22 ago 2016
Las surrealistas eclipsadas............................................................................ José Ángel Montañés
Victoria Combalía reivindica el papel de mujeres como Valentine Hugo, Nancy Cunard y Kiki de Montparnasse en el movimiento artístico de inicios de la pasada centuria.
Kiki de Montparnasse, en una famosa imagen que Man Ray tomó en 1926. Man Ray
Por el contrario, las protagonistas del libro son mujeres superactivas.
Como Valentine Hugo, ilustradora de libros y escenógrafa con su marido que acabó llevándose todo el reconocimiento.
“Kiki de Montparnasse era una reconocida cantante, una gran profesional y la única por la que sintió celos Édith Piaf”, apunta la autora.
La mecenas más activa, aparte de Peggy Guggenheim, que decía que había que comprar un cuadro cada día, ayudó a muchos artistas a salir del yugo nazi, como a Breton al que pagó una mensualidad durante su exilio americano, descubrió a Pollock y reunió una gran colección de arte que puede verse en lo que fue su casa de Venecia (en cuyo jardín está enterrada junto a sus perros), fue, según la autora, Maria-Laure de Noailles.
“Ella y su marido adelantaron el pago de una obra a Dalí que utilizó el dinero para comprar su barraca de Portlligat. También ayudó a Picasso y financió a Luis Buñuel La edad de oro con 260.000 francos tras ver en 1929 Un perro andaluz.
Un apoyo que llevó a la pareja a ser expulsada de los círculos sociales de la alta burguesía parisina”.
Pero la que más simpatía despierta a la autora es Nancy Cunard.
“Era poeta y periodista y durante la Guerra Civil destacó por su militancia a favor de la República, escribiendo crónicas como las de Hemingway.
Criticó los campos de refugiados y ayudo a los exiliados.
Era una enamorada de la cultura africana y fue desheredada por su relación con el músico negro Henry Crowder”.
Maria-Laure de Noailles y Salvador Dalí, en 1930.
Libertad sexual
Las seis comparten aficiones: casi todas beben, fuman opio y todo tipo de drogas y son bastante libres sexualmente.“Es lo normal, ya que el ambiente artístico y la creación estaban muy unidos a las drogas.
Peggy no bebía pero sus maridos eran unos borrachos y ella, según se da a entender en sus biografías, era casi ninfómana”.
Algunas fueron tachadas incluso de locas, como Kiki de Montparnasse y Nancy Cunard.
“Eran mujeres muy independientes y tenían mucho carácter, con comportamientos contrarios a los que se consideraban normales dentro de la burguesía, la clase a la pertenecía la mayoría”, explica la autora que considera que no existen mujeres como ellas hoy en día.
“Que cumplan todos sus requisitos, no.
La sociedad de los años veinte y treinta no es la de ahora.
Quizá Francesca Thyssen, la hija del barón.
Me consta que hace mucho por los artistas, pero desconozco si su vida sentimental es tan intensa como la de ellas”, remacha.
Los errores más comunes de las españolas en peluquería y maquillaje............................... RITA ABUNDANCIA
El estereotipo patrio se perfila tímido a la hora de mostrar su verdadera personalidad y poco dado a probar cosas nuevas.
La comedia perfecta.................................................................. Gregorio Belinchón
CON FALDAS Y A LO LOCO
Cuando Fernando Trueba recogió su Oscar por Belle époque, el director español aseguró que no creía en Dios, sino en Billy Wilder,
y que por eso le agradecía la estatuilla a él.
Con toda la razón. Tal vez Wilder no fuera un genio en su sentido más restringido: el del individuo que reforma radicalmente el arte en el que trabaja (cosa que sí hicieron Eisenstein, Chaplin o Coppola), y habrá críticos -el mismo Wilder lo aseguraba- que defiendan la supremacía en el terreno de la comedia de Ernst Lubitsch sobre su discípulo Wilder… aunque la película más redonda de Lubitsch fue Ninotchka, con guion de su amigo.
Wilder solo no se atrevió con un género: el western.
