Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

8 mar 2015

La sociedad ‘offshore’....................................................................... Boris Izaguirre

Maradona es el primer astro del fútbol en dar el definitivo paso por la renovación facial. La suya aún no ha sido tan criticada como la de Renée Zellweger.

Maradona, en su aparición en televisión el pasado 1 de marzo. / REUTERS

Hay que reconocerle al presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, el hacer popular o poner muy de moda un nuevo termino en inglés. González, quiera o no, estará siempre asociado a la palabra offshore por las presuntas irregularidades de un ático en la Costa del Sol propiedad de Costa Investor, una sociedad offshoresin dueño.
Literalmente, offshore podría traducirse fuera (off) de la orilla, que es lo que significa shore.
 No indica marginalidad o desvarío sino más bien alejamiento de la frontera, del límite. Un paraíso. Las sociedades offshore están pues alejadas de las leyes que rigen en tierra firme.
Y eso deja a González en la costa pero no en la orilla.
El inglés, que es uno de los dolores de cabeza recurrentes de bastantes españoles, es un idioma caprichoso y muchas cosas son offshore, como por ejemplo las lanchas fuera borda que también gustan por aquello de la afición al riesgo pero con lo del ático marbellí del presidente madrileño es como si se hubiera adelantado el verano y tuviéramos un vocablo con el cual divertirnos desde ahora. “Te siento un poco offshore, cariño”, escuché decir en una conversación esta semana a una pareja porque uno de ellos tenía un aspecto un tanto ausente.
 González, que es un viejo zorro político, pese a su aspecto jovial, sabía que debido a este escándalo costero tenía algo de lo que los otros candidatos a su puesto carecían: un eslogan firme con el que podría haberse mantenido a flote, y que podría haber sido “Ignacio, tu candidato offshore”.
Usar términos en inglés más que una tendencia es una tradición muy popular.
 Así como la corrupción es un sistema que acerca e iguala a los españoles con los sudamericanos, el adjudicar mayor autoridad, respeto, incluso esplendor, a los asuntos denominados en inglés se ha vuelto un signo de identidad para muchos políticos que traducen o interpretan así las nociones de neoliberalismo que han pillado por allí.
 Y que también demuestra que no es tan cierto que nuestros representantes no saben hablar inglés
. Si saben, saben el suficiente como para nombrar empresas, entender finanzas y moverse de un paraíso a otro.
 Por ejemplo, esa sociedad que circunda todo este culebrón del ático marbellí, Coast Investors, no puede ser más española en su esencia.
Ya han dicho otros usuarios del inglés que lo correcto sería Coastal Investors y que suena medio raro eso de ser inversor de costa.
Como hay moros en la costa no va ser fácil determinar quién esta detrás, o dentro, de Coast Investors. Otro motivo para nombrar tus empresas en lengua extranjera: que nadie se entere, siguiendo ese hábito de las clases pudientes sudamericanas de hablar en inglés, off the record, cuando el servicio está cerca.
Mucho más sencillo ha sido recuperar el vestido cubierto de perlas que la actriz Lupita Nyong’o vistió en los Oscar. Lupita lució la creación de Calvin Klein como si fuera de plumas aunque pesaba varios kilos por las perlas y la casa diseñadora se encargó de anunciar que costaba miles de dólares. Para cualquier inversor costero el traje era como un billete de lotería premiado en movimiento
. Lupita se cambió en su hotel y dejó la puerta abierta, fue la oportunidad que el ladrón vio para robarlo. Solo que es muy complicado andar con un vestido que todo el mundo retuiteó por sus redes sociales. El ladrón prefirió quitar media docena de perlas de las muchas en el vestido y dejarlo escondido en una bolsa de basura y trató de empeñarlas pero descubrió que ni de lejos tenían el valor que proclamaba el diseñador.
 Decepcionado, decidio devolverlo. O sea que la firma exageró el valor del traje. ¿Qué está pasando, señor? ¿Por qué es tan difícil saber la verdad?
Sabemos que tanto Antena 3 como Telecinco y la película Pretty woman cumplen 25 años.
Todo encaja. Pretty woman es la película más retransmitida en España, siempre récord de audiencia. ¿Qué puede haber en esa película que nos emocione o identifique tanto? Seguramente que anhelamos conocer a un inversor como Richard Gere que nos cambie la vida, en cualquier orilla.
 Que aunque te hayas prostituido un poco, alguien se apiadará de ti, te convertirá en una esposa amada y elegante. Y te instalará en un ático a nombre de una sociedad offshore.
También en 1990, Diego Maradona escandalizó al mundo apareciendo descompuesto y en calzoncillos en un apartamento alejado de cualquier orilla segura
. Ahora, Maradona decidió someterse a una operación de cirugía plástica que aún no ha sido tan criticada como la de Renée Zellweger, pero se anuncia igual de influyente: es el primer astro del fútbol en dar este definitivo paso por la renovación facial.
 Aunque Maradona nunca dispuso de una belleza como la de ellas, también intentó disimular el lifting y coloreó sus labios de rojo para hablar del deporte en un programa de la televisión venezolana. Habrá quien tema que algo así se reproduzca en nuestra programación deportiva.
 Que Butragueño o Hierro salgan así en una emisión de El día después. De momento Maradona volvió a ofrecernos un gol con ese aspecto eufórico de hace 25 años y además con un coqueto pendiente, quizás una de las perlitas extraídas del traje de Lupita. Pudimos ver que ha alcanzado esa edad en la que el lifting ya no es offside sino en propia meta.

