Juan Cruz es uno de los fundadores de EL PAÍS. Ahí estaba desde su salida el 4 de mayo de 1976. Y hasta ahora
En estos 40 años lo ha sido casi todo en este diario: empezó como corresponsal en Londres, luego redactor jefe de Cultura, de Opinión… Y hoy es adjunto a la dirección del periódico.
Cruz (Puerto de la Cruz, Tenerife, 1948) ha publicado, además, otros en los que se refleja su intensa vida profesional, como Egos revueltos. La vida literaria: una memoria personal(Tusquets, 2009) con el que obtuvo el Premio Comillas
.
Por este libro, lleno de anécdotas jugosas, desfilan autores como Jorge
Luis Borges, Guillermo Cabrera Infante, Jorge Semprún, Susan Sontag,
Günter Grass…
y otros muchos con sus ambiciones y obsesiones.
“Me fijo en la parte
más íntima de
lo cotidiano”
Ha recibido también el Premio Nacional de Periodismo Cultural.
Reconoce que a la hora de ponerse a escribir lo que más le inspira son los detalles y acceder al mundo privado de los personajes
para verlos en su entorno, cosa en él nada difícil por su condición de
periodista y editor. “Me fijo en la parte más íntima de lo cotidiano”,
explica.
“Las personas tenemos algunas virtudes, enormes defectos,
pero algunas cosas nos igualan a todos: el dolor, la felicidad, las
pequeñas alegrías que si no se cuentan no completan el espejo de la vida
que es el periodismo”. Comenzó a escribir desde “muy chico”,
afirma.
“Desde que aprendí a leer, sobre los ocho años, porque aprendí
tarde, escribía las cartas a los emigrantes de mi barrio que estaban en
Venezuela.
Venían sus mujeres o sus madres y yo les redactaba las
cartas. Luego, a los trece años, envié mi primera crónica a un periódico. Una crónica de fútbol”.
Ese texto de cuando era un muchacho le marcó su vida, entre otras
cosas, porque de alguna manera su madre estaba por ahí. “Los chicos se
reunieron en el barrio a leer en voz alta esa crónica.
Y mi madre la
guardó tan secretamente, en un sótano, que al final se la comieron los
ratones
. Sin ese suceso callejero de mi crónica no sé qué hubiera
pasado.
Quizá estaría jubilado de una empresa de repuestos de
automóviles, que era lo que hacía entonces”.
La figura materna también aparece en una de las anécdotas que
rememora con alegría a propósito de su trabajo.
“Cuando mi madre me
compró una ropa, con corbata, para ir a hacer la entrevista más importante de mi vida hasta entonces; el entrevistado era Julio Caro Baroja.
Yo era un adolescente aún”.
Con una acreditada buena memoria recuerda la primera columna que
escribió para este diario. ¿Decimos una? “Fueron tres”, precisa.
“En el
primer número del periódico. La que recuerdo (la que me han recordado)es una noticia relativa a la visita del presidente de Brasil a Inglaterra”.
Luego vendrían cientos, miles.
Y entre unas y otras, él y su trabajo han evolucionado: “Creo que me he hecho más consciente de mis limitaciones y más alegre en la escritura”, opina.
Pero también ha habido algún que otro disgusto en el camino.
Pero también ha habido algún que otro disgusto en el camino. Dice que
serán “muchos, supongo”, los que se habrán enfadado al leer su nombre
en alguna de las columnas de este diario firmadas por él.
“Recuerdo uno que se molestó, un político canario conservador, porque
mi mención podía herir a sus hijos.
Él había apoyado a un presidente
autonómico que se gastó su dinero público en ir a ver a una novia en
Canarias.
Y yo se lo afeé, aunque juro que con buenos modos”.
Pero
también le han llamado otros, “aunque no sea muy común”,
para agradecerle que le mencionara.
“Hay algunas personas que se
alegran, y lo dicen, si los tratas con consideración y respeto”.
Entre sus columnas predilectas figura una que se titula El niño es el mundo entero, sobre la muerte en una playa de Turquía de un niño procedente de Siria. “En ese niño vi el sufrimiento de todos los niños”.
El autor se considera un hombre abierto a cualquier opinión diferente
a la suya.