En el resto, sencillamente, fue un maestro: Traidor en el infierno, El gran carnaval, Días sin huella, Berlín Occidente, La tentación vive arriba, Irma, la dulce, Uno, dos, tres, Perdición, Testigo de cargo, Sabrina, Primera plana; Con faldas y a lo loco, Fedora, El crepúsculo de los dioses y El apartamento, entre sus mejores títulos.
Muy pocos artistas han entendido a sus congéneres como Billy Wilder, con su visión de una humanidad culpable, pero a la vez llena de vida. A lo mejor Dios no existe, sin embargo, Billy Wilder sí lo hizo, y podemos disfrutar de sus obras.
Wilder realizó Con faldas y a lo loco a finales de los años cincuenta, después de Testigo de cargo y antes de El apartamento. Palabras mayores.
Con esta comedia ambientada en los años veinte, comenzarán en la carrera de Wilder las colaboraciones con Jack Lemmon, con el que rodará seis películas más, y será su segundo trabajo con el guionista I. A. L. Diamond.
Con su primer gran colaborador, Charles Brackett, Wilder sí tuvo una gran amistad; con Diamond, sin embargo, solo una relación profesional y de respeto mutuo.
Wilder siempre sospechó que había una gran historia tras la comedia alemana Ellas somos nosotros, que a su vez se basaba en una película francesa, Fanfare d’Amour,
de 1935.
En ambos títulos los músicos protagonistas se disfrazan por hambre y se travisten y acaban ligando con una chica sexy.
Cuando el cineasta y Diamond retomaron el proyecto, se lo vendieron a los hermanos Mirisch, quienes aprobaron un presupuesto de tres millones de dólares.
En febrero de 1958, Wilder se acercó a la mesa que ocupaba Jack Lemmon en el restaurante Dominick’s y le dijo: “Tengo una idea para una película en la que me gustaría que intervinieras”. “Siéntate”, le ofreció el actor.
“Ahora no tengo tiempo, pero te digo de qué trata. Son dos hombres que huyen de unos gánsteres porque corre peligro su vida, se disfrazan con ropa de mujer y se unen a una orquesta femenina”. En cuanto a la época en que se desarrolla esta comedia, Diamond explica: “Cuando la ropa de todo el mundo parece excéntrica, un hombre vestido de mujer no resulta llamativo”.
Wilder fue quien encontró la clave de la huida: la matanza del día de San Valentín en el Chicago de 1929.
A pesar de que Jack Lemmon ya había ganado un Oscar, no tenía tirón en taquilla, así que, según Tony Curtis, pensaron en él, Frank Sinatra y Mirzy Gaynor como trío protagonista.
Wilder había conocido a Curtis en el rodaje de El gran Houdini y fue él quien apostó por el actor.
En mitad de su contrato de siete años con Universal, Curtis fue cedido sin problemas a Mirisch.
El siguiente a convencer fue Frank Sinatra.
Billy Wilder quedó a comer con él. Nunca apareció.
Marilyn Monroe llegó al proyecto tras enviar una carta a Wilder en la que confesaba con cuánto afecto recordaba su trabajo en La tentación vive arriba.
Por más pesado que hubiese sido aquel rodaje, a Wilder siempre le había parecido estupenda su actuación.
“El papel de Sugar era el más flojo, así que el truco era que lo interpretara la actriz más fuerte”.
Probablemente el sentimiento mostrado en la carta fuera cierto. Sin embargo, también era verdad que el matrimonio Arthur Miller - Marilyn Monroe necesitaba dinero para pagar los elevados gastos legales que estaba suponiendo el enfrentamiento de Miller contra el Comité de Actividades Antiamericanas.
Monroe firmó tras haber leído sólo un resumen de dos páginas. Posteriormente renegó de él: comentó que era otro papel de rubia tonta, justo del tipo de los que quería alejarse.
Tampoco se dio cuenta de que la película era en blanco y negro hasta que no vio las tomas diarias en el rodaje.
“Le dije que estaba muy bella, y que el blanco y negro era mucho más interesante que el color.
