Los últimos diez minutos de la película esconden un debate que no hemos superado 30 años después.
Los protagonistas de 'Atracción fatal' Glenn Close y Michael Douglas.Vídeo: tráiler de la película.
En el siglo XV, las mujeres que decidían no casarse y abrir
un herbolario eran consideradas una amenaza contra dos instituciones, el
matrimonio y la medicina. Así que eran sentenciadas por brujería, pero
la sociedad consideraba que matarlas con una estaca resultaba demasiado
misericordioso: querían verlas arder en una pira. Cinco siglos más
tarde, el público tomó las mismas represalias contra una bruja de Wall
Street, Alex Forrest (Glenn Close) en Atracción fatal. Cuando el estudio hizo pases de prueba, los espectadores se mostraron incómodos con su final: tal y como recuerda el ejecutivo Ned Tanen, "querían, con un prejuicio extremo, que exterminásemos a esa zorra". Chico conoce chica. Chico se lo monta con chica en un ascensor como
animales enjaulados. Chica intenta matar a toda la familia del chico,
empezando por su conejo. Atracción fatal (Adrian Lyne, 1987) fue definida por Time
como "una parábola sobre la pesadilla del sexo en los 80" que vengaba
la tradicionalmente vilipendiada figura de "la otra". Tras un fin de
semana de rodríguez en el que echa una canita al aire (la terminología
de la infidelidad masculina suena bastante entrañable), Dan Gallagher
(Michael Douglas) pretende regresar a su vida modélica de casa con
garaje, valla blanca y salón plagado de fotos familiares. Pero esta Fran
Kubelick de El apartamento
no va a quedarse esperando sin hacer ruido: "no puedes follarme y luego
tirarme a la basura". Dan no entiende nada porque ese era exactamente
su plan.
Este giro hacia la locura indica que Alex no era fogosa
sexualmente, sino que lo que estaba era desesperada. Al fin y al cabo,
es una mujer de 40 años que sigue soltera y por lo tanto, según el
Hollywood de los 80, no es de fiar: vive en un loft lleno de
cacharros sin fregar, solo aparece en la oficina para buscar presas
masculinas (nunca sale trabajando) y se viste casi de novia para
ejecutar su venganza. En cuanto empieza a necesitar cosas (atención,
respeto, afecto), Alex deja de resultar sexy para Dan. Un tipo que no
siente remordimientos por haberle puesto los cuernos a su mujer, sino
por la posibilidad de que ella se entere. Atracción fatal utiliza la iconografía acuática
para estimular al espectador: en medio de una tormenta, a Dan no se le
abre el paraguas hasta que Alex no lo toca con sus dos manos; durante su
polvo, él abre el grifo de la cocina para empaparla y que el público no
solo vea el coito, sino que lo sienta; el conejo aparece muerto en una
caldera hirviendo; el pitido de la tetera impide que Dan se percate de
la presencia de una intrusa asesina en su hogar; y, finalmente, el
clímax violento tiene lugar en una bañera. Precisamente ese
enfrentamiento final fue motivo de drama, debate y lágrimas en el
estudio. Nadie quería cambiarlo, pero se vieron obligados a ceder ante
la unanimidad de los espectadores.
Glenn Close, en la imagen, se negó categóricamente a aceptar el nuevo final y Douglas tuvo que intervenir para convecerla.
En el final original Alex se suicidaba escuchando (no podía ser de otro modo) Madame Butterfly
de Puccini, no sin antes asegurarse de que Dan sería incriminado por
asesinato. Como la muchedumbre del siglo XV, el público consideró que
este era un desenlace demasiado compasivo para la mantis. La productora
Sherry Lansing, la primera mujer en presidir un estudio de Hollywood, recuerda
que llegaron a hacer hasta seis pases de prueba: "Y en todos y cada uno
de ellos, cuando Anne [Archer, que interpretaba a la mujer del
protagonista] decía 'si te vuelves a acercar a mi familia, te mataré',
la audiencia aplaudía enfervorecida. [El presidente del estudio] me dijo
'creo que lo que quieren es que Anne Archer mate a Glenn Close'. Y yo
le miré, sin palabras, porque pensé que estaba loco". Michael Douglas (1944, EEUU) coincide: "El público deseaba visceralmente matar a Alex, no permitirle que se suicidase". Las mujeres del equipo se sintieron devastadas ante la propuesta de rodar un nuevo final. Glenn Close (1947, EEUU) se negó categóricamente, porque sentía empatía hacia su personaje. Según recuerda
Lansing, Alex era "una mujer luchando contra una enfermedad mental que
se resistía ferozmente a encarnar los tópicos de la enésima psicópata
femenina". Douglas intentó convencerla ("quizá no sea el mejor final
para tu personaje" le dijo, "pero es el mejor para la película") y Close
le pidió consejo a un compañero: "William Hurt me dijo 'ya has dejado
claro lo que piensas, ahora es tu responsabilidad ayudar al equipo,
aguantarte y hacerlo'", recuerda Close. Al director Adrien Lyne también
le repugnaba el nuevo final, pero le convencieron con un cheque de 1,2
millones de euros por rodar esa escena extra, mientras que Anne Archer,
