Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

28 abr 2013

Por amor al cine inteligente

'Los idus de marzo' inaugura el próximo domingo, por 2,95 euros, la nueva colección de EL PAÍS.

 

Ryan Gosling y George Clooney, en 'Los idus de marzo'. / Saeed Adyani

La democracia la crearon los griegos, pero la política, ah, la política es de romanos.
 Al menos, los pactos, las intrigas, los mensajeros con secretos, los cargos, con sus cónsules, procónsules, emperadores, dictadores, senadores, gobernadores…
Cuando el eco de aquel aparato se diluía en el tiempo, llego Shakespeare, escribió Julio César, avisó sobre los terribles idus de marzo y nada volvió a ser igual.
George Clooney no es solo uno de los grandes actores del siglo XXI y uno de los cineastas más listos de la actualidad, sino que tras su espectacular percha se esconde un hombre comprometido con diversas luchas sociales, como el drama humanitario de Darfur (Sudán).
Lo mamó en casa: su padre, Nick Clooney, empezó como periodista, se convirtió en un conocido presentador de televisión y en 2004 se presentó en las elecciones a congresista por Kentucky. Perdió, por lo que volvió al periodismo y dirigió un documental junto a su hijo en Darfur.
 Así que a George un proyecto como Los idus de marzo no le sonaba raro.
 En realidad, la obra de teatro parecía destinada a alguien con su visión.
En mejores manos, imposible.
Clooney entendió desde el principio que Los idus de marzo es un thriller, y que por tanto la política es sencillamente el fondo.
 Claro que hay mensaje, pero no puede atrancar la trama. Tampoco deja que una estrella como él mismo robe la función. Clooney dirige, coescribe y actúa, pero su personaje, un gobernador con aspiraciones presidenciales, aún siendo motor de la trama no es el protagonista.
 Ese es Stephen, un joven idealista que cree aún en ciertos valores, y al que encarna con firmeza Ryan Gosling. La corrupción, el adulterio, las jugadas ajedrecísticas entre rivales, todo ese fructífero —para el cine— enredo queda para un soberbio equipo de secundarios: Evan Rachel Wood, Paul Giamatti, Philip Seymour Hoffman, Marisa Tomei, Jeffrey Wright y Jennifer Ehle, que acudieron corriendo al son de Clooney. Los idus de marzo es un disfrute para el cinéfilo, que sabrá vislumbrar las referencias al cine político de los años setenta, y para el neófito, que cada vez encuentra menos buenas historias en el cine de Hollywood.
En los Oscar, muy injustamente, solo consiguió una candidatura al mejor guion adaptado.
 Pero Los idus de marzo, es, con todo merecimiento, el inicio de una colección nueva de cine de EL PAÍS, que empieza con este filme el próximo domingo 5 de mayo y que seguirá en entregas dominicales las semanas siguientes al precio de 2,95 euros.
 Ahí el lector podrá encontrar grandes clásicos modernos como El escritor, de Roman Polanski; La cinta blanca, de Michael Haneke, o Enemigos públicos, de Michael Mann. Películas a las que les une una apuesta por el espectador inteligente, por el formato clásico, por las buenas historias y los grandes actores. En definitiva, por el cine del disfrute.

Gwyneth Paltrow, la más odiada, la más bella

Gurú de la comida sana, consejera para una vida mejor, la oscarizada actriz no deja indiferente.

