Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

5 ago 2016

Cuatro días de lujo barroco y fastos opulentos en la ciudad del Vesubio. Así han presentado Dolce y Gabbana, para deleite de su selecta clientela, las colecciones de alta costura femenina, masculina y de joyería.

SUENA EL tambor y callan los napolitanos.
 El bufón que lo toca recorre la Via San Gregorio Armeno.
 Por la estrecha calle no circulan viandantes, sino filas de sillas ocupadas por una audiencia selecta que asiste a un gran desfile de moda. 
El público se apiña en los huecos de los portales o en el balcón del vecino
. Cualquier sitio es bueno para ver el espectáculo y contemplar de cerca a su reina, la diva del cine italiano: Sophia Loren. 
Sentada en un trono dorado, la napolitana más admirada es la invitada estrella.
El juglar detiene el redoble de su caja y sube las escaleras del palco de honor para rendirle pleitesía.
 Estalla la euforia: “¡Viva Napoli, viva! ¡Viva Sophia, viva!”.
 De repente, unos metros más arriba, desde la plaza de San Gaetano suenan los acordes de la charanga Los Frustica interpretando O surdato’nnammurato (el soldado enamorado), una de las canciones más populares en este rincón del Mediterráneo.
 Y ahora sí, justo cuando la figura de los músicos se va difuminando por el final de esta calle del centro de Nápoles, surgen las madonni.
 Sucede el milagro.
 
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Un centenar de modelos sale en procesión de la barroca iglesia de San Paolo Maggiore y recorren la famosa vía vestidas con los diseños de alta costura que presentan los artífices de toda esta fiesta sacro-pagana: Domenico Dolce y Stefano Gabbana.
Un año más, la pareja de modistos elige un lugar de Italia para presentar la colección de alta moda femenina, alta sartoria (masculina) y alta joyería.
 Un evento de cuatro días que la firma ha bautizado como Dolce & Gabbana alte artigianalità (es decir, alta artesanía), lo que viene a ser una agenda de ensueño, en que a cada desfile le acompañan las fiestas más glamurosas (y extravagantes).
Todo ideado para el gozo de unos pocos, los mejores clientes de la casa y algún invitado exclusivo más. 
Este verano le toca el turno a Nápoles.
 La tercera urbe más poblada del país se olvida de sus miserias y cede algunos de sus históricos escenarios a la fantasía de Dolce y Gabbana: Villa Pignatelli, un palacete neoclásico para exhibir las joyas preciosas; el Castel dell’Ovo, donde se presentará la colección de hombre, o la playa de Bagno Elena, que acogerá la gala final.

Sin olvidar San Gregorio Armeno, cuna de los artesanos que dan forma a las figuras de los portales de Belén que tan de moda puso la corte de Carlos III en el siglo XVIII.

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