Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

12 nov 2014

Crímenes sin resolver...

Johnny Stompanato y Lana Turner

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¿Recuerdas la escena de L.A. Confidential en la que Guy Pierce confunde a la auténtica Lana Turner con una pilingui imitadora? Pues está basada en la realidad: la actriz de Cautivos del mal El cartero siempre llama dos veces vivió un turbulento romance con Johnny Stompanato, un gigoló y matón de la Mafia, proclive a la violencia doméstica y celoso hasta decir basta
. En 1957, sin ir más lejos, Stompanato había amenazado de muerte a Sean Connery (junto al que Turner rodaba Brumas de inquietud) por haberle puesto la vista encima a su pareja: dicha muestra de bravuconería sólo le sirvió para recibir una soberana paliza a manos del escocés, quien para colmo le quitó su pistola.
 Algunos meses después, en abril de 1958, el cadáver del matón apareció en la casa de Lana Turner, cosido a puñaladas. Cheryl Crane, la hija adolescente de la actriz, se inculpó a sí misma como responsable de la muerte. De acuerdo con su declaración, la chica habría matado a Stompanato para impedir que éste hiciera lo propio con su madre.
¿Se resolverá alguna vez? Por lo que respecta a los tribunales, el caso de Lana Turner, Johnny Stompanato y Cheryl Crane está más que cerrado.
 La corta edad de la chica (14 años por entonces) y las circunstancias del crimen sirvieron para invocar la figura del homicidio justificado, con lo que Crane fue absuelta. Aun así, existe otra teoría, según la cual habría sido la propia Lana Turner quien liquidó a su amante en defensa propia: de acuerdo con esta versión de la historia, Cheryl habría aceptado cargar con el muerto para que así la carrera de su madre no se viera perjudicada
. De ser esto cierto, la estratagema habría salido redonda, puesto que en 1959 Turner estrenó Imitación a la vida, uno de los mayores triunfos de su carrera. En Septiembre (1987), Woody Allen relató una historia levemente inspirada en el caso.

George Reeves

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La llamada ‘maldición de Superman’ se cumplió de forma muy inquietante en el caso de este actor, que interpretó al último kryptoniano en una serie televisiva. Pese a la súbita fama que ésto le proporcionó, Reeves detestaba el papel, así que abandonó The Adventures of Superman tras la segunda temporada. Pese a ello, el inevitable encasillamiento puso en aprietos su carrera, que nunca volvió a levantar el vuelo.
 En junio de 1959, Reeves apareció muerto en su casa de Beverly Hills, desnudo y con un tiro en la cabeza. Según la versión oficial, el actor se habría suicidado mientras su prometida, Leonore Lemmon, daba una fiesta para varios vecinos. 

¿Se resolverá alguna vez? La truculencia de los hechos, algunos puntos escamosos en la investigación (en la pistola que Reeves habría usado para el suicidio no se encontraron huellas digitales) y el hecho de que el actor hubiera sido amante de Toni Mannix, la esposa del vicepresidente de la MGM Eddie Mannix, han dado pie a múltiples especulaciones sobre esta historia.
 Los amigos de la víctima (entre ellos Alan Ladd) señalaron en su momento que Reeves había encontrado un trabajo bien remunerado como director en TV, con lo que no parecía hallarse en un estado de ánimo proclive al suicidio. Tras muchos dimes, muchos diretes y mucho sensacionalismo, existen tres posibles soluciones: según la primera (sancionada por tribunales y policía) Reeves habría acabado con su propia vida.
De acuerdo con la segunda, se trataría de un asesinato ordenado, bien por un celoso Eddie Mannix (que, además de ostentar un gran poder en Hollywood, tenía buenas relaciones con la Mafia), bien por una despechada Toni Mannix, bien por ambos. Leonore Lemmon aparece como culpable en el tercer escenario: según afirma esta teoría, Reeves y su prometida (ambos borrachos como cubas) habrían discutido durante la fiesta.
 En mitad de la trifulca, alguno de los ellos habría cogido una pistola, que se disparó durante el forcejeo reventando el cráneo de Reeves. Estas tres versiones aparecen en Hollywoodland, una cinta de 2006 en la que el George Reeves es interpretado (¿ironía?) por Ben Affleck.

