Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

11 jun 2017

Rafa Nadal es más leyenda: triunfo ante Wawrinka, décimo título de Roland Garros y 15º Grand Slam

El español se impone al suizo en la final (6-2, 6-3 y 6-1, en 2h 05m) y recupera tres años después el trono de París. Ya supera a Pete Sampras en la cifra de grandes y asciende al número dos del 'ranking'.

 

Nadal gana Roland Garros 
Nadal abraza el trofeo de campeón en Roland Garros. Getty
Roland Garros demandaba a su rey y el monarca, después de un paréntesis de dos años, regresó.
 Volvió Rafael Nadal a reencumbrarse en el Bois de Boulogne, décima vez ya, una proeza por lo tanto. 
El tenista español venció y apabulló en la final al suizo Stan Wawrinka (6-2, 6-3 y 6-1, en 2h 05m) para elevar su 15º título del Grand Slam, por lo que ya contempla por el retrovisor al estadounidense Pete Sampras (14), con el que igualaba desde que obtuviera su último cetro en la cité, hace tres años; se situó así a solo tres del plusmarquista Roger Federer (18).
Como venía haciendo a lo largo de toda esta edición, en la que ha ido desmigando a quien se cruzara a su paso y en la que solo ha cedido 35 juegos –seis menos que en 2008, su mejor registro; a solo tres del récord del sueco Björn Borg en 1978–, el mallorquín, segundo ya en el listado mundial, avanzó como un rodillo hacia la Copa de los Mosqueteros, la 22ª que obtiene un jugador español en el major francés.
 Es, además, su 53º premio en tierra batida y la tercera vez que cierra su participación sin ceder un solo set. 

En París hacía mucho calor y las camisas blancas de las gradas le conferían a la Chatrier el aspecto de un gran pastel de merengue.
 El público parisino, siempre apuesto, recibió con relativa equidad a los dos protagonistas, que de entrada comenzaron imprecisos, casi tan plomizos como la meteorología. 
El plan de uno y otro estaba claro, pero ninguno de los dos conseguía aplicarlo a rajatabla.
 El de Rafa Nadal decía que tenía que menear al suizo y hacerlo correr, intentar que no encontrase puntos francos de tiro para minimizar el impacto de su derecha y su revés, golpes cortantes y violentos. 
El de Wawrinka, mientras, pasaba esencialmente por ser agresivo y morder, porque de otra manera no tendría escapatoria; tal vez ante otro, pero no ante Nadal.

 

Letizia quiere ser Isabel Preysler

Y no lo digo porque Letizia, como la filipina, también quiera 'encamarse' con Vargas Llosa.
 Es que la Reina está empeñada en que admiremos sus clavículas 'preyslerianas'. Ese hueco triangular de hueso y piel donde le cabe un ejemplar de 'La ciudad y los perros'. 
En efecto, Letizia ha vuelto a pecar de descocada enseñando hombros y brazos en una cena de gala.
 En esta ocasión, con un enésimo Varela rojo de guipur que le sentaba fenomenal y con el que tumbó a la pobre Angélica Rivera, primera dama de México, además en su propio país.
 Qué grosería. Los 'monarcárquicos' (palabra inventada por Emilia que suma monárquico y carca) criticaron el atrevimiento.
 Una Reina no debe enseñar nunca bíceps y mucho menos clavículas o escápulas, ni dentro ni fuera de la iglesia.
 Sólo de día, en privado y si hace muuuucho calor. Una 'norma' que se saltó a la torera por segunda vez, ya que en su otro reciente viaje solidario a Latinoamérica se puso un 'palabra de honor' azabache demasiado sexy para una señora que vive en un palacio.  




Adnan Khashoggi, un hombre menudo con ambiciones gigantes

Mi primer ‘Kurosawa’....................................... Boris Izaguirre

El revuelo por las películas que ve la princesa Leonor es prueba del rencor de las redes sociales.

De izquierda a derecha: la princesa Leonor, doña Letizia y la infanta Sofía, en la comunión de la hija menor de los Reyes el pasdo 17 de mayo.
De izquierda a derecha: la princesa Leonor, doña Letizia y la infanta Sofía, en la comunión de la hija menor de los Reyes el pasdo 17 de mayo.
Esta semana se ha hablado de los primeros filmes de Akira Kurosawa que ha visto la Princesa de Asturias, que tiene 11 años. No quiero alarmar a sus padres pero yo también descubrí al genio del cine japonés a esa misma edad.

