Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

8 mar 2015

Tiene dinero, es intolerable..........................................................Javier Marías

Estamos a dos centímetros de que lo que escandalice no sea dónde se guarde el dinero, sino que se lo posea.

Hará unos meses escribí una columna (“Siempre tarde y con olvido”) en la que señalaba cómo en poco tiempo los españoles habían pasado de ser enormemente comprensivos con la corrupción, y aun defensores de ella (“El que no trinque es tonto”, sería el resumen de lo que opinaba una considerable parte de la población), a no tolerar el menor aprovechamiento o desvío de dinero público o privado. Ese artículo tuvo escaso eco, que yo sepa, así que una de dos: o era soso e inane –culpa mía–, o a los españoles no les gusta que se les refresque la memoria, se les hagan notar sus múltiples contradicciones y su permanente chaqueteo, se les exponga su cinismo
. En una época en la que por culpa de Internet nada se borra y ya no hay que ir a las hemerotecas para saber lo que cada cual dijo en cada momento, España sigue obrando el milagro de que el pasado no exista, ni el más reciente.
Han transcurrido unas semanas y observo que ese puritanismo de boquilla y sobrevenido va a más.
 Por poner un ejemplo, el cobro de 425.000 euros por parte de Monedero, dirigente de Podemos, y su posterior puesta al día con Hacienda, han hecho correr ríos de tinta y saliva escandalizadas, sin que apenas nadie reparara en lo más turbio de ese asunto, a saber: que al parecer dicho político dispusiera de despacho en el Palacio de Hugo Chávez, un militar golpista (es decir, como Franco, Videla y Pinochet), y que percibiera una porción de esos emolumentos sirviendo a un régimen cuasi dictatorial.
No de todo el mundo se pueden aceptar encargos y retribuciones si se quiere luego presumir de ser “gente decente”. La cantidad es lo de menos.
Pero el paso de un extremo a otro se ha visto con aún más claridad al empezar a conocerse nombres de la llamada lista Falciani.
 De pronto parece que los españoles ya no entiendan nada ni sepan distinguir.
He visto a reporteros preguntarles a individuos, en tono acusatorio: “¿Tiene o ha tenido dinero en el extranjero?”, como si eso fuera un grave delito y hubiéramos vuelto –también en eso– al patrioterismo franquista.
 Resulta inverosímil que a estas alturas haya que explicar que es perfectamente legal y lícito tener dinero fuera de España, siempre y cuando las cuentas no sean ocultas, estén declaradas y se tribute al fisco lo que corresponda.
 Sobre todo si dichas cuentas se encuentran en países de la Unión Europea.
 Muchos compatriotas parecen no haberse enterado de que la UE (antes Comunidad Económica Europea) no es ya “el extranjero”, ni de que para lo primero que cayeron las fronteras de nuestras naciones fue para la libre circulación de capitales.
 Ustedes pueden guardar sus ahorros en Alemania, Francia o Gran Bretaña si se les antoja (y quizá hagan bien, dado que de España lo pueden a uno “exiliar” en cualquier instante, según se ha comprobado históricamente), con tanta legitimidad como si los conservaran en Madrid, Barcelona o Bilbao.
No de todo el mundo se pueden aceptar encargos y retribuciones si se quiere luego presumir de ser “gente decente”
Siempre que sea dinero ganado limpiamente, declarado y tributario a la Hacienda española, repito. Incluso tenerlo en Suiza (que no pertenece a la UE) es legítimo también, si se dan esas condiciones. No digamos en Irlanda, pese a que allí existan ventajas fiscales
. Enfurecerse porque alguien no mantenga todo su capital en España es como indignarse porque un madrileño lo deposite en Gerona, un catalán en San Sebastián o un andaluz en Santander.
A este paso acabaría estando mal visto que un señor de Tarazona ponga sus ahorros fuera de Tarazona, o una señora de Covarrubias fuera de Covarrubias.
 Una actitud semejante a la de muchos comerciantes de lugares que conozco, que lamentaban que el equipo de fútbol de la ciudad ascendiera a Primera, porque eso hacía que los hinchas se desplazaran a animar al equipo en sus visitas a clubs famosos y no gastaran en su propia localidad durante los fines de semana, sin apreciar que los aficionados de otros sitios también venían a su pequeña población cuando jugaban en ella esos clubs y sin duda gastaban más que los parroquianos habituales.
Y así, estamos a dos centímetros de que lo que empiece a escandalizar y soliviantar no sea ya dónde se guarde el dinero, sino que se lo posea.
“Hay que ver”, he leído u oído hace poco, “¡Fulano tiene en sus cuentas 300.000 euros!”, como si eso fuera un pecado, o como si el mero hecho de haberlos reunido lo hiciera sospechoso de haberlos malganado, o de haber estafado o robado
. ¿No habíamos quedado, hace cuatro días, en que enriquecerse era lo mejor que podía hacerse, y además sin escrúpulos, “pegando pelotazos”, cobrando comisiones, echando mano a la caja, tirando de tarjeta de empresa o valiéndose de un cargo para sacar tajada?
 Todo esto se ha aplaudido, y bien está que ya no sea así
. Pero no que de pronto se alce un clamor contra cualquiera más o menos adinerado, aunque haya hecho su fortuna sin explotar ni engañar ni sisar ni defraudar a nadie, honradamente y gracias a su talento o a su suerte o a su mucho esfuerzo, tanto da. Seguimos siendo un país analfabeto e histérico, si todavía hay que explicar semejantes obviedades.
Pero más vale insistir en ellas, pese a todo, antes de que se empiece a señalar con el dedo a ciudadanos íntegros y con fiereza se grite: “¡Está forrado, tiene dinero, es intolerable!”.
elpaissemanal@elpais.es