“Tengo algunas opiniones, en realidad algunas son pasiones, como mi creencia en la vigencia del periodismo
o algunas convicciones más íntimas, pero ninguna de mis opiniones es
incompatible con las que otras personas, a mi juicio con buena voluntad,
quieran expresar”, confiesa este escritor que cita entre sus maestros a
Domingo Pérez Minik, crítico, ensayista, autor teatral y canario como
él; al filósofo Emilio Lledó; los periodistas Jesús de la Serna y Manu
Leguineche; el escritor Manuel Vázquez Montalbán, el guionista
Rafael Azcona, su madre…
Publicar a los 19 años le ha llevado a convertirse en “el joven Marías”
hasta casi los 65 que tiene ahora. Novelas como ‘Corazón tan blanco’ y
‘Tu rostro mañana’ lo han convertido en uno de los autores españoles con
mayor proyección internacional. “Muchas veces, en el extranjero, he recorrido los quioscos buscando
EL PAÍS. Cuando no lo leo es como si me faltara el desayuno”, cuenta
Javier Marías (Madrid, 1951). “He sido lector del periódico desde el
primer día. En 1976, cuando salió, yo vivía con mi padre [el fi lósofo
Julián Marías], y él lo recibía en casa”. No recuerda la primera vez que
el diario habló de un libro suyo, pero sí el primer artículo que
publicó: “Fue en 1978. Se titulaba ‘Cuestión de formas’ y era una
defensa de los que se abstuvieron en el referéndum de la Constitución,
entre los que estaba yo”. Desde 2003 la última página de EL PAÍS SEMANAL
lleva su firma.
Javier Rodríguez Marcos
Javier Marías: “Nunca pensé que sería escritor”
¿Cuando en 1971 publicó su primera novela pensó que alguna vez viviría de escribir?
No. Tenía 19 años, estaba en la facultad y no me planteaba nada de nada.
Ni siquiera sabía si sería escritor. Había escrito Los dominios del lobo
porque tenía costumbre de escribir cosas desde los 12 años
. La dejé ver
a algunos amigos y llegó a Juan Benet, al que le hizo gracia.
Él hizo
unos trámites y se acabó publicando.
Pero nunca pensé que sería
escritor. Ni siquiera sabía si iba a escribir otra novela. Hace poco escribió sobre las formas actuales de censura. Su libro tuvo que pasar la franquista.
Un estudioso me pasó el informe del censor.
La novela pasa en Estados
Unidos y no la consideraron peligrosa.
Eso sí, el informe decía algo
así: “No hay ataques al Régimen ni a la religión pero es una imbecilidad
de novela”
. Había escenas eróticas y violencia, pero eso nunca molestó
demasiado a los censores franquistas. Aunque a Benet, y eso que sus
novelas son bastante abstractas, le oí contar que le habían sugerido que
quitara la palabra muslo.
¿Qué es lo que ha cambiado en estos años en el mundo literario?
Hoy es probable que ningún editor tenga la paciencia que se tuvo
conmigo.
Publiqué cuatro novelas antes de que la quinta tuviera algo de
fortuna comercial. La sexta tuvo más y más aún la séptima,
Corazón tan blanco. Ahora los editores esperan resultados casi inmediatos. ¿La edición es ahora menos literaria?
No se puede generalizar, porque hay editoriales pequeñas que siguen
ocupándose de la parte más artística de la literatura y no están sujetas
a la exigencia de resultados inmediatos
. Pero las editoriales grandes
tienen mucha menos paciencia para sostener a un autor en el que creen.
Si los resultados no llegan en dos, tres libros, es normal que lo dejen
caer.
Hoy publicar por primera vez es más fácil, lo difícil es
mantenerse si uno no da resultados pronto Pero ahora hay más lectores.
Ha habido fases. Hubo un periodo, de mediados de los 80 a mediados de
los 90, en que la gente hizo un esfuerzo por leer cosas que no fueran
baratas.
Si uno mira las listas de libros más vendidos entre 1985 y 1995
se encuentra con autores de calidad: Yourcenar, Milan Kundera, Duras,
Eco…
A partir de los años 90, coincidiendo con los gobiernos de Aznar,
se produce un retroceso enorme.
Se volvió a la ignorancia satisfecha y
se dio rienda suelta a los gustos más bajos en la televisión y en el
cine. Y parcialmente en la literatura. ¿La literatura está condenada a ser minoritaria?
Es que en comparación con la población total hasta García Márquez es
minoritario. Siempre se conservan bolsas de lectores de calidad, pero
hoy son incomparablemente más exiguas. Los escritores de su generación tuvieron desde muy pronto el favor del público…
Es cierto
. En los 80 se dio cierta comunión entre lo que escribíamos y
lo que interesaba al público.
