4 nov 2010
EL MAL
El mal. Cyrulnik, Grossman, Semprún, Levi, Tillion, Némirovsky, Veil… Tanta gente que ha conocido y el mal en primera persona. Estoy seguro de que el Bien no existe. Se han cometido los mayores crímenes en su nombre. Debemos huir del Bien, o de hacer el Bien, porque probablemente hagamos entonces el peor de los Males.
¿De dónde surge el Mal? ¿De lo más oscuro de nuestros corazones? ¿Del corazón de nuestras tinieblas? ¿Del instinto de muerte? ¿Del ánimo de crueldad, manipulación y cosificación de los otros que nos surge natural e inconscientemente, y que se puede ver mejor que en ninguna etapa de nuestra vida en la infancia? Cuidado, no estoy diciendo que esos locos bajitos de Serrat sean unos locos asesinos. No. El niño, o la niña, es la esencia del ser humano en sentido puro, todavía no domesticado por la sociedad. El estado natural, por dar la vuelta a la teoría de Rousseau. No es que nazcamos siendo malos, es que de niños todavía estamos abiertos a todo y lo abrimos todo a nuestro ser auténtico. La mayor de las inocencias con la mayor de las crueldades. Los niños son así. Se les enseña a comportarse como seres humanos, a recordar que no están solos en este mundo, que no son pequeños tiranos, sino uno más (no un pequeño tirano más, sino un ser humano más; aunque tal vez…). Así, los nazis serían, como dijo Camus, unos niños hechos hombres que caminaban al suicidio desde el primer día, buscando sentido en la destrucción y la sumisión, tentaciones infantiles. Otro punto de vista: el Mal es un artificio político, social, cultural, filosófico, largamente elaborado, desviado de nuestra Naturaleza, buena, generosa y humanitaria por naturaleza, valga la redundancia. Es una opción deliberada, enmarcada en un proyecto global sin piedad y sin humanidad, supeditado al interés supremo y racional del poder sobrehumano.
Sea como sea, el Mal está entre nosotros. El Mal existe, es muy humano. Mario Vargas Llosa lo estudia en El sueño del celta, que he terminado antes de ponerme a escribir este post. Nos lleva, inevitablemente, a Joseph Conrad. Vargas Llosa pone en boca de uno de los protagonistas la idea de que El corazón de las tinieblas es una parábola que pretende demostrar que el continente negro sacaba lo peor del ser humano, mientras que en realidad mucha gente vivió en esa época en esos lugares sin convertirse en monstruos. Aunque las mejores líneas de la novela, demasiado estilizada como crónica periodística, se encuentra, según lo veo yo así, en este párrafo1:
-La maldad la llevamos en el alma, mi amigo -decía, medio en broma, medio en serio-. No nos libraremos de ella tan fácilmente. En los países europeos y en el mío está más disimulada, sólo se manifiesta a plena luz cuando hay una guerra, una revolución, un motín. Necesita pretextos para hacerse pública y colectiva. En la Amazonía, en cambio, puede mostrarse a cara descubierta y perpetrar las peores monstruosidades sin las justificaciones del patriotismo o la religión. Sólo la codicia pura y dura. La maldad que nos emponzoña está en todas partes donde hay seres humanos, con las raíces bien hundidas en nuestros corazones.
La codicia y el patriotismo-nacionalismo afloran en las páginas de El sueño del celta constantemente, identificando una y otra, asociándolas. El Mal siempre presente, o acechando. Esta mañana escuchaba a Vargas Llosa, entrevistado por Francino en Hoy por hoy, respondido a la pregunta de si él es un “optimista antropológico” (famosa y feliz invención retórica de Zapatero hace unos años), o un pesimista bien informado. (La segunda opción no la transcribo, porque no estoy seguro de que fueran exactamente esas palabras, “pesimista bien informado”, las empleadas por Francino). Vargas Llosa se desvía en la respuesta y afirma que las cosas han mejorado desde que él nació. Cierto. Pero el Mal sigue existiendo.
Otras dos obras escritas salidas estos días, una en España (Después del Reich, Giles MacDonogh, Galaxia Gutenberg) y otra en Francia (Einsatzgruppen, Michäel Prazan, Seuil), nos retrotraen a la Segunda Guerra Mundial. Es inevitable. El horror de aquellos años quedará grabado en nuestra memoria. Después del Reich cuenta los crímenes que las tropas aliadas y soviéticas cometieron contra la población civil alemana y los prisioneros de guerra militares. Michäel Prazan se detiene, con todo detalle, en los horrores que cometieron los grupos especiales nazis en el espacio vital germano, el Este de Europa, repetido años después durante el avance del vengativo Ejército Rojo por Polonia camino de Berlín. El Mal que gente sofisticada, como los intelectuales de los Einsatzgruppen, y menos sofisticada, como los rubicundos y achispados rusos, cometieron en forma de asesinato de niños, violaciones masivas, destrucciones de aldeas, incendios, saqueos, exacciones y un largo y horrendo etcétera. El Mal, ¿inexplicable?, cometido en nombre de ideales del Bien, teñidos de nacionalismo; alemán o ruso, porque en su famoso discurso del 7 de noviembre del 41 en la Plaza Roja, conmemorando el aniversario de la Revolución de Octubre, Stalin, que en los 20 años precedentes se había encargado de fulminar a media patria como Ser Supremo se rebajó a un simple “hermanos, camaradas”, “sigamos la heroica lista” de coroneles, tenientes y soldados de raso que lucharon por la Madre Patria Rusia bajo las órdenes de los zares, y entre ellos cita a Kutuzov, el hombre paciente que esperó a que Napoleón se retirara por miedo de Moscú. La apelación a la gloria nacional, a responder al golpe del vecino enemigo, que tan bien sirvió en el loco mes de agosto de 1914, cuando los obreros y los burgueses, confundidos, se lanzaron a las carnicerías de las trincheras de Flandes, es una explicación cómoda del Mal. Nacionalismo es igual al Mal. Vargas Llosa se detiene en ese punto, y en la codicia, de carácter más económico que el político del nacionalismo.
