Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

15 ene 2018

La semana decisiva de Alba Carrillo en los juzgados

Este lunes afronta el juicio sobre la custodia por el hijo que tiene con Fonsi Nieto y el martes se verá la demanda que interpuso a Feliciano López por la liquidación de los bienes gananciales de su disuelto matrimonio.

De izquierda a derecha, Fonsi Nieto, Alba Carrillo y Feliciano López.
De izquierda a derecha, Fonsi Nieto, Alba Carrillo y Feliciano López. GTRESOLINE
El vendaval Alba Carrillo sorprendentemente parece haber amainado durante las últimas semanas. 
 Sus declaraciones explosivas, sus risas y llantos televisados y reportajeados han bajado de intensidad y sólo se asoma a las revistas para mostrar su imagen más relajada al lado de su nuevo novio, el ingeniero David Vallespín, con quién según una de las clásicas noticias bomba de Kiko Hernández, uno de los colaboradores de Sálvame, contraerá matrimonio el 1 de septiembre de 2018.
Hasta esa fecha quedan meses de risas y llantos, si nos ceñimos al historial de esta modelo que revolucionó junto a su madre, Lucía Pariente, la última edición de Supervivientes.
 Pero lo que son hechos incuestionables es que en esta semana se suceden, en días consecutivos, dos juicios importantes para su futuro.
 Este lunes está teniendo lugar la vista sobre la demanda presentada por el expiloto de motociclismo y DJ Fonsi Nieto para modificar la custodia de Lucas, el hijo que la pareja tuvo en común.
Esta petición, que corre a cargo del abogado Luis Zarraluqui, se acompañó de un extenso informe en el que se trabajó durante tres meses y en el que se ha actualizado cada argumento con datos que tratan de demostrar las razones por las que Nieto solicita la custodia exclusiva del niño, o en su defecto, una custodia compartida.

De izquierda a derecha, Fonsi Nieto, Alba Carrillo y Feliciano López.
De izquierda a derecha, Fonsi Nieto, Alba Carrillo y Feliciano López. GTRESOLINE
El vendaval Alba Carrillo sorprendentemente parece haber amainado durante las últimas semanas. Sus declaraciones explosivas, sus risas y llantos televisados y reportajeados han bajado de intensidad y sólo se asoma a las revistas para mostrar su imagen más relajada al lado de su nuevo novio, el ingeniero David Vallespín, con quién según una de las clásicas noticias bomba de Kiko Hernández, uno de los colaboradores de Sálvame, contraerá matrimonio el 1 de septiembre de 2018.
Hasta esa fecha quedan meses de risas y llantos, si nos ceñimos al historial de esta modelo que revolucionó junto a su madre, Lucía Pariente, la última edición de Supervivientes. Pero lo que son hechos incuestionables es que en esta semana se suceden, en días consecutivos, dos juicios importantes para su futuro. Este lunes está teniendo lugar la vista sobre la demanda presentada por el expiloto de motociclismo y DJ Fonsi Nieto para modificar la custodia de Lucas, el hijo que la pareja tuvo en común.Esta petición, que corre a cargo del abogado Luis Zarraluqui, se acompañó de un extenso informe en el que se trabajó durante tres meses y en el que se ha actualizado cada argumento con datos que tratan de demostrar las razones por las que Nieto solicita la custodia exclusiva del niño, o en su defecto, una custodia compartida.
Alba Carrillo y su madre, Lucía Pariente, en Madrid a finales del pasado mes de diciembre.
Alba Carrillo y su madre, Lucía Pariente, en Madrid a finales del pasado mes de diciembre. GTRESONLINE
Una decisión que no sorprendió demasiado porque los meses previos a su presentación la aparente buena relación que mantenían Alba Carrillo y Fonsi Nieto se había roto y los enfrentamientos entre ellos, por temas relacionados con su hijo, habían sido frecuentes y públicos.
 No ayudó la exposición mediática de la modelo después de su separación del tenista Feliciano López y, menos aún, la participación de Carrillo en Supervivientes. 
 La extraña relación entre ella y su madre emitida en directo, sus enfrentamientos con otros concursantes y que la abuela materna del menor llevara a su hijo Lucas a los estudios de Telecinco con motivo del regreso de su hija a España tras participar en el reality, fue la gota que colmó la paciencia del expiloto.
Él había dejado claro que se negaba a que su hijo Lucas acudiese a la cadena televisiva y que su intención era mantenerle a salvo de las cámaras y comentarios a los que podrían abocarle la actuación de su madre y abuela.
En esta situación la custodia de Lucas, de 6 años de edad, está hoy en las manos de un juez y la preocupación de Alba Carrillo es máxima, aunque ella siempre ha defendido que nadie puede cuestionar su comportamiento como madre.