 

Tiene dinero, es intolerable..........................................................Javier Marías

Estamos a dos centímetros de que lo que escandalice no sea dónde se guarde el dinero, sino que se lo posea.

Hará unos meses escribí una columna (“Siempre tarde y con olvido”) en la que señalaba cómo en poco tiempo los españoles habían pasado de ser enormemente comprensivos con la corrupción, y aun defensores de ella (“El que no trinque es tonto”, sería el resumen de lo que opinaba una considerable parte de la población), a no tolerar el menor aprovechamiento o desvío de dinero público o privado. Ese artículo tuvo escaso eco, que yo sepa, así que una de dos: o era soso e inane –culpa mía–, o a los españoles no les gusta que se les refresque la memoria, se les hagan notar sus múltiples contradicciones y su permanente chaqueteo, se les exponga su cinismo
. En una época en la que por culpa de Internet nada se borra y ya no hay que ir a las hemerotecas para saber lo que cada cual dijo en cada momento, España sigue obrando el milagro de que el pasado no exista, ni el más reciente.
Han transcurrido unas semanas y observo que ese puritanismo de boquilla y sobrevenido va a más.
 Por poner un ejemplo, el cobro de 425.000 euros por parte de Monedero, dirigente de Podemos, y su posterior puesta al día con Hacienda, han hecho correr ríos de tinta y saliva escandalizadas, sin que apenas nadie reparara en lo más turbio de ese asunto, a saber: que al parecer dicho político dispusiera de despacho en el Palacio de Hugo Chávez, un militar golpista (es decir, como Franco, Videla y Pinochet), y que percibiera una porción de esos emolumentos sirviendo a un régimen cuasi dictatorial.
No de todo el mundo se pueden aceptar encargos y retribuciones si se quiere luego presumir de ser “gente decente”. La cantidad es lo de menos.
Pero el paso de un extremo a otro se ha visto con aún más claridad al empezar a conocerse nombres de la llamada lista Falciani.
 De pronto parece que los españoles ya no entiendan nada ni sepan distinguir.
He visto a reporteros preguntarles a individuos, en tono acusatorio: “¿Tiene o ha tenido dinero en el extranjero?”, como si eso fuera un grave delito y hubiéramos vuelto –también en eso– al patrioterismo franquista.
 Resulta inverosímil que a estas alturas haya que explicar que es perfectamente legal y lícito tener dinero fuera de España, siempre y cuando las cuentas no sean ocultas, estén declaradas y se tribute al fisco lo que corresponda.
 Sobre todo si dichas cuentas se encuentran en países de la Unión Europea.
 Muchos compatriotas parecen no haberse enterado de que la UE (antes Comunidad Económica Europea) no es ya “el extranjero”, ni de que para lo primero que cayeron las fronteras de nuestras naciones fue para la libre circulación de capitales.
 Ustedes pueden guardar sus ahorros en Alemania, Francia o Gran Bretaña si se les antoja (y quizá hagan bien, dado que de España lo pueden a uno “exiliar” en cualquier instante, según se ha comprobado históricamente), con tanta legitimidad como si los conservaran en Madrid, Barcelona o Bilbao.
No de todo el mundo se pueden aceptar encargos y retribuciones si se quiere luego presumir de ser “gente decente”
Siempre que sea dinero ganado limpiamente, declarado y tributario a la Hacienda española, repito. Incluso tenerlo en Suiza (que no pertenece a la UE) es legítimo también, si se dan esas condiciones. No digamos en Irlanda, pese a que allí existan ventajas fiscales
. Enfurecerse porque alguien no mantenga todo su capital en España es como indignarse porque un madrileño lo deposite en Gerona, un catalán en San Sebastián o un andaluz en Santander.
A este paso acabaría estando mal visto que un señor de Tarazona ponga sus ahorros fuera de Tarazona, o una señora de Covarrubias fuera de Covarrubias.
 Una actitud semejante a la de muchos comerciantes de lugares que conozco, que lamentaban que el equipo de fútbol de la ciudad ascendiera a Primera, porque eso hacía que los hinchas se desplazaran a animar al equipo en sus visitas a clubs famosos y no gastaran en su propia localidad durante los fines de semana, sin apreciar que los aficionados de otros sitios también venían a su pequeña población cuando jugaban en ella esos clubs y sin duda gastaban más que los parroquianos habituales.
Y así, estamos a dos centímetros de que lo que empiece a escandalizar y soliviantar no sea ya dónde se guarde el dinero, sino que se lo posea.
“Hay que ver”, he leído u oído hace poco, “¡Fulano tiene en sus cuentas 300.000 euros!”, como si eso fuera un pecado, o como si el mero hecho de haberlos reunido lo hiciera sospechoso de haberlos malganado, o de haber estafado o robado
. ¿No habíamos quedado, hace cuatro días, en que enriquecerse era lo mejor que podía hacerse, y además sin escrúpulos, “pegando pelotazos”, cobrando comisiones, echando mano a la caja, tirando de tarjeta de empresa o valiéndose de un cargo para sacar tajada?
 Todo esto se ha aplaudido, y bien está que ya no sea así
. Pero no que de pronto se alce un clamor contra cualquiera más o menos adinerado, aunque haya hecho su fortuna sin explotar ni engañar ni sisar ni defraudar a nadie, honradamente y gracias a su talento o a su suerte o a su mucho esfuerzo, tanto da. Seguimos siendo un país analfabeto e histérico, si todavía hay que explicar semejantes obviedades.
Pero más vale insistir en ellas, pese a todo, antes de que se empiece a señalar con el dedo a ciudadanos íntegros y con fiereza se grite: “¡Está forrado, tiene dinero, es intolerable!”.
elpaissemanal@elpais.es

