2019, el año que escogió 'Blade Runner' para cambiar la ciencia ficción.
Tras el estreno de la película, el género se planteó cómo sería el siglo XXI,
Desde que empezó 2019, varias publicaciones en redes sociales recuerdan que es el año en el que muchas películas de ciencia ficción están ambientadas. En su momento imaginaban, con más fallos que aciertos, cómo sería el futuro que ahora es presente. Pero el cine no había reparado en ello hasta 1982, cuando se estrenó Blade Runner. Solo después de que llegara la película de Ridley Scott aparecieron de forma masiva en la pantallas los relatos distópicos que ahora nos enganchan en Black Mirror.
Blade Runner es a los relatos futuristas lo que Alfred Hitchcock a los de suspense:
la Biblia que dicta sus mandamientos básicos.
Muchas series, películas y novelas de ciencia ficción han intentado imitar su estética, sus debates filosóficos e incluso el año en el que está ambientada.
"Cambió el aspecto del mundo y también nuestra forma de ver el mundo", decía a Wired en 2017 el escritor William Gibson, uno de los padres del ciberpunk.
¿Por qué en 2019?
Con Blade Runner, Ridley Scott adaptó solo de forma parcial el argumento de Sueñan los androides con ovejas eléctricas, la novela corta que Philip K. Dick.
En cuanto a su estética, sus referentes eran más bien retro: el clímax visual del cine negro de los años 40 y 50 y el diseño y arquitectura de Metrópolis (1927), de Fritz Lang.
La trama de la película resume buena parte de ese legado.
Los rascacielos y el neón de una versión decadente de Los Ángeles rodean a Rick Deckard, un agente de policía interpretado por Harrison Ford.
En un mundo en el que los androides conviven con los humanos, su misión es dar caza a cuatro de ellos, llamados replicantes.
Sus investigaciones le llevan hasta Tyrell Corporation, empresa especializada en ingeniería genética.
Estas son algunas de las cosas que la cinta popularizó dentro del género de la ciencia ficción.
Metrópolis (arriba) y Blade Runner (abajo)
Philip K. Dick escribió su libro en 1968 y lo ambientó en 1992. Como
la trama ocurre solo una década después del inicio del rodaje de Blade Runner, Ridley Scott retrasó su relato hasta 2019.Es evidente que el cine de ciencia ficción es tan viejo como el propio cine.
El viaje a la Luna de George Méliès lo era en 1902 y Ray Harryhausen, el gran pionero de los efectos especiales, ya trabajaba en películas en los años 40.
Pero el género, casi siempre centrado en el espacio exterior, imaginaba un futuro mucho más lejano.
Ni Barbarella (1968), ni El Planeta de los simios (1968), ni Star Trek (1979), ni La Guerra de las Galaxias (1977), ni Alien (1979) recreaban gigantescas ciudades en las que el desarrollo tecnológico contrasta con la involución de las emociones, como ocurre en Blade Runner.
En cambio, ese argumento es la espina dorsal de narraciones posteriores como Gattaca (1997), Minority Report (2002), Her (2014), Akira (1988), y muchas otras que reflexionan sobre una realidad mucho más cercana: el siglo XXI.
Cuando Blade Runner se estrenó en 1982, no muchos años antes de la caída del muro de Berlín, las preocupaciones empezaban a ser otras.
Su argumento, que también giraba en torno a seres no humanos infiltrados en la sociedad, sirve como bisagra entre los viejos y nuevos temores del mundo.
Un referente estético
Su éxito en taquilla fue nulo, pero arrasó en el videoclub y entre los cineastas.
Desde ese momento, las películas también empezaron a ambientarse en grandes ciudades y a imitar sus tonos pálidos, cercanos al blanco y negro del cine en el que se inspiraba Ridley Scott.
También comenzaron a fantasear con un futuro cercano y con los inventos o problemas que iban a cambiar nuestra vida diaria.
Algunos de los que aparecían en Blade Runner se repitieron en otras películas y, además, predijeron el futuro, como las videollamadas y el cambio climático.
También el hablar con nuestros aparatos electrónicos, como en Her (2013); fachadas-anuncio de influencia asiática, parecidas a las de Ghost in the Shell (1995); y los robots sexuales, luego vistos en A.I. Inteligencia Artificial (2001).
Un vídeo publicado en YouTube en 2017 por la cadena de cines AMC muestra los muchos inventos y propuestas estéticas mostrados en Blade Runner que luego han aparecido en otros títulos.
Por ejemplo, los coches voladores y la arquitectura urbana de El quinto elemento (1997) y de la escena inicial de Regreso al futuro II (1989).
Del ciberpunk a Black Mirror
Esos nuevos miedos que nacieron ante un nuevo orden mundial se concretaron en el ciberpunk, un subgénero de la ciencia ficción que se materializó en la literatura de principios de los 80, con novelas inspiradas en la película de Ridley Scott.
Autores como Bruce Bethke y William Gibson escribían relatos marcados por el claro retroceso de la calidad de vida de los ciudadanos ante una sociedad cada vez más automatizada, esclava de las grandes corporaciones, las drogas y el poder gubernamental.
Aunque futuristas en apariencia, las películas de ciencia ficción siempre han sido un reflejo de los problemas de la sociedad en la que fueron concebidas.
Antes de los años 80, en un mundo marcado por dos guerras mundiales y la Guerra Fría, la amenaza alienígena era la metáfora que representaba el miedo al comunismo a través de Hollywood.
En cine, el anime Akira se convirtió prácticamente en la versión animada de Blade Runner.
Pero luego aparecieron Brazil (1985), RoboCop (1987), Johnny Mnemonic (1995), la saga Matrix y muchas otras, hasta llegar a la serie Black Mirror, que bebe de muchos de los debates éticos del ciberpunk.
Esas cuestiones ya aparecían años antes en las novelas de Aldous Huxley, George Orwell, Ray Bradbury y Philip K. Dick, que murió en marzo de 1982 sin que ninguno de sus textos fuera estrenado en cines.
También en eso fue pionera Blade Runner.
Tras su adaptación de Sueñan los androides con ovejas eléctricas, otra docena de títulos del escritor han ido convirtiéndose en películas de ciencia ficción, Minority Report y A Scanner Darkly (2006) entre ellas.
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