De izquierda a derecha, Fonsi Nieto, Alba Carrillo y Feliciano López.
De izquierda a derecha, Fonsi Nieto, Alba Carrillo y Feliciano López. GTRESOLINE

Alba Carrillo y su hijo, Lucas, en Madrid.
Alba Carrillo y su hijo, Lucas, en Madrid. GTresOnline
El segundo frente judicial que tiene abierto la modelo, se dilucidará mañana martes.
 Para entonces está señalada la vista sobre la demanda contra su exmarido, el tenista Feliciano López, con la que pretende anular el acuerdo de separación de bienes que firmó ante notario con el extenista, alegando que no hubo reparto de los gananciales.
 Un capítulo más en un polémico divorcio, con declaraciones íntimas elevadas a públicas frente a las cámaras de televisión y con un coste económico elevado. 
Más de 25.000 euros es la cantidad que se baraja ha pagado Alba Carrilo por las costas de este divorcio que parece aún tiene recorrido y durante el cual ha cambiado ya dos veces de letrado para representarla.
El personaje televisivo parece estar pasándole factura a la persona, y aún está por ver si no aparecerán nuevas demandas por parte de la familia Nieto por atentar contra su honor e intimidad a través de declaraciones realizadas por Carrillo en sus apariciones en prensa y televisión.



 

La familia de la turista desaparecida en Perú desconfía de la muerte accidental: “Los guías dan versiones distintas”

Una llamada al Consulado Español fue clave para el avance de la investigación.

 I

  • Nathaly Salazar Ayala, a la derecha, en una fotografía tomada durante el viaje. EFE
    La noticia de la muerte de Nathaly Salazar Ayala, la turista española que llevaba desaparecida desde el 2 de enero en Cuzco, Perú, ha caído como un mazazo en la familia de la joven de 28 años que, pese a las malas perspectivas del caso, mantenía la esperanza de encontrarla con vida.
     Al dolor se une la desconfianza por las contradicciones manifestadas por los dos guías que han sido detenidos en relación con lo sucedido. 
    "Han dado versiones distintas de lo que ocurrió", afirma Tamara Salazar, la hermana de Nathaly.
     Este lunes va a realizarse una reconstrucción de los hechos.
    El escenario y gran parte de los elementos del supuesto accidente mortal que costó la vida a Nathaly son los mismos en los relatos que han ofrecido los arrestados, los guías turísticos Jainor Huila Huamán, de 19 años, y Luzgardo Pillcopata Amaru, de 21. 
    La joven española salió de Cuzco el 2 de enero temprano en dirección a Moray. 
    Después de visitar estas ruinas arqueológicas se detuvo en Maras, y desde allí bajó andando a Callaracay, donde contrató un servicio parecido a una tirolina que permite contemplar el llamado Valle Sagrado de los Incas.
     En la primera versión ofrecida por los guías, la joven se estampó contra un poste, lo que desencadenó el letal accidente. En la otra, en cambio, uno de los hombres subió con ella a la cesta sujeta al cable y esta cedió, cayendo ambos al vacío, lo que provocó la muerte de Nathaly y daños en la cara y el brazo a su acompañante.

    A continuación, los relatos se unifican: por temor a las consecuencias que la muerte de la turista española podía acarrearles, dado que su atracción no tenía permisos y carecía de medidas de seguridad, los guías lanzaron el cuerpo al río Vilcanota-Urubamba para deshacerse de él.
  •  Ambos mantienen que cuando el móvil de Nathaly sonó lo rompieron con una piedra Después de ser detenidos el sábado, los jóvenes entregaron a la policía el teléfono destrozado.
    Los cambios en las declaraciones y el destino que dieron al cuerpo, que está siendo buscado por la policía, hacen que la familia recele sobre la versión de los guías sobre que Nathaly murió justo después de la caída.
     "No me quito de la cabeza que no la llevaran a algún sitio. Pudieron haberla dejado en la puerta de un hospital y haberse marchado sin entrar si no querían problemas.
     Creo que pensaron que no se formaría tanto revuelo y que nadie la buscaría realmente", afirma por teléfono Tamara desde Barcelona, donde vive.
    Nathaly Salazar, a la izquierda, con una amiga.
    Nathaly Salazar, a la izquierda, con una amiga.
    Los padres de ambas, que viajaron a finales de la semana pasada a Perú para seguir de cerca la investigación, asistirán este lunes a la reconstrucción de los hechos en Callaracay. 
    En ella, además de la policía y las autoridades judiciales del país andino, estarán también los dos policías nacionales españoles allí desplazados que han participado en las pesquisas.