 Y miren el adulto que soy, un hombre analógico en permanente exilio y con una novela que no acaba de terminar.
 Es cierto que yo no soy hijo de reyes, pero sí de la aristocracia del talento, mi madre destacó en el ballet nacional y mi padre fue director de la filmoteca de Venezuela y por eso gocé, y mucho, de acceso privilegiado a grandes clásicos del cine.

Para ser reina no es necesario tener intereses culturales.
 Pero es una buena noticia que Kurosawa se haya puesto de moda en España, donde, al menos, hay dos tipos de educación real.
 La infanta Elena lleva a su hija menor de edad a las corridas de toros, un espectáculo sangriento, y no molesta tanto como que su cuñada lleve a Leonor a ver Kurosawas.
 Mi primer Kurosawa fue Vivir, un magnífico drama sobre un funcionario público al que le diagnostican cáncer y decide, ante la proximidad de la muerte, vivir.
 Recuerdo que mi papá se empeñaba en hacerme notar un fotograma de la película en que el burócrata se sienta en un columpio. 
Yo lo veía como una escena más, pero mi papá, que además es crítico de cine, me hizo ver que en ese gesto, tan sencillo, tan cotidiano, se balanceaban “verdades íntimas sobre la vida y la muerte que pueden pasarle a un japonés y también a un venezolano”. 
Una hermosa lección e imagino que algo así es lo que espera Letizia que le suceda a Leonor.
Como a mi papá le gustaba tanto este director, en la Cinemateca de Venezuela había una retrospectiva de Kurosawa cada poco, con copias no siempre en buen estado y poco presupuesto. 
Como ya le había pillado el tranquillo a su cine, me aventuré y vi Rashomon. 
¡Fue una revelación! Me acuerdo muy bien, a los 13 años, asombrando a mis progenitores diciéndoles: “La verdad no existe, todo el mundo es inocente, aunque sea culpable”.
 Porque ese es el argumento de la película.
 Siempre recuerdo Rashomon con los juicios por corrupción, o con los responsables a título lucrativo, porque en ese tipo de juicios es imposible establecer la justicia.
 Mi tercer Kurosawa fue a los 15 años, estaba en Londres y estrenaban Kagemusha.
 Era un insoportable adolescente sabelotodo, que decía: “Es El Gatopardo de Kurosawa”. 
Y me quedaba tan tranquilo.
 Cuando al fin terminó la proyección, mis amigos se quejaron airadamente de no haber visto Fama, que la estrenaban en la sala de al lado.
O sea, yo también sufrí ostracismo por admirar a Kurosawa. 
Todo este revuelo por las películas que ve Leonor puede ser prueba del rencor que anida en las redes sociales.
 Derzu Uzala es una película maravillosa, para todos los públicos. ¡Cómo suena el aire entre los árboles o el viento por encima del cereal!
 La serenidad infinita de esos planos largos, larguísimos, porque hay que reconocer que el director hizo tan suyo el plano largo como Valerio Lazarov lo hizo con el zoom
. A mí me parece mucho más saludable que estas sean también referencias para una heredera. 
Opino que amplía sus criterios y le ofrece el placer de disfrutar de belleza y humor aunque sea para esa vida de cenas y almuerzos de Estado para la que también se la prepara.
 
El 'Nabila', que fue barco de Khashoggi.
El 'Nabila', que fue barco de Khashoggi.
Finalmente, mis padres se preocuparon. 
Sabían que leía el ¡Hola!
  Fue difícil para ellos confirmar que una de mis figuras favoritas de aquellos años era un traficante de armas: el magnate Khashoggi y su familia pero, sobre todo, su yate, el Nabila 
. Soñaba con navegar en él, pero eso lamentablemente no pasó, aunque conozco a una persona, muy popular, que estuvo a bordo pero no puedo desvelar su nombre. 
Ni nada de lo que allí vio. Khashoggi ha muerto un poco olvidado. Lo vi salir de un ascensor en Cannes mientras alguien de su seguridad me apartó con fuerza.
  La actriz Paz Vega fue testigo. 
Pena me ha dado saber de la fortuna del Nabila.
 Donald Trump se lo compró a mitad de precio y después lo vendió aún más rebajado y su estilizado casco terminó en alguna esquina populista del Caribe.
 El final de los yates es una de las cosas que más tristeza me produce.