Lo serio y lo divertido.
José Bono presume de injerto, Tamara Falcó se gana al público y Antonio Banderas ha aprendido de Hollywood que lo divertido es algo muy serio.
España es un país divertido y puedo asegurar que pocos países tienen esa suerte.
Parte de esa diversión sucede porque es un país en el que continuamente pasan cosas, no todas igualmente divertidas pero que animan bastante.
Y a veces hay incluso personas serias que dicen cosas divertidas como el exministro José Bono y que he leído esta semana: “Unas personas se maquillan, otras se ponen pendientes, pulseras… ¡Pues muy bien!
Cada uno se pone lo que quiere: yo me puse pelo”. Es genial.
La bravura de Bono. Como es vecino mío en Madrid, lo he visto varias veces curioseando en una selecta tienda de ropa.
Y en alguna ocasión en compañía de otro exministro, Eduardo Zaplana.
Amigos pero distintos: Bono prefiere pelo y Zaplana, lo sé porque íbamos al mismo gimnasio, depilación.
Si algo te falta, pues te lo pones. Resuelves un problema y pasas a lo siguiente.
Celebro ese tipo de actitud. Es cierto que el pelo nuevo es más evidente que el perdido pero hay que asumirlo.
El dinero nuevo igual. Y no pasa nada.
Ningún nuevo rico quiere dejar de ser adinerado, pues lo mismo con los injertos.
Y es una lección magnífica asumirlo con humor peludo.
Y al reconocer ese sentido como una parte esencial de nuestro ADN, podemos sortear obstáculos y malestares.
Este lunes me encontré marchando junto a centenas de mujeres defendiendo el día internacional contra la Violencia de Género al mismo tiempo que me dirigía a la fiesta de los premios que da la revista Vanity Fair.
Para muchos puede resultar contradictorio o frívolo combinar ambas situaciones pero yo me lo tomé con la misma naturalidad que José Bono luce su nueva melena.
Me encantó poder estar en ambas.
Me tomé casi el mismo número de selfies en las dos, por distintas que fueran.
Entendí que Preysler quisiera desviar la atención hacia el gobierno para que no la acorralaran con querer confirmar que su hija era la ganadora de MasterChef Celebrity.
Todo el mundo sabe que el programa está grabado y también que existe una claúsula de confidencialidad pero no se puede controlar la diversión que genera reventar un secreto.
Lo más divertido es cómo nada de eso afecta el contundente dato de audiencia que cosechó la final del programa.
Se confirma que no hay nada más divertido que sufrir para triunfar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario