Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

27 ene 2017

Hágase la luz… y la luz subió................... Diego Crescente...........

La lógica de hacernos pagar por algo que no consumimos parece ser asumida por todos los grupos parlamentarios.

Imagen de un tendido eléctrico. EFE
Pocos productos son tan etéreos como la luz. Es un bien que sabemos que está, pero no podemos tocarlo.
 Por desgracia es un bien del que nos acordamos cuando nos falta o cuando no podemos pagarlo.
El componente sociológico de la luz es claro.
 Pocos productos llenan más titulares.
 Ni siquiera lo hace el agua, producto esencial por excelencia y más vital que la luz, pese a que su precio puede variar casi un 350% en función de la ciudad donde la consumamos o que su coste se haya disparado casi un 10% debido a los costes de tratamiento.
 

En este panorama surge la demagogia sobre el precio de la electricidad y la factura de la luz, que mantienen la misma relación que existe entre el todo y las partes y que en manos de la política pueden convertir un problema coyuntural en un desastre estructural. El Gobierno ha reaccionado como en el pasado, interviniendo en el mercado, pero las medidas anunciadas para rebajar el coste no repercutirán sustancialmente sobre la factura, es decir, en lo que pagamos realmente por la luz.
 Pueden llegar a llenar titulares, pero no solucionarán el coste final que pagamos entre todos.
Para entender este razonamiento es fundamental comprender que el precio de la electricidad representa el coste de la energía, es decir, el producto.
 El precio varía en función de diferentes factores como el petróleo, la climatología, las diferentes tecnologías que operan, pero todas ellas tienen un elemento en común: son costes naturales.
Por su parte, la factura eléctrica incluye el precio de la electricidad —de ahí la relación entre el todo y las partes—, pero además refleja otros muchos componentes que tienen otro patrón común: son costes artificiales.
 Dependen de la voluntad del Gobierno e históricamente suponen el cajón de sastre de la economía española.

 

Si había alguna partida que necesitara financiación, para eso estaba la factura de la luz: “la factura de la luz lo soporta todo”. 
Esta lógica de hacernos pagar por algo que no consumimos parece ser asumida por todos los grupos parlamentarios cuando en su mano está bajar el 50% el precio de la factura eléctrica hoy mismo. Es decir, nuestro derecho a pagar el precio real del producto, de lo que consumimos.
Una barra de pan puede costar 45 céntimos.
 Imagínese que baja a comprarlo y en lugar de 45 le hacen pagar 90. 
El panadero le explica que se debe a que 10 céntimos van a parar al ministerio de Agricultura, 10 a otras empresas para que no coman pan, 20 al ministerio de Hacienda, 10 a un tipo de harina que ya no se fabrica…
 Eso es exactamente lo que ocurre con la factura de la luz en forma de impuestos especiales, interrumpibilidad, pagos por capacidad, más impuestos, subvenciones, etcétera.
En definitiva, el precio de la luz se multiplica debido a unos costes que no obedecen a la dinámica del mercado y sin embargo, tratamos de influir precisamente en él, que demuestra ser el único que responde a cierta lógica económica. 
En términos absolutos, el precio de la electricidad apenas es un 35% del total. 
¿No será más eficaz tratar de actuar en el 65% restante? 
Esto supondría acabar con gran parte de los problemas de pobreza energética y competitividad del país.

Sobre el papel, la medida estrella del Gobierno, bajar artificialmente el precio del gas para abaratar el coste de los ciclos combinados, puede contribuir a disminuir el precio de la electricidad.
 Pero, ¿alguien se ha parado a pensar que España no produce gas y que los precios de esta materia prima nos vienen marcados desde el extranjero? 
 ¿Y si por esta medida hacemos que el gas multiplique por dos su precio? No se preocupen: probablemente, mientras se elabora la medida el mercado haya cambiado y tengamos un nuevo remiendo en un conjunto de parches que dejó, hace mucho tiempo, de ser un traje.
Como dirían los Stark, el invierno ha llegado y el frío que estamos sufriendo pone en evidencia un sistema que todos hemos construido, todos hemos disfrutado (cuando los precios de la electricidad estaban por los suelos) y entre todos debemos pagar puesto que, como en este caso dirían los Lannister, los consumidores, por desgracia, siempre pagamos nuestras deudas. Ahora bien, en manos del regulador está que debamos pagar un coste inasumible o por el contrario su precio justo.
Diego Crescente es socio de MAS Consulting Group, firma especializada en asuntos públicos y relaciones gubernamentales. Fue director de Comunicación del ministerio de Industria durante los años 2008 - 2011.