Pero, ¿es eso todo? ¿Codicia y nacionalismo, algunas veces el nacionalismo como coartada de la codicia del sistema, otras la locura nacionalista perjudicando los intereses geoestratégicos de la codicia? Creo que hay algo más profundo, más humano, que nos devuelve al niño encolerizado, al instinto de muerte, que todo lo sobrepasa, porque las barreras de la civilización y la socialización no han sido aún enseñadas a los niños o los adultos las han saltado alegre, deliberada o inconscientemente. Un Mal tan oscuro como la tiniebla, a la pesadilla de nuestros sueños más ocultos, a las perversiones más tenebrosas del sadismo gratuito -gratuito porque no cuesta nada, salvo nuestra humanidad, y porque no sirve para nada, es afuncional- y de la manipulación, manufactura e intercambio del otro como si fuera un juguete.
De El corazón de las tinieblas siempre me quedará grabada una escena -escena, digo, casi cinematográfica, porque todas las grandes obras nos arrastran al escenario del diálogo o de la descripción, mientras leemos construimos el ambiente en que se desarrolla la narración, a partir de nuestros sentimientos, impresiones y sensaciones, más que en los recorridos historiográficos y ensayísticos, en los que partimos de una documentación verídica que limita más nuestro espacio de invención e identificación con el suceso establecido; por eso el poder de la ficción que tantos evocan, como Semprún, por ejemplo-, en la que el personaje escucha, escondido, la conspiración de unos malvados a la orilla del río del Congo. De algún ensayo sobre las barbaridades nazis, me quedaré siempre con la imagen de unos soldados -o paramilitares- alemanes que arrebatan de los brazos de su madre a un pequeño o una pequeña, en medio de un campo de altas hierbas de algún lugar de Bielorrusia o Ucrania, al que le revientan el cráneo contra un poste eléctrico. El poder de las imágenes, símbolos del Mal, que nos hacen retroceder por horror, que nos introducen en una pesadilla casi irreal, que nos trastornan al punto de impedir que recordemos el género de la víctima -niño o niña- y el lugar -Bielorrusia, Ucrania-, incluso la obra en que hemos leído semejante atrocidad, ese poder que caía sobre las víctimas de los nazis, o de los colonizadores-esbirros de las compañías europeas del caucho, en la novela de Vargas Llosa, como una plaga infernal, que atonta y paraliza, tenebrosa y maligna. En algún punto de esa fuerza oscura reside la naturaleza auténtica del Mal humano.
—
1 Mario Vargas Llosa, El sueño del celta, Alfaguara, p. 298.
Sacado del Blog de Gaspard
.Las españolas y el maquillaje
Yves Rocher presenta 'Yves Rocher Mujer y Belleza', una exhaustiva radiografía de los hábitos y actitudes de la mujer española ante el maquillaje, y revela cómo los principales objetivos de la mujer al maquillarse son gustarse a sí misma, estar elegante y tener un aspecto saludable.
La edad de las mujeres, según desvela el estudio elaborado por la firma francesa, determina claramente su actitud ante el maquillaje. Las más jóvenes buscan la elegancia y disimular los defectos principalmente, mientras que, conforme avanza la edad, va ganando relevancia la búsqueda del aspecto saludable y juvenil.
La española considera en cualquier caso el maquillaje como un hábito diario de higiene, de manera que la mayoría no concibe salir de casa sin maquillarse. En este sentido, cerca del 60% de las mujeres se maquillan como mínimo una vez al día, porcentaje que disminuye al 52% conforme avanza la edad. Un 17% de las mujeres se maquilla aunque no tenga intención de salir de casa.
La búsqueda de la sencillez y naturalidad en el día a día es común a todas las mujeres, con un 72% que se manifiesta en este sentido. El tipo de maquillaje se sofistica en las ocasiones especiales, sobre todo entre las menores de 35 años, con un 29% de las encuestadas que se decanta por un maquillaje muy moderno y sofisticado.
Estado de ánimo y maquillaje están estrechamente relacionados en el universo femenino. Así, la mitad de las mujeres encuestadas (51%) afirma que presta menor atención a su cuidado personal cuando se sienten desanimadas, y 6 de cada 10 reconocen que verse bien maquillada tiene una influencia positiva sobre su estado de ánimo.
