Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

23 sept 2017

El futuro como equipaje.................................... Boris Izaguirre.

El aire y la tierra están agitados. Huracán Irma, terremotos en México y el volcán referéndum en Cataluña.

Pedro Almodóvar con algunos de los bodegones que expone en la Fresh Gallery, de Madrid.
Pedro Almodóvar con algunos de los bodegones que expone en la Fresh Gallery, de Madrid. EFE

 

Decidí titular mi nueva novela Tiempo de Tormentas, pero algo me hizo pensar que sonaba demasiado premonitorio. 
Días antes de finalizarla, al verme rodeado de huracanes y terremotos, cambié el título
. Me encantaría recuperarlo, pero los hijos de mis amigas insisten en que el fin del mundo ha cambiado de fecha.
 Este verano, en Ibiza, alarmaron con que será el 10 de octubre. Ayer, en un restaurante vacío en la zona de moda en Miami, me aseguraron que era hoy, 23 de septiembre.
 No garantiza nada si está leyendo esta columna, porque podría ser lo último que lea.
 Y, claro, tampoco existe seguridad de que mi novela sea publicada aunque he jugueteado con varias frases promocionales, por si resulta ser la primera lectura después del final del mundo.
El aire y la tierra están agitados.
 Huracán Irma, terremotos en México y el volcán referéndum en Cataluña
 Desde que unas gotas del huracán llegaron a mi boca, calientes, saladas y violentas entendí que es la acumulación de calor en los océanos lo que nos confirma el cambio climático.
 No sé rezar, ni en judío ni en cristiano, pero sé que por encima de la fe está la responsabilidad. 
Y todos somos responsables del cambio climático por no saber evitarlo o por continuar negándolo.
Sea como sea, pasar dos semanas de septiembre marcadas por los desastres naturales es una de esas cosas que no le deseo a casi nadie. 
 Quizás a esa mala persona que es Vladímir Putin, que aterrorizó a Angela Merkel paseando frente a ella a su perro labrador sabiendo perfectamente que a ella le aterran los canes, porque uno la mordió en su infancia.
 Putin, exdirector de la KGB, sabe mucho de torturas y métodos de coacción.
Carlos Torretta y Marta Ortega en el desfile de RobertoTorretta, el pasado día 18, durante la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid.
Carlos Torretta y Marta Ortega en el desfile de RobertoTorretta, el pasado día 18, durante la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid. GTRESONLINE
 
Es que superar una catástrofe o un trauma te deja con aire trascendental, que a mí no me sienta precisamente bien. 
Esta situación precaria me impidió estar en la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid y presenciar la llegada de Marta Ortega, La zarina, al desfile de Torreta, por ejemplo
. O ver las cuatro veces que se cambió de traje Olivia Palermo en un mismo día
. Hubo un momento que anhelé que mi vida fuera como una fashion week larga.
 Que todo resultara bello e irónico, como los bodegones de Pedro Almodóvar, presentados esta semana en la Fresh Gallery, en Madrid.
Preocupado, llamé a mi amiga Gloria a México. 
Me contó que después de un simulacro, homenaje a las víctimas del terremoto del 85, regresó a casa y una hora más tarde estaba aferrada a una pared viendo cómo toda su cocina se desmoronaba. 
Salió a la calle y se encontró rodeada de coreanos, los principales de su barrio, que le dijeron que una razón para explicar el desastre podrían ser las pruebas nucleares del amado líder, Kim Jong-un.
Este tipo de cosas preferí no confesarlas en la misa a la que me llevaron mis amigos de Miami, que no fue en una iglesia sino en el Fillmore Theater. 
Era una de esas congregaciones que interpretan la Biblia recaudando ayudas en metálico, como si fueran sociedades anónimas religiosas.
 Se llama Vous y está dirigida a profesionales liberales, con buen sueldo.
 Gente de televisión y el esposo de Karolina Kurkova, la célebre modelo checa, se unían a los cantos, en estilo moderno, casi reggaeton, contra el diablo y el flaquear de la fe.
 Y apareció el predicador, Rich Wilkerson, Jr, con pantalones pitillo negros y brillantes, rubio, con su esposa igual de rubia. 
El predicador nos reiteró en su sermón que cada vez que vas hacia algo, tienes que atravesar una experiencia. 
Una manera bonita de entender el apocalipsis y cualquier otra cosa. No me disgustó hasta que descubrí que llevaba calzadas las botas de ante color caramelo de Saint Laurent.
 No perdí, ni recuperé, la fe. Pero pensé, el apocalipsis también es marquista.

