Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

23 sept 2013

Robando piedras

Por: | 22 de septiembre de 2013
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Sin título (2012).
Después de años de espera en los cuales sus admiradores deseábamos volver a ver la obra de este artista radical y preciso, Angel Bados ha regresado a Madrid con una exposición fascinante, inesperada, sutil, fresca –valía la pena la espera.
 Como ocurre cada vez con los auténticos artistas, y Bados lo es, ha llegado al lugar oportuno en el momento oportuno: la galería Moisés Pérez de Albéniz. forma parte de ese grupo de profesionales que han decidido tomar la calle Doctor Fourquet buscando una alternativa a la desidia que sus gobernantes imponen a una ciudad cuya peor crisis reside en los intentos oficiales por travestirla de no se sabe qué.
  “Madrid DF” llaman a la reunión de galerías en dicha calle, quizás queriendo recuperar un poco de aquella energía de los 80, un momento en el cual culturalmente todo parecía posible.
Y es que ha llegado el momento de las  iniciativas particulares, del trabajo en equipo, de las soluciones fuera de esos circuitos de poder que durante demasiado tiempo han gobernados los modos y las modas
. A pesar de los políticos, me parece que el mundo del arte en esta ciudad vive un buen momento, de transformación, de ilusiones incluso–y valga esta iniciativa de ejemplo.
 Así, a los pioneros de la calle Doctor Fourquet –desde Helga de Alvear primero, quien, siempre por delante de los acontecimientos, vio antes de que nadie las posibilidades de la zona en cuanto a los espacios disponibles y la ubicación misma del Reina Sofía, hasta Espacio Mínimo, otra de galerías que se estableció allí muy pronto- se han ido uniendo galeristas jóvenes como Maisterrabalbuena o el proyecto tan especial de Casa sin fin, y ahora algunos más veteranos como Fúcares o Marta Cervera. Liebre se ha mudado y no muy lejos abren sus  espacios Louis 21, NoguerasBlanchard, García/Galería o Galería Alegría.
 Poco a poco, en la calle se van salpicando delicatessen y no falta un solar de buen tamaño, un jardín, que ha sido tomado por el barrio y donde se puede encontrar, de un modo muy neoryorquino, un huerto, un lugar de reuniones,  proyectos independientes y todo aquello a lo que una calle que aspira a dar que hablar puede pedir
. Y es que, en medio del aturdimiento oficial y sus manipulaciones, piedra a piedra tendremos que reconstruir el presente, de una manera nueva: ya no se puede dejar todo en manos del estado como sucedía antes, entre otras cosas porque se han llevado el dinero y ya no queda apenas nada.
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Sin título (2013).
En este contexto de ilusión –perdón por usar esta palabra que tantas veces es abusada en vano-  las piedras de Bados, las que roba o las que ruedan, que en el fondo es lo mismo, han devuelto a los ojos algo intenso y antiguo, difícil de definir porque está a medio camino entre la casa y la intemperie
. Sólo Angel Bados podría ha haber sido capaz de hacer el malabarismo: robando piedras, rodando piedras, echar a rodar.
 Piedras que se toman prestadas del otro para investigar lo que desde hace tanto intriga al artista: los modos de representación y cómo operan en diferentes culturas.
 Con esa elegancia tan especial de Bados, con una precisión en el lenguaje que recuerda a las palabras del poeta Ossip Mandelstam en su libro La piedra , los ojos sabios se han puesto a buscar lo que rueda como parte de un proyecto superior: el modo en el cual cada uno busca soluciones distintas para idénticos asuntos.
 Ahí está la mujer que viene a Africa y lleva sus pertenencias en bolsas de tela –parecen piedras.

Y Bados une lo cerrado con los impreciso, lo blando con lo duro, lo que rueda con lo que no se echa a rodar y hace un guiño asombroso a la tradición escultórica a la cual pertenece, a la representación y los medios y el modo en el cual  se tratan en culturas diferentes. Piedras  de piedra –bellas, poderosas, fragilizadas- y piedras de tela y telas que fueron casi piedras –y rodaron- y ahora se abrazan intensas unas contra otras, como quien no quiere dejarse rodar –o todo lo contrario.

Es una exposición emocionante por la simplicidad y lo intenso y porque el autor parece alguien muy joven, capaz de hacer piezas inmediatas.
 Y todo ocurre, además, de esa forma en que cada cosa sucede en el ámbito de influencia de Bados: con una modestia mágica que hace que el tesoro sea más admirable aún
. Cada cosa en su sitio: nada está fuera de lugar –pero ya se sabe que el dominio del espacio en Bados en sorprendente.

De vuelta por el recorrido por Doctor Fourquet, pensando cómo algo sutil y mágico puede estar moviéndose en esta ciudad extraña –Madrid otra vez D.F.- que a veces nos da sorpresas, regreso a ver a Angel Bados en Moisés Pérez de Albéniz, y recuerdo el verso de Marina Tsetaieva – hacia la cual Mandelstam parecía no profesar mucha simpatía- que habla de ese despojarse como acto de coraje y generosidad que de pronto se asoma entre las esculturas de Bados
: “De nuevo : la vida- o sea,/ la exactitud de los poemas./Casa , es decir: ahí/ afuera, en la noche.” La exactitud de los poemas  de Bados tiene siempre algo de intemperie.

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