El contexto social parece influir poco en los hábitos de maquillaje: la gran mayoría de las mujeres -8 de cada 10- declaran que se maquilla de manera similar cuando salen sólo con su pareja que con sus amigos, así como cuando van de compras solas o acompañadas. De hecho, la mayoría de las encuestadas declaran maquillarse siempre igual, independientemente de tener pareja estable.
Los productos imprescindibles son la barra de labios y el lápiz de ojos, a los que siguen el brillo de labios, la máscara de pestañas y el colorete. Así, un 48% de las mujeres utiliza al menos una vez al día la barra de labios y un 45% el lápiz de ojos.
Los hábitos de maquillaje difieren sustancialmente entre mujeres jóvenes y adultas. Según pone de manifiesto el estudio, conforme avanza la edad se va abandonando el lápiz de ojos, la máscara y el rizador de pestañas y cobra importancia la barra de labios. Las jóvenes españolas, por su parte, muestran gran fidelidad al fondo de maquillaje, los polvos bronceadores y el eye liner. La barra de labios se convierte así en el producto estrella para mayores de 35 años, mientras que el lápiz de ojos lo es para menores de 25.
Para las barras de labios el color rosa, que tiene gran aceptación entre las más jóvenes, es el color favorito entre un mayor porcentaje de mujeres, con un 31% de encuestadas que se decantan por este color. Le siguen el marrón con un 24%, que tiene su público más fiel entre las mujeres de entre 25 y 44 años, y el rojo con un 11%, elegido tanto por las más jóvenes como para las mayores.
Un 97% de las mujeres se maquilla en su domicilio y 6 de cada 10 lo hacen a primera hora de la mañana. Sólo el 17% se retoca a lo largo del día y lo más frecuente es el repaso de los labios seguido de los ojos. La barra de labios y el lápiz de labios son también aquí los protagonistas.
La inclinación masculina hacia los maquillajes sencillos y naturales es más acusada de lo que creen las mujeres. Así, un 47% de los hombres se decanta por un maquillaje muy natural y sencillo, y sólo un 11% lo hace por un maquillaje moderno y sofisticado.
Los labios, frente a lo que piensa la mayoría de las encuestadas, no es la primera ni segunda parte del rostro en que primero se fijan los hombres, sino la cuarta con el 9%. La mayoría de los hombres, un 53%, se fijan primero en los ojos. El 23% lo hace en la forma de la cara en general y el 13% en el pelo.
Los productos preferidos por los hombres coinciden con los más utilizados por la mujer española. Las sombras y el lápiz de ojos son, según el 33% de los encuestados, el producto de maquillaje que más favorece. Le sigue la barra de labios, con un 30%, y la máscara de pestañas, con un 25%.
La investigación, realizada por Alter Análisis y The Room para Yves Rocher España, se ha planteado mediante un enfoque mixto que integra información obtenida mediante técnicas cualitativas y cuantitativas. Para ella se han realizado entrevistas a 700 mujeres y 100 hombres con edades comprendidas de 16 a 65 años, entre el 23 de julio y el 6 de agosto de este año.
Yves Rocher ha aprovechado además la presentación del estudio para señalar la apuesta de la firma por destacar la belleza de todas las mujeres, sin excepción. Para ello puso en marcha hace unos meses 'Todas somos estrellas', una iniciativa mediante la que ha escogido a diez clientas para convertirlas en sus modelos, reflejo de la voluntad de la firma por dar el máximo protagonismo a las mujeres españolas.
La edad de las mujeres, según desvela el estudio elaborado por la firma francesa, determina claramente su actitud ante el maquillaje. Las más jóvenes buscan la elegancia y disimular los defectos principalmente, mientras que, conforme avanza la edad, va ganando relevancia la búsqueda del aspecto saludable y juvenil.
La española considera en cualquier caso el maquillaje como un hábito diario de higiene, de manera que la mayoría no concibe salir de casa sin maquillarse. En este sentido, cerca del 60% de las mujeres se maquillan como mínimo una vez al día, porcentaje que disminuye al 52% conforme avanza la edad. Un 17% de las mujeres se maquilla aunque no tenga intención de salir de casa.
La búsqueda de la sencillez y naturalidad en el día a día es común a todas las mujeres, con un 72% que se manifiesta en este sentido. El tipo de maquillaje se sofistica en las ocasiones especiales, sobre todo entre las menores de 35 años, con un 29% de las encuestadas que se decanta por un maquillaje muy moderno y sofisticado.
Estado de ánimo y maquillaje están estrechamente relacionados en el universo femenino. Así, la mitad de las mujeres encuestadas (51%) afirma que presta menor atención a su cuidado personal cuando se sienten desanimadas, y 6 de cada 10 reconocen que verse bien maquillada tiene una influencia positiva sobre su estado de ánimo.