La carta viral de un padre al Ratón Pérez por dejarle 100 euros a un niño



"¿No se nos está yendo un poco de las manos esto del detalle por cada diente?", se pregunta el autor.

La carta viral de un padre al Ratón Pérez por dejarle 100 euros a un niño
En los últimos días, está circulando por Facebook la carta de un padre al Ratoncito Pérez, después de descubrir que algunos niños reciben ¡50 euros por diente! frente a los 2 que el roedor le deja a su hijo.
 Ojo que no es un texto de reclamación para pedir más, sino al contrario, intenta ser un llamamiento a la cordura con el que estoy completamente de acuerdo.
 Porque en los últimos años, da la sensación de que cualquier acontecimiento o celebración que gira en torno a los niños, ya sea Navidad, cumpleaños, comunión o la graduación de Infantil, se convierte en una escalada de regalos y castillos hinchables.
El autor de la carta, Álvaro Fraile, relata una anécdota ocurrida al encontrarse con un amigo de su hijo Guille, de seis años, en el supermercado (lo edito un poco con el permiso del autor):
- AMIGO: ¡Hola, Guille! ¿Qué tal? ¡Ah! ¡¡¡Se te han caído los dientes a ti también!!! ¿Qué te ha dejado el Ratoncito Pérez?
- GUILLE: ¡¡¡HOOOLA!!! A MÍ 2 €
- AMIGO: ¡¡¡Ahá... a mi 100 €!!!
(¡Espera un momento! Este niño se ha equivocado, ¿no?)
- GUILLE: ¡¡¡100 EUROS!!!
- LA CAJERA DEL SÚPER: ¡¡¡¡100 EUROS!!!!
- AMIGO: ¡SÍ! 50 € por cada diente y como se me han caído estos dos...
(Hemos de reconocer que el chaval va bien en mates...)
  LA CAJERA DEL SÚPER: ¡¡¡¡¡100 EUROS!!!!!!
- GUILLE: Ah, qué bien...
- AMIGO: Bueno... ¡adiós!
- GUILLE: Adiós...
- LA CAJERA DEL SUPER: ¡¡¡¡¡JODER CON EL RATONCITO!!!!!
 "Es una anécdota real", me cuenta por teléfono Fraile, que es cantante y diseñador gráfico (es autor de la ilustración que abre su carta, que me ha permitido utilizar en este artículo). 
"A mi niño le pusimos dos euros, que creo que es razonable", afirma.
 "Me quedé flipado" al oír la cantidad que le había dejado el ratón al amigo, que según describe, es de una familia "absolutamente normal".
 En conversaciones posteriores con amigos sobre este tema, le contaron incluso de un niño al que le habían traído una bici, que, obviamente, no estaba bajo la almohada.