No siempre fue así. Escritores
indiscutibles como Marsé, Benet o García Hortelano tenían prestigio,
pero vendían poco
. El cambio en los lectores nos favoreció a mí y a
autores como Muñoz Molina, Millás, Rosa Montero, Eduardo Mendoza…
Tengo
la impresión de que hoy es más difícil y que vuelve a pasar como antes:
el público va por un lado y el prestigio, por otro.
Hay que
asumirlo: nuestro hijo se acerca a la edad adulta. Aunque nos pese,
estas lecturas le enfrentarán a dilemas que le ayudarán a formarse.
Es posible que la pesadilla de unos padres cualquiera venga representada por la visión de su hija adolescente leyendo el controvertido Lolita, de Nabokov.
O quizás se parezca más a ese instante, eterno y torturador, que
acompaña la petición de tu vástago, aún menor de edad, de hacerse con un
ejemplar del transgresor Mujeres, de Bukowski.
Es posible que la pesadilla de unos padres cualquiera venga representada por la visión de su hija adolescente leyendo el controvertido Lolita, de Nabokov.
O quizás se parezca más a ese instante, eterno y torturador, que
acompaña la petición de tu vástago, aún menor de edad, de hacerse con un
ejemplar del transgresor Mujeres, de Bukowski.
Lo que sigue, seguramente, sea una mirada martirizada al calendario,
preguntándose en qué momento esa sangre de tu sangre aparcó los libros
en los que había más viñetas que palabras y, después, una pequeña
punzada de alegría porque pertenece a esa comunidad de jóvenes que se
interesan por la lectura
. En ese punto es en el que surge el dilema: ¿a
qué edad se debe leer a Kerouac?
Estaría bien que padres e hijos hablaran antes sobre temas como el
sexo, las drogas o las complejas relaciones humanas, porque este tipo de
libros deben ser asumidos como parte de la ficción, no como ejemplos a
seguir en algunos casos
La mala noticia es que no hay respuestas absolutas.
“La cuestión no
es tanto la edad sino el grado de madurez”, asegura Marisol Salazar
Ego-Aguirre, jefa del departamento de Lengua y Literatura del Colegio
Lourdes (FUHEM) de Madrid
. Hay que tener en cuenta el bagaje lector y el
desarrollo del menor
. Hay libros que pueden leerse con 16 años, pero
que se disfrutan y aprecian mucho más cuando se es un poco más adulto.
Hay otros que habría que leer y releer.
Otra cuestión a tener en
cuenta es la confianza que exista en casa.
“Estaría bien que padres e
hijos hablaran antes sobre temas como el sexo, las drogas o las
complejas relaciones humanas, porque este tipo de libros deben ser
asumidos como parte de la ficción, no como ejemplos a seguir en algunos
casos”, reflexiona Jesús Casals, director de contenidos de la librería
La Central de Callao, Madrid.
Y lo mejor de todo es que,
si ya vas advertido, no te costará una serie de microinfartos cada vez
que lo veas sumergido en sus páginas. 1. Menos que cero, de Easton Ellis. Sí, Easton Ellis es también el escritor del desasosegante American Psycho
.
Y sí, es un representante de la llamada Generación X
. Y también
“describe la sociedad rica estadounidense y su decadencia moral, trufado
con drogas, alcohol y perversiones sexuales”, explica la especialista
Marisol Salazar
. Nada de eso es tranquilizador pero, seamos sinceros,
pocas de estas cosas van a impresionar a un adolescente del siglo XXI
con acceso a Snapchat e Instagram.
Es posible que les aporte un punto
diferente para observar esos excesos.
Es posible que la pesadilla de unos padres cualquiera venga representada por la visión de su hija adolescente leyendo el controvertido Lolita, de Nabokov.
O quizás se parezca más a ese instante, eterno y torturador, que
acompaña la petición de tu vástago, aún menor de edad, de hacerse con un
ejemplar del transgresor Mujeres, de Bukowski.
Lo que sigue, seguramente, sea una mirada martirizada al calendario,
preguntándose en qué momento esa sangre de tu sangre aparcó los libros
en los que había más viñetas que palabras y, después, una pequeña
punzada de alegría porque pertenece a esa comunidad de jóvenes que se
interesan por la lectura. En ese punto es en el que surge el dilema: ¿a
qué edad se debe leer a Kerouac?
