13 jun 2017
12 jun 2017
Sale a subasta por 570.000 euros el anillo que Picasso hizo para Dora Maar
La joya fue diseñada por el pintor malagueño para reconciliarse con su amada.
El anillo que el pintor Pablo Picasso (Málaga, 1881-Mougins, Francia, 1973) diseñó y confeccionó para apaciguar un enfado con su entonces amada, la también pintora y fotógrafa francesa Dora Maar (París 1907- 1997), se subastará este próximo 21 de junio en Londres por un precio estimado de 570.000 euros, informa la agencia Efe.
En
un paseo por el Puente Nuevo de París, el artista había reprochado a su
musa haberle convencido para vender una obra suya a cambio de un anillo
de rubí, a lo que Maar respondió quitándose el anillo y lanzándolo
impulsivamente al agua del río Sena.
Picasso, sintiéndose culpable, diseñó y elaboró con sus propias manos una joya de repuesto con un retrato personal de Maar, que ella conservó hasta su muerte en 1997 y que se subastará por primera vez el 21 de junio en la casa londinense de Sotheby's.
Dora Maar, hija de un arquitecto croata que hizo fortuna en Argentina, fue pintora y fotógrafa, y formó parte de los círculos más vanguardistas del París de los años 20 y 30, frecuentando las mesas de los cafés a los que eran asiduos los artistas de la época.
Entró en la vida de Picasso en 1936, le sirvió de
inspiración y modelo en sus obras y realizó una serie de fotografías del
pintor en su taller mientras trabajaba en su monumental obra maestra, el Guernica.
Ambos tuvieron una relación apasionada y tormentosa hasta que, en 1943, él la abandonó por Françoise Gilot, 20 años más joven que ella y con 40 años menos que él.
Dora inició entonces un descenso a los infiernos, recalando en hospitales psiquiátricos, hasta abrazar la religión católica.
Sus últimos años de vida los pasó en absoluta reclusión.
Ferviente católica, solo trataba con su confesor, su asistenta, su vecina y un par de amigos.
Poco a poco había ido abandonando su rica vida social dentro del círculo artístico e intelectual parisino.
En la soledad y el silencio de su piso de la 6, rue de Savoie, que solo abandonaba para trasladarse a su casa de Ménerbes —un regalo del artista— alimentaba el mito de su enigma.
Picasso, sintiéndose culpable, diseñó y elaboró con sus propias manos una joya de repuesto con un retrato personal de Maar, que ella conservó hasta su muerte en 1997 y que se subastará por primera vez el 21 de junio en la casa londinense de Sotheby's.
Dora Maar, hija de un arquitecto croata que hizo fortuna en Argentina, fue pintora y fotógrafa, y formó parte de los círculos más vanguardistas del París de los años 20 y 30, frecuentando las mesas de los cafés a los que eran asiduos los artistas de la época.
Ambos tuvieron una relación apasionada y tormentosa hasta que, en 1943, él la abandonó por Françoise Gilot, 20 años más joven que ella y con 40 años menos que él.
Dora inició entonces un descenso a los infiernos, recalando en hospitales psiquiátricos, hasta abrazar la religión católica.
Sus últimos años de vida los pasó en absoluta reclusión.
Ferviente católica, solo trataba con su confesor, su asistenta, su vecina y un par de amigos.
Poco a poco había ido abandonando su rica vida social dentro del círculo artístico e intelectual parisino.
En la soledad y el silencio de su piso de la 6, rue de Savoie, que solo abandonaba para trasladarse a su casa de Ménerbes —un regalo del artista— alimentaba el mito de su enigma.
Ángel Garó vs. Sálvame: surrealismo vs. surrealismo......... Anxo F. Couceiro
Tras haber sido denunciado por presuntos malos tratos, el actor pasó por el programa de Telecinco a dar su versión de los hechos.
Quien esperara un brote psicótico en directo se tuvo que quedar decepcionado.
