El español se impone al suizo en la final (6-2, 6-3 y 6-1, en 2h 05m) y recupera tres años después el trono de París. Ya supera a Pete Sampras en la cifra de grandes y asciende al número dos del 'ranking'.
Roland Garros
demandaba a su rey y el monarca, después de un paréntesis de dos años,
regresó.
Volvió Rafael Nadal a reencumbrarse en el Bois de Boulogne, décima vez ya, una proeza por lo tanto.
El tenista español venció y apabulló en la final al suizo Stan Wawrinka (6-2, 6-3 y 6-1, en 2h 05m) para elevar su 15º título del Grand Slam, por lo que ya contempla por el retrovisor al estadounidense Pete Sampras (14), con el que igualaba desde que obtuviera su último cetro en la cité, hace tres años; se situó así a solo tres del plusmarquista Roger Federer (18).
Como venía haciendo a lo largo de toda esta edición, en la que ha ido desmigando a quien se cruzara a su paso y en la que solo ha cedido 35 juegos –seis menos que en 2008, su mejor registro; a solo tres del récord del sueco Björn Borg en 1978–, el mallorquín, segundo ya en el listado mundial, avanzó como un rodillo hacia la Copa de los Mosqueteros, la 22ª que obtiene un jugador español en el major francés.
Es, además, su 53º premio en tierra batida y la tercera vez que cierra su participación sin ceder un solo set.
En París hacía mucho calor y las camisas blancas de las gradas le conferían a la Chatrier el aspecto de un gran pastel de merengue.
El público parisino, siempre apuesto, recibió con relativa equidad a los dos protagonistas, que de entrada comenzaron imprecisos, casi tan plomizos como la meteorología.
El plan de uno y otro estaba claro, pero ninguno de los dos conseguía aplicarlo a rajatabla.
El de Rafa Nadal decía que tenía que menear al suizo y hacerlo correr, intentar que no encontrase puntos francos de tiro para minimizar el impacto de su derecha y su revés, golpes cortantes y violentos.
El de Wawrinka, mientras, pasaba esencialmente por ser agresivo y morder, porque de otra manera no tendría escapatoria; tal vez ante otro, pero no ante Nadal.
Volvió Rafael Nadal a reencumbrarse en el Bois de Boulogne, décima vez ya, una proeza por lo tanto.
El tenista español venció y apabulló en la final al suizo Stan Wawrinka (6-2, 6-3 y 6-1, en 2h 05m) para elevar su 15º título del Grand Slam, por lo que ya contempla por el retrovisor al estadounidense Pete Sampras (14), con el que igualaba desde que obtuviera su último cetro en la cité, hace tres años; se situó así a solo tres del plusmarquista Roger Federer (18).
Como venía haciendo a lo largo de toda esta edición, en la que ha ido desmigando a quien se cruzara a su paso y en la que solo ha cedido 35 juegos –seis menos que en 2008, su mejor registro; a solo tres del récord del sueco Björn Borg en 1978–, el mallorquín, segundo ya en el listado mundial, avanzó como un rodillo hacia la Copa de los Mosqueteros, la 22ª que obtiene un jugador español en el major francés.
Es, además, su 53º premio en tierra batida y la tercera vez que cierra su participación sin ceder un solo set.
En París hacía mucho calor y las camisas blancas de las gradas le conferían a la Chatrier el aspecto de un gran pastel de merengue.
El público parisino, siempre apuesto, recibió con relativa equidad a los dos protagonistas, que de entrada comenzaron imprecisos, casi tan plomizos como la meteorología.
El plan de uno y otro estaba claro, pero ninguno de los dos conseguía aplicarlo a rajatabla.
El de Rafa Nadal decía que tenía que menear al suizo y hacerlo correr, intentar que no encontrase puntos francos de tiro para minimizar el impacto de su derecha y su revés, golpes cortantes y violentos.
El de Wawrinka, mientras, pasaba esencialmente por ser agresivo y morder, porque de otra manera no tendría escapatoria; tal vez ante otro, pero no ante Nadal.
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