 

Confesiones de un telespectador de las noches del sábado.............................Juan Cruz

Esta fórmula ómnibus convoca en exceso asuntos, temas y personas, y dura en exceso.

Iñaki López, presentador de La Sexta Noche.

Desde hace mucho tiempo me acuesto tarde los sábados por la noche porque veo La Sexta Noche y Un Tiempo Nuevo. Confieso que esos dos programas ómnibus de La Sexta y de Telecinco ocupan desde las nueve y media de la noche del penúltimo día de la semana la actividad de mis ojos, de mis dedos y de mi intelecto.
No sé con qué efectos, lo confieso también, pero quiero decir honestamente qué sentí anoche y por qué me fui a la cama temprano.
Es una confesión de parte, no responde a una investigación como aquellas que hacía el gran Pedro Altares para explicar por qué no veía la televisión, o por qué le aburrían las repeticiones en la televisión.
 Es una confesión y es, también, una muestra de respeto hacia los profesionales que hacen ambos programas, pues tan solo pretendo transmitir un aviso individual: seguro que no hay otro telespectador que me siga o comparta estas reflexiones, de modo que es muy probable que esta no sea una crítica justa sino la expresión de una manía.
Lo que me sucedió este sábado fue un fenómeno muy preciso de saturación
. No ocurrió al final de los programas, naturalmente, porque no llegué al término de ninguno de los dos espacios citados; fue contemplando la reiterada advertencia de que después de lo que estábamos viendo en ese preciso momento ambas cadenas iban a seguir tratando, en los dos programas, asuntos tan interesantes al menos como estos que en esos momentos estábamos viendo.
"No es un capricho de telespectador cansado. Tanta abundancia convoca a la desmemoria"
No significa esto, claro, que yo no tenga críticas, que las tengo, al tono y a la forma en que se manifiestan, en uno y otro espacio, los contertulios, sobre todo estos que levantan la mano como si avisaran de un incendio; tampoco me refiero por igual a todos los asuntos que se tratan: aquí hablo, exclusivamente, de la extensión de estos ómnibus llenos de temas, de palabras y de gente.
Este sábado, mientras iba de una cadena a otra, en un momento determinado pareció como si estuviera viendo a la vez no sólo ambos programas sino todos los asuntos que habíamos visto e íbamos a seguir viendo
. No era, naturalmente, que se superpusieran imágenes y palabras, aunque este sea el caso a veces, sino que de pronto me encontraba ante la perspectiva de una constelación cuya simultaneidad podría tener efectos terribles en mi intelecto y por tanto en mi salud mental y en la capacidad natural de almacenaje de mi memoria. Fue entonces cuando dejé el mando (que se llama así porque manda sobre ti, no sobre el televisor) y me fui a la cama con un libro que se titula El año del pensamiento mágico, de Joan Didion.
Me fui con la conciencia perturbada.
 En primer lugar, todo lo que venía en esas llamadas reiteradas que ponen a los pies de los intervinientes mientras se habla de otras cosas podrían tener cierto o gran interés para mi, como periodista o como telespectador.
Y, por tanto, hubiera sido interesante que me quedara a escuchar y a ver.
"Con menos se hace más, y estos programas que sin duda nos atan a la silla harían muchísimo más con muchísimo menos"
Lo que te engancha a la tele es lo que viene después, no siempre lo que estás viendo, y eso lo saben muy bien, o lo tienen que saber, los que ponen los titulitos: si sigues aquí, mira lo que verás, y si te vas date cuenta de lo que te pierdes