Latinoamérica no quiere verse en el cine....................... Gregorio Belinchón


Gael Garcia Bernal, en un fotograma de 'Neruda'.
El mercado tiene 632 millones de potenciales clientes. Más de 400 hablan castellano y el resto, portugués.
 Es Iberoamérica.
 Cualquier otro sector industrial se pegaría por números así. 
Y sin embargo, el cine de la zona, por razones muy diversas, no acaba de encontrar su camino hasta este vasto público.
 Desde hace décadas, las películas hispanoamericanas no logran enganchar a los espectadores más allá de sus fronteras nacionales. 
Sí, crecen las cuotas de mercado en cada país. 
Pero, ¿por qué un argentino no ve cine colombiano? ¿Por qué a un español no le interesan las películas mexicanas? ¿O un uruguayo no se acerca a filmes chilenos? 
Vale para cualquiera de las 22 naciones que componen la zona, y que tienen —salvo dos— el idioma castellano en común, un arma poderosa que debería de allanar los estrenos de unos países en sus vecinos... y la realidad en cambio es otra.
En 2015 en esos 22 países se estrenaron 791 obras de producción propia, con 81,9 millones de espectadores.
 Una cifra alejadísima de las 4.135 películas estadounidenses lanzadas ese año en la zona, según el Anuario del Cine Iberoamericano, de Barlovento Comunicación y MRC.
 Lo peor es que los filmes hollywoodienses se vieron —y ocuparon la mayoría del mercado— en toda la región mientras que esas 791 películas llegaron a pantallas mayoritariamente locales: no se exportaron.
 Baste con el ejemplo español: en 2015 las películas latinoamericanas supusieron el 2,1% de los largos exhibidos en el país. 
Y sumaron el 0,2% de los espectadores, apenas unos 167.000, según el último Anuario de la SGAE, por debajo del cine australiano entre otros. 
Es decir, ha recibido más público Tarde para la ira, por escoger la menos vista de las cinco aspirantes al Goya a mejor filme de este año, que todas las películas latinoamericanas proyectadas en las salas en 2015. 
Otro dato negativo se vislumbra en las cuotas de mercado. En República Dominicana, el 31% de los espectadores ve cine propio; en España, un 20,28% (datos de 2015), en México un 14,3%, en Perú un 13,48% y en Argentina un 10,72%.
 El resto no alcanza el 9% y en 10 de ellos no se llega ni al 3%.
 Y esto se refleja en que la película latina más vista en 2015 en toda esta área fue Ocho apellidos catalanes, con 5,6 millones de espectadores, y en ese año solo se estrenó... en España. 
“Tenemos un clarísimo problema de distribución”, cuenta el mexicano Gael García Bernal, que además de actor es uno de los impulsores de Cinema23, plataforma para promover la cultura cinematográfica de América Latina, España y Portugal, que entre otras iniciativas entrega los premios Fénix, y que ya supera los 800 integrantes.
 “Es muy difícil que lleguemos a nuestros espectadores, no pueden acceder a nuestras películas
El mercado está dominado por las majors de Hollywood. Tenemos que luchar por nuestro espacio”, apunta el protagonista de Neruda, de Pablo Larraín.
Aunque de los grandes estudios de EE UU también se puede aprender, según Ramon Colom, presidente de Fapae (la federación de productores de España): “En las películas estadounidenses no se aclara por ningún lado la nacionalidad, no existe.
 Consideran que es un filme en inglés. Trabajan para un mercado en un idioma. 
Creo que ese punto de partida es el que debería tomar la industria audiovisual hispana”. El productor de Neruda, el chileno Juan de Dios Larraín, asegura: “Creemos audiencia. 
Y mantengámosla. Hagamos que conozcan a los actores, construyamos un star system latino”. 
Larraín no cree que los acentos sean un problema, al contrario que Santiago Segura, que en 2016 ha rodado en Argentina un filme y grabado la serie Supermax, coproducción impulsada por la brasileña O Globo con actores de todo el continente: “En España somos muy paletos con los acentos y tengo amigos que no ven películas latinoamericanas porque dicen que no las entienden bien.
 A mí en cambio me gustan”. 
Cierto, en España poca gente ve cine latino, más allá de las películas protagonizadas por el argentino Ricardo Darín, que sí tiene tirón.
 Mariela Besuievsky, uruguaya afincada en España, de la productora Tornasol, está detrás de películas como la oscarizada El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella y con Darín.
 “Hay talents que saltan de Argentina a España, y alguno mexicano, como Gael.
 En contra está que cada vez hay menos espacio en todos estos países para el cine de autor, los distribuidores arriesgan menos, gastan poco en la promoción y lo latino acaba convertido en un cine de nicho [para un sector muy específico] cada vez más nicho. 
Y los medios no nos hacéis caso”. El brasileño Wagner Moura, el protagonista de la serie Narcos, apunta, en esa línea, que a la gente le falta conocimiento: “Debemos hacer ruido mediático.
 Y luchar constantemente contra los estadounidenses para que nuestro cine, habitualmente mejor y más de autor, encuentre lugar en las multisalas”.
 Tal vez alguna solución salga de una reunión que productores y responsables institucionales del cine español, argentino y mexicano quieren celebrar en la próxima Berlinale, según revela Colom.
 Por cierto, México es el país invitado en esta edición del festival de Berlín, que siempre está atento al cine de la zona. 
¿Queda alguien optimista en este contexto? El mexicano Jonás Cuarón, director de Desierto, sonríe: “Me van a matar enCinema23, pero sí creo que poco a poco la gente ve más nuestro cine. 
Mi película, Neruda, las de Campanella... me confirman que ahí hay público.
 Démosle películas a su altura”. 

