Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

18 mar 2017

Jack el Destripador, caso abierto........................Guillermo Altares.

El criminal nunca fue descubierto, pero se sigue identificando con la imagen de un hombre con capa y sombrero de copa. / Manuel Vázquez
Ha pasado más de un siglo desde lo que la prensa popular de la época llamó los crímenes de Whitechapel, y el resto del mundo, los asesinatos de Jack el Destripador.
 Las atroces muertes de cinco prostitutas en Londres en el otoño de 1888 nunca fueron resueltas. 
El interés por el caso no ha decaído. Sigue generando debates, polémicas, libros, investigaciones, museos y negocios.
 Cada año se suman nuevos nombres a la interminable lista de sospechosos que encabeza el médico personal de la reina de Inglaterra. 
EN LOS  últimos meses de 1888 se cometieron una serie de terribles asesinatos en Whitechapel, la zona más violenta de Londres, un barrio donde la muerte y la miseria campaban a sus anchas.
 Sin embargo, a diferencia de muchos otros, aquellos crímenes nunca fueron olvidados.
 Salvo tal vez el magnicidio del presidente John Fitzgerald Kennedy en Dallas en 1963, ningún asesinato ha sido analizado tan minuciosamente ni ha proporcionado tantas teorías conspiratorias. Cada una de las pruebas obtenidas ha sido sometida a un infatigable escrutinio a lo largo de las décadas para, al final, seguir siendo un misterio dentro un enigma.
 Jack el Destripador, el asesino de cinco prostitutas entre el 31 de agosto y el 9 de noviembre, es todavía un caso abierto. 
Whitechapel, el barrio en el que Jack el Destripador cometió sus crímenes, se encuentra en el este de Londres. Manuel Vázquez
 
Cada año se publican libros que ofrecen nuevas teorías sobre la identidad del criminal.
 Pero, más que aclarar el asunto, lo oscurecen, porque existen muy pocos puntos de acuerdo entre los diferentes investigadores que rebuscan en los más mínimos detalles para sostener tesis muchas veces imposibles.
 El autor de novela negra y bibliófilo Otto Penzler ha recopilado una parte importante de esta información en The Big Book of Jack the Ripper (El gran libro de Jack el Destripador), editado recientemente en Estados Unidos.
 Sus 800 páginas reúnen no solo las principales teorías, textos y artículos de la época, sino también insólitos relatos literarios.
 Entre ellos, uno de la danesa Isak Dinesen, la autora de Memorias de África
En su conocida novela gráfica From Hell (Desde el infierno), el guionista Alan Moore atribuye esta cita a Jack el Destripador: “Un día, la gente mirará al pasado y se dará cuenta de que conmigo nació el siglo XX”. 
Aquellos crímenes ofrecen muchos aspectos que enlazan con nuestra época.
 “Es una historia que nos fascina por muchos motivos”, explica Penzler, que también editó un libro que recopila historias apócrifas de Sherlock Holmes y es propietario de una librería especializada en literatura negra en Nueva York, The Mysterious Bookshop. 
“Los asesinatos fueron especialmente atroces. 
En ese momento, los diarios de Londres peleaban por los lectores y recurrieron a titulares muy sensacionalistas.