. Ante ambas indicaciones explícitas me cansé, me pareció que estaban abusando de mi paciencia y ya no tenía más ganas de quedarme a saber dónde iba a saltar la liebre.
Por tanto, al final me venció la certeza de que hay algo que me ha desenganchado de esta fórmula y me ocurre lo que decía Pablo Neruda que sucedía con las cosas rotas: nadie las rompe en concreto, lo que pasa es que se rompieron.
 Demasiado tiempo, demasiadas cosas, y demasiado ruido para la noche del sábado.
¿Es mala la fórmula? Evidentemente, no, porque ya había una y la otra cadena la copió, y porque la sigue muchísima gente. ¿Y será buena siempre?
 A mi modesto entender, ambas cadenas tendrían que ir pensando en un cambo, acortando o parcelando, porque con esta prolongación sucesiva están jugando con el tiempo del telespectador, que puede ser lo amplio que quieran, pero que en algún momento determinado se agotará como se agota, inevitablemente, el almacenaje de paciencia.
No es un capricho de telespectador cansado, o no lo es tan solo: estimo que esta fórmula ómnibus, que tiene sin duda sus virtudes, convoca en exceso asuntos, temáticas y personas, y dura también en exceso, lo cual desata en la memoria del telespectador (en todo caso, en la de este telespectador) la sensación de que no puede guardar constancia de lo que llegó a escuchar
. Tanta abundancia convoca a la desmemoria
. Al día siguiente uno ya sabe tan solo que Moreno Bonilla no escribe claro en un encerado o que Roldán leyó a Hegel y que Dragó se enfada porque no saben qué cosa es ser un novelista. Ah, y que Inda levanta la mano como los jueces de línea.
 Ah, y que los presentadores tienen la paciencia del santo Job.
Con menos se hace más, y estos programas que sin duda nos atan a la silla harían muchísimo más, incluso más audiencia, con muchísimo menos y, acaso, con muchísimos menos.

 

Violencia de género por Ana Alfageme............................

Tina S. fue apuñalada por su marido a los 74 años.
EL PAÍS revisita con su hijo los objetos y lugares de la memoria de una mujer que, como todas las demás, nunca tuvo que morir.
 También publica por primera vez los datos de los asesinatos machistas que ha recogido durante 14 años, antes de que se recabaran las cifras oficiales. Dos millones de españolas están condenadas a vivir en un infierno evitable, el de las vejaciones de su pareja o expareja
. Pese a todos los obstáculos, la inmensa mayoría de estas mujeres marcadas logra escapar.

Tenía una arritmia en el corazón, tres hijos, y ganas de cerrar la puerta cada mañana y escapar

Una mañana de abril de 2012, Tina S. se convirtió en un número.
 Una línea en el registro de las 51 mujeres muertas por violencia machista en España de ese año. De las 864 (según los datos recogidos por EL PAÍS) que han sido asesinadas desde 2001.
Ese número que dibujó en rojo un cuchillo era una mujer alta, conversadora, que envolvía su coquetería en cabello teñido de castaño claro y maquillaje sobrio.
Había llegado a los 74 años con una arritmia en el corazón, algunos kilos de más, tres hijos, y tantas ganas de aprender como de cerrar detrás de si la puerta de casa cada mañana y escapar.
 Escapar de los insultos y las acusaciones.
Escapar de su marido.
Admiraba la luz que conseguía Joaquín Sorolla en sus pinturas.
 Al jubilarse de la tintorería que el matrimonio tenía en Madrid se compró un atril y una caja de óleos. Estrenó una bata blanca a la que bordó su nombre en un bolsillo para ir a clase de pintura en un centro de mayores del barrio.
 No quería estar en casa.