Estaría bien que padres e hijos hablaran antes sobre temas como el
sexo, las drogas o las complejas relaciones humanas, porque este tipo de
libros deben ser asumidos como parte de la ficción, no como ejemplos a
seguir en algunos casos
La mala noticia es que no hay respuestas absolutas. “La cuestión no
es tanto la edad sino el grado de madurez”, asegura Marisol Salazar
Ego-Aguirre, jefa del departamento de Lengua y Literatura del Colegio
Lourdes (FUHEM) de Madrid. Hay que tener en cuenta el bagaje lector y el
desarrollo del menor. Hay libros que pueden leerse con 16 años, pero
que se disfrutan y aprecian mucho más cuando se es un poco más adulto.
Hay otros que habría que leer y releer. Otra cuestión a tener en
cuenta es la confianza que exista en casa. “Estaría bien que padres e
hijos hablaran antes sobre temas como el sexo, las drogas o las
complejas relaciones humanas, porque este tipo de libros deben ser
asumidos como parte de la ficción, no como ejemplos a seguir en algunos
casos”, reflexiona Jesús Casals, director de contenidos de la librería
La Central de Callao, Madrid.
Hemos preguntado a padres, profesores, críticos y vendedores y hemos
recopilado 15 libros que servirán a tus hijos para dar el salto a la
edad adulta, literariamente hablando, que puedes recomendarle o
regalarle (siempre que parezca un accidente). Y lo mejor de todo es que,
si ya vas advertido, no te costará una serie de microinfartos cada vez
que lo veas sumergido en sus páginas. 1. Menos que cero, de Easton Ellis. Sí, Easton Ellis es también el escritor del desasosegante American Psycho.
Y sí, es un representante de la llamada Generación X. Y también
“describe la sociedad rica estadounidense y su decadencia moral, trufado
con drogas, alcohol y perversiones sexuales”, explica la especialista
Marisol Salazar. Nada de eso es tranquilizador pero, seamos sinceros,
pocas de estas cosas van a impresionar a un adolescente del siglo XXI
con acceso a Snapchat e Instagram. Es posible que les aporte un punto
diferente para observar esos excesos.
2. El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde.
No, no tiene absolutamente nada que ver con las archiconocidas sombras
de Christian Grey -nótese la vocal diferenciadora-.
El libro de E.L.
James solo debería caer en las manos de tu descendencia como un
magnífico ejemplo del rumbo de control y poder que jamás debe alcanzar
una relación.
Y no, no nos referimos al sexo
. Si quieres aportar algo
mucho más beneficioso a tus hijos y, en palabras de Casals, quieres que
empiecen “a comprender que no se va a ser joven toda la vida”, pon en
sus manos este clásico de Wilde. 3. El país de las últimas cosas, de Paul Auster.
“La descripción de un futuro oscuro, un mundo que desaparece, nos
invita a reflexionar sobre nuestras acciones y nos presenta un terrible
porvenir”, explica Mercedes Hernández, responsable del departamento de
Libros de Fnac España.
Jugando con la distopía, el autor estadounidense Paul Auster, premio Príncipe de Asturias,
nos conduce al lugar que alumbra la pesadilla de la sociedad de
consumo; sin valores, ni sentimientos y en una constante búsqueda de la
muerte.
Es posible que la pesadilla de unos padres cualquiera venga representada por la visión de su hija adolescente leyendo el controvertido Lolita, de Nabokov.
O quizás se parezca más a ese instante, eterno y torturador, que
acompaña la petición de tu vástago, aún menor de edad, de hacerse con un
ejemplar del transgresor Mujeres, de Bukowski.
Lo que sigue, seguramente, sea una mirada martirizada al calendario,
preguntándose en qué momento esa sangre de tu sangre aparcó los libros
en los que había más viñetas que palabras y, después, una pequeña
punzada de alegría porque pertenece a esa comunidad de jóvenes que se
interesan por la lectura. En ese punto es en el que surge el dilema: ¿a
qué edad se debe leer a Kerouac?
Estaría bien que padres e hijos hablaran antes sobre temas como el
sexo, las drogas o las complejas relaciones humanas, porque este tipo de
libros deben ser asumidos como parte de la ficción, no como ejemplos a
seguir en algunos casos
La mala noticia es que no hay respuestas absolutas. “La cuestión no
es tanto la edad sino el grado de madurez”, asegura Marisol Salazar
Ego-Aguirre, jefa del departamento de Lengua y Literatura del Colegio
Lourdes (FUHEM) de Madrid. Hay que tener en cuenta el bagaje lector y el
desarrollo del menor. Hay libros que pueden leerse con 16 años, pero
que se disfrutan y aprecian mucho más cuando se es un poco más adulto.
