Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

4 nov 2015

Salvar al plátano de Canarias..................................................................... J. M. Mulet

Canarias era desde siempre el proveedor de la Península, hasta que en los años noventa entró con fuerza el banano de Latinoamérica.

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Ana Domínguez

El plátano es generador de empleo en Canarias y una de las principales fuentes de potasio de nuestra dieta, por eso los tenistas suelen ingerirlo en los descansos de los partidos largos, ya que los calambres se producen por falta de este elemento.
 En nuestro imaginario tenemos establecido que el plátano más bueno, el de Canarias, es el de las manchas negras, carne amarilla y sabor dulce inconfundible…, y eso se lo debemos a una inteligente campaña de publicidad, porque el plátano de Canarias estuvo a punto de desaparecer.
Canarias era desde siempre el principal proveedor de plátanos de la Península, hasta que en los años noventa entra con fuerza el banano de Latinoamérica, grande, de color blanco y piel inmaculada
. De repente, la gente deja de consumir plátano canario y se vuelca con la novedad, que era muy bonita y sin manchas.
Cunde el pánico en el sector. Primera solución: vamos a hacer los plátanos como nuestros competidores
. Muchos cultivadores arrancan sus plantas y las sustituyen por otras importadas de Costa Rica.
La solución fracasa. Seguían teniendo manchas. El problema es que en los otros países solo dedican a la exportación menos del 30% de los plátanos; el resto, que están igual de manchados que los canarios, los tiran
. Si aun así consiguen un precio competitivo es debido a las penosas condiciones laborales de los recolectores de fruta.
 Está claro que en Canarias el cultivo nunca sería rentable tirando el 70% de la cosecha.
Una decisión fundamental fue crear una marca que englobó a todos
Bueno, pues cambiamos la estrategia.
Y aquí es cuando se toman dos decisiones fundamentales. Primera: vamos a hacer una marca que englobe a todos, Plátano de Canarias.
 Segunda: hagamos del defecto virtud, centremos la campaña en que lo bueno es que tenga manchas y que la gente lo asocie con mayor calidad. ¿Se acuerdan del anuncio del niño pintando un plátano y llenándolo de manchas?
Solo hacía falta una cara famosa
. En aquella época, un cocinero estaba reventando los índices de audiencia
. Pues a por él. Hicieron falta tres viajes para que los recibiera.
 Le comentaron la campaña, el interés. Su respuesta fue: “Si queréis que lo haga, o esto, o nada”, y la cantidad sobrepasaba con creces el presupuesto.
 La contestación fue: “Pues nada”.
 Esto encendió la testosterona del afamado cocinero y dijo: “¿Ah, sí? Pues mira, la haré por nada”.
 Y nunca cobró por hacer la campaña, esa que consiguió que todos asociáramos los plátanos pequeños y con manchas con mejor calidad y sabor, y gracias a eso continúan en el supermercado, el sector se salvó y sigue dando trabajo y plátanos de calidad
. Por cierto, las manchas no tienen ningún efecto sobre el sabor, lo más decisivo es que, a diferencia del importado, el plátano pasa más tiempo en la planta y acumula más azúcares y color
. Veremos si algún día hacemos algo igual para la naranja de Valencia antes de que todos siembren caquis.
elpaissemanal@elpais.com

 

Punto para Iglesias............................................................................. Ricardo de Querol


Pablo Iglesias en 'El hormiguero'

No siempre se tiene un buen día. Pablo Iglesias, que había sido un fenómeno televisivo en sus inicios con Podemos, había estado flojo hace dos semanas en su cara a cara con Albert Rivera en Salvados (La Sexta), en el que mostró menos energía que el líder de Ciudadanos, figura en alza estos días. Iglesias llegó entonces admitiendo que estaba muy cansado, para lo que tiene motivos, pero algo que hará pensar a sus potenciales votantes: pues imagina que llegas a presidente.
El martes en El hormiguero (Antena 3), el líder de Podemos se desquitó
. Estuvo más firme en sus planteamientos, aunque fueran los ya conocidos, y sobre todo se le vio relajado y a la vez atento a todo, con más chispa, rápido en las repuestas y riendo las bromas de Pablo Motos y sus muñecos Trancas y Barrancas.