Cuando hace dos semanas saltó la noticia de la detención de Ángel Garó (un feo asunto de supuestos malos tratos), las redes sociales no tardaron en recoger cataratas de anecdotario demente.
Por el microcosmos de Telecinco, tan abundante como el MCU de Marvel y tan grotesco como el de Universal, pasaron varios testimonios que acreditaban el comportamiento errático del artista, con el acompañamiento visual de un vídeo que lo mostraba manteniendo un enfrentamiento dialéctico con la policía desde la altivez de su balcón (“a mí se me paga para verme”) y en pancha desnudez.
Ante el chaparrón, Garó trataba de defenderse con conexiones en directo desquiciadas y entrevistas en las que alguna de las preguntas llegó a ser un “cálmese, por favor”, con su negrita y su todo.
La historia, vamos, no pintaba bien.
Anoche el malagueño se sentaba por primera vez en Sábado Deluxe, esa mutación noriesca (por La Noria) que sufrió el antiguo Sálvame de los viernes.
En teoría, ahora recogen más temas sociales, lo que nos permite ver cómo pasan del corazoneo a los atentados de Londres y, por último, a Jimmy Giménez Arnau preguntando cosas sobre coños.
No es un baile agradable porque la frivolidad rima mejor con la frivolidad, siendo el gran mérito del formato su entrega desacomplejada al esperpento kitch, pero bueno, qué se le va a hacer.
Tras el anuncio de Ángel Garó, las redes sociales esperaban un remake de aquella aparición mítica de Pajares en ¿Dónde estás corazón?, cuando acuñó la expresión “yo vivo en hotel”, magistralmente desprovista de artículo, como preámbulo de una fantasía paranoica de poltergeists y médicos perversos.
El recital dadá del protagonista de Ay, Carmela era como la season finale de su propia saga de enredos familiares.
Ya en plató había dado muestras de estar un poco cucú, pero es que poco después sorprendió al mundo atracando un bufete de abogados con pistola de juguete (y un bigote falso, no se nos olvide esto porque es muy importante: un-bigote-falso).
La tragedia babyjanesca de Ángel Garó tenía todos los ingredientes para hacer algo parecido: cómico prestigioso venido a menos, acusaciones de maltrato y abuso de sustancias, delirios de grandeza…
Sin embargo, Garó toreó todas esas expectativas y nos confrontó con un reflejo poco amable de nosotros mismos, espectadores supuestamente irónicos que queríamos un loco a la parrilla.
El actor dio una entrevista educada, serena. También rara, mucho.
Pero no se puso a desvariar con frenesí, presa de la misma fiebre
folclórica que le había llevado a cebar su intervención con una llamada
al programa de tarde, el día anterior, exigiendo dinero. Fue una charla
suave, con un Garó de blanco azahar, fingiendo buena disposición con una
sobredosis de “cariños” y “cielos” y “amormíos” ante cada pregunta
incómoda, como si estuviera en todo momento contenido, la piel tersa,
ultramaquillada hasta límites imprudentes, y el arma secreta de una
sonrisa jokeresca asomando, trémula, en los momentos más tensos
de la conversación.
Quien esperara poco menos que un brote psicótico en directo se quedó decepcionado, seguro.
Hombre, hubo sus cosas.
El narcisismo de Ángel Garó es, por ejemplo, un animal incontrolable y muy simpático de ver, televisivamente.
No se arrugó, por ejemplo, al confesar que reaccionó a su detención diciéndoles a los policías: “si me muero salgo en los telediarios”. Una de sus ex parejas dijo la semana pasada que cuando estaban juntos él le ponía El crepúsculo de los dioses y se identificaba con Gloria Swanson.
Algo parecido le pasa con Ciudadano Kane, cuya moraleja parece haber entendido muy libremente, según se infiere de una entrevista reciente con El Mundo: “No me merezco que se hagan acopio de ciertas cosas y no de las otras. Mira la película Ciudano Kane, de Orson Welles, y te lo explicará todo.