Thomas H. Ince

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Si Orson Welles fue señalado como (improbable) sospechoso en el caso de la Dalia Negra, este exitoso director apodado ‘el padre del western’ habría muerto a manos del mismísimo ‘ciudadano Kane’. Es decir, del magnate de la prensa William Randolph Hearst. 
 En noviembre de 1924, Hearst invitó a Ince a un crucero a bordo del yate Oneida para que el director celebrase allí su cumpleaños. La travesía, entre cuyos invitados se hallaban Charles Chaplin, Louella Parsons (la periodista de cotilleos más temida del Hollywood clásico) y Marion Davies, amante de Hearst, tuvo que ser súbitamente interrumpida cuando el cineasta sufrió un infarto, tras el cual fue trasladado a su mansión donde habría de morir tres días más tarde. Hasta aquí, la versión oficial. Como veremos, en torno a esta historia circula una leyenda con mucha más miga…
¿Se resolverá alguna vez? La explicación morbosa sobre la muerte de Thomas Ince es la que sigue: Hearst habría sorprendido a Chaplin y a Marion Davies teniendo un encuentro íntimo a bordo de su yate.
 Presa de celosa cólera, el millonario les habría apuntado con una pistola, e Ince habría pagado el pato al intentar aplacarle, recibiendo él la bala destinada al autor de La quimera del oro. Argumentos en contra: Marion Davies, una chica de pocas luces y buen corazón, siempre se mostró fiel a Hearst, tanto a las maduras (cuando él intentó lanzarla como estrella de cine, con escaso éxito) como en los momentos de zozobra económica que su churri atravesó en los años 30. Argumentos en contra: la cobertura informativa dispensada al hecho en su momento fue de lo más difusa, abundando los datos contradictorios y los titulares de prensa cambiados a última hora, como aquel que rezaba “Director de cine tiroteado en yate de millonario”.
  Además, Hearst tomó a Louella Parsons bajo su ala protectora a partir de ese momento, incluyendo un contrato de por vida y un considerable aumento de sueldo. David W. Griffith, un caballero sureño poco dado a cotilleos, afirmaba que el magnate “se quedaba blanco como la tiza” cuando el nombre de Thomas Ince era mencionado en su presencia. Como otras historias de este informe, esta también tuvo su versión en cine: El maullido del gato (Peter Bogdanovich, 2001)

Natalie Wood

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La protagonista de Esplendor en la hierba y West Side Story falleció a los 34 años, el 29 de noviembre de 1981, tras caer por la borda del Splendour, el yate que compartía con su marido Robert Wagner.
 En dicha travesía, que transcurrió durante el puente de Acción de Gracias, la pareja estaba acompañada por Christopher Walken, coprotagonista junto a Natalie de Proyecto Brainstorm y también amante de la actriz.
La versión oficial consideró el óbito como accidental: Wood habría intentado saltar desde la cubierta del yate hasta un bote hinchable situado junto a éste, precipitándose al agua y ahogándose acto seguido
. Pero en 2011, cuando el caso fue reabierto tras unas declaraciones del entonces patrón del Splendour, volvieron a circular viejas, y siniestras, suposiciones.
¿Se resolverá alguna vez? Según ha confesado Christopher Walken, él y Robert Wagner se hallaban enzarzados en una pelea cuando Wood cayó al agua
. Para colmo, el bote al que presuntamente trataba de saltar la actriz tenía marcas de arañazos, como si Wood hubiera tratado de encaramarse a él sin conseguirlo. Y, además, los ocupantes de una embarcación cercana afirmaron haber oído los gritos de una mujer pidiendo socorro, seguidos por una voz masculina que exclamaba “¡No te preocupes, vamos a por ti!”
Según declaró en 1991 Dennis Davern, el que fuera patrón del yate Splendour, Robert Wagner se negó a informar a los guardacostas tras el accidente. Lana Wood, hermana de la actriz, explicó que a Natalie le daba miedo el agua y tenía un miedo patológico a ahogarse, lo cual volvería poco probable que hubiera intentado saltar a la chalupa.
La reapertura del caso en 2011 no arrojó ningún resultado concluyente, mientras que una adenda incorporada al informe forense en 2013 señalaba que el cuerpo de Wood presentaba moratones que podrían haber sido provocados antes de que la actriz cayese al mar.
 Saque cada uno la conclusión que quiera.