    Llamada al Consulado

    Para el avance de la investigación ha sido clave una familia que coincidió con Nathaly en la tirolina de Callaracay, vio días despuésen los medios la noticia de su desaparición y llamó al Consulado General de España en Lima para explicar que habían estado con ella.
     La familia aportó fotografías y vídeos en los que aparecía la joven española y los dos guías, lo que permitió la rápida detención de los hombres.

    La declaración de la familia también ha permitido iluminar parte de lo que ocurrió el 2 de enero por la tarde en la atracción turística cercana a Cuzco. 
    En el momento en que Nathaly se disponía a bajar por la tirolina, la lluvia y el granizo arreciaron, lo que provocó que los niños de la familia se asustaran.
     La joven les cedió su lugar y la familia descendió primero. Bajó también uno de los de los guías, que transportó en coche a la familia hasta el pueblo.

    Al regresar, según la versión del guía, halló a Nathaly muerta y a su compañero con un hombro dislocado y heridas en la cara como consecuencia de la caída. 
    Después hicieron desaparecer el cadáver.
    Nathaly llegó a España con 12 años junto a su hermana y sus padres procedentes de Ecuador. 
    Nacionalizada española, estudió el ciclo formativo de Actividad Física y del Deportes y trabajó en un puesto del Mercado Central de Valencia, la ciudad donde vivía, hasta que hace dos meses viajó a Quito con el plan de recorrer Latinoamérica con una mochila.

12 libros que te pondrán como una moto

Dice Almudena Grandes que uno de sus primeros recuerdos como escritora es cuando encontró en el buzón el sobre en el que la editorial Tusquets la citaba como ganadora del premio La Sonrisa Vertical por Las edades de Lulú.
  La novela obtuvo el galardón en 1989  y se convirtió desde entonces, no sólo en el recuerdo de la escritora, sino en un clásico contemporáneo de la literatura erótica.
 Las idas y venidas por la vida de una mujer en la España ochentera de la Movida quedaron para siempre en la retina de numerosos españoles.
En este listado sobre literatura erótica recordamos algunas de las historias que ya son de culto, y otros textos más contemporáneos.  Queda la espita de que la mayoría son de hace algunas décadas (¿signo de estos tiempos?) y sólo la novela gráfica es la que más se atreve a incursionar por estos terrenos humedecidos.
  Por cierto, la mayoría de las seleccionadas son mujeres.   
Como la novela de Grandes, otros superventas de su época fueron Gigola, de Laure Charpentier, censurada en el año 1972 y que retrata la vida sexual de orientación lésbica de una mujer en el París de los sesenta; Miedo a volar, de Erica Jong (1973), sobre un viaje más que calentito en un avión y que disparó todo tipo de fantasías sobre vuelos y cabinas y baños; y La vida sexual de Catherine M., de la crítica de arte Catherine Millet (ahora en plena polémica feminista), sobre orgías, magreos y todo tipo de encuentros sexuales (en realidad, no va más allá de eso).

Más recientes son La rendición, de la escritora Toni Bentley, que se cierne sobre la práctica del sexo anal  (son sus propias memorias). El libro tuvo su éxito en 2007 y fue trasladado por la propia autora a las tablas de un escenario (en España se vio en el Centro Dramático Nacional en 2013). 
También destacan los cómics Historias inconfesables, de Jérôme D'Aviau y la militante feminista Ovidie (2014), sobre las relaciones que van más allá de lo establecido: encuentros casuales, ligues de una noche de discoteca; en definitiva, irrupciones de la libido, y Sex criminals, de Fraction y Zdarsky (2017), sobre una pareja que tiene el don de paralizar a la humanidad cada vez que tienen un orgasmo (y tienen muchos a lo largo de la historia).

Por último, un poquito de humedad latinoamericana: Púrpura profundo, de Mayra Montero, sobre lo que da de sí el sexo en las orquestas de música clásica; Las Travesuras de la niña mala, de Mario Vargas Llosa, o ese día en el que el Nobel decidió calentar a los lectores; 
y la Trilogía sucia de La Habana, de Pedro Juan Gutierrez: mucha exuberancia tropical, mucho ron y, sobre todo, mucho sexo.