El contexto social parece influir poco en los hábitos de maquillaje: la gran mayoría de las mujeres -8 de cada 10- declaran que se maquilla de manera similar cuando salen sólo con su pareja que con sus amigos, así como cuando van de compras solas o acompañadas. De hecho, la mayoría de las encuestadas declaran maquillarse siempre igual, independientemente de tener pareja estable.
Los productos imprescindibles son la barra de labios y el lápiz de ojos, a los que siguen el brillo de labios, la máscara de pestañas y el colorete. Así, un 48% de las mujeres utiliza al menos una vez al día la barra de labios y un 45% el lápiz de ojos.
Los hábitos de maquillaje difieren sustancialmente entre mujeres jóvenes y adultas. Según pone de manifiesto el estudio, conforme avanza la edad se va abandonando el lápiz de ojos, la máscara y el rizador de pestañas y cobra importancia la barra de labios. Las jóvenes españolas, por su parte, muestran gran fidelidad al fondo de maquillaje, los polvos bronceadores y el eye liner. La barra de labios se convierte así en el producto estrella para mayores de 35 años, mientras que el lápiz de ojos lo es para menores de 25.
Para las barras de labios el color rosa, que tiene gran aceptación entre las más jóvenes, es el color favorito entre un mayor porcentaje de mujeres, con un 31% de encuestadas que se decantan por este color. Le siguen el marrón con un 24%, que tiene su público más fiel entre las mujeres de entre 25 y 44 años, y el rojo con un 11%, elegido tanto por las más jóvenes como para las mayores.
Un 97% de las mujeres se maquilla en su domicilio y 6 de cada 10 lo hacen a primera hora de la mañana. Sólo el 17% se retoca a lo largo del día y lo más frecuente es el repaso de los labios seguido de los ojos. La barra de labios y el lápiz de labios son también aquí los protagonistas.
La inclinación masculina hacia los maquillajes sencillos y naturales es más acusada de lo que creen las mujeres. Así, un 47% de los hombres se decanta por un maquillaje muy natural y sencillo, y sólo un 11% lo hace por un maquillaje moderno y sofisticado.
Los labios, frente a lo que piensa la mayoría de las encuestadas, no es la primera ni segunda parte del rostro en que primero se fijan los hombres, sino la cuarta con el 9%. La mayoría de los hombres, un 53%, se fijan primero en los ojos. El 23% lo hace en la forma de la cara en general y el 13% en el pelo.
Los productos preferidos por los hombres coinciden con los más utilizados por la mujer española. Las sombras y el lápiz de ojos son, según el 33% de los encuestados, el producto de maquillaje que más favorece. Le sigue la barra de labios, con un 30%, y la máscara de pestañas, con un 25%.
La investigación, realizada por Alter Análisis y The Room para Yves Rocher España, se ha planteado mediante un enfoque mixto que integra información obtenida mediante técnicas cualitativas y cuantitativas. Para ella se han realizado entrevistas a 700 mujeres y 100 hombres con edades comprendidas de 16 a 65 años, entre el 23 de julio y el 6 de agosto de este año.
Yves Rocher ha aprovechado además la presentación del estudio para señalar la apuesta de la firma por destacar la belleza de todas las mujeres, sin excepción. Para ello puso en marcha hace unos meses 'Todas somos estrellas', una iniciativa mediante la que ha escogido a diez clientas para convertirlas en sus modelos, reflejo de la voluntad de la firma por dar el máximo protagonismo a las mujeres españolas.
Algo Inaudito.¿Se puede ir contra la Naturaleza?
Dice aparentar 25 años y tener 65si si, si 65 con formúlas hechas por ella, Readilidad o Ficción? Miedo me da a mi.
Yo a los 12 años empecé mi dieta y hasta hoy. Me propuse que mis caderas no fueran nunca más anchas que las que tenía en ese momento. Seguía una estricta disciplina todos los días, dormía siempre con una faja de ballenas que me compró mi madre que oprimía las caderas para detener el ensanchamiento, ademas hay que evitar la postura fetal al dormir (cuanto mas estirada mejor), el cochón tambien lo mas duro posible, al levantarme hacía estiramientos y una tabla de ejercicios durante hora y media antes de ir al colegio. Mi desayuno era un zumo de zanahoria y tres almendras. La comida del colegio la tenia prohibida, asi estaban todas mis compañeras de gordas y llenas de granos. Nunca he probado el pan y mucho menos la leche que es lo que comen las vacas, os aconsejo evitar siempre este alimento que es casi un veneno.
Yo a los 12 años empecé mi dieta y hasta hoy. Me propuse que mis caderas no fueran nunca más anchas que las que tenía en ese momento. Seguía una estricta disciplina todos los días, dormía siempre con una faja de ballenas que me compró mi madre que oprimía las caderas para detener el ensanchamiento, ademas hay que evitar la postura fetal al dormir (cuanto mas estirada mejor), el cochón tambien lo mas duro posible, al levantarme hacía estiramientos y una tabla de ejercicios durante hora y media antes de ir al colegio. Mi desayuno era un zumo de zanahoria y tres almendras. La comida del colegio la tenia prohibida, asi estaban todas mis compañeras de gordas y llenas de granos. Nunca he probado el pan y mucho menos la leche que es lo que comen las vacas, os aconsejo evitar siempre este alimento que es casi un veneno.
