3 sept 2010
Entusiasmo David Trueba
Antes del verano murió la madre de uno de mis mejores amigos.
Como no participamos de la glorificación funeraria ni la misa forma parte de nuestros ritos, combatimos la tristeza poniéndonos dos viejos episodios de Seinfeld en su televisor.
Seinfeld fue una serie paradigmática, que trataba de nada con la misma pasión que uno le hubiera puesto a tratar del sentido de la vida.
Yo vivía en Estados Unidos cuando alcanzó su cota de celebridad más radiante y la cita semanal con la serie se convirtió en el antídoto contra la carencia de otras citas más excitantes.
El productor y cocreador de la serie era un tipo llamado Larry David, que había sido comediante sin brillo y actor sin futuro.
Terminada Seinfeld, puso en marcha un concepto aún más delirante. Recrear sus conflictos particulares en un Los Ángeles marcado por lo políticamente correcto, la amabilidad amenazante y las relaciones interesadas.
La serie, de media hora, se llamó Curb your enthusiasm, algo así como Modera tu entusiasmo, y desde entonces crispa y enerva a algunos en la misma proporción que a otros nos provoca regocijo y felicidad.
Durante el verano he devorado la séptima temporada, sin aguardar a que ninguna cadena española la infraprograme, la doble, la retitule o la cancele a mitad de juego.
Salvo un par de episodios donde se exprime en exceso la gracia particular, la serie roza la genialidad casi con constancia.
Para comenzar, Larry sospecha que su nueva pareja tiene cáncer y corre a abandonarla antes de que ella tenga acceso a los resultados de la biopsia. Así es este personaje, rastrero, vil, pero inteligente, adorable, hermano.
Para recuperar a su antigua pareja, una actriz discretilla, acepta montar un episodio de celebración de Seinfeld y darle un papel.
Ambas series, que se han venido citando y retando desde sus trincheras, se funden en un reencuentro anticlimático y pueril como la vida misma.
Larry David es un ejemplar único para el entendimiento humano, una cita elitista y brutal con la realidad cotidiana y sus espejos deformantes.
En España, donde nunca arranca, podrían titularla Educación para la ciudadanía, pues algo de eso es su macabra, irrenunciable y kamikaze vocación por la verdad y el criterio propio.
Verla ha sido un goce autoprogramado.
2 sept 2010
LOS DOS HERMANOS
Hay un cuento egipcio muy antiguo, probablemente el más antiguo de la historia, encontrado en el papiro D’Orbiney que data del año 1250 A.C., y que relata la historia de dos hermanos.
Este tema central ha sido recogido por muchos autores a lo largo de la historia y de hecho, algunos estudios hablan de más de 770 versiones diferentes, entre las que se encuentra la de los hermanos Grimm y la de H.C. Andersen.
En el cuento egipcio, al igual que en su numerosa familia de descendientes, los dos personajes simbolizan aspectos opuestos de nuestra naturaleza, que nos empujan a actuar de maneras contradictorias.
Los dos hermanos que habían permanecido unidos al principio, sienten la necesidad de dividir sus destinos, de manera que uno se queda en casa y el otro sale en busca de aventuras.
Si bien es cierto que en muchas versiones planea la típica mojigatería judeo-cristiana en el reparto de identidades, de manera que hermano que se queda en casa es el prudente y razonable, y además está dispuesto a arriesgar su vida para salvar a su hermano, que se expone sin necesidad alguna, a los más terribles peligros, en el original egipcio no hay hermano bueno o prudente, ni hermano malo o temerario, por lo que quedamos prevenidos de extraer la clásica moraleja simplona. Lo que en realidad se manifiesta en este cuento es nuestra dicotomía interna entre la lucha por la independencia y la autoafirmación, y la tendencia opuesta a permanecer sanos y salvos en casa, atados a los padres.
El hermano que se queda en casa puede ser destruido por la unión edípica hacia los padres, mientras que el que huye, se enfrenta a un proceloso destino lleno de peligros.
Dicho de otra forma, si escarbamos un poco en el trasfondo de esta historia, podemos percibir dos tendencias: el deseo de seguir ligado al pasado y la imperiosa necesidad de alcanzar un nuevo futuro.
Ambos deseos se encuentran en cada uno de nosotros y no podemos sobrevivir si se nos despoja de uno de ellos. La separación completa del pasado lleva al desastre, léase como ejemplo el caso de los inmigrantes que lejos de sus raíces viven una vida de alienación en un entorno ajeno, pero en contrapartida, existir exclusivamente atados al pasado, impide el desarrollo de la persona.
