Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

16 dic 2015

Y los fans seguirán amándola, yo menos........................................................... Carlos Boyero

Me he entretenido moderadamente con este circo anfetamínico. Deseando que durara un poquito menos. Son mis gustos.

 

Fotograma del trailer de Star Wars: El despertar de la Fuerza. / Realización: L.M. Rivas

Tengo la ingrata y agobiante sensación de que me encuentro en un aeropuerto pasando exhaustivos controles o cruzando fronteras que ponen un celo especial y lógico en la identificación de los visitantes cuando solo estoy accediendo a algo tan presuntamente inocuo como ver una película en el pase de prensa
. Agradeciendo, eso sí, que la gente que registra tus bolsillos y tu anatomía, te hace firmar papeles en los que te comprometes a respetar el embargo de la supuesta joya y no hacer pública tu opinión sobre ella hasta que los dueños den la orden, me requisan durante su proyección mi antediluviano teléfono móvil, son personas educadas y muy profesionales
. Pero también te planteas si estás entrando en la sede de la CIA o en el Pentágono, o simplemente pretendes ir al cine.
 Y deduces que lo que vas a ver es algo más que una película, es un acontecimiento sociológico y un negocio con grandiosas pretensiones de recaudación.
Por lo tanto, no puede exponerse ni mínimamente al pirateo, a que los desaprensivos cuelguen su monumental inversión en Internet y que esa taquilla calculada milimétricamente pueda perder ni una entrada.
 Y si sumas la recaudación a merchandising, videojuegos, cómics y banda sonora, la cifra debe ser de mareo.

Lo han adivinado. Es el séptimo episodio de Star Wars, el primero de la tercera trilogía de la saga, pero que en la realidad es la continuación de la primera, ya que la segunda contaba lo que había ocurrido antes de la primera.
 En fin, un poco de lío. Se titula El despertar de la Fuerza.
 Y todo mi respeto hacia los millones de fans que podrían resumir lo que significa el cine para ellos con cinco palabras: "La guerra de las galaxias”.
 Y más que el cine, para muchos también es una religión o el mito más amado.
No es mi caso.
 Me divertí bastante con ella al principio. Aquello era un western muy ingenioso, exaltante, imaginativo, respetando los viejos códigos, utilizando virtuosamente las nuevas tecnologías. Y también aprecié la primera aparición en El imperio contraataca del inquietante Yoda.
Pero me fui deshinchando progresivamente, me aburría el más de lo mismo y me resultó francamente pesarosa la segunda parte de la saga.
El muy prestigioso J.J. Abrams (creador de Perdidos, de la que me desentendí en la segunda temporada) dirige El despertar de la Fuerza.
  Y lo hace sin dar un momento de respiro a los personajes ni al espectador, con una estética deslumbrante y sin permitir el descanso en casi ningún plano de la extraordinaria música de John Williams.
 Ha tenido la ayuda en el guion de Lawrence Kasdan, aquel director cuyo talento lamentablemente se secó muy pronto, después de haber firmado las excelentes Fuego en el cuerpo, Reencuentro y El turista accidental.
 Y sospecho que no han pedido un esfuerzo notable a sus neuronas
. Abusan de la repetición de una imaginería que no falla (ay, esa taberna poblada de bichos raros o el descarado parecido entre Yoda y Maz Kanata, o la inclusión del robot enano) e introducen a Rey, una chatarrera que lo hace bien, que va a dar mucho juego en la continuación, y a Finn, un personaje sin el menor interés al que interpreta horrorosamente un actor negro.
 Y cómo no, ahí está Han Solo, que ha envejecido muy bien, la princesa Leia, tan sosa como castigada y Luke Skywalker, que jamás despertó pasiones.
 Y dos villanos que no me convencen, que te hacen añorar la tenebrosa presencia de Darth Vader.
Me he entretenido moderadamente con este circo anfetamínico.
Deseando que durara un poquito menos.
 Son mis gustos.
 Pero entiendo que para infinidad de espectadores esta película les regale el éxtasis.
 Y es fantástico que el cine, en la gran pantalla, a oscuras, en tres dimensiones espectaculares, siga disfrutando de un público masivo y entusiasmado en épocas que auguran su definitiva agonía.