El texto de Fraile, escrito en tono de humor, fue publicado el pasado día 13, ha sido compartido más de 20.000 veces en Facebook. 
 "En realidad no sé qué decirte... Tú eres sabio, y conoces bien lo que cada niño necesita o le viene bien... Además, ¿quién soy yo para decirte lo que tienes que dejar en cada casa?", escribe. 
"En fin... que las leyes de la proporción (no de la igualdad oiga) al menos me pusieron alerta!
 ¿No se nos está yendo un poco de las manos esto del detalle que deja el Ratón por cada diente? Seguramente hay dientes que valen más que otros... pero... no sé...".
Este padre explica que cuando a Guille, el mayor de sus tres hijos, se le cayó su primer diente, el ratoncito le dejó un yo-yo, juguete que tenía muchas ganas de tener, y que le hizo mucha ilusión. Ahora, le ha dejado dos euros que ahorrará para comprarse un Halcón Milenario de Star Wars.
 Mis hijos han encontrado bajo su almohada chapas, bolis de purpurina, cromos o monedas.
 Lo que viene siendo un detallito. Pero tienen amigos que reciben ropa, libros, juguetes grandes o billetes.
 Por suerte, ni los míos ni Guille, el protagonista de esta anécdota, han planteado la incómoda pregunta de por qué a unos tanto y a otros tampoco.
 "No me siento presionado para dejarle más, tengo claro que no quiero ir por ese camino", asegura Fraile. "Pero tenemos que hacer una reflexión los padres. Yo tengo claro que mi hijo no necesita 100 euros", concluye.

 

 

La verdadera historia que esconde el final de ‘Atracción fatal’

 
 

Los últimos diez minutos de la película esconden un debate que no hemos superado 30 años después.

Los protagonistas de 'Atracción fatal' Glenn Close y Michael Douglas.
En el siglo XV, las mujeres que decidían no casarse y abrir un herbolario eran consideradas una amenaza contra dos instituciones, el matrimonio y la medicina.
 Así que eran sentenciadas por brujería, pero la sociedad consideraba que matarlas con una estaca resultaba demasiado misericordioso: querían verlas arder en una pira. 
Cinco siglos más tarde, el público tomó las mismas represalias contra una bruja de Wall Street, Alex Forrest (Glenn Close) en Atracción fatal.
 Cuando el estudio hizo pases de prueba, los espectadores se mostraron incómodos con su final: tal y como recuerda el ejecutivo Ned Tanen, "querían, con un prejuicio extremo, que exterminásemos a esa zorra".
Chico conoce chica.
 Chico se lo monta con chica en un ascensor como animales enjaulados. 
Chica intenta matar a toda la familia del chico, empezando por su conejo.
 Atracción fatal (Adrian Lyne, 1987) fue definida por Time como "una parábola sobre la pesadilla del sexo en los 80" que vengaba la tradicionalmente vilipendiada figura de "la otra". 
Tras un fin de semana de rodríguez en el que echa una canita al aire (la terminología de la infidelidad masculina suena bastante entrañable), Dan Gallagher (Michael Douglas) pretende regresar a su vida modélica de casa con garaje, valla blanca y salón plagado de fotos familiares. 
Pero esta Fran Kubelick de El apartamento no va a quedarse esperando sin hacer ruido:
 "no puedes follarme y luego tirarme a la basura". Dan no entiende nada porque ese era exactamente su plan. 

Este giro hacia la locura indica que Alex no era fogosa sexualmente, sino que lo que estaba era desesperada.
 Al fin y al cabo, es una mujer de 40 años que sigue soltera y por lo tanto, según el Hollywood de los 80, no es de fiar: vive en un loft lleno de cacharros sin fregar, solo aparece en la oficina para buscar presas masculinas (nunca sale trabajando) y se viste casi de novia para ejecutar su venganza.
 En cuanto empieza a necesitar cosas (atención, respeto, afecto), Alex deja de resultar sexy para Dan. 
Un tipo que no siente remordimientos por haberle puesto los cuernos a su mujer, sino por la posibilidad de que ella se entere.
Atracción fatal utiliza la iconografía acuática para estimular al espectador: en medio de una tormenta, a Dan no se le abre el paraguas hasta que Alex no lo toca con sus dos manos; durante su polvo, él abre el grifo de la cocina para empaparla y que el público no solo vea el coito, sino que lo sienta;
 el conejo aparece muerto en una caldera hirviendo; el pitido de la tetera impide que Dan se percate de la presencia de una intrusa asesina en su hogar;
 y, finalmente, el clímax violento tiene lugar en una bañera. Precisamente ese enfrentamiento final fue motivo de drama, debate y lágrimas en el estudio.
 Nadie quería cambiarlo, pero se vieron obligados a ceder ante la unanimidad de los espectadores.
 