Esta historia ha fraguado en mi interior de una forma especial porque tengo un hermano, porque él se quedó y yo partí, y porque a pesar de la divergencia de nuestros destinos, seguimos conservando un punto de intersección fraterna que se mantiene firme a lo largo de los años.
Así que, representamos muy bien los personajes de este cuento que como todos los cuentos de hadas tiene un final feliz que exige que los dos hermanos se liberen de las presiones emocionales externas y se ayuden mutuamente.
Es decir, sólo la integración completa de las tendencias contrarias anteriormente enunciadas permite una existencia plenamente satisfactoria.
Publicado por Juan Francisco Caturla Javaloyes.
http://plazadelhumilladero.blogspot.com/search?updated-min=2010-01-01T00%3A00%3A00-08%3A00&updated-max=2011-01-01T00%3A00%3A00-08%3A00&max-results=14
Cuentos politicamente correctos
Cuentos políticamente correctos
A lo largo de la historia, los cuentos siempre han tenido una función preventiva y moralizante. Con ellos se pretendía aleccionar a los niños sobre los peligros y trampas del mundo donde iban a crecer. Los cuentos de hadas son la llave que permite acceder a la mente infantil, precisamente porque se encuentran allí donde comienza la mente del niño, en su plano psicológico y emocional.
Por tanto, dada su función, es lógico suponer que a lo largo del tiempo, los cuentos de hadas hayan ido adaptándose a la moral imperante, con objeto de transmitir siempre un mensaje políticamente acorde con la sociedad contemporánea.
Para ilustrar esta afirmación, he podido disfrutar al comprobar la evolución sufrida por uno de los cuentos más populares de todos los tiempos, se trata de “Caperucita Roja”. Os contaré este cuento, al mismo tiempo que viajamos por el tiempo y os aseguro que vais a sorprenderos.
Podemos encontrar el origen de este cuento dentro de la tradición oral de varios países europeos allá por el siglo XIV. Las distintas versiones varían un poco en cuanto que la figura antagónica no siempre era un lobo, podía ser un ogro o un hombre lobo, y en cuanto al final. (para aquellos esclavos del reloj, os recomiendo que leáis la primera y la última de las versiones de este famoso cuento y luego, interpoléis las versiones intermedias)
De acuerdo con Paul Delarue, la versión que sirvió de inspiración a Charles Perrault es la siguiente:
“Hechos y tribulaciones de la Pequeña Caperucita Roja”
Había una vez una niña muy bonita. Su madre, que acababa de hacer pan, le pidió que le llevara un pedazo caliente y una botella de leche a su abuelita.
Entonces la niña se marchó y en un cruce de caminos se encontró con bzou, el hombre lobo, que le dijo, ¿dónde vas niñita?
Caperucita contestó, llevo este pan caliente y esta botella de la leche a mi abuelita.
¿Qué camino vas a tomar?, dijo el hombre lobo, ¿el camino de las agujas o el camino de los alfileres?
El camino de las agujas, dijo la niña. Bien, entonces yo tomaré el camino de los alfileres.
Mientras tanto el hombre lobo llegó a la casa de la abuela, la mató, y puso un poco de su carne en el armario y una botella de su sangre sobre el anaquel.
La niña llegó y llamó a la puerta. Empuja la puerta, dijo el hombre lobo, que esta atascada por un pedazo de paja mojada.
Buen día, abuelita. Le he traído un poco de pan caliente y una botella de leche.
Ponlo en el armario, mi niña y toma un poco de la carne que hay dentro y la botella de vino que está sobre el anaquel. Cuando la niña se comió la carne, un pequeño gato dijo, ¡Uff!... qué depravada es la niña que come la carne y bebe la sangre de su abuelita.
Desnúdate, mi niña, dijo el hombre lobo, y ven a acostarte a mi lado. ¿Dónde podría poner mi delantal? Lánzalo al fuego, mi niña, que no lo necesitarás más.
Y cada vez que ella preguntó donde debería poner el resto de sus prendas, el corpiño, el vestido, la enagua, las medias largas, el lobo respondió: Lánzalos al fuego, mi niña, que no los necesitarás más.
Cuando ella se metió en la cama, la niña dijo, ¡ay abuelita, qué peluda eres! ¡Es para mantenerme caliente, mi niña!
¡Ay abuelita, que uñas tan grandes tienes! ¡Son para rascarme mejor, mi niña!
¡Ay abuelita, que hombros tan grandes tienes! ¡Son para llevar la leña mejor, mi niña!
¡Ay abuelita, que orejas tan grandes tienes! ¡Son para oírte mejor, mi niña!
¡Ay abuelita, que narices tan grandes tienes! ¡Son para aspirar mejor mi tabaco, mi niña!
