Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

12 nov 2014

Elena Francis, consejos para la mujer sumisa

Durante 36 años su consultorio diseñó a la mujer, madre y esposa del franquismo.

 Un estudio rememora la figura de la 'coach' sentimental más popular de la historia de España.

 

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Los consultorios sentimentales de antes hacían las veces de los psicólogos, coaches y sexólogos de ahora, incluso cuando hablar de sexo estaba mal visto o era casi pecado.
 De entre todos esos consejeros, en España, destacó Elena Francis, que durante 36 años y desde la radio recomendó a las mujeres abnegación, aguante, mirar para otro lado, hacer la vista gorda, tener paciencia, esperar a que las cosas cambiasen o sacrificarse por los hijos y la familia.
 El programa no fue sino la doctrina del régimen franquista disfrazada de consultorio sentimental, aunque llegó a sobrevivir al propio Franco –se emitió entre 1947 y 1984- y agonizó hasta su muerte, al negarse a actualizarse y seguir preconizando una moral de posguerra, cuando el destape, el divorcio, el feminismo y la lucha por la ley del aborto campaban a sus anchas por una España con prisas por sacudirse su pasado reciente.

Pura Sánchez, profesora de secundaria de lengua y literatura en el instituto Velázquez, de Sevilla, trabaja en un estudio ligado al equipo de investigación de la Universidad de esa misma ciudad, dentro del departamento de antropología social. 
El trabajo es una reflexión de la vida íntima de nuestras madres y abuelas a través del análisis de consultorios de radio y revistas femeninas
. Pura espera que su investigación tenga éxito y se convierta, en el futuro, en libro.
 Leer las cartas que las mujeres de aquella época mandaban a Elena Francis con sus preguntas, ha sido una de las tareas de Sánchez para elaborar su estudio.
 Unas cartas a las que ella identifica con "mensajes de náufragos en una botella" y que describen un panorama de amas de casa solas, relegadas al hogar y a las tareas domésticas y con poca conexión con el mundo.
 “Es cuando la mujer sale a trabajar cuando empieza a interactuar con otras congéneres, a contarle sus problemas y a compararse con ellas.
 En los primeros años de la posguerra el lugar de las féminas estaba en casa y su relación con el mundo era bajo el acompañamiento de sus maridos”, cuenta Sánchez, “por eso muchas recurrían al consultorio de la doctora Francis, porque no tenían a nadie a quién contarle sus inquietudes, o porque éstas eran tan graves que temían ser estigmatizadas por ello”.
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  El gran engaño: Elena era un cura (y un psicólogo)

En el año 1982, cuando el programa todavía se oía en la radio, Gerard Imbert, actualmente catedrático de comunicación audiovisual en la Universidad Carlos III, de Madrid, destapó en su libro Elena Francis, un consultorio para la transición (Península) el gran engaño. El alma y cuerpo del consultorio no existía, era todo un montaje que el Instituto de Belleza Francis, con sede en Barcelona, se había inventado para hacer publicidad de sus productos.
 Doña Elena era un ser ficticio y las cartas las contestaba un equipo de asesores, entre los que se encontraban un cura y un psicólogo. Más tarde, a partir del año 66, los guiones del programa, que se basaban enteramente en la correspondencia, se le encargaron al periodista y crítico de toros Juan Soto Viñolo
. Diversos nombres prestaron su voz al personaje irreal y, entre ellos, Maruja Fernández, actriz de doblaje y locutora –dobló a Anna Magnani, entre otras estrellas– fue la más emblemática.
 Lo único que era verdad eran las 20.000 cartas que llegaban cada mes al Instituto de Belleza Francis, procedentes de toda España.

El escándalo que siguió a la publicación del libro de Imbert fue tapado por el programa, que emitió un comunicado afirmando que “Elena Francis existe, es un ente físico. Se trata de una señora muy digna, muy preparada y muy amante de su intimidad, que tendrá en la actualidad entre 68 y 70 años.
 No es posible hablar con ella porque sigue una norma estricta de no conceder entrevistas ni aparecer en público".


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Sophia Loren, en una imagen de archivo.
Foto: Corbis
La mujer abnegada y atada al matrimonio

Según Gerard Imbert, “la filosofía del programa era la de proponer un modelo de mujer abnegada, sufridora, entregada enteramente al hogar y capaz de cualquier cosa con tal de salvar la unidad familiar. Infidelidades, malos tratos, alcoholismo… 
Todo había que soportarlo por el bien de los hijos y su futuro”. “El matrimonio era un contrato en el que el hombre podía romper todas las reglas pero la mujer ninguna”, comenta Pura Sánchez.
La mujer abnegada y atada al matrimonio

Según Gerard Imbert, “la filosofía del programa era la de proponer un modelo de mujer abnegada, sufridora, entregada enteramente al hogar y capaz de cualquier cosa con tal de salvar la unidad familiar. Infidelidades, malos tratos, alcoholismo… Todo había que soportarlo por el bien de los hijos y su futuro”. “El matrimonio era un contrato en el que el hombre podía romper todas las reglas pero la mujer ninguna”, comenta Pura Sánchez.

A lo largo de sus 36 años de vida en antena, el consultorio adoptó diversos formatos y tiempos de duración, que oscilaron entre 30 minutos y una hora. Se ponían canciones dedicadas, se leían autobiografías o vidas de santos, como modelos a imitar, pero el cuerpo principal del programa consistía en leer las preguntas de las oyentes y darles consejo
. Algunas cartas, si así se solicitaba, eran contestadas por correo, lo que servía como confirmación de que doña Francis existía y no era una mera leyenda. Según Imbert, “el formato del programa cumplía también una función que subrayaba la ideología del mismo.
 Todo estaba muy regulado, la música, la lectura de la pregunta planteada por la oyente, un breve paréntesis amenizado por una melodía, en el que pareciera que doña Francis estaba pensando la respuesta y el comentario. Era como un ritual, una misa. La voz que daba vida al personaje era también cuidadosamente elegida.
Debía ser grave, con un cierto tono entre autoritario y maternal, porque había muchas Elenas Francis encerradas en una: la amiga, confidente, directora espiritual; pero también la censora, la juez, la represora.
Todo estaba empapado de grandes dosis de maternalismo”.
dentro radio

 

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