¿Vuelta a la normalidad en Cataluña?................... Juan Luis Cebrián

España necesita cambios estructurales, en contra de lo que el presidente del Gobierno presupone y de la parálisis de los principales líderes del arco parlamentario.

 

¿Vuelta a la normalidad en Cataluña?
Desde que el Senado aprobara el pasado otoño la intervención de la autonomía catalana por los poderes del Estado ha sido unánime el clamor en demanda del regreso a la normalidad en el antiguo Principado. 
Tanto el Gobierno y los partidos que aplaudieron la aplicación del artículo 155 como los líderes independentistas, para no hablar de la nutrida tropa de tertulianos que asola los medios, han insistido en que ese retorno a lo que cada quien considere normal se producirá como consecuencia del resultado de las elecciones, cuya primera derivada ha de ser la inminente constitución del Parlamento salido de las urnas.
 Si por normalidad se entiende el ajustarse a la norma, que es la ley en el Estado de derecho, las decisiones judiciales y la propia aplicación de la Constitución lo garantizan.
 Pero la fractura social y política que vive Cataluña, y la que se aprecia entre esta y el resto de España, tardará años en soldarse en el mejor de los casos, por lo que es difícil imaginar nada parecido a una vuelta inmediata a la normalidad en la política española, víctima de heridas que podrían ser letales si no se toman las medidas adecuadas.
Pacificados en parte los ánimos, aunque solo sea en virtud de la aplicación del orden, no son pocos los líderes que insisten en que de lo que hay que hablar ahora es de lo que preocupa a los ciudadanos: futuro de las pensiones, generación de empleo, lucha contra la corrupción, etcétera. 
Siendo esto absolutamente cierto, la mayoría de esos problemas se deben a fracasos del sistema, cuyo funcionamiento es preciso revisar. 
La democracia es antes que nada un método, una formalidad que garantiza entre otras cosas que el fin no justifica los medios. 
Y si sus reglamentos no sirven para atajar los problemas de fondo es preciso reformarlos.
 Hoy por hoy, varios millones de ciudadanos españoles, casi un tercio del censo, otorgan su voto a formaciones políticas abiertamente beligerantes contra ese sistema, al que consideran culpable de las desigualdades e injusticias, de la agresión a las identidades de todo género y de la privación de derechos (algunos llegan incluso a hablar de libertades) a amplias capas de la población.
 Es la revolución de los indignados que lo mismo sirve para sostener a Trump en la Casa Blanca, sacar al Reino Unido de Europa, entronizar la extrema derecha en Polonia y Hungría o dejar los intereses y las ensoñaciones de un puñado de plutócratas catalanes en manos del movimiento okupa.
 En definitiva, las dificultades se refieren a la crisis institucional de la democracia representativa, que en España adquiere perfiles singulares, pero no tanto que no puedan aplicarse recetas y soluciones de ámbito casi universal.
Tenemos un país gobernado por un partido en minoría, cuya principal táctica a corto plazo es destruir en lo que pueda a su principal socio en el Gobierno, del que depende de manera casi absoluta para la gobernanza efectiva; con una izquierda fragmentada y desorientada, que maneja eslóganes en vez de ideas y facundia antes que proyectos; un calendario judicial que hace previsible la próxima entrada en prisión por robo al erario público de un cuñado del rey, mientras un exvicepresidente y varios exministros de los Gobiernos del actual partido gobernante han sido o pueden ser condenados a cárcel por corrupción. 
Hay también cinco miembros del anterior Gobierno catalán fugados para eludir la acción de la justicia al tiempo que otros podrían ser investidos con el poder político, pero se verían obligados a ejercerlo desde sus celdas.
 Y de todos los honorables nacionalistas que han sentado sus reales en el trono de Berenguer durante la actual democracia solo el breve e inolvidable Tarradellas ha evitado comparecer ante los tribunales. O sea, que después de lo sucedido con Jordi Pujol, que de protagonista de la Transición se ha convertido en algo parecido a un capo mafioso, o con Puigdemont, un bufón en la presidencia de su Barataria particular, hablar de volver a la normalidad en Cataluña supone un empeño loable y una asignatura obligatoria, cuyo aprobado final nos puede exigir una década de esfuerzos y evaluaciones permanentes. 