 

Confesiones de un telespectador de las noches del sábado.............................Juan Cruz

Esta fórmula ómnibus convoca en exceso asuntos, temas y personas, y dura en exceso.

Iñaki López, presentador de La Sexta Noche.

Desde hace mucho tiempo me acuesto tarde los sábados por la noche porque veo La Sexta Noche y Un Tiempo Nuevo. Confieso que esos dos programas ómnibus de La Sexta y de Telecinco ocupan desde las nueve y media de la noche del penúltimo día de la semana la actividad de mis ojos, de mis dedos y de mi intelecto.
No sé con qué efectos, lo confieso también, pero quiero decir honestamente qué sentí anoche y por qué me fui a la cama temprano.
Es una confesión de parte, no responde a una investigación como aquellas que hacía el gran Pedro Altares para explicar por qué no veía la televisión, o por qué le aburrían las repeticiones en la televisión.
 Es una confesión y es, también, una muestra de respeto hacia los profesionales que hacen ambos programas, pues tan solo pretendo transmitir un aviso individual: seguro que no hay otro telespectador que me siga o comparta estas reflexiones, de modo que es muy probable que esta no sea una crítica justa sino la expresión de una manía.
Lo que me sucedió este sábado fue un fenómeno muy preciso de saturación
. No ocurrió al final de los programas, naturalmente, porque no llegué al término de ninguno de los dos espacios citados; fue contemplando la reiterada advertencia de que después de lo que estábamos viendo en ese preciso momento ambas cadenas iban a seguir tratando, en los dos programas, asuntos tan interesantes al menos como estos que en esos momentos estábamos viendo.
"No es un capricho de telespectador cansado. Tanta abundancia convoca a la desmemoria"
No significa esto, claro, que yo no tenga críticas, que las tengo, al tono y a la forma en que se manifiestan, en uno y otro espacio, los contertulios, sobre todo estos que levantan la mano como si avisaran de un incendio; tampoco me refiero por igual a todos los asuntos que se tratan: aquí hablo, exclusivamente, de la extensión de estos ómnibus llenos de temas, de palabras y de gente.
Este sábado, mientras iba de una cadena a otra, en un momento determinado pareció como si estuviera viendo a la vez no sólo ambos programas sino todos los asuntos que habíamos visto e íbamos a seguir viendo
. No era, naturalmente, que se superpusieran imágenes y palabras, aunque este sea el caso a veces, sino que de pronto me encontraba ante la perspectiva de una constelación cuya simultaneidad podría tener efectos terribles en mi intelecto y por tanto en mi salud mental y en la capacidad natural de almacenaje de mi memoria. Fue entonces cuando dejé el mando (que se llama así porque manda sobre ti, no sobre el televisor) y me fui a la cama con un libro que se titula El año del pensamiento mágico, de Joan Didion.
Me fui con la conciencia perturbada.
 En primer lugar, todo lo que venía en esas llamadas reiteradas que ponen a los pies de los intervinientes mientras se habla de otras cosas podrían tener cierto o gran interés para mi, como periodista o como telespectador.
Y, por tanto, hubiera sido interesante que me quedara a escuchar y a ver.
"Con menos se hace más, y estos programas que sin duda nos atan a la silla harían muchísimo más con muchísimo menos"
Lo que te engancha a la tele es lo que viene después, no siempre lo que estás viendo, y eso lo saben muy bien, o lo tienen que saber, los que ponen los titulitos: si sigues aquí, mira lo que verás, y si te vas date cuenta de lo que te pierdes
. Ante ambas indicaciones explícitas me cansé, me pareció que estaban abusando de mi paciencia y ya no tenía más ganas de quedarme a saber dónde iba a saltar la liebre.
Por tanto, al final me venció la certeza de que hay algo que me ha desenganchado de esta fórmula y me ocurre lo que decía Pablo Neruda que sucedía con las cosas rotas: nadie las rompe en concreto, lo que pasa es que se rompieron.
 Demasiado tiempo, demasiadas cosas, y demasiado ruido para la noche del sábado.
¿Es mala la fórmula? Evidentemente, no, porque ya había una y la otra cadena la copió, y porque la sigue muchísima gente. ¿Y será buena siempre?
 A mi modesto entender, ambas cadenas tendrían que ir pensando en un cambo, acortando o parcelando, porque con esta prolongación sucesiva están jugando con el tiempo del telespectador, que puede ser lo amplio que quieran, pero que en algún momento determinado se agotará como se agota, inevitablemente, el almacenaje de paciencia.
No es un capricho de telespectador cansado, o no lo es tan solo: estimo que esta fórmula ómnibus, que tiene sin duda sus virtudes, convoca en exceso asuntos, temáticas y personas, y dura también en exceso, lo cual desata en la memoria del telespectador (en todo caso, en la de este telespectador) la sensación de que no puede guardar constancia de lo que llegó a escuchar
. Tanta abundancia convoca a la desmemoria
. Al día siguiente uno ya sabe tan solo que Moreno Bonilla no escribe claro en un encerado o que Roldán leyó a Hegel y que Dragó se enfada porque no saben qué cosa es ser un novelista. Ah, y que Inda levanta la mano como los jueces de línea.
 Ah, y que los presentadores tienen la paciencia del santo Job.
Con menos se hace más, y estos programas que sin duda nos atan a la silla harían muchísimo más, incluso más audiencia, con muchísimo menos y, acaso, con muchísimos menos.