¿Te vuelven loco las ofertas o miras por cada euro? Así gastas, así eres

Un estudio de la escuela de negocios ESADE divide en cuatro grupos a los compradores surgidos tras la crisis. ¿A qué tribu perteneces?

Mercadillo navideño en la Plaza Mayor de Madrid / Sergio Barrenechea (EFE)

La crisis trajo nuevos hábitos de compra a España y aunque la economía mejora, muchas de las tendencias llegaron para quedarse
. Los descuentos van a marcar esta Navidad. Ha crecido la confianza, pero los consumidores siguen comprando con lupa: comparan precios y son racionales
. Pese al interés generalizado por las promociones, los compradores reaccionan de forma diferente a las promociones: hay atrevidos y conservadores
. Unos prefieren un solo artículo de calidad aunque sea caro; otros quieren muchas cosas baratas, aunque luego les duren menos.
 La escuela de negocios ESADE ha elaborado un estudio en el que divide en cuatro grupos a los consumidores surgidos tras siete años del estallido de la crisis. ¿Tú qué clase de compradores eres?
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Compradores de valor, una especie en extinción

Son los consumidores más fieles a la marcas de alta gama. Los que se informan sobre precios y ofertas, pero eligen lo conocido, aunque suponga comprar menos cantidades
. Desconfían de las promociones y mucho más aún de los productos baratos.
 Son clientes fieles, una tipología que, señala el estudio, podría convertirse en una especie en peligro de extinción. En mayoría son hombres (54,8%), de entre 35 y 44 años, que prefieren las tiendas especializadas a los grandes almacenes.
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Compradores híbridos, planifican pero gastan

Son consumidores que buscan calidad pero a un precio adecuado. Intentan ser fieles a sus marcas tradicionales, pero no tuercen el gesto a las promociones y a las rebajas.
 Se trata de clientes menos conservadores pero tampoco llegan a ser atrevidos, a los que las marcas deberán cuidar si no quieren perderles. Los compradores híbridos son en mayoría hombres (52,6%) de entre 25 y 34 años. Un colectivo en aumento desde 2009 que prefiere planificar antes de comprar. Les gustan als grandes superficies y los outlets.
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Compradores racionales, los analíticos

Son los consumidores que buscan buena calidad, pero solo si es a precio ajustado. Es el bloque mayoritario de consumidores, fieles a las marcas pero no inmunes a la tentación del precio barato. Comparan y estudian con cuidado las ofertas; y eligen sobre todo por conveniencia. En mayoría son hombres (53%) de entre 35 y 44 años.
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Compradores de precio, los impulsivos

Son los clientes más atrevidos, los que hacen del precio su indicador preferente para una transacción; que les gusta experimentar y no tienen miedo al cambio. Los más impulsivos y amantes de las ofertas, son sobre todo mujeres (58,9%) de entre 25 y 44 años. Planifican sus compras, pero un porcentaje elevado adquiere un producto por impulso (75%). En el 42% de los casos, las rebajas tendrán un efecto positivo en este tipo de consumidor.

Compras de Navidad

Los expertos prevén un crecimiento del consumo en Navidad de entre un 4% y 5%, pero advierten de que el consumidor comprará sobre todo cosas útiles
. En general, el consumidor español de esta Navidad está más interesado en la experiencia de ir de compras que en gastar dinero.
 Es exigente, pero a la vez "hipersensible" al precio. Un consumidor que le cuesta decidirse y que no desprecia alquilar y reutilizar productos.
 "La animación y el espíritu de las tiendas y las calles van a resultar definitivas para el impulso de las ventas", concluye el estudio de

 

Qué nos hace ser de derechas o de izquierdas.............................................................. Ignacio Morgado Bernal

Aparte de la educación, la actividad cerebral, las hormonas, los neurotransmisores y otras sustancias biológicas e incluso los genes pueden condicionar la orientación ideológica.