Mischa Barton, ingresada por problemas psiquiátricos

La actriz de la serie 'The O.C.' apareció semidesnuda caminando encima de la valla de su casa y lanzando mensajes inconexos.

La actriz Mischa Barton. GTRES
La actriz Mischa Barton ha ingresado voluntariamente en un centro hospitalario para someterse a una evaluación mental.
 La estrella televisiva decidió dar el paso después que de que varios amigos y vecinos se hubieran mostrado preocupados con el comportamiento mostrado por la joven de 31 años el pasado jueves.

La exconcursante de Dancing With The Stars fue vista semidesnuda con una camisa blanca encima de la valla del patio trasero de su casa de West Hollywood (California) el 26 de enero, lo que alarmó a su círculo más cercano, ya que la intérprete repetía incongruencias, como que su madre era una bruja, que el mundo se rompía e hizo mención, además, a Ziggy Stardust, el hombre de las estrellas que creó David Bowie.
 Las imágenes de Mischa en actitud contrariada fueron publicadas por el portal TMZ.

Cuando los agentes del sheriff y los bomberos llegaron a la escena, Mischa fue conducida voluntariamente a un hospital para la evaluación mental. 
No es la primera vez que Barton se ve obligada a entrar en el área psiquiátrica de un hospital, en 2009 fue en el Cedars Sinai aunque en aquella ocasión no lo hizo de manera voluntaria.
Mischa Barton, en una calle de Los Ángeles. GTRES
En abril de 2015, la intérprete de Marissa Cooper en The O.C presentó ante un tribunal de Los Ángeles una demanda contra su progenitora acusándola de haberle robado dinero cuando era su representante.
 En la denuncia además tachar a Nuala de fraude e incumplimiento de contrato, también la acusaba de anteponer sus intereses a los de su carrera como intérprete y que mientras que fue su representante durante 20 años, no tenía ninguna experiencia como representante. "Trágicamente, Barton confió en ella y creyó que su madre velaría por sus intereses por encima de todo”, decía.
 Los últimos años no han sido nada buenos para la actriz. Primero tuvo problemas por conducir ebria, y luego por haber ingresado en un centro psiquiátrico.

 

Las fotos de los SS que reflejan el horror cotidiano de Auschwitz



El 'Álbum de Auschwitz' fue descubierto por una superviviente y encontró a sus familiares en las imágenes.

 
Llegada de deportados a Auschwitz. Al fondo, las chimeneas de los hornos crematorios.
El proceso de selección de los deportados que llegaban a Auschwitz es uno de los momentos más atroces de la historia de la humanidad.
 En sólo unos segundos, un pequeño grupo de SS, entre los que se encontraba el siniestro doctor Josef Mengele, que nunca fue capturado ni procesado, decidía sobre la vida y la muerte, separaba a familias, enviaba a morir lentamente por el trabajo forzado a los que consideraba aptos y directamente a las cámaras de gas a los demás.
 A veces sobrevivían a la selección un 10% de los presos que llegaban en convoyes a los andenes de Birkenau, el inmenso campo de exterminio que formaba parte del complejo de Auschwitz. 
A veces los supervivientes llegaban hasta el 30%. 
En los momentos de mayor horror del campo nazi en Polonia, durante la primavera y el verano de 1944 cuando fueron deportados, y asesinados en su mayoría, 400.000 judíos húngaros, los vagones llegaban constantemente y en cualquier momento.
Por motivos que se desconocen, todo ese proceso fue fotografiado por dos SS en mayo de 1944.
 Después de una serie de casualidades increíbles, las imágenes fueron recuperadas por una superviviente de los campos de la muerte, Lilly Jacob-Zelmanovic Meier, que acabó por donarlos al Yad Vashem, el museo de la Shoah situado en Jerusalén.
 En su página web se puede consultar la colección de 193 fotos conocida como el Álbum de Auschwitz
 Este viernes se conmemora a las seis millones de víctimas del Holocausto –la fecha es precisamente la de la liberación de este campo de exterminio, el 27 de enero de 1945 por las tropas soviéticas– y merece la pena pararse a contemplar el horror cotidiano que muestran aquellas fotos, la rutina del asesinato masivo, la "banalidad del mal" en acción, por recuperar la expresión que Hannah Arendt acuñó durante el juicio contra el responsable de esa deportación masiva, Adolf Eichmann.
Las 193 fotos ocupan 56 páginas. 
Algunas de las imágenes se perdieron porque Meier las entregó a personas que reconocieron a familiares que aparecían en ellas.
 El Yad Vashem recibió como donación recientemente una de ellas.
 En las imágenes, tomadas por los SS Ernst Hofmann y Bernhard Walter, se refleja todo el proceso de la muerte, salvo el final. 
Las fotos se detienen en la entrada de las cámaras de gas. 
El trabajo de estos dos soldados alemanes era fotografiar a los presos que estaban destinados a los trabajos forzados.
 De aquellos que eran enviados directamente a su muerte no se guardaba ninguna evidencia. 