 

Violencia de género por Ana Alfageme............................

Tina S. fue apuñalada por su marido a los 74 años.
EL PAÍS revisita con su hijo los objetos y lugares de la memoria de una mujer que, como todas las demás, nunca tuvo que morir.
 También publica por primera vez los datos de los asesinatos machistas que ha recogido durante 14 años, antes de que se recabaran las cifras oficiales. Dos millones de españolas están condenadas a vivir en un infierno evitable, el de las vejaciones de su pareja o expareja
. Pese a todos los obstáculos, la inmensa mayoría de estas mujeres marcadas logra escapar.

Tenía una arritmia en el corazón, tres hijos, y ganas de cerrar la puerta cada mañana y escapar

Una mañana de abril de 2012, Tina S. se convirtió en un número.
 Una línea en el registro de las 51 mujeres muertas por violencia machista en España de ese año. De las 864 (según los datos recogidos por EL PAÍS) que han sido asesinadas desde 2001.
Ese número que dibujó en rojo un cuchillo era una mujer alta, conversadora, que envolvía su coquetería en cabello teñido de castaño claro y maquillaje sobrio.
Había llegado a los 74 años con una arritmia en el corazón, algunos kilos de más, tres hijos, y tantas ganas de aprender como de cerrar detrás de si la puerta de casa cada mañana y escapar.
 Escapar de los insultos y las acusaciones.
Escapar de su marido.
Admiraba la luz que conseguía Joaquín Sorolla en sus pinturas.
 Al jubilarse de la tintorería que el matrimonio tenía en Madrid se compró un atril y una caja de óleos. Estrenó una bata blanca a la que bordó su nombre en un bolsillo para ir a clase de pintura en un centro de mayores del barrio.
 No quería estar en casa.