Su obra es libre, su conducta no
Muchos literatos han retratado lo inmoral en sus libros, pero de ficción - En el caso de Dragó, como en el de Polanski, asoma el doble rasero .
. ."No eran unas lolitas cualesquiera, sino de esas que se visten como zorritas, con los labios pintados, carmín, rímel, tacones, minifalda". (...) "Tendrían unos 13 años" (...). "Subí con ellas y las muy putas se pusieron a turnarse".
Son algunas de las frases del capítulo más polémico del último libro de Fernando Sánchez Dragó, Dios los cría...y ellos hablan de sexo, drogas, España, corrupción..., una extensa conversación con el dramaturgo Albert Boadella. Si bien el autor ha matizado esas palabras, su comentario ha herido la sensibilidad de muchas personas. El daño ya está hecho. El amparo de que todo vale bajo el paraguas de la literatura no parece suficiente. ¿O sí?
De Villena: "El tono es chulesco, pero la libertad de expresión ampara"
"La hipocresía cree hablar moralmente", dice Savater, "al hablar políticamente"
Al poco de iniciarse la polémica, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, salió en defensa del autor, empleado suyo en Telemadrid desde 2004, ya que, a su juicio, "la historia de la literatura está plagada de actos absolutamente reprobables". Fue muy hábil al citar tres nombres nada sospechosos de pertenecer a su cuerda ideológica: Gabriel García Márquez, Henry Miller y Jaime Gil de Biedma.
Aunque en el caso de los dos primeros -Gabo fue criticado por Memoria de mis putas tristes; Miller, por Trópico de cáncer y Trópico de capricornio-, se trata de una novela, y por tanto de ficción, es cierto que Gil de Biedma detalló encuentros con menores en sus memorias, un género, el de la autobiografía, al que más se puede parecer, salvando las distancias, el libro de conversaciones entre Sánchez Dragó y Boadella.
"En cierto modo, sí son comparables", afirma la sociolingüista y miembro de la Comisión de Lengua del Instituto de la Mujer, Mercedes Bengoechea. "Pero el autor de una novela deja menos marcas personales y la posición que adopta puede ser más compleja, mientras que una autobiografía no deja lugar a dudas respecto a quién habla y desde qué perspectiva lo hace. Además, una novela suele dar voz a otros personajes, por lo que se crea un mosaico de perspectivas y visiones del mundo".
Al paso de las declaraciones de la presidenta madrileña y de Sánchez Dragó salieron también las ministras de Sanidad y Cultura, Leire Pajín y Ángeles González-Sinde. Esta última advirtió al escritor de que "el oficio de literato no es un eximente para quienes, con sus palabras, por muy hábilmente ordenadas que estén, ofenden, desprecian, se saltan las reglas de convivencia y pisotean, peligrosamente, valores como la igualdad o la discriminación".
¿Vale todo en la literatura? ¿Incluso hablar de encuentros sexuales con menores, de pedofilia? "Claro que la literatura no puede servir como coartada para cualquier cosa, pero tampoco tiene sentido instituir una policía de la literatura, que controle en qué casos es aceptable hablar de niñas y en qué casos, no", argumenta el catedrático de Filosofía Contemporánea de la Universidad de Barcelona, Manuel Cruz.
Sánchez Dragó, que se ha retractado tras el revuelo - "¡Hombre, visto el follón que por esa forma de hablar se ha montado, pues sí, preferiría, como Bartleby, no haberlo hecho", asegura en un extenso correo electrónico- defiende, sin embargo, su trabajo: "La literatura, tal y como y como yo la concibo, es un ejercicio de sinceridad y, por ello, de libertad a todo trapo. Eso entraña riesgos. Quien no esté dispuesto a correrlos, que se dedique a otra cosa".
Mercedes Bengoechea lo matiza: "Sí y no. Se puede narrar todo lo que la mente sea capaz de imaginar. Pero la perspectiva desde la que se habla es la que nos proporciona el dato de la aceptación moral. Se puede narrar esa misma experiencia desde el punto de vista de las niñas, de cómo fueron drogadas para hacerlo, del daño infligido, de la sensación de humillación... Y, aunque se narrasen los mismos hechos, la perspectiva adoptada cambiaría la experiencia lectora".
El también escritor Luis Antonio de Villena cree que prima el derecho a opinar y a expresarse del autor: "El tono es feo, chulesco, con tintes de machismo. No es el adecuado. Pero la libertad de expresión ampara que unas personas entren en un terreno que a otros les resulte horripilante".
En esta línea se posiciona el filósofo Fernando Savater, que lo compara con algunos programas de televisión que pueden resultar "repugnantes", pero considera "intolerable que se genere una inquisición" contra el autor, cuyo libro se ha retirado ya de algunos establecimientos. "Me parece espeluznante y encima que se acepte como libertad", dice.
Javier Urra, doctor en Psicología y el primer Defensor del Menor que hubo en España, pide un poco de mesura en todo este asunto, ya que, en su opinión, no todo vale: "Se debe ser sincero y decir lo que uno piensa, sí. Pero muchas veces hay que tener una pauta. La diplomacia, la urbanidad, nacieron para eso. La palabra es un arma arrojadiza".