 Además, la fotografía en la prensa era relativamente nueva y se publicaron imágenes espeluznantes. 
El nombre, Jack el Destripador, también es extraordinariamente evocador: Jack el Asesino no sería lo mismo.
 Y el hecho de que sea una historia que no se ha cerrado nunca ha llevado a que sigamos especulando hasta ahora”. 
Más allá del morbo, el caso sigue generando polémica.
 La apertura de un museo privado dedicado a los crímenes en el East End de Londres, una zona que se gentrifica a marchas forzadas con cafeterías especializadas en cereales y apartamentos a precios estratosféricos, ha provocado intensas críticas en los últimos meses. No solo por el aprovechamiento turístico de las atrocidades, sino porque, no se puede olvidar, la historia tiene como protagonista a un asesino de mujeres.
 Jack el Destripador, un nombre que triunfó inmediatamente en la prensa popular, fue el ejemplo más universal, brutal y descarnado de la violencia machista. 
Deborah Orr, columnista de The Guardian, calificó el nuevo museo de “desgracia”.
El recién inaugurado museo que reconstruye los crímenes de Jack el Destripador. Manuel Vázquez
 El centro ofrece una recreación bastante kitsch, con muñecos y reconstrucción de calles y habitaciones, de los escenarios en los que se produjeron los crímenes.
 Recurre a todos los tópicos, entre ellos el del asesino con sombrero de copa y capa.
 Mucho más tecnológico resulta el recién inaugurado City of London Police Museum, que dedica una sección a los homicidios de Whitechapel: los visitantes pueden interactuar con una versión digital de una de las víctimas, Catherine Eddowes, recluida en una celda de la comisaría de Bishopsgate.
 Poco después de ser liberada, esta prostituta se convertiría el 30 de septiembre de 1888 en la cuarta mujer asesinada por Jack –­la segunda en la misma noche, ya que una hora antes había cortado la garganta a Elizabeth Stride–.
 El montaje de este museo de la policía, inaugurado en noviembre, nos transporta al contexto de drama y sordidez que rodea a estos asesinatos.
 Londres era entonces la ciudad más poblada del mundo, con un millón de habitantes.
 Era la capital de un imperio, pero albergaba una pobreza infinita.
A través de estos crímenes se puede leer la inimaginable miseria que se concentraba en esa época en el East End, el este de la ciudad, donde se instalaban los inmigrantes recién llegados –sobre todo, judíos que huían de las persecuciones en Rusia y Europa del Este–, entre tabernas miserables, prostitutas y violencia. 
Dickens fue el gran narrador de esa pobreza urbana.
 Pocos años después de los asesinatos, un periodista estadounidense retrató la vida en aquella zona de la capital británica en un libro titulado La gente del abismo. 
El autor se convirtió más tarde en uno de los grandes escritores de todos los tiempos, Jack London.
 “Hay una imagen bella en el East End y solo una”, escribió antes de describir a unos niños bailando en la calle.
 En esa obra, London hablaba de la “pobreza abyecta” del barrio y de las condiciones de “esclavitud” de los trabajadores. 
 