¡Ay abuelita, qué boca tan grande tienes! ¡Es para comerte mejor, mi niña!
¡Ay abuelita, tengo que hacer mis necesidades, déjame ir fuera!
¡Hazlo en la cama, mi niña!
¡Ay no abuelita, quiero ir fuera!
Bien, pero hazlo rápido.
El hombre lobo ató una cuerda de lana a su pie y la dejó ir fuera.
Cuando la niña estaba fuera, ató el final de la cuerda a un ciruelo que había en el patio. El hombre lobo se impaciento y dijo, ¿estás haciendo de vientre ahí? Cuando el lobo comprendió que nadie le contestaba, saltó de la cama y vio que la niña se había escapado.
Entonces la siguió, pero llegó a su casa justo cuando la niña entraba en ella.
Como podemos ver, no parece que una niña que canibaliza a su abuela y se acuesta desnuda con el lobo sea precisamente lo que queremos enseñarle a nuestros hijos. Además, el ardid para escapar no es especialmente astuto y refinado.
Eso debió parecerle a Charles Perrault, un funcionario real de la corte de Luis XIV, que en su afán de recoger las historias de la tradición oral europea, remodeló el cuento dentro de su libro “Los cuentos de la mamá Gansa”.
Este autor suprimió el lance en que el lobo, ya disfrazado de abuelita, invita a la niña a consumir la carne y la sangre, pertenecientes a la pobre anciana, a la que acaba de descuartizar. Al igual que en el resto de sus cuentos, quiso dar una lección moral a las jóvenes que entablan relaciones con desconocidos, añadiendo una moraleja explícita, inexistente hasta entonces en la historia.
Esta es su versión, publicada en 1697 con el título: “Le Petit Chaperon Rouge”
En tiempo del rey que rabió, vivía en una aldea una niña, la más linda de las aldeanas, tanto que loca de gozo estaba su madre y más aún su abuela, quien le había hecho una caperuza roja; y tan bien le estaba, que por caperucita roja conocíanla todos. Un día su madre hizo tortas y le dijo:
-Irás á casa de la abuela a informarte de su salud, pues me han dicho que está enferma. Llévale una torta y este tarrito lleno de manteca.
Caperucita roja salió enseguida en dirección a la casa de su abuela, que vivía en otra aldea. Al pasar por un bosque encontró al compadre lobo que tuvo ganas de comérsela, pero a ello no se atrevió porque había algunos leñadores. Preguntola a dónde iba, y la pobre niña, que no sabía fuese peligroso detenerse para dar oídos al lobo, le dijo:
-Voy a ver a mi abuela y a llevarle esta torta con un tarrito de manteca que le envía mi madre.
-¿Vive muy lejos? -Preguntole el lobo.
-Sí, -contestole Caperucita roja- a la otra parte del molino que veis ahí; en la primera casa de la aldea.
-Pues entonces, añadió el lobo, yo también quiero visitarla. Iré a su casa por este camino y tú por aquel, a ver cual de los dos llega antes.
El lobo echó a correr tanto como pudo, tomando el camino más corto, y la niña fuese por el más largo entreteniéndose en coger avellanas, en correr detrás de las mariposas y en hacer ramilletes con las florecillas que hallaba a su paso.
Poco tardó el lobo en llegar a la casa de la abuela. Llamó: ¡pam! ¡pam!
-¿Quién va?
-Soy vuestra nieta, Caperucita roja -dijo el lobo imitando la voz de la niña. Os traigo una torta y un tarrito de manteca que mi madre os envía.
La buena de la abuela, que estaba en cama porque se sentía indispuesta, contestó gritando:
-Tira del cordel y se abrirá el cancel.
Así lo hizo el lobo y la puerta se abrió. Arrojose encima de la vieja y la devoró en un abrir y cerrar de ojos, pues hacía más de tres días que no había comido. Luego cerró la puerta y fue a acostarse en la cama de la abuela, esperando a Caperucita roja, la que algún tiempo después llamó a la puerta: ¡pam! ¡pam!
-¿Quién va?
Caperucita roja, que oyó la ronca voz del lobo, tuvo miedo al principio, pero creyendo que su abuela estaba constipada, contestó:
-Soy yo, vuestra nieta, Caperucita roja, que os trae una torta y un tarrito de manteca que os envía mi madre.
El lobo gritó procurando endulzar la voz:
-Tira del cordel y se abrirá el cancel.
Caperucita roja tiró del cordel y la puerta se abrió. Al verla entrar, el lobo le dijo, ocultándose debajo de la manta:
-Deja la torta y el tarrito de manteca encima de la artesa y vente a acostar conmigo.
