Un Blues

Un Blues
Del material conque están hechos los sueños

30 may 2012

China Machado, la dama exótica

Hija de banqueros portugueses, nacida en Shanghái y exiliada a Argentina y Perú después

Su belleza conquistó a Dominguín y a Avedon

Este la convertiría en Nueva York en musa e icono del ‘glamour’

Hoy, con 80 años, regresa.

 

Noelie miraba de niña las revistas de cine. “Veía estas mujeres preciosas. Mis favoritas era Vivien Leigh y Ava Gardner. Siempre posaban con un cigarrillo y un tipo guapísimo al lado. Yo no pensaba que era exótica, pero claramente no me veía como ellas y por eso no pensaba que era bella. Solo supe que lo era por medio de los hombres”. En París una amiga le propuso que trabajara como modelo. Fue a cubrir una sustitución en cabina para Givenchy y el modisto la contrató. Fue entonces cuando buscó otro nombre y se acordó de lo que le gritaban en Buenos Aires: “Chinita, china”. “Trabajaba muchísimo mientras hacían la colección, cosían sobre tus medidas. Cuando habían terminado, te sentías muy orgullosa de mostrar los trajes”, recuerda. Decidió hacer shows de moda para los grandes del momento y dejó Givenchy. Oleg Cassini, el modisto de Jackie Kennedy, la invitó a Nueva York.
Aquel primer viaje marcaría otro antes y después en la vida de Machado. A las pocas horas de llegar estaba en la oficina de Diana Vreeland, la temida directora de Harper’s Bazaar. “No era muy alta y al verme se levantó de su silla y empezó a rodearme dando lentas zancadas y exclamando: ‘¡Exquisita!, ¡maravillosa!’. Me hizo sentir muy incómoda”, cuenta riéndose. La ofreció participar en un show esa misma tarde en el Waldorf Astoria, y una vez allí China vio que debía subir a un escenario con cortinas. La colocaron en una escala de cuerda por la que debía bajar. “Temblaba tanto que pensé que no terminaría”, recuerda. El caso es que no cayó al suelo sino en gracia: el gran fotógrafo de moda Richard Avedon quedó arrebatado con ella, le hizo unas fotos a los pocos días y durante los siguientes tres años posó solo para él. En las siguientes décadas sería su colaboradora, como directora creativa de Harper’s Bazaar, e íntima amiga. “Nunca me fotografiaron hasta que llegué a EE UU. Era modelo exclusiva para Dick, y si él te ponía delante de su cámara te sentías la mujer más bella”.
El año pasado volvió a romper otra norma no escrita de la moda, esta vez no referente a la raza sino a la edad. 
 Otra vez sujetando el cigarrillo entre sus dedos, como en aquella imagen icónica de Avedon. / Fall Fashion
China por aquel entonces estaba prometida en París, ciudad a la que regresó tras el apoteósico paso por Nueva York. “En 1958 esta ciudad era tan jazzy
. Estaba Brando tocando los bongós, Duke Ellington, Count Bessie y si ibas a Harlem podías ver a Ray Charles.
 Empecé a visitar sitios de los que solo había leído.
 Me pagaban 10 veces más que en Europa. ¡Por supuesto que quería volver!”, exclama. “París me gustaba, teníamos un apartamento en Ile Saint Louise.
 Los amigos de mi pareja eran Truffaut, Louis Malle y el grupo de Cahiers du Cinema. Luego tuve un affair con William Holden, pero esa es otra historia”.
Regresó y se instaló definitivamente.
 Se casó con el actor Martin LaSalle y nacieron sus dos hijas.
 Avedon la animó a que aceptara un trabajo como directora creativa en la revista para la que trabajaba.
 Poco después las fotos de China se publicaron en portada. “Hasta mucho tiempo después no supe que el dueño se resistía a publicarlo y que Dick amenazó con no renovar su contrato. Tampoco sabía que algunos clientes de Cassini no quisieron comprar la ropa que yo me había puesto”, cuenta.
El pasado enero en Sundance la modelo Beverly Johnson la sorprendió. “Me dijo que yo había sido la primera modelo de color en salir en una portada.
 Nunca lo había pensado, en primer lugar porque no soy negra y en segundo porque cuando se publicó yo no era modelo. El asunto de la raza no estaba en mi cabeza”, dice riendo.
 Después de 11 años, dejó la revista en 1972. “Con la llegada de la televisión las revistas empezaron a perder dinero. Hubo muchos recortes y ya no se podían hacer tantas cosas”.
 China se lanzó al nuevo medio con programas de entrevistas a diseñadores y emitiendo desfiles.
 Más adelante trabajó en Lear’s, la primera publicación dirigida a mujeres mayores de 45 años.
Cuando aquello cerró se decidió a diseñar su propia línea de ropa, prendas de punto que triunfaron entre una clientela que incluía a Lauren Bacall y Shirley McLaine. Pionera y rompedora, iconoclasta a su pesar, China observa divertida y curiosa su momento actual.
“Mira, siempre he pensado que si se abre una puerta, ¡más vale que entres bailando!”.

