Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

28 may 2017

Los siete capítulos olvidados de ‘Cien años de soledad’

 

García Márquez publicó episodios sueltos para sondear al público antes de terminar la novela.

García Márquez, en octubre de 1965 cuando escribía 'Cien años de soledad'.
García Márquez, en octubre de 1965 cuando escribía 'Cien años de soledad'.
Meses antes de terminar Cien años de soledad, Gabriel García Márquez arrastraba serias dudas sobre la calidad de una novela que acabaría convertida en un clásico de la literatura.
 “Cuando leí lo que llevaba escrito”, confesó por carta a un amigo, “tuve la desmoralizante impresión de estar metido en una aventura que lo mismo podía ser afortunada que catastrófica”. 
Algo poco conocido es que García Márquez publicó siete capítulos de Cien años de soledadpara aplacar esas dudas.
 Y lo hizo cuando aún no había acabado la novela (la concluyó en agosto de 1966) ni había firmado el contrato con la Editorial Sudamericana, que rubricó el 10 de septiembre del mismo año. ç
La novela salió el 30 de mayo de 1967.
 El próximo martes se cumplirán 50 años.

Los siete capítulos se publicaron en periódicos y revistas que circulaban en más de 20 países.
 Representan más de un tercio de la novela, que en total tiene 20 capítulos.
 Ni siquiera hay copias de los mismos en el archivo personal de García Márquez en el Harry Ransom Center en Texas, que guarda su legado.
 Para encontrar su rastro hay que recorrer bibliotecas en Francia, Estados Unidos, Colombia y España.
Los capítulos cayeron en el olvido porque se creía que eran idénticos a los publicados en la primera edición de 1967 de la novela.
 Pero la comparación de las versiones descubre una realidad diferente. 
Desde la primera página hay cambios en el lenguaje, la estructura, la ambientación y la descripción de los personajes.
 De ahí que estos capítulos olvidados sean de un gran valor literario para entender cómo fue escrita la novela.
 García Márquez afirmó haber quemado las notas y los manuscritos preparatorios tras recibir la primera copia del libro.

Hasta 42 cambios

El primer capítulo salió el 1 de mayo de 1966 en El Espectador de Bogotá, cuando aún le quedaban tres meses para finalizar la obra. Entre esa versión y la edición final de 1967 hay hasta 42 cambios significativos que aparecen desde la primera página.
 Las casas de Macondo, por ejemplo, no eran “de barro y cañabrava” como en la edición final, sino simplemente de “adobe”. El escritor buscaba un lenguaje más preciso.
También hay modificaciones importantes en la estructura general de la novela.
 Por ejemplo, en la edición de 1967, la acción destructora de las termitas que anuncia el declive de la casa de la familia Buendía se describe hacia el final de la novela. 
Pero en la versión de El Espectador, “el comején socavaba los cimientos de la casa” desde el primer capítulo. 
Referencias tan iniciales a las termitas restaban dramatismo a la futura decadencia de la casa.
En la edición definitiva, Macondo es un pueblo aislado de la civilización, cuyo emplazamiento exacto se desconoce.
 Por el contrario, en el capítulo de El Espectador, Macondo se localiza con facilidad, pues limitaba “al occidente con los médanos del río de La Magdalena” de Colombia.
 García Márquez suprimió este y otros detalles sobre la ubicación concreta de la población para crear en el lector la impresión de que podía ser un pueblo típico de cualquier país latinoamericano.

El llanto de Aureliano

Otro cambio sorprendente tiene que ver con el nacimiento del coronel Aureliano Buendía.
 En la edición final, el coronel “había llorado en el vientre de su madre y nació con los ojos abiertos”, mientras que en el capítulo de El Espectador, el héroe recibía un trato poco heroico y hasta prosaico: la comadrona le daba “tres nalgadas enérgicas” para hacerle llorar.

García Márquez, en octubre de 1965 cuando escribía 'Cien años de soledad'.
García Márquez, en octubre de 1965 cuando escribía 'Cien años de soledad'.




