Un Blues

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25 nov 2019

La princesa belga ‘desaparecida’ vive en un remoto pueblo de Estados Unidos

Marie-Christine, tía del actual rey Felipe de Bélgica, rompió con la familia real hace décadas entre acusaciones de violación y problemas con el juego y el alcohol.

La princesa Marie-Christine de Bélgica en el lago Tahoe (Nevada, EE UU), en diciembre de 1994.
La princesa Marie-Christine de Bélgica en el lago Tahoe (Nevada, EE UU), en diciembre de 1994. Paris Match via Getty Images

 

Marie-Christine de Bélgica y el pianista Paul Drake en junio de 1981. 
Marie-Christine de Bélgica y el pianista Paul Drake en junio de 1981. Toronto Star via Getty Images
 
Sin apenas dinero, se gana la vida como puede, incluso desfilando en ropa interior en bares de mala muerte. 
Su hermanastro, el rey Balduino, se apiada de ella y decide ayudarla económicamente.
 Como ella misma admite, utilizará parte de los fondos para pagar el coste de un aborto, una práctica que el monarca reprueba, como demostraría tiempo después al negarse a firmar la ley que lo despenalizaba en Bélgica.
En su deambular por América, la princesa comenzará poco después una relación con el cocinero francés Jean-Paul Gourgues, con el que se casa y vive en Los Ángeles (California).
 Tras una inversión fallida en un restaurante, se trasladan a Las Vegas (Nevada).
 Y en la ciudad del juego su suerte no cambiará a mejor. Tras dilapidar parte de sus ahorros en los casinos, otro de sus hermanastros, el rey Alberto II, convencerá a la madre de esta, Lilian, de permitir un nuevo rescate económico para sacarla de la ruina, pero el cheque irá acompañado de una carta repleta de reproches que sellará su ruptura con la familia real belga. 
Marie-Christine ni siquiera acudirá a los funerales de sus padres y hermanos, y rompe el último cordón que la une a su pasado al dejar de hablar con su hermana, Esmeralda de Bélgica.
"Mi problema es que no estoy hecha para trabajar", lamentaba en una entrevista recogida en el libro Crónicas reales, un siglo de indiscreciones, del periodista Thomas de Bergeyck. 
Ahora, tras una vida impensable en alguien de su posición, la princesa criada en el castillo de Laeken parece haber sentado la cabeza rodeada de lavandas en una fría localidad costera de los confines de Estados Unidos. 
 
 
 

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