Es que la Reina está empeñada en que admiremos sus clavículas 'preyslerianas'. Ese hueco triangular de hueso y piel donde le cabe un ejemplar de 'La ciudad y los perros'.
En efecto, Letizia ha vuelto a pecar de descocada enseñando hombros y brazos en una cena de gala.
En esta ocasión, con un enésimo Varela rojo de guipur que le sentaba fenomenal y con el que tumbó a la pobre Angélica Rivera, primera dama de México, además en su propio país.
Qué grosería. Los 'monarcárquicos' (palabra inventada por Emilia que suma monárquico y carca) criticaron el atrevimiento.
Una Reina no debe enseñar nunca bíceps y mucho menos clavículas o escápulas, ni dentro ni fuera de la iglesia.
Sólo de día, en privado y si hace muuuucho calor. Una 'norma' que se saltó a la torera por segunda vez, ya que en su otro reciente viaje solidario a Latinoamérica se puso un 'palabra de honor' azabache demasiado sexy para una señora que vive en un palacio.
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