Hay otros que habría que leer y releer. Otra cuestión a tener en
cuenta es la confianza que exista en casa. “Estaría bien que padres e
hijos hablaran antes sobre temas como el sexo, las drogas o las
complejas relaciones humanas, porque este tipo de libros deben ser
asumidos como parte de la ficción, no como ejemplos a seguir en algunos
casos”, reflexiona Jesús Casals, director de contenidos de la librería
La Central de Callao, Madrid.
Hemos preguntado a padres, profesores, críticos y vendedores y hemos
recopilado 15 libros que servirán a tus hijos para dar el salto a la
edad adulta, literariamente hablando, que puedes recomendarle o
regalarle (siempre que parezca un accidente). Y lo mejor de todo es que,
si ya vas advertido, no te costará una serie de microinfartos cada vez
que lo veas sumergido en sus páginas. 1. Menos que cero, de Easton Ellis. Sí, Easton Ellis es también el escritor del desasosegante American Psycho.
Y sí, es un representante de la llamada Generación X. Y también
“describe la sociedad rica estadounidense y su decadencia moral, trufado
con drogas, alcohol y perversiones sexuales”, explica la especialista
Marisol Salazar. Nada de eso es tranquilizador pero, seamos sinceros,
pocas de estas cosas van a impresionar a un adolescente del siglo XXI
con acceso a Snapchat e Instagram. Es posible que les aporte un punto
diferente para observar esos excesos.
2. El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde.
No, no tiene absolutamente nada que ver con las archiconocidas sombras
de Christian Grey -nótese la vocal diferenciadora-.
El libro de E.L.
James solo debería caer en las manos de tu descendencia como un
magnífico ejemplo del rumbo de control y poder que jamás debe alcanzar
una relación.
Y no, no nos referimos al sexo
. Si quieres aportar algo
mucho más beneficioso a tus hijos y, en palabras de Casals, quieres que
empiecen “a comprender que no se va a ser joven toda la vida”, pon en
sus manos este clásico de Wilde. 3. El país de las últimas cosas, de Paul Auster.
“La descripción de un futuro oscuro, un mundo que desaparece, nos
invita a reflexionar sobre nuestras acciones y nos presenta un terrible
porvenir”, explica Mercedes Hernández, responsable del departamento de
Libros de Fnac España
. Jugando con la distopía, el autor estadounidense Paul Auster, premio Príncipe de Asturias,
nos conduce al lugar que alumbra la pesadilla de la sociedad de
consumo; sin valores, ni sentimientos y en una constante búsqueda de la
muerte.
4. El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger. En sus páginas aparecen temas como el alcohol, el sexo o la prostitución.
La circunstancia de que el asesino de John Lennon, Mark Chapman, llevara un ejemplar cuando ejecutó al beatle
encumbró esta novela, para bien y para mal, prohibiéndose en algunas
escuelas y haciéndose obligatoria en otras.
Para Casals, la historia
-narrada en primera persona- del joven Holden Caulfield es “toda una
novela de iniciación a la vida adulta”.
El libro se mueve tanto en el
límite como su protagonista, que debe decidir si crecer o no. Todo un
dilema. 5. Tokio Blues (Norwegian wood), de Haruki Murakami.
El eterno aspirante a Nobel de Literatura hilvana un triángulo amoroso
-o varios- engarzando muerte, cultura, sexo e inseguridades
adolescentes.
Es una novela intimista, llena de carga emocional y a
veces tortuosa. ¿Por qué leerla?
“Para entender que uno no es el único
joven torturado en este mundo”, asegura Jesús Casals, director de contenidos de la librería La Central.
6. Crezco, de Ben Brooks. “Una manera
gamberra contemporánea de dar el salto”.
Así define Casals este libro
editado en 2011 por un Ben Brooks que, en el momento de su publicación,
contaba con 19 años y aseguraba que el texto -el quinto de su carrera-
lo había terminado tres años antes
. La historia se centra en Jasper, un
joven inglés y su nihilista recorrido hacia la edad adulta. Todo tintado
con un humor fresco y sin pretensiones forzadas.
Su protagonista ha
sido denominado ya como un Holden Caulfield (protagonista de El guardián entre el centeno) en los tiempos de Facebook y del ciberacoso. 7. El extranjero, de Albert Camus. Un
síntoma común de la adolescencia es sentirse fuera de sitio e intentar
buscar un lugar en el que encajar.
