Hija de banqueros portugueses, nacida en Shanghái y exiliada a Argentina y Perú después
Su belleza conquistó a Dominguín y a Avedon
Este la convertiría en Nueva York en musa e icono del ‘glamour’
Hoy, con 80 años, regresa.
Noelie miraba de niña las revistas de cine. “Veía estas mujeres preciosas. Mis favoritas era Vivien Leigh y Ava Gardner. Siempre posaban con un cigarrillo y un tipo guapísimo al lado. Yo no pensaba que era exótica, pero claramente no me veía como ellas y por eso no pensaba que era bella. Solo supe que lo era por medio de los hombres”. En París una amiga le propuso que trabajara como modelo. Fue a cubrir una sustitución en cabina para Givenchy y el modisto la contrató. Fue entonces cuando buscó otro nombre y se acordó de lo que le gritaban en Buenos Aires: “Chinita, china”. “Trabajaba muchísimo mientras hacían la colección, cosían sobre tus medidas. Cuando habían terminado, te sentías muy orgullosa de mostrar los trajes”, recuerda. Decidió hacer shows de moda para los grandes del momento y dejó Givenchy. Oleg Cassini, el modisto de Jackie Kennedy, la invitó a Nueva York.
Aquel primer viaje marcaría otro antes y después en la vida de Machado. A las pocas horas de llegar estaba en la oficina de Diana Vreeland, la temida directora de Harper’s Bazaar. “No era muy alta y al verme se levantó de su silla y empezó a rodearme dando lentas zancadas y exclamando: ‘¡Exquisita!, ¡maravillosa!’. Me hizo sentir muy incómoda”, cuenta riéndose. La ofreció participar en un show esa misma tarde en el Waldorf Astoria, y una vez allí China vio que debía subir a un escenario con cortinas. La colocaron en una escala de cuerda por la que debía bajar. “Temblaba tanto que pensé que no terminaría”, recuerda. El caso es que no cayó al suelo sino en gracia: el gran fotógrafo de moda Richard Avedon quedó arrebatado con ella, le hizo unas fotos a los pocos días y durante los siguientes tres años posó solo para él. En las siguientes décadas sería su colaboradora, como directora creativa de Harper’s Bazaar, e íntima amiga. “Nunca me fotografiaron hasta que llegué a EE UU. Era modelo exclusiva para Dick, y si él te ponía delante de su cámara te sentías la mujer más bella”.
China por aquel entonces estaba prometida en París, ciudad a la que regresó tras el apoteósico paso por Nueva York. “En 1958 esta ciudad era tan jazzy
. Estaba Brando tocando los bongós, Duke Ellington, Count Bessie y si ibas a Harlem podías ver a Ray Charles.
Empecé a visitar sitios de los que solo había leído.
Me pagaban 10 veces más que en Europa. ¡Por supuesto que quería volver!”, exclama. “París me gustaba, teníamos un apartamento en Ile Saint Louise.
Los amigos de mi pareja eran Truffaut, Louis Malle y el grupo de Cahiers du Cinema. Luego tuve un affair con William Holden, pero esa es otra historia”.
Regresó y se instaló definitivamente.
Se casó con el actor Martin LaSalle y nacieron sus dos hijas.
Avedon la animó a que aceptara un trabajo como directora creativa en la revista para la que trabajaba.
Poco después las fotos de China se publicaron en portada. “Hasta mucho tiempo después no supe que el dueño se resistía a publicarlo y que Dick amenazó con no renovar su contrato. Tampoco sabía que algunos clientes de Cassini no quisieron comprar la ropa que yo me había puesto”, cuenta.
El pasado enero en Sundance la modelo Beverly Johnson la sorprendió. “Me dijo que yo había sido la primera modelo de color en salir en una portada.
Nunca lo había pensado, en primer lugar porque no soy negra y en segundo porque cuando se publicó yo no era modelo. El asunto de la raza no estaba en mi cabeza”, dice riendo.
Después de 11 años, dejó la revista en 1972. “Con la llegada de la televisión las revistas empezaron a perder dinero. Hubo muchos recortes y ya no se podían hacer tantas cosas”.
China se lanzó al nuevo medio con programas de entrevistas a diseñadores y emitiendo desfiles.
Más adelante trabajó en Lear’s, la primera publicación dirigida a mujeres mayores de 45 años.
Cuando aquello cerró se decidió a diseñar su propia línea de ropa, prendas de punto que triunfaron entre una clientela que incluía a Lauren Bacall y Shirley McLaine. Pionera y rompedora, iconoclasta a su pesar, China observa divertida y curiosa su momento actual.
“Mira, siempre he pensado que si se abre una puerta, ¡más vale que entres bailando!”.
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