Eros y Tánatos. Un viaje en tranvía..................... por Mireya Hernández........

Tennessee Williams y Elia Kazan, ca. 1967. Foto: Cordon.
La vida es imposible sin ilusiones (Ortega y Gasset).

Un tranvía llega a Nueva Orleans envuelto en bruma, ilusiones, cartas de póquer, locura y vodka. 
De fondo suena la «Varsoviana». 
Queda al descubierto un escenario en blanco y negro semiiluminado. Se respira tensión.
Thomas Lanier Williams III, rebautizado como Tennessee Williams, observó la sociedad del sur de Estados Unidos durante la posguerra y la representó con realismo, mostrando su decadencia mediante personajes desarraigados, psicópatas, degenerados, dementes, morbosos, masoquistas, caníbales, alcohólicos, drogadictos, lesbianas, prostitutas y homosexuales disimulados, freaks y outcasts de la época que ilustraban las contradicciones del mítico y trágico sur americano.
 Su creador fue también su alter ego
 Tennessee vivió en un mundo en crisis permanente.
 Las tensiones de su entorno se unen en su historia personal y en su obra literaria.
 Nació en 1911 en Columbus, Mississippi, hijo de madre cuáquera y nieto de pastor episcopal.
 Su padre era alcohólico y su hermana se quedó esquizofrénica tras una operación, lo que le marcó fuertemente para el resto de su vida.
Si su infancia y adolescencia terminaron, en palabras de T. S. Eliot, «Not with a boom but with a whimper» («No con una explosión sino con un lamento»), su vida acabó trágicamente entre ginebra y pastillas en una habitación de hotel.
 Murió solo, igual que había vivido.
 «El tema principal de cuanto he escrito es la aflicción de una soledad que me persigue como una sombra agobiante, demasiado pesada para arrastrarla de continuo a lo largo de todos mis días y mis noches», confesaría en 1975 en sus memorias.
Todo lo que aparece en su obra formó parte de su vida. 
Él mismo fue un iluso, un desarraigado, un alcohólico, un drogadicto, un enfermo, un frustrado y un hombre abrumado por un tremendo complejo de culpa debido a su homosexualidad. 
Se enfrentó con la sociedad puritana en que vivía, creó un universo propio y pasó mucho tiempo sumido en una depresión.
Odió primero lo que amó después, y no fue capaz de deshacerse del lastre de su historia y del cartel que le colgaron cuando entró en el olimpo de la fama. 
La sociedad que le vitoreó en sus comienzos le tachó de «narcisista» (Raymond Rosenthal), «falto de talento» (el crítico Walter Kerr) y «ventrílocuo» (su biógrafo Alan Brien) en sus últimos años.
 Solo su amigo y compañero de oficio Arthur Miller le supo comprender, y tras su muerte en 1985 proclamó: «Mientras haya actores en el mundo, las obras de Tennessee Williams vivirán.
 El autocrático poder del gusto veleidoso no importará en su caso; su textura, sus personajes, su personalidad dramática son únicos y están firmemente asentados en el panorama teatral de este siglo como las estrellas en el cielo».
La extraña enfermedad que le afectó al corazón de niño y la enorme influencia de su hermana y su madre le convirtieron en una persona extremadamente sensible que supo retratar como pocos el deseo y la ilusión que radican en lo más profundo del ser humano.
 Por desgracia, dicho deseo siempre fracasa antes de llegar a su plenitud.
Esta frustración tiene su origen en la presión y en la represión del individuo en la sociedad en la que vive.
 Cada ser humano se enfrenta al problema de su existencia preguntándose inútilmente quién es y para qué está en el mundo, y atormentándose con una respuesta vacía o llena de interrogantes. Este yo frágil, sabedor de su soledad y de su nimiedad, se ve obligado a trasmitir a la sociedad imperante una imagen determinada de sí mismo.
Los códigos morales, la cultura, la religión, las apariencias, separan al yo del otro y los enfrentan sin posibilidad de diálogo, evidenciando su fragilidad.
 Pero en el hombre hay una necesidad de existir de forma personal en el mundo, de hacerse un hueco seguro y estable en un espacio de verdad y sinceridad, de enfrentarse a la propia fragilidad y a la solidez de los estereotipos sociales.
Aquí situamos la sexualidad exagerada de los personajes de Williams, que se oponen claramente al mundo que les rodea por su sensibilidad peculiar (Blanche), su psicología (Stella) o sus tendencias sexuales socialmente inaceptadas (Allan, Skipper, Brick), y resultan extravagantes con respecto al canon de comportamiento humano.
 «Fue esa combinación de puritano y caballero que corre en mi sangre la que explica los conflictivos impulsos de mis protagonistas», diría Williams.
Pero estos personajes, como veremos más adelante al hablar de Blanche, no afrontan realmente su situación ni vencen las circunstancias sociales adversas, sino que acaban de forma trágica o refugiados en un mundo de ilusión que supone una trampa de donde es difícil escapar.
 Una prueba de la semejanza entre el dramaturgo y sus personajes es este testimonio de Tennessee Williams que parece sacado de la boca de Blanche DuBois: «A la edad de catorce años descubrí que escribir me servía para escapar del mundo real en el que me sentía profundamente incómodo. 
Muy pronto se convirtió para mí en un lugar de retiro, en mi cueva, en mi refugio».

Williams nunca superó el dolor por la lobotomía que le practicaron en 1943 a su hermana Rose, a la que tanto quería y que sirvió como modelo para muchos de sus personajes femeninos. 
«Mi obra es emocionalmente autobiográfica. No tiene relaciones con hechos verdaderos de mi vida.
 Cuando uno pasa por un periodo desdichado no tiene otro refugio que la escritura», confesó.
 Los rasgos de su hermana subyacen en la joven Laura de El zoo de cristal, su primer gran éxito, que busca refugio en el mundo fantástico de su colección de animales de cristal; en Blanche de Un tranvía llamado Deseo, en Hannah de La noche de la iguana y en Alma Winemiller de Verano y humo.