Para Meursault, el protagonista de
Camus, la realidad es extraña, absurda e inabarcable. Se encuentra
privado de un sentimiento de pertenencia y la apatía le desborda
. Por
ese punto trágico y “por encarnar la idea de la persona que se siente
ajena a todo” lo recomienda Jorge de Cominges, escritor y crítico de
libros.
Es posible que la pesadilla de unos padres cualquiera venga representada por la visión de su hija adolescente leyendo el controvertido Lolita, de Nabokov.
O quizás se parezca más a ese instante, eterno y torturador, que
acompaña la petición de tu vástago, aún menor de edad, de hacerse con un
ejemplar del transgresor Mujeres, de Bukowski.
Lo que sigue, seguramente, sea una mirada martirizada al calendario,
preguntándose en qué momento esa sangre de tu sangre aparcó los libros
en los que había más viñetas que palabras y, después, una pequeña
punzada de alegría porque pertenece a esa comunidad de jóvenes que se
interesan por la lectura. En ese punto es en el que surge el dilema: ¿a
qué edad se debe leer a Kerouac?
Estaría bien que padres e hijos hablaran antes sobre temas como el
sexo, las drogas o las complejas relaciones humanas, porque este tipo de
libros deben ser asumidos como parte de la ficción, no como ejemplos a
seguir en algunos casos
La mala noticia es que no hay respuestas absolutas. “La cuestión no
es tanto la edad sino el grado de madurez”, asegura Marisol Salazar
Ego-Aguirre, jefa del departamento de Lengua y Literatura del Colegio
Lourdes (FUHEM) de Madrid. Hay que tener en cuenta el bagaje lector y el
desarrollo del menor. Hay libros que pueden leerse con 16 años, pero
que se disfrutan y aprecian mucho más cuando se es un poco más adulto.
Hay otros que habría que leer y releer
. Otra cuestión a tener en
cuenta es la confianza que exista en casa
. “Estaría bien que padres e
hijos hablaran antes sobre temas como el sexo, las drogas o las
complejas relaciones humanas, porque este tipo de libros deben ser
asumidos como parte de la ficción, no como ejemplos a seguir en algunos
casos”, reflexiona Jesús Casals, director de contenidos de la librería
La Central de Callao, Madrid.
Hemos preguntado a padres, profesores, críticos y vendedores y hemos
recopilado 15 libros que servirán a tus hijos para dar el salto a la
edad adulta, literariamente hablando, que puedes recomendarle o
regalarle (siempre que parezca un accidente).
Y lo mejor de todo es que,
si ya vas advertido, no te costará una serie de microinfartos cada vez
que lo veas sumergido en sus páginas. 1. Menos que cero, de Easton Ellis. Sí, Easton Ellis es también el escritor del desasosegante American Psycho.
Y sí, es un representante de la llamada Generación X. Y también
“describe la sociedad rica estadounidense y su decadencia moral, trufado
con drogas, alcohol y perversiones sexuales”, explica la especialista
Marisol Salazar.
Nada de eso es tranquilizador pero, seamos sinceros,
pocas de estas cosas van a impresionar a un adolescente del siglo XXI
con acceso a Snapchat e Instagram. Es posible que les aporte un punto
diferente para observar esos excesos.
2. El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde.
No, no tiene absolutamente nada que ver con las archiconocidas sombras
de Christian Grey -nótese la vocal diferenciadora-. El libro de E.L.
James solo debería caer en las manos de tu descendencia como un
magnífico ejemplo del rumbo de control y poder que jamás debe alcanzar
una relación. Y no, no nos referimos al sexo. Si quieres aportar algo
mucho más beneficioso a tus hijos y, en palabras de Casals, quieres que
empiecen “a comprender que no se va a ser joven toda la vida”, pon en
sus manos este clásico de Wilde. 3. El país de las últimas cosas, de Paul Auster.
“La descripción de un futuro oscuro, un mundo que desaparece, nos
invita a reflexionar sobre nuestras acciones y nos presenta un terrible
porvenir”, explica Mercedes Hernández, responsable del departamento de
Libros de Fnac España. Jugando con la distopía, el autor estadounidense Paul Auster, premio Príncipe de Asturias,
nos conduce al lugar que alumbra la pesadilla de la sociedad de
consumo; sin valores, ni sentimientos y en una constante búsqueda de la
muerte.
