Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

12 feb 2018

La ‘Comedia sin título’ de Lorca ya tiene su final.............. Rocío García

Alberto Conejero completa en 'El sueño de la vida' los dos actos que quedaron sin escribir

Retrato de Federico García Lorca.
Retrato de Federico García Lorca.
Durante años Alberto Conejero se fue asomando a la última línea del manuscrito inacabado de Comedia sin título, de Federico García Lorca, atendiendo a la voz que le llamaba desde allí y que le pedía reescribirla. 
Ha dejado a un lado su propio miedo y el ruido que podía generar, y se ha decidido a completar los dos actos de la obra de teatro que Lorca dejó inconclusa en un libro que, bajo el título de El sueño de la vida, es todo un diálogo con el poeta granadino.
 Editado por Cátedra y con prólogo de Emilio Peral, El sueño de la vida, del que se hará un montaje teatral, se presentó este lunes en Madrid, con la asistencia de la presidenta de la Comunidad, Cristina Cifuentes, y el consejero de Cultura, Jaime de los Santos, además de la sobrina del poeta, Laura García Lorca.
Alberto Conejero (Jaén, 1978), escritor y poeta, autor de La piedra oscura y la adaptación de El amor de don Perlimplín y Belisa en su jardín, cumple así una obsesión y una pulsión que le perseguía desde la adolescencia.
 García Lorca escribió el primer acto de Comedia sin título, un “drama social”, según sus propias palabras, antes de ser asesinado en agosto de 1936, poco después del comienzo de la Guerra Civil. 
Esta obra debía de formar parte de una trilogía junto a El público y Así que pasen cinco años.

Conejero no ha pretendido “clausurar la potencia de Lorca, ni dar fin al texto”. “El sueño de la vida es un nuevo texto escrito en un vacío infinito, un diálogo entre lo que fue y lo que no pudo ser.
 Lo he escrito porque lo necesitaba, aun sabiendo que podía generar algunas incomprensiones, pero de eso habla precisamente Comedia sin título”.
Ha buscado la imantación con Lorca y no la imitación. “He sentido en todo momento la compañía de Lorca. 
Mi imantación viene de lejos, de la lectura continua de sus textos y poemas, con los que me he ido contagiando de su espíritu. 
Los escritores somos todas las lecturas que nos han precedido y han ido conformando nuestra voz”, ha añadido Conejero.

La escritura de El sueño de la vida ha tenido, para su autor, mucho de juego. 
“El juego es algo sagrado que debemos defender en este imperio de lo útil, lo necesario y lo productivo”, ha señalado Conejero, que reconoce haber disfrutado mucho. 
“El conflicto sobre la verdad en el teatro y el amor se intenta aquí abriendo las puertas del teatro a los anhelos revolucionarios por un mundo más justo, pero también a las fuerzas más conservadoras y agresivas.
 Es insufrible que un teatro de la espalda a la realidad de su tiempo”.
 Así, el dramaturgo no se ve tan alejado de las creaciones contemporáneas puestas en escena con la obra de Lorca para darle un presente a estos materiales. 
“No se trata de pintar encima de un lienzo, sino de dialogar con él”.
El montaje teatral de esta obra se estrenará en Madrid, aunque todavía no hay fecha.
 Según Jaime de los Santos, ya se está trabajando en el proyecto, a cargo de un “gran director”, del que no quiso dar su nombre.


 

Tener empatía con las emociones positivas refuerza hasta cinco veces más los lazos de la pareja

Por Pilar Jericó

Cuando la pareja no nos acompaña en los momentos buenos parece que su ausencia pesa más.