Que lo necesitábamos para que no se notara el maquillaje de Curtis y Lemmon y por dónde se habían afeitado”, comenta Wilder.
En abril de 1958 el trío protagonista, con Lemmon en el papel que iba a interpretar Curtis y Curtis en el de Sinatra, firmó el contrato. Monroe cobró 200.000 dólares más un 10% de los ingresos brutos. Los chicos, 100.000 dólares y otro porcentaje de los ingresos. Wilder, un fijo de 200.000 dólares más otro buen pellizco de los beneficios de taquilla.
El relajado ambiente prerrodaje ya se estropeó en la fiesta que
Harold Mirisch organizó para celebrar el regreso de Monroe a Hollywood.
Allí Miller pilló por banda a Wilder y a Diamond, y les sermoneó sobre cómo debían rematar el texto.
Al director no le hizo ni pizca de gracia. En julio empezaron los ensayos.
Wilder recordaba con afecto a Barbette, un travesti al que había conocido en Berlín y París, y le trajo de su retiro para que diera clases a Lemmon y a Curtis.
Porque no todo era cuestión de maquillaje, cejas depiladas y pechos falsos bien puestos.
Tony aprendió muy rápido. “Yo mezclaba el estilo de Barbette con las maneras de Mae West, que marcaba mucho el movimiento de caderas mientras andaba, y con los gestos de mi madre”, recuerda el actor.
Pero Lemmon fue harina de otro costal. Barbette pronto lo dio por imposible.
Su Daphne no tenía ninguna gracia ni estilo.
“El mentecato que yo interpretaba no podía mostrar mucha pericia andando con tacones.
Tenía que hacerlo solo lo bastante bien como para parecer una mujer torpe”, se defendía Jack
. A cambio su Daphne era un ser incontenible. El personaje masculino de Lemmon era un quejica; su álter ego, una mujer con mucha iniciativa desde el mismo momento que le grita a Sweet Sue: “¡¡Soy Daphne!!”.
El gran Orry-Kelly, que iba a confeccionar el vestuario de Marilyn, también crearon el de los chicos.
Curtis cuenta: “Él y su ayudante toman las medidas a Jack.
Tanto de manga, tanto de cintura, tanto de cuello... Después entro yo.
Tanto de cadera, tanto de cintura, tanto de pierna... Salgo y entra Marilyn.
Lo mismo. Tanto de cintura, tanto de brazo. Y Orry-Kelly le suelta: ‘¿Sabe? Tony tiene un culo mejor que el suyo’. Marilyn se desabrochó la blusa, se sacó un pecho y le respondió: "Pero no tiene tetas como estas”.
Curtis remata asegurando que los pechos de Monroe eran un desafío constante a la gravedad.
El éxito en las pruebas de maquillaje era fundamental para que el público se creyera la trama.
“Billy nos envió al baño de mujeres del estudio”, rememora Curtis. “Nos pusimos delante de un espejo a retocarnos el maquillaje mientras entraban y salían las chicas.
Las saludábamos y ellas nos correspondían con risas.
Tras un rato, sale la última, yo le suelto: "¡Adiós!"; y ella me mira y dice: "Hasta luego, Tony".
La idea general era que yo acentuara un estilo Grace Kelly, y Jack... bueno, Jack debía acercarse a una prostituta”.
Cuando arrancó el rodaje, el 4 de agosto de 1958, Wilder y Diamond se reunían, tras la jornada laboral del plató, a pulir el libreto de ocho y media a once de la noche.
La filmación comenzó en los estudios Goldwyn en Hollywood.
A esas alturas el título de la comedia había cambiado de Not tonight Josephine a Some like it hot, traducible libremente como A algunos les va la marcha.
Monroe llegaba a tiempo al estudio, pero tarde al rodaje.
Se entretenía en su camerino sola o con su maquillador, su peluquera y Paula Strasberg, la esposa del mítico Lee, el hombre que llevó el método de interpretación de Stanislavski a Estados Unidos gracias a la academia Actors Studio.
