Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

19 mar 2017

25 años después, alguien miente sobre el cruce de piernas de ‘Instinto básico’

El director de la película, Paul Verhoeven, y Sharon Stone se acusan de mentir sobre los entresijos de la mítica escena.

 

Vídeo de 25 segundos con el legendario cruce de piernas de Sharon Stone en 'Instinto básico'.
Veinticinco años, y algunos todavía no se han recuperado. 
El cruce (o técnicamente, descruce) de piernas que cortó la respiración al mundo no ha envejecido nada.
 La sospechosa de asesinato Catherine Trammell (interpretada por una Sharon Stone con 34 años) se somete a un interrogatorio, pero es ella quien acaba sometiendo a los policías. 
El ratón y el gato nunca han estado tan en celo. Es Catherine la única que disfruta con la situación.
Ella, y millones de espectadores: Instinto básico (Paul Verhoeven, 1992) fue la cuarta película más taquillera del año (se estrenó en marzo de 1992 en EE UU), y la más exitosa de la historia en España en su momento (se estreno en agosto de 1992).
 El sexo (y las ganas de él) corrompe cada plano hasta casi derretir el celuloide de una película que se convirtió en un clásico instantáneo.
 Y todo porque muchos adolescentes (y algunos papás) quemaron el vídeo rebobinando y pausando la escena en cuestión.
Él [el director, Verhoeven] me aseguró que no se vería nada. Así que me quité la ropa interior y se la metí en el bolsillo de la camisa", asegura Sharon Stone
Veinticinco años después queda un misterio, más jugoso y menos mortal, sin resolver.
 ¿Tenía el director el consentimiento de la actriz para retratar su entrepierna para la posteridad?
El detective con adicción al riesgo (y a todo lo demás) Nick Curran, interpretado por Michael Douglas, sabe que Catherine Trammell no lleva ropa interior.
 La ha espiado mientras se vestía en la escena anterior y ha comprobado que para Trammell la lencería es cosa de perdedoras. El público también lo sabe, y asiste a ese interrogatorio con la boca abierta. 
¿Se atreverá a descruzar esas piernas para atolondrar a los machos de la manada? Por supuesto que sí. Catherine Trammell no ha llegado hasta ahí siendo tímida.

Existen dos versiones sobre cómo ocurrió la famosa escena.
 Según el director del filme, Paul Verhoeven, Stone sabía perfectamente lo que estaba haciendo y se mostró encantada con la perversa situación.
 Según la actriz, el director la utilizó. "Cuando la rodamos, iba a ser una insinuación" afirma Sharon Stone, "pero [Verhoeven] me dijo: 'Se puede ver el blanco de tu ropa interior, necesito que te la quites'.
Hasta aquí, ambas versiones de la historia coinciden. 
El conflicto surge cuando al acabar el rodaje ambos analizaron el plano en cuestión.
 "En aquella época no existía la alta definición", continúa la actriz, "así que cuando miré al monitor realmente no se veía nada". Todo cambió cuando Stone, su equipo y el mundo entero vieron la película en una pantalla de cine de varios metros cuadrados.
"Me quedé en estado de 'shock", asegura Stone. "Al terminar la película, me levanté, me acerqué a Verhoeven y le di una bofetada"
La actriz reconoce que el plano es adecuado para la película y para el personaje, y que si ella hubiera sido la directora lo habría mantenido en el montaje final.
 "Pero habría tenido la cortesía de enseñárselo a la actriz", concluye.

Alguien miente, y según Paul Verhoeven no es él.

 El director holandés cuenta que Stone intentó por todos los medios eliminar el plano de su entrepierna en libertad. Verhoeven le respondió que ya era tarde. "Sharon miente", aclara Verhoeven a ICON. 

"Cualquier actriz sabe lo que se va a ver si le pides que se quite la ropa interior y apuntas ahí con la cámara. 

Ella incluso me dio las suyas como regalo.

 Cuando Sharon miró el resultado de la escena en el monitor, no tuvo ningún problema. Creo que tuvo que ver con que el director de fotografía [Jan De Bont, que después dirigiría Speed y Twister] y yo somos holandeses, así que actuamos con total normalidad ante el desnudo.

 Y Sharon se dejó llevar por esta actitud relajada. Pero cuando vio la escena rodeada de otras personas [americanas], incluidos su agente y su publicista, se volvió loca.

 Todos le dijeron que esa escena arruinaría su carrera, así que Sharon vino y me pidió que la quitase.

 Le dije que no. 'Tú aceptaste, y te enseñé el resultado', le dije, y ella me respondió: 'Que te jodan'. 