Tener empatía con las emociones positivas refuerza hasta cinco veces más los lazos de la pareja
Si quieres fortalecer tu relación de pareja, sé empático o empática, en especial cuando la otra persona atraviese un buen momento.
 Este es el resultado de una curiosa investigación, realizada por Michael Andreychik de la Universidad de Fairfield en Connecticut. Desde hace años se ha destacado que la empatía es una de las habilidades más deseadas en el mundo de la pareja.
  Es lo que te permite ponerte en los zapatos del otro y ayudarle a superar los malos momentos, fundamentalmente.
  Y tiene su lógica. 
Cuando se está desanimado, se espera que la otra persona te entienda y te apoye (sea hombre o mujer, y cada uno a su modo, como ya vimos en otra ocasión).
 Pero curiosamente, según Andreychik, esta actitud se valora especialmente cuando la persona te acompaña en tus emociones positivas, más que en las negativas.
Para demostrarlo, Andreychik escogió a 175 hombres y mujeres y les pidió en dos investigaciones que valoraran qué grado de empatía experimentaban sus parejas con ellos y cómo estaban de satisfechos en su relación.
 Como era de esperar, las personas que percibían una mayor empatía cuando estaban atravesando algún momento malo se mostraban más satisfechas con sus relaciones.
 De algún modo, sentían que podían contar con el otro. Pero lo curioso de este estudio es cuando se preguntaba por emociones positivas.
 Cuando la otra persona percibía que su pareja era empática con sus éxitos o sus momentos amables, la satisfacción de la relación era hasta cinco veces mayor que si no se daba este hecho. ¿Y cuál es el motivo?
 Según Andreychik, cuando uno está mal, implica un mayor riesgo para la otra persona saber cómo ayudarle. 
Los hombres y las mujeres buscamos diferentes vías de olvido o de superación de las dificultades.
 Algunos prefieren huir a la cueva para ordenar sus ideas o, sencillamente, dejarlas bajo una alfombra hasta saber qué hacer con ellas; y otras mujeres, por ejemplo, prefieren hablar de ello hasta encontrar una solución o, al menos, un alivio. 
Son estrategias diferentes, que requieren actitudes por parte del otro también distintas y que no siempre son fáciles de prever.
 Sin embargo, cuando nos enfrentamos a emociones positivas, lo que buscamos es celebrarlo conjuntamente. 
Se ve ante un éxito profesional, cuando los hijos te sorprenden con algo o cuando tu equipo de fútbol ha ganado un título.
La celebración compartida sabe mejor, es más plena. Y si tu pareja no te acompaña en dicho momento parece que su ausencia pesa más. 
 Los motivos pueden variar desde tener criterios diferentes hasta estar demasiado enfrascado en los temas personales para ver más allá de uno mismo o sencillamente, que el éxito despierte cierta envidia encubierta.
 Lo que sea.
 Pero si tenemos en cuenta los resultados de esta investigación, en la medida en que sepamos acompañar en las emociones positivas a la otra persona, seremos capaces de reforzar nuestra relación de pareja. 
Para ello, necesitamos entrenar la empatía positiva.
Primero, es necesario identificar qué le ocurre al otro. Si solo estamos contemplando nuestro ombligo, será difícil percibir emociones positivas o negativas en otra persona que no sea uno mismo. 
Necesitamos parar en algún momento nuestras rumias mentales, alzar la cabeza y preguntarnos: ¿qué le está ocurriendo a mi pareja? Segundo, la empatía exige un interés genuino y sincero por lo que le está sucediendo a la otra persona, lo que requiere preguntar y escuchar, sin imponer opinión. 
Y tercero, en caso de emociones positivas, cuando sepas de un éxito, es bueno darle pie a que hable de ello, sorprenderle con una celebración o, si se trata de una historia divertida o de una afición, compartirla juntos.
 En suma, cuando nos alegramos de verdad por lo que nuestra pareja consigue y disfruta, conseguimos reforzar el lazo que nos une y nos sentimos mejor con nosotros mismos.
 Como resumió Mariano Yela, catedrático de la Universidad Complutense (1921-1994): “El amor no es necesario para vivir pero sí para que merezca la pena vivir”. ¡Feliz San Valentín!

 

Carlos García Gual: “Los alumnos pasan mucho tiempo con el móvil. No saben nada”

Sorolla en el taller de costura.......................... Carmen Morán

El Thyssen y el museo del pintor confrontan más de 70 obras del artista con trajes que muestran la nueva moda para la mujer que se emancipaba en el cambio de siglo.

Una visitante fotografía uno de los vestidos de la muestra 'Sorolla y la moda' que se expone junto con el lienzo del pintor 'Elena en la playa' (1909) en el Museo Thyssen de Madrid.

 No hubo un día en que al salir a la calle de repente las mujeres vistieran pantalón sin complejos.

 Hizo falta una larga transición para ir aflojando los corsés y despojándose de miriñaques; larga y no exenta de tortura social.

 El solo gesto de partir la falda para poder montar en bicicleta impidió la entrada a más de una en algún club de gente decente. Pero ese camino ya se transitó. 

A caballo entre los siglos XIX y XX, la modernidad llegó con la moda: las faldas se acortaron, los vestidos eran holgados y sin ataduras, los talleres diseñaban ropa para una nueva mujer, más dinámica y desenvuelta, aventurera y activista que lo mismo reivindicaba el sufragio femenino que prescindía del sombrero en un ademán de libertad conquistada.

 Sí, la nueva moda y la emancipación femenina hicieron un buen matrimonio.

¿Y qué pinta Sorolla en todo esto? Mucho.
 Observador privilegiado de aquellos cambios que operaban en las grandes ciudades del mundo, París, Londres, Nueva York, el pintor trasladó a sus lienzos con la maestría de un buen sastre el brillo del terciopelo, las transparencias del tul, la suavidad del fieltro y el frescor veraniego de sargas y algodones.
 En sus retratos a las damas de la alta sociedad (esas clases por las que empiezan todas las revoluciones), el artista (Valencia, 1863 - Cercedilla, Madrid, 1923) no ahorró en gasas, pasamanerías, lentejuelas, sombreros de paja y plumas, sombrillas y zapatos de hebillas diamantinas.