O. J. Simpson y Nicole Brown

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Estrella del fútbol americano primero, y después comentarista deportivo y actor (Atrápalo como puedas, El coloso en llamas), Simpson fue una de las estrellas más queridas por el público estadounidense, hasta que su ex esposa Nicole Brown Simpson y el amante de ésta, Ronald Goldman, fueron asesinados en Los Ángeles el 12 de junio de 1994. Tras una persecución de coches extremadamente publicitada (tanto, que la cadena NBC interrumpió la retransmisión de la final de la NBA para ofrecerla en directo) el actor
¿Se resolverá alguna vez? Describir el circo mediático montado en torno al juicio de O. J. Simpson, así como las estrategias empleadas por el dream team jurídico (en el cual figuraron Robert Kardashian, padre de Kim Kardashian, y el  polémico F. Lee Bailey), darían para un artículo entero. Baste decir que, tras un laberinto de acusaciones de racismo policial, análisi de ADN cuestionados y pruebas desaparecidas (amén de presuntamente manipuladas por la defensa), Simpson fue absuelto por la que quedó como una de las sentencias judiciales más discutidas de la historia: no por nada el entonces presidente Bill Clinton había decretado un posible plan de emergencia para el caso de que un veredicto de culpabilidad provocase disturbios callejeros. En 1997, la familia de Ronald Goldman volvió a sentar a Simpson frente a un tribunal al haber presentado una demanda civil por homicidio culposo. Este segundo juicio, que por fortuna no fue televisado, se saldó con un veredicto que obligaba a O. J. a pagar una indemnización multimillonaria por daños y perjuicios. En 2006, un libro firmado por Simpson y titulado If I Did It (“Si yo lo hubiera hecho”) estuvo a punto de salir al mercado, pero su publicación fue cancelada en el último momento. Y, finalmente, O. J. Simpson fue arrestado al año siguiente en Las Vegas tras haber participado en el atraco a un casino. Actualmente cumple condena en una cárcel de Nevada.

William Desmond Taylor

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¿Te imaginas que Emma Watson Jennifer Lawrence figuraran hoy como sospechosas en el asesinato de un director? Pues el proceso por la muerte de este cineasta, muy popular en los años del cine mudo, provocó un fenómeno similar: en febrero de 1922, el cadáver de Taylor fue hallado en su mansión de Los Ángeles, siendo el primer dictamen médico que la causa de su muerte había sido una hemorragia estomacal. Una autopsia más detallada anuló dicha conclusión porque, que se sepa, las úlceras de estómago no provocan agujeros como los dos que Taylor lucía en su espalda. La lista de sospechosos incluyó a Mary Miles Minter y Mabel Normand, dos actrices cuyo nombre tal vez no te suene, pero que entonces movían multitudes. Y que, cosas de la vida, habían vivido sendos romances con el director.
¿Se resolverá alguna vez? Los policías que investigaron la muerte de Taylor se enfrentaron a una absoluta falta de pruebas e indicios: según se dice, los grandes estudios trabajaron a fondo para eliminar de la escena del crimen todo aquello que pudiera perjudicarles, con lo que tanto entonces como hoy sólo pueden formulares conjeturas. La reputación de Mary Miles Minter quedó arruinada por el escándalo, así como la de su madre (que había impulsado la carrera de su hija mediante métodos cercanos al proxenetismo) y Mabel Normand tuvo que decirle adiós al estrellato cuando las investigaciones revelaron que estaba enganchada a la cocaína. Otra de las actrices que habían estado enrolladas con el cineasta, Margaret Gibson, se confesó como culpable del crimen antes de morir en 1964, pero los taylorólogos (que los hay) consideran dicho testimonio como muy poco fiable. 82 años después de los hechos, el asesinato de William D. Taylor queda como uno de los crímenes más enigmáticos de Hollywood, y es probable que lo siga siendo para los restos.