La actriz Gwyneth Paltrow. / AP

No es fácil dirimir qué opinión suscita entre la población estadounidense el trasero de Gwyneth Paltrow, ganadora de un Oscar en 1999 por Shakespeare in love.
Pese a que ha sido un tema candente de la semana, desde que, el miércoles por la noche, la actriz lo dejara entrever a través de las transparencias del vestido, de Antonio Berardi, que llevó al estreno de Iron man 3 en Los Ángeles. Pero las reacciones, entre la admiración y el hastío, que empezaron a fluir por blogs y redes sociales no llegan una conclusión certera.
 La polémica es algo muy común en esta actriz de 40 años.
 La semana pasada fue nombrada la famosa más odiada del mundo por la revista Star y horas después, elegida como la mujer más hermosa del mundo por la revista People.
 La primera afirmación es algo sabido: la muestra de un sentir muy popular entre quienes entienden a Paltrow como una pija desconectada de la realidad de la protagonista.
 La segunda es solo un ejemplo de esa perfección que hace que odiarla sea algo todavía más deseable.
El público que disfruta odiando a Gwyneth Paltrow ha gozado, en las últimas semanas, de un festival de motivos para afilar sus cuchillos
. La actriz, autoproclamada portavoz de la comida sana, ha publicado su segundo libro de recetas cuyo título sería traducible como Todo está rico: Recetas deliciosas y fáciles que te harán verte bien y sentirte genial.
 La acogida ha sido más bien tibia.
 Aparte de las web que publican sus frases más ridículas
-“El pescado está más rico cuando lo saco del mar frente a mi casa de verano”,
“Sencillamente, no puedo vivir sin mayonesa vegetariana”- el libro en sí comienza con el relato de una migraña que ella tomó por un ictus y que le llevó a un endocrino en busca de una vida más sana.
 La solución: “Deja el café, el alcohol, los lácteos, los huevos, el azúcar, el marisco, las patatas, los pescados que no vengan de la costa, el tomate, la pimienta, las berenjenas, el trigo, la carne y la soja”). Una web se molestó en calcular la relación de fotos que había de la actriz y de las recetas (más de 30 contra unas 50) y el libro fue, irremediablemente, de lo más vendido en Amazon.
Pero nada le ha restado más credibilidad que un pasaje en el que habla de la dieta de sus hijos con Chris Martin, cantante de Coldplay. La aspirante a gurú del buen comer reveló que Moses, de6 años y Apple, de 8, son alimentados con disciplina casi militar, sin granos procesados ni gluten. La revelación se unió al odio hacia Gwyneth y la bola de nieve resultante dio pie a rumores de que sometía a los niños a una dieta draconiana de algas y ningún carbohidrato.
“No sé de dónde sacan esas cosas”, se maravillaba hace dos semanas, cuando ya era demasiado tarde para que los rumores desaparecieran de la percepción colectiva, en el programa de televisión de Dr. Oz, otro aspirante a gurú de la salud. “Mis hijos comen Oreos y son de lo más normal”.
Esa polémica cobraría especial sentido tras una reciente publicación en Goop –su pizpireta página web, en la que recomienda “lo más positivo de la vida” como joyas valoradas en 1.200 euros y fundas de Valentino para iPad– en la que mostraba fotos de niñas de 4 años con biquinis de Melissa Obadash, como los que suele llevar Rihanna.
 “Una cosa es que las niñas quieran vestir como sus madres y otra, incentivarles  ser sexi”, critica Kristian Dooley, del Foro de Mujeres de Australia, una de las organizaciones que más criticó esa publicación. “No entienden las consecuencias de resaltar sus propios cuerpos.
 Promocionar así estos productos es algo muy peligroso”.

 

La casa agrietada...............Lluis Bassets

Sin grietas no hay filtraciones. Y está visto que las hay y cada vez más.
 El entero edificio tiene pinta de estar agrietado, puesto que todo acaba derivando en la aparición escandalosa de alguna filtración sobre los secretos de la CIA, del departamento de Estado, del Vaticano o más recientemente de las cuentas corrientes escondidas en paraísos fiscales.
 Quien impuso la moda llevaba la palabra inscrita en su nombre, Wikileaks, en la que se juntan la idea de la participación de la gente (wiki) con la de filtración (leak), inspirada en la enciclopedia elaborada por la audiencia que lleva el nombre de Wikipedia. El fundador, Julian Assange, está recluido en la embajada ecuatoriana en Londres, donde se refugió en junio de 2012 para escapar a los requerimientos de la justicia para su extradición a Suecia, pero desde allí todavía pretende mantener el liderazgo filtrador que le ha dado notoriedad.