¿Ángel Garó, un maltratador? ¡Después de todo lo que he hecho por Málaga! ¡Qué poco respeto!”
Eso fue lo más tétrico que pudimos ver de él.
El resto del tiempo, regateó con talento y gracia su propia imagen de histérico incontrolable. El Deluxe sentó en su silla a un tipo brillante, que probablemente esté un poco regular de lo suyo, no digo que no, pero que ofreció un espectáculo soberbio de contención actoral.
Cuando uno de los colaboradores se atrevió a poner en duda el cariño que por él sentía Málaga (Málaga así como ciudad, que en esos términos absolutos se hablaba anoche), Garó le dedicó una mirada petrificada, con esos aires de diva gótica enrocada en el victimismo; fue ahí cuando, por unos segundos, salió de su personaje moderado llamándole “tonto”.
Sólo eso: tonto. Se notó, además, que el programa lo buscaba, probablemente harto de la calma tensa. Alguien dijo: “Ángel, no te quedes así, seguro que le quieres contestar algo”, lo que no deja de ser un poco disimulado “uy lo que te ha dicho”. Y ahí llegó el “tonto”, que Garó pronunció invirtiendo una delectación igualmente enérgica en todos y cada uno de sus cinco fonemas, como si le saliera de dentro, visceral, pero también como si gozara el paréntesis de liberación.
“¡Tonto!” Sentías vibrar fuego escénico en ese “tonto”, había cierta belleza en él, igual que cuando saca a relucir, folclórico, su imaginativo aspersor verbal, y dice cosas como “mi madre estará enferma de la pierna, pero es mucho más guapa que la tuya, que tiene ojos de besugo”.
Nunca supe si Ángel Garó me hacía gracia o no.
Su estilo en el 1,2,3 y Noche de Fiesta era una marcianada difícil de calificar, una especie de negación del chiste casi posthumorística.
Nunca supe si Ángel Garó me hacía gracia o no, y supongo que por eso mismo me la hace.
Su actuación de ayer en el templo de la telebasura fue colosal. Entró como un loco y salió como un torero que acababa de cortarle las dos orejas al formato inventor del polideluxe, la Esteban picassiana o la Karmele de Eurovisión.
Sálvame es una fábrica de surrealismo costumbrista que fue incapaz de meter a Garó, más raro y probablemente más inteligente que todos los que estaban allí afilando los cuchillos, en su picadora de carne.
Y a mí, no sé por qué, me pareció bien.
Por el microcosmos de Telecinco, tan abundante como el MCU de Marvel y tan grotesco como el de Universal, pasaron varios testimonios que acreditaban el comportamiento errático del artista, con el acompañamiento visual de un vídeo que lo mostraba manteniendo un enfrentamiento dialéctico con la policía desde la altivez de su balcón (“a mí se me paga para verme”) y en pancha desnudez.
Ante el chaparrón, Garó trataba de defenderse con conexiones en directo desquiciadas y entrevistas en las que alguna de las preguntas llegó a ser un “cálmese, por favor”, con su negrita y su todo.
La historia, vamos, no pintaba bien.
Anoche el malagueño se sentaba por primera vez en Sábado Deluxe, esa mutación noriesca (por La Noria) que sufrió el antiguo Sálvame de los viernes.
En teoría, ahora recogen más temas sociales, lo que nos permite ver cómo pasan del corazoneo a los atentados de Londres y, por último, a Jimmy Giménez Arnau preguntando cosas sobre coños.
No es un baile agradable porque la frivolidad rima mejor con la frivolidad, siendo el gran mérito del formato su entrega desacomplejada al esperpento kitch, pero bueno, qué se le va a hacer.
Tras el anuncio de Ángel Garó, las redes sociales esperaban un remake de aquella aparición mítica de Pajares en ¿Dónde estás corazón?, cuando acuñó la expresión “yo vivo en hotel”, magistralmente desprovista de artículo, como preámbulo de una fantasía paranoica de poltergeists y médicos perversos.
