Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

12 mar 2014

Esa aburrida manía de querer buscar la felicidad

Ray Loriga crea en ‘Za Za, emperador de Ibiza’ una sátira sobre un narco de poca monta y repasa su trayectoria.

El escritor Ray Loriga, en su casa de Madrid. / Claudio Alvarez (EL PAÍS)

Una estela del paraíso perdido de Ray Loriga metamorfosea su cara con los azules relampagueantes del televisor.
 Acaba de anochecer y el salón de su casa madrileña está a media luz. Ve entusiasta y preocupado la participación del patinador español Javier Fernández en los Juegos Olímpicos de Invierno de Sochi (Rusia). Loriga vive una felicidad genuina, ahí, ahora, viendo a su compatriota en compañía de sus recuerdos y sueños infantiles en Jaca… Hielo, patines, fuerza, figuras…
Felicidades auténticas, pero extraviadas, que nada tienen que ver con las que él analiza y critica en Za Za, emperador de Ibiza (Alfaguara).
 Una narración esparcida de humor y sátira en la cual reflexiona sobre “esa extraña manía que ha entrado a todos por ser felices”. Un espejismo.
 La sociedad, afirma Loriga (Madrid, 1967), se ha embalado en un viaje de no retorno cuyo único destino obligatorio es ser felices, aunque sea tomando atajos, con efectos secundarios, “al tiempo que nos hace sentir culpables por no estar pletóricos”.
Este tiempo que nos hace sentir culpables por no estar pletóricos
Su novela cuenta esa búsqueda desaforada, a veces vacua, a través de un episodio disparatado, donde lo que muestra, en realidad, es su envés: el estigma alrededor de lo opuesto a la felicidad oficial, tristeza, melancolía y sentimientos y sensaciones vecinas.
 Para contarlo, Loriga recurre a otra parcela de su paraíso perdido: Ibiza.
Lo que representa hoy, lo que ya no es.
Se vale de la historia de Za Za (Zacarías Zaragoza Zamora), un antiguo narcotraficante de poca monta apartado del negocio pero que un día se ve envuelto en un episodio rocambolesco: hay una droga nueva que promete la felicidad total sin peajes y se llama como él, pero todo en mayúscula y junto: ZAZA.
Es solo el comienzo del embrollo. ¿O el final? Una novela en la que se va por una montaña rusa, o caminos zigzagueantes, según le guste más al lector, donde están presentes siete búsquedas comunes a todas las personas, y presentes en sus obras, y que Loriga define veloz, al ritmo de Za Za:
Paraíso:
“La Ibiza del libro es la de los 70 de mi infancia y la de hoy. Es como el paraíso perdido”.
Alegría: “Una palabra que cambia dependiendo de lo que quieras conseguir. No sé si he sido especialmente feliz. Alegre es no haberme colgado con tantas cosas vividas”.
Euforia: “Una sensación que con la edad se abandona. El éxito, las drogas…”.
Amistad: “Acaba siendo lo que más importa”.
Amor: “En sus múltiples formas está en todo. Es una complicación enorme pero hermosa”.
Sexo: “Después de la música lo más entretenido. Es sentirse vivo y muerto a la vez. Como encajar las piezas de un puzle”.
Felicidad: “Como obligación parece la causa de los males, una condena. Como anhelo no es mala”.
La búsqueda de la felicidad es un engaño. El señuelo del éxito nos hace correr más y en ese tiempo somos más productivos
Y después de ese paseo vital-literario, Ray Loriga reconoce que “a veces caerse no es malo”, sobre todo ahora que todos esperan bajo la piñata prometida de felicidades.
Una búsqueda que en términos empresariales lleva implícita una trampa: “Es un engaño. El señuelo del éxito nos hace correr más y en ese tiempo somos más productivos”. Y si hay “un malo” por esa mercantilización y capitalización de la felicidad “somos todos”.
 Y lo dice precisamente él, que ha pasado por diferentes predios de dichas artificiales.
¡La felicidad!, ¡la felicidad!, como gran embaucadora es el tema de su libro número 13, en 22 años de literatura, desde su debut con Lo peor de todo, al que siguieron títulos como Héroes, Tokio ya no nos quiere, Trífero o El hombre que inventó Manhattan.
  Echa un vistazo atrás y reconoce que le resulta difícil juzgar la literatura española de los noventa por haber formado parte de ella.
 “Una época de autores muy dispares y sin una relación directa, salvo la edad. Quizá alguna sensación de que se podía escribir desde la juventud. Por eso hay retratos o autorretratos de una época concreta pero con formas diferentes”.
¿Y el presente? Ve la literatura más tranquila que dinámica.
 Aunque confiesa que le faltan elementos para analizarla, vislumbra dos razones: “El fin de los editores clásicos, de verdad
. Ahora son contratados para una cuenta de resultados, y hay un cierto desprecio hacia el oficio de editor real.
 El segundo es el debilitamiento de la crítica literaria. Antes era más formadora, analítica. Esa posición de la crítica se ha perdido”.
La libertad es sagrada pero no se puede dejar todo en manos de la dictadura de la opinión
Esa es otra felicidad extraviada
. A cambio se ha descubierto otra de dudoso cantar. “Una de las peores formas de entender la democracia es la histeria colectiva alrededor de que cualquiera y todo vale. ¡Son gilipolleces!
 La sociedad fomenta los atajos al éxito o la fama que daría la felicidad.
 O el dinero, sea ilícito o legal. El resultado es que cualquiera puede ser un ciudadano ilustre. Hay confusión
. Además, se extiende la idea de que aquello que ven muchos es bueno a ultranza, y no siempre es así. Es un desconsuelo porque no hay elementos de juicio, ni valoración.
 Falta criterio y rango y verdadera apreciación.
La libertad es sagrada pero no se puede dejar todo en manos de la dictadura de la opinión”.
Ya es de noche y el televisor que estaba mudo recobra el sonido al empezar la actuación del patinador español en Sochi. Relampaguea en su cara.
 Mientras comenta la actuación, sus recuerdos van hasta sus nueve años, en Jaca, cuando su abuela materna lo llevaba a la pista de hielo.