Sus cuadros abrigaban los espacios que sus hijos dejaron desnudos al marcharse

Fue colgando sus cuadros, en los que se permitía modificar con el pincel los motivos que copiaba, en las paredes de la casa familiar, un segundo piso de una casa de ladrillo cualquiera en un barrio popular.
 Paisajes, bodegones... marinas que la transportaban a Galicia, donde nació y donde creció. Presencias que abrigaban los espacios que sus hijos dejaron desnudos al marcharse.
 Y que la dejaron sola con el hombre que la mató.
SAMUEL SÁNCHEZ





A Tina le quedó por pintar aquel atardecer para el que acumulaba postales y así inspirarse.
 Le faltaron muchos cuadernos por rellenar con esa letra picuda que tanto admiraba su hijo Santiago. Esas libretas que llevaba a sus clases de pintura e historia del arte
. Dejó de llenar la vieja cafetera italiana por las tardes.
 Abandonó antes de tiempo la cocina vestida de verde en la que preparaba las comidas familiares con la cabeza en lo que a cada uno le gustaba: las filloas, las croquetas... La cocina de una gallega en Madrid.
 La colección de cacharritos que trajo en la maleta de todos sus viajes
. No volvió a anotar, rápida en los cálculos como un rayo, los puntos de las partidas de escoba, que jugaba con su asesino. Tú, yo. Tú, yo.
“Se sentaba ahí y se quejaba, de la vida, de las molestias… de su pareja”. 
Santiago mira el sofá beige que parece conservar un hueco en algún punto de los cojines. 
La familia ha tardado más de dos años en desmontar el piso en el que la madre fue hallada en la habitación, degollada, en medio de un charco de sangre. 
La misma mancha oscura que se filtró al techo del piso de abajo.
 Después de una larga noche de gritos y discusiones durante la cual la policía acudió dos veces. 

SAMUEL SÁNCHEZ



Porque al dolor del crimen se suma, para Santiago, el pensamiento de que pudo evitarse.
 La noche anterior al asesinato de Tina, el 091 recibió dos llamadas. En el piso que compartía el matrimonio se oían gritos de auxilio y ruidos de pelea. “Los policías no llegaron a hablar con mi madre. Se fueron antes de comprobar que no había peligro”, se lamenta Santiago, un hombre que se sobrepone al dolor de revisitar el catálogo de ausencias de su madre
. Para contribuir a erradicar una lacra que puso del revés su vida y la de sus hijos.
Las amigas contaban que en los últimos tiempos Tina andaba ojerosa y cabizbaja. No podía dormir, decía.
 No aguantaba más. Aunque no había denunciado, como la inmensa mayoría de las asesinadas ese año, que murieron sin alertar a la sociedad de lo que, tras la puerta, estaban viviendo. Solo una de cada cinco se presentó en comisaría para pedir protección.
SAMUEL SÁNCHEZ




Como pasa en la mayoría de los casos, Tina nunca llegó a denunciar a su maltratador

El marido de Tina, un hombre de 85 años, parcialmente paralizado por un ictus desde hacía más de dos décadas, volvió a acusarla, como hacía años, de que Santiago no era hijo de él.
 La insultaba. Le pedía dinero. Las amigas lamentaban no haberla convencido para que abandonase la casa esa noche
. El día anterior había concertado una cita con un abogado para hablar de una posible separación.



Y cuando denuncias no te hacen caso, te dicen que si el asesino, el maltratador no está en tu casa matándote , ellos no pueden ir, eso si si logras que denunciar te dicen "eso no lo ponga, que es su palabra contra la suya, eso si si llegas a tu casa después de esperar 3 horas a que te atiendan sin prestarte mucha atención, pese a que se está nerviosa y con miedo, te dicen que presentes la denuncia a la policía esa que solo va si esta el maltratador , acosador en la casa, claro que digo y cuando lleguen ya estaré herida o muerta no?.Eso es lo que hay, señora, jovenzuelos policias que todavía no saben que igual un dia su madre puede ser la próxima víctima.





Tina fue la niña aplicada, rápida, que soñó en una aldea gallega con estudiar
. Que no pudo hacerlo porque su padre, un guardia civil, estimó que ya con la escuela sobraba para una mujer.
 Y que se casó con un hombre que, como el padre, acabaría por decidir su destino. El marido decía: “Yo me voy a morir pronto, pero te voy a llevar por delante”. Él no ha muerto. Acaba de salir de la cárcel y está en una residencia.
Cumplió su palabra.