En la última escena de Un tranvía llamado Deseo, Blanche sale del baño —claro símbolo de su empeño por limpiar su pasado— convencida de que el millonario Shep Huntleigh, su liberador y procurador imaginario, va a rescatarla de su prisión en el apartamento de los Kowalski en Nueva Orleans. 
Se da cuenta más tarde de que ha perdido el control de la realidad, de que paradójicamente, cuando mejor está y habla con más cordura, más loca la consideran.
 El que aparece finalmente para llevársela es el médico de un manicomio, y no su soñado príncipe azul.
La incapacidad de la fantasía para vencer a la realidad es uno de los temas más importantes de Un tranvía llamado Deseo
 Aunque su protagonista es la romántica Blanche DuBois, la obra, estrenada en Broadway en 1947, es un trabajo de realismo social. Blanche le explica a Mitch que miente porque se niega a aceptar su destino. 
 Mintiéndose a sí misma y a los demás consigue ver la realidad como debería ser en lugar de como es: «No quiero realismo. Quiero… ¡magia! […] ¡Sí, sí, magia! 
Trato de darle eso a la gente. Le tergiverso las cosas. No le digo la verdad.
 Le digo lo que debiera ser la verdad. 
¡Y si eso es un pecado, que me condenen por él! ¡No encienda la luz!».
Stanley, el marido de Stella (la hermana menor de Blanche) es un hombre práctico con los pies en la tierra.
 Su brutalidad, su crueldad, su falta de ideales y de imaginación, su impaciencia con las distorsiones de su cuñada, provocan que descubra todo su pasado oscuro ante su mujer y sus vecinos y amigos, lo que actúa como catalizador de la tragedia final.
 La relación antagónica entre ambos es la lucha, imprescindible en un drama williamsiano, entre las apariencias y la realidad, que origina un ambiente de tensión desde el momento en que se conocen hasta su forzosa separación.

Para dramatizar esta pugna entre realidad e ilusión, Williams explora la barrera que hay entre el exterior y el interior.
 La obra tiene lugar en el apartamento de dos habitaciones de los Kowalski y la calle que lo rodea.
 De este modo, el espectador ve al mismo tiempo lo que sucede dentro y fuera de la casa, con lo que esta deja de ser un santuario doméstico.
 El apartamento no es un mundo definido. Los personajes entran y salen llevando con ellos sus problemas.
 Es el caso de Blanche, que no deja sus prejuicios hacia la clase trabajadora en la puerta, sino que traspasa el umbral con ellos.
Este efecto se ve más claramente en el instante previo a la violación de Blanche por Stanley, cuando la pared del fondo del apartamento se vuelve transparente para mostrar al espectador la pelea callejera entre una prostituta y un viandante que anticipa lo que va a ocurrir en casa de los Kowalski.
 Los ruidos discordantes y los gritos nos preparan para asistir al comienzo del fin de Blanche y ver su descenso a la locura; y dramatizan su crisis nerviosa y su pérdida de contacto con el mundo. 
Si originalmente coloreaba la realidad a su antojo, en este punto la ignora por completo y ya no sabe lo que va a ser de ella.
 Ha tocado fondo pero no hay posibilidad de subir.

