Canarias era desde siempre el proveedor de la Península, hasta que en los años noventa entró con fuerza el banano de Latinoamérica.
El plátano es generador de empleo en Canarias y una de las
principales fuentes de potasio de nuestra dieta, por eso los tenistas
suelen ingerirlo en los descansos de los partidos largos, ya que los
calambres se producen por falta de este elemento.
En nuestro imaginario tenemos establecido que el plátano más bueno, el de Canarias, es el de las manchas negras, carne amarilla y sabor dulce inconfundible…, y eso se lo debemos a una inteligente campaña de publicidad, porque el plátano de Canarias estuvo a punto de desaparecer.
Canarias era desde siempre el principal proveedor de plátanos de la Península, hasta que en los años noventa entra con fuerza el banano de Latinoamérica, grande, de color blanco y piel inmaculada
. De repente, la gente deja de consumir plátano canario y se vuelca con la novedad, que era muy bonita y sin manchas.
Cunde el pánico en el sector. Primera solución: vamos a hacer los plátanos como nuestros competidores
. Muchos cultivadores arrancan sus plantas y las sustituyen por otras importadas de Costa Rica.
La solución fracasa. Seguían teniendo manchas. El problema es que en los otros países solo dedican a la exportación menos del 30% de los plátanos; el resto, que están igual de manchados que los canarios, los tiran
. Si aun así consiguen un precio competitivo es debido a las penosas condiciones laborales de los recolectores de fruta.
Está claro que en Canarias el cultivo nunca sería rentable tirando el 70% de la cosecha.
Bueno, pues cambiamos la estrategia.
Y aquí es cuando se toman dos decisiones fundamentales. Primera: vamos a hacer una marca que englobe a todos, Plátano de Canarias.
Segunda: hagamos del defecto virtud, centremos la campaña en que lo bueno es que tenga manchas y que la gente lo asocie con mayor calidad. ¿Se acuerdan del anuncio del niño pintando un plátano y llenándolo de manchas?
Solo hacía falta una cara famosa
. En aquella época, un cocinero estaba reventando los índices de audiencia
. Pues a por él. Hicieron falta tres viajes para que los recibiera.
Le comentaron la campaña, el interés. Su respuesta fue: “Si queréis que lo haga, o esto, o nada”, y la cantidad sobrepasaba con creces el presupuesto.
La contestación fue: “Pues nada”.
Esto encendió la testosterona del afamado cocinero y dijo: “¿Ah, sí? Pues mira, la haré por nada”.
Y nunca cobró por hacer la campaña, esa que consiguió que todos asociáramos los plátanos pequeños y con manchas con mejor calidad y sabor, y gracias a eso continúan en el supermercado, el sector se salvó y sigue dando trabajo y plátanos de calidad
. Por cierto, las manchas no tienen ningún efecto sobre el sabor, lo más decisivo es que, a diferencia del importado, el plátano pasa más tiempo en la planta y acumula más azúcares y color
. Veremos si algún día hacemos algo igual para la naranja de Valencia antes de que todos siembren caquis.
elpaissemanal@elpais.com
En nuestro imaginario tenemos establecido que el plátano más bueno, el de Canarias, es el de las manchas negras, carne amarilla y sabor dulce inconfundible…, y eso se lo debemos a una inteligente campaña de publicidad, porque el plátano de Canarias estuvo a punto de desaparecer.
Canarias era desde siempre el principal proveedor de plátanos de la Península, hasta que en los años noventa entra con fuerza el banano de Latinoamérica, grande, de color blanco y piel inmaculada
. De repente, la gente deja de consumir plátano canario y se vuelca con la novedad, que era muy bonita y sin manchas.
Cunde el pánico en el sector. Primera solución: vamos a hacer los plátanos como nuestros competidores
. Muchos cultivadores arrancan sus plantas y las sustituyen por otras importadas de Costa Rica.
La solución fracasa. Seguían teniendo manchas. El problema es que en los otros países solo dedican a la exportación menos del 30% de los plátanos; el resto, que están igual de manchados que los canarios, los tiran
. Si aun así consiguen un precio competitivo es debido a las penosas condiciones laborales de los recolectores de fruta.
Está claro que en Canarias el cultivo nunca sería rentable tirando el 70% de la cosecha.
Bueno, pues cambiamos la estrategia.
Y aquí es cuando se toman dos decisiones fundamentales. Primera: vamos a hacer una marca que englobe a todos, Plátano de Canarias.
Segunda: hagamos del defecto virtud, centremos la campaña en que lo bueno es que tenga manchas y que la gente lo asocie con mayor calidad. ¿Se acuerdan del anuncio del niño pintando un plátano y llenándolo de manchas?
Solo hacía falta una cara famosa
. En aquella época, un cocinero estaba reventando los índices de audiencia
. Pues a por él. Hicieron falta tres viajes para que los recibiera.
Le comentaron la campaña, el interés. Su respuesta fue: “Si queréis que lo haga, o esto, o nada”, y la cantidad sobrepasaba con creces el presupuesto.
La contestación fue: “Pues nada”.
Esto encendió la testosterona del afamado cocinero y dijo: “¿Ah, sí? Pues mira, la haré por nada”.
Y nunca cobró por hacer la campaña, esa que consiguió que todos asociáramos los plátanos pequeños y con manchas con mejor calidad y sabor, y gracias a eso continúan en el supermercado, el sector se salvó y sigue dando trabajo y plátanos de calidad
. Por cierto, las manchas no tienen ningún efecto sobre el sabor, lo más decisivo es que, a diferencia del importado, el plátano pasa más tiempo en la planta y acumula más azúcares y color
. Veremos si algún día hacemos algo igual para la naranja de Valencia antes de que todos siembren caquis.
elpaissemanal@elpais.com