 

Leer ‘El señor de las moscas’..........................................Por: Virginia Collera

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Leí El señor de las moscas en el internado cuando tenía trece años en una edición especialmente reforzada -sin ironía ni, probablemente, demasiado éxito- contra el salvajismo cotidiano de los colegiales.
 Los ejemplares nuevos de estreno se repartieron en clase una tarde de verano. Las cubiertas de cartón de doble grosor eran de un dorado intenso, que nos llegó a parecer el color de la arena de una isla desierta y del apellido del autor
. Era el tipo de libro que crujía la primera vez que se abría, y la cola de la encuadernación despedía un olor ligeramente fecal, que pronto asociamos a chicos atiborrados de frutas tropicales a los que les había entrado un apretón en la playa.
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El texto era sorprendentemente claro, en armonía con las aguas límpidas de la laguna.
 Algo me habría llegado de la fama de la novela porque ya sabía que era un libro serio, escrito por un adulto para que otros adultos le prestaran toda la atención.
 En esa época ardía en deseos de entrar en el mundo de los libros de verdad. 
Empecé la primera página con avidez y leí demasiado rápido porque me quedó la idea de un chico con una cicatriz enorme y un pájaro capaz de hablar.

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Empecé de nuevo, esta vez más despacio, y me inicié, aunque entonces no podía saberlo, en el proceso mediante el cual los escritores le enseñan a uno a leer. No todas las cicatrices las llevan las personas, esa estaba en el entramado de la jungla. Y el chillido de un ave podía encontrar eco en el chillido de un niño y por lo tanto parecerse a él.

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Dos descubrimientos relacionados me proporcionaron un placer inmediato.
 El primero fue que, en un libro de adultos como este, los adultos y todas sus preocupaciones grises e impenetrables no eran importantes. 
Me encontraba con las situaciones que poblaban mi imaginación y mis lecturas infantiles preferidas. Durante años había fantaseado con que, oportunamente y de manera indolora (no quería en absoluto que sufrieran), los adultos se esfumaban lo que nos obligaba a mí y a un puñado de amigos de lo más capaces a superar peligros sin que nunca se nos llamara a merendar.

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Había leído La isla del tesoro y La isla de Coral, por supuesto, y lo sabía todo de la parte menos respetable de la tradición, la serie de aventuras de Enid Blyton en la que cuatro amigos y un perro desarticulaban organizaciones criminales internacionales durante las vacaciones de verano.
 Lo que era tan atractivamente subversivo y verosímil de Golding era la premisa aparente de que en un mundo dominado por niños las cosas iban mal, de una manera horrible pero interesante. 
Y es que -y ese era el segundo descubrimiento- conocía a esos chicos. Sabía de lo que eran capaces. Había visto cómo lo hacíamos. 
 Para mí, la isla de Golding era un internado apenas oculto.

