Goya ha salido del Prado para recalar en Barcelona, y este breve viaje le ha sentado muy bien, lo ha iluminado con otros tonos, de la misma manera que un objeto adquiere otra luz a nuestros ojos cuando lo cambiamos de lugar en nuestra casa.
Ver El pelele al lado de La maja vestida, o los retratos de Floridablanca y el melancólico Gaspar de Jovellanos, casi mirándose, y encontrarse con la intensidad del Autorretrato de 1815, en el que el pintor ya se retrata como artista, sin los pinceles, con la propia frente como discurso, añade capas y dimensiones a la figura del genio aragonés.
Son casi un centenar de obras procedentes del Museo del Prado las que desde hoy y hasta el 24 de junio pueden verse en el Caixafòrum de Barcelona, en la exposición Goya. Luces y sombras, que recorre de forma cronológica prácticamente todas las etapas de su vida, e incluye, de forma deliberada y sin hacer distinciones, piezas de todas las técnicas pictóricas que utilizó -óleos, dibujos, cartones, estampas e incluso cartas manuscritas- mostrando así lo revolucionario de una obra en la que las técnicas se solapaban.
“No es una antología”, ha dicho el director del Prado, Miguel Zugaza, “pero sí una antología de Goya en el Prado, ya que la exposición ha construido un "relato verosímil" que revela todas sus vertientes; como pintor de la corte, pero también como dibujante y grabador y como un hombre comprometido con el tiempo que le tocó vivir”.
La exposición ha sido comisariada por la jefa de conservación de Goya del Prado, Manuela B. Mena, y el jefe del departamento de dibujos y estampas del museo, José Manuel Mantilla.
Hacía cerca de 35 años de la última exposición del pintor en Barcelona.
Y a buen seguro no defraudará a sus visitantes, que, además, tienen la posibilidad de contemplar en el mismo museo, casi pared con pared, la exhibición dedicada al gran pintor romántico Eugene Delacroix, que ya han visitado más de 60.000 personas en las pocas semanas que lleva abierta.
Se puede decir que Goya, un prerromántico, acaba donde empieza Delacroix, pero también que el francés sigue al español y que este, según apunta Mena, pudiera haber sido influido por Delacroix cuando visitó en París el salón del Louvre y probablemente viera La matanza de Quíos y los retratos de los románticos. Y nada más estimulante que contemplar la serie de grabados sobre Fausto, para los que el francés se inspiró en Los caprichos.
La exposición de Goya abarca desde los primeros años, en los que su realismo se opone al rebuscado rococó de sus contemporáneos, hasta su obra íntima realizada en Burdeos al final de su vida, sin olvidar la guerra de la Independencia, que marcó un punto de inflexión en su trayectoria, y su singular visión de la tauromaquia, muy lejana del supuesto Goya amante de las corridas.
La inauguración de la exposición es el punto culminante de la celebración del décimo aniversario del Caixafòrum de Barcelona. Tanto la de Goya como la de Delacroix son posibles gracias a los acuerdos establecidos entre la Fundación La Caixa y museos como el Louvre y El Prado, y en este último caso todavía quedan comprometidas otras tres exposiciones que también se nutrirán con fondos del museo madrileño.
Ver El pelele al lado de La maja vestida, o los retratos de Floridablanca y el melancólico Gaspar de Jovellanos, casi mirándose, y encontrarse con la intensidad del Autorretrato de 1815, en el que el pintor ya se retrata como artista, sin los pinceles, con la propia frente como discurso, añade capas y dimensiones a la figura del genio aragonés.
Son casi un centenar de obras procedentes del Museo del Prado las que desde hoy y hasta el 24 de junio pueden verse en el Caixafòrum de Barcelona, en la exposición Goya. Luces y sombras, que recorre de forma cronológica prácticamente todas las etapas de su vida, e incluye, de forma deliberada y sin hacer distinciones, piezas de todas las técnicas pictóricas que utilizó -óleos, dibujos, cartones, estampas e incluso cartas manuscritas- mostrando así lo revolucionario de una obra en la que las técnicas se solapaban.
“No es una antología”, ha dicho el director del Prado, Miguel Zugaza, “pero sí una antología de Goya en el Prado, ya que la exposición ha construido un "relato verosímil" que revela todas sus vertientes; como pintor de la corte, pero también como dibujante y grabador y como un hombre comprometido con el tiempo que le tocó vivir”.
La exposición ha sido comisariada por la jefa de conservación de Goya del Prado, Manuela B. Mena, y el jefe del departamento de dibujos y estampas del museo, José Manuel Mantilla.
Hacía cerca de 35 años de la última exposición del pintor en Barcelona.
Y a buen seguro no defraudará a sus visitantes, que, además, tienen la posibilidad de contemplar en el mismo museo, casi pared con pared, la exhibición dedicada al gran pintor romántico Eugene Delacroix, que ya han visitado más de 60.000 personas en las pocas semanas que lleva abierta.
Se puede decir que Goya, un prerromántico, acaba donde empieza Delacroix, pero también que el francés sigue al español y que este, según apunta Mena, pudiera haber sido influido por Delacroix cuando visitó en París el salón del Louvre y probablemente viera La matanza de Quíos y los retratos de los románticos. Y nada más estimulante que contemplar la serie de grabados sobre Fausto, para los que el francés se inspiró en Los caprichos.
La exposición de Goya abarca desde los primeros años, en los que su realismo se opone al rebuscado rococó de sus contemporáneos, hasta su obra íntima realizada en Burdeos al final de su vida, sin olvidar la guerra de la Independencia, que marcó un punto de inflexión en su trayectoria, y su singular visión de la tauromaquia, muy lejana del supuesto Goya amante de las corridas.
La inauguración de la exposición es el punto culminante de la celebración del décimo aniversario del Caixafòrum de Barcelona. Tanto la de Goya como la de Delacroix son posibles gracias a los acuerdos establecidos entre la Fundación La Caixa y museos como el Louvre y El Prado, y en este último caso todavía quedan comprometidas otras tres exposiciones que también se nutrirán con fondos del museo madrileño.