Glenn Close, en la imagen, se negó categóricamente a aceptar el nuevo final y Douglas tuvo que intervenir para convecerla.
Glenn Close, en la imagen, se negó categóricamente a aceptar el nuevo final y Douglas tuvo que intervenir para convecerla.
En el final original Alex se suicidaba escuchando (no podía ser de otro modo) Madame Butterfly de Puccini, no sin antes asegurarse de que Dan sería incriminado por asesinato. 
Como la muchedumbre del siglo XV, el público consideró que este era un desenlace demasiado compasivo para la mantis.
 La productora Sherry Lansing, la primera mujer en presidir un estudio de Hollywood, recuerda que llegaron a hacer hasta seis pases de prueba: 
"Y en todos y cada uno de ellos, cuando Anne [Archer, que interpretaba a la mujer del protagonista] decía 'si te vuelves a acercar a mi familia, te mataré', la audiencia aplaudía enfervorecida. 
[El presidente del estudio] me dijo 'creo que lo que quieren es que Anne Archer mate a Glenn Close'.
 Y yo le miré, sin palabras, porque pensé que estaba loco". Michael Douglas (1944, EEUU) coincide
"El público deseaba visceralmente matar a Alex, no permitirle que se suicidase".
Las mujeres del equipo se sintieron devastadas ante la propuesta de rodar un nuevo final. 
Glenn Close (1947, EEUU) se negó categóricamente, porque sentía empatía hacia su personaje.
 Según recuerda Lansing, Alex era "una mujer luchando contra una enfermedad mental que se resistía ferozmente a encarnar los tópicos de la enésima psicópata femenina". 
Douglas intentó convencerla ("quizá no sea el mejor final para tu personaje" le dijo, "pero es el mejor para la película") y Close le pidió consejo a un compañero:
 "William Hurt me dijo 'ya has dejado claro lo que piensas, ahora es tu responsabilidad ayudar al equipo, aguantarte y hacerlo'", recuerda Close. 
Al director Adrien Lyne también le repugnaba el nuevo final, pero le convencieron con un cheque de 1,2 millones de euros por rodar esa escena extra, mientras que Anne Archer, la mujer engañada que debía acribillar a "la otra", se limitó a llorar en silencio cuando le informaron de los planes del estudio.
  Cualquier conexión que el espectador haya generado con Alex Forrest (no la defendemos, pero sí la comprendemos; y es mucho más cinematográfico quedarse con ella encendiendo y apagando una lámpara que ver otra cena perfecta de los Gallagher) se evapora en cuanto se transforma en una máquina de matar. 
Y para colmo es Beth, la mujer de Dan, quien tiene que dispararla y acabar definitivamente con ella: además de cornuda, tiene que sacar la basura que su marido le ha dejado en el sótano. 
Este nuevo final sí satisfizo a las masas, al aliviar la ansiedad ante el terror (en este caso, el miedo a perder el posición social):
 "En las tragedias griegas, después del caos, el orden solo puede restablecerse mediante un derramamiento de sangre. Fue catártico para el público", recuerda Glenn Close.
Atracción fatal fue un fenómeno cultural y sociológico, fue la película más taquillera de 1987 (ajustando a la inflación, recaudó lo mismo que Wonder Woman) y logró seis nominaciones al Oscar incluidas mejor película, director, actriz, secundaria y guion.
 No ganó ninguno, pero Douglas sí consiguió su medallita aunque fuese por otra película: Wall Street (Oliver Stone, 1987). 
Durante la década siguiente, tres protagonistas de comedias románticas (Tom Hanks en Algo para recordar, Jeff Bridges en El amor tiene dos caras y Hugh Grant en Cuatro bodas y un funeral) confesaban vivir aterrorizados ante la idea de tener una cita con una mujer y que acabase como Atracción fatal.
 Hoy, el diccionario británico de la lengua inglesa incluye "cuece-conejos" como término para definir a las mujeres que pierden la cabeza tras acostarse con un hombre. 
No existe el término correspondiente para los varones.