Motos le apretó con cómo va a financiar todo lo que promete, le advirtió que alguien que gana 3.000 euros al mes no es un rico, que las grandes fortunas se irán si las penaliza como dice, que los bares contratarán menos camareros si sube el salario mínimo.
 Iglesias empezó recuperando el discurso de la indignación que le hizo conectar con el 15M, denunció que el presidente de Iberdrola gane 3.000 euros pero a la hora, y diferenció extrañamente entre emprendedores y empresarios.
 Pese a todo mantuvo el tono amable y hasta dijo a Motos: "No sé si ganas mucho o poco". Sí debía saberlo, porque Motos es de los profesionales mejor pagados de la televisión.
 Insistió en argumentos que le hemos oído mucho, como ese de que la gente irá más a los bares cuando suban los salarios de los camareros.
 Tampoco es que eso sea un plan económico indiscutible, pero lo defendió sin pasar apuros.
Según avanzaba el programa se le veía más suelto. Se partió de risa con el falso informativo sobre la fusión de Ciudademos. Igual que Soraya Sáenz de Santamaría tuvo que bailar como concesión al show, él cantó a la guitarra (con buena entonación y correctos acordes) un tema del gran Javier Krahe:
'Dónde se habrá metido esta mujer', con un sarcástico mensaje feminista.
Luego le dieron unas tijeras para podar un árbol de palabras ("¡podemos!"), y cortó la monarquía y el concordato pero no los toros
. Esquivó las preguntas sobre su vida privada ("pasopalabra") y se extendió con su afición a Juego de tronos: su personaje favorito es Tyrion Lannister, inteligente, enamoradizo y un poco golfo.
Salió airoso del examen del prime time detrás de la Liga de Campeones, lo que le dio una masiva audiencia:
El hormiguero batió el récord histórico de cuota de pantalla del programa, con un 21,7% de share y 3,8 millones de espectadores.
 Si Iglesias seguía anoche cansado lo disimuló bien.
 Se resarció de un mal día con otro más brillante, pero esta vez no tenía a un rival directo enfrente. Albert Rivera tendrá su turno en el espacio de Motos en las próximas semanas.
 Punto para Iglesias anoche. Quedan muchos por jugar en los platós.

“Cuando el ego te crece y te crees la bomba, las cosas te ponen en tu sitio”.............................. Juan Cruz

Creador de diseños decisivos, anunció que estaba en la ruina. Aquí detalla la situación.

 

Javier Mariscal durante la entrevista en Madrid. / Samuel Sánchez

El nombre de Javier Mariscal (Valencia, 1950) está unido al esplendor de España.
 Creador de diseños que marcaron una época, anunció que estaba en la ruina y utilizó una metáfora (“mantero”) para describir su estado.
 Aquí detalla la verdadera situación: “Me he arruinado, sí, como muchos de esta profesión”. Hablamos el pasado viernes; hacía sol y él estaba feliz ante los ventanales del Círculo de Bellas Artes. “Me encanta Madrid; he venido desde Atocha, caminando, y es una maravilla.
 El día de hoy es un canto a la vida”.
Pregunta. ¿Qué escucha en la calle?
Respuesta. ¿En Barcelona? El otro día me desperté con un pequeño terremoto.
 ¡Decidieron que se instalaba la República y por la noche hubo un pequeño terremoto! Luego di muchas vueltas y vi que nadie estaba preocupado por eso
. Barcelona tiene una vida impresionante, la sociedad civil funciona muy bien, todo está lleno de gente, todos hacen cola, todos pagan, aplauden…
P. Dice que no escuchaba nada en la calle sobre la República…