La polémica que ha suscitado el libro de Sánchez Dragó recuerda a la del cineasta Roman Polanski. Su detención en septiembre de 2009 en el aeropuerto de Zurich desató una serie de apoyos, especialmente de compañeros de profesión, que fueron cuestionados. ¿Era de recibo hacerlo con alguien, por gran creador que fuera, acusado de violar a una niña de 13 años? El inquietante doble rasero que salió a la luz entonces vuelve a surgir ahora, con un matiz: da la impresión de que quien apoyó a Polanski, calla con Dragó, y viceversa.
¿A qué se debe esa doble moral? "Probablemente porque en épocas de confusión teórica y despiste político generalizados, lo más fácil es agarrarse a un clavo ardiente del sectarismo, y empezar preguntándose '¿quiénes son los nuestros?' para, a partir de ahí, considerar que lo que ellos hagan o digan será lo correcto, mientras que lo que hagan o digan nuestros adversarios, precisamente por provenir de ellos, será lo incorrecto siempre y por principio", explica Manuel Cruz, catedrático de Filosofía de la Universidad de Barcelona.
Fernando Savater, que no defiende el contenido del libro, no duda de que toda la polémica se debe a razones políticas. "Telemadrid [cadena en la que Sánchez Dragó lleva trabajando desde 2004 y donde actualmente dirige y presenta el programa Las noches blancas] es un foco de tensiones políticas. La hipocresía cree hablar moralmente cuando está hablando políticamente. Es algo inconsciente".
"No creo que detrás de todo esto haya un trasfondo político, pero sí una neblina. La izquierda nunca va a defender a un señor que no está en sus filas. Y la izquierda española no considera a Dragó de izquierdas", explica Luis Antonio de Villena, a la vez que deja claro que lo que merece la defensa "no es lo que hizo ni lo que ha dicho, sino la libertad de expresión. Yo me considero de izquierdas, y creo que esta moriría sin libertad de expresión; sería una caricatura de la derecha. Polanski se enfrentó a un delito real. Se parecen, pero no son iguales. El delito de opinión en una democracia no existe", opina.
Que hablar de un tema como la pedofilia se convierta en algo político es algo peligroso para Javier Urra. "El trasfondo es moral, el hecho en sí es deplorable. Los niños no tienen bandera, no tienen fronteras, lo diga o lo haga uno de izquierdas, de derechas o de centro".
Más allá del doble rasero con que se está juzgando a Sánchez Dragó, sí parece evidente que el episodio de las lolitas de Tokio es algo más que "una forma de hablar". Lo políticamente incorrecto y lo inmoral están separados por una delgadísima línea: "El problema no es saltarse los códigos morales contemporáneos en la imaginación o en la ficción.
El problema es la complicidad por parte de Dragó, de sus lectores y de quienes lo jalean con el hecho que se narra y con el tono en que se narra. Lo doloroso para la sensibilidad y la ética contemporáneas es el punto de vista que adopta Dragó y que comparten sus lectores cómplices. El interlocutor de la conversación de Dragó y el lector a quien va dirigida "la anécdota trivial" está rebelándose junto a Dragó por el código moral que creen impuesto, lo denuncian como falso ("corrección política") y lo subvierten. Y esta subversión supone una vuelta a los valores antiguos, donde la sexualidad es una de las herramientas y manifestaciones del poder. Lo escandaloso es la complicidad de la persona a quien iba dirigida la conversación y la apuesta de Dragó por la aceptación por parte de ciertas personas de sus comentarios".
El autor de Dios los cría... se defiende de la siguiente manera: "La llamada 'incorrección política' es un eufemismo para designar lo que antes se llamaba censura, o limitaciones expresivas (en la época de Franco), o inquisición (en épocas más remotas), o lavado de cerebro (bajo Stalin y los nazis).
Su ámbito es, sobre todo, lingüístico, aunque a veces pueda extenderse a lo fáctico e incluso a lo penal. Es un movimiento puritano e integrista que parte de la idea de que los textos de las sagradas escrituras son inamovibles y deben interpretarse en su literalidad. Hay una policía del pensamiento único, una especie de nueva brigada político-social, que se encarga de aplicar sus normas y de perseguir a quienes las infringen con miras a imponer la sociedad del control frente a la del libre albedrío. Vuelve así o, mejor dicho, se exacerba algo que en España siempre ha sido mal endémico: la existencia de delitos de opinión. ¿Inmoralidad? Moral viene del latín mos, que significaba "costumbre". Donde no hay libertad de costumbres, todo se vuelve inmoral. Es lo que sucede ahora. Sea como fuere, y en puridad, solo la conducta puede ser inmoral. Las palabras no lo son nunca".
El hecho de que en España no se contemple como ilegal que alguien mantenga relaciones sexuales con una niña de 13 años, siempre que estas sean consentidas, no excusa de que sea algo "moralmente deplorable", para Javier Urra. O, dicho de otra manera, no todo lo que ampara la ley es ético: "La ley dice lo que es admisible y lo que no. Pero la ley no va siempre en paralelo con la ética".