El pasado diciembre anunció la inminente publicación de más de un millón de documentos que afectan a todos los países del mundo. Y así ha sucedido este lunes, cuando Wikileaks ha ofrecido el acceso a 1,7 millones de documentos y comunicaciones diplomáticas estadounidenses, correspondientes al período 1973-1976, en el momento en que Henry Kissinger era consejero nacional y secretario de Estado del presidente Nixon. El habitual sentido de la mesura demostrado por Assange se ha expresado también en la presentación de esta filtración, a la que ha denominado los Cables de Kissinger: "El mayor corpus de materiales de contenido geopolítico jamás publicado". Recordemos el tuit que anunció la filtración de los 250.000 documentos del departamento de Estado o Cablegate en noviembre de 2010: "los próximos meses verán un nuevo mundo, en el que la historia global quedará redefinida".
Wikileaks está perdiendo la carrera, pero no la reputación: ahora todo son filtraciones
Ahora la cantidad es mayor, siete veces más en cuanto a número de documentos, pero basta registrar algunos de los titulares de prensa que ha generado para darse cuenta de que está lejos de las filtraciones que lanzaron a Wikileaks a la fama. Los dos que ha publicado EL PAÍS son los siguientes: "Wikileaks revela el lado más turbio de la presidencia de Echeverría en México" y "Wikileaks crea un buscador para los documentos de la era Kissinger. Entre el millón de registros se encuentran las relaciones del secretario de Estado con Franco y la Familia Real española". Aunque otros periódicos han presentado al rey de España como un informador al servicio de Washington al dar cuenta de esta última noticia, los documentos tienen interés casi estrictamente para historiadores. El material publicado ya no está cubierto por el secreto, pues pertenece a la Public Library of US Diplomacy, y Wikileaks se ha limitado a crear un buscador que da acceso ordenado al archivo. Es un buen servicio a la transparencia, pero en este caso Wikileaks no emula al periodismo ni hace filtración alguna, sino que copia a Google.
Además, esta vez Assange no ha tenido suerte, porque pocos días antes se vio desbordado por otra filtración mayor en volumen, profesionalidad y relevancia internacional, esta sí mezcla de periodismo y de filtración, que afecta además a uno de los resortes más secretos e inquietantes del sistema financiero mundial como son los paraísos fiscales. Se trata de la publicación de 130.000 cuentas secretas, seleccionadas de un total de 2,5 millones, que mantenían ocultas clientes y entidades financieras de 170 países, entre las que aparecen BNP Paribas, Crédit Agricole y Deustche Bank.
La organización que ha realizado la filtración es el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, que dirige el periodista Gerard Ryle, australiano como Assange, y ha contado durante 15 meses con el trabajo de 86 periodistas de 46 países. La lista de evasores no tiene desperdicio, y en ella hay nombres perfectamente previsibles, como el del multimillonario Gunther Sachs o de la baronesa Thyssen, y otros que han desencadenado un terremoto político, como el de Jean-Jacques Augier, amigo del presidente francés François Hollande, tesorero de su campaña electoral y uno de los 130 evasores franceses detectados justo cuando acaba de dimitir el ministro de Hacienda, Jerôme Cahuzac, cazado con una cuenta opaca en Suiza de 600.000 euros.
Offshore leaks es el nombre con que se conoce esta última filtración. Wikileaks está perdiendo la carrera, pero no la reputación. Para denominar el Cablegate, Assange se inspiró en el remoto Watergate de 1973, cuando los periodistas del Washington Post descubrieron el espionaje de Nixon a la sede del Partido Demócrata en el edificio así denominado y terminaron obteniendo las grabaciones que lo avalaban. Todo debía llevar la palabra gate cuando se trataba de celebrar la denuncia ejercida desde la prensa. Ahora, en cambio, todo son filtraciones, leaks, incluso las que no lo son, en homenaje a las inevitables grietas tecnológicas por las que se escapan las informaciones secretas de los Estados y de las entidades financieras.