R. Creo que todos los medios están sobrevalorando lo ocurrido.
 La gente no está toda histérica gritando: “¡Esto va a ser un desastre!” o “Qué bien, ya tenemos República”
. La gran mayoría se da cuenta de que es ciencia-ficción, que hay unas leyes que no te puedes saltar. Y algo de sentido común: vivimos en un país que es una maravilla, bien organizado, el clima nos favorece, tiene cosas muy positivas. Claro que las hay también negativas.
P. Le pasan cosas negativas…
R. Le digo a un periodista que me van mal las cosas y hago una especie de metáfora japonesa diciendo que estoy de mantero, una frase completamente poética, y la gente se lo toma en serio.
 Pero, al tiempo, veo muchas reacciones: gente que dice que mi trabajo es horroroso y gente que opina todo lo contrario o me muestra su cariño. ¡Me parece genial!
P. ¿Cómo llega a la metáfora?
R. Uso metáforas. ¡Mira Madrid! ¡Dicen que no hay mar! ¡¿Y ese cielo qué es?! Esas nubes blancas, tan bien dibujadas …
P. Sigue siendo usted un adolescente…
R. ¡No! Yo soy un señor mayor, soy abuelo y estoy encantado de haber cumplido años.
Javier Mariscal, en Madrid, el pasado viernes. / Samuel Sánchez
P. ¿Cuál es la realidad sin metáforas?
R. Es una realidad que muchos pasamos, profesionales que hemos trabajado de freelancers, que tenemos tiendecitas a las que viene la gente con un problema y se lo resolvemos. Fotógrafos, diseñadores, arquitectos, ingenieros…
Y, de repente, en el mercado de lo que se llama cultura, diseño, artes visuales, no sólo ha habido un bajón: ha habido un corte en seco.
 No hay trabajo. Fue muy repentino y muy duro.
P. Y a usted lo arruinó.
R. En mi caso no supe reaccionar.
 Tenía un transatlántico y no es lo mismo que frenar una bicicleta
. No lo supe gestionar bien y me arruiné mucho.
 Formábamos un grupo muy agradable que era como una familia.
Romper y tener que decir “nos vamos a la calle” me produjo un dolor tremendo. Me encanta el estudio.
 Creé un jardín. ¡Podría ser jardinero; he sido taxista, he fregado platos!
Igual cambio de profesión, pero a mí me gusta mucho dibujar
P. ¿Cuál es la situación ahora?
R. Reinventarte.
 Hay una ducha de humildad que me va muy bien; cuando el ego te crece mucho y te crees que eres la bomba, las cosas te ponen en tu sitio.
 Ahora la cosa es que te tienes que buscar la vida fuera. Igual cambio de profesión, pero a mí me gusta mucho dibujar.
P. ¿Qué proyectos tiene en este momento?
R. Estoy con varios libros; uno es gráfico y otro de texto
. También estoy haciendo aplicaciones para móviles, postales animadas mías. Voy a América a dar conferencias, gracias a Dios.
P. ¿La palabra ruina no es una palabra muy grande?
R. Normalmente, no está bien decirlo; la gente arruinada no te lo cuenta porque parece que estás apestado socialmente; los clientes no van a buscar a alguien al que le van mal las cosas.
 También hay otros como yo, que no me he cortado nada al decir que, como muchos de mi profesión, ¡pero muchos!, me he arruinado, lo he hecho mal y lo asumo.
 No es que diga que me han gestionado mal o que los bancos se han portado mal conmigo. No. Yo soy responsable de este estudio y la responsabilidad de lo que ha pasado es mía.
Ahora se ha democratizado mucho el diseño, gracias a Dios
P. Usted fue metáfora del resplandor de este país. ¿Lo que le ha pasado es también metáfora de este país?
R. Creo que no, porque no todo el mundo tenía estudios tan grandes
. Nosotros vivimos los ochenta y pudimos montar estudios así.
 Ahora se ha democratizado mucho el diseño, gracias a Dios; decían que sería una ruina que todo el mundo pudiera hacer diseño.
¡Y hoy cualquier niño de 14 años más o menos espabilado al que le guste la gráfica te hace un logo! ¡Y qué bien!
P. Decía Mark Twain, ante un artículo falso sobre él, que la noticia de su muerte era prematura. ¿Es prematura la noticia de que ya no va a seguir en activo?
R. ¡Claro que sí!
 Y pienso encontrar la solución bastante rápido y pagar todas mis deudas.
 Con esto de la crisis y la ruina yo valoro muchísimo más lo que es ser millonario.
Yo soy millonario de la cantidad de cariño, de amor, de buen rollo que hay a mi alrededor, que recibí y sigo recibiendo.
 Soy millonario, tío.

Ahí está, resucitado sin impostura: Corto Maltés.........................................................Carlos Boyero

Díaz Canales y Pellejero han logrado que los incondicionales no nos sintamos estafados ni decepcionados.

 

Ilustración de 'Bajo el sol de medianoche', de los autores Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero.