Durante esos primeros días ya quedó claro que el rodaje iba a convertirse en uno de los más difíciles de la historia.
Wilder les dijo a Lemmon y a Curtis: “Cuando ella lo haga bien, esa será la toma buena.
Así que no os metáis donde no os llaman”. “Nunca he oído instrucciones tan inteligentes como las que le daba Billy”, comentaba Lemmon, “pero nada surtía efecto hasta que ella se convencía de que había salido bien.
Simplemente le decía una y otra vez: "Lo siento, tengo que volver a hacerlo". Y si Billy le aconsejaba: "Bueno, te diré una cosa, Marilyn, si fuera posible que...", entonces ella respondía: "Espera un momento, Billy, ahora no me hables porque olvidaré cómo quiero hacerlo”.
La culpable de esas dudas era Paula Strasberg. Cada vez que se oía el “¡Corten!”, la actriz miraba a su maestra.
Un día, harto, tras parar el rodaje, Wilder se dio la vuelta y gritó: “Paula, ¿te parece buena esta toma?”. Strasberg nunca más volvió al plató.
Con faldas y a lo loco está repleta, como todas las películas de Wilder, de grandes resoluciones visuales (como la de omitir a los chicos travistiéndose: pasamos de ellos como hombres a ellos / ellas cogiendo el tren), de frases ingeniosas y de multitud de anécdotas alrededor de su rodaje.
La última: la secuencia final la escribieron los dos guionistas un fin de semana en el estudio
. El famoso “Nadie es perfecto” lo pilló Diamond de un chiste popular de la época. “No nos gustaba aunque no se nos ocurría nada mejor.
Pensamos que en un doblaje posterior lo cambiaríamos. Pero llegamos a un preestreno en Westwood y el público estalló”.
Con sus ganancias, Wilder aumentó su colección de arte con una pintura y un dibujo de Paul Klee, un cuadro de Egon Schiele y otro de Braque.
Él sí era perfecto.
Billy Wilder creó una combinación explosiva de gánsteres y travestismo con Marilyn Monroe, Tony Curtis y Jack Lemmon.
Con toda la razón. Tal vez Wilder no fuera un genio en su sentido más restringido: el del individuo que reforma radicalmente el arte en el que trabaja (cosa que sí hicieron Eisenstein, Chaplin o Coppola), y habrá críticos -el mismo Wilder lo aseguraba- que defiendan la supremacía en el terreno de la comedia de Ernst Lubitsch sobre su discípulo Wilder… aunque la película más redonda de Lubitsch fue Ninotchka, con guion de su amigo.
Wilder solo no se atrevió con un género: el western.
En el resto, sencillamente, fue un maestro: Traidor en el infierno, El gran carnaval, Días sin huella, Berlín Occidente, La tentación vive arriba, Irma, la dulce, Uno, dos, tres, Perdición, Testigo de cargo, Sabrina, Primera plana; Con faldas y a lo loco, Fedora, El crepúsculo de los dioses y El apartamento, entre sus mejores títulos.
Muy pocos artistas han entendido a sus congéneres como Billy Wilder, con su visión de una humanidad culpable, pero a la vez llena de vida. A lo mejor Dios no existe, sin embargo, Billy Wilder sí lo hizo, y podemos disfrutar de sus obras.
Wilder realizó Con faldas y a lo loco a finales de los años cincuenta, después de Testigo de cargo y antes de El apartamento. Palabras mayores.
Con esta comedia ambientada en los años veinte, comenzarán en la carrera de Wilder las colaboraciones con Jack Lemmon, con el que rodará seis películas más, y será su segundo trabajo con el guionista I. A. L. Diamond.
Con su primer gran colaborador, Charles Brackett, Wilder sí tuvo una gran amistad; con Diamond, sin embargo, solo una relación profesional y de respeto mutuo.
En ambos títulos los músicos protagonistas se disfrazan por hambre y se travisten y acaban ligando con una chica sexy.