El recital dadá del protagonista de Ay, Carmela era como la season finale de su propia saga de enredos familiares.
Ya en plató había dado muestras de estar un poco cucú, pero es que poco después sorprendió al mundo atracando un bufete de abogados con pistola de juguete (y un bigote falso, no se nos olvide esto porque es muy importante: un-bigote-falso).
La tragedia babyjanesca de Ángel Garó tenía todos los ingredientes para hacer algo parecido: cómico prestigioso venido a menos, acusaciones de maltrato y abuso de sustancias, delirios de grandeza…
Sin embargo, Garó toreó todas esas expectativas y nos confrontó con un reflejo poco amable de nosotros mismos, espectadores supuestamente irónicos que queríamos un loco a la parrilla.
Quien esperara poco menos que un brote psicótico en directo se quedó decepcionado, seguro.
Hombre, hubo sus cosas.
El narcisismo de Ángel Garó es, por ejemplo, un animal incontrolable y muy simpático de ver, televisivamente.
No se arrugó, por ejemplo, al confesar que reaccionó a su detención diciéndoles a los policías: “si me muero salgo en los telediarios”. Una de sus ex parejas dijo la semana pasada que cuando estaban juntos él le ponía El crepúsculo de los dioses y se identificaba con Gloria Swanson.
Algo parecido le pasa con Ciudadano Kane, cuya moraleja parece haber entendido muy libremente, según se infiere de una entrevista reciente con El Mundo: “No me merezco que se hagan acopio de ciertas cosas y no de las otras. Mira la película Ciudano Kane, de Orson Welles, y te lo explicará todo.
¿Ángel Garó, un maltratador? ¡Después de todo lo que he hecho por Málaga! ¡Qué poco respeto!”
Eso fue lo más tétrico que pudimos ver de él.
El resto del tiempo, regateó con talento y gracia su propia imagen de histérico incontrolable. El Deluxe sentó en su silla a un tipo brillante, que probablemente esté un poco regular de lo suyo, no digo que no, pero que ofreció un espectáculo soberbio de contención actoral.
Cuando uno de los colaboradores se atrevió a poner en duda el cariño que por él sentía Málaga (Málaga así como ciudad, que en esos términos absolutos se hablaba anoche), Garó le dedicó una mirada petrificada, con esos aires de diva gótica enrocada en el victimismo; fue ahí cuando, por unos segundos, salió de su personaje moderado llamándole “tonto”.
Sólo eso: tonto. Se notó, además, que el programa lo buscaba, probablemente harto de la calma tensa. Alguien dijo: “Ángel, no te quedes así, seguro que le quieres contestar algo”, lo que no deja de ser un poco disimulado “uy lo que te ha dicho”. Y ahí llegó el “tonto”, que Garó pronunció invirtiendo una delectación igualmente enérgica en todos y cada uno de sus cinco fonemas, como si le saliera de dentro, visceral, pero también como si gozara el paréntesis de liberación.
“¡Tonto!” Sentías vibrar fuego escénico en ese “tonto”, había cierta belleza en él, igual que cuando saca a relucir, folclórico, su imaginativo aspersor verbal, y dice cosas como “mi madre estará enferma de la pierna, pero es mucho más guapa que la tuya, que tiene ojos de besugo”.
Nunca supe si Ángel Garó me hacía gracia o no.
Su estilo en el 1,2,3 y Noche de Fiesta era una marcianada difícil de calificar, una especie de negación del chiste casi posthumorística.
Nunca supe si Ángel Garó me hacía gracia o no, y supongo que por eso mismo me la hace.
Su actuación de ayer en el templo de la telebasura fue colosal. Entró como un loco y salió como un torero que acababa de cortarle las dos orejas al formato inventor del polideluxe, la Esteban picassiana o la Karmele de Eurovisión.
Sálvame es una fábrica de surrealismo costumbrista que fue incapaz de meter a Garó, más raro y probablemente más inteligente que todos los que estaban allí afilando los cuchillos, en su picadora de carne.