Triángulo en el Elíseo

"Tiene que joder infinito que tu compañero de cama durante 30 años se líe con una amiga tuya, gane las elecciones que tú perdiste y hoy disfruten juntos del puestazo por el que tú echaste el bofe".

 

Valérie Trierweiler, con Michelle Obama. / OLIVIER DOULIERY )
Voy a ponerme seria, que el papel prensa está carísimo y no es cosa de escribir chorradas: yo no sé qué le ven algunas a François Hollande, el nuevo presidente de Francia.
 Vale que se ha erigido en el azote de Merkel, el abanderado del crecimiento frente a los recortes, la última esperanza de la socialdemocracia, y no sigo por la vía geopolítica, que para eso doctores tiene el periódico y no voy a significarme justo ahora que me han cambiado de señorito
. Yo, a lo mío: François será el hombre fuerte de Europa y se habrá quitado la barriga con la Dukan, pero macho alfa no ha sido nunca.
 Míralo con Rajoy en sus citas de Estado, la viva imagen del cincuentón andropaúsico: papada floja, tonsura cual rotonda, barba cana y pelo negro de bote.
 Y, sin embargo, vuelve loca a más de una. Hollande, digo, lo de Rajoy me lo guardo para otro artículo.
Por lo menos tiene al retortero a dos señoras de aúpa: Valérie Trierweiler y Ségolène Royal, cada una en su estilo.
 Creo que Trierweiler, la flamante inquilina del Elíseo, no puede ni ver a Royal, la exmujer y madre de los cuatro hijos de su chico, hasta el punto de prohibir mentarla en su presencia.
 El asunto es la comidilla de la prensa francesa, no sé de qué se extrañan. Menuda novedad, el síndrome de Rebeca.
 Sí, hombre, los celos locos hacia el ex de tu pareja.
Yo entiendo que Valérie ate corto a François, el amor es ciego, pero quiero expresar mi solidaridad con Ségo.
 Por muy francesa, muy de izquierdas y muy civilizada que seas, tiene que joder infinito que tu compañero de cama y de partido durante 30 años, que se dice pronto, se líe con una amiga tuya periodista, rubia y diez años más joven por más señas, gane las elecciones que tú perdiste y hoy disfruten juntos del puestazo por el que tú echaste el bofe.
Más lista que el hambre, la nueva consorte, aunque no esté casada, como le echan en cara los puretas.
 Desde que la noche de la victoria se sacó de la chistera un acordeonista para que le tocara La vie en rose a su novio antes de plantarle –a su churri, no al músico– un beso de tornillo trasmitido en directo al globo, quedó claro que le gusta chupar cámara.
 Diplomática está por ver, pero para mí que nos va a dar grandes titulares a los colegas. Lo suyo no es el perfil bajo como el de Viri.
  El otro día, sin ir más lejos, se subió a unos Yves Saint Laurent de quince centímetros y mató dos pájaros de un tiro: hacer patria en Washington y convertirse en la estrella del club de las esposas del G-8.
 No se veía a una primera dama más sobrada desde que Michelle empezó a hacerle sombra al mismísimo Obama.
Lo de la grandeur le va al pelo a Valeria.
Carla ya es historia. Madame Sarkozy sería muy supermodelo, muy cantautora y muy devorahombres, pero la cara de susto perpetuo de tanto bótox no se la quita nadie y, encima, no ha recuperado la línea tras el parto, según le restriegan por el hocico las revistas todas las semanas.
 Valérie tampoco usa una 36, yo le calculo una 44 larga, pero guapetona y estilosa es un rato.
 Con sus líneas de expresión, su rictus nasogeniano y sus patas de gallo de señora de 47 años, qué pasa, las que no nos operamos también tenemos derecho a los focos.
 Yo no soy de meterme en las vidas ajenas, François, pero ¿dónde vas tú que más valgas?

