Un Blues

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Del material conque están hechos los sueños

2 sept 2010

HAIKUS



Haikus


Hace ya algún tiempo que vengo seducido por la belleza y la esencia de los haikus. Estas composiciones poéticas japonesas tienen la capacidad de exponer mi interior al fluir de la naturaleza, de la vida, con tan solo 17 sílabas.
Qué es vivir, sino la sucesión de pequeños instantes mágicos pero cotidianos a la vez. Y el haiku es una de las herramientas más poderosas del expresionismo, en el que el autor nos transfiere el espíritu de un instante que queda atrapado en tan sólo 3 versos, como un fósil suspendido en ámbar.
Los haikus, en su formato clásico, tienen una métrica formada por 3 versos de 5-7-5 sílabas, sin rima.
Estos pequeños poemas vieron la luz en la corte de lo que se conoce como el periodo Heian (794-1185).
La gran estabilidad política de este periodo permitió el florecimiento del arte y la cultura de sello auténticamente japones, alejado de la influencia china. Sin embargo, no fue hasta finales del S. XVII cuando los haikus alcanzaron la elegancia estilística que los convirtió en un verdadero lenguaje poético de la mano de autores como Bashō, Buson, Issa y Shiki.
Los haikus, al igual que la mayor parte de la poesía japonesa, se encuentran imbuidos por el culto a la belleza de la naturaleza, así como, la sensibilidad hacia los vívidos cambios de las estaciones.
Asimismo, los haikus han sido siempre un nexo de unión entre las dos religiones imperantes en Japón, el sintoísmo, la antigua religión japonesa de la naturaleza, y el budismo, proveniente de China. Creyentes de una y otra religión han encontrado en los haikus un vehículo perfecto para expresar sus respectivas concepciones de la vida, con especial hincapié en la fugaz belleza de las cosas mundanas de la vida.

Esta esencia de haiku entronca directamente con la concepción budista, especialmente en el budismo zen, según la cual la vida se caracteriza por la transitoriedad, tan fugaz como una gota de rocio.

Pero, ¿es posible occidentalizar los haikus? No son pocos, los que hemos sido seducidos por estos poemitas “instantáneos” y hemos experimentado con la creación de composiciones tipo haiku en nuestras respectivas lenguas.
Autores como Tablada, Borges o Benedetti han alcanzado cotas importantes en la adaptación del haiku al idioma castellano, dando lugar a creaciones que me producen un efecto similar a los haikus japoneses (que por otro lado, no dejan de ser traducciones pues no tengo el don de entender el idioma del país del sol naciente). Sin embargo, pienso que estos haikus occidentales no dejan de ser artefactos reduccionistas a un simple juego de métrica. En mi opinión, estos poemas castellanos se convierten en sudokus o crucigramas que han perdido parte de la belleza y del yugen, palabra que describe una sugerencia de lo oculto, de lo que yace bajo la superficie del haiku.
Esto es debido entre otras razones, a que los conceptos de sílaba en japonés y en español son diferentes, de manera que hablando en propiedad los haikus constan de 17 moras, que es una unidad lingüística de menor peso que la sílaba. Asimismo, la caligrafía japonesa es parte integrante de la belleza del haiku. Por estas y otras razones, la creación de un haiku no es tarea sencilla, y es tremendamente fácil cruzar la delgada línea que separa la belleza lacónica de la vulgaridad.

De todas formas y a pesar de que el castellano sólo me permita alcanzar una forma sucedánea del haiku, voy a seguir practicándolo como tributo a la naturaleza que me da la vida y…me la quita.

Aquí os dejo uno de los más famosos escrito por Bashō en 1686,

Un viejo estanque;
Se zambulle una rana,
ruido de agua.

Y uno escrito por Mario Benedetti en 1999,

La muerte invade
de vez en cuando el sueño
y hace sus cálculos

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