El refugio de Blanche en sus fantasías privadas le permite aislarse de la sociedad que la oprime y protegerse de los duros golpes que asesta la vida.
 Su locura aumenta cuando se encierra totalmente en sí misma, dejando atrás el mundo objetivo para evitar aceptar la cruda verdad. Aun así, para escapar totalmente, debe percibir el mundo exterior como el que imagina en su mente.
Un tranvía llamado Deseo, 1951. Imagen Warner Bros.
Es una idea que aparece en El zoo de cristal: «Traigo trucos en el bolsillo y cosas bajo la manga, pero soy todo lo contrario de un prestidigitador común: este les ofrece la ilusión con la apariencia de la realidad.
 Yo en cambio, les traigo la realidad bajo las tenues apariencias de la ilusión».
La barrera entre fantasía y realidad en el teatro de Williams es transparente.
 La falsa felicidad de la antiheroína al final de la obra nos permite afirmar que la fantasía es una fuerza vital en juego en toda experiencia humana, pese al inevitable triunfo de la realidad.
Blanche teme decir su edad y mostrarse a los demás a plena luz, especialmente ante su pretendiente, Mitch.
 Si evita la luz es para que nadie vea que su belleza se está marchitando, que ya no es la jovencita de Mississippi que encandilaba a los hombres con solo mirarlos.
 La luz representa el pasado de Blanche, en el que fue muy feliz antes de que el juego se pusiera en su contra.
 Ya fuera del pasado, en su presente que remite y donde no hay marcha atrás, se obsesiona con los fantasmas de lo que ha perdido: su primer y único amor, su meta en la vida, su dignidad y el carácter aristócrata de sus antepasados.
Para que no la vean como realmente es, no sale a la calle a menos que sea de noche y dentro del apartamento cubre las bombillas con un papel chino.
 Su incapacidad para tolerar la luz evidencia que su contacto con la realidad está rozando su final. 
En la escena sexta le confiesa a Mitch que estar enamorada de su marido, Allan Grey, era como ver el mundo a plena luz. 
Desde el suicidio de este, la luz potente se ha ido debilitando, como cuando una bombilla está a punto de fundirse, y su destello llega a ser muy tenue en sus affaires con otros hombres.
 Al ver solo el reflejo de algo que ya no existe y que en otro tiempo fue su vida, busca el consuelo y el olvido en la oscuridad. 
La luz simboliza, por tanto, su inocencia sexual, mientras que la penumbra simboliza su madurez sexual y su desilusión.
 La luz es a la vida lo que la oscuridad es a la muerte.

La homosexualidad en la obra de Tennessee Williams está sumamente influenciada por el psicoanálisis de Freud y por la relación de sus personajes con el armario como discurso de resistencia a las normas que potencia y radicaliza las diferencias. En sus Reflexiones sobre el teatro norteamericano, Williams opina que «el teatro ha conseguido grandes avances artísticos en nuestra época gracias a la apertura, iluminación y ventilación de los armarios, los áticos y los sótanos de la conducta y la experiencia humanas».
En las obras de Williams, la homosexualidad ya no es «el amor que no se atreve a decir su nombre», sino que se ha convertido en un secreto a voces. 
Si bien es cierto que en los diálogos de sus personajes se deduce cierta homofobia, es normal si tenemos en cuenta la época (maccarthismo = derecha moral) y los lugares donde estrenaba sus obras (Hollywood y Broadway), en los que la censura era implacable.
 En su prólogo a ¿Quién teme a Virginia Woolf?, de Albee, Alberto Mira expone: «La homofobia de los críticos de Broadway no se limitaba al rechazo de la homosexualidad sino que la reinterpretaba en términos de abyección. 
Si un autor gay hablaba de la homosexualidad, se le acusaba de traspasar los límites del buen gusto.
 Si el dramaturgo gay no presentaba la homosexualidad en el lenguaje institucional se le achacaba el ocultar significantes ocultos en sus textos».

Otro símbolo de la pérdida de la inocencia de Blanche es la «Varsoviana», que suena en el último momento en que esta ve a su marido con vida. Momentos antes lo descubre en la cama con otro hombre, pero esa noche deciden salir fingiendo que nada ha cambiado.
 En mitad de la polca, la protagonista le dice a Allan que le da asco. Él sale corriendo y se pega un tiro en la sien.
 Cada vez que Blanche siente remordimientos por la muerte de su marido, se oye la «Varsoviana»:
Negras tormentas agitan los aires,
nubes oscuras nos impiden ver,
aunque nos despierte el dolor y la muerte
contra el enemigo nos manda el deber.
A partir del momento en que le cuenta a Mitch su historia, la polca suena con más frecuencia. 
Blanche asegura que solo deja de sonar cuando oye el sonido de un disparo en su cabeza. El detonador del deterioro mental de Blanche es por tanto el suicidio de su querido marido homosexual.