Este nuevo final convertía un melodrama trágico, en el que no quedaba claro quién era el villano y quién la víctima, en un thriller doméstico de sustos con la maniaca asesina de turno. En vez de suicidarse, ahora Alex se cuela en la casa de los Gallagher cuchillo en mano y parece dispuesta a matar a quien se le cruce por delante. "Tras investigar sobre el tema, llegué a la conclusión de que [Alex] no era una psicópata", aclara Glenn Close, "sino una mujer profundamente perturbada. 
Por eso cuando pones un cuchillo en su mano, traicionas el personaje". 

 

'Atracción fatal' fue la película más taquillera de 1987 y logró seis nominaciones al Oscar incluídas mejor película, director, actriz, secundaria y guión.
'Atracción fatal' fue la película más taquillera de 1987 y logró seis nominaciones al Oscar incluídas mejor película, director, actriz, secundaria y guión.
La crítica Pauline Kael detestó la película, porque consideraba que "trata sobre hombres que ven a las feministas como brujas y, tal y como está contada, la mujer efectivamente es una bruja.
 También retrata algo más profundo que el miedo que sienten los hombres ante el feminismo: su miedo hacia las mujeres".
 Janet Maslin, en el New York times, se atrevía a vaticinar cómo sería percibida Atracción fatal con el paso del tiempo.
 "Dentro de varios años, resultará posible diseccionar el momento exacto que produjo Atracción fatal y las circunstancias concretas que la convirtieron en un éxito.
 Irrumpió en la última etapa de la era "puedes-tenerlo-todo" [una boyancia marcada por la presidencia de George Bush padre], justo antes del impacto que el sida tendría en la moralidad de Hollywood.
 Al mismo tiempo, jugaba hábilmente con el creciente énfasis social en el matrimonio y la familia, ofreciendo algo para cada espectador: la desesperación de una mujer profesional sin marido, la imprudencia de un esposo supuestamente satisfecho y las preocupaciones de una esposa. Y además, está rodada con esa profesionalidad sofisticada y seductora que caracterizaba al cine de su época".
Los espectadores masculinos vieron Atracción fatal como una fábula, con su moraleja incluida.
 Las mujeres vieron una tragedia. Pero nadie se la quiso perder. 
El recurso del último susto, en el que el villano resucita por sorpresa cuando le creíamos muerto, se convirtió en un canon del thriller de terror tan tópico que en 1996 Scream ya se reía de él. Treinta años después, Atracción fatal sigue funcionando como thriller erótico, doméstico y laboral. 
Siguen sorprendiendo su guion, que incluye una palabra históricamente tabú en el cine americano ("aborto"), y su conclusión: la infidelidad tiene remedio, pero la locura no. 
Todo lo demás ha pasado de moda: las gabardinas enormes, las parejas cinematográficas que tienen la misma edad (Close tenía 39 años, tres menos que Douglas) y la abogacía como sinónimo de triunfo en el sueño americano.
 Lo que sigue vigente es el lugar de honor que ocupa Alex Forrest en el imaginario colectivo. 
Tres décadas después nadie ha podido olvidarla, sin importar que fuera víctima o verdugo, porque ahora es algo más grande: un icono cultural.
 Ese es su final feliz.

Un misterio llamado Clarice Lispector........................ Tom C. Avendaño

A los 40 años de su muerte, la autora de 'Cerca del corazón salvaje' reina en la historia de la literatura brasileña tanto como en las redes sociales. 

Una biografía retrata su enigmática figura.