¿Revolución o estupidez?

¿Revolución? ¿Arte? ¿O lisa y llanamente estupidez? Ese es el debate que ha abierto el último post del blog del fotógrafo Tyler Shields
. En él, su novia, Francesca Eastwood, la hija de 18 años de Clint Eastwood y la actriz Frances Fisher, destroza, quema, muerde y hace añicos con una sierra eléctrica un Birkin, uno de los más conocidos bolsos de Hermès. El modelo de piel de cocodrilo de color rojo está valorado en 80.000 euros.
Lo que pretende ser una muestra de originalidad y un acto de rebeldía ha sido recibido con auténtico escándalo en las redes sociales, en las que se cuelan incluso amenazas de muerte contra la heredera del veterano director y actor de Sin perdón, Los puentes de Madison o Gran Torino.
“Guau… Los 80.000 euros gastados en esta ridícula sesión podrían haberse dedicados a la beneficencia y a la gente que realmente lo necesita
. Esto es una locura”, ha escrito en Twitter uno de los enfadados seguidores de Francesa Eastwood, que ha aprovechado el tirón del reality que protagoniza en televisión desde la semana pasada para promocionar el arte de su novio.
 En el programa de telerrealidad también participa su madrastra Dina Ruiz y su hermana Morgan, de 15 años, hija de la última señora Eastwood, la periodista latina que conquistó el corazón de Harry, el sucio cuando fue a entrevistarle y con quien se casó tiempo después.
De hecho, la polémica ni siquiera habría existido si no fuera porque la performance de la obra fue emitida como parte del programa.
 De ahí las miles y miles de visitas que ha recibido estos días la hasta hace nada desconocida página web de Shields, que ya había hecho de las suyas con otro artículo de lujo: en enero se estrenó destruyendo unos Louboutin, a los que aprovechó de alabar en el post de su blog por su alta resistencia. “Christian Louboutin hace los zapatos más fuertes del mundo
. Tuve que utilizar siete sierras para atravesarlo”.

Isleño de Jose Miguel Junco Ezquerra

ISLEÑO

Yo vengo de un lugar premeditado,

de allí donde germinan los afectos,
y el pan es pan, sin más, y suficiente,
el hombre y la mujer desencadenan.

No es fácil referir su geografía,

los múltiples matices de sus valles,
la extraña sensación de sus montañas,
el modo en que la hierba resucita.

Yo vengo de un lugar donde la noche
es confraternizar con las estrellas,
pasar las horas en los ventanales,
hacer con las palabras un prodigio.

No es fácil describir cómo es la noche,
a veces una lluvia esperanzada,
a veces un remar de incertidumbre,
a veces una asombro junto al fuego.

Yo vengo de un lugar donde la aurora
hace que se despierten al unísono
mares que están envueltos en sus ramas
y pájaros que nadan cual espuma.

No es fácil describir cómo es la aurora,
a veces tenues rayos que se encuentran,
a veces el gemido de las plantas,
a veces la canción desde la orilla.

Yo vengo de un lugar tan sorprendente
que cuando digo vengo, sin pensarlo,
preparo la maleta y me dispongo
para marchar, sin dilación, muy lejos.

No es fácil describir cómo es muy lejos,
a veces sólo una encantada sombra,
a veces un rumor que no reclama,
a veces un dolor en la cintura,
y siempre una zozobra en mar bravío.