Sorolla y la moda, así se titula la exposición que reúne en el Thyssen más de setenta lienzos procedentes de museos y colecciones de medio mundo —algunos apenas han sido expuestos en público— con los vestidos de época que se conservan en prestigiosas galerías e instituciones, como el Victoria & Albert de Londres, el Museu Tèxtil de Terrassa o el Museo de Artes Decorativas de París.
 Desde mañana y hasta el 27 de mayo, estas joyas de la moda y valiosos complementos acompañarán a los retratos de gran formato donde el valenciano dio rienda suelta a su gran pasión: la moda. Aunque el Thyssen expone la gran parte del material, la visita no estará completa sin acercarse al Museo Sorolla, situado en la que fuera la casa madrileña del pintor, donde algunos de estos maniquíes buscan su espejo en óleos que no se descuelgan nunca de esas paredes.
 Los amantes de Sorolla podrán disfrutar en esta sede de un cuadro rara vez expuesto, Amalia Romea, señora de la Iglesia, una sutileza de gasas y carnaciones que incitan a tocar.
“La modernidad estaba llegando a Europa, las mujeres ya no necesitaban una sirvienta para embutirse en aquellos vestidos imposibles, se arreglaban y salían solas de compras y Sorolla se hace eco de todo aquello, pinta una mujer empoderada y moderna”, dice el comisario de esta exposición, Eloy Martínez de la Pera, que califica al pintor como el primer personal shopper.
 En sus viajes, Sorolla se emociona con los cambios en el vestir que observa, y envía cartas a su mujer, Clotilde García del Castillo, a la que adora, con bocetos de los sombreros que ha visto, los vestidos, los nuevos cuellos y complementos. 
 A su vuelta a casa llegarán los regalos para ella y para sus hijas, María y Elena, que vestirán la última moda de París, de la londinense Oxford Street y de los talleres neoyorquinos —cabe pensar que al hijo, Joaquín, también le traería algún presente—.
Una de las cartas de Sorolla con varios modelos de sombreros dibujados. 
Una de las cartas de Sorolla con varios modelos de sombreros dibujados.
Todas posaron para él, Clotilde hasta la extenuación y siempre con una mirada serena de gran dama en sus jardines: Clotilde con traje gris, Clotilde con vestido negro, Clotilde con traje de noche.
También se han seleccionado para esta muestra los retratos que hizo a las grandes damas estadounidenses, burguesas de Nueva York cuyas fortunas crecían al mismo ritmo que se elevaban los edificios; la realeza española, alfonsos y maría cristinas, también pasaron por sus pinceles.
No por conocidos, los trazos de Sorolla dejarán de fascinar al visitante, pero será difícil escapar de la atracción que provocan los modelos elegidos para acompañar a cada cuadro. Es la moda convertida en arte.
 “Cientos de personas han trabajado durante año y medio para restaurar, con precisión de cirujano, lentejuelas y encajes”, explica la comisaria técnica, Paula Luengo. 
Hubo que buscar aquellos modelos que más se parecían al retratado por Sorolla, y lo han conseguido, otorgando así veracidad al momento de fulgurante diseño que se experimentaba en la época. Los vestidos tienen prácticamente la misma fecha que los cuadros y parecen salidos de ellos.
 Sorolla estaba retratando el cambio de vida con el realismo de un fotógrafo.

Las marcas

Para los adinerados, y Sorolla lo era, aquellos años de Belle Époque eran felices. 
El arte y la moda se abrazaban y los diseñadores reivindicaron su parte. 
Charles F. Worth es artífice de esa transición hacia la creatividad personal: quiere que sus creaciones tengan nombre propio y estampa su firma, por ejemplo, en ese vestido rosa de seda, algodón, metal y raso que se expone en el Thyssen, perteneciente ahora a la colección Francisco Zambrana, de Málaga. Empezaban las marcas.
Pero la joya de la corona es el vestido Delphos, diseñado hacia 1920 por Mariano Fortuny y Madrazo, inspirado en las túnicas griegas, que caía sobre el cuerpo de la mujer sin ataduras. 
Con él, y sin ropa interior, bailó Isadora Duncan, que puso cimientos a la danza moderna, y lo lucía Peggy Guggenheim, la gran coleccionista y mecenas estadounidense. 
Sorolla se lo regaló a su hija en color amarillo y la retrató así.
 La nueva mujer estaba naciendo y el cambio de piel dejó un rastro de polisones y miriñaques que tanto tiempo le impidieron cabalgar la modernidad.