Y a mí, no sé por qué, me pareció bien.
María Teresa Campos se declara en directo a Edmundo ‘Bigote’ Arrocet: “Te amo”
La presentadora entra por teléfono al programa, al que no quiso que fuese su actual pareja.
María Teresa Campos le había pedido que no se fuera a la isla. Edmundo Bigote Arrocet se empeñó y se marchó al programa Supervivientes.
Entonces la celebérrima presentadora le pidió que ni la nombrase. Y él ha cumplido porque de su boca no ha salido el nombre de ella. Pero, entretanto, la jefa del clan de las Campos, a punto de cumplir 76 años, ha sufrido una isquemia cerebral de la que ya se ha recuperado, mientras el humorista, de 67 años, ha sido desterrado a una isla a la espera de su expulsión.
Había llegado el momento de que ella se saltase sus propias normas y entrase en directo al programa: "Te quiero mucho. Cuídate. Te amo", se declaró anoche María Teresa Campos. Él, que aún ignora el ictus de su pareja, se quebró y no pudo ni hablar. Los audímetros enloquecieron.
Vaya Las Campos y sus historias para estar en el candelero. Mª Teresa si la hubieran dejado le contaría lo del Ictus y más cosas. No es un acto de amor sino de publicidad, quizá vea que habla poco de ella. No sé ella y sus hijas no son capaces de pasar desapercibidas.
El humorista chileno fue expulsado la semana pasada del concurso oficial, pero ahora permanece aislado en una casa en un árbol en una isla cercana de cayo Paloma, donde se encuentran los supervivientes de las eliminaciones y abandonos de Supervivientes. Solo, muy moreno y con una delgadez extrema, Arrocet asegura que está cumpliendo un sueño de soledad y meditación en la naturaleza.
El destierro de Arrocet ha marcado un récord de audiencia (27,3% de share el jueves pasado) y Telecinco decidió este domingo echar el resto, hacer la apuesta más esperada por la audiencia del programa: conectar a María Teresa Campos con Edmundo Arrocet. Un minuto de oro asegurado, ya que es conocido que ella se ha opuesto a la participación de su pareja en el reality, no quería verse mezclada en este programa, había pedido a Bigote que no la mentase y ahora mantenía al humorista ignaro de su accidente cerebrovascular.
El humorista chileno fue expulsado la semana pasada del concurso oficial,
pero ahora permanece aislado en una casa en un árbol en una isla
cercana de cayo Paloma, donde se encuentran los supervivientes de las
eliminaciones y abandonos de Supervivientes. Solo, muy moreno y
con una delgadez extrema, Arrocet asegura que está cumpliendo un sueño
de soledad y meditación en la naturaleza.
El humorista desconoce, por petición de la propia Campos, que la presentadora sufrió un ictus el pasado 16 de mayo. No sabe que le afectó a la vista, que estuvo internada, que los hijos del propio Arrocet han volado kilómetros para atender a la Campos... Ni idea. Y él solo se había referido a ella sin nombrarla para decir que es una mujer "muy delicada". Ella admitió que le había pedido que no hablase de ella durante su estancia en la isla, "por la repercusión que podía tener".
Por eso, cuando Sandra Barneda abrió micrófonos y dejó conversar a María Teresa Campos con Edmundo Arrocet, la audiencia del programa contuvo la respiración. "Hola Edmundo", dijo la presentadora en la conexión por teléfono Madrid-Honduras y al humorista se le iluminó la cara. "Hola morita", contestó él
Casi se o cuenta ella.Y una cosa, ¿Por qué entra Teresa los Domingos y no cuando está JJ Vázquez?
"Nada ha mermado lo que siento por ti y como yo no tengo incapacidad para sacar de mí los sentimientos, incapacidad que tú sí tienes, te digo adiós, te digo te quiero mucho y te digo cuídate, te amo".
Edmundo Arrocet, extremadamente delgado y quemado por el sol, se quebró.
Nada más pudo decir.