Mariano Rajoy, a la derecha, y Pedro Sánchez, a la izquierda, antes del debate televisivo del pasado lunes entre ambos candidatos a la presidencia del Gobierno.
Mariano Rajoy, a la derecha, y Pedro Sánchez, a la izquierda, antes del debate televisivo del pasado lunes entre ambos candidatos a la presidencia del Gobierno. / Daniel Ochoa de Olza (AP)

El lugar de nacimiento, la clase social, la familia y el ambiente en que nos criamos, los maestros y los amigos que tenemos, las experiencias vividas, todo eso, es decir, todo lo que forma parte de la educación recibida, es lo que muchos ciudadanos pueden alegar con razón ante la pregunta de qué es lo que nos hace ser de derechas o de izquierdas.
 Una respuesta ésta que también serviría para responder a cuestiones más generales, como por qué somos buenos o malos, o a cuestiones más prosaicas, como por qué somos del Barça o del Madrid. Ciertamente, el cerebro humano es un órgano anatómica y fisiológicamente plástico y pocas cosas tienen más fuerza que la educación para cambiarlo y modularlo.
Si la educación no cambiase las neuronas, su influencia en nuestras vidas sería nula o residual. Particularmente en la infancia y la adolescencia, las experiencias que tenemos y las ideas que nos llegan pueden calar con tanta fuerza y profundidad en nuestros sistemas de representación cerebral como para persistir en ellos toda la vida pues son permanentemente reforzadas por las conductas e interacciones sociales a las que esas mismas representaciones nos incitan, especialmente cuando se expresan como sentimientos.
 Pero, ¿son todos los cerebros iguales a la hora de ser influidos y modelados por la educación? ¿En qué medida la biología y el cerebro que heredamos determinan la fuerza y posibilidades de la educación que recibimos para hacernos de derechas o de izquierdas?
El cerebro humano es un órgano anatómica y fisiológicamente plástico y pocas cosas tienen más fuerza que la educación para cambiarlo y modularlo
Para tratar de responder a estas preguntas nos vamos a referir a los estudios que abordan la misma problemática refiriéndose a la dicotomía liberales/conservadores, no coincidente con la de izquierda/derecha, pues de esta última no conocemos estudios científicos relacionados con el cerebro1.
 En 2007, un equipo de investigadores de las universidades de Nueva York y California realizó un trabajo experimental, publicado en la prestigiosa revista Nature Neuroscience, que mostró, mediante potenciales eléctricos evocados e imágenes de resonancia magnética funcional, que en situaciones de conflicto las personas políticamente liberales presentan más actividad que las políticamente conservadoras en la circunvolución cingulada anterior, una región del lóbulo temporal del cerebro caracterizada, entre otras funciones, por responder, cual alarma biológica, a situaciones en las que lo que razonamos no coincide con lo que sentimos.
De ese modo, los investigadores concluyeron que frente a las situaciones nuevas que requieren modificar los comportamientos habituales los liberales tienen más sensibilidad neurocognitiva que los conservadores
. Asimismo, de esos datos dedujeron que la menor sensibilidad neurocognitiva de los conservadores en tales situaciones podría explicar su más estructurado y persistente comportamiento.
 La valoración neurofisiológica de este estudio fue tan consistente que sirvió para predecir con bastante acierto si los participantes habían votado a John Kerry o a George Bush en la elección norteamericana de 2014.
 Repare el lector, porque es importante, en que los autores de este trabajo al hablar de sensibilidad neurocognitiva no se refieren a un tipo de sensibilidad moralmente enjuiciable, sino a un modo fisiológico de funcionamiento del cerebro.
Posteriormente, en 2011, un estudio de investigadores del University College de Londres, también con neuroimágenes de resonancia magnética, mostró que los liberales tenían un mayor volumen de sustancia gris, es decir, de neuronas, en dicha región cerebral, la circunvolución cingulada anterior, mientras que los conservadores superaban a los liberales en el volumen de esa misma sustancia en la amígdala, una estructura del cerebro emocional.
 No obstante, falta determinar si esas diferencias cerebrales son o no las causantes de las orientaciones políticas de las personas.
Neuroimagen sagital del cerebro humano mostrando en color amarillo la circunvolución cingulada anterior, un área que ha sido relacionada con la orientación ideológica de las personas.
Neuroimagen sagital del cerebro humano mostrando en color amarillo la circunvolución cingulada anterior, un área que ha sido relacionada con la orientación ideológica de las personas. / Geoff B Hall
Otros trabajos han mostrado que las reacciones fisiológicas que muestran las personas ante imágenes amenazantes o sonidos repentinos de alta intensidad pueden relacionarse también con sus posiciones ideológicas.
 Concretamente, las personas que reaccionan con mayor sensibilidad ante ese tipo de estímulos, medida su sensibilidad por los cambios en la conductancia eléctrica de su piel o por la fuerza de su parpadeo, suelen ser también personas más favorables a legalizar la posesión de armas o la pena de muerte que aquellas otras personas que presentan menos sensibilidad de ese tipo.