Sus cuadros abrigaban los espacios que sus hijos dejaron desnudos al marcharse

Fue colgando sus cuadros, en los que se permitía modificar con el pincel los motivos que copiaba, en las paredes de la casa familiar, un segundo piso de una casa de ladrillo cualquiera en un barrio popular.
 Paisajes, bodegones... marinas que la transportaban a Galicia, donde nació y donde creció. Presencias que abrigaban los espacios que sus hijos dejaron desnudos al marcharse.
 Y que la dejaron sola con el hombre que la mató.
SAMUEL SÁNCHEZ





A Tina le quedó por pintar aquel atardecer para el que acumulaba postales y así inspirarse.
 Le faltaron muchos cuadernos por rellenar con esa letra picuda que tanto admiraba su hijo Santiago. Esas libretas que llevaba a sus clases de pintura e historia del arte
. Dejó de llenar la vieja cafetera italiana por las tardes.
 Abandonó antes de tiempo la cocina vestida de verde en la que preparaba las comidas familiares con la cabeza en lo que a cada uno le gustaba: las filloas, las croquetas... La cocina de una gallega en Madrid.
 La colección de cacharritos que trajo en la maleta de todos sus viajes
. No volvió a anotar, rápida en los cálculos como un rayo, los puntos de las partidas de escoba, que jugaba con su asesino. Tú, yo. Tú, yo.
“Se sentaba ahí y se quejaba, de la vida, de las molestias… de su pareja”. 
Santiago mira el sofá beige que parece conservar un hueco en algún punto de los cojines. 
La familia ha tardado más de dos años en desmontar el piso en el que la madre fue hallada en la habitación, degollada, en medio de un charco de sangre. 
La misma mancha oscura que se filtró al techo del piso de abajo.
 Después de una larga noche de gritos y discusiones durante la cual la policía acudió dos veces. 

SAMUEL SÁNCHEZ



Porque al dolor del crimen se suma, para Santiago, el pensamiento de que pudo evitarse.
 La noche anterior al asesinato de Tina, el 091 recibió dos llamadas. En el piso que compartía el matrimonio se oían gritos de auxilio y ruidos de pelea. “Los policías no llegaron a hablar con mi madre. Se fueron antes de comprobar que no había peligro”, se lamenta Santiago, un hombre que se sobrepone al dolor de revisitar el catálogo de ausencias de su madre
. Para contribuir a erradicar una lacra que puso del revés su vida y la de sus hijos.
Las amigas contaban que en los últimos tiempos Tina andaba ojerosa y cabizbaja. No podía dormir, decía.
 No aguantaba más. Aunque no había denunciado, como la inmensa mayoría de las asesinadas ese año, que murieron sin alertar a la sociedad de lo que, tras la puerta, estaban viviendo. Solo una de cada cinco se presentó en comisaría para pedir protección.
SAMUEL SÁNCHEZ




Como pasa en la mayoría de los casos, Tina nunca llegó a denunciar a su maltratador

El marido de Tina, un hombre de 85 años, parcialmente paralizado por un ictus desde hacía más de dos décadas, volvió a acusarla, como hacía años, de que Santiago no era hijo de él.
 La insultaba. Le pedía dinero. Las amigas lamentaban no haberla convencido para que abandonase la casa esa noche
. El día anterior había concertado una cita con un abogado para hablar de una posible separación.



Y cuando denuncias no te hacen caso, te dicen que si el asesino, el maltratador no está en tu casa matándote , ellos no pueden ir, eso si si logras que denunciar te dicen "eso no lo ponga, que es su palabra contra la suya, eso si si llegas a tu casa después de esperar 3 horas a que te atiendan sin prestarte mucha atención, pese a que se está nerviosa y con miedo, te dicen que presentes la denuncia a la policía esa que solo va si esta el maltratador , acosador en la casa, claro que digo y cuando lleguen ya estaré herida o muerta no?.Eso es lo que hay, señora, jovenzuelos policias que todavía no saben que igual un dia su madre puede ser la próxima víctima.





Tina fue la niña aplicada, rápida, que soñó en una aldea gallega con estudiar
. Que no pudo hacerlo porque su padre, un guardia civil, estimó que ya con la escuela sobraba para una mujer.
 Y que se casó con un hombre que, como el padre, acabaría por decidir su destino. El marido decía: “Yo me voy a morir pronto, pero te voy a llevar por delante”. Él no ha muerto. Acaba de salir de la cárcel y está en una residencia.
Cumplió su palabra.