Jack Nance

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Conocido por el inigualable pelazo que lució en Cabeza borradora, Nance fue habitual en las películas de su amigo David Lynch hasta su muerte (violenta) en 1996. Con una vida marcada por la tragedia (había escuchado por teléfono como la actriz Kelly Jean Van Dyke se suicidaba en 1991), y alcohólico de largo recorrido, el actor murió a causa de un hematoma cerebral el 30 de diciembre de 1996. Supuestamente, el trauma había sido provocado por una pelea de bar en la que Nance se había metido la noche anterior.
¿Se resolverá alguna vez? Según comentó él mismo, Nance se había peleado con  “un chaval” la noche antes de su muerte
. Ahora bien, ¿quién fue ese chaval? No se sabe: la policía no encontró rastro alguno de la riña en la que Nance afirmaba haberse envuelto.
 El forense, eso sí, atestiguó que el fallecimiento se debía a un homicidio.En 2002, David Lynch ayudó a financiar I Don’t Know, Jack, un documental en memoria de su amigo.

Los crímenes sin resolver de Hollywood

La lista 'hollywoodiense' de muertes atroces y misteriosas es muy larga: nosotros la resumimos para ti en esta lista de casos inescrutables.

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El pasado miércoles, tras más de un año desaparecido, un ejecutivo de 20th Century Fox llamado Gavin Smith fue encontrado muerto en las montañas de San Gabriel, cerca de Los Ángeles. Veterano de guerra y estrella del baloncesto universitario, Smith se había abierto camino en el departamento de distribución de la Fox hasta ocupar un puesto de importancia, lidiando a la vez con una vida personal caracterizada por los problemas matrimoniales y los problemas con las drogas. De hecho, el primer sospechoso de su muerte es John Creech, un traficante de drogas a cuya esposa Smith conoció durante su estancia en una clínica de desintoxicación. Desde hace dos años, el caso ha suscitado muchos rumores en los mentideros de Hollywood. Y es de suponer que, tras el descubrimiento del cadáver, los rumores vayan a más. Por lo pronto, hasta que la investigación ofrezca resultados y se celebre un juicio, la muerte de Gavin Smith queda como una más en la larga lista de crímenes sin resolver que se han producido en la Meca del Cine: desde asesinatos cuyo culpable nunca fue hallado hasta óbitos accidentales que podrían no haberlo sido tanto, el historial hollywoodiense de muertes misteriosas es largo y está lleno de morbo. Aquí te ofrecemos unos ejemplos.

La Dalia Negra

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Elizabeth Short no era una estrella de cine. En realidad, se trataba de una aspirante a actriz cuya familia se había arruinado en el crack bursátil de 1929, y que se abría camino por Hollywood entre tropiezos con la ley y amoríos diversos. ¿Por qué encabeza esta lista? Pues porque en 1947, cuando contaba 23 años, fue asesinada en un crimen de inusitada atrocidad que ha pasado a la historia como el más enigmático de la Meca del Cine: el cuerpo de la joven fue hallado en un solar, partido en dos pedazos y tan cruelmente mutilado que la persona que lo descubrió pensó a primera vista que se trataba de un maniquí. Tras el macabro hallazgo, la prensa sensacionalista adjudicó a la víctima el mote de ‘Dalia Negra’ (inspirado en La dalia azul, un thriller con guión del escritor Raymond Chandler, que se había estrenado el año anterior) y comenzó a enhebrar una leyenda que convertía a la víctima en toda una mujer fatal, y según la cual el asesinato tendría relación con la industria del celuloide. Algunas teorías conspiranoicas, de hecho, han llegado a considerar como sospechoso del crimen al mismísimo Orson Welles, con quien (se supone) Short habría concertado una audición poco antes de su muerte.
¿Se resolverá alguna vez? Improbable, por no decir imposible: las circunstancias del caso fueron tan difusas en su momento que se manejó una lista de 25 sospechosos. La cual, aunque con variaciones, ha permanecido igual de larga con el paso del tiempo. Incluso se ha especulado con que el culpable podría haber sido el ‘Asesino del Torso’, un serial killer activo en la ciudad de Cleveland entre 1934 y 1938, y cuyos desmanes (que, de rebote, atrajeron la atención de Eliot Ness, el que fuera líder de los Intocables) quiso llevar al cine David Fincher. La historia de la Dalia Negra inspiró una tremebunda novela del escritor James Elroy (L.A. Confidential)  adaptada al cine por Brian DePalma en 2006, y la película Confesiones verdaderas (1981, con Robert De Niro Robert Duvall de protagonistas).

