Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 ago 2016

La estrella errante................................................Merlin J. Gutherless

matthew mcconaughey dallas buyers club
Matthew McConaughey en Dallas Buyers Club.
Se ha dado en el primer cuarto de 2014 una alineación de hypes con denominador común en la figura del actor Matthew McConaughey, referencia múltiple por haber conseguido un Óscar y protagonizar la serie del momento, True Detective, el sabor de la semana, como reza el dicho anglosajón. 
Hasta el periodista deportivo Santiago Segurola ha dejado reseña.
 Y es que cuando el F.C. Barcelona declina en la liga, Segurola tira hacia las páginas de cultura.

Por lo alfabético Matthew figura en la subcategoría de los actores con misma letra en el nombre y el apellido, como Kevin Kline, Keira Knightley o Victoria Vera. 
 Tras haberle hecho un lifting a su carrera, el actor ha estado en las noticias por sobresalir en la vieja pero aún prestigiosa disciplina del cine así como en el escenario de las series que, dicen, han relevado al cine como producto entretenido de calidad. 
Entre ambos océanos yo destacaría además sus anuncios televisivos para una marca de perfumes. 
En particular aquel en el que se lanza a un diván para dejarse retratar por el sonido de decenas de flashes.
 En la época del selfie, Matthew, que no abre la boca en el comercial, parece decirle a la plebe narcisista que él no hace fotos. Se las hacen. 
Un estrellón.
«Quién es esa chica, señorita tan linda». Madonna, «Who’s that girl».
Lone Star o el que no era el nuevo Paul Newman.
Lone Star o el que no era el nuevo Paul Newman.
El fenómeno Matt podría calificarse de resurgir de una estrella si es que alguna vez este pudo haberse considerado como tal.
 El caché potencial lo tuvo allá cuando despuntó a mediados de los noventa.
 Entonces apareció por las revistas como un supuesto nuevo Paul Newman en virtud de su parecido físico con aquel. 
Si la belleza de Paul se representaba en tormentos, mirada y morritos, en MM sobresalía la sonrisa. 
Era entonces un vitalista, como Patrick Swayze.
La competencia dentro del star-system era feroz en esos noventa. Con Tom Cruise sosteniéndose en blockbusters a su variada medida, Mel Gibson y hasta Kevin Costner estaban siendo relevados por una generación que encontraba su hueco en diversos nichos. 
Brad Pitt, Keanu Reeves o Hugh Grant copaban papeles con directores de renombre. Daniel Day-Lewis monopolizaba el favor de la crítica.
 Denzel Washington encarnaba a los negros guays, Samuel L. Jackson a los negros macarras y Wesley Snipes hacía películas de aviones.
 Andy García y Antonio Banderas se repartían a los latinos.
 Y Johnny Depp brillaba en cintas de prestigio independiente y como muso de Tim Burton.
 Fue en una película de ese sello, el alternativo, la etiqueta por excelencia de esos noventa, donde surgió la figura de McConaughey, un apellido complicadísimo para uno de esos concursos americanos de deletrear palabras. 
La peli, estrenada en 1996, es Lone Star, de John Sayles
Un drama en escenario sureño y con paisajes desérticos. Un muerto, mexicanos, esqueletos entre la arena, alacranes, cactus, slide-guitar, requiebros del pasado y esas cosas.
 Matt hacía de secundario en un reparto capitalizado por Kris Kristofferson y un Chris Cooper que en su madurez se había consolidado como uno de los actores del momento tocando todos los palos. 
Viendo Lone Star me preguntaron: «¿Quién es el rubio ese que acompaña a Chris Cooper?».

«Clap for ‘em, clap for ‘em, clap for ‘em, hey / Everyday a star is born». Jay Z, «A Star is Born»
En materia de premios y consolidación de carrera en el santoral actoral los noventa suponen la década de Tom Hanks, que procedía de la comedia. 
De las tablas adquiridas en los ochenta le venía esa capacidad para cargar con todo el peso de una historia —de Forrest Gump (1994) a Naúfrago (2000), ambas de Robert Zemeckis— o el carisma para liderar a grupos heroicos en Apolo XIII (Ron Howard, 1995) y Salvar al soldado Ryan (Steven Spielberg, 1998).
 Una carrera hábil en la elección de películas con la plena actualidad del momento en lo social y lo moral. 
En 1993 se estrena Algo para recordar, una comedia romántica ubicada en la ciudad de moda de entonces, Seattle, a las órdenes de Nora Ephron y haciendo Hanks pareja con Meg Ryan.
 Y ese mismo año el espaldarazo de Philadelphia (Jonathan Demme), su primer Óscar por el papel de un afectado de sida que sería punta de lanza de la presencia gay en los guiones mainstream primero como sensibilización reivindicativa, después como normalización.
«Chained and shadowed to be left behind». Metallica «Metal Militia»