Tennessee Williams en el plató de Piel de serpiente, 1959. Foto: Cordon.
Tennessee Williams nunca ocultó su condición sexual, pero sí temía que en un futuro le olvidaran o le recordaran solo como «un célebre dramaturgo homosexual». 
Igual que murió él de forma trágica, sus personajes gais mueren porque no pueden hacer frente a un mundo donde su sexualidad no está aceptada y son incapaces de vivirla con franqueza.
 En las adaptaciones al cine ni siquiera aparecen, y no se especifica que sean homosexuales, sino que se les reconoce con nombres como «esteta», «débil» o «sensible». 
Así, vemos a Allan, que se suicida al ser descubierto por Blanche y al darse cuenta de que entre su reina, su estrella, la diva por antonomasia que es su mujer, y él es imposible una relación. Tennessee quiere ser Blanche y también Allan por poseerla
. Pero la esquizofrenia, la locura y la tragedia impedirán que se hagan realidad los sueños del artista y de sus personajes.

Un tranvía llamado Deseo, 1951. Imagen Warner Bros.

Las Canteras, 365 días de playa........................ Guillermo Esaín.

Más de tres kilómetros de arena y una temperatura media de 22 grados. Surf, música en vivo, mojitos y terrazas en la gran playa urbana de Las Palmas de Gran Canaria.

 
Paseantes en la playa de Las Canteras, en Las Palmas de Gran Canaria, el pasado fin de semana
Vibra con energía los 365 días del año.
 Las Canteras es la estrella de Las Palmas de Gran Canaria. Un icono playero y urbano de la Unión Europea que disfruta de un clima bonancible y de un portento llamado La Barra, a 150 metros mar adentro. 
 De esta barra de arrecife se extraía la piedra con que se labraban las piletas filtradoras de agua potable.
 Hoy tiene la virtud de generar en marea baja una piscina como hay pocas; ideal para iniciarse en el paddle surf o a bordo de un kayak transparente.
El ocio playero queda patente en la pulcritud y las ofertas deportiva, cultural y gastronómica, y también impresionan sus certificaciones: Q de calidad turística (con compromiso de calidad en destino), bandera azul y normas UNE 17001 e ISO 14001.
 El sector de accesibilidad universal, por su parte, acaricia la escultura de César Manrique La mujer y su sombra.
Las Canteras, 365 días de playa
Entre los 3,1 kilómetros de longitud completa de Las Canteras, el sector de La Cícer depara satisfacciones por su devoción al surf y su pista de skate
. Pero no solo: últimamente cobra auge cosmopolita por la proliferación de una fauna de nómadas digitales, blogueros, diseñadores, instagramers y trabajadores remotos, con su estilo de vida personal.
 Se entienden con la mirada y un gesto. 
Procedentes quién sabe si de Chiang Mai (Tailandia), Perth (Australia) o Miami, se les ve confraternizar en el centro artístico La Fábrica, o bien degustando fusiones en la cantina La Bikina.
Los 12 tipos de olas que rompen en la bahía favorecen la presencia de firmas como Oceanside: escuela, albergue, tienda y agencia de viajes. 
NYC Taxi RockBar es un imán para los que disfrutan de buena música con una cerveza en la mano.
 Mención necesaria pide el Mumbai Sunset Bar, que anima a sentarse en la terraza con un mojito Tentation al tiempo que se lee en la pared la frase más votada en Facebook.
 También podemos entrar en su garaje revestido con alfombras de India. 

El Mumbai, lo mismo que el NYC TAXI, está adscrito al ciclo de conciertos Playa Viva que se celebra los fines de semana, al aire libre, y que tantos éxitos está cosechando. Quien disfrute con Xoel López o Sidonie, ya sabe en qué frecuencia musical se sintoniza la playa capitalina.
Surfistas en Los Muellitos, junto al Auditorio Alfredo Kraus, en Las Palmas de Gran Canaria.
Surfistas en Los Muellitos, junto al Auditorio Alfredo Kraus, en Las Palmas de Gran Canaria. agefotostock

Un faro sinfónico

Desde el auditorio Alfredo Kraus, emplazado en el extremo oeste, se recorre con la mirada toda la orla de arena, proporcionando a los tres volcanes de La Isleta el mejor fondo.
 Nadie como el arquitecto Óscar Tusquets para integrar en la rompiente este faro acastillado repleto de alegorías del escultor Juan Bordes a Las Canteras y al océano.
 Su imponente sala sinfónica se incluye en la visita guiada.


