Ese tacón encarna el principio machista de que la mujer se viste para gustar.
Mi mamá, que era bailarina, me decía que lo primero que se fijaba en
alguien, hombre o mujer, era en el calzado.
“Mami, ¿y por qué?”, preguntaba. “La manera en que te calzas, dice mucho de ti. Si eres descuidado, tus zapatos lo delatan
. Si eres una persona honesta, seria, tus zapatos también lo enseñan. Si eres pobre, intentas que el calzado sea más rico.
Si eres rico, a veces ostentas.
Y si eres nuevo rico, te refugias en los logos porque crees que te aportan seguridad”.
Belén murió de cáncer hace cuatro años pero puedo imaginar qué le habrían parecido los stilettos de Melania Trump para acompañar a su marido en la visita a la zona catastrófica en que ha quedado convertida Houston, la cuarta ciudad de los Estados Unidos.
No lo habría aprobado, como casi el mundo entero, pero me habría dicho algo: “Esa señora vive en otra realidad”.
El stiletto es una elección complicada.
Esencialmente femenino, pero poco feminista, infiere una especie de tortura a quienes lo visten y parece pensado para sostener ese principio machista de que la mujer se viste para otros, para gustar. Todo es debatible, pero lo que no tiene defensa es presentarse en esa zona de dolor y destrucción, tras el paso del huracán Harvey, siendo primera dama y supuestamente alguien que viene a ofrecer ayuda, con esos tacones.
Así calzada, Melania indica que no se entera.
Guapa, fanática de DelPozo, todo lo que quieras pero vive, efectivamente, en su realidad de millonaria que no toca la calle, va de la limo a la moqueta.
Afortunadamente, la estilista que la vistió para esta visita solidaria, le puso unas gafas de aviador, bomber verde militar en plan Top Gun y consiguió así un impecable aire de película de acción aeronáutica y romance.
¡Cómo hemos cambiado en los 20 años que Lady Di no está con nosotros! Antes, Diana de Gales se ponía una camisa sin mangas para visitar zonas afectadas por minas antipersonas o un blazer rojo para atender enfermos de Sida.
Ahora, su lugar lo ocupan la bomber y los stilettos de Melania.
La visión conjunta de los Trump en modo solidario, ahogó cualquier esperanza.
Una calamidad que se sumaba al desastre natural, confirmando que son un matrimonio de millonarios que gobiernan a golpe de talón. Y de asesores, quienes tras el desaguisado, los devolvieron al Air Force One y convirtieron ese avión en un nuevo ¡Cámbiame!
En la siguiente parada, Tulsa, le pusieron a Melania unas zapatillas blanco nuclear, camisa blanca con el cuello levantado, pantalones caquis y una visera, el típico atuendo que los ricos se ponen para ir al club de golf o cuando hacen una barbacoa para sus empleados.
Por cierto, los Trump necesitan estar más al aire libre. Melania está más gruesa.
La mudanza de Manhattan a Washington le ha disparado la ansiedad. Esperemos que al estilista del segundo cambio le asciendan en la Casa Blanca.
Podrían ponerlo de portavoz.
Antes de este desaguisado, se hablaba de los gastos en maquillaje del
presidente de Francia.
Se alzaron las manos al cielo al saberse que Macron habría gastado 26.000 euros en maquillaje, en tres meses.
Pues hay que reconocer que la cosmética es una de las principales industrias francesas, la segunda industria exportadora después de la aeronáutica.
Si Luis XIV reinó a golpe de talco, pelucas y las sinfonías de Lully, ¿qué hay de malo que un presidente de la República se gaste unos miles de euros en maquillaje?
Las marcas francesas te dejan la piel más luminosa. Ni que decirte que las brochas francesas, por más que la materia prima sea española, tienen ese je ne sais quoi que aporta seguridad.
“Mami, ¿y por qué?”, preguntaba. “La manera en que te calzas, dice mucho de ti. Si eres descuidado, tus zapatos lo delatan
. Si eres una persona honesta, seria, tus zapatos también lo enseñan. Si eres pobre, intentas que el calzado sea más rico.
Si eres rico, a veces ostentas.
Y si eres nuevo rico, te refugias en los logos porque crees que te aportan seguridad”.
Belén murió de cáncer hace cuatro años pero puedo imaginar qué le habrían parecido los stilettos de Melania Trump para acompañar a su marido en la visita a la zona catastrófica en que ha quedado convertida Houston, la cuarta ciudad de los Estados Unidos.
No lo habría aprobado, como casi el mundo entero, pero me habría dicho algo: “Esa señora vive en otra realidad”.
El stiletto es una elección complicada.
Esencialmente femenino, pero poco feminista, infiere una especie de tortura a quienes lo visten y parece pensado para sostener ese principio machista de que la mujer se viste para otros, para gustar. Todo es debatible, pero lo que no tiene defensa es presentarse en esa zona de dolor y destrucción, tras el paso del huracán Harvey, siendo primera dama y supuestamente alguien que viene a ofrecer ayuda, con esos tacones.
Así calzada, Melania indica que no se entera.
Guapa, fanática de DelPozo, todo lo que quieras pero vive, efectivamente, en su realidad de millonaria que no toca la calle, va de la limo a la moqueta.
Afortunadamente, la estilista que la vistió para esta visita solidaria, le puso unas gafas de aviador, bomber verde militar en plan Top Gun y consiguió así un impecable aire de película de acción aeronáutica y romance.
¡Cómo hemos cambiado en los 20 años que Lady Di no está con nosotros! Antes, Diana de Gales se ponía una camisa sin mangas para visitar zonas afectadas por minas antipersonas o un blazer rojo para atender enfermos de Sida.
Ahora, su lugar lo ocupan la bomber y los stilettos de Melania.
La visión conjunta de los Trump en modo solidario, ahogó cualquier esperanza.
Una calamidad que se sumaba al desastre natural, confirmando que son un matrimonio de millonarios que gobiernan a golpe de talón. Y de asesores, quienes tras el desaguisado, los devolvieron al Air Force One y convirtieron ese avión en un nuevo ¡Cámbiame!
En la siguiente parada, Tulsa, le pusieron a Melania unas zapatillas blanco nuclear, camisa blanca con el cuello levantado, pantalones caquis y una visera, el típico atuendo que los ricos se ponen para ir al club de golf o cuando hacen una barbacoa para sus empleados.
Por cierto, los Trump necesitan estar más al aire libre. Melania está más gruesa.
La mudanza de Manhattan a Washington le ha disparado la ansiedad. Esperemos que al estilista del segundo cambio le asciendan en la Casa Blanca.
Podrían ponerlo de portavoz.
Se alzaron las manos al cielo al saberse que Macron habría gastado 26.000 euros en maquillaje, en tres meses.
Pues hay que reconocer que la cosmética es una de las principales industrias francesas, la segunda industria exportadora después de la aeronáutica.
Si Luis XIV reinó a golpe de talco, pelucas y las sinfonías de Lully, ¿qué hay de malo que un presidente de la República se gaste unos miles de euros en maquillaje?
Las marcas francesas te dejan la piel más luminosa. Ni que decirte que las brochas francesas, por más que la materia prima sea española, tienen ese je ne sais quoi que aporta seguridad.