Bob Crane

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¿Recuerdas la serie Los héroes de Hogan? Aquella sitcom, ambientada en un campo de prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial, resultaba sorprendentemente divertida, en parte gracias al trabajo de su protagonista Bob Crane. Un actor (antiguo batería de jazz y locutor radiofónico) cuya vida tuvo espacio para pocos chistes tras la cancelación del show en 1971: el encasillamiento le dejó sin muchos papeles entre los que elegir y su incursión como presentador de un talk show fracasó, con lo que Crane se vio relegado a actuar en bares y restaurantes. En 1978, con 49 años de edad, Crane fue encontrado muerto en la habitación del motel de Arizona donde se alojaba durante una gira. Había sido apaleado hasta la muerte con un objeto que, según los forenses, podría haber sido el trípode de una cámara, y estrangulado con un cable eléctrico.
¿Se resolverá alguna vez? El único sospechoso en firme del asesinato de Bob Crane fue John Henry Carpenter (nada que ver con el director de La Cosa), un viajante de comercio cuya mercancía era de lo más novedosa para la época: el vídeo doméstico. Tras conocerse durante el rodaje de Los héroes de Hogan, el actor y el representante comercial habrían fraguado una sociedad muy peculiar: mientras Crane se trajinaba a mujeres atraídas por su fama, Carpenter grababa a escondidas los actos sexuales. Sin embargo, una primera investigación en 1971 y otra realizada tras la reapertura del caso en 1990 no arrojaron pruebas concluyentes, con lo que Carpenter fue declarado no culpable en ambas ocasiones. La tenebrosa historia de Bob Crane fue retratada por Paul Schrader en su película Desenfocado (2002), con Greg Kinnear Willem Dafoe en los papeles del actor y de John Henry Carpenter.

Interpol ordena a España la detención preventiva de 20 exfranquistas

Una juez argentina solicita su arresto para que sean extraditados

Entre ellos se encuentran los exministros José Utrera Molina y Rodolfo Martín Villa.

 

El exministro Rodolfo Martín Villa la semana pasada en Madrid. / Emilio Naranjo (EFE)

La sección de Interpol radicada en Argentina ha cursado una comunicación "muy urgente" a su oficina de Interpol Madrid solicitando la detención preventiva con fines de extradición de las 20 personas investigadas por la juez María Servini por crímenes del franquismo, entre los que se encuentran los exministros José Utrera Molina o Rodolfo Martín Villa.
Así lo expone en un escrito con fecha del 4 de noviembre, recogido por la agencia Europa Press, presentado ante el juzgado del que es titular María Servini de Cubría, en el que le pide todos los datos identificativos de los imputados como requisito "indispensable" para emitir una orden de captura internacional completa y evitar detener a personas con su mismo nombre, es decir, "casos de homonimia", dice.
Esta información permitirá a Interpol hacer extensiva la medida de la detención a todas las policías de los países miembros de la Organización Internacional de Policía Criminal OIPC-Interpol para el supuesto de que los imputados se encuentren fuera de las fronteras españolas.