Cuando el cineasta y Diamond retomaron el proyecto, se lo vendieron a los hermanos Mirisch, quienes aprobaron un presupuesto de tres millones de dólares.
En febrero de 1958, Wilder se acercó a la mesa que ocupaba Jack Lemmon en el restaurante Dominick’s y le dijo: “Tengo una idea para una película en la que me gustaría que intervinieras”. “Siéntate”, le ofreció el actor.
“Ahora no tengo tiempo, pero te digo de qué trata. Son dos hombres que huyen de unos gánsteres porque corre peligro su vida, se disfrazan con ropa de mujer y se unen a una orquesta femenina”. En cuanto a la época en que se desarrolla esta comedia, Diamond explica: “Cuando la ropa de todo el mundo parece excéntrica, un hombre vestido de mujer no resulta llamativo”.
Wilder fue quien encontró la clave de la huida: la matanza del día de San Valentín en el Chicago de 1929.
Wilder había conocido a Curtis en el rodaje de El gran Houdini y fue él quien apostó por el actor.
En mitad de su contrato de siete años con Universal, Curtis fue cedido sin problemas a Mirisch.
El siguiente a convencer fue Frank Sinatra.
Billy Wilder quedó a comer con él. Nunca apareció.
Marilyn Monroe llegó al proyecto tras enviar una carta a Wilder en la que confesaba con cuánto afecto recordaba su trabajo en La tentación vive arriba.
Por más pesado que hubiese sido aquel rodaje, a Wilder siempre le había parecido estupenda su actuación.
“El papel de Sugar era el más flojo, así que el truco era que lo interpretara la actriz más fuerte”.
Probablemente el sentimiento mostrado en la carta fuera cierto. Sin embargo, también era verdad que el matrimonio Arthur Miller - Marilyn Monroe necesitaba dinero para pagar los elevados gastos legales que estaba suponiendo el enfrentamiento de Miller contra el Comité de Actividades Antiamericanas.
Monroe firmó tras haber leído sólo un resumen de dos páginas. Posteriormente renegó de él: comentó que era otro papel de rubia tonta, justo del tipo de los que quería alejarse.
Tampoco se dio cuenta de que la película era en blanco y negro hasta que no vio las tomas diarias en el rodaje.
“Le dije que estaba muy bella, y que el blanco y negro era mucho más interesante que el color.
Que lo necesitábamos para que no se notara el maquillaje de Curtis y Lemmon y por dónde se habían afeitado”, comenta Wilder.
En abril de 1958 el trío protagonista, con Lemmon en el papel que iba a interpretar Curtis y Curtis en el de Sinatra, firmó el contrato. Monroe cobró 200.000 dólares más un 10% de los ingresos brutos. Los chicos, 100.000 dólares y otro porcentaje de los ingresos. Wilder, un fijo de 200.000 dólares más otro buen pellizco de los beneficios de taquilla.
Allí Miller pilló por banda a Wilder y a Diamond, y les sermoneó sobre cómo debían rematar el texto.
Al director no le hizo ni pizca de gracia. En julio empezaron los ensayos.
Wilder recordaba con afecto a Barbette, un travesti al que había conocido en Berlín y París, y le trajo de su retiro para que diera clases a Lemmon y a Curtis.
Porque no todo era cuestión de maquillaje, cejas depiladas y pechos falsos bien puestos.
Tony aprendió muy rápido. “Yo mezclaba el estilo de Barbette con las maneras de Mae West, que marcaba mucho el movimiento de caderas mientras andaba, y con los gestos de mi madre”, recuerda el actor.
Pero Lemmon fue harina de otro costal. Barbette pronto lo dio por imposible.
Su Daphne no tenía ninguna gracia ni estilo.
“El mentecato que yo interpretaba no podía mostrar mucha pericia andando con tacones.
Tenía que hacerlo solo lo bastante bien como para parecer una mujer torpe”, se defendía Jack
. A cambio su Daphne era un ser incontenible. El personaje masculino de Lemmon era un quejica; su álter ego, una mujer con mucha iniciativa desde el mismo momento que le grita a Sweet Sue: “¡¡Soy Daphne!!”.