Y Don Draper ganó la guerra fría......................................................David López Canales

Imagen: AMC.
Imagen: AMC.
Los yanquis se tragaron la Gran Depresión con whiskey.
 Y también la guerra y la posguerra. 
Y con whiskey también intentaron ablandar los recuerdos de los frentes del Pacífico
. Era la bebida de aquella generación aún sin televisor ni rock and roll; la de la Guerra Fría recién puesta a enfriar. 
Apenas tenía rival. 
Pero algo empezaba a cambiar. 
A mediados de los cincuenta el vodka irrumpió en aquella nueva América de la NASA y Eisenhower.
 A finales de los hippies sesenta, superaba a la ginebra.
 Y en 1976, por fin finiquitado Vietnam, se convertía en el licor más vendido en el país.
 Había ganado al ron, al whiskey y al bourbon.
 Parte de la culpa la tuvieron personajes como James Bond y que se le imitase con su martini-con-vodka-mezclado-no-agitado.
 Pero casi todo lo que se bebía era vodka malo del país.
 Hasta que llegaron los suecos de Absolut y se empezó a pedir Absolut-tonic y luego Grey Goose y más de lo mismo. 
Y para entonces la industria del bourbon se hundía, cerraban destilerías y los trabajadores se marchaban a pedir empleo a los campos de maíz o tabaco de Kentucky o a la planta de General Motors.
 Desde la época de la Prohibición, desde la ley seca, el único licor típicamente americano, reconocido como «nativo» por el Congreso, el que forma parte de la historia del país y de su expansión al Oeste, nunca lo había pasado tan mal.
 El bourbon con el que la nación había acompañado sus desgracias, el que había ingerido para luchar y olvidar, era ahora una bebida obsoleta.
 La copa del padre. Peor aún: la del abuelo.
 El trago de esas generaciones anteriores, de esa época que cambiaba. Reagan querría vencer la Guerra Fría, sí. Pero el vodka era otro asunto y beber vodka era otra historia.
Y ahora, cuarenta años después, mientras el Moscú de Putin y el Washington de Obama se sacuden la propaganda como siempre en otros mapas, cuando ya estaba ese capítulo cerrado, va un hombre de aquella otra época, de aquel pasado, y vuelve a cambiarlo todo. Ocho años, siete temporadas, viendo a Don Draper beber whiskey, vaso corto y ancho, solo o con hielo, en la pantalla de Mad Men, viéndole engullir old-fashioned antes de cenar, o durante, o en lugar de, han propulsado aquella bebida antigua hasta convertirla de nuevo en el trago de moda, en la favorita de los norteamericanos. «La gente ha visto a Don Draper beber bourbon y quiere también hacerlo. 
O probar ese old-fashioned que ha propiciado también que el bourbon se haya disparado en las coctelerías», lo confirma Eric Gregory, presidente de la Asociación de Destilerías de Kentucky.
Kentucky, en el centro sudeste del país, es el estado del bourbon. Allí se destila desde hace más de doscientos años este whiskey típicamente americano. Porque el bourbon es whiskey, sí. 
Pero no todo el whiskey es bourbon.
 Solo si, como el de allí, entre otros requisitos, envejece un mínimo de dos años en barril de roble americano y lleva al menos un cincuenta y un por ciento de maíz. 
A Kentucky, al condado de Bourbon, llegaron los primeros colonos conquistando el lejano Oeste desde Pensilvania.
 Los que habían protagonizado a finales del siglo XVIII durante una década la rebelión del whiskey, cuando se levantaron contra el Gobierno de George Washington por la subida de impuestos al alcohol que ya fabricaban y el ejército cargó contra ellos para acabar con la insurgencia. 
¿Cuál es el mayor enemigo del bourbon hoy? —le pregunto a Gregory.
¡Los impuestos! Pagamos demasiados. ¡Más del cincuenta por ciento!
Han pasado más de dos siglos y todo sigue igual.
Bueno, todo no. 
En Kentucky no recuerdan haber vivido una época tan floreciente para su bourbon desde el final de la ley seca.
 Aquella otra década en la que los destiladores vendieron sus fábricas o las escondieron, o intentaron abrir otros negocios que fracasaban mientras a sus pueblos llegaban, como recuerdan aún hoy las viejas historias, berlinas negras refulgentes desde el norte con hombres dentro que buscaban alcohol y destiladores clandestinos.
«Desde los años sesenta, antes de que irrumpieran el vodka y el tequila, no nos había ido tan bien», lo resume Gregory. 
Los números lo confirman. 
El año pasado produjeron 1 886 821 barriles, un récord solo superado en 1967. Desde el año 2000 se ha multiplicado por más de tres la producción. 
Y las marcas invierten ahora más de mil millones de euros en su expansión, construyendo nuevas destilerías, almacenes y plantas embotelladoras. Todas las estadísticas les acompañan.
 Hasta la de que poseen más de seis millones de barriles, como nunca desde los sesenta.
 O incluso el millón de visitantes a sus instalaciones que tuvieron el año pasado. 
Los peregrinos del bourbon.
Foto: DP.
Foto: DP.
Foto: Ken Thomas (CC)
Foto: Ken Thomas (CC)
Es precisamente ese sabor diferente, ese dulzor, esa sensación de pegarle un bocado a un árbol, el que fomenta su crecimiento. 
El nuevo consumidor busca nuevos sabores y productos, como este bourbon, o los whiskies irlandés o canadiense, frente a los tradicionales escoceses.
 Y la coctelería también lo difunde, porque el bourbon es más versátil para combinar.
 Y más barato para mezclar que un buen escocés. 
Como con esos old-fashioned
 Por eso sube tanto.
 En Estados Unidos ha duplicado al vodka en crecimiento durante los últimos años, según los datos de la empresa IWSR, especialista en el sector.
 Aún se bebe cinco veces más vodka, sí.
 Pero para los próximos años apuntan a que seguirá escalando y el vodka continuará estancado, perdiendo terreno. 
La realidad ha cambiado.
 No solo The Wall Street Journal o Forbes dedican artículos al cambio de ciclo. 
También la industria del vodka parece confirmarlo lanzando productos como un vodka oscuro con sabor a barril de roble.
 Con sabor a bourbon, vamos.
 Y todo, sí, en parte, por Jon Hamm, o por su personaje de Mad Men.
 Por Don Draper, que durante siete temporadas nos ha convencido de que lo bueno, lo que de verdad tenemos que hacer, lo importante, el complemento perfecto, lo necesario para alegrarnos el día, el mejor recurso de seducción, lo que sea como se lo quiera llamar, es beber bourbon
Y no importa aquí siquiera que él no lo hiciera, que él consumiera sobre todo whiskey de centeno canadiense. 
Eso es otra historia.
 Un pequeño detalle que no merece cargarse un buen titular.