No obstante, dentro del mercado de la cooperación policial internacional existente con los colegas españoles, Interpol Argentina ya ha reclamado que proporcionen la totalidad de los registros filiatorios que posean sobre los investigados.
La Coordinadora Estatal de Apoyo a la Querella Argentina (CEAQUA), personada en la causa abierta en Buenos Aires, ha explicado que una vez cursada y recibida la orden de detención preventiva por parte de las autoridades competentes, las Fuerzas de Seguridad deberán proceder a la detención de los reclamados para ponerles a disposición del Juzgado Central de Instrucción de la Audiencia Nacional que esté de guardia en un plazo no superior a las 24 horas.
La organización, que alude al artículo 8 de la ley 4/1985 de Extradición Pasiva española, añade que la Audiencia Nacional podrá ordenar la prisión provisional, su libertad o medidas cautelares, como visitas periódicas a un juzgado, retirada del pasaporte o prestación de fianza, entre otras.
El Juzgado español deberá después comunicar su decisión al Juzgado Nacional en lo Criminal y Correccional Federal número 1 de Buenos Aires, que puede solicitar la extradición en el plazo que determine
. En caso de ordenar una detención preventiva, ésta no puede prolongarse más allá de cuarenta días si dentro de este plazo no se presenta la solicitud de extradición, según CEAQUA.
Estas disposiciones coinciden con lo establecido en el artículo 24 del Tratado Bilateral de Extradición y Asistencia Jurídica en materia penal suscrito en Buenos Aires el 3 de marzo de 1987 entre el Reino de España y la República Argentina.
La juez Servini imputó y ordenó detener recientemente a una veintena de personas por crímenes del franquismo, aunque una de ellas, el ex ministro Antonio Barrera de Irimo, falleció recientemente y por lo tanto se ha extinguido cualquier acción penal.
La magistrada imputa a Martín Villa (ministro de Gobernación entre 1976 y 1979), a Utrera Molina, que es suegro del exministro de Justicia Alberto Ruiz-Gallardón, a otros políticos de la dictadura, ex miembros de las Fuerzas Armadas, ex jueces y hasta un antiguo ginecólogo.
Entre los políticos, se encuentran los ex ministros Antonio Carro Martínez (ministro desde 1974 a 1975), Licinio de la Fuente (vicepresidente del Gobierno entre 1974 y 1975), José María Sánchez Ventura (ministro en el último gobierno franquista), Alfonso Osorio García (ministro de presidencia entre 1975 y 1976) y Antonio Barrera de Irimo, quien falleció el pasado septiembre.
En concreto, acusa a Utrera Molina, Licino de la Fuente, Carro y Barrera de haber convalidado con su firma la sentencia de muerte de Salvador Puig Antich en 1974
. La hermana del último condenado en el garrote vil en España es una de las querellantes de la causa.
A Rodolfo Martín Villa le considera responsable de la represión de una concentración de trabajadores en Vitoria el 3 de marzo de 1976, en la que fueron asesinados cinco trabajadores y hubo más de cien heridos, muchos de ellos por armas de fuego.
Al ex ministro de Presidencia Antonio Carro le acusa de convalidar la sentencia de muerte de Puig Antich y de los últimos fusilamientos del régimen franquista el 27 de septiembre de 1.975 en Madrid, Barcelona y Burgos, en las que fueron ejecutados José Humberto Baena Alonso, José Luís Sánchez Bravo Sollas, Ramón García Sanz, Juan Paredes Manot, y Ángel Otaegui Echeverría.
Contra Sánchez Ventura se dirige por haber firmado las sentencias de muerte de los últimos fusilamientos del régimen franquista, al igual que contra Fernándo Suárez, mientras que Osorio está acusado por su responsabilidad por la muerte de los trabajadores de Vitoria.
Además de estos cargos políticos, la querella se dirige contra antiguos miembros de las Fuerzas Armadas, auditores del Cuerpo Jurídico del Ejército o un médico ginecólogo acusado de sustracción de menores.
A petición de la Fiscalía, ha imputado a Antonio Troncoso (coronel auditor del Cuerpo Jurídico Militar), Carlos Rey (antiguo capitán auditor del cuerpo jurídico del Ejército) y a antiguos miembros de las Fuerzas Armadas, Jesús Quintana, Jesús González, Ricardo Algar, Félix Criado, Pascual Honrado, Jesús Martínez, Benjamín Solsona y Atilano del Valle.
Además, imputa a Abelardo García, denunciado por el caso de Flor Díaz Carrasco quien busca a su hermano desaparecido en el Hospital Municipal de La Línea de la Concepción el 6 de noviembre de 1967 donde trabajaba como médico ginecólogo.
La magistrada recuerda que la Audiencia Nacional rechazó extraditar al expolicía Antonio González Pacheco 'Billy el niño' y al excapitán de la Guardia Civil Jesús Muñecas por estar prescritos sus delitos y que numerosos juzgados españoles han archivado este tipo de casos.
Servini, que viajó el pasado mayo a España para interrogar a víctimas y visitar distintas instituciones, alega que Argentina es competente para conocer de esta querella criminal y enmarca los hechos en crímenes de lesa humanidad.
"En el terreno de los crímenes de derecho internacional, la extraterritorialidad equipara y aún desplaza a la territorialidad como base para el ejercicio jurisdiccional', dice Servini, que defiende la jurisdicción por parte de los tribunales argentinos y alude a la Convención contra la Tortura y la Convención Interamericana sobre desaparición forzada de personas.
El caso tiene su origen en la denuncia interpuesta en abril de 2010 por múltiples víctimas y sus familiares agrupados en la Coordinadora CEAQUA al entender que los crímenes ocurridos desde el 17 de julio de 1936 constituían un plan sistemático y planificado de 'aterrorizar a españoles' por su ideología y de sustracción de menores.