El gran Orry-Kelly, que iba a confeccionar el vestuario de Marilyn, también crearon el de los chicos.
Curtis cuenta: “Él y su ayudante toman las medidas a Jack.
Tanto de manga, tanto de cintura, tanto de cuello... Después entro yo.
Tanto de cadera, tanto de cintura, tanto de pierna... Salgo y entra Marilyn.
Lo mismo. Tanto de cintura, tanto de brazo. Y Orry-Kelly le suelta: ‘¿Sabe? Tony tiene un culo mejor que el suyo’. Marilyn se desabrochó la blusa, se sacó un pecho y le respondió: "Pero no tiene tetas como estas”.
Curtis remata asegurando que los pechos de Monroe eran un desafío constante a la gravedad.
El éxito en las pruebas de maquillaje era fundamental para que el público se creyera la trama.
“Billy nos envió al baño de mujeres del estudio”, rememora Curtis. “Nos pusimos delante de un espejo a retocarnos el maquillaje mientras entraban y salían las chicas.
Las saludábamos y ellas nos correspondían con risas.
Tras un rato, sale la última, yo le suelto: "¡Adiós!"; y ella me mira y dice: "Hasta luego, Tony".
La idea general era que yo acentuara un estilo Grace Kelly, y Jack... bueno, Jack debía acercarse a una prostituta”.
Cuando arrancó el rodaje, el 4 de agosto de 1958, Wilder y Diamond se reunían, tras la jornada laboral del plató, a pulir el libreto de ocho y media a once de la noche.
La filmación comenzó en los estudios Goldwyn en Hollywood.
A esas alturas el título de la comedia había cambiado de Not tonight Josephine a Some like it hot, traducible libremente como A algunos les va la marcha.
Monroe llegaba a tiempo al estudio, pero tarde al rodaje.
Se entretenía en su camerino sola o con su maquillador, su peluquera y Paula Strasberg, la esposa del mítico Lee, el hombre que llevó el método de interpretación de Stanislavski a Estados Unidos gracias a la academia Actors Studio.
Durante esos primeros días ya quedó claro que el rodaje iba a convertirse en uno de los más difíciles de la historia.
Wilder les dijo a Lemmon y a Curtis: “Cuando ella lo haga bien, esa será la toma buena.
Así que no os metáis donde no os llaman”. “Nunca he oído instrucciones tan inteligentes como las que le daba Billy”, comentaba Lemmon, “pero nada surtía efecto hasta que ella se convencía de que había salido bien.
Simplemente le decía una y otra vez: "Lo siento, tengo que volver a hacerlo". Y si Billy le aconsejaba: "Bueno, te diré una cosa, Marilyn, si fuera posible que...", entonces ella respondía: "Espera un momento, Billy, ahora no me hables porque olvidaré cómo quiero hacerlo”.
La culpable de esas dudas era Paula Strasberg. Cada vez que se oía el “¡Corten!”, la actriz miraba a su maestra.
Un día, harto, tras parar el rodaje, Wilder se dio la vuelta y gritó: “Paula, ¿te parece buena esta toma?”. Strasberg nunca más volvió al plató.
Con faldas y a lo loco está repleta, como todas las películas de Wilder, de grandes resoluciones visuales (como la de omitir a los chicos travistiéndose: pasamos de ellos como hombres a ellos / ellas cogiendo el tren), de frases ingeniosas y de multitud de anécdotas alrededor de su rodaje.
La última: la secuencia final la escribieron los dos guionistas un fin de semana en el estudio
. El famoso “Nadie es perfecto” lo pilló Diamond de un chiste popular de la época. “No nos gustaba aunque no se nos ocurría nada mejor.
Pensamos que en un doblaje posterior lo cambiaríamos. Pero llegamos a un preestreno en Westwood y el público estalló”.
Con sus ganancias, Wilder aumentó su colección de arte con una pintura y un dibujo de Paul Klee, un cuadro de Egon Schiele y otro de Braque.
Él sí era perfecto.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)