. ."No eran unas lolitas cualesquiera, sino de esas que se visten como zorritas, con los labios pintados, carmín, rímel, tacones, minifalda". (...) "Tendrían unos 13 años" (...). "Subí con ellas y las muy putas se pusieron a turnarse".
Son algunas de las frases del capítulo más polémico del último libro de Fernando Sánchez Dragó, Dios los cría...y ellos hablan de sexo, drogas, España, corrupción..., una extensa conversación con el dramaturgo Albert Boadella. Si bien el autor ha matizado esas palabras, su comentario ha herido la sensibilidad de muchas personas. El daño ya está hecho. El amparo de que todo vale bajo el paraguas de la literatura no parece suficiente. ¿O sí?
De Villena: "El tono es chulesco, pero la libertad de expresión ampara"
"La hipocresía cree hablar moralmente", dice Savater, "al hablar políticamente"
Al poco de iniciarse la polémica, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, salió en defensa del autor, empleado suyo en Telemadrid desde 2004, ya que, a su juicio, "la historia de la literatura está plagada de actos absolutamente reprobables". Fue muy hábil al citar tres nombres nada sospechosos de pertenecer a su cuerda ideológica: Gabriel García Márquez, Henry Miller y Jaime Gil de Biedma.
Aunque en el caso de los dos primeros -Gabo fue criticado por Memoria de mis putas tristes; Miller, por Trópico de cáncer y Trópico de capricornio-, se trata de una novela, y por tanto de ficción, es cierto que Gil de Biedma detalló encuentros con menores en sus memorias, un género, el de la autobiografía, al que más se puede parecer, salvando las distancias, el libro de conversaciones entre Sánchez Dragó y Boadella.
"En cierto modo, sí son comparables", afirma la sociolingüista y miembro de la Comisión de Lengua del Instituto de la Mujer, Mercedes Bengoechea. "Pero el autor de una novela deja menos marcas personales y la posición que adopta puede ser más compleja, mientras que una autobiografía no deja lugar a dudas respecto a quién habla y desde qué perspectiva lo hace. Además, una novela suele dar voz a otros personajes, por lo que se crea un mosaico de perspectivas y visiones del mundo".
Al paso de las declaraciones de la presidenta madrileña y de Sánchez Dragó salieron también las ministras de Sanidad y Cultura, Leire Pajín y Ángeles González-Sinde. Esta última advirtió al escritor de que "el oficio de literato no es un eximente para quienes, con sus palabras, por muy hábilmente ordenadas que estén, ofenden, desprecian, se saltan las reglas de convivencia y pisotean, peligrosamente, valores como la igualdad o la discriminación".
¿Vale todo en la literatura? ¿Incluso hablar de encuentros sexuales con menores, de pedofilia? "Claro que la literatura no puede servir como coartada para cualquier cosa, pero tampoco tiene sentido instituir una policía de la literatura, que controle en qué casos es aceptable hablar de niñas y en qué casos, no", argumenta el catedrático de Filosofía Contemporánea de la Universidad de Barcelona, Manuel Cruz.
Sánchez Dragó, que se ha retractado tras el revuelo - "¡Hombre, visto el follón que por esa forma de hablar se ha montado, pues sí, preferiría, como Bartleby, no haberlo hecho", asegura en un extenso correo electrónico- defiende, sin embargo, su trabajo: "La literatura, tal y como y como yo la concibo, es un ejercicio de sinceridad y, por ello, de libertad a todo trapo. Eso entraña riesgos. Quien no esté dispuesto a correrlos, que se dedique a otra cosa".
Mercedes Bengoechea lo matiza: "Sí y no. Se puede narrar todo lo que la mente sea capaz de imaginar. Pero la perspectiva desde la que se habla es la que nos proporciona el dato de la aceptación moral. Se puede narrar esa misma experiencia desde el punto de vista de las niñas, de cómo fueron drogadas para hacerlo, del daño infligido, de la sensación de humillación... Y, aunque se narrasen los mismos hechos, la perspectiva adoptada cambiaría la experiencia lectora".
El también escritor Luis Antonio de Villena cree que prima el derecho a opinar y a expresarse del autor: "El tono es feo, chulesco, con tintes de machismo. No es el adecuado. Pero la libertad de expresión ampara que unas personas entren en un terreno que a otros les resulte horripilante".
En esta línea se posiciona el filósofo Fernando Savater, que lo compara con algunos programas de televisión que pueden resultar "repugnantes", pero considera "intolerable que se genere una inquisición" contra el autor, cuyo libro se ha retirado ya de algunos establecimientos. "Me parece espeluznante y encima que se acepte como libertad", dice.
Javier Urra, doctor en Psicología y el primer Defensor del Menor que hubo en España, pide un poco de mesura en todo este asunto, ya que, en su opinión, no todo vale: "Se debe ser sincero y decir lo que uno piensa, sí. Pero muchas veces hay que tener una pauta. La diplomacia, la urbanidad, nacieron para eso. La palabra es un arma arrojadiza".