Elena Francis, consejos para la mujer sumisa

Durante 36 años su consultorio diseñó a la mujer, madre y esposa del franquismo.

 Un estudio rememora la figura de la 'coach' sentimental más popular de la historia de España.

 

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Los consultorios sentimentales de antes hacían las veces de los psicólogos, coaches y sexólogos de ahora, incluso cuando hablar de sexo estaba mal visto o era casi pecado.
 De entre todos esos consejeros, en España, destacó Elena Francis, que durante 36 años y desde la radio recomendó a las mujeres abnegación, aguante, mirar para otro lado, hacer la vista gorda, tener paciencia, esperar a que las cosas cambiasen o sacrificarse por los hijos y la familia.
 El programa no fue sino la doctrina del régimen franquista disfrazada de consultorio sentimental, aunque llegó a sobrevivir al propio Franco –se emitió entre 1947 y 1984- y agonizó hasta su muerte, al negarse a actualizarse y seguir preconizando una moral de posguerra, cuando el destape, el divorcio, el feminismo y la lucha por la ley del aborto campaban a sus anchas por una España con prisas por sacudirse su pasado reciente.

Pura Sánchez, profesora de secundaria de lengua y literatura en el instituto Velázquez, de Sevilla, trabaja en un estudio ligado al equipo de investigación de la Universidad de esa misma ciudad, dentro del departamento de antropología social. 
El trabajo es una reflexión de la vida íntima de nuestras madres y abuelas a través del análisis de consultorios de radio y revistas femeninas
. Pura espera que su investigación tenga éxito y se convierta, en el futuro, en libro.
 Leer las cartas que las mujeres de aquella época mandaban a Elena Francis con sus preguntas, ha sido una de las tareas de Sánchez para elaborar su estudio.
 Unas cartas a las que ella identifica con "mensajes de náufragos en una botella" y que describen un panorama de amas de casa solas, relegadas al hogar y a las tareas domésticas y con poca conexión con el mundo.
 “Es cuando la mujer sale a trabajar cuando empieza a interactuar con otras congéneres, a contarle sus problemas y a compararse con ellas.
 En los primeros años de la posguerra el lugar de las féminas estaba en casa y su relación con el mundo era bajo el acompañamiento de sus maridos”, cuenta Sánchez, “por eso muchas recurrían al consultorio de la doctora Francis, porque no tenían a nadie a quién contarle sus inquietudes, o porque éstas eran tan graves que temían ser estigmatizadas por ello”.
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  El gran engaño: Elena era un cura (y un psicólogo)