Pero Sharon no te va a contar eso, seguro que no".  

La leyenda que rodea el rodaje de Instinto básico daría para otro thriller, y con bastantes escenas eróticas también, porque el guionista Joe Eszterhas contó que se había acostado con Sharon Stone para celebrar el éxito de la película. 

Varias asociaciones LGTB intentaron boicotear el rodaje por la imagen negativa que la película daba de las mujeres bisexuales, y Michael Douglas se negó durante meses a contratar a Stone al considerarla "una actriz de segunda".

Pero el director siempre creyó en ella.
 Cuando las actrices de primer orden (Julia Roberts, Michelle Pfeiffer) leían el guion, le preguntaban si rodaría las escenas de sexo y violencia tal cual estaban descritas en el texto. "No", aclaraba Verhoeven, "serán aún más fuertes". 
Sharon no tenía esas inhibiciones, y acababa de posar desnuda para Playboy para así intentar reactivar su carrera.
 Y vaya si la reactivó. Veinticinco años después, Instinto básico sigue siendo la única película que te da ganas de fumarse un cigarro al acabar.
El guionista, Joe Eszterhas, que no escribió la escena del interrogatorio porque fue idea de Verhoeven, se resiente de este legado.
 "Cuando tienes [en tu currículum] uno de los planos eróticos más famosos del mundo del cine, eclipsa a la película, que es un tenso y psicológico filme negro moderno", lamenta Eszterhas. 
La secuencia fue objeto de culto tanto en quedadas clandestinas cuando los padres estaban fuera de casa como de parodias.
 En la última de ellas, el cómico James Corden intenta seducir a un ya mayor Michael Douglas, consiguiendo un efecto distinto del de Catherine Trammell.
Queda un misterio abierto, quizá el más complejo de todos. ¿Quién es Sharon Stone?
 ¿Una depredadora sexual dispuesta a todo o la víctima ingenua de un viejo verde? Probablemente las dos cosas, y ninguna a la vez. Sharon Stone es quien haga falta que sea.
 Catherine Trammell convirtió en un mito a la actriz que le dio cara, cuerpo y pubis, pero acabó condenándola.
 Rita Hayworth lamentaba que los hombres se iban a la cama con Gilda (su personaje más icónico), pero se despertaban decepcionados con ella.
"Sharon Stone miente", aclara Paul Verhoeven a ICON. "Cuando ella vio el resultado de la escena en el monitor, no tuvo ningún problema"
Stone sufrió una sentencia similar: pasar a la historia, pero a costa de que nadie la recuerde a ella como actriz, sino a Catherine Trammell.
 Una mujer acorralada que puso de moda los personajes femeninos perversos que no se disculpaban por disfrutar del sexo.
 Demi Moore se montó una carrera entera gracias a esta moda. En los locos años 90, la revolución cultural se hizo sin ropa interior, y Sharon Stone tuvo la audacia de ser la primera en quitársela.

 

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Un conflicto moral..............................Juan José Millás

COLUMNISTAS-REDONDOS_JUANJOSEMILLAS
HACE años, al final de un programa de televisión al que acudí como invitado, me regalaron una Barbie.
 El obsequio fue fruto de un malentendido, ya que al conductor del programa le habían informado erróneamente de que las coleccionaba.
 Me la entregó, pues, con gran ceremonia, delante del público del plató, pero también, claro, frente a quienes nos veían desde sus casas.
Por educación, aunque internamente abochornado, fingí asombro y gratitud y regresé al hotel con el estuche, que tenía forma de sombrerera ovalada, debajo del brazo.
 Ya en mi habitación, volví a abrirlo y observé con creciente fascinación a la Barbie cuyo pelo, muy abundante, se hallaba parcialmente cubierto por una pamela de mujer fatal.
 Llevaba una blusa negra y una falda azul, de las de tubo, por debajo de cuyo borde asomaban unas piernas larguísimas enfundadas en unas medias de malla.
 Sus ojos, protegidos por unas pestañas abundantes, miraban al vacío en actitud soñadora. 
Creo que se dedicaba al estilismo, pero no estoy seguro. 

Barbie's Exhibition in Madrid
Eduardo Parra (Getty)
Me advirtieron de que, al tratarse de una Barbie de colección, y para que no perdiera valor económico, no debía sacarla del estuche, a cuyo fondo permanecía sutilmente sujeta.
 Me pareció una metáfora de algo, y de algo malo, pero no fui capaz de desatarla. 
Y ahí sigue la pobre, revalorizándose, supongo, aunque no está en mis cálculos venderla.
 Cuando tropiezo en el periódico con alguna de sus hermanas libres, una parte de mí se inclina a sacarla del estuche, pero otra –la más oscura– me lo impide. 
¿Puede un juguete provocar un conflicto de orden moral? Pues sí, puede. 