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Extracto del epílogo escrito por Ian McEwan para El señor de las moscas de William Golding. Ilustraciones de Jorge González. Traducción de Carmen Vergara. Editado por Libros del Zorro Rojo

Los peligros del cibersexo...............................Por: Venus O’Hara ................Del Blog Eros..................

Una vida sin riesgos sería muy aburrida
. Sin embargo, a veces, en según qué cosas, cuesta protegerse sin comprometer el placer
. Para el sexo real hay preservativos pero, ¿cómo podemos protegernos en una sesión de cibersexo? Es cierto que el cibersexo no conlleva el riesgo de infecciones de transmisión sexual, está claro, pero sí que existen otro tipo de peligros: el más grande es que nuestro chat privado  deje de ser privado.
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Venus O'Hara por Lourdes Ribas

Hace unos años trabajaba de consultora fetish para varias compañías de webchat.
 Me resultó un sector fascinante, sobre todo cuando me dieron crédito para charlar con las chicas webcam, con el objetivo de entender cómo funcionaba el negocio
. La verdad es que me sentía como una voyeur mientras me 'formaba', porque yo las veía a ellas, pero ellas no me veían a mí (y me imagino que pensaron que era un hombre más masturbándome mientras escribía con una sola mano).
 Sin duda, fue muy entretenido observar todos los trucos que tenían para mantenerme conectada, porque se cobraba por minuto de conexión, y todas sin falta prometían ser mucho más atrevidas si pasábamos a una charla privada, que era mucho más cara.
Curiosamente, las que más facturaban no eran las que más mostraban.
 Al contrario, las que más facturaban eran las mujeres fetichistas de pies, de tacones o de uñas que ni siquiera enseñaban la cara.
Estas mujeres cobraban entre cuatro y cinco dólares el minuto por mostrar su tacón a la cámara, o introducir sus uñas largas en una manzana por ejemplo, y había muchos clientes dispuestos a pagar más para ver menos
. Naturalmente, al mirar las cifras de facturación, la empresa vio una oportunidad comercial en ampliar la categoría del fetichismo.

Durante mi tiempo ahí tuve una compañera cuyo trabajo era espiar a las chicas webcam durante sus sesiones.
 No podía creer que existía tal cosa cuando me lo explicó, pero aprendí que la misión principal de su trabajo era comprobar que las chicas estaban cumpliendo con las normas de la empresa... por ejemplo, que no estaban consumiendo drogas durante la sesión, entre otras actividades prohibidas. Me preguntaba si las chicas eran conscientes de esto, o si quizás era algo que aparecía en la letra pequeña de su contrato
. Entonces, el mero concepto de un videochat privado era un engaño total.
Venus O'Hara by Lourdes Ribas Inglés para pervertidos
Venus O'Hara por Lourdes Ribas Imagen del libro 'Inglés para pervertidos'

Después de esta experiencia laboral, no me sorprendió mucho leer la noticia en The Guardian sobre el descubrimiento que la inteligencia británica había interceptado y almacenado imágenes de webcam de más de 1.8 millones de cuentas de usuarios de Yahoo a nivel mundial, incluyendo una gran cantidad de comunicaciones con contenido sexual explícito.

Está claro que es difícil –o imposible- reducir el riesgo de ser espiados por terceros durante una sesión de cibersexo, sin embargo a veces el peligro puede venir de la persona con quien estamos charlando.
 Para reducir estos riesgos, aquí hay cuatro consejos para tener cibersexo de una manera un poco más segura:

-No tener cibersexo con desconocidos (aunque es cierto que los conocidos, a veces, tampoco son de fiar).
-No mostrar la cara.
-No muestres más de lo que deseas mostrar.
 Si te sientes presionado, probablemente no es una buena idea continuar con la charla.
-Asegúrate de que no haya un grupo de desconocidos mirándote sin tu consentimiento.

A pesar de los riesgos evidentes del cibersexo, no pienso parar. Así que, Sr. Skype, o quien sea, si me estás observando la próxima vez que haga cibersexo, ¡que disfrutes el show!