La influencia de las hormonas sobre la ideología y las actitudes políticas también ha merecido estudios. En ellos no podía faltar la popularísima oxitocina, hormona segregada en el hipotálamo cerebral y considerada promotora de la empatía y de los lazos afectivos entre las personas. Curiosamente, o consecuentemente, según se mire, un estudio mostró que las inhalaciones nasales de esa hormona hicieron que un grupo de ciudadanos holandeses respondieran más favorablemente a sus compatriotas holandeses que a ciudadanos extranjeros.
 Otro trabajo ha mostrado también que la inhalación de oxitocina es capaz de promover la tendencia a defender a los tuyos, el llamado altruismo parroquial, manifestado por el aumento de la confianza y la cooperación con los de tu grupo sin que aumente al mismo tiempo la desconfianza o el odio hacia las personas de otros grupos.
En situaciones de conflicto, las personas políticamente liberales presentan más actividad que las políticamente conservadoras en la circunvolución cingulada anterior
Hay también una observación curiosa que indica que las personas con altos niveles de cortisol (la hormona del estrés) son menos proclives a ir a votar que las que tienen niveles más bajos en sangre de esa hormona.
 Según estos datos, el estrés podría ser un factor que disminuye la participación de los ciudadanos en las elecciones.
Ni que decir tiene que determinados acontecimientos sociales, especialmente los de carácter traumático, pueden producir movilizaciones importantes, aunque no siempre permanentes, en la orientación ideológica de las personas.
 Así ocurrió en quienes vivieron de cerca el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York, o también, como comprobamos en la primera vuelta de sus recientes elecciones, en muchos franceses, tras los recientes asesinatos de París, pues ambos colectivos se han desviado hacia posiciones conservadoras.
Todos los estudios mencionados requieren réplicas y confirmación, pues son todavía escasos y parciales, pero si aceptamos que factores como la actividad cerebral, las hormonas, los neurotransmisores u otras sustancias biológicas pueden condicionar nuestra orientación ideológica, debemos preguntarnos quién determina a su vez las diferencias individuales en esos factores, y eso nos lleva directamente a los genes, es decir, a la herencia biológica recibida de nuestros progenitores, como posible condicionante ideológico.
 El interés por este factor se remonta a 1986, cuando el equipo del genetista australiano Nicholas Martín publicó un trabajo sugiriendo que los genes podrían influenciar las actitudes de las personas en cuestiones como el aborto, la inmigración, la pena de muerte o el pacifismo.
Ese estudio puso de manifiesto que los gemelos idénticos, los que comparten el 100% de sus genes, tenían opiniones políticas similares con más frecuencia que los gemelos fraternales que solo comparten el 50% de ellos.
Como los gemelos suelen crecer en el mismo ambiente familiar, los genes podrían ser entonces quienes marcan la diferencia entre ambos tipos de gemelos.
Entre los posibles factores está la reactividad emocional, es decir, a la fuerza y el enfado de naturaleza congénita con que las personas respondemos a la contrariedad o la frustración ya desde muy niños
Aunque estos resultados han recibido confirmación en diferentes trabajos realizados más recientemente en los Estados Unidos por investigadores del campo como John Hibbing, John Alford o Peter Hatemi, incluso con verificaciones en hermanos gemelos de diferentes países, los resultados han sido muy criticados, especialmente por las dificultades para poder controlar en los estudios los factores que, además de los genes, pueden determinar las posiciones ideológicas de las personas.
 Se ha dicho, por ejemplo, que los padres suelen tratar más del mismo modo a los gemelos idénticos que a los no idénticos, o que los primeros suelen tener más amigos comunes y por eso acaban teniendo la misma ideología.
 Esas posibilidades, entre otras, restan valor a la conclusión que nos lleva a los genes como determinantes ideológicos. No obstante, ni que decir tiene que una interesante oportunidad en este campo es la que nos puede brindar la moderna ciencia epigenética, cuyo cometido al efecto será determinar cómo los factores ambientales incluidos en la educación pueden hacer que se expresen o no los genes capaces de afectar a la orientación ideológica de las personas.
En definitiva, aun aceptando la prioridad de la educación, los datos disponibles nos hacen creer que hay factores biológicos que predisponen en alguna medida las orientaciones ideológicas de las personas.
 De entre esos posibles factores quien escribe se apunta a la reactividad emocional, es decir, a la fuerza y el enfado de naturaleza congénita con que las personas respondemos a la contrariedad o la frustración ya desde muy niños
. Esa reactividad es como un cañón cuyo calibre heredamos, pero es la educación que recibimos quien determina, según la misma metáfora, hacia dónde apunta y cuándo dispara ese cañón que traemos con nosotros al nacer.