El siguiente capítulo que García Márquez probó con los lectores salió en la revista Mundo nuevo en agosto de 1966. Publicada en París, esa revista se convirtió en el principal escaparate de la literatura del boom latinoamericano.
 Sus 6.000 ejemplares mensuales se vendían en 22 países, incluidos Estados Unidos, Holanda, España, Portugal y casi toda América Latina.
 En este capítulo localicé hasta 51 diferencias con respecto a la edición final. Por ejemplo, José Arcadio, cuya madre Úrsula temía que naciese con una cola de cerdo, vino al mundo como “un hijo saludable”, mientras que en la edición final, el autor aumentó el dramatismo al escribir: “Dio a luz un hijo con todas sus partes humanas”.
Primer capítulo de 'Cien años de soledad' publicado en 'El Espectador', de Bogotá.
Primer capítulo de 'Cien años de soledad' publicado en 'El Espectador', de Bogotá.
La alquimia, tan importante en los capítulos iniciales, se mencionaba en el del Mundo nuevo con el término experto “la Opera Magna”. 
El escritor simplificó la lectura y optó solo por alquimia.
Tras la publicación del segundo capítulo, pasaron cinco meses hasta la salida del siguiente.
 García Márquez debió emplear ese tiempo para revisar la novela, porque el nuevo capítulo era el más arriesgado: el ascenso al cielo de Remedios la bella.
 El escritor eligió para su divulgación Amaru, una revista peruana dedicada a la literatura de vanguardia internacional. 
Sus lectores eran exigentes escritores y críticos literarios.
 García Márquez no solo comprobó la solidez literaria de ese capítulo con ellos, sino que también se lo leyó en voz alta a su círculo de amistades en su casa de la Ciudad de México. “Convoqué aquí a la gente más exigente, experta y franca”, escribió en una carta dirigida a su amigo Mendoza en el verano de 1966. 
“El resultado fue formidable, sobre todo porque el capítulo leído era el más peligroso: la subida al cielo, en cuerpo y alma, de Remedios Buendía”.
Por último, la semana previa al lanzamiento de la novela, el magacín argentino Primera Plana publicó un fragmento del capítulo sobre las 32 guerras del coronel Aureliano Buendía. Primera Plana estaba diseñada para el gran público, y sus 60.000 ejemplares semanales circulaban dentro y fuera de Argentina. Aunque ya no tenía tiempo de añadir cambios, García Márquez envió un capítulo que debía cautivar al público de un continente que seguía marcado por las guerrillas insurgentes contra el poder, como la guerrilla del propio coronel Aureliano Buendía.
Como revela la correspondencia de García Márquez, al publicar los capítulos más novedosos y “peligrosos”, el escritor tomó buena nota de las sugerencias hechas por sus amistades y lectores.
 La historia detrás de estos capítulos olvidados de Cien años de soledad descubre el arduo trabajo de edición que García Márquez desplegó, en especial para aplacar esa “desmoralizante impresión” que tuvo al leer lo que llevaba escrito de una novela que a partir del 30 de mayo de 1967 había de cambiar el rumbo de la literatura.
Álvaro Santana-Acuña es investigador y profesor asistente de Whitman College






 

 

La ‘Patria’ te llama........................................ Carmen Morán

El escritor vasco Fernando Aramburu confirma el éxito de su último título dedicándoselo a cientos de personas en la Feria.

El escritor Fernando Aramburu, autor de 'Patria', firma en la Feria del Libro de Madrid.
El escritor Fernando Aramburu, autor de 'Patria', firma en la Feria del Libro de Madrid.