La Casa de Colón, en el barrio de Vegueta (Las Palmas). 
La Casa de Colón, en el barrio de Vegueta (Las Palmas).
La señalización representa un rasgo distintivo de la playa, visto el flujo perpetuo de caminantes. 
Todo anima a recorrer el arco central playero, llamado Peña la Vieja, cuya heladería homónima rinde culto a lo artesano y a sabores exóticos.
 Cerca queda el Basal Grill & Beach.
Un total de 22 años llevan dando la hora y la temperatura (¡22 grados de media!) relojes digitales que ya forman parte del imaginario palmense.
 Del placer balsámico de este paseo marítimo tiene mucho que ver el veto a mascotas y a cualquier vehículo rodante que pueda entrecruzarse con el peatón. 
Algo inusitado.


Una terraza en Playa Grande, en Las Palmas de Gran Canaria. 
Una terraza en Playa Grande, en Las Palmas de Gran Canaria. agefotostock
En El Charcón surge, semioculta en la calle de José Franchy Roca, la casa-torreón de Don Amaranto (1897), exponente de vivienda burguesa de recreo.
 Amaranto fue poeta y abogado, autor de unas décimas bien traídas: “Allí en aquellas riberas / ¿se cansa uno de vivir? / Quien no se quiera morir / que se vaya a Las Canteras”.
 Su complemento arquitectónico, en Playa Grande, es la clínica San José (1895), en la que obreros enfermos disfrutaban sin saberlo de la talasoterapia.
Una chica practicando paddel surf en Las Canteras. 
Una chica practicando paddel surf en Las Canteras.
Las rutas con gafas y tubo, tanto diurnas como nocturnas, se organizan para ver chuchos y carmelitas, peces parecidos a las morenas.
 Las guían, ayudados de su libro de campo Vida submarina. Playa de Las Canteras, Maite Asensio y Fernando Tuya, licenciados en Ciencias del Mar, responsables de Snorkeling Experience.
 Parte de las 150 especies marinas las veremos antes en un mural que recibe en pleamar las olas de Playa Chica.
Caminamos por Playa Grande, el eje turístico y centro orgánico de Las Canteras.
 Su arena, profusa, luce más rubia que en el resto de la playa y la protegen ceniceros-cucurucho, o papeleras en forma de toldo.
 Aquí lucen esculturas de arena, allí los bañistas juegan al tenis playa. 
Y quien puede permitírselo, se encarama a la octava planta del hotel Cristina, la manera óptima de disfrutar desde la habitación con los últimos zarpados del sol.
 A la hora de la cena, el Kitchen Lovers (+34 928 98 76 10) pone encanto italiano y una carta breve pero fresca, en la que destaca la degustación del chef por 30 euros (bebidas aparte).
 Más informal es la oferta culinaria del gastromercado del Puerto, férrea osamenta de 1891 levantada por el equipo técnico que erigió dos años antes la Torre Eiffel y que los viernes resulta el afterwork preferido por los residentes.
Mientras esperamos mesa en el Maketto Sushi Bar, podemos saborear en Tapas & Rokeri la caballa ahumada que sirve no sin campechanía la noruega Anette.
El ambiente tradicional y gastronómico impregna La Puntilla. 
 Desde la escultura del malogrado pescador apodado El Chacalote fijamos la atención en los barquillos elevados sobre burras de madera. 
 Y, entreverados, jugadores de bingo, de parchís, a veces de críquet, en nada incompatibles con los novatos del Real Club Victoria windsurfeando o remando sobre tabla.
Qué mejor que el expositor del restaurante La Marinera para empaparse del saber ictiológico canario, de gustosa sonoridad, sea el medregal, la fula de altura, el abae o el agiote.
 A la vista, las montañas de Gáldar y Arucas, con suerte del Roque Nublo silueteándose.
 En Las Canteras hay tres balnearios con vestuarios y duchas gratuitos.
A pocos minutos a pie queda el castillo de la Luz, una de las construcciones defensivas estelares del archipiélago. 
Su deslumbrante rehabilitación, firmada por el equipo Nieto Sobejano, sirve de contenedor a la obra de un clásico de la escultura española, Martín Chirino (1925), vecino de La Isleta.

La isla en 7 excursiones

Turistas en las dunas de Maspalomas, en Gran Canaria. Agefotostock
1 Arucas y Teror
Paseando por Arucas, llama la atención el trabajo de cantería en las fachadas.

