Y también la guerra y la posguerra.
Y con whiskey también intentaron ablandar los recuerdos de los frentes del Pacífico
. Era la bebida de aquella generación aún sin televisor ni rock and roll; la de la Guerra Fría recién puesta a enfriar.
Apenas tenía rival.
Pero algo empezaba a cambiar.
A mediados de los cincuenta el vodka irrumpió en aquella nueva América de la NASA y Eisenhower.
A finales de los hippies sesenta, superaba a la ginebra.
Y en 1976, por fin finiquitado Vietnam, se convertía en el licor más vendido en el país.
Había ganado al ron, al whiskey y al bourbon.
Parte de la culpa la tuvieron personajes como James Bond y que se le imitase con su martini-con-vodka-mezclado-no-agitado.
Pero casi todo lo que se bebía era vodka malo del país.
Hasta que llegaron los suecos de Absolut y se empezó a pedir Absolut-tonic y luego Grey Goose y más de lo mismo.
Y para entonces la industria del bourbon se hundía, cerraban destilerías y los trabajadores se marchaban a pedir empleo a los campos de maíz o tabaco de Kentucky o a la planta de General Motors.
Desde la época de la Prohibición, desde la ley seca, el único licor típicamente americano, reconocido como «nativo» por el Congreso, el que forma parte de la historia del país y de su expansión al Oeste, nunca lo había pasado tan mal.
El bourbon con el que la nación había acompañado sus desgracias, el que había ingerido para luchar y olvidar, era ahora una bebida obsoleta.
La copa del padre. Peor aún: la del abuelo.
El trago de esas generaciones anteriores, de esa época que cambiaba. Reagan querría vencer la Guerra Fría, sí. Pero el vodka era otro asunto y beber vodka era otra historia.
Y ahora, cuarenta años después, mientras el Moscú de Putin y el Washington de Obama
se sacuden la propaganda como siempre en otros mapas, cuando ya estaba
ese capítulo cerrado, va un hombre de aquella otra época, de aquel
pasado, y vuelve a cambiarlo todo. Ocho años, siete temporadas, viendo a
Don Draper beber whiskey, vaso corto y ancho, solo o con hielo, en la pantalla de Mad Men, viéndole engullir old-fashioned
antes de cenar, o durante, o en lugar de, han propulsado aquella bebida
antigua hasta convertirla de nuevo en el trago de moda, en la favorita
de los norteamericanos. «La gente ha visto a Don Draper beber bourbon y quiere también hacerlo.
O probar ese old-fashioned que ha propiciado también que el bourbon se haya disparado en las coctelerías», lo confirma Eric Gregory, presidente de la Asociación de Destilerías de Kentucky.
Kentucky, en el centro sudeste del país, es el estado del bourbon. Allí se destila desde hace más de doscientos años este whiskey típicamente americano. Porque el bourbon es whiskey, sí.
Pero no todo el whiskey es bourbon.
Solo si, como el de allí, entre otros requisitos, envejece un mínimo de
dos años en barril de roble americano y lleva al menos un cincuenta y
un por ciento de maíz.
A Kentucky, al condado de Bourbon, llegaron los
primeros colonos conquistando el lejano Oeste desde Pensilvania.
Los que
habían protagonizado a finales del siglo XVIII durante una década la
rebelión del whiskey, cuando se levantaron contra el Gobierno de George Washington por la subida de impuestos al alcohol que ya fabricaban y el ejército cargó contra ellos para acabar con la insurgencia.
—¿Cuál es el mayor enemigo del bourbon hoy? —le pregunto a Gregory.
—¡Los impuestos! Pagamos demasiados. ¡Más del cincuenta por ciento!
Han pasado más de dos siglos y todo sigue igual.
Bueno, todo no.
En Kentucky no recuerdan haber vivido una época tan floreciente para su bourbon
desde el final de la ley seca.
Aquella otra década en la que los
destiladores vendieron sus fábricas o las escondieron, o intentaron
abrir otros negocios que fracasaban mientras a sus pueblos llegaban,
como recuerdan aún hoy las viejas historias, berlinas negras refulgentes
desde el norte con hombres dentro que buscaban alcohol y destiladores
clandestinos.
«Desde
los años sesenta, antes de que irrumpieran el vodka y el tequila, no
nos había ido tan bien», lo resume Gregory.
Los números lo confirman.
El
año pasado produjeron 1 886 821 barriles, un récord solo superado en
1967. Desde el año 2000 se ha multiplicado por más de tres la
producción.
Y las marcas invierten ahora más de mil millones de euros en
su expansión, construyendo nuevas destilerías, almacenes y plantas
embotelladoras. Todas las estadísticas les acompañan.
Hasta la de que
poseen más de seis millones de barriles, como nunca desde los sesenta.
O
incluso el millón de visitantes a sus instalaciones que tuvieron el año
pasado.
Los peregrinos del bourbon.
Es
precisamente ese sabor diferente, ese dulzor, esa sensación de pegarle
un bocado a un árbol, el que fomenta su crecimiento.
El nuevo consumidor
busca nuevos sabores y productos, como este bourbon, o los whiskies irlandés o canadiense, frente a los tradicionales escoceses.
Y la coctelería también lo difunde, porque el bourbon es más versátil para combinar.
Y más barato para mezclar que un buen escocés.
Como con esos old-fashioned.
Por eso sube tanto.
En Estados Unidos ha duplicado al vodka en
crecimiento durante los últimos años, según los datos de la empresa
IWSR, especialista en el sector.
Aún se bebe cinco veces más vodka, sí.
Pero para los próximos años apuntan a que seguirá escalando y el vodka
continuará estancado, perdiendo terreno.
La realidad ha cambiado.
No
solo The Wall Street Journal o Forbes dedican artículos al
cambio de ciclo.
También la industria del vodka parece confirmarlo
lanzando productos como un vodka oscuro con sabor a barril de roble.
Con
sabor a bourbon, vamos.
Y todo, sí, en parte, por Jon Hamm, o por su personaje de Mad Men.
Por Don Draper, que durante siete temporadas nos ha convencido de que
lo bueno, lo que de verdad tenemos que hacer, lo importante, el
complemento perfecto, lo necesario para alegrarnos el día, el mejor
recurso de seducción, lo que sea como se lo quiera llamar, es beber bourbon.
Y no importa aquí siquiera que él no lo hiciera, que él consumiera sobre todo whiskey de centeno canadiense.
Eso es otra historia.
Un pequeño detalle que no merece cargarse un buen titular.
No hay comentarios:
Publicar un comentario