¡Ave Aramburu! Los que van a sudar bajo el sol quieren que les saludes.
 ¿Qué va a querer si no quien aguanta de pie media hora la chicharrera de finales de mayo en la Feria del Libro de Madrid, en ese platanar de estornudo y moquero que es el parque del Retiro por estas fechas?
 Y el escritor firma y tiende la mano, tiende la mano y firma.
Y cuando se acaba la cola de la caseta de Antonio Machado se va dos más allá, a la de la librería Muga y vuelve a firmar.
 Le espera una buena siesta. ¿Estará pensado en ella cuando plasma su caligrafía desigual en cada ejemplar?
 Con mucho gusto para Bernardita… con cariño para Manuela… para mi paisana Arantza, de Bilbao… A medida que se achica la cola se acerca la siesta.
 Y arrecia el sol, pero los lectores están haciendo un gesto de amor. “Es por amor al libro y para que tenga un toque especial con la firma, si hay que esperar se espera”, dice Óscar, el contable. ¿Hacer cola es amar?
 “Pues sí, por qué no”.
300.000 ejemplares, dicen en la editorial Tusquets, que lleva vendidos Patria, el último libro de Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959), que hunde la pluma en el conflicto vasco a través de la mirada de dos familias vecinas separadas por un asesinato etarra en un pueblo abertzale podrido por la violencia y el silencio. Sea por el tema, por el momento actual, por la forma literaria o por todo junto, la cosa es que el escritor ha dado en el clavo.

Abrumado por el éxito

Aramburu parece abrumado por tanto éxito y encima ahora semeja una estrella del rock and roll.
  Se lo ha tomado con disciplina.
 Antes de que abra la caseta ya está allí con su editor, y una hilera de gente espera frente a la persiana bajada.
 "¿Le importa hacerse una foto conmigo?", pregunta un seguidor.
 Y el escritor posa semisonriente con su camisa fucsia, recién llegado de Sevilla, aún con sueño y tinta de firmas.
 Cuando se abre la cancela comienza sin prólogo el curioso besamanos de los amantes de libro.
 En cada ejemplar, Aramburu enmarca su dedicatoria con dos filigranas, como los rizos que rematan las verjas, una doble caracola que quizá le permite pensar ‘y ahora qué pongo yo aquí’.
“¡Qué grande eres, Aramburu!”, jalea un señor que pasar por allí, y el escritor, que lo agradece, bisbisea timidísimo: “Pues yo me estoy empequeñeciendo”.
 Hay que tener carácter para enfrentar a toda una patria, con su presidente a la cabeza, alabando la novela.
Una firma, otra… ¿Estaría Fernando, de chico, cuando aún no la necesitaba, ensayando su firma con otros amigos, copiando la del padre o la de sus autores de cómics favoritos? “No, no, yo siempre he tenido mala caligrafía. ¿La firma? Es instintiva”, dice.
“Este va a ser la atracción de la Feria, verás”, se ríe un hombre que ojea los libros en la caseta.
 “Pues yo no hago esa cola así me maten”, vuelve a reír. 
Si la Patria llama, él, desde luego, no se ha dado por aludido.
Llega el último de la fila, Aramburu ya ve la siesta a su alcance.



 

Esta ‘it-lady’ de 69 años es la madre del presidente de Tesla

Maye Musk está de moda. Modelo desde hace 50 años, continúa más activa que nunca y ha sido determinante en la trayectoria de su famoso hijo.

Maye Musk, de 69 años, madre de Elon Musk, presidente de Tesla.
Maye Musk, de 69 años, madre de Elon Musk, presidente de Tesla. Getty
 

Ojos azul grisaceo, tipazo e impactante cabellera blanca con un moderno corte de pelo.
 La imagen de Maye Musk, de 69 años, atrae a primer golpe de vista pero engancha aún más si se supera la apariencia y se profundiza en su historia personal. 
El interés crece si se añade que es la madre de Elon Musk, el presidente de Tesla a quien se ha llegado a clasificar como el emprendedor más famoso de esta generación.
 Él, además de fundador de la compañía que persigue revolucionar el sector automovilístico con sus coches eléctricos, es el inmobiliario con sus sistemas de baterías que almacenan energía, y también está detrás de la creación de PayPal, una de las mayores compañías de pago por Internet del mundo.
Al respecto, Maye Musk dice: “Yo era famosa antes de que lo fuera él”. 
No le falta razón a esta sudafricana que conduce un Tesla verde regalo de su hijo, porque la misma sonrisa con la que acompaña esta afirmación ha podido verse en una valla publicitaria en la neoyorquina Times Square, en una campaña para la compañía aérea estadounidense Virgin America, en cajas de los cereales Kellogs o en el vídeo de la canción Haunted de Beyoncé. 
 La madre del visionario Elon Musk es modelo desde los 15 años y quedó finalista en el certamen de Miss Sudáfrica en 1969.
 Hija de Joshua y Wyn Haldeman, sus padres tenían un próspero negocio pero también una sed de aventuras en las que embarcaron a toda la familia constituida por cinco hijos, una de ellas gemela de Maye.
 En 1952 la pareja recorrió miles de kilómetros alrededor del mundo en un avión que el padre trajo de Canadá. 
Y cada mes de junio o julio, durante casi una década, recorrieron juntos el desierto de Kalahari en busca de la legendaria Ciudad Perdida como lo hizo el explorador canadiense William Leonard Hunt, conocido como Guillermo Farini.
 Una actividad sobre la que después daban charlas y que los convirtió en personajes conocidos. 