En silencio junto a una serpiente.................Rosa Montero

Hay otra forma de vivir, más natural, que consiste en salirse de este tiempo vertiginoso que nos deshace. Silencio y quietud, eso es lo que hace falta.
COLUMNISTAS-REDONDOS_ROSAMONTERO
LOS HUMANOS empezamos a estar tan alejados de la naturaleza que cada día se nos agudiza el conflicto entre nuestro ser cultural y el animal que somos.
 Hace unos meses paseaba por el parque del Retiro con mis perras, una de ellas de tamaño grande y con el pelo a rodales blancos y negros, cuando un niño de unos cuatro o cinco años la señaló transido de emoción y exclamó: “¡Mira, papá, una vaca!”, mientras su progenitor enrojecía de vergüenza.
 El proceso de culturización nos ha dado mucho, pero también nos enajena.
 Y no sólo nos sucede a nosotros: los perros, que llevan viviendo con los humanos al menos 15.000 años (aunque hay restos paleontológicos que hablan de 33.000 años), a veces son tan tontos, instintivamente hablando, que llegan a beber de un cubo con lejía, por ejemplo.
En cuanto a nosotros, hace mucho que nos hemos atontado completamente con respecto al mundo natural.
 En realidad, es como estar ciegos y sordos, además de un poco paralíticos (cada vez nos movemos menos, con el consiguiente incremento de la obesidad, la diabetes, la hipertensión…). 
Ya en 1845, el poeta y filósofo estadounidense Henry David Thoreau se sintió tan alienado por el artificio de la sociedad industrial que se fue a vivir durante dos años a una cabaña en el monte buscando el retorno a lo salvaje.
 Escribió un libro sobre eso, Walden, y desde entonces Thoreau es como el santo patrón de los anhelos naturalistas, de la añoranza de un pasado más primitivo.
Será por esa nostalgia inconsciente pero profunda, por esa herida que escuece allá al fondo sin que tengamos palabras para nombrarla, por lo que de pronto varias editoriales están sacando libros que hablan del regreso al duro, difícil paraíso de la naturaleza.
 Y así, he leído, todos seguidos: El libro de la madera, del noruego Lars Mytting (Alfaguara), que en realidad no es más que un manual sobre la tradición de cortar leña en su país, con consejos sobre cómo apilarla, qué tipo de hacha usar y demás etcéteras, pero que está escrito con tan apasionado detallismo, y resulta tan exótico, que ha vendido 200.000 ejemplares: es como leer una crónica marciana.
 La vida del pastor, del inglés James Rebanks (Debate), una autobiografía que cuenta, conmovedora y épicamente, el oficio ancestral del pastoreo (otros 200.000 lectores: ya digo que estamos ávidos de estos temas).
 Y, por último, una obra extraordinaria, Una temporada en Tinker Creek, de la estadounidense Annie Dillard (editorial Errata Naturae), que se publicó en 1974 y ganó el Pulitzer de ensayo, pero que acaba de ser editada en España.
Aún jovencísima (nació en 1945), Dillard contó en 390 páginas un año de visitas solitarias al bosque cercano a su casa.
 El título original, Pilgrim at Tinker Creek, Peregrina en Tinker Creek, refleja de manera más exacta el carácter místico de este libro, que resulta profundamente religioso aunque carente por completo de Dios.
 Dillard tan sólo sale al monte y mira.
 También toca y huele, pero sobre todo mira.
 Describe los atardeceres, el paso de las nubes, los hilos de las telas de las arañas, el vuelo de los pájaros, el atroz comportamiento de las chinches del agua. 
Ella se sienta en el bosque durante horas y contempla.
 Y, como es capaz de ver, cosa que nosotros hemos olvidado, en sus páginas hay un hervor colosal de millones de criaturas, un fragor de nacimientos y agonías.
 Repta y vuela la vida, se reproduce y mata.
 Sus descripciones son tan morosas y tan detalladas como si fueran producto del ácido lisérgico.
Pero lo más fascinante del libro es su lentitud.
 Es un texto lentísimo que nos enseña que hay otra forma de vivir, más natural, que consiste en salirse de este tiempo vertiginoso que nos deshace.
 Silencio y quietud: eso es lo que hace falta para tumbarse junto a una serpiente venenosa, como Dillard hace, y saberse en paz.
 Si yo consiguiera pararme como ella, a lo mejor hasta sería capaz de sentirme a mí misma.