Un seguro de coche para Penélope, pero no para Ulises..........................................Por: Susana Pérez de Pablos

Un seguro de coche para Penélope, pero no para Ulises


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Penélope seguros, pensado por mujeres
, reza el anuncio de un nuevo seguro dirigido a conductoras. Tras la sentencia del tribunal europeo que prohíbe desde el 21 de diciembre de 2012 calcular las primas de los seguros según criterios de sexo por considerarlo discriminatorio, recibo en mi correo electrónico la publicidad de este producto.
 Una oferta que incluye además 50 euros de regalo si te pasas a Penélope y contratas el seguro de tu coche o de tu moto por Internet. Me meto en el cuestionario y lo primero que me pregunta es si quiero que se dirijan a mí como señora o como señor.
   En este punto, me despisto aún más. ¿Señor? ¿No era pensado para mujeres, con nombre de mujer? Pero no veo un Ulises seguros alternativo por ninguna parte del cuestionario. Tampoco parece estar pensado para señoritas. Pongo señora.
Entonces aparece un mensaje en mayúsculas: “Por fin un seguro diseñado por mujeres”. ¿Cómo que diseñado por? ¿Pero es diseñado para mujeres o no?
Se me ha olvidado mencionar que en la portada del cuestionario, diseñado con un look retro en naranja, blanco y negro, aparece una mujer con dos grandes corazones a su lado. Total, blanco y en botella. Me pregunto si algún hombre pensará que está dirigido a él.
 Pero sigo adelante.
Bajo el mensaje en mayúsculas se informa de que cubre: “Asistencia a embarazadas por indisposición” y “robo de bolso”, es “un seguro pensado para tu comodidad”, aclara al lado. Bueno, a pesar del “pensado por” mujeres  es evidente ya que es “para” mujeres.
 Luego tienes que rellenar los datos de tu coche y al llegar al combustible, el número de puertas, la potencia y la cilindrada me llama la atención que deja una opción en todas para poner “tengo dudas”. Me extraña.
 No tengo dudas sobre esas simples preguntas, como muchas otras mujeres, imagino, y, si las tuviera, miraría la documentación del coche antes de rellenarlo.
Penelopefoto
A continuación tengo que contar qué uso le voy a dar, dónde duerme, quién lo va a usar, la compañía en la que estoy ahora… Pero cuando llego a la siguiente pantalla me encuentro: “Datos de la conductora habitual y tomadora de seguro-Sexo”  Con las opciones: “Hombre” o “mujer”. ¿Eh? ¿Una conductora  y tomadora hombre?
  Un pequeño patinazo en la publicidad.
 Pongo mujer. Pero cuando me exige el DNI para mandarme el presupuesto ya me paro
. Y me quedo sin conocer el presupuesto que me ofrecen.
Así que llamo por teléfono al 902 que aparece en la página.
 Y un amable operador me informa de que sin el DNI no me pueden decir el presupuesto. A continuación recabo la versión de la empresa, que no es otra que la compañía de seguros Línea Directa Aseguradora.
“Penélope no es una compañía de seguros, es una marca dentro de Línea Directa”, me explica un portavoz oficial. “Precisamente la creamos en junio de 2012, unos meses antes de que entrara en vigor la sentencia europea, porque queríamos ser los primeros en sacar una línea diferenciadora para mujeres, para atraerlas.
 Y por eso tiene coberturas específicas para ellas, pero no es un seguro discriminatorio porque lo pueden contratar también hombres”, afirma el portavoz.
Lo cierto es que las aseguradoras defienden la legalidad de tener ofertas de seguros de coche expresamente destinadas a mujeres por la diferencia en los datos sobre siniestralidad de éstas con respecto a los hombres
. El femenino es un mercado que interesa cada vez más en ámbitos, como el del automóvil, que antes eran casi exclusivamente masculinos.
De ahí lo de la opción “hombre” en mitad de una publicidad claramente dirigida a mujeres. Y prosigo la conversación con el portavoz oficial de la empresa:
- ¿Pero no le parece una publicidad engañosa?
- No, los hombres pueden contratarlo.
-  ¿No creen que crear un seguro específico para mujeres dentro de la misma compañía sí puede ser igualmente discriminatorio?
-  No porque no hay una tarifa diferente en Penélope por género.
-  El operador me ha dicho que “cuando el conductor principal de Línea Directa es una mujer va por esta línea”. Eso parece comparable.
-  Son diferentes productos, con coberturas distintas, por eso no es comparable.
-  ¿Pero el seguro incluye siempre todo, la asistencia en viaje para embarazadas, el robo de bolso…?
-  Sí, está todo incluido.
Pero si un hombre considera que le interesa puede contratarlo en todo caso.
-   ¿Y cuántos lo han contratado desde mayo de 2012?
-   Pocos
-   ¿Más o menos, qué porcentaje?
-   Esos datos no los tengo, pero no sé si se los puedo dar, por la competencia
-   ¿Me saldría a mí, con mi siniestralidad, el mismo coche y los mismos datos más barato contratar el seguro en Penélope que en Línea Directa?
-   Es probable
Blanco y en botella.