4. El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger. En sus páginas aparecen temas como el alcohol, el sexo o la prostitución. La circunstancia de que el asesino de John Lennon, Mark Chapman, llevara un ejemplar cuando ejecutó al beatle
encumbró esta novela, para bien y para mal, prohibiéndose en algunas
escuelas y haciéndose obligatoria en otras. Para Casals, la historia
-narrada en primera persona- del joven Holden Caulfield es “toda una
novela de iniciación a la vida adulta”. El libro se mueve tanto en el
límite como su protagonista, que debe decidir si crecer o no. Todo un
dilema. 5. Tokio Blues (Norwegian wood), de Haruki Murakami.
El eterno aspirante a Nobel de Literatura hilvana un triángulo amoroso
-o varios- engarzando muerte, cultura, sexo e inseguridades
adolescentes. Es una novela intimista, llena de carga emocional y a
veces tortuosa. ¿Por qué leerla? “Para entender que uno no es el único
joven torturado en este mundo”, asegura Jesús Casals, director de contenidos de la librería La Central. 8. El Gran Gatsby, de F. Scott Fitzgerald. Sabemos que hay película y que está protagonizada, nada menos, que por el -por fin- oscarizado Leonardo DiCaprio.
Pero las algo más de 200 páginas de Scott Fitzgerald retratan
minuciosamente la sociedad ficticia, sobrepasada y llena de excesos que
caracterizaba los años 20 estadounidenses.
Una época llena de esperanza y
vitalidad que no veía aún su nefasto horizonte final en la forma del crash del 29.
Para De Cominges, es una recomendación segura por “su tono desencantado y el tema de hacer realidad las ilusiones”. 9. Relatos, de Julio Cortázar. “Cuando lees
por primera vez a Cortázar se abre una nueva dimensión en el lenguaje,
su narración puede descubrir un universo paralelo en una mente
receptiva”, afirma Mercedes Hernández, responsable del departamento de
Libros de Fnac España.
Si después de leer este libro tus hijos acaban
encantados, siempre puedes ir a la biblioteca y alcanzarles otra obra maestra de Cortázar, Rayuela. 10. Las tribulaciones del estudiante Törless, de Robert Musil.
Se trata, para el escritor y crítico Jorge de Cominges, de “la novela
de aprendizaje por excelencia”.
Narra el paso a la edad adulta, y en un
instituto militar, del joven Törless, que se irá tropezando con la
crueldad, la moralidad o la sexualidad de sus compañeros y la suya
propia.
Fue escrita en 1906, a escasos años del comienzo de la Primera
Guerra Mundial, pero algunos de sus patrones se arrastran desde el
imperio Austro-Hungaro.
11. La metamorfosis, de Franz Kafka.
Ingrediente habitual de toda buena lista literaria que se precie, el
clásico de Kafka atrae e inquieta a adolescentes desde hace décadas, el
mismo tiempo que lleva arrastrando teorías sobre su interpretación
. Por
ello, para Casals es “una buena manera de distinguir realidad y ficción”
así como para Salazar es “una historia desasosegante que los
adolescentes tienen que conocer”.
Lo bueno es que es tan corta que, una
década después, puede releerse y uno de podrá sorprender de nuevo. 12. Historias del Kronen, J.A. Mañas. Esta novela ha sido llamada la hermana española de Menos que cero.
Sus páginas, mucho más explícitas que la película del mismo nombre, han
sido incluidas por Salazar por tratar los eternas temas protagonizados
por adolescentes como son el abuso de drogas, alcohol, la amistad, el
sexo y la búsqueda de pertenencia a un grupo, a veces sea el que sea. 13. Maus, de Art Spiegelman. Esta crónica
de gatos -nazis- y ratones -judíos- que rememora la historia de un
superviviente del exterminio nazi fue la primera novela gráfica en
hacerse con un premio Pulitzer.
No solo evoca la historia del holocausto
sino que también se centra en la difícil convivencia entre generaciones
tras el horror sufrido.
Para Hernández es, sin duda, “la mejor forma de
aterrizar en la novela gráfica: por la propia historia y por cómo está
narrada”.
14. Arrancad las semillas, fusilad a los niños, de Kenzaburo Oé.
No abandonamos la temática de la Segunda Guerra Mundial, aunque
acercándonos a la cultura japonesa de la época.
"A pesar de ser premio
Nobel y mundialmente conocido, el estilo de Kenzaburo Oé siempre es una
sorpresa”, asegura la experta Mercedes Hernández.
El japonés dibuja un
escenario inicial similar al de El señor de las moscas, con un
grupo de jóvenes obligados a la supervivencia, pero que no desemboca en
caos sino en la organización colectiva.