Caperucita roja lo hizo, se desnudó y se metió en la cama. Grande fue su sorpresa al aspecto de su abuela sin vestidos, y le dijo:
-Abuelita, tenéis los brazos muy largos.
-Así te abrazaré mejor, hija mía.
-Abuelita, tenéis las piernas muy largas.
-Así correré más, hija mía.
-Abuelita, tenéis las orejas muy grandes.
-Así te oiré mejor, hija mía.
-Abuelita, tenéis los ojos muy grandes.
-Así te veré mejor, hija mía.
Abuelita, tenéis los dientes muy grandes.
-Así comeré mejor, hija mía.
Y al decir estas palabras, el malvado lobo arrojose sobre Caperucita roja y se la comió.
Juan Francisco Caturla Javaloyes.Rubí, Barcelona, Spain
HAIKUS
Haikus
Hace ya algún tiempo que vengo seducido por la belleza y la esencia de los haikus. Estas composiciones poéticas japonesas tienen la capacidad de exponer mi interior al fluir de la naturaleza, de la vida, con tan solo 17 sílabas.
Qué es vivir, sino la sucesión de pequeños instantes mágicos pero cotidianos a la vez. Y el haiku es una de las herramientas más poderosas del expresionismo, en el que el autor nos transfiere el espíritu de un instante que queda atrapado en tan sólo 3 versos, como un fósil suspendido en ámbar.
Los haikus, en su formato clásico, tienen una métrica formada por 3 versos de 5-7-5 sílabas, sin rima.
Estos pequeños poemas vieron la luz en la corte de lo que se conoce como el periodo Heian (794-1185).
La gran estabilidad política de este periodo permitió el florecimiento del arte y la cultura de sello auténticamente japones, alejado de la influencia china. Sin embargo, no fue hasta finales del S. XVII cuando los haikus alcanzaron la elegancia estilística que los convirtió en un verdadero lenguaje poético de la mano de autores como Bashō, Buson, Issa y Shiki.
Los haikus, al igual que la mayor parte de la poesía japonesa, se encuentran imbuidos por el culto a la belleza de la naturaleza, así como, la sensibilidad hacia los vívidos cambios de las estaciones.
Asimismo, los haikus han sido siempre un nexo de unión entre las dos religiones imperantes en Japón, el sintoísmo, la antigua religión japonesa de la naturaleza, y el budismo, proveniente de China. Creyentes de una y otra religión han encontrado en los haikus un vehículo perfecto para expresar sus respectivas concepciones de la vida, con especial hincapié en la fugaz belleza de las cosas mundanas de la vida.
Esta esencia de haiku entronca directamente con la concepción budista, especialmente en el budismo zen, según la cual la vida se caracteriza por la transitoriedad, tan fugaz como una gota de rocio.
Pero, ¿es posible occidentalizar los haikus? No son pocos, los que hemos sido seducidos por estos poemitas “instantáneos” y hemos experimentado con la creación de composiciones tipo haiku en nuestras respectivas lenguas.
Autores como Tablada, Borges o Benedetti han alcanzado cotas importantes en la adaptación del haiku al idioma castellano, dando lugar a creaciones que me producen un efecto similar a los haikus japoneses (que por otro lado, no dejan de ser traducciones pues no tengo el don de entender el idioma del país del sol naciente). Sin embargo, pienso que estos haikus occidentales no dejan de ser artefactos reduccionistas a un simple juego de métrica. En mi opinión, estos poemas castellanos se convierten en sudokus o crucigramas que han perdido parte de la belleza y del yugen, palabra que describe una sugerencia de lo oculto, de lo que yace bajo la superficie del haiku.
Esto es debido entre otras razones, a que los conceptos de sílaba en japonés y en español son diferentes, de manera que hablando en propiedad los haikus constan de 17 moras, que es una unidad lingüística de menor peso que la sílaba. Asimismo, la caligrafía japonesa es parte integrante de la belleza del haiku. Por estas y otras razones, la creación de un haiku no es tarea sencilla, y es tremendamente fácil cruzar la delgada línea que separa la belleza lacónica de la vulgaridad.
De todas formas y a pesar de que el castellano sólo me permita alcanzar una forma sucedánea del haiku, voy a seguir practicándolo como tributo a la naturaleza que me da la vida y…me la quita.
Aquí os dejo uno de los más famosos escrito por Bashō en 1686,
Un viejo estanque;
Se zambulle una rana,
ruido de agua.
Y uno escrito por Mario Benedetti en 1999,
La muerte invade
de vez en cuando el sueño
y hace sus cálculos
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