Quien piense que a partir de entonces todo fue un camino de rosas para Maye, errará. 
Se licenció en Dietética, actividad que combinaba con sus trabajos como modelo en una época en la que ella misma ha explicado que eso significaba tener que llevar a las sesiones sus propios zapatos y complementos.
 En 1970 se casó con Errol Musk, un ingeniero con quien tuvo a sus tres hijos, Elon, Kimbal y Tosca, pero se separó nueve años después.
 Elon y poco después Kimbal se trasladaron a vivir con su padre a Pretoria durante su adolescencia, mientras que Tosca se quedó a vivir con su madre.
 Precisamente fue su tercera hija quien, según recoge The New York Times, explicó que en aquella época su madre “estaba muy herida”.

 
Elon Musk con su madre Maye en una fiesta de la revista Vanity Fair.
Elon Musk con su madre Maye en una fiesta de la revista Vanity Fair. Getty
Esta etapa quedó atrás cuando Elon, persiguiendo su afición por la tecnología, se trasladó a Canadá donde vivían algunos familiares maternos.
 Poco después, sus otros dos hermanos y su madre se reunieron con él en Toronto, donde, según un perfil publicado en la revista Business Insider, vivieron en un apartamento semivacío en el que lo primero que compraron fue una alfombra porque no tenían para sillas.
 En ese periodo Maye Musk combinó varias actividades para cuadrar sus finanzas, entre ellas sus trabajos como modelo y también como nutricionista.
El siguiente traslado para Maye llegó en 1996, cuando sus hijos Elon y Kimbal le pidieron que se trasladara a San Francisco donde ellos acababan de empezar su aventura en Zip2, una empresa de software en la que su madre invirtió gran parte de sus ahorros y que años más tarde sus hijos vendieron por casi 300 millones de dólares.
 Sin embargo, cuando cumplió 50 años y sus emprendedores retoños le hicieron una fiesta, los regalos fueron una pequeña casa y un coche de madera que iban acompañados de una promesa: “Algún día te compraremos unos de verdad”. 
No la decepcionaron.

La modelo y dietista siempre se ha quitado importancia respecto al éxito de sus hijos: “Yo trabajaba muy duro y ellos tenían que hacerse responsables de sí mismos", ha llegado a afirmar.
 Pero sin duda algo ha tenido que ver en sus triunfos y los tres no dudan en calificarla como una mujer “increíble”, “dinámica” o “impresionante”. 
Con su primogénito convertido en prototipo de hombre de éxito en los negocios, sus otros dos hijos siguen la misma estela y no duda de presumir de todos por igual en cuanto tiene oportunidad. Actualmente Kimbal es propietario de una cadena de restaurantes, The Kitchen, y de una fundación que impulsa los buenos hábitos, la comida saludable y financia la creación de jardines en colegios e institutos donde los alumnos cultivan su propia huerta.
 Tosca es directora de cine y productora de programas de televisión y contenidos multimedia. 