En el año 1982, cuando el programa todavía se oía en la radio, Gerard Imbert, actualmente catedrático de comunicación audiovisual en la Universidad Carlos III, de Madrid, destapó en su libro Elena Francis, un consultorio para la transición (Península) el gran engaño. El alma y cuerpo del consultorio no existía, era todo un montaje que el Instituto de Belleza Francis, con sede en Barcelona, se había inventado para hacer publicidad de sus productos.
 Doña Elena era un ser ficticio y las cartas las contestaba un equipo de asesores, entre los que se encontraban un cura y un psicólogo. Más tarde, a partir del año 66, los guiones del programa, que se basaban enteramente en la correspondencia, se le encargaron al periodista y crítico de toros Juan Soto Viñolo
. Diversos nombres prestaron su voz al personaje irreal y, entre ellos, Maruja Fernández, actriz de doblaje y locutora –dobló a Anna Magnani, entre otras estrellas– fue la más emblemática.
 Lo único que era verdad eran las 20.000 cartas que llegaban cada mes al Instituto de Belleza Francis, procedentes de toda España.

El escándalo que siguió a la publicación del libro de Imbert fue tapado por el programa, que emitió un comunicado afirmando que “Elena Francis existe, es un ente físico. Se trata de una señora muy digna, muy preparada y muy amante de su intimidad, que tendrá en la actualidad entre 68 y 70 años.
 No es posible hablar con ella porque sigue una norma estricta de no conceder entrevistas ni aparecer en público".


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Sophia Loren, en una imagen de archivo.
Foto: Corbis
La mujer abnegada y atada al matrimonio

Según Gerard Imbert, “la filosofía del programa era la de proponer un modelo de mujer abnegada, sufridora, entregada enteramente al hogar y capaz de cualquier cosa con tal de salvar la unidad familiar. Infidelidades, malos tratos, alcoholismo… 
Todo había que soportarlo por el bien de los hijos y su futuro”. “El matrimonio era un contrato en el que el hombre podía romper todas las reglas pero la mujer ninguna”, comenta Pura Sánchez.
La mujer abnegada y atada al matrimonio

Según Gerard Imbert, “la filosofía del programa era la de proponer un modelo de mujer abnegada, sufridora, entregada enteramente al hogar y capaz de cualquier cosa con tal de salvar la unidad familiar. Infidelidades, malos tratos, alcoholismo… Todo había que soportarlo por el bien de los hijos y su futuro”. “El matrimonio era un contrato en el que el hombre podía romper todas las reglas pero la mujer ninguna”, comenta Pura Sánchez.

A lo largo de sus 36 años de vida en antena, el consultorio adoptó diversos formatos y tiempos de duración, que oscilaron entre 30 minutos y una hora. Se ponían canciones dedicadas, se leían autobiografías o vidas de santos, como modelos a imitar, pero el cuerpo principal del programa consistía en leer las preguntas de las oyentes y darles consejo
. Algunas cartas, si así se solicitaba, eran contestadas por correo, lo que servía como confirmación de que doña Francis existía y no era una mera leyenda. Según Imbert, “el formato del programa cumplía también una función que subrayaba la ideología del mismo.
 Todo estaba muy regulado, la música, la lectura de la pregunta planteada por la oyente, un breve paréntesis amenizado por una melodía, en el que pareciera que doña Francis estaba pensando la respuesta y el comentario. Era como un ritual, una misa. La voz que daba vida al personaje era también cuidadosamente elegida.
Debía ser grave, con un cierto tono entre autoritario y maternal, porque había muchas Elenas Francis encerradas en una: la amiga, confidente, directora espiritual; pero también la censora, la juez, la represora.
Todo estaba empapado de grandes dosis de maternalismo”.
dentro radio