Ignacio Morgado Bernal es catedrático de Psicobiología en el Instituto de Neurociencia y la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Barcelona. Autor de Emociones e inteligencia social: las claves para una alianza entre los sentimientos y la razón (Barcelona, Ariel, 2007 y 2011).
(1). A quienes deseen conocer con precisión el significado del término liberal les recomiendo encarecidamente la lectura de la obra Tres ensayos liberales, del abogado y periodista vasco José María Ruiz Soroa, colaborador de este diario.

 

15 dic 2015

Las tres veces que Leonardo DiCaprio burló a la muerte

El actor ha revelado en una revista que fue atacado por un tiburón, falló el motor de un avión y el día que no abrió su paracaídas.

Leonardo DiCaprio en el estreno de 'The Revenant'
Leonardo DiCaprio en el estreno de 'The Revenant' el pasado domingo. / Vianney Le Caer/Invision/AP

A Leonardo DiCaprio aún le quedan un par de vidas más.
 El cinco veces nominado al Oscar ha revelado a la revista Wired las tres ocasiones en las que ha estado a punto de morir.
“Mis amigos me han nombrado la persona con la que menos desean hacer aventuras extremas porque siempre parezco estar muy cerca de ser parte de un desastre”, dice a la edición de enero de la publicación.
“Si los gatos tienen siete vidas, yo creo que he usado unas cuantas”.
Según cuenta el actor, la primera vez que puso su vida en peligro fue en 2006 mientras buceaba en Sudáfrica
. Al parecer, un tiburón blanco saltó dentro de la jaula del actor. “La mitad de su cuerpo estaba dentro. El tiburón trató de morderme y estaba a un brazo de distancia de mi cabeza”.
Sin embargo, es su segunda experiencia la que más lo ha aterrorizado
. Ocurrió mientras estaba a bordo de un vuelo rumbo a Rusia.
 “Estaba en clase ejecutiva, y un motor explotó frente a mis ojos.
 Esto sucedió justo después de que Sully Sullenberger —reconocido piloto de avión— lograra aterrizar en el río Hudson.
 Estaba sentado ahí mirando el ala, y el ala entera explotó en una bola de fuego.
 Era el único que lo estaba viendo en ese momento.
 Fue una locura.
 Apagaron todos los motores por varios minutos, no se escuchaba ningún sonido, y nadie en el avión decía absolutamente nada.
 Fue una experiencia muy surrealista. Volvieron a encender los motores y aterrizamos de emergencia en el JFK [Nueva York]”.
Fotograma de Leonardo DiCaprio en la película 'The Revenant'.
Fotograma de Leonardo DiCaprio en la película 'The Revenant'. / AP
Años más tarde, el actor se volvió a enfrentar a la muerte mientras realizaba un lanzamiento en paracaídas. “Tiramos del primer paracaídas. Estaba enredado.
 El caballero con el que estaba lo cortó. Ni siquiera pensé en el paracaídas extra, así que pensé que estábamos cayendo en picado a nuestra muerte”, asegura.
“Tiramos del segundo y ese también estaba enredado”, narra el actor. DiCaprio recuerda que cuando finalmente se abrió, el sujeto con el que realizaba el salto le dijo que se preparara, porque a la velocidad que estaban descendiendo, probablemente se fracturarían las piernas
. Sin embargo, eso no sucedió.
Aunque durante el rodaje de su última The Revenant no sufrió ningún peligro, el intérprete asegura que fue una experiencia muy difícil, debido a las bajas temperaturas en las que tuvo que rodar.
 “Lo más duro para mí fue entrar y salir de ríos congelados.
 Porque tenía una piel de alce y una de oso que pesaban como 50 kilos cuando se mojaban.
Y cada día era un reto no contraer hipotermia”, revela
. Lo suyo parece una vida de película.