 Vale la pena fijarse en la catedral neogótica labrada en piedra local, en el centro de interpretación del Labrante (Cantero) y en el jardín de la Marquesa.
 La localidad de Teror destaca por sus calles empedradas y balcones de madera. 
De su mercadillo dominical no hay que dejarse el Rincón del Artesano.
2 Artenara por Moya
Artenara ofrece una vista de toda la caldera volcánica.

 Hay varias maneras de subir al pueblo más alto de la isla, entre ellas por Moya.
 Tomar una cerveza delante de las olas del Roque de Moya, antes de subir al centro del municipio enclavado en una impresionante quebrada. Y de allí al bosque de laurisilva mejor conservado de Gran Canaria, y posterior parada gastronómica en Fontanales.
Artenara tiene como carta de presentación el Museo Etnográfico Casas-Cueva (abre todos los días; gratuito) y combina el mirador de Unamuno con las cuevas-vivienda o la troglodítica Virgen de la Cuevita.
 Una cerveza en el mirador de La Cilla y regreso por Guía para conocer la Casa del Queso (cierra lunes y viernes).
3 Guía, Cueva Pintada y Sardina
Tras visitar el colorista casco viejo de Santa María de Guía y hacer una degustación en La Quesera, tomamos el coche hasta el impresionante granero aborigen, de nombre Cenobio de Valerón. 

Pocas experiencias complementan mejor este silo que la Cueva Pintada de Gáldar, ejemplo de arte canario coetáneo al desembarco de los europeos.
 A las pinturas las rodean 60 viviendas prehispánicas. Después, parada gastronómica en La Trastienda de Chago (+34 928 89 72 54). 
Y al final, un paseo entre las barcas del puerto de Sardina.
4 Valle de Agaete
Un enclave extenso, fértil y bien conservado. 

A la entrada del valle de Agaete, en la iglesia de la Inmaculada Concepción, aparte del artesonado se expone un maravilloso tríptico flamenco del siglo XVI.
 Cerca, la finca La Laja organiza visitas guiadas por uno de los cafetales más septentrionales del mundo. 
A la hora de dormir, el hotel rural Las Longueras es una buena opción. 
Para disfrutar de la playa nudista de Guayedra, no está de más reservar en los alojamientos tipo cabaña de Redondo de Guayedra.
5 A Tejeda desde Santa Lucía
Subiendo a Santa Lucía de Tirajana nos detenemos en el centro de interpretación de La Fortaleza, que recrea el último foco de resistencia aborigen (1483).

 Una vez en la montaña, emprenderemos un recorrido circular de 20 minutos.
 En lo alto de la caldera volcánica se puede tocar el Roque Nublo, símbolo de identidad grancanaria, para bajar después a un pueblo con encanto, Tejeda, dotado con mirador y un centro de interpretación de plantas medicinales. 
También están la Dulcería Nublo y 14 restaurantes.desviamos al mirador de La Sorrueda sobre la presa de Tirajana para detenernos 6 Maspalomas 
Un manto de dunas móviles al que se suma un palmeral, la charca, un faro monumental y un cinturón de hoteles conforman Maspalomas
En la playa hay sector naturista. El Palmitos Park dispone de delfinario, acuario (dulce y salado), aviario y reptilario.
7 De Agüimes a Guayadeque
Cerca del aeropuerto se encuentra Agüimes.

 Su importancia como sede episcopal durante siglos tenía necesariamente que ir acompañado de un interesante conjunto monumental.
 El de Guayadeque es un barranco de significación etnográfica por su uso troglodítico.
 Se pueden visitar el museo (+34 928 17 20 26) y el poblado de Cueva Bermeja. 
En el restaurante Tagoror, vino en mano, apreciaremos las entrañas rocosas después de dar la vuelta al risco en 15 minutos contemplando la cueva. 





 

17 mar 2017

La primera esposa de Trump hace negocio contando la vida de sus hijos

La madre de Donald Jr., Erik e Ivanka Trump anuncia un "libro sin filtros"

 

 

Ivana y Donald Trump en Nueva York durante los años ochenta.