anterior estreno, proyecto que me volvió a reunir con Jane Fonda
[Nosotros en la noche, 2017], un dramón romántico nada optimista.
Fue muy agradable trabajar en ella, pero era una película muy
triste.
En los tiempos que vivimos prefiero algo más positivo.
Atravesamos un momento político tenebroso y el ambiente cultural que nos
rodea es más bien deprimente.
Pero tampoco he dicho que The Old Man & the Gun vaya a ser la última. He dicho que puede ser la última.
Como actor, siento que The Old Man & the Gun es una gran película para decir adiós.
¿La película por la que le gustaría ser recordado? Me gustaría ser recordado por todo el trabajo en televisión, en cine, en teatro. Y por mi labor medioambiental. ¿No hay favoritas? ¿Cuáles son esos títulos de los que guarda un mejor recuerdo? Es una buena pregunta para alimentar mi ego, pero no pienso en esos términos.
Disfruté en todas ellas. Si quieres escoger una, Dos hombres y un destino
(1969) es una gran elección porque me encantó.
Interpreté un papel en
el que me sentí cómodo y fue un placer trabajar con George Roy Hill.
Fue
entonces cuando Paul Newman y yo nos hicimos amigos, una amistad que
duraría toda la vida.
Pero con todo lo que adoro Dos hombres y un destino, El golpe
(1973) me parece de los mejores filmes de la historia del cine.
Y todo
el crédito se lo lleva Hill.
El la ideó, pensó en la música, él lo fue
todo. No la había visto en muchos años hasta que mi hija se empeñó en
verla recientemente y me volví a dar cuenta de lo buena que era.