Sin título (2012).
Después de años de espera en los cuales sus admiradores deseábamos
volver a ver la obra de este artista radical y preciso, Angel Bados ha
regresado a Madrid con una exposición fascinante, inesperada, sutil,
fresca –valía la pena la espera.
Como ocurre cada vez con los auténticos
artistas, y Bados lo es, ha llegado al lugar oportuno en el momento
oportuno: la galería Moisés Pérez de Albéniz. forma parte de ese grupo
de profesionales que han decidido tomar la calle Doctor Fourquet
buscando una alternativa a la desidia que sus gobernantes imponen a una
ciudad cuya peor crisis reside en los intentos oficiales por travestirla
de no se sabe qué.
“Madrid DF” llaman a la reunión de galerías en
dicha calle, quizás queriendo recuperar un poco de aquella energía de
los 80, un momento en el cual culturalmente todo parecía posible.
Y es que ha llegado el momento de las iniciativas particulares, del
trabajo en equipo, de las soluciones fuera de esos circuitos de poder
que durante demasiado tiempo han gobernados los modos y las modas
. A
pesar de los políticos, me parece que el mundo del arte en esta ciudad
vive un buen momento, de transformación, de ilusiones incluso–y valga
esta iniciativa de ejemplo.
Así, a los pioneros de la calle Doctor
Fourquet –desde Helga de Alvear primero, quien, siempre por delante de
los acontecimientos, vio antes de que nadie las posibilidades de la zona
en cuanto a los espacios disponibles y la ubicación misma del Reina
Sofía, hasta Espacio Mínimo, otra de galerías que se estableció allí muy
pronto- se han ido uniendo galeristas jóvenes como Maisterrabalbuena o
el proyecto tan especial de Casa sin fin, y ahora algunos más veteranos
como Fúcares o Marta Cervera. Liebre se ha mudado y no muy lejos abren
sus espacios Louis 21, NoguerasBlanchard, García/Galería o Galería
Alegría.
Poco a poco, en la calle se van salpicando delicatessen y no
falta un solar de buen tamaño, un jardín, que ha sido tomado por el
barrio y donde se puede encontrar, de un modo muy neoryorquino, un
huerto, un lugar de reuniones, proyectos independientes y todo aquello a
lo que una calle que aspira a dar que hablar puede pedir
. Y es que, en
medio del aturdimiento oficial y sus manipulaciones, piedra a piedra
tendremos que reconstruir el presente, de una manera nueva: ya no se
puede dejar todo en manos del estado como sucedía antes, entre otras
cosas porque se han llevado el dinero y ya no queda apenas nada.
Sin título (2013).
En este contexto de ilusión –perdón por usar esta palabra que tantas
veces es abusada en vano- las piedras de Bados, las que roba o las que
ruedan, que en el fondo es lo mismo, han devuelto a los ojos algo
intenso y antiguo, difícil de definir porque está a medio camino entre
la casa y la intemperie
. Sólo Angel Bados podría ha haber sido capaz de
hacer el malabarismo: robando piedras, rodando piedras, echar a rodar.
Piedras que se toman prestadas del otro para investigar lo que desde
hace tanto intriga al artista: los modos de representación y cómo operan
en diferentes culturas.
Con esa elegancia tan especial de Bados, con
una precisión en el lenguaje que recuerda a las palabras del poeta Ossip
Mandelstam en su libro
La piedra , los ojos sabios se han
puesto a buscar lo que rueda como parte de un proyecto superior: el modo
en el cual cada uno busca soluciones distintas para idénticos asuntos.
Ahí está la mujer que viene a Africa y lleva sus pertenencias en bolsas
de tela –parecen piedras.
Y Bados une lo cerrado con los
impreciso, lo blando con lo duro, lo que rueda con lo que no se echa a
rodar y hace un guiño asombroso a la tradición escultórica a la cual
pertenece, a la representación y los medios y el modo en el cual se
tratan en culturas diferentes. Piedras de piedra –bellas, poderosas,
fragilizadas- y piedras de tela y telas que fueron casi piedras –y
rodaron- y ahora se abrazan intensas unas contra otras, como quien no
quiere dejarse rodar –o todo lo contrario.
Es una exposición
emocionante por la simplicidad y lo intenso y porque el autor parece
alguien muy joven, capaz de hacer piezas inmediatas.
Y todo ocurre,
además, de esa forma en que cada cosa sucede en el ámbito de influencia
de Bados: con una modestia mágica que hace que el tesoro sea más
admirable aún
. Cada cosa en su sitio: nada está fuera de lugar –pero ya
se sabe que el dominio del espacio en Bados en sorprendente.
De
vuelta por el recorrido por Doctor Fourquet, pensando cómo algo sutil y
mágico puede estar moviéndose en esta ciudad extraña –Madrid otra vez
D.F.- que a veces nos da sorpresas, regreso a ver a Angel Bados en
Moisés Pérez de Albéniz, y recuerdo el verso de Marina Tsetaieva – hacia
la cual Mandelstam parecía no profesar mucha simpatía- que habla de ese
despojarse como acto de coraje y generosidad que de pronto se asoma
entre las esculturas de Bados
: “De nuevo : la vida- o sea,/ la exactitud
de los poemas./Casa , es decir: ahí/ afuera, en la noche.” La exactitud
de los poemas de Bados tiene siempre algo de intemperie.