Y son precisamente los adultos
quienes rompen el hechizo. 15. Héroes, de Ray Loriga. Tiene todos los
componentes armándose como un poliedro en la mente de un adolescente.
Rock, alcohol, amigos, “chicas bonitas” y un sinfín de frases que antes
se subrayaban o se anotaban en los diarios y ahora se comparten, sobre
un fondo limpio y negro, en las redes sociales de turno.
Un cura muere degollado en una toma de rehenes de una iglesia en Francia.
La policía mata a dos hombres armados con cuchillos que retuvieron a cinco personas.
Un cura ha muerto degollado y otra persona se encuentra en estado
crítico tras una toma de rehenes ocurrida este martes por la mañana en
una iglesia de Normandía, al norte de Francia
. La policía francesa ha
matado a los dos secuestradores que irrumpieron en el templo armados con
cuchillos y mantuvieron secuestradas a cinco personas entre las diez y
las once de la mañana. La Fiscalía Antiterrorista de París ha asumido la investigación y el presidente francés Francois Holande y el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, se han desplazado hasta el lugar.
Un cura ha muerto degollado y otra persona se encuentra en estado
crítico tras una toma de rehenes ocurrida este martes por la mañana en
una iglesia de Normandía, al norte de Francia. La policía francesa ha
matado a los dos secuestradores que irrumpieron en el templo armados con
cuchillos y mantuvieron secuestradas a cinco personas entre las diez y
las once de la mañana. La Fiscalía Antiterrorista de París ha asumido la investigación y el presidente francés Francois Holande y el ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, se han desplazado hasta el lugar.
El párroco fallecido se llamaba Jacques Hamel y tenía 84 años, según
ha informado el arzobispo de Rouen, Dominique Lebrum.
El portavoz de la
Santa Sede, Federico Lombardi, ha declarado que el papa Francisco ha
sido informado y siente “dolor y horror” por “esta violencia absurda”.
Según el diario Le Parisien, los dos asaltantes llegaron a
la iglesia de Saint Etienne du Rouvray —una localidad rural cerca de
Rouen, la capital de Normandía— poco antes de las diez. Entraron por la
puerta trasera durante la misa y a continuación cerraron la puerta
. Una
vez allí, retuvieron durante cerca de una hora al párroco, dos monjas y
dos fieles.
Una tercera monja logró escapar y avisar a las autoridades.
La policía abatió a los secuestradores cuando salieron al atrio de la
iglesia.
“Por supuesto, es un drama para la comunidad católica,
cristiana, una situación dramática , a la que nos enfrentamos de nuevo
menos de dos semanas después de la tragedia de Niza”
, ha declarado Pierre-Henry Brandet, portavoz del Ministerio del Interior
Según fuentes policiales citadas por Le Figaro, uno de los asaltantes llevaba barba y portaba una chachia, un tipo de gorro que visten los musulmanes.
Brandet ha declarado a la cadena BFMTV que están registrando la
iglesia en busca de posibles artefactos explosivos.
El portavoz del
Interior ha evitado pronunciarse sobre las "motivaciones y el perfil" de
los autores, aunque ha reconocido que se trata de una "acción violenta
deliberada y seguramente preparada" y ha defendido que "la prioridad era
neutralización" de los secuestradores.
El Papa, según el portavoz de la Santa Sede, ha expresado “la condena
más absoluta de toda forma de odio y reza por las personas agredidas”.
Según Lombardi, Jorge Mario Bergoglio y sus colaboradores están
especialmente consternados porque “el bárbaro asesinato del sacerdote y
la agresión a los fieles” se ha producido “en una Iglesia, un lugar
sagrado en el que se anuncia el amor de Dios”.
El Vaticano ha expresado
su cercanía a la Iglesia francesa, a la archidiócesis de Rouen y a todo
el pueblo de Francia.
Este atentado ocurre en plena alerta
antiterrorista en Francia, apenas doce días después del atentado
yihadista de Niza
. Unas 84 personas murieron en aquel ataque,
reivindicado por el autodenominado Estado Islámico, (ISIS en sus siglas
en inglés).
Las iglesias son además uno de los objetivos considerados
prioritarios por parte de los yihadistas
. El presunto aspirante a terrorista, el
estudiante franco-argelino de 24 años Ahmed Ghlam, fue detenido antes de
poder ejecutar su plan pero habría matado a una joven automovilista,
Aurélie Châtelain, de 32 años, a la que habría intentado robar el coche
durante la preparación de su ataque.