 La biblioteca Clarice Lispector de São Paulo es un edificio público de hormigón situado en Lapa, un barrio de clase media relativamente cerca del centro de la ciudad.

 Tiene puertas amarillas y azules por fuera; por dentro, principalmente personas mayores sentadas en media docena de mesas redondas.

 Casi todo el mundo sabe que la tal Lispector que da nombre al edificio era alguien importante, aunque no todos acaban de ubicarla como la escritora brasileña más traducida y aclamada en décadas.

 Y nadie responde con la disposición de Lycia, una adolescente de 14 años y enormes gafas de pasta que estaba repasando las estanterías de metal que hay en las paredes. 

“Creo que la conozco”, dice. Y, tras una búsqueda en Google, muestra el móvil como un trofeo: en la pantalla, varias fotos en blanco y negro de una mujer bella y congelada en un gesto distante, como de estrella del cine de los cuarenta.

 En cada versión de la foto hay una frase diferente: “El verano está instalado en mi corazón”. “Todo silencio tiene un nombre”. “Mi problema es que nunca fui de gustar más o menos; o gusto mucho o no gusto”. 

Todas las frases se atribuyen a Lispector, la mujer de la foto, pero pocas lo son. 

Lycia remata: “Libros suyos aún no he leído, pero creo que me gusta”.

Cuarenta años después de su muerte, Clarice Lispector goza de una tremenda fama en las redes convertida en un icono de la autoayuda adolescente.

 Para sus lectores más serios, los que defienden que arrancar sus frases del delicado contexto al que pertenecen equivale a quitarles el alma, es solo una anécdota ignominiosa. 

Para algunos jóvenes es lo que Lispector siempre ha sido. 

Pero también es un síntoma del complicado legado que la propia escritora, que nunca mostró el menor interés en la vida pública, ha dejado en su país. 

“Clarice goza hoy de más culto a su imagen que a su obra”, matiza Yudith Rosenbaum, profesora de letras clásicas en la Universidad de São Paulo y autora de dos libros sobre la escritora. 

“Por no conceder entrevistas, por haberse aislado y haber rodeado su vida de misterio, por preferir el silencio a las charlas, se ha creado un aura de inaccesibilidad de cara a una legión de fans idólatras”.

 Lispector se ha convertido a lo largo de las décadas en un fenómeno muy difícil de ignorar, pero eso solo ha ido empeorando el problema de la huella que dejó en la literatura brasileña alguien tan difícil de clasificar. 

De izquierda a derecha, Mania Krimgold, Elisa, Clarice, Tania y Pinkhas Lispector.
De izquierda a derecha, Mania Krimgold, Elisa, Clarice, Tania y Pinkhas Lispector.
Resulta complicado hablar de Lispector incluso como autora brasileña, porque sus escritos parecen pasar por encima de la realidad terrenal. 
 Una vez en 1969 dedicó unas de las crónicas que escribía en el periódico Jornal do Brasil al tema de la violencia policial (porque unos agentes habían disparado 13 veces sobre un famoso bandido). Su última novela, La hora de la estrella, habla de una chica que, al igual que ella hacía años, viaja del noreste a Río de Janeiro.
 Y ya. En casi 40 años de producción no hay más referencias explícitas al lugar ni la época que la rodeaban.
 Solo hay, defiende Rosenbaum, una referencia implícita en algunos textos. 
“Brasil aún es un país en el que la empleada doméstica ocupa un lugar importante en las familias de clase media y alta.
 Es un resquicio de nuestra triste herencia colonial”. Y hay varias crónicas de Clarice, publicadas en el Jornal do Brasil entre 1967 y 1973, que hablan de la experiencia de la escritora con sus empleadas:
 “Los momentos de semejanza y de diferenciación entre ellas revelan unos conflictos de clase que la sociedad brasileña había mantenido ocultos”. 
La académica recuerda que en la novela La pasión según GH el enredo central ocurre en la habitación de la empleada.