La belleza cumple un siglo................................................... Javier Sampedro

Albert Einstein, cuando ya era un famoso físico en EE UU. / Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos

El científico británico Francis Crick decía que el único filósofo de la historia que ha tenido éxito es Albert Einstein.
La boutade pretendía sobre todo irritar a los filósofos, pero también recoge un elemento de asombro –muy común entre los físicos— sobre la forma en que Einstein llegó a formular la relatividad general, su gran teoría sobre la gravedad, el espacio, el tiempo y el cosmos, que cumple ahora cien años.
 Porque Einstein partió menos de los datos que de la intuición, menos del conocimiento que de la imaginación, y pese a todo llegó a una teoría que no solo se ha mostrado en extremo eficaz y fructífera, sino que se reconoce entre sus colegas como la más bella de la historia de la ciencia.
Que la belleza tenga algún papel en la ciencia es algo que deja perplejo a casi todo el mundo.
 La ciencia, según la percepción común, es el terreno del cálculo preciso, la observación rigurosa y el razonamiento implacable, y no se ve muy bien qué pueden pintar en ese marco las consideraciones estéticas.
Y todo esto es cierto, muy probablemente, para la inmensa mayoría de la producción científica
. Pero los grandes saltos conceptuales son obra de gente muy rara, y ahí los prejuicios del rigor y la austeridad patinan de manera estrepitosa.
 Los que se salen del marco son gente muy inteligente, sí, pero también muy imaginativa, muy creativa y muy sobrada.
La materia le dice al espacio cómo curvarse, el espacio le dice a la materia cómo moverse”
Las matemáticas de la relatividad general son de una dificultad disuasoria para el lego, pero el punto de partida de Einstein no puede ser más simple e intuitivo.
“La idea más feliz de mi vida”, según la propia descripción de Einstein, que la contó así: “Estaba sentado en la oficina de patentes de Berna, en 1907, cuando, de repente, me vino una idea: una persona en caída libre no sentirá su propio peso.
 Quedé sorprendido. Esa sencilla idea me causó una profunda impresión y me impulsó hacia una teoría de la gravitación”. Lo que hoy puede experimentar cualquier visitante de un parque de atracciones –la ingravidez en caída libre— fue el disparador de la teoría que fundó la cosmología moderna. Qué cosas.

También por fortuna para el lector, y para este torpe redactor, existe una formulación no matemática de la relatividad general que captura la esencia de esta teoría en una especie de haiku, o poema zen. Se debe al físico John Wheeler y dice así: “La materia le dice al espacio cómo curvarse, el espacio le dice a la materia cómo moverse”.
 El haiku de Wheeler, en efecto, no solo expresa el alma de la relatividad general –una teoría que explica la fuerza gravitatoria en términos puramente geométricos, literalmente como ondulaciones en el tejido del espacio y del tiempo—, sino que también capta buena parte de su calaña: su naturaleza autoconsistente, como el mundo cerrado donde habita una buena novela, sus armonías internas, su brevedad elegante.
Su belleza.
Como no quiero que los físicos rompan hoy los cristales de mi balcón, déjenme aclararles enseguida que la ciencia no es solo poesía oriental. Con toda su hermosura y delicadeza, con toda su intuición y clarividencia, la relatividad general habría acabado en el contenedor del papel reciclado en el mismo instante en que sus predicciones contradijeran el duro y hosco mundo de ahí fuera. Si la teoría ha cumplido cien años es solo porque, hasta el momento, coincide con la realidad con un montón de decimales.
 La ciencia no es discípula del genio, sino esclava del mundo.
Einstein partió menos de los datos que de la intuición, menos del conocimiento que de la imaginación
¿Saben cuál es el gran argumento contra el nihilismo? Que una gran teoría no solo explica todos los datos disponibles de una manera simple, sino que también predice fenómenos desconocidos y hasta non gratos para quien la formuló.
 Las ecuaciones de relatividad general predicen, para la infinita desesperación de su autor, objetos tan extraños como los agujeros negros –que hoy se han vuelto populares hasta en Hollywood— y fenómenos tan lunáticos como la expansión acelerada del cosmos.
 Que intente explicar eso quien crea que el mundo es un engaño: no podrá.
Y ahora vale, que es domingo.
A menos que nos trague un agujero negro, nos volvemos a ver en otros cien años. No se preocupen, el tiempo es relativo.