La polémica que ha suscitado el libro de Sánchez Dragó recuerda a la del cineasta Roman Polanski. Su detención en septiembre de 2009 en el aeropuerto de Zurich desató una serie de apoyos, especialmente de compañeros de profesión, que fueron cuestionados. ¿Era de recibo hacerlo con alguien, por gran creador que fuera, acusado de violar a una niña de 13 años? El inquietante doble rasero que salió a la luz entonces vuelve a surgir ahora, con un matiz: da la impresión de que quien apoyó a Polanski, calla con Dragó, y viceversa.
¿A qué se debe esa doble moral? "Probablemente porque en épocas de confusión teórica y despiste político generalizados, lo más fácil es agarrarse a un clavo ardiente del sectarismo, y empezar preguntándose '¿quiénes son los nuestros?' para, a partir de ahí, considerar que lo que ellos hagan o digan será lo correcto, mientras que lo que hagan o digan nuestros adversarios, precisamente por provenir de ellos, será lo incorrecto siempre y por principio", explica Manuel Cruz, catedrático de Filosofía de la Universidad de Barcelona.
Fernando Savater, que no defiende el contenido del libro, no duda de que toda la polémica se debe a razones políticas. "Telemadrid [cadena en la que Sánchez Dragó lleva trabajando desde 2004 y donde actualmente dirige y presenta el programa Las noches blancas] es un foco de tensiones políticas. La hipocresía cree hablar moralmente cuando está hablando políticamente. Es algo inconsciente".
"No creo que detrás de todo esto haya un trasfondo político, pero sí una neblina. La izquierda nunca va a defender a un señor que no está en sus filas. Y la izquierda española no considera a Dragó de izquierdas", explica Luis Antonio de Villena, a la vez que deja claro que lo que merece la defensa "no es lo que hizo ni lo que ha dicho, sino la libertad de expresión. Yo me considero de izquierdas, y creo que esta moriría sin libertad de expresión; sería una caricatura de la derecha. Polanski se enfrentó a un delito real. Se parecen, pero no son iguales. El delito de opinión en una democracia no existe", opina.
Que hablar de un tema como la pedofilia se convierta en algo político es algo peligroso para Javier Urra. "El trasfondo es moral, el hecho en sí es deplorable. Los niños no tienen bandera, no tienen fronteras, lo diga o lo haga uno de izquierdas, de derechas o de centro".
Más allá del doble rasero con que se está juzgando a Sánchez Dragó, sí parece evidente que el episodio de las lolitas de Tokio es algo más que "una forma de hablar". Lo políticamente incorrecto y lo inmoral están separados por una delgadísima línea: "El problema no es saltarse los códigos morales contemporáneos en la imaginación o en la ficción.
El problema es la complicidad por parte de Dragó, de sus lectores y de quienes lo jalean con el hecho que se narra y con el tono en que se narra. Lo doloroso para la sensibilidad y la ética contemporáneas es el punto de vista que adopta Dragó y que comparten sus lectores cómplices. El interlocutor de la conversación de Dragó y el lector a quien va dirigida "la anécdota trivial" está rebelándose junto a Dragó por el código moral que creen impuesto, lo denuncian como falso ("corrección política") y lo subvierten. Y esta subversión supone una vuelta a los valores antiguos, donde la sexualidad es una de las herramientas y manifestaciones del poder. Lo escandaloso es la complicidad de la persona a quien iba dirigida la conversación y la apuesta de Dragó por la aceptación por parte de ciertas personas de sus comentarios".
El autor de Dios los cría... se defiende de la siguiente manera: "La llamada 'incorrección política' es un eufemismo para designar lo que antes se llamaba censura, o limitaciones expresivas (en la época de Franco), o inquisición (en épocas más remotas), o lavado de cerebro (bajo Stalin y los nazis).
Su ámbito es, sobre todo, lingüístico, aunque a veces pueda extenderse a lo fáctico e incluso a lo penal. Es un movimiento puritano e integrista que parte de la idea de que los textos de las sagradas escrituras son inamovibles y deben interpretarse en su literalidad. Hay una policía del pensamiento único, una especie de nueva brigada político-social, que se encarga de aplicar sus normas y de perseguir a quienes las infringen con miras a imponer la sociedad del control frente a la del libre albedrío. Vuelve así o, mejor dicho, se exacerba algo que en España siempre ha sido mal endémico: la existencia de delitos de opinión. ¿Inmoralidad? Moral viene del latín mos, que significaba "costumbre". Donde no hay libertad de costumbres, todo se vuelve inmoral. Es lo que sucede ahora. Sea como fuere, y en puridad, solo la conducta puede ser inmoral. Las palabras no lo son nunca".
El hecho de que en España no se contemple como ilegal que alguien mantenga relaciones sexuales con una niña de 13 años, siempre que estas sean consentidas, no excusa de que sea algo "moralmente deplorable", para Javier Urra. O, dicho de otra manera, no todo lo que ampara la ley es ético: "La ley dice lo que es admisible y lo que no. Pero la ley no va siempre en paralelo con la ética".
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