Cuatro días de lujo barroco y fastos opulentos en la ciudad del Vesubio. Así han presentado Dolce y Gabbana, para deleite de su selecta clientela, las colecciones de alta costura femenina, masculina y de joyería.

SUENA EL tambor y callan los napolitanos.
 El bufón que lo toca recorre la Via San Gregorio Armeno.
 Por la estrecha calle no circulan viandantes, sino filas de sillas ocupadas por una audiencia selecta que asiste a un gran desfile de moda. 
El público se apiña en los huecos de los portales o en el balcón del vecino
. Cualquier sitio es bueno para ver el espectáculo y contemplar de cerca a su reina, la diva del cine italiano: Sophia Loren. 
Sentada en un trono dorado, la napolitana más admirada es la invitada estrella.
El juglar detiene el redoble de su caja y sube las escaleras del palco de honor para rendirle pleitesía.
 Estalla la euforia: “¡Viva Napoli, viva! ¡Viva Sophia, viva!”.
 De repente, unos metros más arriba, desde la plaza de San Gaetano suenan los acordes de la charanga Los Frustica interpretando O surdato’nnammurato (el soldado enamorado), una de las canciones más populares en este rincón del Mediterráneo.
 Y ahora sí, justo cuando la figura de los músicos se va difuminando por el final de esta calle del centro de Nápoles, surgen las madonni.
 Sucede el milagro.
 