Desde 2013 Maye Musk vive en Marina del Rey, California, porque quiere estar más cerca de sus nietos. 
Pero no es una abuela retirada. Últimamente la industria de la moda le está prestando más atención que nunca. 
“Soy un ejemplo de cómo una mujer mayor puede seguir en activo. Nunca he trabajado tanto como ahora”, afirma jocosa.
 Su actitud de asumir con naturalidad las arrugas, su cabellera blanca desde que a los 60 años decidió que su pelo sufriría menos si dejaba de teñirse y su actitud positiva, encaja con la tendencia de muchas marcas de contar con mujeres de más edad. 
 Sin duda, la etiqueta “madre de Elon” también tiene algo que ver pero igual que no distingue entre sus hijos, a los que califica de “brillantes”, tampoco le preocupa el motivo por el que los clientes quieren ficharla.
 Si hace falta puede volver a repetir que ella ya era famosa antes de que su primogénito pudiera llegar siquiera a imaginarlo.

 

Mantillas sibilinas.......................................... Boris Izaguirre

Ivanka y Melania Trump no se llevan tan bien, coinciden en algo: por más ricas que sean, el sagrado protocolo las confunde.

De izquierda a derecha: Ivanka, Melania y Donald Trump con el Papa, el martes en el Vaticano.
De izquierda a derecha: Ivanka, Melania y Donald Trump con el Papa, el martes en el Vaticano.

 Mayo es un mes de ferias y festivales.

 Esta semana, por ejemplo, se han celebrado las ferias de Sanlúcar de Barrameda y se termina el Festival de Cannes. Presidido este año por Pedro Almodóvar, Cannes es una superferia de cine, joyas, vestidos e incluso conflictos con películas que no se proyectarán en salas de cine sino en plataformas digitales 

. La gira de Donald Trump por Arabia Saudí, Israel, Italia y Bélgica, empezó un poco festivalera como para distraer, porque Trump se enfrenta a una investigación por sus presuntas relaciones con Rusia, e incluyó un toque gótico y folk, como salido de la serie American Horror Story, con la visita al papa Francisco. 

 Para mí, es un retrato de estos tiempos: una imagen chocante, tenebrosa y rupturista.

 El único que sonríe es Don Donald, mientras que el resto consigue transmitir un desasosiego casi sobrenatural.

 Las mantillas o tocados de Ivanka y Melania parecen diseñadas por las gemelas terroríficas de El Resplandor o por alguien muy afín a Hillary Clinton o por alguna velina bromista que quiso reírse un poco.

 Me parece que al papa Francisco casi le dio un corte de digestión porque, el pobre, podría sospechar que más que hacerle una visita venían a pedirle un exorcismo.

En América dicen que parecen de la Familia Adams, pero a mí me recuerdan a aquella foto de familia en el último matrimonio de Liza Minelli, donde también hubo una indigestión estilística importante.

 Hay quienes piensan que Ivanka y Melania se inspiraron en las hijas de Zapatero cuando visitaron la Casa Blanca y decidieron innovar un poco en el Vaticano. 

Pero está claro que las dos, que no se llevan tan bien, coinciden en algo: por más ricas que sean, el sagrado protocolo las confunde. 

Tampoco hay que llevarse las manos a la cabeza, porque el expresident Francisco Camps también se hizo un lío aceptando trajes regalados de Gürtel precisamente para ir a una audiencia con el papa Ratzinger.

 No sabía si tenía que llevar corbatín blanco y frac blanco o no y al final esos trajes terminaron apartándolo de la presidencia. Y del Vaticano. 

La foto viene a perfilar la idea que Estados Unidos suele tener del resto del mundo

. No pueden entender que en continentes tan pequeños cohabiten tantas ferias y protocolos.

 Melania no usó velo en Arabia Saudí pero optó por una cofia rarísima para ir al Vaticano.

 Parece de justicia, ciega y divina, que dos millonarias salgan retratadas como unas caricaturas de la americana guapa, rica pero equivocada.

 Aunque Melania ganó muchos puntos en Israel cuando le dio un manotazo a su marido, quien la hacía caminar detrás como si le diera vergüenza.

 En Estados Unidos han puesto esa imagen casi tanto como retransmiten Despacito de Luis Fonsi por todas las radios. 

Con eso, Melania se reactivó y ese milagro duró hasta entrar en la biblioteca privada del Papa.

La actriz Victoria Abril, el pasado 17 de mayo en el Festival de Cannes. La actriz Victoria Abril, el pasado 17 de mayo en el Festival de Cannes.