Sus bolsos los lucen desde la realeza hasta Lady Gaga; la primera
muestra de un original universo creativo que busca abarcar también moda,
joyería y arte, y en el que cada objeto esconde una reflexión.
Inés Figaredo, en su salón, con el
vestido Matrix, diseño propio
. Detrás, un retrato de su abuela realizado
por Ricardo Summers Ysern, Serny, y cuadros de Aurelio Suárez, Eduardo
Úrculo y Díaz de Orosia.
Foto: Mirta Rojo
Vive rodeada de objetos que cuentan una historia, le gusta evocar la de
cada uno, recordar que ese mantel fue de su abuela o que el diván de los
años 20 con un cisne en el lateral –una de sus obsesiones– perteneció a
su madre cuando era niña.
La narrativa es importante para Inés Figaredo
(Madrid, 1976). Antes de empezar a diseñar bolsos, se dedicaba al
derecho marítimo.
Ahora navega otras aguas. «Somos como Ulises en su camino a Ítaca, atado al mástil mientras oye los cantos de las sirenas.
Los escuchamos, pero nos mantenemos firmes en el rumbo fijado», reza el
Manifesto de su firma.
Porque, como los surrealistas o los dadaístas,
Figaredo ha plasmado sus principios por escrito, busca la reflexión tras
lo que se muestra a simple vista.
«Todo parte del inconsciente
. Es
tener los ojos invertidos hacia dentro, mirar muy bien lo que pensamos,
lo que sentimos, las emociones.
Petrificarlas, perpetuarlas.
Son todo
pensamientos», explica, el pelo rosa, la piel blanquísima, los ojos
azules e inquietos.
Está sentada –con su vestido Menina, aparatoso por
la estructura del guardainfantes– en un sofá del luminoso ático de su
casa.
Por fuera parece otro chalé de tres plantas de La Moraleja
(Madrid), pero por dentro, con sus siete alturas y un salón cuyo
ventanal enmarca el jardín trasero, también es mucho más de lo que se ve
a primera vista.
Vestido de la madre de Carlos Arniches y sus zapatos de cordones
Foto: Mirta Rojo
«Nos mudamos hace siete años.
Es un espacio para criar a cuatro niños –de 3, 6, 11 y 12 años–. Probablemente,
la vida me lleve a un lugar más sofisticado, pero ahora es necesario
este entorno para que ellos crezcan con un montón de referencias.
Se están moldeando, tanto intelectual como estéticamente, y me parece
fundamental que sepan que detrás de cada objeto hay una justificación.
Quiero que no den nunca nada por sentado con respecto a un lugar, a un
objeto, a un hogar», enfatiza.
Le fascina el concepto del continente,
del espacio que define y delimita.
«Tengo hambre de definición por
defecto; si no, tiendo a la dispersión. Soy una persona muy abstracta, y he de hacer un esfuerzo por definirme en todos los aspectos»,
sostiene.
De ahí la importancia del continente. Por eso empezó a
diseñar unos bolsos delirantes –con ojos, formas disparatadas, e
inspiración artística, como la barra de labios que remite a Claes
Oldenburg– que ahora lucen la reina Letizia, Lady Gaga o Rihanna.
Decidió empezar a fabricarlos tras superar un coma en el que entró
después de dar a luz a su segundo hijo, León.
«Fue un parón forzoso, un
punto de inflexión, pero lo veo sin ningún dramatismo.
Solamente me ha
aportado cosas positivas, entre otras, la urgencia de vivir, y de no
fingir».
Inés con el mono Duality
Tenía 27 años y dio un giro de timón. Ella, la única
chica de cuatro hermanos, una buena estudiante que había seguido los
pasos de su padre –quien incorporó Figaredo & Asociados al despacho
de abogados Uría Menéndez–, decidió «mudar la piel».
«Si hubiese
estudiado una carrera más creativa, como Historia del Arte, creo que
habría entrado mucho antes en lo que ahora es mi profesión.
Pero lo importante es el viaje y lo que encuentras por el camino.
Es
el efecto péndulo: probablemente esté haciendo lo que hago porque tuve
una vida encorsetada. Soy poco convencional y me sentía muy forzada».
Analiza cada etapa sin nostalgias, se centra en el presente. «Me inspira tanto lo bueno como lo malo, lo feo como lo bonito, la luz y la oscuridad».
Y exporta esa filosofía a su día a día, en una casa fuera de lo
convencional en la que conviven surrealismo y referencias clásicas.
Un
biombo encargado por su abuela a un pintor francés y dos de sus bolsos,
Wheel Gold Pinkines y +34 Nude Lace (en la silla industrial).
EL ARTE IMPORTA
Para Inés, el proceso artístico es esencial. Camille Claudel, Louise
Bourgeois, Frida Khalo, Rebecca Horn, Cornelia Parker, Mona Hatoum, Yoko
Ono, Yayoi Kusama o Marina Abramović son algunos de sus referentes.
Por
eso –«Poco a poco, porque si hay algo que se necesita en estos tiempos
es parar, pensar, y darles a las cosas la importancia que merecen antes
de empezar», advierte– su universo tiende a expandirse
. Fabrica ya algunas piezas de joyería con ojos y labios como protagonistas.
Contempla realizar colaboraciones con mobiliario. Y ya ha configurado
Inés Figaredo Estudio, que desarrollará la vertiente artística de su
firma, «para tratar de explorar el concepto existente, pero de una
manera mucho más profunda; la voluntad de expresión aquí es un fin en sí
mismo».
El salón, con cuadros de Alexander Pavlovich Bubnov.
Foto: Mirta Rojo