Las encuestas ponen de relieve que la preocupación ciudadana por el proceso catalán está en declive y sin duda es víctima del hartazgo que provoca en la opinión pública.
 Esta ha comprendido que la unidad de España no está en peligro, toda vez que el poder del Estado la garantiza, pero quizá no sea consciente de la amenaza que se cierne sobre el modelo de convivencia emanado de la Constitución de 1978. 
Se nos llena la boca y la memoria al recordar que gracias a ella nuestro país ha conocido una etapa sin precedentes desde hace siglos en el crecimiento económico, el disfrute de la libertad y la proyección e influencia en el resto del mundo.
 Pero nuestro modelo de convivencia se ve ahora amenazado por una corriente de nuevo centralismo, como acto reflejo frente a las revueltas populares alentadas por los líderes de la sedición en Cataluña. 
Los éxitos de nuestra democracia se deben a la existencia del Estado de las autonomías y es preciso insistir en que los errores o excesos cometidos son culpa en gran parte de la renuncia de los Gobiernos de Madrid a la hora de cumplir con su obligación, a cambio de eventuales apoyos parlamentarios de quienes luego han decidido echarse al monte.
 En una palabra, a la ausencia de un poder federal que garantice la solidaridad y lealtad mutuas entre los diversos componentes de ese Estado.
Hace más de cinco años, Artur Mas visitó Madrid un día de septiembre para pronunciar una conferencia en el hotel Ritz y entrevistarse con Rajoy, al que le solicitó soberanía fiscal para Cataluña.
 Tuve la oportunidad de almorzar en privado con él después de su visita a Moncloa y fui testigo de su convicción a la hora de poner en marcha lo que luego se convertiría en el procés, toda vez que se sentía arropado por la presión de la calle en las manifestaciones de la Diada. 
 Le advertí entonces sobre la reacción extrema que su actitud podría provocar en lo que da en llamarse la España profunda, representante de un sentimiento nacionalista tanto o más exacerbado que el de los independentistas catalanes.
 Despreció mis comentarios sobre el despertar de ese león dormido, cuyos rugidos dijo haber escuchado ya, pues los confundía con algunas opiniones editoriales de periódicos de la derecha, e insistió en que sería una sinrazón la eventual suspensión de la autonomía catalana, que no creía pudiera llegar a producirse.
 Le insistí entonces en que los nacionalistas catalanes acusan con frecuencia a los observadores foráneos de no entender bien lo que pasa en su país, y quizás tengan razón en muchas ocasiones. 
Pero no deberían desoír a quienes les advierten de que ellos tampoco entienden ni saben calibrar el sentimiento y actitud política del resto de los catalanes ni de la mayoría de los españoles. A las pruebas me remito.
 
El regreso a la normalidad en la política catalana y en la española exige por todo ello cambios estructurales, en contra de lo que la abulia del presidente del Gobierno presupone y de la parálisis de iniciativas que atenaza a los principales líderes del arco parlamentario.
 La reforma de la Constitución no es una de las opciones posibles sino, contra lo que opina el partido del Gobierno, la necesidad primera que permita consolidar el futuro del régimen del 78. 
Los profesores Muñoz Machado y Aja pusieron sobre la mesa hace ya meses una propuesta que merece más atención y estudio que la que hemos visto. 
Es preciso robustecer el Estado de las autonomías reconociéndole su carácter federal y proporcionándole las fortalezas e instrumentos que garanticen a un tiempo la solidaridad y la eficacia de su acción. Una revisión del Título VIII, una refundación del Senado, cuya mejor contribución a las autonomías de este país ha sido paradójicamente la suspensión de una de ellas, y una eliminación de la protección constitucional a la provincia como circunscripción electoral son algunas de las mudanzas necesarias para revitalizar nuestra vida política y poder hacer frente a los llamados problemas reales, como si la ruptura de la convivencia entre las gentes, la fuga de empresas y profesionales, el deterioro del turismo y la inversión no lo fueran. 
Todo ello permitiría en un futuro no lejano la revisión del Estatuto de Cataluña y de otros si así lo quisieran, y la convocatoria en un referéndum legal a los ciudadanos a fin de que pudieran expresar su apoyo al modelo de relación con el resto de España.
El mejor de los argumentos que se le ha oído a Mariano Rajoy para oponerse a estas iniciativas, o cuando menos retrasarlas todo lo que pueda, es que “todo esto es un lío”. 
Pues para lío, este en el que andamos metidos ahora por no haber emprendido las reformas a su debido tiempo y andar siempre mirando para otro lado.