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Un centenar de modelos sale en procesión de la barroca iglesia de San Paolo Maggiore y recorren la famosa vía vestidas con los diseños de alta costura que presentan los artífices de toda esta fiesta sacro-pagana: Domenico Dolce y Stefano Gabbana.
Un año más, la pareja de modistos elige un lugar de Italia para presentar la colección de alta moda femenina, alta sartoria (masculina) y alta joyería.
 Un evento de cuatro días que la firma ha bautizado como Dolce & Gabbana alte artigianalità (es decir, alta artesanía), lo que viene a ser una agenda de ensueño, en que a cada desfile le acompañan las fiestas más glamurosas (y extravagantes).
Todo ideado para el gozo de unos pocos, los mejores clientes de la casa y algún invitado exclusivo más. 
Este verano le toca el turno a Nápoles.
 La tercera urbe más poblada del país se olvida de sus miserias y cede algunos de sus históricos escenarios a la fantasía de Dolce y Gabbana: Villa Pignatelli, un palacete neoclásico para exhibir las joyas preciosas; el Castel dell’Ovo, donde se presentará la colección de hombre, o la playa de Bagno Elena, que acogerá la gala final.

Sin olvidar San Gregorio Armeno, cuna de los artesanos que dan forma a las figuras de los portales de Belén que tan de moda puso la corte de Carlos III en el siglo XVIII.

Los Reyes posan en Mallorca

El rey Felipe VI, la reina Letizia, la princesa Leonor y la infanta Sofía inician sus vacaciones.

El rey Felipe VI y la reina Letizia posan con sus hijas, la princesa Leonor (derecha) y la infanta Sofía (izquierda), en el Palacio de Marivent, durante sus vacaciones en Palma.

El rey Felipe VI y la reina Letizia posan con sus hijas, la princesa Leonor (derecha) y la infanta Sofía (izquierda), en el Palacio de Marivent, durante sus vacaciones en Palma.  

El rey Felipe VI y la reina Letizia, junto a sus hijas, la princesa Leonor (derecha) y la infanta Sofía (izquierda), durante el posado de la Familia Real en los jardines del Palacio de Marivent, en Palma de Mallorca. El rey Felipe VI y la reina Letizia, junto a sus hijas, la princesa Leonor (derecha) y la infanta Sofía (izquierda), durante el posado de la Familia Real en los jardines del Palacio de Marivent, en Palma de Mallorca.


El Rey Felipe VI junto a la infanta Sofía durante el posado de la Familia Real, en el Palacio de Marivent de Palma de Mallorca. El Rey Felipe VI junto a la infanta Sofía durante el posado de la Familia Real, en el Palacio de Marivent de Palma de Mallorca.

La Familia Real antes del posado en los jardines del palacio de Marivent, en Palma de Mallorca. La Familia Real antes del posado en los jardines del palacio de Marivent, en Palma de Mallorca.  

La Familia Real se detiene para saludar a los periodistas tras el posado  en el Palacio de Marivent, en Palma de Mallorca. La Familia Real se detiene para saludar a los periodistas tras el posado en el Palacio de Marivent, en Palma de Mallorca.



El rey Felipe VI y la reina Letizia, junto a sus hijas, la princesa Leonor (derecha) y la infanta Sofía (izquierda), durante el posado de la Familia Real esta tarde en el Palacio de Marivent, en Palma.  El rey Felipe VI y la reina Letizia, junto a sus hijas, la princesa Leonor (derecha) y la infanta Sofía (izquierda), durante el posado de la Familia Real esta tarde en el Palacio de Marivent, en Palma. 


El rey Felipe VI y la reina Letizia, junto a sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía se retiran al interior del Palacio de Marivent, tras el posado de la Familia Real, en los jardines de su residencia en Palma de Mallorca. El rey Felipe VI y la reina Letizia, junto a sus hijas, la princesa Leonor y la infanta Sofía se retiran al interior del Palacio de Marivent, tras el posado de la Familia Real, en los jardines de su residencia en Palma de Mallorca.




  • El Rey Felipe VI y la princesa Leonor durante el posado de la Familia Real en los jardines del Palacio de Marivent, en Palma.
    El Rey Felipe VI y la princesa Leonor durante el posado de la Familia Real en los jardines del Palacio de Marivent, en Palma. EFE
  

El rey Felipe VI y la reina Letizia, junto a sus hijas, la princesa Leonor (derecha) y la infanta Sofía (izquierda), durante el posado de la Familia Real esta tarde en el Palacio de Marivent, en Palma.

El rey Felipe VI y la reina Letizia, junto a sus hijas, la princesa Leonor (derecha) y la infanta Sofía (izquierda), durante el posado de la Familia Real esta tarde en el Palacio de Marivent, en Palma. 


La Familia Real de espaldas en el Palacio de Marivent, durante sus vacaciones en Palma.

La Familia Real de espaldas en el Palacio de Marivent, durante sus vacaciones en Palma.