la mujer engañada que debía acribillar a "la otra", se limitó a llorar
en silencio cuando le informaron de los planes del estudio. Cualquier conexión que el espectador haya generado con Alex
Forrest (no la defendemos, pero sí la comprendemos; y es mucho más
cinematográfico quedarse con ella encendiendo y apagando una lámpara que
ver otra cena perfecta de los Gallagher) se evapora en cuanto se
transforma en una máquina de matar. Y para colmo es Beth, la mujer de
Dan, quien tiene que dispararla y acabar definitivamente con ella:
además de cornuda, tiene que sacar la basura que su marido le ha dejado
en el sótano. Este nuevo final sí satisfizo a las masas, al aliviar la
ansiedad ante el terror (en este caso, el miedo a perder el posición
social): "En las tragedias griegas, después del caos, el orden solo
puede restablecerse mediante un derramamiento de sangre. Fue catártico
para el público", recuerda Glenn Close. Atracción fatal fue un fenómeno cultural y sociológico, fue la película más taquillera de 1987 (ajustando a la inflación, recaudó lo mismo que Wonder Woman)
y logró seis nominaciones al Oscar incluidas mejor película, director,
actriz, secundaria y guion. No ganó ninguno, pero Douglas sí consiguió
su medallita aunque fuese por otra película: Wall Street (Oliver Stone, 1987). Durante la década siguiente, tres protagonistas de comedias románticas (Tom Hanks en Algo para recordar, Jeff Bridges en El amor tiene dos caras y Hugh Grant en Cuatro bodas y un funeral) confesaban vivir aterrorizados ante la idea de tener una cita con una mujer y que acabase como Atracción fatal. Hoy, el diccionario británico de la lengua inglesa incluye
"cuece-conejos" como término para definir a las mujeres que pierden la
cabeza tras acostarse con un hombre. No existe el término
correspondiente para los varones.
Este nuevo final convertía un melodrama trágico, en el que no quedaba claro quién era el villano y quién la víctima, en un thriller
doméstico de sustos con la maniaca asesina de turno. En vez de
suicidarse, ahora Alex se cuela en la casa de los Gallagher cuchillo en
mano y parece dispuesta a matar a quien se le cruce por delante. "Tras
investigar sobre el tema, llegué a la conclusión de que [Alex] no era
una psicópata", aclara
Glenn Close, "sino una mujer profundamente perturbada.
Por eso cuando
pones un cuchillo en su mano, traicionas el personaje".
'Atracción
fatal' fue la película más taquillera de 1987 y logró seis nominaciones
al Oscar incluídas mejor película, director, actriz, secundaria y
guión.
La crítica Pauline Kael detestó la película, porque consideraba
que "trata sobre hombres que ven a las feministas como brujas y, tal y
como está contada, la mujer efectivamente es una bruja. También retrata
algo más profundo que el miedo que sienten los hombres ante el
feminismo: su miedo hacia las mujeres". Janet Maslin, en el New York times, se atrevía a vaticinar cómo sería percibida Atracción fatal con el paso del tiempo. "Dentro de varios años, resultará posible diseccionar el momento exacto que produjo Atracción fatal
y las circunstancias concretas que la convirtieron en un éxito. Irrumpió en la última etapa de la era "puedes-tenerlo-todo" [una
boyancia marcada por la presidencia de George Bush padre], justo antes
del impacto que el sida tendría en la moralidad de Hollywood. Al mismo
tiempo, jugaba hábilmente con el creciente énfasis social en el
matrimonio y la familia, ofreciendo algo para cada espectador: la
desesperación de una mujer profesional sin marido, la imprudencia de un
esposo supuestamente satisfecho y las preocupaciones de una esposa. Y
además, está rodada con esa profesionalidad sofisticada y seductora que
caracterizaba al cine de su época". Los espectadores masculinos vieron Atracción fatal como una
fábula, con su moraleja incluida. Las mujeres vieron una tragedia. Pero
nadie se la quiso perder. El recurso del último susto, en el que el
villano resucita por sorpresa cuando le creíamos muerto, se convirtió en
un canon del thriller de terror tan tópico que en 1996 Scream ya se reía de él. Treinta años después, Atracción fatal sigue funcionando como thriller
erótico, doméstico y laboral. Siguen sorprendiendo su guion, que
incluye una palabra históricamente tabú en el cine americano ("aborto"),
y su conclusión: la infidelidad tiene remedio, pero la locura no. Todo
lo demás ha pasado de moda: las gabardinas enormes, las parejas
cinematográficas que tienen la misma edad (Close tenía 39 años, tres
menos que Douglas) y la abogacía como sinónimo de triunfo en el sueño
americano. Lo que sigue vigente es el lugar de honor que ocupa Alex
Forrest en el imaginario colectivo. Tres décadas después nadie ha podido
olvidarla, sin importar que fuera víctima o verdugo, porque ahora es
algo más grande: un icono cultural. Ese es su final feliz.
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