Casi tan inútil como intentar etiquetarla por el contenido de sus textos es estudiar su forma.
 Su estilo, entre la poesía y la prosa, de pintar de espiritualidad los detalles cotidianos y usar la primera persona en relatos en los que ella no es un personaje la distancia más que acercarla a sus coetáneos: no se parece a nadie y su visión no recuerda a ningún movimiento. 
“Ya desde el principio se diferenció del neorregionalismo de los años treinta que dominaba el panorama brasileño del que surgió. Era más cercana a la novela introspectiva e intimista, heredera de la prosa de la ficción católica francesa, pero aun así no se aproxima a ninguna de esas dos vertientes”, sopesa Rosenbaum.
 Benjamin Moser, autor de la biografía Por qué este mundo, que se publica ahora en España y que en 2009 galvanizó la fama internacional de la autora, se resiste también a la clasificación: “Leer a Clarice es una experiencia muy personal.
 Hablar de ella en clave nacional o académica es una idea pésima, es permitir que una camarilla sin imaginación entierre a una artista en una tumba polvorienta”, sostiene.
 “Clarice se describe mejor como una amante con la que uno tiene momentos de luz, de amor, de sexo y de muerte. 
Esto le sonará exagerado a quienes no la hayan leído, pero a los que sí, les parecerá obvio y hasta un poco limitado”.
Lispector murió en 1977.
 Su influencia en los futuros escritores del país resultó ser más problemática de lo esperado. 
Muchos intentaron ocupar su hueco y durante años han proliferado imitaciones de su estilo: algunas excesivamente místicas, otras simplemente impenetrables.
 Otros escritores huyeron de su temible sombra. Caio Fernando Abreu, un autor de los años setenta y ochenta que hoy también está de revival 20 años después de su muerte, se negó a leer su obra para no contaminarse.
 No fue el único. “Un joven escritor de São Paulo me dijo que, tras Clarice, muchos brasileños sintieron que no tenían nada que decir”, recuerda Moser.
A la vez, la visión universal de Lispector ayudó a que su obra medrase en el extranjero. 
En 1954 se publicó en Francia la primera traducción de una novela suya
. En Nueva York la primera se lanzó en 1964: para los años ochenta los títulos en inglés se habían multiplicado.
La editorial alemana Schöffling & Co. compró los derechos en alemán y Siruela hizo lo propio en español.
 “Ella siempre fue una figura de culto, pero solo entre los expertos, como un secreto bien guardado. 
Fueron las traducciones y el interés que empezó a generar fuera lo que la convirtió en un fenómeno brasileño”, opina el editor y escritor Pedro Corrêa do Lago.
 El prestigio de otros países completó la ecuación. 
Entre que su estilo era tan peculiar que se limitaba a su obra; entre que apenas había cultivado su faceta pública y que era un nombre más avalado por el extranjero que por el propio país, Clarice Lispector pasó a ser una figura de culto.

 Unas décadas más en ese camino y estaría protagonizando memes para la próxima generación.
Al menos por ahora, mientras su presencia siga relativamente cercana en el tiempo.
 Su valor para el país está claro: “Es, junto con Guimarães Rosa, la gran escritora de la segunda mitad de nuestro siglo XX”, sentencia Corrêa do Lago.
 Quizá sea cuestión de que, con el tiempo, se le acabe encontrando un hueco que no dependa de si representaba o no la mentalidad brasileña. “Y Shakespeare ¿representa la mentalidad inglesa? O Cervantes, ¿la española?
 Al principio desde luego que no: eran simples escritores, y el Quijote se pudo haber escrito en Francia tanto como Hamlet se pudo haber escrito en Italia”, protesta Moser. 
“Pero los grandes artistas saben proyectar, de una manera muy extraña, una visión muy excéntrica y personal sobre los hablantes de todo un idioma, y también saben hacerles creer que esa visión es la suya.
 Así, es imposible imaginar el español sin Cervantes, el inglés sin Shakespeare y el portugués sin Clarice”.