Los hermanos de la descubridora del Álbum, Israel y Zelig. Poco después de que se tomase esta foto, fueron asesinados.

Los judíos que aparecen en las imágenes son húngaros y provienen del gueto de la ciudad de Beregovo, hoy en Ucrania, aunque entonces pertenecía a Hungría.
 Lilly Jacob-Zelmanovic Meier fue deportada a Auschwitz a los 18 años. 
Separada de su familia en el andén, nunca volvió a verlos. Provenía de un pueblo cercano a Beregovo y llegó al campo de exterminio en el mismo momento en que fueron tomadas una parte de las fotos, el 26 de mayo de 1944.

Ella sobrevivió a Auschwitz y a las marchas de la muerte a las que los nazis sometieron a los presos según avanzaban los ejércitos aliados.
 Fue liberada en el campo de Dora-Mittelbau, cerca de Buchenwald, en Turingia, a unos 700 kilómetros de Auschwitz. Mientras se recuperaba del tifus en las antiguas barracas abandonadas de los SS, encontró el álbum en el cajón de una mesilla de noche.
 Primero reconoció a su rabino, luego a sus vecinos, luego a sus hermanos menores, Israel y Zelig...
"Entre la primavera y comienzo del verano de 1944, Auschwitz llegó hasta el límite de su capacidad de exterminio y lo superó en el más horrible y frenético periodo de asesinatos que conocería el campo"
Casada y con un hijo, Jacob emigró a Estados Unidos y se llevó consigo el Álbum, que fue utilizado en procesos contra criminales de guerra.
 En 1983, lo donó al Yad Vashem gracias a la mediación del superviviente del Holocausto y cazador de nazis Serge Klarsfeld. Falleció en Estados Unidos el 17 de diciembre de 1999.
 No existe ningún documento parecido.
El Álbum de Auschwitz muestra la llegada de los trenes, el proceso de selección y el lugar donde iban destinadas las pertenencias de los asesinados –conocido como Canadá–.
 En lo que representa una de las imágenes más aterradoras que ha ofrecido el Holocausto, muestra también a las familias –mujeres, niños, ancianos–, sentadas en la hierba, bajo el sol primaveral. Ellos no conocían el destino que les esperaba; nosotros sí sabemos lo que les iba a ocurrir en minutos o en horas: su destino eran las cámaras de gas.

En su libro Auschwitz. Los nazis y la solución final (Crítica), el historiador y autor de documentales para la BBC Laurence Rees describe así aquel verano del horror: "El campo se convirtió en el escenario del mayor exterminio que ha conocido la historia humana". 
 "Entre la primavera y comienzo del verano de 1944, Auschwitz llegó hasta el límite de su capacidad de exterminio y lo superó en el más horrible y frenético periodo de asesinatos que conocería el campo", prosigue Rees, quien recoge en sus libros testimonios tanto de víctimas como de verdugos.


Mujeres judías con sus hijos caminan hacia las cámaras de gas.
En las fotos se reconocen perfectamente los rostros, la ropa, las estrellas de David, los enseres que llevan los deportados, las mujeres con pañuelos en la cabeza, los niños con gorra, los hombres con sombreros.
 Ahora que los últimos supervivientes van desapareciendo poco a poco, al igual que los perpetradores, el Holocausto se enfrenta a tres peligros: el olvido, la deshumanización de las víctimas cuando dejen de tener voz, y la negación. 
Aquel álbum que Lilly Jacob-Zelmanovic Meier recuperó en una extraña carambola de la historia es un antídoto contra los tres. Nunca deberíamos dejar de contemplar esas imágenes.