Con todo su dolor, papá Fitzgerald...............Esos Grandes Hombres que no supieron ser buenos padres.

Las cartas del autor de ‘El gran Gatsby’ a su única hija se publican en español

Las misivas revelan los anhelos y esperanzas del malogrado escritor

Frances Scott Fitzgerald, de la mano de sus padres, Zelda y Francis Scott Fitzgerald.

 Como tantos hijos de padres demasiado autodestructivos y complicados, Frances Scott Fitzgerald construyó una invisible red de seguridad entre su famoso progenitor y ella.
 No era falta de amor, muy al contrario, era simple instinto de supervivencia.
 La hija de uno de los escritores más grandes y malogrados de la historia de la literatura pecó de frialdad como única tabla de salvación frente a los tormentos de su padre
. No se le puede reprochar a la pequeña Scottie, o Scottina, como a veces la apodaba él, la añoranza infantil por una familia más convencional. Tampoco, que fuera una chica egoísta.
 Ella misma lo reconoce con pesadumbre en el prólogo a Cartas a mi hija (Alpha Decay): “Comprendí que sólo había una manera de sobrevivir a su tragedia, y era ignorarla”.
El volumen reúne por primera vez en español la correspondencia que Fitzgerald mantuvo con su única descendiente, desde su primer campamento de verano hasta la universidad.
Son, sencillamente, piezas tan sabias, delicadas y desnudas, escritas con tanto amor y compresión hacia ella, con tanta esperanza, que resultan desgarradoras
. Como apuntó el escritor Malcolm Cowley en una entrevista a The New York Times, cuando Fitzgerald escribe a su hija en Vassar lo hace en el fondo a sí mismo en Princeton, antes de que todo se echara fatalmente a perder y se derrumbara definitivamente.
“En la vida, solo creo en las recompensas por la virtud y en los castigos por no cumplir con tus obligaciones, que sin duda se pagan caros”, le escribió el verano de 1933
. “¿Le pedirás a la señora Tyson que te deje echar un vistazo a un soneto de Shakespeare donde se lee el verso
 ‘El lirio que se pudre huele peor que la maleza?”.
Cartas a mi hija está traspasado de una urgencia y una magia que lo dotan de entidad independientemente de que uno sea o haya sido lector de la obra de Fitzgerald”, señala Ana S. Pareja, editora del libro. “Salvando las distancias, es un testimonio equiparable a las Cartas a mi madre de Sylvia Plath, es apasionante por sí mismo”.
 Frances Scott Fitzgerald, periodista y escritora que falleció en 1986, se decidió a publicar las misivas en 1965.
 Tenía 44 años, los mismos que su padre al morir.
 Un poco harta de escuchar las historias que todo el mundo tenía sobre él decidió contar la suya propia y desempolvar las cartas del cajón donde las había arrinconado durante años.
“Cuando llegaban a Vassar, me limitaba a examinarlas en busca de cheques y nuevas y luego las metía en el cajón inferior derecho
. Ahora estoy orgullosa de haberlas conservado. Sabía que eran magníficas, y si las conservé no fue, desde luego, por codicia, porque papá era entonces un oscuro escritor sin blanca y nadie podía imaginarse que El gran Gatsby se traduciría a 27 lenguas.
 Las guardé de la misma manera que uno guarda Guerra y paz para leerla en otro momento o Florencia para visitarla algún día”.
Scottie con su padre, Francis Scott Fitzgerald.
Los peores años empezaron cuando Frances tenía 11 años
. A su padre, escribe ella, “el mundo se le empezó a venir encima” y comenzó a tomar forma lo que él enunció en su ensayo El Crack up, ese “lento proceso de demolición” del que ya no escapó nunca. Mientras el alcohol y el fracaso empezaban a dar sus devastadores frutos, él le escribía amorosas cartas a su hija donde le regalaba consejos literarios (“si no logras descomponer un poco tu prosa, se quedará en el nivel del periodista mal pagado”); la animaba a leer y escribir (“en un sentido literario, yo no te podré ayudar más allá de un determinado punto”); a construir un estilo (“no te habría escrito esta carta tan larga si no hubiera atisbado, por debajo del sonsonete de tu cuento, algunas huellas de un ritmo auténtico que tiene el sello de Scottina”); a que fuera una mujer atenta, (“el mundo, por lo general, no habita en playas ni en clubes de golf”); a que tuviese disciplina con sus estudios, al mismo tiempo que se mostraba tolerante con que ella prefiriese bailar, salir con chicos o pedirle dinero (“si no te haces a la idea, te convertirás en una de esas chicas que no saben si son millonarias o pobres de solemnidad. No eres ni lo uno ni lo otro”) y, finalmente, a que comprendiera la terrible tormenta que les acechaba.
 En una carta fechada en 1938, Fitzgerald le habla a su hija sobre su relación con Zelda, sobre el error que fue casarse con ella, sobre el daño que sin darse cuenta le ha causado: “¿Me harás el favor de leerte esta carta una segunda vez? Yo la reescribí dos veces”, le pide.
En la edición de Alpha Decay, el traductor, Albert Fuentes, ha creado un aparato de notas que en total incluye más de 100 referencias que no están en la edición norteamericana.
 Para ello, Fuentes ha contado también con Lettere a Scottie, edición italiana de 2003 a cargo del especialista Massimo Bacigalupo, que incluyó 20 cartas inéditas del padre y muchas de la hija que no han visto la luz en Estados Unidos. “Cuando conseguimos tener acceso a estas cartas, ya era demasiado tarde para incluirlas en nuestra edición”, explica Pareja.
 “Pero ahora también tenemos los derechos y puede que preparemos un pequeño volumen para ofrecer a los lectores en lengua castellana la otra cara de la historia”.
“Preocúpate del coraje, de la higiene, de la eficacia”, le escribe en 1933
Scottie fue el personaje de uno de los mejores y más trágicos relatos de su padre, Regreso a Babilonia.
 Un exalcohólico regresa a París a por su hija abandonada, su redención pasa por recuperarla, pero ella es ese horizonte de salvación que de manera inexorable se le escapa. “Algún día volvería; no podían condenarlo a estar pagando sus deudas eternamente
. Pero quería a su hija, y al margen de eso ninguna otra cosa le importaba”, se lee al final del cuento.
En su carta más conocida, Fitzgerald le enumera a su hija (entonces aún en edad escolar) una serie de cosas de las que debe preocuparse y de las que no.
 “Preocúpate del coraje, de la higiene, de la eficacia, de la equitación...
 No te preocupes por la opinión de los demás, por las muñecas, por el pasado, por el futuro, por hacerte mayor, porque alguien te supere, por el triunfo, por el fracaso, por los mosquitos, por las moscas, por los insectos en general, por los padres, por los chicos, por las desilusiones, por los placeres, por las satisfacciones...”.
Quizá por eso baste para terminar con hacer caso a la propia Scottie, que cierra su hermoso prólogo también con una recomendación: “Escuchen ahora atentamente a mi padre. Porque da buenos consejos y estoy segura de que, si no hubiera sido mi padre, a quien tanto amé como odié, ahora sería la mujer más cultivada, atractiva, exitosa e inmaculada sobre la faz de la Tierra”.