Solo pudo llorar, hacer pucheros, con una cámara a 20 centímetros de su cara, con música de llorar, sin palabras. María Teresa Campos está también emocionada. Tampoco puede hablar. Sandra Barneda despide: "Yo creo que todo está dicho, eres una valiente, me has emocionado".
Telerrealidad en estado puro. Un minuto de oro para explotar en el arsenal de programas de la cadena. La posterior expulsión del plató de Leticia Sabater fue un redoble final con platillo.
Entonces la celebérrima presentadora le pidió que ni la nombrase. Y él ha cumplido porque de su boca no ha salido el nombre de ella. Pero, entretanto, la jefa del clan de las Campos, a punto de cumplir 76 años, ha sufrido una isquemia cerebral de la que ya se ha recuperado, mientras el humorista, de 67 años, ha sido desterrado a una isla a la espera de su expulsión.
Había llegado el momento de que ella se saltase sus propias normas y entrase en directo al programa: "Te quiero mucho. Cuídate. Te amo", se declaró anoche María Teresa Campos. Él, que aún ignora el ictus de su pareja, se quebró y no pudo ni hablar. Los audímetros enloquecieron.
Vaya Las Campos y sus historias para estar en el candelero. Mª Teresa si la hubieran dejado le contaría lo del Ictus y más cosas. No es un acto de amor sino de publicidad, quizá vea que habla poco de ella. No sé ella y sus hijas no son capaces de pasar desapercibidas.
El humorista chileno fue expulsado la semana pasada del concurso oficial, pero ahora permanece aislado en una casa en un árbol en una isla cercana de cayo Paloma, donde se encuentran los supervivientes de las eliminaciones y abandonos de Supervivientes. Solo, muy moreno y con una delgadez extrema, Arrocet asegura que está cumpliendo un sueño de soledad y meditación en la naturaleza.
El destierro de Arrocet ha marcado un récord de audiencia (27,3% de share el jueves pasado) y Telecinco decidió este domingo echar el resto, hacer la apuesta más esperada por la audiencia del programa: conectar a María Teresa Campos con Edmundo Arrocet. Un minuto de oro asegurado, ya que es conocido que ella se ha opuesto a la participación de su pareja en el reality, no quería verse mezclada en este programa, había pedido a Bigote que no la mentase y ahora mantenía al humorista ignaro de su accidente cerebrovascular.
El humorista desconoce, por petición de la propia Campos, que la presentadora sufrió un ictus el pasado 16 de mayo. No sabe que le afectó a la vista, que estuvo internada, que los hijos del propio Arrocet han volado kilómetros para atender a la Campos... Ni idea. Y él solo se había referido a ella sin nombrarla para decir que es una mujer "muy delicada". Ella admitió que le había pedido que no hablase de ella durante su estancia en la isla, "por la repercusión que podía tener".
Por eso, cuando Sandra Barneda abrió micrófonos y dejó conversar a María Teresa Campos con Edmundo Arrocet, la audiencia del programa contuvo la respiración. "Hola Edmundo", dijo la presentadora en la conexión por teléfono Madrid-Honduras y al humorista se le iluminó la cara. "Hola morita", contestó él
"Nada ha mermado lo que siento por ti y como yo no tengo incapacidad para sacar de mí los sentimientos, incapacidad que tú sí tienes, te digo adiós, te digo te quiero mucho y te digo cuídate, te amo".
Edmundo Arrocet, extremadamente delgado y quemado por el sol, se quebró.
Nada más pudo decir.
Solo pudo llorar, hacer pucheros, con una cámara a 20 centímetros de su cara, con música de llorar, sin palabras. María Teresa Campos está también emocionada. Tampoco puede hablar. Sandra Barneda despide: "Yo creo que todo está dicho, eres una valiente, me has emocionado".
Telerrealidad en estado puro. Un minuto de oro para explotar en el arsenal de programas de la cadena. La posterior expulsión del plató de Leticia Sabater fue un redoble final con platillo.
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