Con determinadas personas, sé que la complicidad en amores literarios, e incluso la forma de moverse por la vida, va a ser notable, si nos recitamos con agradecida memoria el comienzo de Historia de dos ciudades (ya saben: “Era el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos…”).
 Y en épocas de demasiadas nieblas internas y externas inevitablemente acude a mi cabeza el maravilloso arranque de Moby Dick.
 A mí me sirve de refugio y de consuelo, aunque sea persona de tierra y no de mar, aunque jamás vaya a ser testigo del eterno y salvaje duelo entre el tullido capitán Ahab y la grandiosa ballena blanca, el arranque de esa novela tan enigmática como genial.
¿Quién puede resistirse a seguir leyendo con embeleso un libro que empieza así?
 “Llamadme Ismael. Hace unos años, teniendo poco o ningún dinero en el bolsillo, y nada concreto que me interesara en tierra, decidí que me iría a navegar un poco por ahí, para ver la parte marítima del mundo.
 Es mi forma de echar fuera la melancolía y arreglar la circulación.
 Cada vez que me sorprendo con un gesto triste en la boca, cada vez que se instala en mi alma un nuevo noviembre húmedo y lluvioso, cada vez que me descubro parándome sin querer ante las tiendas de ataúdes y, sobre todo, cada vez que la hipocondría me asalta de tal modo que hace falta un firme principio moral para impedirme salir a la calle con toda deliberación para arrancar de un golpe el sombrero de los transeúntes, sé que ha llegado la hora de embarcarme cuanto antes.
Es mi sustituto de la pistola y la bala”. Bendito seas, Melville, por comprender no solo al existencialista aventurero Ismael, sino también a todos los Bartlebys que permanecemos en tierra, que preferimos (o no podemos, o no queremos) no hacer nada.
Ilustración de Bajo el sol de medianoche, de Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero.
Y no solo envidiamos la determinación de Ismael.
 Aquel fulano con gorra marinera, gesto hierático, pendiente de bucanero (no de moderno) en la oreja y un cigarro en la boca, hijo de un marinero de Cornualles y de una gitana de Gibraltar, llamado Corto Maltés, nació en formato de cómic, pero su espíritu y sus inolvidables paseos por las geografías más exóticas y peligrosas también hubieran sido acogidos con fervor por el gran cine y la literatura de primera clase.
Habiendo sido voraz lector de tebeos elementales en la infancia, me alejé progresivamente de ellos cuando en mi adolescencia descubrí que se llamaban cómics y su trascendencia intelectual era enorme.
 Y sin poseer referencias, en la primera aventura de Corto Maltés, titulada La batalla del Mar Salado, escrita y dibujada por un tal Hugo Pratt, leí en la contraportada de qué iban su aromático argumento y su legendario protagonista.
 Decía esto: “¿Quién es Corto Maltés, quién es Hugo Pratt? Se confunden y entremezclan ambos en su actitud ante la vida. Corto no es un justiciero.
 Hugo no es un moralista. Hugo y Corto son aventureros.
 Testigos, casi siempre indiferentes, a menos que se ofrezcan a su vista los ojos de un niño, de una mujer angustiada, de un hombre acorralado”.
 Era una descripción tan lírica como exacta.
 Y, cómo no, mi enamoramiento de ese universo complejo, de ese escéptico y nada exhibicionista paladín de tantos perdedores, de la capacidad de ensoñación que te ofrecían esas historias, esos diálogos, esas viñetas que suponían una cumbre de la línea clara fue inmediata.
Corto Maltés nació como un cómic, pero su espíritu también hubiera sido acogido con fervor por el gran cine y la literatura
Y un día, hace 20 años, a Hugo Pratt se le acabó el tiempo que le había sido concedido en la tierra.
Y que, al parecer, lo vivió intensamente.
 Pero desde 1987 ya no poseíamos nuevas y ansiadas noticias de Corto Maltés.
 Y siempre da un poco de miedo que otra gente resucite a personajes que amamos
. Admirando a John Banville y a su heterónimo Benjamin Black, me puse nervioso cuando me enteré de que iba a desenterrar a Philip Marlowe en La rubia de ojos negros.
 Me decía: dejad tranquilos a los muertos ilustres. Marlowe solo pertenece a su creador, al extraordinario Raymond Chandler.
 Y ya sé que este nunca debió de casar al secretamente romántico, cáustico y legal detective, como hizo en su última y escasamente memorable novela Playback, que los amantes de su escritura nos hubiéramos quedado más agradecidos con los largos adioses, aunque todo fuera triste, solitario, final. Y Benjamin Black, además de haberse empapado de las esencias de Chandler, hizo un trabajo muy bueno reviviendo al defensor de tanta causa perdida, a ese tío que se permite ser más chulo que un ocho con los poderosos, entre otras cosas porque tiene muy claro que pueden derrotarle o cargárselo, pero jamás comprarle ni corromperle.
Y no sé si la resurrección de Corto Maltés solo obedece a las comprensibles razones crematísticas de las editoriales (aún no he leído, y dudo que lo haga, la continuación de las siempre turbias movidas a las que tiene que sobrevivir esa punk acosada y feroz llamada Lisbeth Salander, que no pudo llegar a narrar su difunto y meritorio inventor Stieg Larsson), pero el guionista Juan Díaz Canales y el ilustrador Rubén Pellejero han conseguido en Bajo el sol de medianoche que los incondicionales de Corto Maltés no nos sintamos estafados ni decepcionados, que reconozcamos con enorme gratitud el apasionante mundo de nuestro héroe
. En el Ártico, en Yukon, en Alaska, pasando un frío de cojones porque recibió una carta de su viejo amigo Jack London, sabiendo este que el alcohol, la morfina o simplemente la desesperación van a acelerar su suicidio, rogándole que encuentre y proteja a una perseguida mujer que amó mucho tiempo atrás y cuyo recuerdo perduró en él. Espero anhelante más entregas de Corto Maltés.
 Y ojalá que sobreviva, que llegue a viejo si a él y a la espléndida pareja que sigue sus aventureros pasos les apetece.
Ilustración de 'Bajo el sol de medianoche', de Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero.
Corto Maltés. Bajo el sol de medianoche. Juan Díaz Canales y Rubén Pellejero. Norma Editorial. Barcelona, 2015. 96 páginas. 19,50 euros.